sábado, 27 de enero de 2024

IV Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

IV Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 21-28) 
Deuteronomio 18, 15-20; Salmo 94; Corintios 7, 32-35  

Continuamos este domingo, conociendo a Jesús: su manera de ser, enseñar y hacer el bien...

Evangelio según san Marcos 1, 20-28

En aquel tiempo, se hallaba Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: "¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Jesús le ordenó: "¡Cállate y sal de él!" El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: "¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen". Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

Reflexión:

¿Qué me asombra de Jesús?

Para poder conocer y entender a una persona, primero hay que escucharla, con atención, para comprender sus mensajes e intenciones; lo mismo pasa con Jesús, hay que escucharlo, para que podamos cada uno saber, de primera mano, cual es su buena nueva.

En la primera lectura (Dt 18, 15-20) es Jesús, a quien se refiere Moisés: “Dios hará surgir en medio de ustedes, entre sus hermanos, un profeta como yo. A él lo escucharán; además, nos advierte lectura que tenemos que estar atentos, para no ser engañados por quién “se atreva a decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de otros dioses, será reo de muerte”

Ignacio de Loyola, en los ejercicios espirituales nos ayuda con reglas de discernimiento de espíritus, para saber distinguir los engaños del mal, que nos alejan del bien que podríamos hacer, si seguimos al buen espíritu, al espíritu de Dios.

Jesús, en los evangelios, se nos revela, nos dice quién es, como es, como actúa y que hace para cumplir la misión encomendada por su Padre: sanarnos, salvarnos, para que tengamos una vida abundante (cfr. Jn 10,10). En el pasaje de hoy, lo que hace Jesús a la persona poseída, es librarlo del espíritu inmundo (del maligno, del mal espíritu) que no lo deja vivir … el mal no puede contra Dios, pero a nosotros, sí que nos puede engañar y vencer, y ello nos destruye, como personas, como comunidad.

Lo que dice y hace Jesús, lo hace con congruencia, habla sobre el bien y lo hace, porque tiene la facultad (autoridad) de ello, como ungido de Dios; quienes lo escuchan, quienes lo ven actuar, claro que se sorprenden… como cada uno de nosotros, si le ponemos atención a sus palabras, a sus enseñanzas y a sus acciones, de seguro nos sorprenderá que, todo – todo – todo, lo que enseña, dice y hace es para nuestro bien.

Así, toma sentido lo que nos dice san Pablo: “vivan sin preocupaciones (confiando en el Señor), … tal como conviene” (cfr. Cor 7, 32-35)

¿Cómo escuchar y conocer mejor a Jesús?... ¿Cómo dejarme sorprender por él?... ¿Cómo puedo aumentar mi confianza y poner mi vida en sus manos?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 


IV Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B

IV Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 21-28) – enero 28, 2024 
Deuteronomio 18, 15-20; Salmo 94; Corintios 7, 32-35 

Evangelio según san Marcos 1, 20-28

En aquel tiempo, se hallaba Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: "¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios". Jesús le ordenó: "¡Cállate y sal de él!" El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: "¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen". Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

Reflexiones Buena Nueva

Somos poseídos por "espíritus inmundos" que nos hacen pensar, hacer y decir cosas sin belleza. Estos espíritus pueden tener muchos nombres: inseguridad, soberbia, miedo, etc. Poseídos por ellos lastimamos y sufrimos. Uno de estos espíritus inmundos es el de la "preocupación", que expresa falta de fe y nos hace vivir con el corazón dividido, pre-ocupados por cosas que normalmente no suceden.

La llamada de este domingo es a liberarnos de estos "demonios", el antídoto es ESCUCHAR; escuchar a los que están cerca de nosotros, que nos anuncian esperanza y novedad, o que denuncian nuestros enredos. Pero sobre todo, escuchar a Jesús que ya habla en nuestros corazones y nos libera. ¿Cuál es el "espíritu" que te posee?, Pidamos a Dios que nos libere, que no seamos sordos, pidamos escuchar y escucharle; dispongámonos. ¡Señor, que no sea sordo a tu voz!

#FelizDomingo

ENSEÑAR COMO ENSEÑABA JESÚS 

El modo de enseñar de Jesús provocó en la gente la impresión de que estaban ante algo desconocido y admirable. Lo señala el evangelio más antiguo y los investigadores piensan que fue así realmente. Jesús no enseña como los «letrados» de la Ley. Lo hace con «autoridad»: su palabra libera a las personas de «espíritus malignos».

No hay que confundir «autoridad» con «poder». El evangelista Marcos es preciso en su lenguaje. La palabra de Jesús no proviene del poder. Jesús no trata de imponer su propia voluntad sobre los demás. No enseña para controlar el comportamiento de la gente. No utilice la coacción.

Su palabra no es como la de los letrados de la religión judía. No está revestida de poder institucional. Su «autoridad» nace de la fuerza del Espíritu. Proviene del amor a la gente. Busca aliviar el sufrimiento, curar heridas, promover una vida más sana. Jesús no genera sumisión, infantilismo o pasividad. Libera de miedos, infunde confianza en Dios, anima a las personas a buscar un mundo nuevo.

A nadie se le oculta que estamos viviendo una grave crisis de autoridad. La confianza en la palabra institucional está bajo mínimos. Dentro de la Iglesia se habla de una fuerte «devaluación del magisterio». Las homilías aburren. Las palabras están desgastadas.

