Hernán Quezada, SJ Hoy es el último domingo de Adviento y somos puestos por la Palabra ante la Anunciación a María. El Ángel hace dos llamados a María: "Alégrate" y "No temas", dos aspectos fundamentales para acoger la novedad de Dios en la vida.
Preparemos pues, nuestro corazón, para recibir la novedad que llegará a nuestras vidas esta Navidad. ¿Qué miedos tienes en el corazón? ¿qué piedras hay en tu corazón que impiden que sea un "buen pesebre"? Ayudémonos de la memoria agradecida, recordemos y agradezcamos a Dios los momentos de alegría, los momentos en que estuvo presente. Que brote la alegría y la valentía que sólo brotan de un corazón seguro de que Él siempre viene. Estemos listos para recibir y transformarnos, en Jesús, en novedad. ¡Feliz Navidad!
“Para Dios no hay nada imposible”
Cuentan que una vez tres árboles jóvenes estaban
conversando sobre lo que querían ser cuando fueran grandes. El primero decía:
«A mi me gustaría ser utilizado en la construcción de un gran Palacio para
servir de techo a Reyes y Príncipes». El segundo dijo: «A mi me gustaría ser el
mástil mayor de un hermoso barco que surque los mares llevando riquezas,
alimentos, personas y noticias de un lado a otro de los océanos». El tercero,
por su parte, dijo: «A mi me gustaría ser utilizado para construir un gran monumento
de esos que se colocan en medio de las plazas o avenidas y que cuando la gente
me vea, admire a Dios por su grandeza».
Pasaron los años, los árboles crecieron y llegó el tiempo
del hacha y de la sierra. Cada uno de los tres árboles fue a dar a distintos
sitios: El primero fue utilizado para construir la casita de un campesino pobre
que con el tiempo fue destruida y abandonada. Con los restos se levantó un
pequeño establo para que los animales se protegieran del frío y de la noche...
El segundo fue utilizado para la construcción de la barca de un pobre pescador
que se pasaba la mayor parte del tiempo amarrada a la orilla de un lago... El
tercero fue utilizado para la construcción de una cruz, donde fueron
ajusticiados varios hombres...
Dice san Lucas, que cuando María recibió el anuncio del
ángel, “se sorprendió de estas palabras, y se preguntaba qué significaría aquel
saludo. El ángel le dijo: –María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de
Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús”. María, sin salir de su asombro, preguntó: “–¿Cómo podrá suceder esto,
si no vivo con ningún hombre? El ángel le contestó: –El Espíritu Santo vendrá
sobre ti, y el poder de Dios altísimo se posará sobre ti. Por eso, el niño que
va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel va a
tener un hijo, a pesar de que es anciana; la que decían que no podía tener
hijos, está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible”. La
respuesta de María fue de total disponibilidad a pesar de que seguramente no
entendió completamente el plan de Dios. “Yo soy la esclava del Señor; que Dios
haga conmigo como me has dicho”.
No es fácil aceptar los planes de Dios cuando no se
acomodan a los nuestros. Siempre que Dios nos llama a realizar un proyecto,
tenemos la tentación de pensar que será como nosotros lo hemos programado; pero
el Señor tiene sus caminos, que no son los nuestros. Él se encarga de realizar
nuestros sueños y nuestros planes, pero a su manera. Lo importante es que
encuentre en nosotros la disposición necesaria para dejarnos guiar y conducir
por Él a través de las vicisitudes de nuestra vida.
Que el Señor nos conceda ser dóciles a su voluntad; que
nos de fe y perseverancia, de modo que aun cuando no nos toque ser un gran
palacio, aceptemos sostener el portal del pesebre que en Belén abre sus puertas
al que nos trajo una gran alegría para todo el pueblo.
Aunque no seamos el gran mástil de una hermosa
embarcación, aceptemos ser la humilde barca de Pedro, que sirvió de púlpito
para que a los pobres se les anunciara la Buena Nueva. Y aunque no seamos un
gran monumento, aceptemos ser la cruz que sirvió de altar para que Dios nos
mostrara el amor de Dios que llega hasta el extremo...
ACOGER A JESÚS CON
GOZO
El evangelista Lucas temía que sus lectores leyeran su
escrito de cualquier manera. Lo que les quería anunciar no era una noticia más,
como tantas otras que corrían por el imperio. Debían preparar su corazón:
despertar la alegría, desterrar miedos y creer que Dios está cerca, dispuesto a
transformar nuestra vida.
Con un arte difícil de igualar recreó una escena evocando
el mensaje que María escuchó en lo íntimo de su corazón para acoger el
nacimiento de su Hijo Jesús. Todos podemos unirnos a ella para acoger al
Salvador. ¿Cómo prepararnos para recibir con gozo a Dios encarnado en la
humanidad entrañable de Jesús?
