jueves, 10 de julio de 2025

Domingo XV de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

 Domingo XV de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 10, 25-37) – julio 13, 2025 
Deuteronomio 30, 10-14; Salmo 68; Col 1, 15-20


El mensaje de este domingo nos insiste en cómo podemos colaborar, cada uno de nosotros, para hacer presente el Reino de Dios entre nosotros: solo hay que prestar atención a la Palabra…

Evangelio según san Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?". El doctor de la ley contestó: 'Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo: "Has contestado bien; si haces eso, vivirás".

El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿y quién es mi prójimo?". Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: 'Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso.

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?". El doctor de la ley le respondió: "El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo".

Reflexión:

¿Cómo me hago “prójimo” de los demás?

En la primera lectura, Deut 30, 10-14, Moisés se sigue dirigiendo hoy a nosotros, nos recuerda como comprender y poner en práctica la palabra de Dios: tan solo hay que escuchar a Dios y prestar atención a su mensaje; lo cual requiere que lo hagamos con disposición y atención, a las diversas maneras que Él se comunica.

Moisés nos recuerda que el guardar, cumplir y poner en práctica “los mandamientos”, es la manera de vivir fraternalmente, “como Dios quiere”, lo cual implica que no solo no hagamos daño, ni procuremos el mal entre nosotros. Si recordamos (pasamos por el corazón) los 10 mandamientos de la Ley de Dios (https://tinyurl.com/10leyesdeDios), podremos darnos cuenta de que como él mismo dice, “están muy a tu alcance, en tu boca y en tu corazón, para que puedas cumplirlos” (Deut 30,14).

Para tener cada uno “una vida que valga la pena vivir” (cfr. Sn. Ignacio de Loyola, EE 23), no solo se trata de “no hacer mal”, sino hacer el bien, sobre todo a los que más lo necesitan, a los que sufren por causa del mal, ya sea causado por una persona o la sociedad. Cuando personalmente buscamos actuar a la manera que Dios nos invita, nos convertimos “en imagen y semejanza del Creador” (cfr. Gen 1,27).

En el evangelio, Jesús nos confirma con su respuesta al doctor de Ley, que para salvarnos (y tener vida eterna), hay que “amar a Dios con todas con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Un modo de entender la manera de cumplir la Ley, es amar; amar tiene dos caras, como una moneda, por un lado, Dios, por el otro sus creaturas: los otros y cada uno. Para realmente amar, tengo que amar a las personas en ambos lados; y allí es donde fallamos, ya que es fácil decir que amo a Dios, o que me amo a mí mismo, pero, el gran desafío es amar, simultáneamente, a los demás, a mí y a Dios.

Para poner en práctica esa manera de amar, la parábola de hoy nos dice como hacerlo:

§  Respetar a las personas, no causar mal a ninguna persona o grupo, ni a mí…

§  Andar sin excusas para “echar una mano” a quien está en necesidad, sin hacernos de la vista gorda, como el sacerdote o el levita

§  Hacernos “prójimos”, es aproximarnos, acercarnos, a quien lo necesita, para tenderle una mano, levantar, apoyar, cuidar…con lo que tenemos y podemos.

Lo que hacemos libremente, por amor, para el bien común, es la manera de colaborar y hacer presente el Reino, es “reconciliar consigo todas las cosas, del cielo y de la tierra” (Col 1, 20)

Para conocer mejor a Jesús y así, trasformar nuestro corazón, y ser “como el buen samaritano” de la parábola de Jesús, continuamos compartiendo cada día de ese mes de julio, un video corto (reel) y su guía de oración en https://tinyurl.com/31diasEI  y en las redes sociales del www.ccrrsj.org (@ccrrsj: FB, Ig, X, Th).

¿Cómo reconocer la voz de Dios, que me habla?... ¿Cómo puedo amar, como me pide Jesús?... ¿Quiénes pueden necesitar que les apoye?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

Domingo XV de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Profundizar)

 Domingo XV de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 10, 25-37) – julio 13, 2025 
Deuteronomio 30, 10-14; Salmo 68; Col 1, 15-20

Evangelio según san Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?". El doctor de la ley contestó: 'Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo: "Has contestado bien; si haces eso, vivirás".

El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿y quién es mi prójimo?". Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: 'Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso.

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?". El doctor de la ley le respondió: "El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo". 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

 

“(...)” 

Muchos


SIN RODEOS

No es necesario un análisis muy profundo para descubrir las actitudes de autodefensa, recelo y evasión que adoptamos ante las personas que pueden turbar nuestra tranquilidad. Cuántos rodeos para evitar a quienes nos resultan molestos o incómodos. Cómo apresuramos el paso para no dejarnos alcanzar por quienes nos agobian con sus problemas, penas y sinsabores.

Se diría que vivimos en actitud de guardia permanente ante quien puede amenazar nuestra felicidad. Y, cuando no encontramos otra manera mejor de justificar nuestra huida ante personas que nos necesitan, siempre podemos recurrir al hecho de que «estamos muy ocupados».

Qué actualidad cobra la «parábola del samaritano» en esta sociedad de hombres y mujeres que corren cada uno a sus ocupaciones, se agitan tras sus propios intereses y gritan cada uno sus propias reivindicaciones.

Según Jesús, solo hay una manera de «ser humano». Y no es la del sacerdote o el levita, que ven al necesitado y «dan un rodeo» para seguir su camino, sino la del samaritano, que camina por la vida con los ojos y el corazón bien abiertos para detenerse ante quien puede necesitar su ayuda.

Cuando escuchamos sinceramente las palabras de Jesús, sabemos que nos está llamando –a pasar de la hostilidad– a la hospitalidad. Sabemos que nos urge a vivir de otra manera, creando en nuestra vida un espacio más amplio para quienes nos necesitan. No podemos escondernos detrás de «nuestras ocupaciones» ni refugiarnos en hermosas teorías.

