sábado, 24 de febrero de 2024

II Domingo de Cuaresma – Ciclo B (Reflexión)

 II Domingo de Cuaresma – Ciclo B (Marcos 1, 12-55) – febrero 18, 2024
Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18; Salmo 115; Romanos 8, 31b-34

Este segundo domingo Cuaresma, la liturgia nos da la pauta, para saber cruzar las adversidades de la vida, y y que la obscuridad no tenga la última palabra: escuchar a Jesús.

Evangelio según san Marcos 9, 2-10

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.

Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo".

En ese momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de 'resucitar de entre los muertos'.

Reflexión:

¿Qué me dice Jesús, cuándo lo escucho con atención?

Las lecturas de hoy, tienen en común que, Dios se manifiesta y habla para darnos esperanza y vida. Necesitamos estar atentos, en especial durante este tiempo de Cuaresma, para poder escuchar lo que nos dice y a lo que nos invita, cuando Él nos habla:

§  El Señor, como a Abraham, nos pide que estemos dispuestos y hacer lo que indica, con fe incondicional, para ofrecerle lo más precioso que tengamos, que es nuestra vida, representada en Isaac … si lo hacemos, nos dirá también: “yo te bendeciré … porque obedeciste a mis palabras". (cfr. Gen 22, 1-2. 9-13. 15-18)

§  El salmo, es un canto de agradecimiento, que podríamos apropiarlo hoy, cuando, haciendo caso al Señor, podemos tener la vida que Él nos ofrece, y así decir… “Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos” (Sal 115).

§  San Pablo, en la segunda lectura, nos dice como la prueba del amor llega a su punto culminante y se hace realidad al darlo y ofrecerlo todo, como el mismo Jesús lo ha hecho, porque su amor está por encima de todo aquello que pueda amargar nuestra existencia humana (Rom 8, 31b-34).

§  En la transfiguración del Evangelio, se escucha una voz, la del Padre, que hoy también nos dice: "Éste es mi Hijo amado; escúchenlo"… A Jesús, lo podemos escuchar en nuestra oración, tanto como al contemplar la realidad de nuestro entorno y descubrir su presencia en los demás, que claman por su vida (injusticias, desempleo, violencia, pobreza, desamor, etc.).

Justo, cuando hago oración (escucho a Jesús), se mueve mi interior, para con empatía ayunar (privándome de “algo”), para compartirlo (limosna) con quién más lo necesita; es cuando “bajamos de la montaña”, en lugar de “quedarnos instalados” y, aterrizamos en lo concreto, lo que hemos escuchado de Jesús; hay que hacerlo en silencio, sin ruido, para que poco a poco vayamos entiendo la nueva vida que se nos propone al seguir a Jesús.

¿Cómo puedo estar más atento a lo que me dice Jesús?... ¿Cómo evitar hacer caso a “otras voces”, que no son las de Jesús? … ¿Cómo poner en práctica lo que escucho de Jesús?

PD. Próximo jueves 29 de febrero, a las 19:30 hrs. en la Parroquia de Jesús Divino Maestro (colonia universitaria), se tendrá un Conversatorio: Paz y Democracia, para escuchar, otras voces, compartir, tu opinión y dialogar en comunidad.

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

Para profundizar, leer aquí.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP


II Domingo de Cuaresma – Ciclo B (Profundizar)

 II Domingo de Cuaresma – Ciclo B (Marcos 1, 12-55) – febrero 18, 2024 
Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18; Salmo 115; Romanos 8, 31b-34



Hernán Quezada, SJ 

Del temor de Abrahán, a la revelación del amor en el Hijo; este es el itinerario de revelación que hoy nos presenta la Palabra y pasa por la afirmación de San Pablo: "Si Dios está con nosotros, ¿quién está contra nosotros?" Somos llamados a fortalecer la fe que nos hace seguir caminando, aún cuando pasamos por fuertes turbulencias en nuestra vida o cuando los buenos momentos nos llevan a la tentación de la confortable parálisis "¡Qué bien se está aquí!

Dios es de caminos, nos saca y nos lleva. 

En este camino cuaresmal, coloquémonos al lado de Pedro, Santiago y Juan, ignorantes y asustados, recibamos el anuncio y llamada: "Este es mi Hijo amado; escúchenlo." ¿Qué te dice ti hoy el Señor? ¿A qué te invita? Caminemos nuestros días en su presencia.

#FelizDomingo

Levántense; no tengan miedo” 

Tengo ante mi en estos días la imagen de dos parejas enamoradas: una de ellas se casa en junio próximo y la otra cumple sus bodas de oro matrimoniales en enero del próximo año. Los primeros están experimentando el goce mágico de una pasión enamorada que los llena de entusiasmo para comenzar a caminar juntos; los segundos disfrutan del amor fiel y de la mutua compañía en la cima del camino, contemplando, sin acabar de creérselo, la distancia que han recorrido. Para ambas parejas el paisaje es muy distinto. Contemplan el mismo camino desde extremos, aparentemente, opuestos. Sin embargo, el amor que los sostiene tiene la misma raíz. Las dos parejas escuchan la misma palabra que les dice: “Levántense; no tengan miedo”. Esta raíz es la promesa que han recibido y que se va haciendo historia en el diario caminar del amor de Dios en ellos.

¿Quién sería capaz de embarcarse en un proyecto tan complejo como el matrimonio si antes no experimentara, de alguna forma, las mieles luminosas del paraíso que van a construir paso a paso? ¿Quién sería capaz de entrar en un seminario o en una casa de formación religiosa para consagrarse plena y definitivamente al seguimiento y al anuncio del Señor, sin estar, en cierto modo, borrachos de amor hacia Aquél que nos invita y por la misión a la que nos envía? No podríamos comenzar una tarea que abarque la totalidad de nuestra existencia, si nos quedáramos mirando solamente los inconvenientes y las contingencias del proceso, olvidando levantar la vista, por lo menos de vez en cuando, hacia el destino final que nos espera.

