jueves, 31 de julio de 2025

Domingo XVIII de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

Domingo XVIII de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 12, 13-21) – agosto 3, 2025 
Eclesiastés 1,2; 2,21-23 / Salmo 89 / Colosenses 3, 1-5.9-11


Continuamos en este domingo, escuchando al Maestro Jesús, que nos da lecciones para esta vida terrena, con las que, poniéndolas en práctica, alcanzamos la vida eterna, la del cielo…

Evangelio según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me
ha puesto como juez en la distribución de herencias?”

Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.

Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”. 

Reflexión:

¿Cómo me relaciono con las cosas?

Hemos estado leyendo en la liturgia durante la semana pasada, acerca del Reino de Dios, y como Jesús, con parábolas nos pone a reflexionar sobre lo que es y cómo está presente entre nosotros. Hoy domingo, podemos relacionar las lecturas y el evangelio, con el reinado de Dios en nuestro corazón.

Comencemos esta reflexión, con el inicio de la primera lectura: “Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión” (Eclo 1,2) ... pero ¿por qué todas las cosas son vana ilusión? … Pensando y meditando las lecturas, el salmo y el evangelio, podemos encontrar la respuesta.

La expresión “vana ilusión”, se refiere generalmente a esperanzas o seguridades falsas, cosas que parecen tener valor o prometer felicidad, pero que al final son vacías, pasajeras o engañosas… ya que lo material-terrenal es intrascendente, mientras que nuestro espíritu / alma, esencia de nuestro ser, es trascendente, divino, del cielo, de Dios. Por eso, san Pablo en la segunda lectura nos invita hoy a “buscar los bienes de arriba”, a “todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra” (Col 3, 1-5).

Con la “ayuda” del Principio y Fundamento (PyF) de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, podemos comprender lo que implica “todas las cosas” y “bienes del cielo”: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas son creadas para el hombre, y para que le ayuden a alcanzar el fin para el que fue creado.  De donde sigue, que el hombre ha de usarlas tanto le ayuden para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impidan.” (PyF 23).

Salvar el alma, es tener vida plena, una que valga la pena vivir, desde ahora en la terrena, para tener una vida eterna, cuando dejemos este mundo. Cuando nos enfocamos solo en lo terreno de manera egoísta, esto es: “pasiones desordenadas, los malos deseos, avaricia, idolatría, mentira, engaño” (cfr, Col 3, 9-11), nos alejamos de tener una vida terrena plena, y poder aspirar a la vida eterna,

Las cosas, son medios, no fines; cuando invertimos el orden y “las cosas” son el fin …nos desordenamos y desviamos de lo que más nos conviene, como nos advierte Jesús, “eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea” … ya que, al morir no nos llevaremos nada material, solo partiremos con lo espiritual, con lo “vale la pena ante Dios”, ´por lo que el reto es, aprender a elegir lo que más conviene para tener vida plena.

¿Qué tengo que ordenar en mi vida?... ¿Cómo hacerme rico, ante Dios?... ¿Cómo hacer uso de las cosas y ser feliz, “como Dios quiere”?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 


Domingo XVIII de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Profundizar)

 Domingo XVIII de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 12, 13-21) – agosto 3, 2025 
Eclesiastés 1,2; 2,21-23 / Salmo 89 / Colosenses 3, 1-5.9-11


Evangelio según san Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me
ha puesto como juez en la distribución de herencias?”

Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.

Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”. 

Para profundizar:

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

La palabra vanidad, viene del latín "vanitas, vanitatis", que significa vacío, vano; y con el sufijo "itas", indica cualidad; así, quien tiene vanidad, tiene la cualidad de estar vacío. 

Nuestro mundo sufre de la epidemia de la vanidad, que se expresa (falsamente) como auto seguridad, cuando en realidad, se tiene el corazón vacío. Aquejados por este mal nos esforzamos por acumular y llenarnos de experiencias, personas o cosas, nuestra mente no descansa buscando con qué saciar nuestra codicia y avaricia; y mentimos, nos mentimos vanidoso, vacíos.

Hoy la Palabra es contundente: "Aspiren a los bienes de arriba, no a los de la tierra", porque lo de arriba, eso que no se ve, no se agota y dura para la eternidad. "Guárdense de toda clase de codicia, pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes", atesorar aquí, no es riqueza ni saciedad.

Detengámonos este domingo y pidamos al Señor con el salmista: Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Sácianos de tu misericordia, danos bondad, has prosperas las obras de nuestras manos. Porque lo que nos hacer ricos, no es lo que acumulamos, sino lo que damos.

#FelizDomingo


“(...) la vida no depende del poseer muchas cosas”

 Rodríguez Osorio, S.J.