«Alégrate». Es la primera palabra que escucha el que se
prepara para vivir una experiencia buena. Hoy no sabemos esperar. Somos como
niños impacientes, que lo quieren todo enseguida. No sabemos estar atentos para
conocer nuestros deseos más profundos. Sencillamente se nos ha olvidado esperar
a Dios, y ya no sabemos cómo encontrar la alegría.
Nos estamos perdiendo lo mejor de la vida. Nos contentamos
con la satisfacción, el placer y la diversión que nos proporciona el bienestar.
Sabemos que es un error, pero no nos atrevemos a creer que Dios, acogido con fe
sencilla, nos puede descubrir nuevos caminos hacia la alegría.
«No tengas miedo». La alegría es imposible cuando vivimos
llenos de miedos, que nos amenazan desde dentro y desde fuera. ¿Cómo pensar,
sentir y actuar de manera positiva y esperanzada? ¿Cómo olvidar nuestra
impotencia y cobardía para enfrentarnos al mal?
Se nos ha olvidado que cuidar nuestra vida interior es más
importante que todo lo que nos viene desde fuera. Si vivimos vacíos por dentro,
somos vulnerables a todo. Se va diluyendo nuestra confianza en Dios y no
sabemos cómo defendernos de lo que nos hace daño.
«El Señor está contigo». Dios es una fuerza creadora que
es buena y nos quiere bien. No vivimos solos, perdidos en el cosmos. La
humanidad no está abandonada. ¿De dónde sacar verdadera esperanza si no es del
Misterio último de la vida? Todo cambia cuando el ser humano se siente
acompañado por Dios.
LA ENCARNACIÓN DE DIOS ES LA CLAVE
Los textos que vamos a leer estos días están tomados del “evangelio de la infancia”. Debemos tomar conciencia del sentido “no histórico” de los textos. El anuncio del nacimiento de un hijo de dios, el nacimiento de madre virgen, el nacimiento en una gruta, los pastores adorando al niño, el intento de matar al niño, la huída después de un aviso, la muerte de los inocentes, el anuncio por medio de una estrella, la adoración de unos magos, etc.; todos son relatos míticos ancestrales y ninguno es original del cristianismo.
El decir “mítico” no quiere decir “mentira”. Este es el
primer error a superar. El mito es un relato que intenta desvelar una verdad
radical que atañe al hombre entero, y que no se puede explicar por medio de
discursos racionales. Al decir que estos relatos son míticos, no estamos
devaluando su contenido, sino todo lo contrario; nos estamos obligando a
descubrir el significado profundo y vital que tienen. Lo nefasto es haber
considerado los relatos míticos como crónicas de sucesos sin mayor alcance vital.
Todo esto lo ha descubierto la exégesis hace muchas
décadas. No acabo de comprender por qué existe tanto miedo a que el pueblo
conozca la verdad. ¿No nos dice el mismo evangelio que la verdad os hará
libres? ¿O es que lo que nos asusta es esa libertad? Es verdad que la
explicación del sentido profundo de estos textos no es sencilla, pero es
precisamente esa dificultad la que debía espolearnos. He visto a la gente abrir
ojos como platos cuando han comprendido la profundidad del mensaje.
En las lecturas de hoy destaca el contraste entre la
actitud de David, que después de hacerse un palacio, decide hacer un favor a
Dios, construyéndole un templo para que habite; y la actitud de María que ve
solo la gratuidad de Dios para con ella. La humildad de María hace posible el
acercamiento a Dios. La soberbia de David le aleja de Él. La lección es clara:
Nosotros no podemos hacer nada por Dios, es Él quien lo hace todo por nosotros.
Ni siquiera tenemos que comprar su voluntad con sacrificios y oraciones.
Lo que Lucas nos propone es la teología de la encarnación
entendida desde el AT. Todas las palabras del relato hacen referencia a
situaciones bíblicas. El evangelista acaba de narrar la concepción de Juan que
tiene como modelo la de Isaac. Para la concepción de Jesús, Lucas toma como
modelo la creación de Adán. Como Adán, Jesús nace de Dios sin intermediarios; y
como él, va a ser el comienzo de una nueva humanidad. No es uno más de los
grandes personajes de la historia de Israel. Esta es la clave de todo el
relato.
Ángel=mensajero no tiene, en el AT, la misma connotación
que tiene para nosotros. No debemos pensar en unos seres al servicio de Dios,
sino en la presencia de Dios de una manera humana para que el hombre pueda
soportarla. El pueblo de Nazaret no es nombrado en todo el AT; es algo
completamente nuevo. Galilea era la provincia alejada del centro de la
religiosidad oficial. La intervención divina en Jesús rompe con el pasado y va
a constituir una auténtica novedad. Todo sucede lejos del templo y de la oficialidad.
