sábado, 30 de diciembre de 2023

Fiesta de la Sagrada Familia – Ciclo B (Reflexión)

Fiesta de la Sagrada Familia – Ciclo B (Lucas 2, 22-44) 


Este segundo domingo de Navidad, celebramos la fiesta de Sagrada Familia: José, María y el niño Jesús. También terminamos el año civil y comenzamos uno nuevo.

Evangelio según san Lucas 2,22-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Reflexión:

¿Cómo es y está mi familia?

Nuevamente, en este domingo coinciden dos fiestas, la de la Sagrada Familia y la del fin del año civil, que contabilizamos según el “Calendario Gregoriano”, adoptado en 1582 por el mundo católico, en el cual el tiempo de Pascua (Resurrección de Jesucristo), siempre es en primavera; actualmente en prácticamente todo el mundo se rige por ese calendario.

La Sagrada Familia, formada por José, María y el Niño Jesús, cuyo nacimiento celebramos la semana pasada, es para nosotros un ejemplo de unidad y valores, donde se formó humanamente Jesús, para cumplir la misión de salvarnos (ya tendremos oportunidad de recordar, durante todo el año, como es que lo hace).

Así, la historia de la salvación humana comienza con una familia, la de Abraham y Sara, y su hijo Isaac (Génesis 15, 1-6; 21, 1-3), quienes confiaron en las promesas hechas por Dios, y siendo fieles a las mismas, hasta que su descendencia llegó a ser el pueblo de Dios, Israel (cuyo nombre se debe al cambió que dio Dios a Jacob, hijo de Isaac, nieto de Abraham; y se concreta con la familia de José y María, en Jesús.  

Aprendamos de José y María, que confinado en que Dios les ha hablado (a través de ángeles),que de manera discreta y humilde, cumplen con la observancia de costumbres religiosas y sociales que les proporcionan identidad de ser parte “del pueblo de Dios”; de Simeón, que reconoce en (el niño) Jesús, “al Salvador”, “luz de todas las naciones”, “gloria de Israel”, a quien Dios “ha preparado para bien de todos los pueblos”; de Ana, por su parte, “hablaba del niño, a todos los que aguardaban la liberación”… “la salvación”.

Encomendemos a José, María y Jesús, nuestra familia, para que durante el próximo año, aprendamos a confiar y dejarnos guiar por Dios, que lo único que desea para nosotros es el bien; que desde el seno de nuestra familia, “crezcamos, nos llenemos de la sabiduría y del favor de Dios”, para cumplir con lo que nos corresponde, para nuestro bien y el de la comunidad.

¡ Feliz Año Nuevo !

¿Qué tanto conservamos y cumplimos, como familia, con buenas y sanas costumbres?... ¿Cómo agradecer a Dios, como familia, tanto bien recibido durante el año que termina?... ¿En qué áreas de mi vida necesito, al igual que el niño Jesús, crecer en sabiduría y gracia?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

(Para Profundizar, clic aquí)

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Fiesta de la Sagrada Familia – Ciclo B (Profundizar)

 Fiesta de la Sagrada Familia – Ciclo B (Lucas 2, 22-44) – diciembre 31, 2023


Evangelio según san Lucas 2,22-40

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».

Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».

Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

Simeón y Ana, dos ancianos fieles y perseverantes con lo que son y quieren, pueden ser un buen referente para preguntarnos esta tarde, en los estertores de muerte del 2023, sobre nuestra fidelidad y perverancia ante lo que amamos, hacia la vida querida que vivimos. ¿Qué quieres? ¿Qué amas? ¿Cómo viviste fiel a ello este año?

Vamos más a fondo con nuestro examen de fin de año, escuchando a San Pablo sobre como hemos vestido el uniforme de la misericordia, la humildad, la bondad, la dulzura y la comprensión, especialmente con quienes nos han hecho sentir no amados, con quiénes hemos de ejercer el acto de perdonar. Para ello ayuda la memoria de la propia experiencia en que hemos sido amados y perdonados por pura gracia, por pura bondad; quien se sabe perdonado sabe perdonar y amar con más facilidad.