Mientras viajaba por las montañas, una sabia mujer se encontró un hermoso diamante en un riachuelo. Al día siguiente se cruzó en el camino con otro viajero y al saber que estaba hambriento, le ofreció parte de la comida que traía con ella. Al abrir su bolsa para sacar los alimentos, el hombre vio la piedra preciosa en el fondo del morral, y quedó maravillado. El viajero le pidió el diamante a la mujer y ésta, sin dudarlo, lo sacó de su bolsa y se lo dio. El hombre se fue dichoso por su increíble suerte, ya que sabía que el valor de la piedra era lo suficientemente alto como para vivir sin apuros durante el resto de su vida. Pero días más tarde, después de haber buscado a la mujer, la encontró, le devolvió la joya, y le dijo: –He estado pensando... soy consciente del valor de esta piedra que quiero devolverle, pero espero que a cambio usted me dé algo aun más valioso. Y después de un silencio, continuó: –Deme esa cualidad que le permitió regalarme este tesoro con generosidad y desprendimiento.

El evangelio de hoy nos presenta a un hombre que pide algo inesperado: “–Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia. Y Jesús le contestó: –Amigo, ¿quién me ha puesto sobre ustedes como juez y partidor?” Esta situación suscita una enseñanza de Jesús que no viene nunca de más recordar: “–Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas”. Y es la ocasión para que el Señor nos cuente una parábola muy bella: “Había un hombre muy rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: ‘¿Qué haré? No tengo dónde guardar mi cosecha.’ Y se dijo: ‘Ya sé lo que voy a hacer. Derribaré mis graneros y levantaré otros más grandes, para guardar en ellos toda mi cosecha y todo lo que tengo. Luego me diré: Amigo, tienes muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, goza de la vida.’ Pero Dios le dijo: ‘Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será?’ Así le pasa al hombre que amontona riquezas para sí mismo, pero es pobre delante de Dios”.

Es impresionante la insistencia de Jesús y los evangelios en este tema de la libertad que debemos tener frente a los bienes materiales. No se trata de una invitación a no tener, sino a tener de tal manera que no pongamos allí el valor de nuestras vidas. La vida no depende de poseer muchas cosas, sino de nuestra capacidad de compartirlas con los demás con generosidad. No es rico el que tiene mucho, sino el que necesita menos para vivir contento. Ignacio Ellacuría, uno de los jesuitas asesinados en El Salvador hace algunos años, decía que la única salvación para nuestro mundo era crear una civilización de la austeridad compartida. Vivir más sencillamente, soñando menos con lo que nos falta y agradeciendo más lo que tenemos. Un mundo y un país en el que unos pocos derrochan y malgastan, mientras que las grandes mayorías no tienen ni lo mínimo para sobrevivir como seres humanos, no es sostenible en el largo plazo.

La parábola que el Señor nos cuenta hoy es una llamada a no vivir pendientes de acumular riquezas sin fin, pensando que ese es el camino de la vida. Por ese camino sólo se llega a la muerte. Una sociedad que quiere la paz, que busca con ansias el final de una guerra fratricida que se ha prolongado tanto entre nosotros, podría tomar el camino de la generosidad y el compartir, que son capaces de crear hermanos. Por eso, pidámosle al Señor que no nos regale diamantes hermosos y caros, sino la capacidad de dar con generosidad y desprendimiento.

DE MANERA MÁS SANA

José Antonio Pagola

«Túmbate, come, bebe y date una buena vida»: esta consigna del hombre rico de la parábola evangélica no es nueva. Ha sido el ideal de no pocos a lo largo de la historia, pero hoy se vive a gran escala y bajo una presión social tan fuerte que es difícil cultivar un estilo de vida más sobrio y sano.

Hace tiempo que la sociedad moderna ha institucionalizado el consumo: casi todo se orienta a disfrutar de productos, servicios y experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar es clara: «Date una buena vida». Lo que se nos ofrece a través de la publicidad es juventud, elegancia, seguridad, naturalidad, poder, bienestar, felicidad. La vida la hemos de alimentar en el consumo.

Otro factor decisivo en la marcha de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los pueblos corrientes y gustos fluctuantes. Lo nuevo es el «imperio de la moda», que se ha convertido en el guía principal de la sociedad moderna. Ya no son las religiones ni las ideologías las que orientan los comportamientos de la mayoría. La publicidad y la seducción de la moda están sustituyendo a la Iglesia, la familia o la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir y a satisfacer las «necesidades artificiales» del momento.

Otro rasgo que marca el estilo moderno de vida es la seducción de los sentidos y el cuidado de lo externo. Hay que atender al cuerpo, la línea, el peso, la gimnasia y los chequeos; hay que aprender terapias y remedios nuevos; hay que seguir de cerca los consejos médicos y culinarios. Hay que aprender a «sentirse bien» con uno mismo y con los demás; hay que saber moverse de manera hábil en el campo del sexo: conocer todas las formas de posible disfrute, gozar y acumular experiencias nuevas.

Sería un error «satanizar» esta sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser humano y para desarrollar una vida integral e integradora. Pero no sería menos equivocado dejarnos arrastrar frívolamente por cualquier moda o reclamo, reduciendo la existencia a puro bienestar material. La parábola evangélica nos invita a descubrir la insensatez que se puede encerrar en este planteamiento de la vida.

Para acertar en la vida no basta pasarlo bien. El ser humano no es solo un animal hambriento de placer y bienestar. Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad, experimentar el misterio de lo trascendente, agradecer la vida, vivir la solidaridad. Es inútil quejarnos de la sociedad actual. Lo importante es actuar de manera inteligente.