La escena se desarrolla en una casa sencilla de un
pueblecito desconocido. A una virgen= doncella, no ligada a la institución sino
completamente anónima. Ni tiene ascendencia ni cualidad alguna excepcional. De
los padres de Juan acaba de hacer grandes elogios, de María, ninguno. Virgen no
debemos entenderla según nuestro concepto actual. Se trata de una niña aun no
casada. Alude a la absoluta fidelidad a Dios, por oposición a la imagen del
pueblo rebelde, tantas veces representado por los profetas como la adúltera o
prostituta. María representa al pueblo humilde, sin relieve social alguno, pero
fiel.
Alégrate, agraciada, el Señor está de tu parte. Alusión
también a los profetas: “Alégrate hija de Sión, canta de júbilo hija de
Jerusalén”. Es un saludo de alegría en ambiente de salvación. Cercanía de Dios
a los israelitas fieles. Dios se ha volcado sobre ella con su favor. La
traducción oficial, “llena de gracia”, nos despista, porque el concepto que
nosotros ponemos detrás de la palabra “gracia”, se inventó muchos siglos
después. No se trata de la gracia, (un ser divino) sino de afirmar que le ha
caído en gracia a Dios.
Al contrario que en Mateo, José, descendiente de David, no
tiene papel alguno en el plan de salvación anunciado en Lucas; María misma
impondrá el nombre a Jesús (Salvado). No será hijo de David, sino del Altísimo.
Ser Hijo, para un judío, no significa generación biológica, sino heredar la
manera de ser del padre, y tener por modelo al Padre. No será David ni
cualquier otro ser humano, el modelo para Jesús, sino Dios. Jesús no puede
tener padre humano, porque en ese caso tendría la obligación de obedecerle e
imitarle.
El Espíritu Santo y la fuerza del Altísimo son lo mismo.
Cubrir con su sombra hace referencia a la gloria de Dios, que en el Génesis se
representaba por una nube que cubría el campamento. Santo=Consagrado, Hijo de
Dios, son designaciones mesiánicas. Consagrado hace referencia siempre a una
misión. El rey ungido era, desde ese instante, hijo de Dios. El Espíritu no
actúa sobre el cuerpo, sino sobre el ser de Jesús, dándole calidad divina. “De
la carne nace carne, del Espíritu nace Espíritu”, dice Juan. No es la carne de
Jesús la que procede del Espíritu, sino su verdadero ser. Claro que Jesús fue
‘engendrado’ por obra del Espíritu, pero de un modo más profundo de lo que
pensamos.
Aquí esta la esclava del Señor. Hemos insistido tanto en
los privilegios de María que hemos convertido en impensable la encarnación de
Dios en alguien que no sea perfecto. Pablo nos habla del misterio escondido y
revelado. El misterio mantenido en secreto, por generaciones, es que Dios es
encarnación. Dios salva desde dentro de cada persona, no desde fuera con actos
espectaculares. La buena noticia es una salvación que alcanza a todos. Misterio
que está ahí desde siempre, pero que muy pocos descubren. No es que Dios
realice la salvación en un momento determinado; Dios no tiene momentos.
Cambia el concepto de Dios para el evangelista. El Dios
que a través de todo el AT se manifiesta como el poderoso, el invencible, el
dador de la muerte y la vida, pide ahora el consentimiento a una humilde
muchacha para llevar a cabo la oferta más extraordinaria en favor de los
hombres. Ese formidable cambio en la manera de concebir a Dios no es fácil de
comprender. Una y otra vez, hemos vuelto al Júpiter tonante, que está a nuestro
favor y en contra de nuestros enemigos, pero estará también contra nosotros si
fallamos.
Dios se hace presente en la sencillez. Seguimos esperando
portentos y milagros en los que se manifieste el dios que nos hemos fabricado.
Ningún acontecimiento espectacular hace presente a Dios. Al contrario en
cualquier acontecimiento por sencillo que sea, podemos descubrirlo. Somos
nosotros los que ponemos a Dios allí donde lo vemos. Pascal dijo: “Toda
religión que no predique un Dios escondido, es falsa”. Los budistas repiten:
“Si te encuentras al Buda, mátalo”. Todo dios que percibimos viniendo de fuera es
un ídolo.
Meditación
La
disponibilidad de María es la clave del mensaje.
Dejar hacer
a Dios es descubrir lo que está haciendo.
Él lo está
haciendo todo en cada instante.
Descubrir
esta presencia activa
es la
esencia de toda vida espiritual auténtica.
No tienes
que hacer nada ni conseguir nada.
En ti está
ya la plenitud que quieres alcanzar.