Finalmente miremos nuestros entorno, nuestra familia y encontremos en ella el don y la tarea, el primer circulo al que estamos llamados a amar, en donde primariamente hemos sido amados. 

Recibamos la bendición del salmista para iniciar nuestro año: "Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida". 

#felizañonuevo2024

Para Dios no hay nada imposible” 

Un matrimonio de profesionales jóvenes, con dos hijos pequeños, fue asaltado un día por un familiar cercano con una pregunta que nunca se habían esperado: –¿Estarían ustedes dispuestos a prestarle el carro nuevo a la empleada del servicio durante todo un día? Ellos, sin entender para dónde iba el interrogatorio, respondieron casi al tiempo y sin dudar ni un momento: “Ni de riesgos. ¡Cómo se le ocurre! ¡No faltaba más!” El familiar, dejando escapar una sonrisa de satisfacción al ver cómo habían caído redonditos, les dijo: “Y, entonces, ¿cómo es que dejan todo el día a sus dos hijos en manos de la misma empleada del servicio?”

No se trata de juzgar la forma de ejercer la paternidad o la maternidad en los tiempos modernos. Ni soy yo el más indicado para decir qué está bien y qué está mal en la educación de los hijos, puesto que no los tengo; pero cuando escuché esta historia me conmoví interiormente y pensé mucho en la forma como se van levantando actualmente los hijos de matrimonios conocidos.

La familia es el núcleo primordial en el que crecemos y nos vamos desarrollando como personas. Lo que aprendemos en la casa nos estructura interiormente para afrontar los retos que nos plantea la vida. Lo que no se aprende en el seno del hogar es muy difícil que luego se adquiera en el camino de la vida. Los primeros años de nuestro desarrollo son fundamentales y tal vez a veces lo olvidamos.

Es muy poco lo que los Evangelistas nos cuentan sobre la vida familiar de Jesús, José y María; sin embrago, por lo poco que se sabe, ellos tres constituyeron un hogar lleno de amor y cariño en el que se fue formando el corazón del niño Jesús. Y, a juzgar por los resultados, ciertamente, tenemos que reconocer que debió ser una vida familiar que le permitió al Niño crecer hasta la plenitud de sus capacidades: “Y el niño crecía y se hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios”.

Que nuestros niños crezcan también fuertes y llenos de sabiduría, gozando del favor de Dios, de tal manera que no tengan que rezar a Dios con las palabras que leí alguna vez en una revista:

"Señor, tu que eres bueno y proteges a todos los niños de la tierra, 
quiero pedirte un gran favor: transfórmame en un televisor
Para que mis padres me cuiden como lo cuidan a él,
para que me miren con el mismo interés
con que mi mamá mira su telenovela preferida o papá el noticiero.
Quiero hablar como algunos animadores que cuando lo hacen,
toda la familia calla para escucharlos con atención y sin interrumpirlos.
Quiero sentir sobre mí la preocupación que tienen mis padres
cuando el televisor se rompe y rápidamente llaman al técnico.
Quiero ser televisor para ser el mejor amigo de mis padres y su héroe favorito.
Señor, por favor, déjame ser televisor, aunque sea por un día".

 

EDUCAR EN LA FE EN NUESTROS DÍAS 

El pasaje de Lucas termina diciendo: «El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él».

Cuando hablamos hoy de «educar en la fe», ¿qué queremos decir? En concreto, el objetivo es que los hijos entiendan y vivan de manera responsable y coherente su adhesión a Jesucristo, aprendiendo a vivir de manera sana y positiva desde el Evangelio.

Pero hoy día la fe no se puede vivir de cualquier manera. Los hijos necesitan aprender a ser creyentes en medio de una sociedad descristianizada. Esto exige vivir una fe personalizada, no por tradición, sino fruto de una decisión personal; una fe vivida y experimentada, es decir, una fe que se alimenta no de ideas y doctrinas, sino de una experiencia gratificante; una fe no individualista, sino compartida de alguna manera en una comunidad creyente; una fe centrada en lo esencial, que puede coexistir con dudas e interrogantes; una fe no vergonzante, sino comprometida y testimoniada en medio de una sociedad indiferente.