¿No es el momento de volver a Jesús y aprender a enseñar como lo hacía él? La palabra de la Iglesia ha de nacer del amor real a las personas. Ha de ser dicha después de una atenta escucha del sufrimiento que hay en el mundo, no antes. Ha de ser cercano, acogedor, capaz de acompañar la vida doliente del ser humano. 

Necesitamos una palabra más liberada de la seducción del poder y más llena de la fuerza del Espíritu. Una enseñanza nacida del respeto y la estimación de las personas, que genera esperanza y cura heridas. Sería grave que, dentro de la Iglesia, se escuchara una «doctrina de letras» y no la palabra curadora de Jesús que tanto necesita hoy la gente para vivir con esperanza.


JESÚS, LIBERADO ÉL MISMO, NOS MARCA EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN 

Estamos en el primer día de actividad de Jesús. Como veremos en estos dos domingos, fue un día de plena actividad. Naturalmente es un montaje perfecto para manifestar las intenciones de Jesús al comenzar su vida pública. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga, lugar donde se desenvolvían las relaciones humanas en aquella época. A la sinagoga se iba para comunicarse con Dios a través de la Ley y la oración. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo. La relación con Dios y la relación con las autoridades religiosas no liberaban, sino que esclavizaban.

Por dos veces se hace referencia a la enseñanza de Jesús, pero no se dice nada de lo que enseña. El domingo pasado había dejado claro que enseñaba la buena noticia de Dios. No va solo a enseñar, sino a liberar de toda opresión. La institución no da la libertad, sino que somete a la gente por una interpretación literal de la Ley. El texto nos habla de sus obras. Lo que Jesús hace es liberar a un hombre de todo poder opresor. Jesús libera cuando actúa. La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación de la fuerza opresora de la Ley. Su intención en este relato es que la gente se haga la pregunta clave: ¿Quién es este hombre? Todo lo que irá desarrollando a lo largo del evangelio será la respuesta.

Enseñaba como quien tiene autoridad. La palabra clave es “exousia”. No es nada fácil penetrar en el verdadero significado de este término. Debemos distinguirlo de “dynamis”. Esta distinción es relativamente fácil: “Dynamis” sería la fuerza bruta que se impone a otra fuerza física. “Exousía” sería la capacidad de hacer algo en el orden jurídico, político, social o moral, siempre en el ámbito interpersonal. La palabra griega significa, además de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar de una manera determinada. La “exousía” puede tenerla por sí misma la persona la o recibirla de otro que se la otorga.

¿Qué quiere decir el evangelista cuando le aplica a Jesús esa “autoridad”? Se trata de una autoridad que no se impone, de una potestad que se manifiesta en la entrega, de una facultad de acción que se pone al servicio de los demás. Sería la misma autoridad de Dios dándose a todas sus criaturas sin necesitar nada de ninguna de ellas. El concepto de Dios “Todopoderoso” que exige un sometimiento absoluto, nos impide entender la exousía de Jesús. Solo desde la experiencia del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla.

Solo cuando tomemos conciencia de lo que somos perderemos el miedo a darnos totalmente. Jesús no potencia la autoridad de la Ley, sino que manifiesta su propia autoridad. No se limita a repetir lo dicho por otros sino a decir algo nuevo. Jesús enseñaba con autoridad, porque hablaba de su experiencia. Trataba de comunicar a los demás sus descubrimientos sobre Dios y sobre el hombre. Los letras del tiempo de Jesús enseñaron lo que habían aprendido en la Torá. De ella tenían un conocimiento perfecto y explicaciones para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir cumplirla, era que le dieran gloria a Él.

Les llamaron la atención ver que Jesús hablaba con la mayor sencillez de las cosas de Dios tal como él las vivía. Su experiencia le decía que lo único que Dios quería, era el bien del hombre. Que Dios no pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las autoridades religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica responden a lo mismo.

Cállate y sal de él. Jesús despierta la voz de los sometidos que antes estaban en silencio. La expulsión del “espíritu inmundo” refleja el planteamiento del evangelio como una lucha entre el bien y el mal. “Mal” es todo lo que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del “exorcismo”, que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo. Jesús no pronuncia fórmulas mágicas ni tiene ningún signo de estrafalario. Simplemente con su palabra obra la curación.

Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia personal y no de oídas. Lo que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una doctrina y unas normas morales, que después repetimos como papagayos. Eso no puede funcionar. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia que se transmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial. Esta es la razón también de que los jóvenes no nos hagan puñetero caso cuando les hablamos de Dios.

Espíritu inmundo sería hoy todo lo que impide una auténtica relación con Dios y con los demás. Para los rabinos, impuro es el que no cumple la Ley, para Jesús impuro es el que está oprimido. Fijaos hasta qué punto estamos todos poseídos por espíritu inhumano. Esas fuerzas las encontramos tanto en nuestro interior como en el exterior. Nunca, a través de la historia, ha habido tantas ofertas falsas de salvación. La tarea más acuciante del ser humano, es descubrir sus propios demonios. Solo cuando se desenmascara esa fuerza maléfica, se estará en condiciones de vencerla. Muchas de las fuerzas que actúan hoy en nombre de Dios también oprimen, reprimen, comprimen y deprimen al ser humano.

Una tarea importante sería descubrir nuestras ataduras y tratar de desembarazarnos de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no nos dejan ser lo que somos. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que trata por todos los medios de que el hombre no alcanza su plenitud. La manera de conseguirlo es la manipulación para que no consiga alcanzar la libertad que le permitiría alcanzar la plena humanidad. En el lugar más sagrado para los judíos, Jesús descubre la impureza. No en el mercado, no en las plazas públicas. Es muy clara la intención del evangelista al poner de manifiesto la realidad de la religión.