Quien ha comprendido la fraternidad cristiana sabe que todos somos «compañeros de viaje» que compartimos la misma condición de seres frágiles que nos necesitamos unos a otros. Quien vive atento al hermano necesitado que encuentra en su camino descubre un gusto nuevo a la vida. Según Jesús, «heredará vida eterna».

 

NO APROXIMARTE AL QUE TE NECESITA
ES ALEJARTE DEL VERDADERO DIOS 

En Solo Lucas narra esta parábola del “buen samaritano”. Como todas, no necesita explicación. Lo único que exige es implicación. El oyente tiene que tomar partido después de oírla. Si no lo hace, la narración carece de sentido. Se nos invita a descubrir una manera nueva de ser religioso, siendo más humanos. La relación directa con Dios es imposible y engañosa.

La pregunta, ¿quién es mi prójimo?, presupone que puede haber alguien que no lo es y tendría que amar solo al que lo es. La pregunta presupone que el ser o no ser prójimo depende de alguna circunstancia externa. Esta es la trampa. Debo aproximarme a todo el que me necesita. Si no lo hago estoy fallando a Dios y a mi propio ser.

El relato es típico de la literatura oriental, pero los personajes implicados en él, lo convierten en provocador. Para el sacerdote y el levita, lo primero era Dios y la Ley. Para el samaritano, lo primero era el hombre. El hereje, el idólatra, el impuro, odiado precisamente por no ser religioso, no está sujeto a normas externas, lleva la ley en el corazón.

Desde que tenemos noticias, se ha entendido a Dios como un Ser separado con el que podemos relacionarnos directamente. Ese Dios impone su santa voluntad a las criaturas dando leyes y preceptos puntuales. La verdad es que Dios no tiene voluntad. Ese dios antropomórfico es solo una creación nuestra. El verdadero Dios no dio a nadie ley alguna.

Lo que llamamos voluntad de Dios es la misma realidad de las cosas que las constituye en tales. Desplegar esa esencia es lo que Dios espera de cada realidad. En el hombre se complica porque puede no desplegar su verdadero ser y en lugar de actuar como ser humano puede actuar como un ser inhumano y deteriorar su verdadera naturaleza.

La luz es impensable sin una materia sobre la que se reflejen los fotones. Los espacios intersiderales son inmensos vacíos en absoluta oscuridad, aunque los fotones los traviesan. Esto pasa con Dios, no se le puede ver más que reflejado en las criaturas. La conclusión es clara: No puedo pensar en un Dios al margen de la creación, porque sería un ídolo.

Solo descubriendo la luz que se refleja en mi propio ser, estaré capacitado para verla en los demás. El Dios que descubro en mí, es el mismo que debo descubrir en los demás. Si me doy cuenta de lo que soy en el Todo, veré al otro insertado en el Todo. Si creo que soy una mónada aislada, veré al otro como opuesto a mí y no encontraré motivos para amarlo.

Yo, separado del creador y de las demás criaturas, no soy nada. Lo que constituye mi ser y lo que constituye el ser de los demás, es la misma Realidad, Dios que está fundamentando mi propio ser y el de los demás. Por tanto, no puedo ir en contra de los demás sin ir en contra mía. El día que descubra lo que soy, habré dado un paso hacia el verdadero amor.

El prójimo está siempre ahí. Descubrirlo depende solo de ti. Cuando te aproximas a otro para ayudarle, lo conviertes en próximo. Al hacer a uno prójimo, te estás acercando a Dios. Cada vez que pones al otro en el centro, te acercas a la plenitud de humanidad.

Siempre que das un rodeo para pasar de largo ante el dolor ajeno, te estás alejando de ti mismo y de Dios. La religión que permite vivir ignorando a los demás será siempre falsa.

jueves, 3 de julio de 2025

Domingo XIV de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

 Domingo XIV de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 10, 1-12.17.20) – julio 6, 2025 
Isaías 66, 10-14; Salmo 65; Gálatas 6, 14-18


La Palabra de este domingo nos invita reflexionar sobre lo que es realmente importante para nuestra vida, y como es que podemos ser colaboradores y mensajeros de paz, para que se haga realidad…

Evangelio según san Lucas 10, 1-12.17.20

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, arados los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: "La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envié trabajadores a sus campos.

Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: 'Que la paz reine en esta casa'. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios'.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: 'Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca'. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad".

Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre".

Él les contestó: "Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les someten. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo".

Reflexión:

¿Cómo promover la paz personal y social?

Lo anunciado en la primera lectura, por el profeta Isaías, de que vivamos plenamente con lo necesario, alegres y en paz, bajo el cuidado de nuestro Padre-Madre Dios, quien se preocupa por cada uno de sus hijos, pareciera que es difícil de lograr, tanto en aquel tiempo, como ahora; tan solo basta leer y/o escuchar las noticias, sobre cómo estamos como sociedad.

Lo que nos sigue separando de ese deseo de Dios, es nuestra manera de vivir, personal y comunitariamente, cuando nos gana el egoísmo y en aras de “vivir mejor”, podemos estar pasando sobre los demás, lo que impide que en “los otros” la consecuencia sea que puedan vivir bien; esto es en todos los niveles, sea, en lo familiar, en la colonia, la ciudad… el país.

Cuando el egoísmo nos domina, es que solo vemos “lo mío”, los demás no me importan y por ende tampoco podemos reconocer que lo que Dios ha creado, es para “todos, todos, todos”…

Pablo, en la segunda lectura, de alguna manera nos recuerda hoy que, lo que nos lleva a vivir en paz es que seamos “nuevas creaturas”, sin diferencia (física, social o geográfica), en cuanto a nuestra forma de convivir en la sociedad donde vivimos.