Esto exige todo un estilo de educar hoy en la fe donde lo importante es transmitir una experiencia más que ideas y doctrinas; enseñar a vivir valores cristianos más que el sometimiento a unas normas; desarrollar la responsabilidad personal más que imponer costumbres; introducir en la comunidad cristiana más que desarrollar el individualismo religioso; cultivar la adhesión confiada a Jesús más que resolver de manera abstracta problemas de fe.

En la educación de la fe, lo decisivo es el ejemplo. Que los hijos puedan encontrar en su propio hogar «modelos de identificación», que no les sea difícil saber como quién deberían comportarse para vivir su fe de manera sana, gozosa y responsable.

FAMILIA DE NAZARET 

Debemos aclarar que el modelo de familia de aquella época tenía muy poco que ver con el nuestro. Los estudios sociológicos, que se han hecho sobre la familia en tiempo de Jesús, no dejan lugar a duda. Si no tenemos en cuenta los resultados de esos estudios será imposible entender nada del ambiente en que se desarrolla la infancia de Jesús. El tipo de familia de Nazaret que se nos ha propuesto durante siglos, no ha existido. El modelo de familia del tiempo de Jesús, era el patriarcal. La familia molecular era inviable, tanto por motivos religiosos o sociológicos como económicos. ¿Qué podían hacer dos jóvenes de 13 y 14 años con un recién nacido entre los brazos?

Cuando el evangelio nos dice que José recibió en su casa a María, no quiere decir que fueran a vivir a una nueva casa. María dejó de vivir en la casa de su padre y pasó a integrarse en la familia de José. Esto no quiere decir que no tuvieran su intimidad y sus relaciones más estrechas los tres. El relato de la pérdida del Niño en Jerusalén es impensable en una familia de tres. Pero cobra su verosimilitud si tenemos en cuenta que es todo el clan el que hace la peregrinación y vuelven a casa todos juntos.

El relato evangélico que acabamos de leer no es histórico, pero es rico en enseñanzas teológicas. Está escrito sesenta o setenta años después de morir Jesús. Lucas quiere dejar claro, desde el principio de su evangelio, que la vida de Jesús estuvo insertada plenamente en las tradiciones judías. Su persona y su mensaje no son realidades caídas del cielo, sino surgidas desde el fondo más genuino del judaísmo tradicional.

Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Sus relaciones, aunque se hayan desarrollado en un marco familiar distinto, pueden servirnos como ejemplo de valores humanos que debemos desarrollar, cualquiera que sea el modelo donde tenemos que vivirlos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó el amor, es decir, la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió él. Todo ser humano nace como proyecto que tiene que ir desarrollándose a lo largo de toda la vida con la ayuda de los demás.   

Debemos tener mucho cuidado de no sacralizar ninguna institución. Las instituciones son instrumentos que tienen que estar siempre al servicio de la persona, que es el valor supremo. Las instituciones no son santas, menos aún sagradas. Nunca debemos poner a las personas al servicio de la institución, sino al contrario. Con demasiada frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos de ellas con uñas y dientes. Claro que no son las instituciones las que tienen la culpa. Son algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para conseguir sus propios intereses egoístas a costa de los demás.

No debemos echar por la borda una institución porque me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer en mi verdadero ser, me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano; ni siquiera cuando me reporte ventajas o seguridades egoístas. La familia, cualquier modelo de familia, puede ser el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, no solo durante los años de la niñez o juventud, sino que debe ser el campo de entrenamiento durante todas las etapas de nuestra vida. El hombre solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. Y toda familia es el marco privilegiado.

La familia es el marco más apropiado para las relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio. Si en la familia superamos la tentación del egoísmo amplificado, aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad: exigir cada día menos y darse cada día más.

No tenemos que asustarnos de que la familia esté en crisis. El ser humano está siempre en constante evolución, si no fuera así, hubiera desaparecido hace mucho tiempo. En el evangelio no encontramos un modelo específico de familia. Se dio siempre por bueno el existente. Más tarde se adoptó el modelo romano, que tenía muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal era muy avanzado. Los cristianos de los primeros siglos hicieron muy bien en adoptar ese modelo. Lo malo es que se sacralizó y se vendió después como único modelo cristiano, sin hacer la más mínima crítica.