Pedro, Santiago y Juan, subieron con el Señor a un cerro muy alto y allí, como un relámpago en medio de una noche cerrada, se reveló para ellos el misterio último de la vida de Jesús. Pudieron contemplar al Señor transfigurado, recordando el brazo fuerte y extendido del Dios de Moisés, que era incapaz de soportar la esclavitud de su pueblo en Egipto y, al mismo tiempo, sintieron la brisa suave que refrescó el rostro del profeta Elías en el monte Horeb. “Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. En esto vieron a Moisés y Elías conversando con Jesús”. Ellos pensaron que habían llegado al final del camino y le propusieron al Señor que harían tres tiendas para quedarse allí para siempre. Sin embargo, el camino hacia el calvario apenas comenzaba y todavía tenían que acabar de subir a Jerusalén para asumir las dificultades y sufrimientos que les esperaban en la Ciudad Santa.

El sentido que tiene este evangelio, cuando comenzamos el tiempo de Cuaresma, es mostrarnos, precisamente, el final del camino, la promesa hacia la cual dirigimos nuestros pasos. El Señor nos concede muchas veces probar un poco las delicias del paraíso, en medio de las vicisitudes de nuestra existencia, para fortalecernos y animarnos a construir el amor fiel de la entrega total. El peligro que tiene la pareja que comienza su camino de amor es pensar que todo él será un jardín de rosas y no se decidan a construir día a día y paso a paso, una relación fiel que los lleve a vivir en plenitud. Y el riesgo que corren los que están a punto de llegar a sus bodas de oro es que olviden que algún día su corazón vibró apasionadamente y que lo que han ido edificando a lo largo de tantos años es exactamente lo que el Señor llama un amor que llega hasta el extremo.

ESCUCHAR A JESÚS

Cada vez tenemos menos tiempo para escuchar. No sabemos acercarnos con calma y sin prejuicios al corazón del otro. No acertamos a acoger el mensaje que todo ser humano nos puede comunicar. Encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a las personas, sin apenas detenernos a escuchar realmente a nadie. Se nos está olvidando el arte de escuchar.

Por eso tampoco resulta tan extraño que a los cristianos se nos haya olvidado, en buena parte, que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Sin embargo, solo desde esta escucha nace la verdadera fe cristiana.

Según el evangelista Marcos, cuando en la «montaña de la transfiguración» los discípulos se asustan al sentirse envueltos por las sombras de una nube, solo escuchan estas palabras: «¡Este es mi Hijo amado: escuchadle a él!».

La experiencia de escuchar a Jesús hasta el fondo puede ser dolorosa, pero es apasionante. No es el que nosotros habíamos imaginado desde nuestros esquemas y tópicos. Su misterio se nos escapa. Casi sin darnos cuenta nos va arrancando de seguridades que nos son muy queridas, para atraernos hacia una vida más auténtica.

Nos encontramos, por fin, con alguien que dice la verdad última. Alguien que sabe para qué vivir y por qué morir. Algo nos dice desde dentro que tiene razón. En su vida y en su mensaje hay verdad.

Si perseveramos en una escucha paciente y sincera, nuestra vida empieza a iluminarse con luz nueva. Comenzamos a verlo todo con más claridad. Vamos descubriendo cuál es la manera más humana de enfrentarnos a los problemas de la vida y al misterio de la muerte. Nos damos cuenta de los grandes errores que podemos cometer los humanos y de las grandes infidelidades de los cristianos.

Hemos de cuidar más en nuestras comunidades cristianas la escucha fiel a Jesús. Escucharle a él nos puede curar de cegueras seculares, nos puede liberar de desalientos y cobardías casi inevitables, puede infundir nuevo vigor a nuestra fe.

DESHUMANIZAR A JESÚS PARA DIVINIZARLO HA SIDO LA GRAN TRAMPA 

En los tres ciclos litúrgicos leemos, el segundo domingo de cuaresma, el relato de la transfiguración. Hoy leemos el de Marcos que es el más breve, aunque hay muy pocas diferencias con los demás sinópticos. Lo difícil para nosotros es dar sentido a este relato. Marcos coloca este episodio entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Hay una intención clara de contrarrestar ese lenguaje duro de la cruz.

Es descabellado que Jesús se dedicara a hacer una puesta en escena. Mucho menos que tratara de dar un caramelo a los más íntimos para ayudarles a soportar el trago de la cruz (cosa que no consiguió). Con ello estaría fomentando lo que tanto critica Marcos en todo su evangelio: El poner como objetivo último la gloria; aceptar que lo verdaderamente importante es el triunfo personal, aunque sea a través de la cruz.

La estructura del relato a base de datos del AT, nos advierte de que no se trata de un hecho histórico, sino de teología. No quiere decir que Dios realice un espectáculo de luz y sonido. Son solo experiencias subjetivas que, en un momento determinado, atestiguan la presencia de lo divino en un ser humano. La presencia de lo divino es constante en toda la realidad creada, pero el hombre puede descubrir esa realidad y vivirla de una manera experimental en un momento determinado de su vida.

A Dios nunca podemos acceder por los sentidos. Si en esa experiencia se dan percepciones sensoriales, se trata de fenómenos paranormales. Dios está en cada ser acomodándose a lo que es como criatura, no violentando nada de ese ser. La llegada a la existencia de todo ser es la consecuencia de la presencia divina en él. Esto no quiere decir que la experiencia de Dios no sea real. Quiere decir que Dios no está nunca en el fenómeno, sino en la esencia. “Si te encuentras al Buda, mátalo”.

Jesús, como ser humano, tuvo que luchar en la vida por descubrir su ser. El relato de hoy quiere decir que habitaba en él lo divino. Seguramente se trate de un relato pascual que se consideró oportuno retrotraer a la vida de Jesús. En los relatos pascuales se insiste en que ese Jesús Vivo es el mismo que anduvo con ellos por las tierras de Galilea. En la trasfiguración, se dice lo mismo, pero desde el punto de vista contrario. El Jesús que vive con ellos es ya el Cristo glorificado.