En el evangelio, volvemos a ser enviados por Jesús, a ser sus discípulos: llevando su Buena Nueva, a más personas, para que conociendo y siguiendo sus enseñanzas, podamos darnos cuenta de que el “Reino de Dios” está cerca, está presente cuando vivimos la voluntad de nuestro Padre-Madre Dios y la cual consiste en que vivamos con respeto fraternal, echándonos la mano unos a otros.

Personalmente, toca a cada uno, saber, conocer y vivir como Jesús nos enseña, predicar con el ejemplo y así contagiar a los demás, cuando estemos como los discípulos, llevando humildemente y sin imponer, el mensaje de Jesús.

Continuamos en el Centro Cultural Ricardo Robles SJ, compartiendo cada día de ese mes, un video corto (reel) y una guía de oración en https://tinyurl.com/31diasEI  y/o las redes sociales (@ccrrsj: FB, Ig, X, Th), para conocer mejor a Jesús y así, trasformar nuestro corazón, podamos ser “uno de los nuevos 72 apóstoles” de Jesús.

¿Cómo conocer a Jesús transforma mi corazón?... ¿Cómo puedo ser promotor de fraternidad?... ¿Cómo enfrentar las adversidades, al ser discípulo de Jesús?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Para profundizar: https://tinyurl.com/BN-14C-250706

Domingo XIV de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Profundizar)

Domingo XIV de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 10, 1-12.17.20) – junio 29, 2025 
Isaías 66, 10-14; Salmo 65; Gálatas 6, 14-18

 


Evangelio según san Lucas 10, 1-12.17.20

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, arados los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: "La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envié trabajadores a sus campos.

Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: 'Que la paz reine en esta casa'. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios'.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: 'Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca'. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad".

Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre".

Él les contestó: "Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les someten. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo". 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

"Lo que cuenta no es la circuncisión o la incircuncisión, sino la nueva criatura. La paz y la misericordia vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma". Desde la prisión, San Pablo escribe estas palabras a los Gálatas, y hoy llegan hasta nuestros días. Lo que cuenta ante los ojos de Dios es la novedad que somos a partir de encontrarlo y seguirlo. Un seguimiento que nunca encierra, un seguimiento que es envío: "¡Pónganse en camino!".

En el Evangelio de San Lucas, escuchamos de Jesús las características de estas y estos enviados: llevan una buena noticia al mundo; nunca van solos, siempre en comunidad; son hombres y mujeres de paz, que dan la paz y sanan los corazones afligidos, son consuelo.

Este domingo, podemos examinarnos sobre cómo soy esa "nueva criatura" que ha sido llamada y enviada por Cristo; no para juzgar y señalar, sino para ser con mi vida paz, salud y consuelo. Que de nuestra boca brote el anuncio de Isaías para quienes sufren o se sienten solos: "En Jerusalén serán consolados". Peregrinos somos y en el camino a "la Jerusalén" vamos; es en el camino y el peregrinaje donde experimentamos que "el Reino de Dios ha llegado".

#FelizDomingo

El reino de Dios ya está cerca de ustedes” 

Una vez llegó un turista a visitar a un sabio maestro que vivía en una cabaña en medio de una montaña. Al entrar en su casa, se dio cuenta que la morada del viejo contenía un colchón en el piso y unos pocos libros amontonados en desorden. El visitante, extrañado, preguntó al maestro: «–Disculpe, ¿dónde están sus muebles?» El anciano miró con calma al visitante y respondió: «–En dónde están los suyos?» «–Pero si yo sólo estoy aquí de paso», replicó el turista. El maestro sonrió levemente y continúo: «–Yo también estoy de paso en esta vida, y mal haría en cargar mi existencia con todos los armarios de mi pasado». 

Cuando Jesús envió a los setenta y dos discípulos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir, les dio estas instrucciones: “Ciertamente, la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla. Vayan ustedes; miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven dinero ni provisiones ni sandalias (...); coman y beban de lo que ellos tengan, pues el trabajador tiene derecho a su paga”. Jesús quería que sus discípulos fueran sin tantas seguridades para que pusieran su confianza sólo en él y no en los medios que tendrían para realizar su misión. 

Parece haber una relación inversamente proporcional entre la cantidad de medios que tenemos para realizar nuestra misión, y la confianza que depositamos en Dios. Cuanto más medios, menos confianza en Dios. Cuantos menos medios, más confianza. No es que los medios sean malos. Seguramente son necesarios para realizar muchas cosas que consideramos necesarias y buenas para nosotros y para los que nos rodean. Pero no debemos olvidar el peligro que tiene andar tan preocupados por el dinero, las provisiones y las sandalias. La misión es del Señor. Él es el Dueño de la cosecha y por eso no sólo tenemos que pedirle que mande trabajadores a recogerla, sino también que mande los medios necesarios para construir el reino en nuestro mundo. 

Esto no significa que no tengamos que trabajar, y mucho menos que no tengamos que pedir a Dios por lo que nos pre-ocupa y ocupa. A Dios rogando y con el mazo dando, reza el adagio popular. En este sentido, tendríamos que vivir aquello que san Ignacio de Loyola tenía presente en todas las tareas que se proponía, según nos cuenta el P. Pedro de Ribadeneira, uno de sus primeros biógrafos: "En las cosas del servicio de Nuestro Señor que emprendía, usaba de todos los medios humanos para salir con ellas con tanto cuidado y eficacia, como si de ellos dependiera el buen suceso; y del tal manera confiaba en Dios y estaba pendiente de su Divina Providencia, como si todos los otros medios humanos que tomaba no fueran de algún efecto". Como quien dice: “Hay que hacer las cosas como si todo dependiera de nosotros y nada de Dios. Pero hay que confiar en Dios como si todo dependiera de Él y nada de nosotros”. 