Con el evangelio en la mano, debemos intentar dar respuesta a los problemas que plantean los distintos modelos de familia hoy. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas. No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio es indisoluble. Más del 50 % se disuelven. No se trata de que las personas sean peores que hace cincuenta años. Hoy, para mantener un matrimonio, se necesita una madurez mayor.

Al no darse esa madurez, los matrimonios fracasan. Dos razones de esta mayor exigencia son: a) La estructura nuclear de la familia. Antes las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más amplio. Hoy al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos. b) La mayor duración de la relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta años juntos. Es más fácil que surjan dificultades insuperables.

Como cristianos tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el uniforme modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús predicó no hace referencia a las instituciones, sino a la actitud que debían tener cada ser humano en sus relaciones con los demás. Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse con los demás como exige su verdadero ser, a esta exigencia le llamaba voluntad de Dios. Cualquier tipo de institución que permita o promueva esta relación puede ser cristiana.

No solo no es malo que se separe una pareja que no se ama. Es completamente necesario que se separen, porque no hay cosa más inhumana que obligar a vivir juntas a dos personas que no se aman. Esto no contradice en nada la indisolubilidad del matrimonio, porque lo único que demostraría es  la falta de amor que ha hecho nulo, de todo derecho, lo que hemos llamado matrimonio. Si hay sacramento ciertamente es indestructible. Pero, para que haya sacramento es imprescindible el amor auténtico.

sábado, 23 de diciembre de 2023

Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo B (Reflexión)

 Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo B (Lc 1, 26-38) – diciembre 24, 2023


En este Cuarto Domingo de Adviento, convergen espera y encuentro, tiempo final de preparación, con la Noche Buena y nacimiento de Jesús, la Navidad.

Evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin".

María le dijo entonces al ángel: "¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios". María contestó: "Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho". Y el ángel se retiró de su presencia. 

Reflexión:

¿Está preparado mi corazón?

Este domingo apenas nos dará tiempo para cerrar nuestra preparación a la Navidad, comenzando con la Noche Buena, con una última reflexión preparatoria a recordar el nacimiento de Jesús, en nuestro corazón.

La liturgia nos sintetiza la inagotable esperanza de la venida del Salvador; en la primera lectura (Samuel 7, 1-5.8-12.14.16), las promesas al rey David, hoy también son para nosotros, “el Señor está con nosotros”, “estaré contigo en todo lo que emprendas” … Pero, como dice san Pablo, en la segunda lectura (Romanos 16, 25-27), necesitamos de la “fuerza para cumplir el Evangelio, predicado por Jesucristo”, por tanto, es nuestra disposición y preparación para recibirlo lo que permite que Jesús (re) nazca en nuestro corazón (este tiempo y siempre). Él, como dice el Salmo 88, viene para “sellar una alianza estable”, “eternamente a mi favor”, con “fidelidad”, para nuestra salvación, para que podamos ser plenamente humanos, felices.

La espera de su venida, está tan cerca, cuanto abra mi interior a recibirlo, como María, escuchando a “un ángel” (o varios, ej. padres, catequistas, amigos, etc.), que nos han comunicado que el Señor desea habitar en nuestro corazón y “reinar por siempre”.

Cuando Él llegue, y habite en mi casa (corazón), podremos decir, como dice el poema:

“Llegas, / acampas en mi tierra, / sacudes mis cimientos, / rompes mis fronteras, / abres mis encierros.
Llegas, y avivas el hambre de Dios, / de verdad, de hermano, / de justicia, / de vida.
Llegas y sanas / heridas añejas / y tristezas nuevas.
Llegas, / amas mi pobreza, / mi ayer entero, / el ahora en su calma y su tormenta, / el mañana posible.
Llegas y conviertes / el sollozo en fiesta / la muralla en puerta / la nada en poema.
Llegas cargado de Ti,/  y de otros… Palabra con mil promesas / humanas, eternas…
Llegas, / despiertas el amor dormido / y te quedas.”
José María R. Olaizola, SJ.

¡ Feliz NAVIDAD !