 

ACAPARAR LOS BIENES NECESARIOS 

PARA LA VIDA DE OTROS, ES CAUSAR MUERTE

Fray Marcos

Es imposible hablar de riqueza y pobreza sin caer en demagogias simplistas. El problema no está solo en los ricos que acumulan a costa del trabajo de otro por un sueldo injusto. El problema está también en los pobres que alegando la justicia social pretenden vivir tan ricamente sin dar un palo al agua. No tener esto en cuenta también es demagogia.

Se trata de un mensaje muy sutil. El mismo relato insinúa que ni el que lo escribió lo tenía muy claro. En efecto. El rico no es necio porque lo que ha acumulado lo va a disfrutar otro. Sería igual de insensato si toda la riqueza acumulada pudiera disfrutarla él mismo.

Tampoco es válido el “debemos ser ricos ante Dios” ni “no acumuléis riquezas en la tierra”. Nos invitan a valorar las riquezas espirituales. Es una propuesta también descabellada, entendida como obligación de hacer obras buenas que se acumularían para garantizar una felicidad para el más allá proporcional a lo buenos que hayamos sido aquí abajo.

Este planteamiento que hemos mantenido durante dos mil años sigue siendo insuficiente, porque sigue proponiendo la necesidad de seguridades para el falso yo. No importa que sean seguridades espirituales y para el más allá, porque siguen siendo necesidad de seguridades que necesita el falso yo para subsistir y afianzarse. Jesús nunca pudo hacer esta propuesta.

Intentaré explicarme. Si necesito cualquier seguridad o echo algo en falta, es señal de que estoy planteando mi existencia desde mi falso ser (“creatural”, decía Eckhart). Mi verdadero ser es absoluto y no le falta nada. Este ser que soy ha existido siempre. Ni ha nacido ni puede morir. No debo echar en falta ni siquiera la vida que sería el aparente valor supremo.

El evangelio nos está diciendo que tener más no nos hace más humanos. La posesión de bienes de cualquier tipo no puede ser el objetivo último. La trampa está en que cuánta mayor capacidad de satisfacer necesidades tenemos, mayor número de nuevas necesidades desplegamos; con lo cual no hay posibilidad alguna de alcanzar la meta definitiva.

El hombre tiene necesidades biológicas, que debe atender. Pero descubre que eso no llega a satisfacerle y anhela acceder a otra riqueza que está más allá. Esta situación le coloca en un equilibrio inestable. O se dedica a satisfacer los apetitos biológicos, o intenta trascender y desarrollar su vida espiritual, manteniendo en su justa medida las exigencias biológicas.

Es muy difícil mantener un equilibrio. Podemos hablar de la pobreza muy pobremente y podemos hablar de la riqueza tan ricamente. No está mal ocuparse de las cosas materiales e intentar mejorar el nivel de vida. Jesús no está criticando la previsión, ni la lucha por una vida más cómoda. Pero rechaza que lo hagamos a costa de las carencias de los demás.

Se trata de desplegar una vida plenamente humana que me permita alcanzar una plenitud. Solo esa Vida plena puede darme la felicidad. Se trata de elegir entre una Vida humana plena y una vida repleta de sensaciones, pero vacía de humanidad. La pobreza que nos pide el evangelio no es ninguna renuncia. Es simplemente escoger lo que es mejor para mí.

La clave está en mantener la libertad para avanzar hacia la plenitud humana. Todo lo que te impide progresar en esa dirección, es negativo. Puede ser la riqueza y puede ser la pobreza.

 

 

jueves, 24 de julio de 2025

Domingo XVII de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

 Domingo XVII de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 11, 1-13) – julio 27, 2025 
Génesis 18,20-32; Salmo 137; Colosenses 2, 12-14




Este domingo, Jesús, el Maestro, nos enseña a orar, y en esa forma nos revela cuán amoroso y misericordioso es nuestro Padre.

Evangelio según san Lucas 11, 1-13

Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos".

Entonces Jesús les dijo: "Cuando oren, digan: 'Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación' ".

También les dijo: "Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: 'Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle'. Pero él le responde desde dentro: 'No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados'. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?". 

Reflexión:

¿Cómo es mi manera de orar?

En estas semanas del tiempo ordinario, hemos estado conociendo a Jesús, a través de distintos momentos, en los cuales nos muestra su manera de ser, a través de su interacción con los discípulos y la gente, con los mensajes en las parábolas (que tenemos que encontrar y vivir, para ser mejores personas) … con su congruencia entre el decir y hacer.

Jesús, como un buen Maestro, comunicaba la Buena Nueva del Reino de su Padre; y así, cumple su misión como Hijo del Hombre, que es: salvarnos. Nos libera / rescata, de todo aquello que nos impide “tener una vida que valga la pena vivir”, de acuerdo con el deseo de Dios Padre.  