El mensaje central que debían llevar los setenta y dos discípulos era la inminencia del reino: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes”. Lo mismo debemos anunciar hoy a nuestros contemporáneos. Por eso, como el sabio maestro, deberíamos ir ligeros de equipaje, sin cargar nuestras existencias con todos los armarios de nuestro pasado.

CON MEDIOS POBRES 

Con frecuencia entendemos el acto evangelizador de manera excesivamente doctrinal. Llevar el Evangelio sería dar a conocer la doctrina de Jesús a quienes todavía no la conocen o la conocen de manera insuficiente.

Si entendemos las cosas así, las consecuencias son evidentes. Necesitaremos antes que nada «medios de poder» con los que asegurar la propagación de nuestro mensaje frente a otras ideologías, modas y corrientes de opinión.

Además, serán necesarios cristianos bien formados, que conozcan bien la doctrina y sean capaces de transmitirla de manera persuasiva y convincente. Necesitaremos también estructuras, técnicas y pedagogías adecuadas para propagar el mensaje cristiano.

En definitiva, será importante el número de personas preparadas que, con los mejores medios, lleguen a convencer al mayor número de personas. Todo esto es muy razonable y encierra, sin duda, grandes valores. Pero, cuando se ahonda un poco en la actuación de Jesús y en su acción evangelizadora, las cosas cambian bastante.

El Evangelio no es solo ni sobre todo una doctrina. El Evangelio es la persona de Jesús: la experiencia humanizadora, salvadora, liberadora que comenzó con él. Por eso evangelizar no es solo propagar una doctrina, sino hacer presente en el corazón mismo de la sociedad y de la vida la fuerza salvadora de la persona de Jesucristo. Y esto no se puede hacer de cualquier manera.

Para hacer presente esa experiencia liberadora, los medios más adecuados no son los de poder, sino los medios pobres de los que se sirvió el mismo Jesús: amor solidario a los más abandonados, acogida a cada persona, ofrecimiento del perdón de Dios, creación de una comunidad fraterna, defensa de los últimos...

Entonces, lo importante es contar con testigos en cuya vida se pueda percibir la fuerza humanizadora que encierra la persona de Jesús cuando es acogida de manera responsable. La formación doctrinal es importante, pero solo cuando alimenta una vida más evangélica.

El testimonio tiene primacía absoluta. Las estructuras son necesarias precisamente para sostener la vida y el testimonio de los seguidores de Jesús. Por eso lo más importante no es tampoco el número, sino la calidad de vida evangélica que puede irradiar una comunidad.

Quizá debamos escuchar con más atención las palabras de Jesús a sus enviados: «No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias». Llevad con vosotros mi Espíritu.

 

EL LLEVAR A LOS DEMÁS EL EVANGELIO 
ES CONNATURAL A VIVIRLO.

En el relato se puede apreciar que se trata de un claro reflejo a lo que se practicaba en las primeras comunidades. En ningún evangelio se percibe un grado de organización suficientemente sólida como para llevar a cabo una programación como esta. Por otra parte, los seguidores de Jesús no se enteraron de nada hasta la experiencia pascual.

De todas formas, las recomendaciones son una mina para conocer la estructura de las primeras misiones comunitarias. “De dos en dos”, porque para los judíos la opinión de uno solo no tenía ningún valor en un juicio, y los misioneros son, sobre todo, testigos. También, porque el amor exige por lo menos dos para ser vivido y proclamado.

“Poneos en camino”. La itinerancia es la clase de vida que eligió Jesús cuando se decidió a proclamar la buena noticia. El anuncio no se puede hacer sentado. Seguir a Jesús exige una dinámica continuada. Nada se puede comunicar desde una cómoda instalación personal. La disponibilidad y la movilidad son exigencias básicas del mensaje.

“Os mando como ovejas en medio de lobos”. Cuando se escribieron los evangelios, las primeras comunidades cristianas estaban viviendo la oposición, tanto del mundo judío como del pagano. Esa oposición no impidió el desarrollo de la misión de predicar.

“Ni talega ni alforja ni sandalias”. La pobreza es signo del abandono de toda seguridad. Significa no confiar en los medios externos para llevar a cabo la misión. Se trata de confiar solo en Dios y el mensaje. Tenemos obligación de utilizar al máximo los medios que la técnica proporciona, pero no debemos poner nuestra confianza en ellos.
“No os detengáis a saludar a nadie por el camino”. No se trata de negar el saludo a nadie. En aquella cultura, el saludo llevaba consigo un largo ceremonial que podía durar horas o días. Esta recomendación quiere destacar la urgencia de la tarea a realizar.

“Decid primero: ¡Paz! Nuestro concepto de paz no expresa lo esencial. “Salom” no significaba ausencia de problemas y conflictos, sino la abundancia de medios para que un ser humano pudiera conseguir su plenitud humana. Llevar la paz es proporcionar esos medios que hacen al hombre sentirse a gusto e invitado a humanizar su entorno.

“Comed y bebed de lo que tengan”. Lo más difícil es aceptar la dependencia de los demás en las necesidades básicas, no poder elegir ni lo que comes ni con quien comes. Muchos intentos de evangelizar han fracasado por no tener esto en cuenta.

Curad. Seguimos dando demasiada importancia a la salud corporal. Curar en este contexto, significa ayudar a un ser humano alcanzar su plenitud. Curar significa alejar de un ser humano de todo lo que le impide ser él. Las mayores carencias no son materiales.

