jueves, 17 de julio de 2025

Domingo XVI de Tiempo Ordinario – (Profundizar)

 Domingo XVI de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 10, 38-42) – julio 20, 2025 
Génesis 18,1-10; Salmo 14; Col 1, 24-28

 

Evangelio según san Lucas 10, 38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: "Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude". El Señor le respondió: "Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará".  

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Muchos.

 

UNA COSA NECESARIA 

Casi sin darnos cuenta, las actividades de cada día van modelando nuestra manera de ser. Si no somos capaces de vivir desde dentro, los acontecimientos cotidianos tiran de nosotros y nos llevan de un lado para otro, sin otro horizonte que la preocupación de cada día. Por eso es bueno que escuchemos las palabras de Jesús a aquella mujer tan activa y trabajadora: «Marta, Marta: andas inquieta y nerviosa con tantas cosas, y solo una es necesaria».

Agitados por tantas ocupaciones y preocupaciones, necesitamos tomarnos de vez en cuando un tiempo de descanso para sentirnos de nuevo vivos. Pero necesitamos además pararnos y encontrar el sosiego necesario para recordar de nuevo «lo importante» de la vida.

Las vacaciones tendrían para nosotros un contenido nuevo y enriquecedor si fuéramos capaces de responder a estas dos sencillas preguntas: ¿cuáles son las pequeñas cosas de la vida que la falta de sosiego, de silencio y de oración han agrandado indebidamente hasta llegar a matar en mí el gozo de vivir?, ¿cuáles son las cosas importantes a las que he dedicado poco tiempo, empobreciendo así mi vida diaria?

En el silencio y la paz del descanso podemos encontrarnos más fácilmente con nuestra propia verdad, pues volvemos a ver las cosas tal como son. Y podemos también encontrarnos con Dios para descubrir en él no solo la fuerza para seguir luchando, sino también la fuente última de la paz.

Recordemos la experiencia de «abandono en Dios» predicada con tanta hondura por el Maestro Eckhart y tan bellamente comentada por Dorothee Sölle: «No necesito aferrarme a mí, puesto que soy sostenido. No necesito cargar con el peso, porque soy soportado. Puedo salir de mí mismo y entregarme».

Cuando somos capaces de encontrar en Dios nuestro descanso y nuestra paz interior, la vacación se convierte en gracia. Tal vez una de las mayores gracias que podemos recibir en medio de nuestra vida tan agitada y nerviosa.

 

DEBEMOS INTEGRAR EN NOSOTROS A MARTA Y A MARÍA 

Ya me gustaría tener una mayor capacidad de persuasión, porque vamos a tratar un tema crucial en toda verdadera espiritualidad. En todos los tiempos ha habido falsos místicos que se contentaron con meditar sin preocuparse por los demás. Y en todos los tiempos ha habido una falsa dedicación a los demás sin una verdadera meditación profunda.

Este relato lo narra solamente el evangelio de Lucas, pero encontraría un marco más adecuado en el de Juan. En Juan todos los relatos son simbólicos y es inútil buscar el ellos informaciones históricas de lo que pudo pasar. Esto pasa con el relato que comentamos.

Para interpretarlo correctamente el primer obstáculo es seguir pensando en una historia de dos hermanas. El relato es una parábola en toda regla. Marta y María son personajes que encarnan los dos aspectos de un verdadero seguimiento de Jesús.

La contemplación y la acción son dos hermanas. Pero además son gemelas, es decir, nacidas del mismo óvulo y, por lo tanto, idénticas. Pero es que, además, son siamesas, es decir, están unidas por partes esenciales de su cuerpo. Separarlas sería asesinarlas a las dos. Aunque a través de la historia del cristianismo se ha intentado separarlas con frecuencia.

No tiene ningún sentido haber sacado de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. Si son inseparables no puede haber superioridad.

Tampoco es correcto el interpretar este evangelio como fundamento para defender un cristianismo a dos velocidades: 1ª los de la vida contemplativa; 2ª los que se dedican a la vida activa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo sin entidad alguna.

Toda contemplación que se quede ensimismada en ella mismo sin empujar a la acción sería una ensoñación ilusoria. Y toda acción que no tenga su origen en una auténtica contemplación no pasaría de una programación que en nada enriquecería a la persona. En ningún caso puede haber una contemplación sin acción, ni acción sin contemplación.

El principal escollo para aceptar esta interpretación es que tenemos una idea equivocada de la contemplación. Pensamos que contemplar es cosa solo de místicos que adentran en experiencia sobrehumanas. Este es un error que tenemos que superar. Todo el que busca descubrir lo esencial de sí mismo en lo hondo de su ser, está contemplando.

Estas ideas no son novedosas. Al principio del S. XV, el Maestro Eckhart, explicando este pasaje del evangelio, lo dejó meridianamente claro. Decía que Marta aventajaba a María en el seguimiento de Jesús, porque María estaba aprendiendo, pero Marta estaba poniendo en práctica lo que ya había aprendido. Una intuición que pasó desapercibida durante siglos.

Para terminar una observación muy simple. La contemplación de la que aquí hablamos no consiste en un mayor conocimiento de las realidades trascendentes ni del mensaje de Jesús. Aquí contemplar significa bajar a lo hondo del ser y descubrir nuestra esencia.


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