Pentecostés
es la fiesta del Espíritu, que siempre está presente en nosotros, para iluminarnos,
guiarnos y despejar cualquier duda o ambigüedad, para saber vivir de acuerdo
con la voluntad del Padre…
Evangelio según
san Juan 12,
3-7. 12-13
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Si me aman, cumplirán mis
mandamientos; yo le rogaré al Padre y él les enviará otro Consolador que esté
siempre con ustedes, el Espíritu de verdad.
El
que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos
en él nuestra morada.
El
que no me ama, no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es
mía, sino del Padre, que me envió.
Les
he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador, el Espíritu
Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les
recordará toda cuanto yo les he dicho".
Reflexión:
¿Qué mueve mi vida?
Cada año, cincuenta días después de Pascua, los cristianos
celebramos Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. Puede que no tenga
la popularidad de Navidad o Semana Santa, pero es esencial: celebramos que Dios
no se quedó lejos, sino que vino a habitar en nosotros de una forma
nueva, transformadora y cotidiana.
La palabra espíritu viene del latín spiritus,
que significa soplo, aliento de vida; y del griego pneuma,
que también se traduce como viento o respiración; esta definición, nos
ayuda a comprender que el Espíritu Santo como ese aliento de Dios que
da vida, que mueve, que despierta. Es Dios mismo en acción,
presente dentro de ti y de mí, y nos anima a actuar como “imagen y semejanza”
de Dios, nuestro creador.
Pentecostés nos recuerda ese momento poderoso en que los
discípulos de Jesús, llenos de miedo y dudas, recibieron el Espíritu y salieron
a hablar con fuerza y alegría. Pero hoy, esta fiesta nos interpela para que nos
demos cuenta es que el Espíritu de Dios actúa en mi vida.
San Ignacio de Loyola tiene algo valioso que decir. Él
hablaba del arte de vivir con atención interior, y enseñaba lo que llamó el discernimiento
de espíritus: aprender a reconocer qué movimientos dentro de mí vienen de
Dios —porque me dan paz, libertad, confianza, alegría profunda— y cuáles no,
porque me encierran en la tristeza, el miedo, el orgullo o el egoísmo.
Discernir es como aprender a escuchar el “viento” del Espíritu
que sopla dentro de ti. No se ve, pero se siente cuando te orienta hacia la
verdad, hacia decisiones más llenas de vida, que contribuyen a que el Reino
de Dios, se haga presente, a través de lo que hacemos. El Espíritu Santo
recuerda y guía a vivir desde dentro, a amar más y mejor, a vivir con sentido.
¿Cómo
distinguir lo viene de Dios o me aleja de Él?... ¿Cómo dejarme guiar por el
Espíritu Santo?... ¿Cómo aprender a discernir el Espíritu de Dios en
mi?...
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP
Para profundizar: https://tinyurl.com/BN-P-250608
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