Nuestra vida debía ser no un acopio de poder sino de autoridad para ayudar al hombre a liberarse de sus demonios. Jesús emplea su autoridad, no contra hombre alguno sino contra las fuerzas que los oprimen. Como individuos, como comunidad y como Iglesia, estamos siempre tratando de aumentar nuestra autoridad, pero no la que desplegó a Jesús sino la que nos permite dominar a los demás. Si usamos la autoridad para algunos, aunque sea bajo pretexto de buscar su propio bien, estamos en la antípoda del evangelio.
Todos los seres humanos necesitamos ayuda para superar nuestros demonios, y todos podemos ayudar a los demás a superarlos. Es verdad que existe mucho dolor que no podemos evitar, pero debemos distinguir entre el dolor y el sufrimiento que ese dolor puede infligir. Soportar el dolor antes de que alcance la categoría de sufrimiento sería la tarea decisiva de cada uno. Aquí tenemos un margen increíble para la maduración personal, pero también para desplegar causas de ayuda a los demás. Estoy seguro de que las curaciones de Jesús fueron encaminadas a suprimir el sufrimiento, no el dolor.

 


sábado, 20 de enero de 2024

III Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Profundizar)

III Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B 


Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”.

Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

No pocas veces, nos preguntamos ¿Qué hace Dios ante las injusticias, abusos, violencias y desastres que acontecen en el mundo? Dios envía mensajeros, como Jonás, Pablo y el Bautista que intentan persuadirnos para que cambiemos. Dios nos llama a comprometernos en la construcción de su Reino. La llamada de Jesús acontece en la cotidianidad de nuestras vidas, "tirando o reparando redes".  San Pablo nos recuerda la calidad "pasajera" de nuestro mundo y lo efímera que es nuestra existencia.

Descubramos los mensajeros de nuestros tiempos, escuchemos como intentan persuadirnos para tomar conciencia del mal que hacemos y para que cambiemos ¿Quiénes son? ¿a qué te llaman? Escucha a Jesús llamarte: "sígueme" vamos a construir mi reino. Dios sí que actúa, no permanece quieto. Pidamos a Dios junto con el salmista: descúbrenos tus caminos, indícanos el sendero.

#FelizDomingo

“Después que metieron a Juan en la cárcel...?” 

Benjamín González Buelta, un jesuita que trabaja actualmente en República Dominicana, y cuyos libros me han inspirado muchas veces, tiene la gracia de percibir en lo cotidiano los brotes germinales del reino. Cuando lo conocí, usaba unas gafas gruesas de miope perdido, pero eso no le impedía reconocer las señales de Dios en la vida ordinaria. Al comienzo de uno de sus libros, dice lo siguiente: “En los campos de la República Dominicana crece una hierba que los campesinos llaman «junquillo». Tiene media docena de hojas alargadas. Por debajo de la tierra se van extendiendo sus raíces en todas las direcciones, de tal manera que, cuando se arranca una planta, a los pocos días nace otra al lado. Es imposible eliminarla. Un día vi echar una capa de asfalto en el patio de una casa para acabar con el junquillo. Pero, algunos días después, unas hojas pequeñas empezaron a sacar sus cabezas verdes a través del asfalto negro. ¿Cómo unas hojas tan frágiles pueden atravesar un asfalto tan duro? ¿Cómo se incuba en el misterio de la tierra esta vida tan fuerte? (...) Dios crea inagotablemente vida y libertad en el secreto de la tierra fecunda hasta que llegue la hora y brote la justicia” (Benjamín González Buelta, Bajar al Encuentro de Dios. Vida de oración entre los pobres).

El impacto que causó la noticia de que el profeta Juan había sido encarcelado debió ser muy grande en todos aquellos que fueron desde muy lejos a bautizarse, al otro lado del Jordán. Grandes multitudes que escuchaban los bramidos de este hombre vestido con pelo de camello y alimentado con langostas y miel del monte, quedaban profundamente impresionados; regresaban a sus aldeas convencidos de que Dios estaba hablando por su medio a todo el pueblo y que su bautismo debía transformar la vida de todos.

 La predicación de Juan, recogida más ampliamente en el Evangelio de san Lucas, era inquietante, aún para hoy. Cuando la gente le preguntó: “¿Qué debemos hacer? Juan les contestó: –El que tenga dos trajes, dele uno al que no tiene ninguno; y el que tenga comida, compártala con el que no la tiene”. A los que cobraban los impuestos para Roma le decía: “–No cobren más de lo que deben cobrar. También algunos soldados le preguntaron: –Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Les contestó: –No le quiten nada a nadie, ni con amenazas ni acusándolo de algo que no haya hecho; y confórmense con su sueldo. (...) De este modo, y con otros muchos consejos, Juan anunciaba la buena noticia a la gente. Además, reprendió a Herodes, el gobernante, porque tenía por mujer a Herodías, la esposa de su hermano, y también por todo lo malo que había hecho; pero Herodes, a todas sus malas acciones añadió otra: metió a Juan en la cárcel”.