Son nuestras afecciones desordenadas (gusto por aquello que no va en sintonía con lo que Dios desea para nosotros), nuestros pecados (fallos en elegir lo que no es de bien para uno mismo, los demás y la creación) y de nuestro egoísmo (buscar solo lo que es para mí), lo que imposibilita que tengamos una vida plena; y por eso andamos como las personas y la sociedad de “Sodoma y Gomorra”, que narra la primera lectura, (Gén 18,20-32). Al igual que Abraham, podríamos hoy día, darnos cuenta de la gran misericordia de Dios Padre, que, a pesar de nuestras fallas, siempre nos da oportunidad de vivir, cuando lo pedimos.

De igual manera, Pablo, podría estar hablándonos hoy en la segunda lectura, para que caigamos en cuenta que, Jesucristo perdona nuestras faltas y nos da nueva vida (cfr. Col 2, 12-14).  Creerle y confiar en Jesús, es tener fe en Él; para que la fe crezca, hay que conocerlo.

Al “conocer a Jesús, conocemos al Padre” (Jn 14,9), y cuando oramos al Padre, como nos enseña Jesús, lo reconocemos como nuestro creador (fuente de vida), lo buscamos y le pedimos, y Él nos escucha y nos concederá lo necesario para ser buenas y misericordiosas personas, como Él, y no nos perdamos en lo que impide tengamos “una vida que vale la pena vivir”.

El próximo día 31 de julio es la fiesta de San Ignacio de Loyola, quien transformó su vida al conocer al Dios de Jesús; te invitamos al Taller de Autoconocimiento, basado en su autobiografía, para que en 6 sesiones y trabajo personal, experimentes y reconozcas la presencia de Dios en tu vida. Informes y registro en: https://tinyurl.com/TallerAutoconocimiento.

¿Cómo es mi oración?... ¿Con que frecuencia oro?... ¿Cómo podría mejorar mi oración y ponerla en práctica?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Para profundizar: https://tinyurl.com/BN-17C-250727

Domingo XVII de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Profundizar)

 Domingo XVII de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 11, 1-13) – julio 27, 2025
Génesis 18,20-32; Salmo 137; Colosenses 2, 12-14



Evangelio según san Lucas 11, 1-13

Un día, Jesús estaba orando y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos".

Entonces Jesús les dijo: "Cuando oren, digan: 'Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas, puesto que también nosotros perdonamos a todo aquel que nos ofende, y no nos dejes caer en tentación' ".

También les dijo: "Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: 'Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle'. Pero él le responde desde dentro: 'No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados'. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.

Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra, y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán? Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?". 

Para profundizar:

Reflexiones Buena Nueva


#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

En la Palabra de este domingo, escuchamos en boca de Jesús la invitación a vivir tres verbos: pedir, buscar, llamar (a la puerta). Estos tres verbos son contrarios a la resignación, a la pasividad y a la desesperanza. Quien pide, busca y llama, es una persona no resignada, es activa, insistente y esperanzada. Pero hay un asunto previo y fundamental: quien pide, sabe que necesita; quien busca sabe que algo perdió; quien llama a la puerta, sabe que puede ser ayudado. En síntesis, quién ora, tiene humildad, sabe que algo falta en su vida y en su corazón. 

No siempre sabemos con claridad qué falta o qué se nos perdió, pero sí que sentimos la ausencia, la falta, el vació e incluso el dolor. Para esos momentos es la oración, con lo que sí tenemos: la certeza de que ya viene a abrir la puerta Dios.

Guardemos silencio, detengámonos y llamemos a la puerta, esperemos que llegue Dios, pidamos que nos dé lo que necesitamos, lo que hace profundamente falta a nuestro corazón.

#FelizDomingo 

“(...) el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se los pidan”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Un conocido maestro de oración de nuestros tiempos, Anthony de Mello, se refiere a la oración de petición con estas palabras: "La oración de petición es la única forma de oración que Jesús enseñó a sus discípulos; de hecho, es prácticamente la única forma de oración que se enseña explícitamente a lo largo de toda la Biblia. Ya sé que esto suena un tanto extraño a quienes hemos sido formados en la idea de que la oración puede ser de muy diferentes tipos y que la forma de oración más elevada es la oración de adoración, mientras que la de peti­ción, al ser una forma «egoísta» de oración, ocuparía el último lugar. De algún modo, todos hemos sentido que más tarde o más temprano hemos de «superar» esta forma inferior de oración para ascender a la contem­plación, al amor y a la adoración, ¿no es cierto? Sin embargo, si reflexionáramos, veríamos que apenas hay forma alguna de oración, incluida la de adoración y amor, que no esté contenida en la oración de peti­ción correctamente practicada. La petición nos hace ver nuestra absoluta dependencia de Dios; nos enseña a confiar en Él absolutamente" (De Mello, Contacto con Dios).

