sábado, 31 de diciembre de 2022

Santa María Madre de Dios - Ciclo A

 Santa María Madre de Dios - Ciclo A (Lucas 2, 16-21) – 1 de enero 2023

 


Evangelio según san Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

Les deseo que en este 2023 tengan la curiosidad y la libertad de los pastores para que encuentren a Dios encarnado en lo cotidiano de su vidas, en lo simple, en lo pequeño.

Deseo, que como los pastores cuenten a todo el mundo su experiencia de encuentro con Dios. Que sean anunciadores de Buenas Nuevas, de esperanza.

Deseo que como María, atesoren en su corazón y mediten todas las grandes experiencias que acontecerán en el año, que disciernan.

Deseo que vivan con la conciencia de que son hijas e hijos de Dios, por ello, todo lo reciben por puro amor y por ese mismo amor lo comparten.

Y finalmente, que “El Señor te bendiga y te proteja,

ilumine su rostro sobre ti

y te conceda su favor.

El Señor te muestre tu rostro

y te conceda la paz”.

¡Feliz 2023! 

 “(...) será motivo de gran alegría para todos”

Hermann Rodríguez Osorio, SJ

Oí alguna ve la historia de un muchacho que entró con paso firme a una joyería y le pidió al dueño que le mostrara el mejor anillo de compromiso que tuviera. El joyero le presentó uno. La hermosa piedra solitaria brillaba como un diminuto sol resplandeciente. El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó luego el precio y se dispuso a pagarlo. “¿Se va usted a casar pronto?”, le preguntó el joyero. “No”, respondió el muchacho. “Ni siquiera tengo novia”. La muda sorpresa del joyero hizo sonreír al muchacho. “Es para mi mamá”, dijo él. “Cuando yo iba a nacer, estuvo sola. Alguien le aconsejó que me matara antes de que naciera, así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas. Fue padre y madre para mí; fue amiga, hermana y maestra. Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo, le compro este anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy con la promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella. Quizá después entregue yo otro anillo de compromiso, pero será el segundo”. El joyero no dijo nada. Tomó el anillo, ordenó que lo empacaran hermosamente y luego se lo entregó al muchacho diciéndole: “Llévelo, es un obsequio mío. Hubiera querido conocer a mi madre, pero murió en el momento en que me dio a luz”.

Esta bellísima historia puede hacer que las lágrimas se asomen a muchos ojos, porque pone de manifiesto el amor tan grande que puede despertar una madre valiente que es capaz llevar a su hijo, no solamente nueve meses en su vientre, sino sacarlo adelante a pesar de las adversidades que se puedan cruzar por el camino de la vida de cualquier ser humano. También puede traer a la memoria agradecida, el don precioso de la vida que haya ofrecido una madre por la vida de su hijo o hija. Muchas madres mueren en el momento de dar a luz. Estoy seguro que si le preguntan a una mamá si prefiere arriesgar su vida o arriesgar la vida de su hijo, se inclinaría sin temor por la primera opción. Las madres, como Dios, están dispuestas a dar la vida por sus hijos, más que cualquier ser humano por ningún otro.

Hoy la Iglesia nos invita a celebrar, en una única solemnidad, a Santa María, Madre de Dios y la imposición del nombre de Jesús. Dos realidades íntimamente ligadas. La maternidad de María abre un espacio para el nombre de Jesús, que llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen (Cfr. Hebreos 5, 9) y ante el cual “doblen todos las rodillas en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra” (Filipenses 2, 10). Y, a su vez, es el nombre de Jesús el que le da un valor infinito a la maternidad divina de la Virgen María.

Cuando María decidió tener a su hijo, enfrentando la dificultad que podría tener con su prometido y con toda la sociedad, que juzga inmisericordemente a las madres solteras, sabía que se echaba una pesada carga encima. Su valor, su entereza, su respeto al don supremo de la vida, hizo que la reconociéramos como la Madre de Dios. Allí está la fuerza de esta solemnidad.