“El Reino está cerca”. Ni teología, ni apologética, ni ideología. Lo único que un ser humano debe saber es que Dios le ama. Dios es (está) en ti. Descúbrelo y lo tendrás todo. El que proclama el Reino de Dios, tiene que manifestar que pertenece a ese Reino. Tiene que responder a las necesidades del otro. Tiene que estar dispuesto al servicio. No debe exigir nada, ni siquiera la adhesión. Tiene que limitarse a hacer una oferta.


jueves, 26 de junio de 2025

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles – Ciclo C (Reflexión)

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles Ciclo C (Mateo 16, 13-19) – junio 29, 2025 
Hechos 12, 1-11. 13,1; Salmo 33; 2 Timoteo 4, 6-8.17-18



Hoy recordamos a dos de los apóstoles de Jesús, Pedro y Pablo… ambos, pilares de la iglesia, nos dan pauta de lo que nosotros podemos hacer si colaboramos también, para que el Reino de Dios se haga presente…

Evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Reflexión:

¿Cómo colaboro en la misión de Jesús?

El evangelio de hoy es la versión de Mateo que leímos la semana pasada en Lucas 9, 18-24 … con la diferencia de que Jesús le dice a Pedro, tanto que lo que dice Pedro sobre él, se lo ha revelado su Padre, y que es él será la piedra sobre quien se edificará su iglesia.

Pedro y Pablo, son ejemplos de fidelidad y perseverancia en la fe en Jesucristo. Son caminos distintos los que siguieron ambos apóstoles para dar a conocer quién es Jesús:

·      Pedro: sencillo pescador, convertido en pescador de hombres al seguir a Jesús; con todo y su carácter fuerte y arrojado, estuvo con él durante su vida pública; y aunque lo negó (antes de la Pasión), fue el primero en reconocerlo como el Mesías y principal promotor entre los judíos, de la fe en Jesucristo Resucitado.

·      Pablo: antes de ser seguidor del resucitado, fue perseguidor de los cristianos, seguidores de Jesús; una vez llamado por el Resucitado, se volvió apóstol de Jesús y se dedicó a extender la fe entre los gentiles (gente no judía).

Los dos, siguen siendo hoy día, ejemplo para nosotros, de cómo podríamos ser promotores de Jesús Resucitado y del su mensaje (Buena Nueva) que nos trajo para salvarnos y podamos tener, ya desde ahora, una vida “que valga la pena vivir” y la “vida eterna” (plena).

El reto para nosotros en conocer a Jesús, comprender y vivir su mensaje y compartirlo, desde la experiencia, con quienes no lo conocen o tienen dudas. Así de simple, pero, requiere que dediquemos tiempo, esfuerzo y tengamos disponibilidad para ello, con la ventaja de que el Espíritu de Dios nos guía, acompaña y clarifica el camino.

Los invito a seguir durante cada día del mes de julio, a seguir en el sitio web (https://tinyurl.com/31diasEI)  y/o las redes sociales del Centro Cultural Ricardo Robles SJ (@ccrrsj: FB, Ig, X, Th) los reels que nos llevan por un recorrido, de la mano de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, para conocer más internamente a Jesús y así, trasformando nuestro corazón, podamos ser apóstoles de Jesús y colaboremos en Él, en que el reinado del amor del Padre, se haga presente dónde estemos y a dónde vayamos.

¿Cómo puedo ser apóstol de Jesús?... ¿Cómo conocer internamente a Jesús?...  ¿Qué puedo ofrecer a los demás, para que conozcan a Jesús?...

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles – Ciclo C (Profundizar)

 Ss. Pedro y Pablo, apóstoles Ciclo C (Mateo 16, 13-19) – junio 29, 2025 
Hechos 12, 1-11. 13,1; Salmo 33; 2 Timoteo 4, 6-8.17-18

 


Evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Hoy es la fiesta de Pedro y Pablo, dos pilares de nuestra Iglesia. Sus vidas son un horizonte y una llamada a la perseverancia en Dios.

"He peleado hasta el final el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe". Estas palabras de Pablo nos revelan que ser cristiano no es algo que se recibe y ya, sino que se ha de procurar, cuidar y mantener. Es decir, implica desafío y conquista. Pablo enuncia en el mismo texto: "El Señor estuvo a mi lado, dándome fuerza". Seguir a Jesús implica nuestra voluntad, pero también la gracia de ser siempre acompañados.

Hoy que el cristianismo y la fe parecen accesorios, que se anuncian con caducidad y se presentan como irrelevantes por el mundo, es bueno ser conscientes de cómo vamos viviendo nuestra vida y cómo nos sentimos sostenidos por el Señor, que nos responde y nos libra de todo temor. En este punto de nuestro propio recorrido, respondamos hoy a Jesús la pregunta que hace a los suyos: "Y tú, ¿quién dices que soy yo?". ¿Qué respondes?

#FelizDomingo

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy” 

Cada persona es única e irrepetible. Somos inclonables. León Felipe, en una de sus más famosas poesías, decía:

“Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy… Para cada hombre, guarda un rayo nuevo de luz el sol y un camino virgen Dios”.

La fuerza de una comunidad consiste en la diversidad de sus miembros. Cuando compartimos en comunidad nuestra misión, nos hacemos conscientes de nuestras semejanzas y diferencias, de nuestras expectativas y temores. Un ejemplo de esta diversidad que enriquece a las comunidades la encontramos en los orígenes del cristianismo, en la relación que se establece entre Pedro y Pablo, las dos columnas inseparables de la Iglesia. En las letanías y en la fiesta de hoy, la Iglesia, no quiere separar a estos dos hombres, a pesar de sus diferencias.

Conocemos bien la historia de Pedro, su procedencia sencilla, su carácter impulsivo, su generosidad para seguir al Señor y para liderar al grupo de los apóstoles en la fe… Cuando Jesús pregunta: “¿Quién dicen que soy?”, Pedro tomó la Palabra por el grupo y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”. La respuesta de Jesús fue declararlo fundamento de la Iglesia: “Y te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi Iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que tú ates aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que tú desates aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo”. Pero también conocemos su fragilidad y el miedo que tuvo para reconocer al Señor cuando llegó el momento de la pasión… Dice el evangelio de Mateo que cuando Jesús fue arrestado, Pedro “lo siguió de lejos” (Mateo 26, 28) y luego lo negó tres veces. Después de la resurrección, Pedro fue confirmado en el amor con un interrogatorio a orillas del Lago de Galilea: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero” (Juan 21,17).