El Señor nos ha dicho que no debemos insistir en nuestras peticiones porque el Padre sabe lo necesita­mos antes de pedírselo (Cfr. Mateo 6,8). Sin embargo, no deja de insistir que debemos pedir, como puede comprobarse en el texto que nos presenta hoy la liturgia de la Palabra. Lo más típico de la oración de Jesús, por lo que registran los evangelistas, parece ser la oración de petición. Jesús no sólo pide en su oración, sino que nos enseña a pedir. Lo que hemos llamado la Oración del Señor o el Padrenuestro, es una cadena de siete peticiones que se van desprendiendo del 'Padre nuestro'. La petición nos hace tomar conciencia de nuestra radical dependencia de Dios; nos recuerda nuestro límite y la generosa misericordia de Dios que se nos revela en Jesús. Esto aparece aún más claro cuando la petición más repetida de Jesús en los textos evangélicos es "que no se haga mi voluntad sino la tuya", o el "hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo".

Por eso, la pregunta que tendríamos que hacernos no es si pedimos, sino qué pedimos en nuestra oración, porque por allí suele estar el problema. Muchas veces no pedimos que se haga su voluntad, o que nos conceda lo que más nos conviene en una situación determinada, sino que pedimos lo que nosotros creemos que más necesitamos. Cuando el Señor dice que pidamos con insistencia, nos recuerda que lo que tendríamos que pedir sería el Espíritu Santo: “¿Acaso alguno de ustedes, que sea padre, sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado, o de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si ustedes que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!”

Entonces, recordemos siempre lo que nos dice el Señor: “Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen a la puerta, y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta, se le abre”. La oración de petición nos pondrá en contacto con nuestros límites y hará que nos relacionemos con el Señor desde nuestra pequeñez. No dejemos de pedir, ni pensemos que la oración de petición es de inferior calidad a otras formas de encuentro con Dios. Pero no olvidemos pedir el Espíritu Santo, para que nos ayude a entender los planes de Dios y a ponerlos en práctica.

PADRE NUESTRO

José Antonio Pagola

Del Padrenuestro se ha dicho todo. Es la oración por excelencia. El mejor regalo que nos ha dejado Jesús. La invocación más sublime a Dios. Y, sin embargo, repetida una y otra vez por los cristianos puede convertirse en rezo rutinario, palabras que se repiten mecánicamente sin elevar el corazón a Dios.

Por eso es bueno que nos detengamos de vez en cuando a reflexionar sobre esta oración en la que se encierra toda la vida de Jesús. Pronto nos daremos cuenta de que solo la podemos rezar si vivimos con su Espíritu.

«Padre nuestro». Es el primer grito que brota del corazón humano cuando vive habitado no por el temor a Dios, sino por una confianza plena en su amor creador. Un grito en plural al que es Padre de todos. Una invocación que nos arraiga en la fraternidad universal y nos hace responsables ante todos los demás.

«Santificado sea tu Nombre». Esta primera petición no es una más. Es el alma de toda esta oración de Jesús, su aspiración suprema. Que el «nombre» de Dios, es decir, su misterio insondable, su amor y su fuerza salvadora se manifiesten en toda su gloria y su poder. Y esto dicho no en actitud pasiva, sino desde el compromiso de colaborar con nuestra propia vida a esa aspiración de Jesús.

«Venga tu reino». Que no reinen en el mundo la violencia y el odio destructor. Que reine Dios y su justicia. Que no reine el Primer Mundo sobre el Tercero, los europeos sobre los africanos, los poderosos sobre los débiles. Que no domine el varón a la mujer, ni el rico al pobre. Que se adueñe del mundo la verdad. Que se abran caminos a la paz, al perdón y a la verdadera liberación.

«Hágase tu voluntad». Que no encuentre tanto obstáculo y resistencia en nosotros. Que la humanidad entera obedezca a la llamada de Dios, que desde el fondo de la vida invita al ser humano a su verdadera salvación. Que mi vida sea hoy mismo búsqueda de esa voluntad de Dios.

«Danos el pan de cada día». El pan y lo que necesitamos para vivir de manera digna, no solo nosotros, sino todos los hombres y mujeres de la Tierra. Y esto dicho no desde el egoísmo acaparador o el consumismo irresponsable, sino desde la voluntad de compartir más lo nuestro con los necesitados.

«Perdónanos». El mundo necesita el perdón de Dios. Los seres humanos solo podemos vivir pidiendo perdón y perdonando. Quien renuncia a la venganza desde una actitud abierta al perdón se asemeja a Dios, el Padre bueno y perdonador.

«No nos dejes caer en la tentación». No se trata de las pequeñas tentaciones de cada día, sino de la gran tentación de abandonar a Dios, olvidar el Evangelio de Jesús y seguir un camino errado. Este grito de socorro queda resonando en nuestra vida. Dios está con nosotros frente a todo mal.

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ENSEÑANOS A ORAR

Fray Marcos

Si Jesús hubiera dado una oración concreta a sus discípulos para que la repitieran, ¿se les habría olvidado con tanta facilidad? Solo dos evangelistas la narran y, además, de manera diferente. No, la oración no se enseña, nace de una actitud vital que tiene que ir más allá de cualquier deseo o preocupación por agradar a un dios que está más allá de las nubes.

¿Alguien se puede creer que lo que hacía Jesús cuando se retiraba a ‘orar’ era repetir oraciones prefabricadas? Los discípulos estaban intrigados por lo que Jesús hacía cuando se quedaba solo. La oración es algo vivo que tiene que salir de lo más hondo del ser.