¿Cómo celebro la venida de Jesús?... ¿Con quién comparto la alegría de su venida?... ¿Cómo se nota que Él está en mí?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, dar click en este enlace.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo B (Profundizar)

 Cuarto Domingo de Adviento – Ciclo B (Lc 1, 26-38) – diciembre 24, 2023


Evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin".

María le dijo entonces al ángel: "¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios". María contestó: "Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho". Y el ángel se retiró de su presencia.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

Hoy es el último domingo de Adviento y somos puestos por la Palabra ante la Anunciación a María. El Ángel hace dos llamados a María: "Alégrate" y "No temas", dos aspectos fundamentales para acoger la novedad de Dios en la vida. 

Preparemos pues, nuestro corazón, para recibir la novedad que llegará a nuestras vidas esta Navidad. ¿Qué miedos tienes en el corazón? ¿qué piedras hay en tu corazón que impiden que sea un  "buen pesebre"? Ayudémonos de la memoria agradecida, recordemos y agradezcamos a Dios los momentos de alegría, los momentos en que estuvo presente. Que brote la alegría y la valentía que sólo brotan de un corazón seguro de que Él siempre viene. Estemos listos para recibir y transformarnos, en Jesús, en novedad. ¡Feliz Navidad!

Para Dios no hay nada imposible” 

Cuentan que una vez tres árboles jóvenes estaban conversando sobre lo que querían ser cuando fueran grandes. El primero decía: «A mi me gustaría ser utilizado en la construcción de un gran Palacio para servir de techo a Reyes y Príncipes». El segundo dijo: «A mi me gustaría ser el mástil mayor de un hermoso barco que surque los mares llevando riquezas, alimentos, personas y noticias de un lado a otro de los océanos». El tercero, por su parte, dijo: «A mi me gustaría ser utilizado para construir un gran monumento de esos que se colocan en medio de las plazas o avenidas y que cuando la gente me vea, admire a Dios por su grandeza».

Pasaron los años, los árboles crecieron y llegó el tiempo del hacha y de la sierra. Cada uno de los tres árboles fue a dar a distintos sitios: El primero fue utilizado para construir la casita de un campesino pobre que con el tiempo fue destruida y abandonada. Con los restos se levantó un pequeño establo para que los animales se protegieran del frío y de la noche... El segundo fue utilizado para la construcción de la barca de un pobre pescador que se pasaba la mayor parte del tiempo amarrada a la orilla de un lago... El tercero fue utilizado para la construcción de una cruz, donde fueron ajusticiados varios hombres...

Dice san Lucas, que cuando María recibió el anuncio del ángel, “se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: –María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”. María, sin salir de su asombro, preguntó: “–¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre? El ángel le contestó: –El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder de Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel va a tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener hijos, está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. La respuesta de María fue de total disponibilidad a pesar de que seguramente no entendió completamente el plan de Dios. “Yo soy la esclava del Señor; que Dios haga conmigo como me has dicho”.

No es fácil aceptar los planes de Dios cuando no se acomodan a los nuestros. Siempre que Dios nos llama a realizar un proyecto, tenemos la tentación de pensar que será como nosotros lo hemos programado; pero el Señor tiene sus caminos, que no son los nuestros. Él se encarga de realizar nuestros sueños y nuestros planes, pero a su manera. Lo importante es que encuentre en nosotros la disposición necesaria para dejarnos guiar y conducir por Él a través de las vicisitudes de nuestra vida.

Que el Señor nos conceda ser dóciles a su voluntad; que nos de fe y perseverancia, de modo que aun cuando no nos toque ser un gran palacio, aceptemos sostener el portal del pesebre que en Belén abre sus puertas al que nos trajo una gran alegría para todo el pueblo.

Aunque no seamos el gran mástil de una hermosa embarcación, aceptemos ser la humilde barca de Pedro, que sirvió de púlpito para que a los pobres se les anunciara la Buena Nueva. Y aunque no seamos un gran monumento, aceptemos ser la cruz que sirvió de altar para que Dios nos mostrara el amor de Dios que llega hasta el extremo...