Jesús, que también había ido a bautizarse en el Jordán, no podía permanecer indiferente ante el encarcelamiento de Juan y se “fue a Galilea a anunciar las buenas noticias de parte de Dios. Decía: ‘Ya se cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias”. Y comenzó a llamar a sus primeros discípulos para llevar adelante su misión. Los que encarcelaron a Juan pensaron que con esto se iba a terminar la fiebre del reino, pero lo que hicieron fue alborotarla más; porque la vida de Dios, como el junquillo, siempre sigue buscando salidas, aun atravesando el asfalto implacable de la opresión.

 

LA PASIÓN QUE ANIMÓ A JESÚS 

Propiamente, Jesús no enseñó una «doctrina religiosa» para que sus discípulos la aprendieran y difundieran correctamente. Jesús anuncia más bien un «acontecimiento» que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo. Él lo está ya experimentando: «Dios se está introduciendo en la vida con su fuerza salvadora. Hay que hacerle sitio».

Según el evangelio más antiguo, Jesús proclamaba esta Buena Noticia de Dios: «Se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia». Es un buen resumen del mensaje de Jesús: «Se avecina un tiempo nuevo. Dios no quiere dejarnos solos frente a nuestros problemas y desafíos. Quiere construir junto a nosotros una vida más humana. Cambiad de manera de pensar y de actuar. Vivid creyendo esta Buena Noticia».

Los expertos piensan que esto que Jesús llama «reino de Dios» es el corazón de su mensaje y la pasión que alienta toda su vida. Lo sorprendente es que Jesús nunca explica directamente en qué consiste el «reino de Dios». Lo que hace es sugerir en parábolas inolvidables cómo actúa Dios y cómo sería la vida si hubiera gente que actuara como él.

Para Jesús, el «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. Ese era el fuego que llevaba dentro: ¿cómo sería la vida en el Imperio si en Roma reinara Dios y no Tiberio?, ¿cómo cambiarían las cosas si se imitara no a Tiberio, que solo busca poder, riqueza y honor, sino a Dios, que pide justicia y compasión para los últimos?

¿Cómo sería la vida en las aldeas de Galilea si en Tiberíades reinara Dios y no Antipas?, ¿cómo cambiaría todo si la gente se pareciera no a los grandes terratenientes, que explotan a los campesinos, sino a Dios, que los quiere ver comiendo y no muertos de hambre?

Para Jesús, el reino de Dios no es un sueño. Es el proyecto que Dios quiere llevar adelante en el mundo. El único objetivo que han de tener sus seguidores. ¿Cómo sería la Iglesia si se dedicara solo a construir la vida tal como la quiere Dios, no como la quieren los amos del mundo?, ¿cómo seríamos los cristianos si viviéramos convirtiéndonos al reino de Dios?, ¿cómo lucharíamos por el «pan de cada día» para todo ser humano?, ¿cómo gritaríamos: «Venga tu reino»?

 

PARA VIVIR COMO JESÚS PRIMERO DEBEMOS PENSAR COMO ÉL 

Comenzamos el evangelio de Marcos que vamos a leer durante todo este año. Es el primero que se escribió y tiene aún la frescura de los comienzos. Es el más conciso. No tiene grandes discursos de Jesús ni cuenta muchas parábolas. Le interesa sobre todo la vida cotidiana de Jesús. Su actitud vital para con los pobres y oprimidos es la verdadera salvación. Las curaciones y la expulsión de demonios, entendidos como liberación, son la clave para comprender el mensaje de salvación de este evangelio.

Cuando arrestaron a Juan. Quiere resaltar el evangelista que Jesús va a continuar la tarea del Bautista, pero a la vez, deja clara la diferencia. ¡Recordad! Los datos cronológicos no tienen importancia en la elaboración de un “evangelio”. En el evangelio de Juan, después de haber narrado el seguimiento de los primeros discípulos, después de contarnos la boda en Caná, la purificación del templo y el encuentro con Nicodemo, nos dice que Jesús fue con sus discípulos a la región de Judea y bautizaba allí, a la vez que Juan estaba bautizando en otro lugar.

Llegó Jesús a Galilea. Está claro que el evangelista quiere desligar la predicación de Jesús de toda connotación oficial. Lejos de las autoridades religiosas, lejos del templo y de lo que significaba la institución. Galilea era tierra en gran parte habitada por gentiles. Esto para un judío era, de entrada, una descalificación, pero tenía la ventaja de menor control y mayores posibilidades de que la gente le entendiese.
Se puso a proclamar la “buena noticia” de parte de Dios. Había empezado él su evangelio diciendo que se trataba de exponer los orígenes de la “buena noticia de Jesús”. Estos textos son los que dieron origen a la palabra “evangelio”, cuyo género literario se inaugura con este escrito. No debemos confundir el concepto de buena noticia con el que hoy tenemos de evangelio. Por extraño que parezca, “euangelio” no significa “evangelio”. Hemos caído en un monumental fraude. Hemos confundido el estuche con la joya que debía contener. Aquí “euangelio” significa esa estupenda noticia que Jesús descubrió y nos comunicó de parte de Dios.

Se ha cumplido (colmado) el kairos. En la fiesta de Año Nuevo, hablamos del significado de “Cronos” y “kairos”. Aquí el texto dice kairos, es decir, se trata del tiempo oportuno para hacer algo definitivo. No hay un cronos especial. Cualquier cronos lo podemos convertir en kairos si nuestra actitud vital es adecuada. Nos está recordando que todos los Kairos se han concentrado en el que ahora está presente.
Está despuntando el Reino de Dios. Esta expresión es la clave. No se trata de que Dios reine. Se trata de que Dios se haga presente entre nosotros, gracias a las actitudes de los seres humanos. Jesús hace presente ese Reino, que es Dios, porque sus relaciones, basadas en el amor y la entrega, hacen presente en cada instante a Dios. Dios es amor, de modo que está allí donde exista una verdadera compasión. Ese Reino está ya presente en Jesús porque fue capaz de eliminar toda opresión.