Hubo un tiempo en que di mucha importancia al Padrenuestro, hasta me lo aprendí en arameo y lo recé muchas veces en la lengua que utilizó Jesús. Pero hoy no lo veo de la misma manera. No deja de ser un rezo más que hay que superar para llegar a contemplar.

Para comprender lo que acabo de decir, debemos distinguir entre rezar o pedir, meditar y contemplar. Nos han enseñado, incluso obligado a rezar, pero nadie se ha preocupado de que aprendamos a contemplar. Se trata de una forma de vida y a vivir no se puede aprender.

El Padrenuestro intenta trasmitirnos, en el lenguaje religioso de la época, toda la novedad de la experiencia de Jesús. Esto quiere decir que no se sacaron el Padrenuestro de la manga. Cada una de las expresiones que encontramos en él, se encuentra también en el AT.

Entendido literalmente, el Padrenuestro no tiene sentido. Ni Dios es padre en sentido literal; ni está en ningún lugar; ni podemos santificar su nombre, porque no lo tiene; ni tiene que venir su Reino de ninguna parte, porque está siempre en todos y en todo; Ni su voluntad tiene que cumplirse, porque no tiene voluntad alguna. Ni tiene nada que perdonar, mucho menos, puede tomar ejemplo de nosotros para hacerlo; ni podemos imaginar que sea Él el que nos induzca a pecar; ni puede librarnos del mal, porque eso depende solo de nosotros.

No pretendo enseñaros a orar, pero intentaré daros alguna pista. La oración de contemplación surge espontáneamente de lo hondo del ser. Lo difícil es alcanzar las condiciones que la mente necesita para que esto ocurra. Surge con la misma facilidad con que mana el agua de una fuente una vez que se le quitan los estorbos que le impedían salir.

La preparación comienza por el cuerpo. No es nada fácil conseguir que el cuerpo esté relajado, en armonía, sin interferencias de los sentidos ni de la mente racional que dispersan nuestra atención. Las técnicas orientales de relajación pueden ser muy útiles para preparar el terreno, siempre que no las confundamos con la verdadera contemplación.

Centrar toda nuestra atención en una llama, repetir un mantra con total atención, o simplemente observar con atención nuestra propia respiración nos puede llevar a una imprescindible concentración. Si soy capaz de concentrarme absolutamente en un solo objeto, será muy fácil dar el paso a no pensar en nada. Ahí comienza la contemplación.

Dejar de pensar no es quedar dormidos. Se trata de acallar nuestra capacidad de razonar. Nuestra imaginación está siempre saltando de un pensamiento a otro sin poder evitarlo. Meditar es poner en marcha una facultad que hemos olvidado, la intuición. Sería quedar absolutamente pasivos pero atentos a lo que pasa en lo más hondo de nuestro ser.

jueves, 17 de julio de 2025

Domingo XVI de Tiempo Ordinario – (Reflexión)

 Domingo XVI de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 10, 38-42) – julio 20, 2025 
Génesis 18,1-10; Salmo 14; Col 1, 24-28



En este domingo, las lecturas son breves, pero con gran mensaje, el cual nos insiste en que lo mejor a lo podemos aspirar, es conocer la Palabra que nos salva …

Evangelio según san Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: "Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude"
El Señor le respondió: "Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará". 

Reflexión:

¿Cuál es y cómo elegir la mejor parte?

Continuamos leyendo en evangelio de Lucas, como Jesús nos enseña que es lo que podemos hacer para “escoger la mejor parte”, en nuestra relación con Él: escucharlo.

Esta reflexión es “continuación” de la semana pasada, la cual nos permite ver nuevas perspectivas para poner en práctica lo que nos enseña Jesús, y así, unirnos con el Papa León IV en su invitación a la formación para el discernimiento: “para que aprendamos cada vez más a discernir, saber elegir caminos de vida y rechazar todo lo que nos aleje de Cristo y del Evangelio” (cfr. Intención de oración del Papa, Agosto ’25).

Jesús en el evangelio resalta que la elección de María, de escucharlo durante su vista, “escogió la mejor parte y nadie se la quitará" (Lc 10, 42)Al discernir, escogemos / elegimos, “entre opciones que se consideran buenas, pero que requieren una reflexión profunda y un análisis cuidadoso en el que se busca determinar cuál de las opciones es más acertada o conveniente para una situación en particular”, y es esto precisamente a lo que estamos siendo invitados a escoger: el mayor bien a las personas y a nosotros mismos.

Las lecturas nos refuerzan lo anterior:

·      Abraham, “acoge y comparte alimentos con las personas que están frente a su tienda” (cfr. Gen 18,2), a partir de que mirar a las personas, que no la pasan bien por el calor, escoge y decide…

·      El salmista (Sal 14), proclama actitudes que dan gloria al Señor, cuando las vivimos: la honestidad, la justicia, no hablamos mal de las personas, ni las explotamos…

·      Pablo, en la segunda lectura, nos nuestra su elección de vida, para “anunciar en todas partes su mensaje” (cfr. Col 1,25) … disponiendo lo que se le ha dado, para que conozcan al Resucitado…

Así, lo mejor que podemos elegir es, escuchar a Jesús, que nos enseña con su Palabra, cual es la voluntad del Padre y como podemos vivirla en este tiempo. De otra manera, podemos como Marta, muy atareados, pero en lo que, si bien es necesario, no es lo más importante. Darnos tiempo para escuchar la Palabra, es atender lo importante, para nuestra formación interior y a partir de ello, ponerlo en práctica en nuestra vida y colaborar en que se haga presente el Reino, allí a donde vamos y estamos.