Pidamos al Señor, al celebrar esta solemnidad y al comenzar el año civil, que nos regale un corazón agradecido, como el de la Virgen María, para que sepamos acoger y respetar cualquier brote de vida que el Señor quiera poner en nuestras manos, de manera que nos convirtamos en sus fieles colaboradores en la construcción de un mundo en el que todas las personas, sin importar su raza, su lengua, su género, su religión, su estrato social, su nivel económico, puedan tener vida y vida en abundancia.

 

LA MADRE

José Antonio Pagola

A muchos les puede extrañar que la Iglesia haga coincidir el primer día del nuevo año civil con la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Y, sin embargo, es significativo que, desde el siglo IV, la Iglesia, después de celebrar solemnemente el nacimiento del Salvador, desee comenzar el año nuevo bajo la protección maternal de María, Madre del Salvador y Madre nuestra.

Los cristianos de hoy nos tenemos que preguntar qué hemos hecho de María estos últimos años, pues probablemente hayamos empobrecido nuestra fe eliminándola de manera inconsciente de nuestra vida.

Movidos, sin duda, por una voluntad sincera de purificar nuestra vivencia religiosa y encontrar una fe más solida, hemos abandonado excesos piadosos, devociones exageradas, costumbres superficiales y extraviadas. Hemos tratado de superar una falsa mariolatría en la que tal vez sustituíamos a Cristo por María y veíamos en ella la salvación, el perdón y la redención, que, en realidad, hemos de acoger de su Hijo.

Si todo ha sido corregir desviaciones y colocar a María en el lugar auténtico que le corresponde como Madre de Jesucristo y Madre de la Iglesia, nos tendríamos que alegrar y reafirmar en nuestra postura. Pero, ¿ha sido exactamente así? ¿No la hemos olvidado excesivamente? ¿No la hemos arrinconado en algún lugar oscuro del alma junto a las cosas que nos parecen de poca utilidad?

El abandono de María, sin ahondar más en su misión y en el lugar que ha de ocupar en nuestra vida, no enriquecerá jamás nuestra vivencia cristiana, sino que la empobrecerá. Probablemente hayamos cometido excesos de mariolatría en el pasado, pero ahora corremos el riesgo de empobrecernos con su ausencia casi total en nuestras vidas.

María es la Madre de Jesús. Pero aquel Cristo que nació de su seno estaba destinado a crecer e incorporar a numerosos hermanos, hombres y mujeres que vivirían un día de su Palabra y de su Espíritu. Hoy María no es solo Madre de Jesús. Es la Madre del Cristo total. Es la Madre de todos los creyentes.

Es bueno que, al comenzar un año nuevo, lo hagamos elevando nuestros ojos hacia María. Ella nos acompañará a lo largo de los días con cuidado y ternura de madre. Ella cuidará nuestra fe y nuestra esperanza. No la olvidemos a lo largo del año.

MARÍA MADRE

Fray Marcos

Una fiesta más de María y una nueva oportunidad de tratar un tema que puede ser importantísimo para nuestra vida espiritual. La fiesta litúrgica se titula "María madre de Dios", pero hoy tenemos conocimientos suficientes para ir más allá de la pura mitología que se encierra en esa expresión.

Lo que se ha creído durante mil y pico años no tiene nada que ver con la verdadera declaración del concilio de Éfeso. No se trataba de un dogma sobre María sino de un dogma sobre Jesús. Una vez entendido esto, podemos descubrir que todo lo que se ha dicho sobre María basándose en una traducción literal de la expresión dogmática, no tiene sentido ninguno. Esto no quiere decir que no podemos sacar provecho de una fiesta de María como MADRE.

Seguramente el concepto de "madre" es el que se aplicó a Dios en los orígenes de la religiosidad humana. Sin duda ninguna es el que mejor puede expresar la originalidad de Dios, entendiendo originalidad en el sentido más etimológico del término...

Pero debemos ir a lo profundo del significado de ese término cuando lo aplicamos a Dios. Dios no es origen porque una vez haya sido causa de que la realidad material exista. Dios está en cada criatura como el fundamento, en cada instante de su existencia. Dios es el origen y el fin de toda la creación. En realidad, la creación no es más que lo visible de Dios.