ACOGER A JESÚS CON GOZO 

El evangelista Lucas temía que sus lectores leyeran su escrito de cualquier manera. Lo que les quería anunciar no era una noticia más, como tantas otras que corrían por el imperio. Debían preparar su corazón: despertar la alegría, desterrar miedos y creer que Dios está cerca, dispuesto a transformar nuestra vida.

Con un arte difícil de igualar recreó una escena evocando el mensaje que María escuchó en lo íntimo de su corazón para acoger el nacimiento de su Hijo Jesús. Todos podemos unirnos a ella para acoger al Salvador. ¿Cómo prepararnos para recibir con gozo a Dios encarnado en la humanidad entrañable de Jesús?

«Alégrate». Es la primera palabra que escucha el que se prepara para vivir una experiencia buena. Hoy no sabemos esperar. Somos como niños impacientes, que lo quieren todo enseguida. No sabemos estar atentos para conocer nuestros deseos más profundos. Sencillamente se nos ha olvidado esperar a Dios, y ya no sabemos cómo encontrar la alegría.

Nos estamos perdiendo lo mejor de la vida. Nos contentamos con la satisfacción, el placer y la diversión que nos proporciona el bienestar. Sabemos que es un error, pero no nos atrevemos a creer que Dios, acogido con fe sencilla, nos puede descubrir nuevos caminos hacia la alegría.

«No tengas miedo». La alegría es imposible cuando vivimos llenos de miedos, que nos amenazan desde dentro y desde fuera. ¿Cómo pensar, sentir y actuar de manera positiva y esperanzada? ¿Cómo olvidar nuestra impotencia y cobardía para enfrentarnos al mal?

Se nos ha olvidado que cuidar nuestra vida interior es más importante que todo lo que nos viene desde fuera. Si vivimos vacíos por dentro, somos vulnerables a todo. Se va diluyendo nuestra confianza en Dios y no sabemos cómo defendernos de lo que nos hace daño.

«El Señor está contigo». Dios es una fuerza creadora que es buena y nos quiere bien. No vivimos solos, perdidos en el cosmos. La humanidad no está abandonada. ¿De dónde sacar verdadera esperanza si no es del Misterio último de la vida? Todo cambia cuando el ser humano se siente acompañado por Dios.


LA ENCARNACIÓN DE DIOS ES LA CLAVE 

Los textos que vamos a leer estos días están tomados del “evangelio de la infancia”. Debemos tomar conciencia del sentido “no histórico” de los textos. El anuncio del nacimiento de un hijo de dios, el nacimiento de madre virgen, el nacimiento en una gruta, los pastores adorando al niño, el intento de matar al niño, la huída después de un aviso, la muerte de los inocentes, el anuncio por medio de una estrella, la adoración de unos magos, etc.; todos son relatos míticos ancestrales y ninguno es original del cristianismo. 

El decir “mítico” no quiere decir “mentira”. Este es el primer error a superar. El mito es un relato que intenta desvelar una verdad radical que atañe al hombre entero, y que no se puede explicar por medio de discursos racionales. Al decir que estos relatos son míticos, no estamos devaluando su contenido, sino todo lo contrario; nos estamos obligando a descubrir el significado profundo y vital que tienen. Lo nefasto es haber considerado los relatos míticos como crónicas de sucesos sin mayor alcance vital.

Todo esto lo ha descubierto la exégesis hace muchas décadas. No acabo de comprender por qué existe tanto miedo a que el pueblo conozca la verdad. ¿No nos dice el mismo evangelio que la verdad os hará libres? ¿O es que lo que nos asusta es esa libertad? Es verdad que la explicación del sentido profundo de estos textos no es sencilla, pero es precisamente esa dificultad la que debía espolearnos. He visto a la gente abrir ojos como platos cuando han comprendido la profundidad del mensaje.

En las lecturas de hoy destaca el contraste entre la actitud de David, que después de hacerse un palacio, decide hacer un favor a Dios, construyéndole un templo para que habite; y la actitud de María que ve solo la gratuidad de Dios para con ella. La humildad de María hace posible el acercamiento a Dios. La soberbia de David le aleja de Él. La lección es clara: Nosotros no podemos hacer nada por Dios, es Él quien lo hace todo por nosotros. Ni siquiera tenemos que comprar su voluntad con sacrificios y oraciones.