Continuamos compartiendo durante el resto del mes de julio, cada día, un video corto (reel) y su guía de oración en https://tinyurl.com/31diasEI  y en las redes sociales del www.ccrrsj.org (@ccrrsj: FB, Ig, X, Th), para escuchar Jesús, en la oración, y así “escoger la mejor parte”, como María.

 

¿Por qué es importante escuchar y poner en práctica las enseñanzas de Jesús?... ¿Cómo puedo vivirlas más plenamente?... ¿Cómo evitar distraerme con lo urgente, no importante?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Para profundizar: https://tinyurl.com/BN-16C-250720

Domingo XVI de Tiempo Ordinario – (Profundizar)

 Domingo XVI de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 10, 38-42) – julio 20, 2025 
Génesis 18,1-10; Salmo 14; Col 1, 24-28

 

Evangelio según san Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: "Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude". El Señor le respondió: "Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará".  

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

María ha escogido la mejor parte, y, ¿Cuál es la mejor parte? Escuchar, escuchar atentos y sin prisa, sin la común enfermedad de nuestros tiempos: la preocupación. 

Y es que pre-ocuparse es hacerse cargo de una idea, un miedo o una fantasía, es distraernos con toda la energía en algo que ni siquiera sabemos si ocurrirá o no, la pre-ocupación nos quita la posibilidad de escuchar y darnos cuenta, de descubrir aquello que lo que deberíamos ocuparnos, lo que sí es real, presente y tenemos al alcance; como por ejemplo, Jesús susurrando en nuestros corazones sus invitaciones y deseos. 

Podemos hoy a Jesús la gracia de escapar a las preocupaciones y escucharlo. Su mensaje es de vida eterna. #FelizDomingo

“Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas (…)” 

MSi no recuerdo mal, hace algunos meses circuló por la Internet una historia de un maestro que llegó al salón de clase con una vasija de cristal muy grande y la llenó de piedras delante de sus alumnos. Al terminar de llenarla, preguntó a los estudiantes: ¿Creen que esta vasija está llena? Si. Respondieron todos al tiempo. Entonces el maestro sacó del maletín una bolsa con un poco de piedrecitas y las fue dejando caer dentro de la vasija por entre los espacios que dejaban las piedras más grandes. Volvió a preguntar el maestro: ¿Ahora sí creen que esta vasija está llena? Hubo un momento de duda y respuestas encontradas. El maestro sacó entonces una bolsa con arena y la fue depositando lentamente en la vasija. Poco a poco la arena fue llenando los espacios que dejaban las piedras grandes y las pequeñas. Por fin, el maestro preguntó. ¿Esta vez si está llena la vasija? Alguien se atrevió a decir que no. De modo que el maestro sacó una botella con agua y fue regando todo el contenido hasta llenar prácticamente la vasija. No recuerdo si ya con esto quedaba llena del todo la vasija, porque se me ocurre que podría agregarse algo de anilina para pintar el agua, o agregar un poco de sal que siempre está dispuesta a disolverse en el agua.

Al final de la historia el maestro pregunta a los estudiantes, ¿cuáles son las piedras más grandes de sus vidas? Si no las colocamos al comienzo, después no habrá espacio para ellas. Es fundamental definir prioridades y saber qué es lo que no puede dejarse por fuera de nuestros horarios, calendarios, agendas y programaciones. Si nos ocupamos de lo urgente, es muy probable que dejemos lo más importante por fuera de nuestra vida. Algo de esto es lo que le pasa a Marta, en el evangelio de hoy.

“Jesús siguió su camino y llegó a una aldea donde una mujer llamada Marta lo hospedó. Marta tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. Pero Marta, que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: –Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude. Pero Jesús le contestó: –Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar”.

No es que Jesús quiera patrocinar la pereza de María. Tampoco quiere despreciar el esfuerzo de Marta en el cumplimiento de los deberes domésticos. Pero Jesús sí quiere señalar unas prioridades y distingue entre lo importante y lo urgente. Lo que estaba haciendo María era ‘escuchar lo que él decía’. Muchas veces nuestro activismo no nos da tiempo para sentarnos a escuchar al maestro en un rato de oración, o para escuchar a los demás. Cuánto tiempo dedicamos a escuchar a los que viven con nosotros. Muchas veces tenemos cosas que decir, pero no las decimos porque no vemos disposición en los demás para sentarse, tranquilamente, a ‘perder’ un poco de tiempo escuchando a los demás o a Dios.