Por otra parte, conocemos la historia de Pablo y su conversión, camino de Damasco. Iba con intención de llevar presos a los seguidores del nuevo camino, cuando el Señor mismo se le cruzó en su senda y lo llamó a colaborar en la evangelización del mundo pagano. Pablo, perseguidor y judío radical, cambia el rumbo y se pone a disposición de su Señor. Sus cartas, los primeros escritos del Nuevo Testamento, con una lucidez admirable, animan y construyen las primeras comunidades cristianas.

Sin embargo, entre estos dos grandes hombres, santos y pecadores, no hubo un acuerdo total respecto de muchas cosas. Un sencillo ejemplo de esto es lo que dice la Carta a los Gálatas, donde Pablo cuenta su enfrentamiento con Pedro en Antioquía, por su comportamiento frente a los gentiles: "Mas cuando Cefas fue a la ciudad de Antioquía, lo reprendí en su propia cara, porque lo que estaba haciendo era condenable. Pues primero comía con los no judíos, hasta que llegaron algunas personas de parte de Santiago; entonces comenzó a separarse y dejó de comer con ellos, porque tenía miedo de los fanáticos de la circuncisión. Y los otros creyentes judíos consintieron con su hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó llevar por ellos. Por eso, cuando vi que no se portaban conforme a la verdad del evangelio, le dije a Cefas delante de toda la comunidad: ‘Tú, que eres judío, has estado viviendo como si no lo fueras; ¿por qué, pues, quieres obligar a los no judíos a vivir como si lo fueran?" (Gálatas 2, 11-14).

Es fundamental que la construcción de la comunidad misionera parta de una aceptación radical de esta realidad. Sin un respeto y una valoración de esta condición de las diferencias entre los miembros del grupo, es imposible comenzar a construir una vida en común y mucho menos, llevar adelante una obra evangelizadora. La comunidad cristiana no puede esconderse sus diferencias; antes bien, cada uno de los miembros, debe tener la capacidad y la posibilidad de manifestarlas abiertamente. Una comunidad inmadura tratará de ocultarse sus diferencias o de disimularlas para no asustarse; se comportará como el avestruz que esconde la cabeza cuando ve peligro, pensando que por no verlo, éste desaparece. Una comunidad madura es capaz de hacer frente a la realidad, que de por sí es diversa.

Estas diferencias entre los miembros de una comunidad pueden ser fuentes de conflictos. El conflicto comienza cuando nuestras necesidades, deseos, valores e ideas chocan con las necesidades, deseos, valores e ideas de los otros. Generalmente, no hay conflictos por los ideales fundamentales de la comunidad o por cuestiones de fondo; los conflictos que más nos duelen y hieren, tienen que ver con cuestiones muy ordinarias y sencillas de nuestras vidas. Cada persona siente la necesidad de ser amada y afirmada, de sentirse comprendida y de pertenecer. Cuando intentamos satisfacer estas necesidades en comunidad, experimentamos tensión y conflicto. El conflicto no es anticristiano. Lo que puede ser anticristiano es negarlo o rehusar enfrentarlo. El conflicto puede convertirse en fuente de crecimiento cuando una comunidad no se deja llevar a negarlo o evitarlo a toda costa (La paz a cualquier precio), sino cuando aprende a manejarlo con actitudes de respeto, compasión y comprensión: Caridad y Claridad deben ir de la mano.

Terminemos con una exhortación que traen David Kerisey y Marilyn Bates en su libro, Please understand me, que me parece muy apropiada para reflexionar sobre las enseñanzas que nos deja la celebración de hoy:

“Si no me gusta lo que a ti te gusta, por favor, trata de no decirme que estoy equivocado en mis gustos. Si creo otra cosa distinta a la que tú crees, por lo menos detente un momento antes de corregir mi punto de vista. Si mi emoción es menor que la tuya, o mayor, dadas las mismas circunstancias, trata de no pedirme que sienta más fuerte o más débilmente. O, incluso, si actúo o dejo de actuar de la manera que tu consideras mejor, déjame ser”.

“No te estoy pidiendo, por lo menos hasta el momento, que me entiendas. Esto vendrá solamente cuando dejes de pretender hacer de mí una copia tuya. Yo puedo ser tu esposa o esposo, tu amigo, tu pariente, o tu colega; puedo ser tu compañero o compañera de comunidad. Si estás dispuesto a permitir mis propios gustos, o emociones, o creencias, o acciones, entonces te abrirás de tal manera ante mi que tal vez un día mi forma de ser no te parecerá tan equivocada ni mala; incluso puede llegar a parecerte correcta, por lo menos para mi. Ponerte en mi situación es el primer paso para llegar entenderme algún día”.

“No quiero que asumas mi forma de ser como la correcta para ti, pero sí quiero que no te de rabia ni te pongas bravo conmigo por ser como soy. Al llegar a entenderme, tal vez termines apreciando mis diferencias con respecto a ti y, lejos de querer cambiarme, me ayudarás a preservar y aún nutrir estas diferencias que nos enriquecen a los dos”.


QUÉ DECIMOS NOSOTROS

También hoy nos dirige Jesús a los cristianos la misma pregunta que hizo un día a sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No nos pregunta solo para que nos pronunciemos sobre su identidad misteriosa, sino también para que revisemos nuestra relación con él. ¿Qué le podemos responder desde nuestras comunidades?

¿Nos esforzamos por conocer cada vez mejor a Jesús o lo tenemos «encerrado en nuestros viejos esquemas aburridos» de siempre? ¿Somos comunidades vivas, interesadas en poner a Jesús en el centro de nuestra vida y de nuestras actividades o vivimos estancados en la rutina y la mediocridad?