¡Cambiad de mentalidad! “Convertíos” no expresa bien el sentido del texto griego. ‘metanoeite’ no significa hacer penitencia ni arrepentirse sino cambiar de mentalidad, pensar de otra manera y afrontar la vida desde otra perspectiva. Lo que pide Jesús es una manera nueva de ver la realidad que no tiene por qué partir de una situación depravada. Exige una actitud que no debe abandonarse nunca.
La llamada de los discípulos a continuación les obliga a hacer su personal cambio de rumbo (metanoia): “Dejan la barca y a su padre y le siguieron”. Debemos hacer todos, un serio examen de conciencia. Cuantas veces hemos descubierto nuestros fallos y nos hemos conformado con confesarlos, pero no hemos cambiado el rumbo. ¿De qué sirve esa parafernalia, si continuamos con la misma actitud?
Confiad en la buena noticia. La traducción oficial del griego “pisteuete” nos puede llevar a engaño. No se trata de creer la noticia, sino de confiar en que es buena noticia. Tanto en el AT como en el nuevo, la fe no es el asentimiento a unas verdades, sino la confianza en una persona. Si la buena noticia que Jesús predica viene de parte de Dios, podemos tener confianza plena en que es buena.

A la llamada de Jesús que acabamos de comentar, corresponden las primeras respuestas personales, de parte de unos simples pescadores sin preparación alguna, que se fiaron y fueron detrás de Jesús. Es muy significativo que el primer instante de su andadura pública, Jesús cuenta con personas que le siguen de cerca y están dispuestas a compartir con él su manera de entender la vida. La comunidad, por reducida que sea es clave para emprender una vida cristiana.

Darse cuenta de que estamos en un camino equivocado es la única manera de evitarlo. Cada vez que rechazamos un camino falso, nos estamos acercando al verdadero. Convertirse es rectificar la dirección para apuntar mejor a la meta. Pecado en el AT era errar el blanco. Da por supuesto que intentas dar en el blanco, pero te has desviado. Somos flechas disparadas que tienden a desviase del blanco y que tienen que estar contrarrestando esa fuerza que nos distorsiona.

Convertirse no es abandonar el mal por el bien, porque el mal y el bien en el ser humano no se pueden separar nunca del todo. Para el maniqueísmo está todo demasiado claro: Son realidades opuestas que deben estar separadas. La realidad es muy distinta: ni el bien ni el mal se pueden dar químicamente puros. Siempre que trazamos una línea divisoria entre el bien y el mal, nos estamos equivocando. Lo que llamamos mal no tiene entidad propia, es solo ausencia de bien.

El mal (ausencia de perfección) no es un accidente, sino que pertenece a la misma estructura del hombre. Sin esa limitación, que hace posible el error, pero que también hace posible el crecimiento, no habría persona humana. La hondura del misterio del mal está precisamente ahí. Del mismo mal surge el bien, y el mal acompaña siempre al bien. El afán maniqueo de eliminar el mal no tiene nada de evangélico. “Si te empeñas en eliminar todos los errores dejaras fuera la verdad”.

Siempre necesitaremos la advertencia de alguien para salir del error. Aún con la mejor voluntad, podemos estar equivocados. Las mayores barbaridades de la historia de la humanidad se hicieron en nombre de Dios. Aún con la mejor intención de caminar hacia la meta, siempre estaremos necesitados de rectificar.

 






III Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

III Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B 



Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”.

Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.

Reflexión:

¿Acepto la invitación?

Como se dice por ahí, “no hay plazo que no se cumpla…”, y hoy pude ser para nosotros un recordatorio que “ha llegado el tiempo del reinado de Dios en mi corazón” … en cuando caiga en cuenta, que al igual que Jonás, el Señor nos dice hoy, a cada uno de nosotros: “levántate y donde vives, anuncia mi mensaje” (cfr. Jon 3, 1-5. 10); de la misma, el llamado que hace Jesús a Pedro, Andrés, Santiago y Juan, es para nosotros.

Jesús, nos llama a seguirlo, a conocer quién es él, qué es el Reino (de su Padre), cuál es su mensaje (buena nueva, evangelio), para que podamos colaborar en “pescar” / “acercar” a que más personas experimenten y vivan el amor que nos tiene Dios.

De nuestra parte, tenemos que: s estar atentos a los llamados que de diversas maneras nos hace, s estar dispuestos a seguirlo, s dejar algo de lo que me “ocupa tanto”, s dedicar tiempo a conocerlo (oración), s aprender de él, actitudes y valores, s ser dóciles y dejarnos transformar, s confiar en Jesús, quién solo quiere nuestro bien,  s pedir el valor de vivir y anunciar sus enseñanzas, s comprometernos con el bien y hacerlo (de palabra y obra) … para que sea Jesús y su Espíritu, quienes nos vayan preparado para colaborar en su misión y que el reinado del amor, la fraternidad y la justicia se hagan presentes en mundo donde vivimos.