Lo que Lucas nos propone es la teología de la encarnación entendida desde el AT. Todas las palabras del relato hacen referencia a situaciones bíblicas. El evangelista acaba de narrar la concepción de Juan que tiene como modelo la de Isaac. Para la concepción de Jesús, Lucas toma como modelo la creación de Adán. Como Adán, Jesús nace de Dios sin intermediarios; y como él, va a ser el comienzo de una nueva humanidad. No es uno más de los grandes personajes de la historia de Israel. Esta es la clave de todo el relato.

Ángel=mensajero no tiene, en el AT, la misma connotación que tiene para nosotros. No debemos pensar en unos seres al servicio de Dios, sino en la presencia de Dios de una manera humana para que el hombre pueda soportarla. El pueblo de Nazaret no es nombrado en todo el AT; es algo completamente nuevo. Galilea era la provincia alejada del centro de la religiosidad oficial. La intervención divina en Jesús rompe con el pasado y va a constituir una auténtica novedad. Todo sucede lejos del templo y de la oficialidad.

La escena se desarrolla en una casa sencilla de un pueblecito desconocido. A una virgen= doncella, no ligada a la institución sino completamente anónima. Ni tiene ascendencia ni cualidad alguna excepcional. De los padres de Juan acaba de hacer grandes elogios, de María, ninguno. Virgen no debemos entenderla según nuestro concepto actual. Se trata de una niña aun no casada. Alude a la absoluta fidelidad a Dios, por oposición a la imagen del pueblo rebelde, tantas veces representado por los profetas como la adúltera o prostituta. María representa al pueblo humilde, sin relieve social alguno, pero fiel.

Alégrate, agraciada, el Señor está de tu parte. Alusión también a los profetas: “Alégrate hija de Sión, canta de júbilo hija de Jerusalén”. Es un saludo de alegría en ambiente de salvación. Cercanía de Dios a los israelitas fieles. Dios se ha volcado sobre ella con su favor. La traducción oficial, “llena de gracia”, nos despista, porque el concepto que nosotros ponemos detrás de la palabra “gracia”, se inventó muchos siglos después. No se trata de la gracia, (un ser divino) sino de afirmar que le ha caído en gracia a Dios.

Al contrario que en Mateo, José, descendiente de David, no tiene papel alguno en el plan de salvación anunciado en Lucas; María misma impondrá el nombre a Jesús (Salvado). No será hijo de David, sino del Altísimo. Ser Hijo, para un judío, no significa generación biológica, sino heredar la manera de ser del padre, y tener por modelo al Padre. No será David ni cualquier otro ser humano, el modelo para Jesús, sino Dios. Jesús no puede tener padre humano, porque en ese caso tendría la obligación de obedecerle e imitarle.

El Espíritu Santo y la fuerza del Altísimo son lo mismo. Cubrir con su sombra hace referencia a la gloria de Dios, que en el Génesis se representaba por una nube que cubría el campamento. Santo=Consagrado, Hijo de Dios, son designaciones mesiánicas. Consagrado hace referencia siempre a una misión. El rey ungido era, desde ese instante, hijo de Dios. El Espíritu no actúa sobre el cuerpo, sino sobre el ser de Jesús, dándole calidad divina. “De la carne nace carne, del Espíritu nace Espíritu”, dice Juan. No es la carne de Jesús la que procede del Espíritu, sino su verdadero ser. Claro que Jesús fue ‘engendrado’ por obra del Espíritu, pero de un modo más profundo de lo que pensamos.

Aquí esta la esclava del Señor. Hemos insistido tanto en los privilegios de María que hemos convertido en impensable la encarnación de Dios en alguien que no sea perfecto. Pablo nos habla del misterio escondido y revelado. El misterio mantenido en secreto, por generaciones, es que Dios es encarnación. Dios salva desde dentro de cada persona, no desde fuera con actos espectaculares. La buena noticia es una salvación que alcanza a todos. Misterio que está ahí desde siempre, pero que muy pocos descubren. No es que Dios realice la salvación en un momento determinado; Dios no tiene momentos.