¿Amamos a Jesús con pasión o se ha convertido para nosotros en un personaje gastado al que seguimos invocando mientras en nuestro corazón va creciendo la indiferencia y el olvido? Quienes se acercan a nuestras comunidades, ¿pueden sentir la fuerza y el atractivo que tiene para nosotros?

¿Nos sentimos discípulos de Jesús? ¿Estamos aprendiendo a vivir con su estilo de vida en medio de la sociedad actual o nos dejamos arrastrar por cualquier reclamo más apetecible para nuestros intereses? ¿Nos da igual vivir de cualquier manera o hemos hecho de nuestra comunidad una escuela para aprender a vivir como Jesús?

¿Estamos aprendiendo a mirar la vida como la miraba él? ¿Miramos desde nuestras comunidades a los necesitados y excluidos con compasión y responsabilidad o nos encerramos en nuestras celebraciones, indiferentes al sufrimiento de los más desvalidos y olvidados: los que fueron siempre los predilectos de Jesús?

¿Seguimos a Jesús colaborando con él en el proyecto humanizador del Padre o seguimos pensando que lo más importante del cristianismo es preocuparnos de nuestra salvación? ¿Estamos convencidos de que el modo mejor de seguir a Jesús es vivir cada día haciendo la vida más humana y más dichosa para todos?

¿Vivimos el domingo cristiano celebrando la resurrección de Cristo? ¿Creemos en Jesús resucitado, que camina con nosotros lleno de vida? ¿Vivimos acogiendo en nuestras comunidades la paz que nos dejó en herencia a sus seguidores? ¿Creemos que Jesús nos ama con un amor que nunca acabará? ¿Creemos en su fuerza resucitadora? ¿Sabemos ser testigos del misterio de esperanza que llevamos dentro de nosotros?

 

Hazte tú mismo la pregunta.
No valen las respuestas de otros.

Como el domingo pasado, se sitúa la escena fuera del territorio palestino. Otra vez Jesús se retira con sus discípulos; ahora a la región de Cesarea de Filipo. La razón para Mateo es que se van a tratar temas que desbordan la problemática judía, y por eso coloca la escena en territorio gentil, fuera de una concepción del Mesías demasiado nacionalista, para dar a entender que estamos en una apertura a los gentiles. Ni lo que dice sobre Jesús, ni lo que dice sobre la Iglesia podía ser aceptado por los judíos.

Dos temas nos proponen hoy las lecturas: Quién es Jesús y el poder de las llaves.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y por lo tanto reflejan, no lo que Jesús pensó, dijo e hizo, sino lo que las primeras comunidades pensaban de él. ¿Acaso podían hacer otra cosa las primeras comunidades cristianas que preguntarse quién era ese hombre?

También es lógico que se preocuparan por la estructura de la nueva comunidad: Quién iba a ser su representante, con qué asistencia contaba, etc.

Nos encontramos ante un texto claramente pascual, sin ningún contenido histórico. Esto no le resta importancia sino que se la da, porque se trata de la experiencia de la primera comunidad que quiere expresar así su fe en Jesús.

EXPLICACIÓN

 La gente entiende a Jesús desde la perspectiva del Antiguo Testamento: un gran profeta. Es verdad que demuestran una gran estima por la figura de Jesús, pero no se han dado cuenta de la novedad que la figura de Jesús aporta.

A los discípulos les costó Dios y ayuda dar el paso de una interpretación nacionalista del Mesías, a la del verdadero mesianismo que encarnaba la figura de Jesús. Sólo después de Pascua dieron el paso.

Antes de esa experiencia, Pedro nunca pudo decir a Jesús que era el Hijo de Dios. (Marcos dice escuetamente: tú eres el Mesías y Lucas: el Mesías de Dios).

Los judíos ni siquiera tenían un concepto de Hijo de Dios. Para un judío lo más que se podía decir de un ser humano es que era el Ungido, es decir Mesías. Los griegos (y también otras culturas) sí tenían un concepto de Hijo de Dios. Ellos sí podían decir de una persona que era hijo de Dios.

Cuando el cristianismo se instaló en la cultura griega, ellos quisieron decir de Jesús lo máximo: Hijo de Dios. Si los judíos emplearon alguna vez la palabra hijo, tendría que ser con el significado de imitador, réplica, copia exacta de lo que era el Padre.

También se conocía en el Antiguo Testamento la idea de hijo de Dios, pero era para expresar una especial cercanía. Se llamaba hijo de Dios al rey, a los ángeles e incluso al pueblo judío tomado en su conjunto

Jesús no pudo decir a Pedro, “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”; porque a Jesús nunca le pasó por la cabeza el fundar una Iglesia. Él era judío por los cuatro costados y no podía pensar en una religión distinta.

Lo que quiso hacer con su predicación, fue purificar la religión judía de todas las adheren­cias que la hacían incompatible con el verdadero Dios.

Tampoco los primeros seguidores de Jesús pensaron en apartarse del judaísmo. Fue el rechazo frontal de las autoridades judías, sobre todo de los fariseos después de la destrucción del templo, lo que les obligó a emprender su propio camino.

La respuesta a la pregunta ¿quién es Jesús? no fue fácil; prueba de ello es la diversidad de respuestas que dieron las primeras comunidades. Cada una fue descubriendo lo que Jesús era según sus características y peculiaridades.

§  Unas resaltaron el aspecto de salvador futuro y definitivo; la parusía sería la plenitud de su obra.

§  Otras se fijaron más en su aspecto de taumaturgo: la fuerza de Dios se manifestaba en las obras maravillosas que realizó.

§  Otras comunidades se fijaron más en él como Maestro, mensajero de la Sabiduría, comunicador de la ciencia que puede llevar al hombre a la verdadera salvación.