¿Cómo saber discernir la llamada que me hace Jesús?... ¿Cómo reorganizar mi vida, para seguir a Jesús?... ¿Cómo aprender más y mejor sobre la Buena Noticia de Jesús?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP


sábado, 13 de enero de 2024

II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

 II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Juan 1, 35-42) – enero 14, 2024


Durante el Tiempo Ordinario, estaremos conociendo quién es Jesús, qué hace, qué dice, qué propone y su manera de relacionarse con las personas, de tal manera que podamos ir conociéndolo, internamente, para que lo podamos amar y servir, más y mejor.

Evangelio según san Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: "Éste es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué buscan?" Ellos le contestaron: "¿Dónde vives, Rabí?" (Rabí significa 'maestro'). Él les dijo: "Vengan a ver".

Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías" (que quiere decir 'el Ungido'). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás" (que significa Pedro, es decir 'roca').

Reflexión:

¿Dónde está el Mesías?

Al igual que el Bautista, les indica a sus dos discípulos, que Jesús es el “Cordero de Dios” (el Mesías, el Salvador), a cada uno de nosotros “alguien” (papás, abuelos, catequistas, amigos, etc.) nos ha presentado a Jesús, nos han dirigido y guiado hacia Él; al igual que a Juan y Andrés, el mismo Jesús, nos pregunta ¿qué buscas?para la vida, en las relaciones interpersonales, en el trabajo… él mismo nos responde: “Ven a ver”.

El joven Samuel (1 Sm 3, 3b-10. 19) hoy nos ayuda a como estar atentos a las voces que guían nuestra atención al llamado que nos hace Dios; le hace caso a Elí, que le dice "Ve a acostarte, y si te llama alguien, responde: 'Habla, Señor; tu siervo te escucha' "; al escuchar la voz, Samuel responde 'Habla, Señor; tu siervo te escucha'. Si cada uno estamos atentos, escucharemos a Jesús que nos habla, de distintas maneras, a través de diversas personas; el “Ven a ver” de Jesús, es una invitación para dedicarle tiempo, para escucharlo, para conocerlo; al estar con Él, por ejemplo, orando, leyendo, reflexionando la Palabra, lo voy conociendo mejor, personalmente …

Encontrarnos con Jesús nos transforma, nos pone en marcha, en movimiento, en acción, porque su proyecto es para la vida, para una mejor vida, para todos y cada uno de nosotros. Conocer lo que Jesús quiere para nosotros, nos anima a vivirlo y compartirlo con los demás, como Andrés, podremos decir a la familia, amigos y compañeros: “¡he encontrado al Mesías, vale la pena ser su amigo!”

¿Dónde encuentro a Jesús?... ¿Cómo experimentar su presencia en mi vida?... ¿A quiénes puedo compartir dónde y cómo lo he encontrado?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP


II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Profundizar)

II Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B 


Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en Jesús, que pasaba, dijo: "Éste es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: "¿Qué buscan?" Ellos le contestaron: "¿Dónde vives, Rabí?" (Rabí significa 'maestro'). Él les dijo: "Vengan a ver".

Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías" (que quiere decir 'el Ungido'). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste, fijando en él la mirada, le dijo: "Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás" (que significa Pedro, es decir 'roca').


Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

Imaginémonos dentro de la escena que nos describe el Evangelio hoy; escuchamos a Juan el Bautista, emocionado y conmovido, exclamar señalando a un hombre que pasa por ahí: "Éste es el Cordero de Dios". Te emocionas y te diriges a su encuentro. Lo alcanzas, se detiene, te mira y te pregunta mirándote a los ojos, "¿Qué buscas?" ¿Qué le responderías? ¿qué buscas hoy? 

Si te complica la respuesta, toma prestadas las palabras de Samuel: "Habla, Señor, tu siervo te escucha". Escucha la actualidad de su invitación: "Ven a ver". Disponte a ir con Él, reconoce a dónde te está llevando para mostrarte, para entregarte, no lo que buscas, sino lo que necesitas.

#FelizDomingo

“¿Qué están buscando?” 

Un vecino encontró a don Simón en cuatro patas en medio del andén, buscando algo en el piso. «¿Qué andas buscando, buen amigo?». Simón, levantando la mirada como quien pide ayuda, respondió: «Mi llave. La he perdido». De manera que el buen vecino se arrodilló allí mismo y los dos se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un buen rato dijo el vecino: «¿Dónde la perdiste?». Don Simón, casi disculpándose con una voz que salió para adentro, respondió: «En casa».

«¡Santo Dios! Y, entonces, ¿por qué estamos buscando en plena calle?».

«Porque aquí hay más luz», fue la respuesta inocente de don Simón (Tomado con algunas libertades de Anthony de Mello, El Canto del Pájaro).

Es una verdad bastante obvia, pero estoy convencido de que no sólo es importante saber qué estamos buscando, sino también tener claro dónde hacerlo; cuando queremos acercarnos a Dios tenemos que clarificar primero qué es lo que buscamos, qué es lo que queremos de él; para qué lo invocamos, qué le pedimos... pero esto no basta; es importante también definir muy bien dónde lo vamos a buscar; porque puede ser que haya sitios aparentemente iluminados que nos parecen más idóneos para encontrar a Dios; y, sin embargo, él puede estar esperándonos en otra parte menos luminosa, como nuestra vida ordinaria y cotidiana...