El relato, quiere demostrar que lo que descubrieron de Jesús después de su muerte, ya estaba en él durante su vida, aunque no fueron capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que nos hace ver el relato, antes de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad, no está añadido a ella. Este mensaje es muy importante a la hora de superar visiones demasiado maniqueas de Jesús.

Pedro, Santiago y Juan, los únicos a los que Jesús cambió el nombre. Eran buena gente, pero un poco duros de mollera. Necesitaron clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los demás. Los tres acompañan a Jesús en el huerto. Los tres son testigos de la resurrección de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús, que de pasión y muerte, ni hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús que quieren ser los primeros en su reino. Los tres demuestran que no entendieron el mensaje.

La montaña alta, la nube, la luz, la voz, el miedo, son todos elementos que aparecen en las teofanías del AT. El monte es una clara referencia al Sinaí. La nube fue signo de que Dios los acompañaba, sobre todo en el desierto. La nube trae agua, sombra, vida. Los vestidos blancos son signo de la divinidad. El hecho de que todos sean símbolos no disminuye en nada la profundidad del mensaje, al contrario, el lenguaje bíblico asegura la comprensión de los destinatarios, que eran todos judíos.

Moisés y Elías, además de ser los testigos de grandes teofanías, representan todo el AT, la Ley y los profetas. Significa que Jesús no se sacó su mensaje de la manga, sino que está en total acuerdo con el AT. Lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a Jesús. Hasta ahora, La Ley y los profetas eran la clave para descubrir la voluntad de Dios. Ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.

¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era mucho mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte que les había anunciado. Cuando les anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a Jesús: ¡Ni hablar! Ahora se encuentra a sus anchas. Manifiesta el mismo afán de gloria que a todos nos invade.

Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la “gloria”, y pretende retener el momento diciendo lo que piensa y manifestando su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero ahora no quieren bajar. Se habían acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin descartar la posibilidad de medrar. Al poner al mismo nivel a los tres personajes, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la Ley y los profetas están superados. La voz corrige la visión de Pedro.

¡Escuchadlo! En griego, “akouete autou” significa escuchadle a él solo. A Moisés y Elías los habéis escuchado hasta ahora. Llega el momento de escucharle a él. El AT es el mayor obstáculo para escuchar a Jesús. Hoy lo son los prejuicios que nos han inculcado sobre Jesús. Escuchar es la actitud del discípulo. En el Éxodo, escuchar a Dios es obedecerle. La Palabra que escuchamos nos arranca de nosotros mismos.

No contéis a nadie... Es la referencia más clara a la experiencia pascual. No tiene sentido hablar de lo que ellos ni estaban buscando ni habían descubierto. No sólo no contaron nada, sino que a ellos mismos se les olvidó. En el capítulo siguiente nos narra la petición de los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro termina negándolo ante una criada. Hechos impensables después de una tal visión.

Lo importante no es que Jesús sea el Hijo amado, sino que cada uno de nosotros somos el hijo amado como si fuéramos únicos. Dios nos está comunicando en cada instante su misma Vida y habla en lo hondo de nuestro ser en todo momento. Esa voz es la que debemos escuchar. No tenemos que aceptar la cruz para alcanzar gloria. No llegamos a la vida a través de la muerte. En la muerte está ya la Vida.

Debemos escuchar a Jesús para poder comprender la Ley y los Profetas, no al revés. Seguimos apegados al AT. El mensaje de Jesús nos viene grande. Como Pedro, lo más que hemos hecho, es ponerlo al mismo nivel que la Ley y los Profetas. El interpretar a Jesús desde el AT nos ha jugado una mala pasada.

 



domingo, 18 de febrero de 2024

I Domingo de Cuaresma – Ciclo B (Profundizar)

 I Domingo de Cuaresma – Ciclo B (Marcos 1, 12-55) – febrero 18, 2024
Génesis 9, 8-15 13; Salmo 24; 1 Pedro 3, 18-22



Evangelio según san Marcos 1, 12-15

En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio".

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

A lo largo del año nuestros pasos toman velocidad, nuestra mirada se dispersa y el corazón se va llenando de muchos sentimientos y deseos. La Cuaresma es un tiempo para detenernos, para bajar la velocidad, para ver y escuchar, para darnos cuenta cómo estamos y de qué está lleno el corazón. 

¿Cuál sentimiento predomina en tu corazón? ¿Qué deseos tienes? ¿Eso que sientes y deseas te lleva a más creer, más amar, más vivir; o te va colocando en "un desierto", seco e insoportable?

La Palabra nos dota de la "garrafa" con la que hay que emprender la Cuaresma, para darnos cuenta y para "saciar la sed" en el camino: La fe, la fe de que Dios tiene una alianza con nosotros, que hemos recibido su Espíritu, y que somos llamados a la vida buena.

Exclamemos hoy junto al salmista: "Descúbrenos, Señor, tus caminos..." y dispongamos el corazón a ir por ellos a su encuentro en esta Cuaresma. #FelizDomingo

Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto (...)” 

«Si ya has encontrado a Dios, avísame dónde está, porque yo llevo muchos años buscándolo y no lo encuentro». La tía Lucía me dejó caer hace un tiempo esas palabras que quedaron retumbando en mi alma como un eco sordo al fondo de un abismo... «Avísame dónde está...». Evidentemente, la frase condicional con la que comenzó fue la que más me inquietó: «Si ya has encontrado a Dios...». Es bien arriesgado decir que he encontrado a Dios, pero lo que sí no me da miedo decir es que descubro pistas de su presencia en la Palabra que ilumina la Vida y que invita a construir Comunidad. Como la tía Lucía, muchas personas que nos rodean nos piden señales, pruebas, huellas de Dios en su vida cotidiana. No es que no lo quieran ver; es que no lo ven por ninguna parte y de verdad están buscando el sentido de sus vidas.