§  Otras cristologías se fijaron más en él como el crucificado resucitado, estas se llaman cristologías pascuales. Poco a poco, se fueron integrando todas en la pascual, y terminó por elaborarse la única cristología que ha llegado a nosotros a través del Nuevo Testamento. 

Pedro respondió a primera vista, de una manera certera, aunque no supone ninguna novedad, porque los de la barca dijeron exactamente lo mismo al verle andar sobre el agua. (Mt 14,33) Este dato nos advierte que se trata de un montaje literario y no de un progreso en la comprensión de Jesús. ¿Quién se lo había revelado a los de la barca? ¿A qué se debe una respuesta tan distinta ante la misma confesión de fe? Está claro que el objetivo del relato, es resaltar la figura de Pedro en medio de la comunidad.

Respecto a la segunda cuestión, tenemos que aclarar algunos puntos para poder entenderla en sus justos términos.

En primer lugar, los textos paralelos de Marcos y de Lucas ponen sólo la confesión de Pedro como Mesías, y no dicen nada de la promesa de Jesús a Pedro. Es este un dato muy interesante, que tiene que hacernos pensar. Marcos es anterior a Mateo. Lucas es posterior. Tanto la confesión de “Hijo de Dios vivo” como la promesa de Jesús a Pedro, es un texto exclusivo de Mateo.

Si tenemos en cuenta que Mateo y Lucas copian de Marcos, descubriremos el verdadero alcance del relato de Mateo. Lo añadido está colocado ahí con una intención determinada: revestir a Pedro de una autoridad especial frente a los demás apóstoles. Seguramente pensando en la situación peculiar de su comunidad judeocristiana.

Es la primera vez que encontramos el término “Iglesia” para determinar la nueva comunidad cristiana. Utiliza la palabra que en la traducción de los setenta se emplea para designar la asamblea (ekklesian).

El texto intenta afianzar a Pedro en la presidencia de esa organización, pero es exagerado deducir de él la absoluta infalibilidad de los sucesores de Pedro.

Hay que tener en cuenta que existe otro texto paralelo, también de Mateo, que leeremos dentro de dos domingos, que puede aclarar un poco el tema. En él se  dice: “Si tu hermano peca, repréndele a solas… si no te hace caso, llama o otro u otros dos... si los desoye, díselo a la comunidad; y si también desoye a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Porque lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”.

No se entiende muy bien, que en dos lugares tan próximos del mismo evangelio dé el poder de atar y desatar a Pedro y a la comunidad. Si ponemos atención al contexto, veremos que los dos textos no se contradicen, sino que se complementan. La última palabra la tiene siempre la comunidad, pero esta tiene que tener una persona que la represente.

Pedro o el sucesor de Pedro, cuando hablan en nombre de la comunidad y expresando el común sentir de la comunidad, tienen la garantía de acertar en los asuntos importantes para la misma comunidad.

Por tanto, no es la comunidad entera la que tiene que doblegarse ante lo que diga una persona, sino que es el representante de la comunidad el que tiene que saber expresar el común sentir de esta. Éste es el verdadero sentido del dogma de la infalibilidad.

APLICACIÓN

Mateo trata de poner las bases de la nueva comunidad. En esa confesión de fe, podemos descubrir un horizonte que enmarcará la andadura de la Iglesia.

Pero ha sido un verdadero error que la iglesia haya creído que se podía definir con dogmas quién es Jesús, y haya dejado de hacerse la pregunta. Lo que es y lo que significa Jesús para nosotros, nunca lo descubriremos suficientemen­te.

También hoy, la pregunta fundamental que debe hacer todo aquel que se acerca a Jesús, tiene que ser: ¿quién es este hombre? Lo malo es que todo intento de responder con fórmulas cerradas no solucionará el problema.

La respuesta tiene que ser práctica, no teórica. Mi vida es la que tiene que decir lo que Cristo es para mí. Del esfuerzo de los primeros siglos por comprender a Jesús, debe quedarnos, no las respuestas que dieron, (siempre limitadas) sino las preguntas que se hicieron.

No se trata de responder con formulaciones teológicas cada vez más precisas, se trata de responder con la propia vida a la pregunta de quién es Jesús. Y vosotros, y tú, ¿quién dices que soy yo? ¿Qué dice tu vida de mí?

Hubo un tiempo en que hemos creído que lo importante era la respuesta. Hoy sabemos que lo importante es que sigamos haciéndonos la pregunta. Como la respuesta ya estaba dada (ahí están todos los dogmas cristológicos para demostrarlo), hemos dejado de hacernos la pregunta, y eso es grave.

Desde el punto de vista doctrinal la historia se encarga de demostrarnos que nunca nos aclararemos del todo. O exageramos su divinidad y lo convertimos en un extraterrestre, o afianzamos su humanidad y entonces se nos hace muy difícil el compaginar que sea plenamente hombre y a la vez divino.

Una vez más tenemos que decir que la solución nunca la encontraremos a nivel teórico. Sólo desde la vivencia interior podremos descubrir lo que significa Jesús como manifestación (encarnación) de Dios. Sólo si nos identificamos con Jesús y hacemos nuestra su misma vivencia de Dios comprenderemos lo que fue Jesús.

Meditación-contemplación

Y tú, ¿quién dices que soy yo?
Ser cristiano significa responder a esta interpelación de Jesús.
No de manera teórica y aprendida,
sino con las actitudes vitales que él me exige hoy.

……………

En el momento que deje de hacerme la pregunta,
he dejado de ser cristiano.
Si tengo ya la respuesta definitiva,
me he colocado fuera del camino del seguimiento.

…………

“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios Vivo”,
es la profesión de fe de los primeros cristianos.
Es el fruto de toda la experiencia pascual.

……………….

Descubrir en Jesús la presencia de Dios
y hacer que los demás la descubran en mí;
esa es la única tarea que me convertirá en cristiano.

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