Podemos decir que lo material es la misma divinidad reflejada en un espejo. Para poder ver algo en un espejo, es imprescindible que esa realidad material esté de la otra parte del espejo. En cuanto desaparece esa realidad, desaparece la imagen. Por aquí podemos vislumbrar lo que es Dios como origen de todo lo creado.

En María madre, hemos volcado todo lo que no nos atrevemos a proclamar de Dios como principio de nuestro propio ser. María es el dios Madre que en un contesto patriarcal, no nos atrevemos a imaginar. El bendito Juan Pablo I, en el primer encuentro con los cardenales a los pocos días de ser elegido papa, les espetó: "Dios es padre, pero sobre todo es madre". Con esa sola frase abrió más horizontes a los cristianos que muchas sesudas encíclicas de decenas de páginas.

Todo lo que se ha dicho de María a través de los siglos, tenemos que atrevernos a pensarlo y decirlo de Dios directamente. Este sería el mejor homenaje que le podríamos hacer hoy a María; atrevernos a ver a Dios como verdadera Madre que nos engendra y da a luz a todos en cada instante. Si descubriéramos esta realidad, no haría falta ningún argumento adicional para que todos nos consideráramos verdaderamente hermanos.

Esta vivencia es el fundamento de todo el mensaje de Jesús. Sin esa vivencia el evangelio llegará a ser a lo sumo una programación más, que en ningún caso calará más allá de la epidermis.

LA CIRCUNCISIÓN

Es muy difícil que hoy nos hagamos cargo de lo que significaba este rito para el pueblo judío. Era el signo de pertenencia, que para ellos significaba dar contenido a su vida entera. Hoy no necesitamos este arraigo para sentirnos seres humanos, pero no era así en aquella época. Una persona que no perteneciera a una familia y a un pueblo, no era absolutamente nada.

Nuestro bautismo tiene un significado estrictamente religioso y es el signo de identidad como cristianos, pero para los judíos, lo religioso, lo social e incluso lo económico no se diferenciaban; de tal manera que el fallo de uno de los aspectos llevaba consigo el derrumbe de toda la persona.

Era un signo solo para hombres porque la mujer no era más que lo que el hombre al que pertenecía le aportaba.

Tampoco estamos capacitados para entender lo que significaba en aquella época poner un nombre a una persona. En el nombre se significaban todas las expectativas que la familia ponía en el recién nacido. En este caso, se puede descubrir esa importancia en el hecho de que, según Lucas, el nombre de "Jesús" no es una ocurrencia humana, sino elección divina. Jesús significa "Dios salva" que era precisamente lo que los ángeles dijeron a los pastores: "Os ha nacido un salvador".

Para mí el centro del evangelio de hoy está en esta frase: "María conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón". No se trata de memorizarlas y buscarles un sentido lógico, sino de rumiar todo lo que está pasando para asimilarlo y tratar de que pase a formar parte de la vida.

Recordemos una vez más que se trata de teología de las primeras comunidades retrotraída al nacimiento de Jesús. Que el relato no sea una crónica de sucesos, nos obliga a darle mayor importancia y a tratar de hacer nuestro el mensaje. Llevamos dos mil años intentando ir al Dios de Jesús a través de razonamientos. Es hora de abandonar ese intento fallido y entrar por el camino del corazón, es decir, de la vivencia interior que me lleve a descubrirlo desde lo hondo.

 

sábado, 24 de diciembre de 2022

Domingo de Navidad – Ciclo A

 Domingo de Navidad – Ciclo A (Juan 1, 1-18) – 25 de diciembre de 2022


Evangelio según san Juan 1, 1- 18

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron.

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció.

Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios.

Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”.

De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo.