El Señor Jesús, Palabra transparente de Dios en nuestra historia, conducido por el Espíritu, fue probado en el desierto. Lo que lo sostuvo, en medio de la tentación, fue el apoyo que encontró en la Escritura. Tal como lo describe el Evangelio de san Mateo, Jesús dijo ante la tentación: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios» (Mateo 4,4); más adelante añadió: «No pongas a prueba al Señor tu Dios» (Mateo 4,7); y, por último, dijo; «Adora al Señor tu Dios y sírvelo sólo a él» (Mateo 4,10). Tres referencias a la Escritura con las que Jesús supo defenderse de las tentaciones que lo acosaban de muchas formas: Deseos de lucirse ante los demás haciendo milagros: “Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes”. Deseos de tener honores y ser reconocido por los demás: “Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo (...)”. Deseos de poder y dominación: “Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras”.

¡Cuántas veces sentimos la tentación de tener el poder de hacer milagrosamente lo que queremos! Como convertir las piedras en panes... ¡Cuántas veces sentimos la tentación de probar a Dios exigiéndole lo imposible! Como lanzarse al vacío desde lo alto del templo, esperando que los ángeles vengan a rescatarnos... ¡Cuántas veces sentimos la tentación dominar a los demás arrodillándonos ante dioses falsos! Como cuando colocamos el poder, el tener y el saber por encima del ser mismo de cada persona...

Hay que notar que en la segunda tentación, el mismo tentador cita la Escritura para presentar al Señor su tentación: “Si de veras eres Hijo de Díos, tírate abajo; porque la Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con piedra alguna”. La habilidad del mal llega a valerse de la Escritura para poner zancadillas a gente buena. Por eso la invitación del Señor no es a referirse a la Escritura como arrancando frases de sus contextos literarios, ni para lanzarlas sin más sobre nuestros contextos existenciales. De lo que se trata es de saber apoyarnos en su Palabra para desentrañar el misterio de Dios en el corazón de nuestra propia historia. ¿Cómo vamos a encontrar a Dios en medio de nuestras vidas si no nos encontramos cotidianamente con su Palabra? Confío en que esto le haya servido de pista a la tía Lucía, y a tantas otras personas que buscan sinceramente el sentido de sus vidas, para que algún día puedan decirme que se han encontrado cara a cara con Dios. 

ESCUCHAR LA LLAMADA A LA CONVERSIÓN 

«Convertíos, porque está cerca el reino de Dios». ¿Qué pueden decir estas palabras a un hombre o una mujer de nuestros días? A nadie nos atrae oír una llamada a la conversión. Pensamos enseguida en algo costoso y poco agradable: una ruptura que nos llevaría a una vida poco atractiva y deseable, llena solo de sacrificios y renuncia. ¿Es real mente así?

Para comenzar, el verbo griego que se traduce por «convertirse» significa en realidad «ponerse a pensar», «revisar el enfoque de nuestra vida», «reajustar la perspectiva». Las palabras de Jesús se podrían escuchar así: «Mirad si no tenéis que revisar y reajustar algo en vuestra manera de pensar y de actuar para que se cumpla en vosotros el proyecto de Dios de una vida más humana».

Si esto es así, lo primero que hay que revisar es aquello que bloquea nuestra vida. Convertirnos es «liberar la vida» eliminando miedos, egoísmos, tensiones y esclavitudes que nos impiden crecer de manera sana y armoniosa. La conversión que no produce paz y alegría no es auténtica. No nos está acercando al reino de Dios.

Hemos de revisar luego si cuidamos bien las raíces. Las grandes decisiones no sirven de nada si no alimentamos las fuentes. No se nos pide una fe sublime ni una vida perfecta; solo que vivamos confiando en el amor que Dios nos tiene. Convertirnos no es empeñarnos en ser santos, sino aprender a vivir acogiendo el reino de Dios y su justicia. Solo entonces puede comenzar en nosotros una verdadera transformación.

La vida nunca es plenitud ni éxito total. Hemos de aceptar lo «inacabado», lo que nos humilla, lo que no acertamos a corregir. Lo importante es mantener el deseo, no ceder al desaliento. Convertirnos no es vivir sin pecado, sino aprender a vivir del perdón, sin orgullo ni tristeza, sin alimentar la insatisfacción por lo que deberíamos ser y no somos. Así dice el Señor en el libro de Isaías: «Por la conversión y la calma seréis liberados» (30,15).


JESÚS FUE AL DESIERTO PARA DILUCIDAR EL SENTIDO DE SU MESIANISMO

Durante siglos, hemos puesto en el perdón de Dios la meta de nuestras relaciones con Él. Esta idea de Dios está en las antípodas del evangelio. Jesús nos dice que el perdón es el punto de partida. Nuestro concepto de pecado se basaba en el mito de la ruptura. A partir de ahí, la religiosidad consistía en una recuperación de lo perdido. Hoy tenemos datos para intentar otra solución al problema. Somos fruto de la evolución y seguimos avanzando. Vamos de menos a más y nuestra preocupación debe ser acelerar la marcha.

El pecado es una de las experiencias más dolorosas y humillantes del ser humano. Lo que tenemos que superar es una explicación demasiado primitiva de “fallo” y descubrir un modo de afrontarlo que pueda ser útil para superarlo eficazmente. El mal no tiene nada de misterio. Es consecuencia inevitable de nuestra condición de criaturas limitadas. Una inercia de tres mil millones de años de evolución, que nos empuja hacia el individualismo, no puede ser contrarrestada por unos cientos de miles de años de trayectoria humana.

El primer objetivo del ser vivo fue mantener esa vida contra todas las agresiones externas e internas. Esta experiencia se va almacenando en el ADN. Gracias a él, la vida no solo se conservó, sino que fue alcanzando cotas más altas de perfección, hasta llegar al “homo sapiens”. Su relativa perfección permite al hombre unas relaciones completamente distintas; ahora fundadas en la armonía. Pero permanece el instinto de conservación que le lleva al individualismo. Debemos superar esa visión miope por un nuevo conocimiento.