Suelo comenzar la experiencia de los Ejercicios Espirituales proponiéndole a las personas esta pregunta: «¿Qué están buscando?», porque me parece fundamental que cada uno establezca su propio encuentro con el Señor aclarándose, para sí mismo qué es lo que nos lleva a buscarlo. Las motivaciones que se develan ante nosotros son muy diversas y, muchas veces contradictorias. El milagro que realiza en esa experiencia es muy sencillo: cuando hemos aclarado lo que buscamos, cuando decimos que buscamos a Dios, entonces, comienza a concretarse el lugar en que debemos buscarlo.

Una pregunta como esta fue la que Jesús le lanzó un día a dos de los discípulos de Juan el Bautista que lo seguían por el camino: “¿Qué están buscando? Ellos dijeron: – Maestro, ¿dónde vives?” Una canción de Glenda, una religiosa chilena que transmite una experiencia muy profunda de Dios a través de su música, tiene este estribillo que se va repitiendo muchas veces: “Maestro, ¿dónde vives?” Termina diciendo: “¿Dónde está el Señor? ¿Dónde iré a buscarle? Indícame el camino”.

La respuesta del Señor fue “– Vengan a verlo. Fueron, pues, y vieron dónde vivía, y pasaron con él el resto del día, porque eran como las cuatro de la tarde”. La Iglesia nos propone este texto del Evangelio porque quiere suscitar en nosotros el hambre del encuentro con el Señor y el deseo de saber más de él. Pidámosle en este comienzo del tiempo ordinario que el Señor quiera mostrarnos dónde vive, de manera que lo vayamos conociendo cada vez más, para que más le amemos y le sigamos en nuestras vidas. Lo importante es que no terminemos como don Simón, buscándolo en otra parte.

SEGUIR A JESÚS 

Dos discípulos, orientadores por el Bautista, se ponen a seguir a Jesús. Durante un cierto tiempo caminan tras él en silencio. No ha habido todavía un verdadero contacto. De pronto, Jesús se vuelve y les hace una pregunta decisiva: «¿Qué buscáis?», ¿qué esperáis de mí?

Ellos le responden con otra pregunta: Rabí, «¿dónde vives?», ¿cuál es el secreto de tu vida?, ¿desde dónde vives tú?, ¿qué es para ti vivir? Jesús les contesta: «Venid y lo veréis». Haced vosotros mismos la experiencia. No busquéis otra información. Venid a convivir conmigo. Descubriréis quién soy y cómo puedo transformar vuestra vida.

Este pequeño diálogo puede arrojar más luz sobre lo esencial de la fe cristiana que muchas palabras complicadas. En definitiva, ¿qué es lo decisivo para ser cristiano?

En primer lugar, buscar. Cuando uno no busca nada en la vida y se conforma con «ir tirando» o ser «un vividor», no es posible encontrarse con Jesús. La mejor manera de no entender nada sobre la fe cristiana es no tener interés por vivir de manera acertada.

Lo importante no es buscar algo, sino buscar a alguien. No descartemos nada. Si un día sentimos que la persona de Jesús nos «toca», es el momento de dejarnos alcanzar por él, sin resistencias ni reservas. Hay que olvidar convicciones y dudas, doctrinas y esquemas. No se nos pide que seamos más religiosos ni más piadosos. Solo que le sigamos.

No se trata de conocer cosas sobre Jesús, sino de sintonizar con él, interiorizar sus actitudes fundamentales y experimentar que su persona nos hace bien, reaviva nuestro espíritu y nos infunde fuerza y ​​esperanza para vivir. Cuando esto se produce, uno se empieza a dar cuenta de lo poco que creía en él, lo mal que había entendido casi todo.

Pero lo decisivo para ser cristiano es tratar de vivir como vivía él, aunque sea de manera pobre y sencilla. Creer en lo que él creyó, dar importancia a lo que se la daba él, interesarse por lo que él se interesó. Mirar la vida como la miraba él, tratar a las personas como él las trataba: escuchar, acoger y acompañar como lo hacía él. Confiar en Dios como él confiaba, orar como oraba él, contagiar esperanza como la contagioba él. ¿Qué se siente cuando uno trata de vivir así? ¿No es esto aprender a vivir?

 

SER CRISTIANO ES VIVIR LO QUE VIVIÓ JESÚS 

Este 2º domingo del tiempo ordinario sigue hablando del comienzo. Juan acaba de presentar a Jesús como el 'Cordero de Dios' que quita el pecado del mundo e 'Hijo de Dios'. Lo que hemos leído, sigue refiriéndose otros títulos: 'Rabí', 'Mesías'. En los que siguen se refiriere a aquel de quien han hablado la Ley y los Profetas, para terminar diciendo Natanael: Tú eres el 'Hijo de Dios', tú eres el 'Rey de Israel'. Juan hace un despliegue de títulos cristológicos al principio de su evangelio para dejar clara la idea que tiene de Jesús. Naturalmente es una reflexión de la comunidad de finales del s. I.

No tiene sentido que nos preguntemos si los primeros discípulos fueron Andrés y otros que siguieron a Jesús en Judea o si Pedro y su hermano fueron llamados por él junto al lago de Galilea. No me cansaré de repetir que los evangelios no se proponen decirnos lo que pasó sino comunicarnos verdades teológicas con 'historias' que pueden hacer referencia a hechos reales o pueden ser inventadas. En este caso lo importante es que desde el principio un pequeño grupo siguió a Jesús de cerca.