A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

Si hacemos un balance el mundo es ”peor pesebre” que el año pasado; nuevas guerras, agudización de las crisis. Dios mira como miró la realidad del mundo, y elige como eligió hacer redención, encarnarse, ser el Dios con nosotros al grado de compartir nuestra vulnerabilidad y compartirnos su Gracia. La Navidad nos recuerda que Dios es con nosotros y que tiene un plan de redención que está actuando, desde abajo, desde lo que parece débil, desde lo simple, pequeño y vulnerable, como nuestro corazón de carne desde el que comienza la transformación del mundo, desde donde hoy se acoge la Novedad, la Vida y la Esperanza que nos ha llegado en Navidad. ¿Es mejor pesebre tu corazón que el año pasado? ¿Estas dispuesta, dispuesto a acoger la Novedad que es Cristo y participar de su proyecto de paz, de una humanidad nueva? Si la Navidad nos mueve el próximo año el mundo será mejor pesebre, el cambio acontecerá y brotara desde nuestro débil, pobre y vulnerable corazón, que habrá recibido y compartido la Gracia del Dios que es con Nosotros. Por eso hoy estamos de fiesta, nos llenamos de esperanza y nos deseamos ¡Feliz Navidad!

 

 “(...) será motivo de gran alegría para todos”

Hermann Rodríguez Osorio, SJ

Muchos cuentos navideños circulan en estos días por los periódicos, las revistas, la Internet y otros medios. Uno de tantos cuentos que me he encontrado se llama El Sueño de María, y dice así: “Tuve un sueño, José... no lo pude comprender completamente, pero creo que se trataba del nacimiento de nuestro hijo. La gente estaba haciendo preparativos con seis semanas de anticipación. Decoraban sus casas y compraban ropa nueva. Salían de compras muchas veces y adquirían elaborados regalos. Era muy peculiar, ya que los regalos no eran para nuestro Hijo. Los envolvían con hermosos papeles y los ataban con preciosos moños; todo lo colocaban debajo de un árbol. Si, un árbol, José. La gente decoraba muy bien el árbol. Las ramas llenas de esferas y adornos que brillaban. Había una figura en lo alto que parecía una estrella o un ángel; todo era muy hermoso. El día del nacimiento de Jesús, se arreglaban con la mejor ropa y se reunían a comer deliciosos manjares. Pero comían ellos solos, no invitaban a nuestro hijo a la cena navideña, y mucho menos a nosotros dos. Todos estaban muy contentos. Bailaban, bebían, se reían estrepitosamente, pero parecía que habían olvidado el motivo de la fiesta.

Toda la gente estaba muy feliz y sonriente. Estaban emocionados por los regalos; se los intercambiaban unos con otros, José. Sin embargo, al final no quedó ningún regalo para nuestro hijo. Sabes, creo que ni siquiera lo conocen muy bien; me da la impresión que lo conocen sólo de oídas, porque no mencionaron su nombre en toda la noche, a pesar de que se reunieron para celebrar su nacimiento. ¿No te parece extraño que la gente se meta en tantos problemas para celebrar el cumpleaños de alguien que ni siquiera conocen bien? Tuve la extraña sensación de que, si nuestro hijo hubiera llegado a la celebración, lo hubieran considerado como un intruso solamente. Nadie se acordó de él, ni de nosotros dos. Claro que ha pasado tanto tiempo, que no me parece raro. Sentí ganas de llorar. ¡Qué tristeza para Jesús no ser invitado a su fiesta de cumpleaños! Estoy contenta porque sólo fue un mal sueño. ¡Qué terrible que este sueño se hiciera realidad!”

Este cuento puede crear en nosotros un sentimiento de culpa o invitarnos a dejar entrar a Jesús en su fiesta de cumpleaños. Lo complicado puede ser llegar a saber dónde y cómo reconocer la presencia de Jesús en nuestras vidas. Cuando los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento de Jesús, las señales para reconocerlo fueron las siguientes: “No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un establo”.

Con estas señales, los pastores reconocieron al Mesías. La fragilidad y la pequeñez son las características que permiten reconocer al Hijo de Dios que nace de nuevo entre nosotros. Qué bueno que, en nuestras fiestas de Navidad, abriéramos un espacio para esas personas que normalmente no visitamos; sólo tenemos que mirar un poco alrededor y pensar en cuál es la persona más frágil, más débil de nuestro entorno; no tenemos que ir demasiado lejos; estoy seguro que muy cerca de nosotros encontraremos personas que podrían alegrarse con nuestra invitación y participar de nuestras fiestas. Pidamos para que el sueño de María no se haga realidad.