Fijaos bien que los tres temas clásicos de la cuaresma son: Oración, ayuno, limosna. En ellos quedan resumidas todas las posibles relaciones humanas: con Dios, con uno mismo, con los demás. Con las cosas tendríamos que añadir hoy. Nuestra calidad humana depende de la calidad de las relaciones. Si no sobrepasan lo instintivo, esas relaciones estarán basadas en un individualismo feroz. Si esas relaciones están basadas en el conocimiento de tu auténtico ser, te llevarán a la armonía con todos los demás seres.

El hecho de que Marcos sea tan breve, siendo el primero que escribió, nos está diciendo que, en Mateo y Lucas, se trata de una elaboración progresiva, y no de un olvido de los detalles por parte del primero. También pudiera ser que Mateo y Lucas encontraran ya el relato ampliado en la fuente Q, anterior a Marcos. En todo caso, esas diferencias nos están demostrando el carácter simbólico del relato, más allá de las limitaciones de tiempo y lugar. Mc está planteando en tres líneas toda la trayectoria humana de Jesús.

El objetivo del relato es distinto en cada uno de los sinópticos. Mc no pretende ponernos en guardia sobre las clases de tentaciones que podemos experimentar. En él no hay tres tentaciones, porque plantea toda la vida de Jesús como una constante lucha contra el mal. En el evangelio de Marcos no vuelve a aparecer Satanás. Su lugar lo van a ocupar instituciones y personas de carne y hueso, que a través de toda la obra intentarán apartar a Jesús de su misión liberadora. La tentación está siempre a nuestro alrededor. De aquí parte la necesidad que nosotros también tenemos de ayuno, oración y limosna.

Inmediatamente. Comienza la lectura de hoy con la anodina frase de siempre “en aquel tiempo”. Es interesante saber que en el versículo anterior nos habló de la bajada del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Es muy significativo que el Espíritu se ponga a trabajar, de inmediato. Toda la actuación de Jesús se realiza bajo la fuerza del Espíritu. El Espíritu, no es todavía el “Espíritu Santo” según la idea que se desarrolló en los siglos VI y V; se trata de la fuerza de Dios que le capacita para actuar.

El Espíritu le empujó. El verbo griego empleado es “ekballo” = Empujar, echar fuera. No se trata de una amable invitación, sino de una acción que supone violencia. El mismo verbo que el domingo pasado empleó Jesús para despedir al leproso. El Espíritu le arrastra al desierto. Al recibir el Espíritu en el bautismo, Jesús no queda inmunizado de la lucha contra el maligno. Como todo hijo de vecino (hijo de hombre), Jesús tiene que debatirse en la vida para alcanzar su plenitud. Precisamente por haber alcanzado la meta como ser humano, está capacitado para marcarnos el camino a nosotros.

Al desierto. El desierto es el lugar teológico de la lucha, de la prueba; y, superada la prueba, del encuentro con Dios. Es imposible comprender todo el simbolismo del desierto para el pueblo judío. La clave de su historia religiosa se encuentra en el desierto. Jesús sufre las mismas tentaciones que Israel, pero las supera. No se trata del desierto físico, sino del símbolo de la lucha. Es muy significativo que todos los evangelios nos hagan ver cómo Jesús encontrará a Satanás en su mismo pueblo.

Se quedó en el desierto cuarenta días. El número cuarenta es otra clave simbólica para entender el relato: 40 días duró el diluvio, 40 años pasó el pueblo judío en el desierto. 40 días estuvo Moisés en el Sinaí. 40 días fueron necesarios para que se conviertan los ninivitas. 40 días camina Elías por el desierto. No se trata de señalar un tiempo cronológico, sino de evocar una serie de acontecimientos salvíficos en la historia del pueblo judío, que quedarán superados por la experiencia de Jesús.

Tentado por Satanás. “Peireo” indica más bien una prueba que hay que superar. No puede haber un aprobado si no hay examen. ‘Satán’ significa el que acusa en el juicio, exactamente lo contrario que ‘paráclito’, el que defiende en un juicio. En Mateo y Lucas las tentaciones tienen lugar al final de los cuarenta días de ayuno. En Marcos no aparece el ayuno por ninguna parte y la tentación abarca todo el tiempo que duró el retiro en el desierto. Marcos no nos habla de penitencia, sino de lucha por comprenderse en Dios.

Estaba entre las fieras. La traducción oficial de alimañas condiciona la interpretación. El texto griego y el latino dice: animales salvajes concretos, conocidos por todos. Puede entenderse como que Jesús está en la vida en medio de todas las fuerzas que condicionan al hombre, unas buenas (Espíritu, ángeles), otras malas (Satanás, fieras) Pero también podría aludir a los tiempos idílicos del paraíso, donde la armonía entre seres humanos y la naturaleza entera será total. Recordemos que el tiempo mesiánico se había anunciado como una etapa de armonía entre hombres, naturaleza y fieras.

Y los ángeles le servían. El verbo que emplea es “diakoneô” que significa servir, pero con un matiz de afecto personal en el servicio. En el NT “diaconía” es un término técnico que expresa la actitud vital de servicio, de los seguidores de Jesús. Su primer significado en griego clásico era “servir a la mesa”. Pero aquí este significado iría en contra de todo el sentido del relato, porque indicaría que, en vez de ayunar, era alimentado por los ángeles. Seguramente quieren hacer un contrapeso al diablo que le tentaba.

I Domingo de Cuaresma – Ciclo B (Reflexión)

 I Domingo de Cuaresma – Ciclo B (Marcos 1, 12-55) – febrero 18, 2024

Génesis 9, 8-15 13; Salmo 24; 1 Pedro 3, 18-22



Primer domingo Cuaresma: tiempo de preparación, reflexión, conversión, a través del ayuno, la limosna y la oración, es un tiempo de preparación para la Pascua del Señor.

Evangelio según san Marcos 1, 12-15

En aquel tiempo, el Espíritu impulsó a Jesús a retirarse al desierto, donde permaneció cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivió allí entre animales salvajes, y los ángeles le servían.