Zenón de Elea, varios siglos antes de Cristo, decía: “Nos han sido dadas dos orejas y una sola boca, para que escuchemos más y hablemos menos”. Recordar esta experiencia de Jesús con Marta y María debería interrogarnos sobre nuestras prioridades y tendríamos que revisar si hemos colocado en su lugar las piedras más importantes, antes que las urgentes...

 

UNA COSA NECESARIA 

Casi sin darnos cuenta, las actividades de cada día van modelando nuestra manera de ser. Si no somos capaces de vivir desde dentro, los acontecimientos cotidianos tiran de nosotros y nos llevan de un lado para otro, sin otro horizonte que la preocupación de cada día. Por eso es bueno que escuchemos las palabras de Jesús a aquella mujer tan activa y trabajadora: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas, y solo una es necesaria».

Agitados por tantas ocupaciones y preocupaciones, necesitamos tomarnos de vez en cuando un tiempo de descanso para sentirnos de nuevo vivos. Pero necesitamos además pararnos y encontrar el sosiego necesario para recordar de nuevo «lo importante» de la vida.

Las vacaciones tendrían para nosotros un contenido nuevo y enriquecedor si fuéramos capaces de responder a estas dos sencillas preguntas: ¿cuáles son las pequeñas cosas de la vida que la falta de sosiego, de silencio y de oración han agrandado indebidamente hasta llegar a matar en mí el gozo de vivir?, ¿cuáles son las cosas importantes a las que he dedicado poco tiempo, empobreciendo así mi vida diaria?

En el silencio y la paz del descanso podemos encontrarnos más fácilmente con nuestra propia verdad, pues volvemos a ver las cosas tal como son. Y podemos también encontrarnos con Dios para descubrir en él no solo la fuerza para seguir luchando, sino también la fuente última de la paz.

Recordemos la experiencia de «abandono en Dios» predicada con tanta hondura por el Maestro Eckhart y tan bellamente comentada por Dorothee Sölle: «No necesito aferrarme a mí, puesto que soy sostenido. No necesito cargar con el peso, porque soy soportado. Puedo salir de mí mismo y entregarme».

Cuando somos capaces de encontrar en Dios nuestro descanso y nuestra paz interior, la vacación se convierte en gracia. Tal vez una de las mayores gracias que podemos recibir en medio de nuestra vida tan agitada y nerviosa.

 

DEBEMOS INTEGRAR EN NOSOTROS A MARTA Y A MARÍA 

Ya me gustaría tener una mayor capacidad de persuasión, porque vamos a tratar un tema crucial en toda verdadera espiritualidad. En todos los tiempos ha habido falsos místicos que se contentaron con meditar sin preocuparse por los demás. Y en todos los tiempos ha habido una falsa dedicación a los demás sin una verdadera meditación profunda.

Este relato lo narra solamente el evangelio de Lucas, pero encontraría un marco más adecuado en el de Juan. En Juan todos los relatos son simbólicos y es inútil buscar el ellos informaciones históricas de lo que pudo pasar. Esto pasa con el relato que comentamos.

Para interpretarlo correctamente el primer obstáculo es seguir pensando en una historia de dos hermanas. El relato es una parábola en toda regla. Marta y María son personajes que encarnan los dos aspectos de un verdadero seguimiento de Jesús.

La contemplación y la acción son dos hermanas. Pero además son gemelas, es decir, nacidas del mismo óvulo y, por lo tanto, idénticas. Pero es que, además, son siamesas, es decir, están unidas por partes esenciales de su cuerpo. Separarlas sería asesinarlas a las dos. Aunque a través de la historia del cristianismo se ha intentado separarlas con frecuencia.

No tiene ningún sentido haber sacado de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. Si son inseparables no puede haber superioridad.

Tampoco es correcto el interpretar este evangelio como fundamento para defender un cristianismo a dos velocidades: 1ª los de la vida contemplativa; 2ª los que se dedican a la vida activa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo sin entidad alguna.

Toda contemplación que se quede ensimismada en ella mismo sin empujar a la acción sería una ensoñación ilusoria. Y toda acción que no tenga su origen en una auténtica contemplación no pasaría de una programación que en nada enriquecería a la persona. En ningún caso puede haber una contemplación sin acción, ni acción sin contemplación.

El principal escollo para aceptar esta interpretación es que tenemos una idea equivocada de la contemplación. Pensamos que contemplar es cosa solo de místicos que adentran en experiencia sobrehumanas. Este es un error que tenemos que superar. Todo el que busca descubrir lo esencial de sí mismo en lo hondo de su ser, está contemplando.

Estas ideas no son novedosas. Al principio del S. XV, el Maestro Eckhart, explicando este pasaje del evangelio, lo dejó meridianamente claro. Decía que Marta aventajaba a María en el seguimiento de Jesús, porque María estaba aprendiendo, pero Marta estaba poniendo en práctica lo que ya había aprendido. Una intuición que pasó desapercibida durante siglos.

Para terminar una observación muy simple. La contemplación de la que aquí hablamos no consiste en un mayor conocimiento de las realidades trascendentes ni del mensaje de Jesús. Aquí contemplar significa bajar a lo hondo del ser y descubrir nuestra esencia.


Domingo XX de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

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