Cambia el concepto de Dios para el evangelista. El Dios que a través de todo el AT se manifiesta como el poderoso, el invencible, el dador de la muerte y la vida, pide ahora el consentimiento a una humilde muchacha para llevar a cabo la oferta más extraordinaria en favor de los hombres. Ese formidable cambio en la manera de concebir a Dios no es fácil de comprender. Una y otra vez, hemos vuelto al Júpiter tonante, que está a nuestro favor y en contra de nuestros enemigos, pero estará también contra nosotros si fallamos.

Dios se hace presente en la sencillez. Seguimos esperando portentos y milagros en los que se manifieste el dios que nos hemos fabricado. Ningún acontecimiento espectacular hace presente a Dios. Al contrario en cualquier acontecimiento por sencillo que sea, podemos descubrirlo. Somos nosotros los que ponemos a Dios allí donde lo vemos. Pascal dijo: “Toda religión que no predique un Dios escondido, es falsa”. Los budistas repiten: “Si te encuentras al Buda, mátalo”. Todo dios que percibimos viniendo de fuera es un ídolo.

Meditación

La disponibilidad de María es la clave del mensaje. 
Dejar hacer a Dios es descubrir lo que está haciendo. 
Él lo está haciendo todo en cada instante. 
Descubrir esta presencia activa 
es la esencia de toda vida espiritual auténtica. 
No tienes que hacer nada ni conseguir nada. 
En ti está ya la plenitud que quieres alcanzar.

sábado, 16 de diciembre de 2023

Tercer Domingo de Adviento – Ciclo B (Reflexión)

 Tercer Domingo de Adviento – Ciclo B (Jn 1, 6-8.19-28) – diciembre 17, 2023


El Tercer Domingo de Adviento es llamado domingo de Gaudete, en latín, que significa “alégrense” o “estar alegres”, y está destinado a recordarnos la alegría que experimenta el mundo con el nacimiento de Jesús.

Evangelio según san Juan 1, 6-8.19-28

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?” Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el profeta?” Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

 

Reflexión:

¿Qué alegra mi vida?

En la primera lectura, el profeta Isaías 61, 1-2.10.11, anunciaba la venida del Mesías (del latín bíblico Messĭas, y este a su vez del hebreo מָשִׁיחַ Māšîaḥ), que significa «ungido», proclamado, consagrado, señalado …  para ser el Salvador de la humanidad, por ello la alegría de este domingo.

Es el mismo Jesús, en el evangelio de Lucas 4, 18-19, cita al profeta, y termina diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oír”, indicando que Él es el mesías esperado y su misión es salvarnos:

§  Anunciando la buena noticia a los pobres, dando esperanza de una vida mejor,

§  Curando a los que sufren en su corazón,

§ Liberando a quien está preso de alguna afección, que le impide vivir plenamente,

§ Quitando la ceguera de quien no ve la presencia de Dios en la vida,

§  Alivianando a los que sufren opresión, para que tengan serenidad, sosiego, clama.

En la segunda lectura, Tesalonicenses 5, 16-24, San Pablo nos invita a la alegría y a la gratuidad, viviendo alegres y preparándonos a la venida del Salvador, dejando que el Espíritu de Dios nos guíe: eligiendo lo bueno, sin hacer mal a nadie. Escuchar y poner en práctica la buena noticia de Jesús, el Mesías, podremos hacer realidad la alegría, felicidad y plenitud que Él quiere para nosotros.

Por eso hoy nos alegramos, aún en esta época tan convulsionada, porque, al igual que Juan Bautista, podemos anunciar que ya viene el Mesías, a nuestro corazón, que nos transforma para que reflejar su luz, contagiar la alegría de ser salvados, eso sí, con humildad y dando testimonio auténtico, de que es Jesús nuestro Salvador.

¿Cómo me siento al saber que el Mesías, viene a salvarme?... ¿Cómo puedo contribuir a la misión salvadora de Jesús?... ¿Cómo me he preparado para la venida de Jesús?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

Para profundizar >>> https://tinyurl.com/03BN3A231217

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B (Reflexión)

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