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: "Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio".

Reflexión:

¿Cómo tomo mis decisiones?

Cada uno de nosotros, en nuestra vida, vamos aprendiendo desde niños, a tomar decisiones, desde las más triviales, hasta las más importantes de nuestra vida. Decidimos en base a lo que hemos aprendido, en casa, la escuela, en las relaciones interpersonales y las experiencias vividas… también entran en juego las emociones del momento, y como manejo los sentimientos que tengo en ese momento; así, ante lo que queremos (o deseamos) y lo que nos presenta la realidad, nos implica que hay que elegir.

Una tentación es una propuesta que, cuando la elijo, y “caigo” en su trampa, tiene como consecuencia que me aleja de lo que es bueno para mí y me desvía hacia lo que no me conviene. En este tiempo de Cuaresma, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre cambiar la manera en tomo mis decisiones, de cómo y qué elijo, para poder hacerlo de mejor manera, a la manera de Jesús.

Las tentaciones que tuvo Jesús, por parte de satanás, también son las que experimentamos nosotros en la vida ordinaria (avaricia, vano honor y deseos de poder); y justo, este tiempo de Cuaresma, es para revisar nuestra manera de vivir y elegir, para cambiar, es una invitación a “arrepentirse” de las malas decisiones, tomando conciencia de ellas, para hacerlo de mejor manera de ahora en adelante; a “creer en el Evangelio”, que es la buena notica que nos enseña Jesús, para “no caer en las tentaciones” (cómo pedimos en el Padrenuestro).

Podemos pensar que, nadie en sano juicio, elegiría algo malo, en lugar de lo bueno; sin embargo, lo hacemos, consiente o inconscientemente, por ello; necesitamos aprender a discernir y elegir lo que sea de bien, para mí y los demás, que sea a favor de la vida y lo que da sustento a la misma (el planeta: con su flora y fauna, terrestre y marítima, el aire y el agua).

El camino de Cuaresma, hacia la Pascua (paso a una vida nueva, mejor), nos lleva a cruzar por nuestros desiertos, para allí, en la soledad, reconocer las fallas y liberarnos de lo que nos impide tener una vida plena.

¿Qué daña mis relaciones interpersonales?... ¿Cómo estar en armonía con la creación?... ¿Cómo liberarme de mis afecciones desordenadas?

PD. Para escuchar el mensaje del Papa Francisco para esta Cuaresma: https://tinyurl.com/2b7te2rm

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

sábado, 10 de febrero de 2024

VI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

 VI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 40-45) – febrero 11, 2024 
Levítico 13, 1-2. 44-46; Salmo 31; 1 Corintios 10,31-11,1


En este domingo, seguimos contemplando como Jesús, sigue sanando a enfermos y excluidos; termina la primera etapa del tiempo ordinario, al que volveremos después de la Pascua.

Evangelio según san Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.

Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

 

Reflexión:

¿Qué necesito me sea curado?

En este pasaje del evangelio (continuación del domingo anterior), vemos como Jesús presta atención a quién lo busca. Cada uno de nosotros tiene “algo” que necesita ser curado o sanado; son esas “manchas escamosas o una mancha blanca y brillante, síntomas de lepra…” (Lev 13, 1-2) las cuales podrían representar hoy, nuestros desaciertos (fallas o pecados), vicios descontrolados, heridas que tenemos en el corazón o incluso las etiquetas que nos ponen por pensar y actuar diferente, que de una u otra manera nos separan y excluyen de la comunidad e impiden que tengamos una vida digna.

Miremos las actitudes de Jesús: escucha la súplica… tiene compasión por el que sufre… se acerca y lo toca… y ocurre el milagro (del latín mirus (maravilloso) y oculus (ojo), este término significa, literalmente, "lo que es maravilloso a los ojos”) … lo sana, le da nueva vida, lo reincorpora a la comunidad.

Jesús puede hacer milagros en cada uno de nosotros, pero, primero hay que reconocer lo que tiene que ser sanado en mí; luego, con fe, acercarme a Jesús, y como el leproso, decirle “Si tú quieres, puedes curarme”.

Lo que hace Jesús, no es para lucirse o ser popular, es para regresarnos la dignidad, reintegrarnos a la sociedad y que podamos vivir fraternamente en ella; esa es su buena noticia, el milagro, de Jesús.

Al experimentar la cercanía de Jesús, en nuestra vida, como el leproso, no podremos quedárnoslo solo para nosotros, lo “compartiremos”, “divulgaremos” y como Pablo diremos, “sin buscar mi propio interés, sino el de los demás, para que se salven. Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo” (1 Cor 10,31-11,1).

PD. El próximo miércoles comienza la Cuaresma, tiempo de preparación espiritual para contemplar al Resucitado y restaurar nuestras vidas. Abrirnos a la alegría y esperanza que remueve las piedras del sepulcro. ¡Contemplar a Jesús vivo en los demás!  Compartimos un itinerario de oración diaria para vivirla, aquí: https://bit.ly/LecturaOranteDiaria

¿Qué milagros he experimentado en mi vida?... ¿Quiénes son los excluidos (leprosos) en mi comunidad?... ¿Cómo hacer “milagros” como Jesús?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

VI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Profundizar)

 VI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 40-45) – febrero 11, 2024
Levítico 13, 1-2. 44-46; Salmo 31; 1 Corintios 10,31-11,1



Evangelio según san Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.

Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

Hoy el Evangelio nos narra la historia de un hombre enfermo de lepra, que sufría por su enfermedad, pero también por lo que la sociedad e iglesia habían determinado para él: culpa, exclusión y soledad. Este hombre no se resignó, desafió el mandato impuesto sobre él, rompió con su condena y fue al encuentro con Jesús, y Éste, otro "transgresor" de las prescripciones de la ley, lo acogió, y con ello antes de sanarlo de su enfermedad, lo liberó de la exclusión y la soledad.