Este es el cordero de Dios. El cordero pascual no tenía valor sacrificial ni expiatorio. Era símbolo de la liberación de la esclavitud, al recordar la liberación de Egipto. El que quita el pecado del mundo no es el que carga con nuestros crímenes, sino el que viene a eliminar la injusticia. En el evangelio de Juan, el único pecado es la opresión. No solo condena al que oprime, sino que denuncia también la postura del que se deja oprimir. Esto no lo hemos tenido claro los cristianos, que incluso hemos predicado el conformismo y la sumisión. Nadie te puede oprimir si no te dejas.

La frase del Bautista no es suficiente para justificar la decisión de los dos discípulos. Para entenderlo tenemos que presuponer un conocimiento más profundo de lo que Jesús es. Si Juan lo conoció es probable que sus discípulos también hubieran tenido una relación estrecha con él. Antes había dicho que Jesús venía hacia Juan. Ahora nos dice que Jesús pasaba, lo adelanta, pasa delante de él. “El que viene detrás de mí...”

Siguieron a Jesús, indica mucho más que ir detrás de él, como hace un perro. “Seguirle” es un término técnico en el evangelio de Juan. Significa el seguimiento de un discípulo que va tras las huellas de su maestro, es decir, que quiere vivir como él vive. “Quiero que también ellos estén conmigo donde estoy yo” (17,24). Es la manera de vivir de Jesús lo que les interesa. Es eso lo que él les invita a descubrir.

¿Qué buscáis? Una relación profunda solo puede comenzar cuando Jesús se vuelve y les interpela. La pregunta tiene mucha miga. Juan deja claro que hay maneras de seguir a Jesús que no son adecuadas. La pregunta: ¿Dónde vives?, aclara la situación; porque no significa el lugar o la casa donde habita Jesús, sino la actitud vital de éste. La pregunta podría ser: ¿En qué marco vital te desenvuelves? Nosotros queremos entrar en ese ámbito. Jesús está en la zona de la Vida, en la esfera de lo divino.

No preguntan por su doctrina sino por su vida. No responde con un discurso, sino con una invitación a vivir. A esa pregunta no se puede responder con una dirección de correos. Hay que experimentar lo que Jesús es. ¿Dónde moras? Es la pregunta fundamental. ¿Qué puede significar Jesús para mí? Nunca será suficiente la respuesta que otro haya dado. Jesús es algo único e irrepetible para mí, porque le tengo que ver desde una nueva perspectiva. La respuesta dependerá de lo que yo busque.

Venid y lo veréis. Así podemos entender la frase siguiente: “Vieron como vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir como él. No tiene mucho sentido la traducción oficial, (y se quedaron con él aquel día), porque el día estaba terminando, (cuatro de la tarde). Los dos primeros discípulos todavía no tienen nombre; representan a todos los que intentan pasar al ámbito de lo divino, a la esfera donde está Jesús.

Serían las cuatro de la tarde, no es una referencia cronológica, no tendría la menor importancia. Se trata de la hora en que terminaba un día y comenzaba otro. Es la hora en que se mataba el cordero pascual y la hora de la muerte de Jesús. Nos está diciendo que algo está a punto de terminar y algo muy importante está a punto de comenzar. Se pone en marcha la nueva comunidad, el pueblo de Dios que permite la realización cabal del hombre. Es el modelo del itinerario que debe seguir todo discípulo.

Lo que vieron es tan importante que les obliga a comunicarlo a los demás. Andrés llama a su hermano Simón para que descubra lo mismo, hablándole del Mesías hace referencia a la bajada del Espíritu sobre Jesús. Unos versículos después, Felipe encuentra a Natanael y le dice: hemos encontrado a Jesús. Estas anotaciones tan simples nos están diciendo cómo se fue formando la nueva comunidad de seguidores.

Fijando la vista en él. Lo mismo que Juan había fijado la vista en Jesús. Indica una visión penetrante de la persona, mucho más que una simple visión. Se trata de un conocimiento profundo e interior. Pedro no dice nada. No ve clara esa opción que han tomado los otros dos, pero muy pronto va a hacer honor al apodo que le pone Jesús: Cefas, piedra, testarudo; que se convirtió en fortaleza, una vez que se convenció.

En la Biblia se describen distintas vocaciones de personajes famosos. Eso nos puede llevar a pensar que, si Dios no actúa de esa manera, no hay vocación. En los relatos bíblicos se nos intenta enseñar, no como actúa Dios sino como respondieron ellos a la llamada de Dios. El joven Samuel no tiene idea de cómo se manifiesta Dios, ni siquiera sabe que es Él quien le llama, pero cuando lo descubre se abre totalmente a su discurso. Los dos discípulos buscan en Jesús la manifestación de Dios.

Dios no llama desde fuera. La vocación de Dios no es nada distinto de mi propio ser; Desde el instante mismo en que empiezo a existir, soy llamado por Dios para ser lo que soy. En lo hondo de mi ser, tengo que buscar los planos para la construcción de mi vida. Dios no nos llama en primer lugar a desempeñar una tarea determinada, sino a la plenitud de ser. No somos más por hacer esto o aquello sino por cómo lo hacemos.

El haber restringido la “vocación” a la vida religiosa es inaceptable. Cuando definimos ese camino como “camino de perfección” estamos distorsionando el evangelio. La perfección es un mito que ha engañado a muchos y desilusionado a todos. Esa perfección, gracias a Dios, no ha existido nunca. Mientras seamos humanos, seremos imperfectos, a Dios gracias. Los “consagrados” constituyen un % mínimo de la Iglesia, pero son el noventa y nueve por ciento de los declarados “santos”. Algo no funciona.

 

 

Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B (Reflexión)

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