Sigan el ejemplo de Jesús, dice San Pablo, esa es llamada de la Palabra este domingo. ¿Quiénes son hoy los excluidos, condenados a la soledad de nuestros tiempos? ¿Cómo te relacionas con ellos? ¿excluyes o incluyes? 

Quizás estás como el "leproso", condenado a quedar fuera, solo y sin esperanza. Pareciera que deja de haber lugar para ti. ¿A qué te llama el Señor hoy?

En Cristo siempre vivimos y encontramos el horizonte de la vida, exclamemos con el salmista: "Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación". #FelizDomingo

Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad ” 

Alcohólicos Anónimos (A.A.) es una organización fundada en 1935 por un corredor de bolsa de Nueva York y un médico de Ohio (ambos ya fallecidos), que se consideraban borrachos desesperados. Su intención era ayudar a otros que sufrían de la enfermedad del alcoholismo. A.A. creció con la formación de grupos autónomos, primero en los Estados Unidos y luego por todo el mundo.

En virtud de que la ciencia médica dictaminó que el alcoholismo es una enfermedad, la persona deberá tomar en cuenta que nadie puede rehabilitarse si no se acepta la enfermedad. Entonces la persona, que con sinceridad quiere dejar de beber, debe aceptar su incapacidad por controlar la bebida; de lo contrario le podrá causar la locura o la muerte prematura. Por tanto, el criterio con el que se trabaja en A.A. es que los alcohólicos son personas enfermas que pueden recuperarse si siguen un sencillo programa que ha demostrado tener éxito para más de dos millones de hombres y mujeres a lo largo y ancho del mundo. La experiencia demuestra que el programa de A.A. funcionará para todos los alcohólicos que son sinceros en sus esfuerzos por dejar de beber y que, por lo general, no funcionará para aquellos que no tienen la certeza absoluta de que quieran hacerlo.

Los Doce Pasos de A.A. son los siguientes: (1) Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables. (2) Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio. (3) Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos. (4) Sin miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos. (5) Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos. (6) Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de carácter. (7) Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos. (8) Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos. (9) Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros. (10) Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente. (11) Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla. (12) Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos.

El leproso que se acerca a Jesús, pidiendo ser curado de su enfermedad, necesitó reconocerla primero y, al mismo tiempo, confió en que este profeta tenía la fuerza para sanarlo. El Señor le pide que solamente cumpla con las ofrendas que manda la ley de Moisés por su curación, pero que no se lo diga a nadie más; sin embargo, el leproso “se fue y comenzó a contar a todos lo que había pasado”. Como los alcohólicos anónimos, no podía dejar de llevar a otros el mensaje de su propia experiencia de salvación.

CONTRA LA EXCLUSIÓN 

En la sociedad judía, el leproso no era solo un enfermo. Era, antes que nada, un impuro. Un ser estigmatizado, sin sitio en la sociedad, sin acogida en ninguna parte, excluido de la vida. El viejo libro del Levítico lo decía en términos claros: «El leproso llevará las vestiduras rasgadas y la cabeza desgreñada... Irá avisando a gritos: Impuro, impuro. Mientras le dura la lepra será impuro. Vivirá aislado y habitará fuera del poblado» (13,45-46).

La actitud correcta, sancionada por las Escrituras, es clara: la sociedad ha de excluir a los leprosos de la convivencia. Es lo mejor para todos. Una postura firme de exclusión y rechazo. Siempre habrá en la sociedad personas que sobran.

Jesús se rebela ante esta situación. En cierta ocasión se le acerca un leproso avisando seguramente a todos de su impureza. Jesús está solo. Tal vez los discípulos han huido horrorizados. El leproso no pide «ser curado», sino «quedar limpio». Lo que busca es verso liberado de la impureza y del rechazo social. Jesús queda conmovido, extiende su mano, «toca» al leproso y le dice: «Quiero. Queda limpia».

Jesús no acepta una sociedad que excluya a leprosos e impuros. No admite el rechazo social hacia los indeseables. Jesús toca al leproso para liberarlo de miedos, prejuicios y tabúes. Lo limpia para decir a todos que Dios no excluye ni castiga a nadie con la marginación. Es la sociedad la que, pensando solo en su seguridad, levanta barreras y excluye de su seno a los indignos.

Hace unos años pudimos escuchar todos la promesa que el responsable máximo del Estado hacía a los ciudadanos: «Barreremos la calle de pequeños delincuentes». Al parecer, en el interior de una sociedad limpia, compuesta por gentes de bien, hay una «basura» que es necesario retirar para que no nos contamine. Una basura, por cierto, no reciclable, pues la cárcel actual no está pensada para rehabilitar a nadie, sino para castigar a los «malos» y defender a los «buenos».

Qué fácil es pensar en la «seguridad ciudadana» y olvidarnos del sufrimiento de pequeños delincuentes, drogadictos, prostitutas, vagabundos y desarraigados. Muchos de ellos no han conocido el calor de un hogar ni la seguridad de un trabajo. Atrapados para siempre, ni saben ni pueden salir de su triste destino. Y a nosotros, ciudadanos ejemplares, solo se nos ocurre barrerlos de nuestras calles. Al parecer, todo muy correcto y muy «cristiano». Y también muy contrario a Dios.

 

 

JESÚS LIBERABA AL ACEPTAR A TODOS SIN RESERVA

Seguimos en el primer capítulo de Marcos. Después de un enunciado general, que resume su manera habitual de actuar, nos narra la curación de un leproso. El leproso no tiene nombre. Tampoco se habla de tiempo y lugar determinados. Se trata de una generalización de la manera de actuar de Jesús con los oprimidos. Se advierte una falta total de lógica narrativa. Apenas ha pasado un día de la predicación de Jesús y ya le conocen hasta los leprosos que vivían en total aislamiento de la sociedad. 

La lepra era el motivo más radical de marginación. Lo que se entendía por lepra en la antigüedad, no coincide con lo que es hoy esa enfermedad concreta. Más bien se llamaba lepra a toda enfermedad de la piel que se presentara con un aspecto más o menos repugnante. Tanto la lepra como las normas sobre la enfermedad no son originales del judaísmo. Esas normas nos parecen hoy inhumanas, pero no tenían otra manera de defenderse de una enfermedad que podía causar estragos.

Se acercó, suplicándole: Si quieres puedes limpiarme. Esta actitud indica a la vez valentía, porque se atreve a transgredir la Ley, pero también el temor a ser rechazado. Se puede descubrir una complicidad entre el leproso y Jesús. Los dos van más allá de la Ley. La liberación solo es posible a través de una relación profundamente humana. Si no salimos de la trampa de un poder divino para hacer milagros, nunca entenderemos el verdadero mensaje del evangelio. Jesús libera, humaniza, porque trata humanamente a los demás. De ese modo les devuelve la capacidad de ser humanos.

Sintiendo lástima. La devaluación del significado de la palabra “amor” nos obliga a buscar un concepto más adecuado para expresar esa realidad. En el NT, 'compasivo' se dice solo de Dios y de Jesús. Es la acción de Dios manifestada a través de los sentimientos humanos. La compasión era ya una de las cualidades de Dios en el AT. Jesús la hace suya en toda su trayectoria. Es una demostración de que para llegar a lo divino no hay que destruir lo humano. La compasión es la forma más humana de amor.

Le tocó. El significado del verbo griego aptw no es en primer lugar tocar, sino sujetar, atar, enlazar. Este significado nos acerca más a la manera de actuar de Jesús. Quiere decir que no solo le tocó un instante, sino que mantuvo esa postura durante un tiempo. Había que traducirlo por 'le dio la mano' o le abrazó. Teniendo en cuenta lo que acabamos de decir de la lepra, podemos comprender el profundo significado del gesto, suficiente por sí mismo para hacer patentar la actitud de Jesús. No solo está por encima de la Ley, sino que asume el riesgo de contraer la lepra.

Quiero... La simplicidad del diálogo esconde una riqueza de significados: Confianza total del leproso y respuesta que no defrauda. No le pide que le cure, sino que le limpie. Por tres veces se repite el verbo kadarizw, limpiar, verbo que significa también, liberar. Nos lanza más allá de una simple curación. Desaparece la enfermedad y le restituye en su plena condición humana: Le devuelve su condición social y su integración religiosa. Vuelve a sentir la amistad de Dios, que era el valor supremo para un judío.

Lo echó fuera… y cuando salió… La segunda parte del relato es de una gran importancia. Se supone que estaban en un lugar apartado del pueblo, sin embargo, el texto griego dice literalmente: lo expulsó fuera, y del leproso dice: cuando salió. Una vez más nos está empujando a una comprensión espiritual. Jesús no quiere que continúe junto a él y lo desprecie inmediatamente; eso sí, con el encargo de no contarlo y de presentarse ante el sacerdote. Una vez más, Marcos manifiesta el peligro de que las acciones de Jesús a favor del marginado fueran mal interpretadas.

¡Qué curioso! Jesús acaba de saltarse la Ley a la torera, pero exige al leproso que cumpla lo mandado por Moisés. Hay que estar muy atento para descubrir el significado. Jesús no está contra la Ley, sino contra las injusticias y tropelías que se cometían en nombre de ella. Él mismo tuvo que defenderse: no he venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud. Jesús se salta la Ley cuando le impide estar a favor del hombre. Presentarse al sacerdote era el único modo que tenía el leproso de recuperar su estatus social.

El evangelio nos dice que las consecuencias de la proclamación, de hecho, fueron nefastas para Jesús. Si había tocado a un leproso, él mismo se había convertido en apestado. “Y no podía ya entrar abiertamente en ningún pueblo”. Las consecuencias de la divulgación del hecho, podrían también ser nefastas para el leproso. Era el sacerdote el único que podía declarar puro al contagio. Los sacerdotes podían ponerle dificultades si tenían conocimiento de cómo se había producido la curación.

La lepra producía exclusión porque la sociedad era incapaz de protegerse de ella por otros medios. Hoy la sociedad sigue creando marginación por la misma razón, no encuentra los cauces adecuados para superar los peligros que algunas conductas suponen para ella. No somos todavía capaces de hacer frente a esos peligros con actitudes humanas. Tenemos que recurrir a métodos deshumanizadores.

Jesús se pone al servicio del hombre sin condiciones, mostrándonos lo que tenemos que hacer nosotros. Dios no tiene nada que ver con la injusticia, ni siquiera cuando está amparada por la ley humana o divina. Jesús se salta a la torera la Ley, tocando al leproso. Ninguna ley humana, sea religiosa, sea civil, puede tener valor absoluto. Lo único absoluto es el bien del hombre. Pero para la mayoría de los cristianos sigue siendo más importante el cumplimiento de la ley que el acercamiento al marginado.

No creo que haya uno solo de nosotros que no se haya sentido leproso y excluido por Dios. El pecado es la lepra del espíritu, que es mucho más dañina que la del cuerpo. Es un contrasentido que, en nombre de Dios, nos hayan separado de Dios. El evangelio de Jesús es buena noticia. El Dios de Jesús es Padre porque es Ágape. De Él, nadie se tiene que sentir apartado. La experiencia de ser aceptado por Dios es el primer paso para no excluir a los demás. Si partimos de la idea de un Dios que excluye, encontraremos mil razones para excluir en su nombre.

Seguimos aferrados a la idea de que la impureza se contagio, pero el evangelio nos está diciendo que la pureza, el amor, la libertad, la salud y la alegría también. Seguimos justificando demasiados casos de marginación bajo pretexto de permanecer puros. ¡Cuántas leyes deberíamos saltarnos hoy para ayudar a todos los marginados a reintegrarse en la sociedad y permitirles volver a sentirse seres humanos!

 

Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B (Reflexión)

  Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B (Juan 10, 11-18) – Abril 28, 2024 Hechos 9, 26-31; Salmo 21; 1 Juan 3, 18-24 Quinto Domingo de Pascua: ...