 

UNA NOCHE DIFERENTE

José Antonio Pagola

La Navidad encierra un secreto que, desgraciadamente, escapa a muchos de los que en esas fechas celebran «algo» sin saber exactamente qué. No pueden sospechar que la Navidad ofrece la clave para descifrar el misterio último de nuestra existencia.

Generación tras generación, los seres humanos han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la felicidad? ¿Por qué tanta frustración? ¿Por qué la muerte, si hemos nacido para la vida? Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios, pues, de alguna manera, cuando buscamos el sentido último de nuestro ser estamos apuntando hacia él. Pero Dios guardaba un silencio impenetrable.

En la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta. No nos ha hablado para decirnos palabras hermosas sobre el sufrimiento. Dios no ofrece palabras. «La Palabra de Dios se ha hecho carne». Es decir, más que darnos explicaciones, Dios ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia.

Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde al porqué de tanto dolor y humillación, sino que él mismo se humilla. No responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.

Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. No estamos sumergidos en pura tiniebla. Él está con nosotros. Hay una luz. «Ya no somos solitarios, sino solidarios» (Leonardo Boff). Dios comparte nuestra existencia.

Esto lo cambia todo. Dios mismo ha entrado en nuestra vida. Es posible vivir con esperanza. Dios comparte nuestra vida, y con él podemos caminar hacia la salvación. Por eso la Navidad es siempre para los creyentes una llamada a renacer. Una invitación a reavivar la alegría, la esperanza, la solidaridad, la fraternidad y la confianza total en el Padre.

Recordemos las palabras del poeta Angelus Silesius: «Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano».

DIOS ESTÁ SIEMPRE ENCARNADO

Fray Marcos

El relato de Lucas no es una crónica de sucesos, sino teología narrativa que es algo muy distinto. Hoy identificamos verdadero con histórico. En tiempo de Jesús era distinto y lo importante era la verdad, no la historia. Jesús vivió en un momento y en un lugar histórico. Pero lo importante es que nos invitó a vivir la realidad de un Dios que no está atado a un tiempo ni a un espacio, sino que está siempre ahí.

Lo importante de este relato es la idea de Dios que trata de comunicarnos. Como decíamos el domingo, la profundización no es nada fácil, porque exige una actitud personal de silencio y de escucha. Desde fuera, es muy poco lo que se puede ayudar a esta tarea.

Lo que deja claro el evangelista es, que Jesús se inserta plenamente en la historia universal. Nadie puede poner en duda su condición humana. Un censo oficial al que están sujetos como cualquier mortal, sus padres. Importa poco que los datos no sean exactos. Lo que nos interesa es la intención de Lucas, es decir, conectar la buena noticia con Jesús que nace en un lugar y en un momento de la historia. A nosotros hoy lo que de verdad nos cuesta es descubrir al Jesús humano que nos puede servir de modelo.

Para Lucas, de mentalidad helenista, Dios está en el cielo. Si quiere hacerse presente, tiene que bajar. Viene a salvar a los pobres y empieza por compartir su condición. La salvación se hará desde abajo. Pero solo la encontrará el que está en camino, el que está buscando, no los que están instalados cómodamente en este mundo. No la encontrarán en el bullicio de las relaciones sociales del día, sino en el silencio de la noche.

Los dioses tienen sus intermediarios. Estos se ponen en acción y quieren anunciar el acontecimiento. ¿Quién estará preparado para escucharlo? Solo los pastores, la profesión más despreciada y marginada de la sociedad. La salvación se anuncia en primer lugar a los oprimidos. Los demás están descansando, dormidos; no necesitan ninguna salvación.

El anuncio es una buena noticia. Dios es siempre buena noticia. La noticia es que Dios viene para salvarnos. "Os ha nacido un Salvador". Los pastores salen corriendo. No será fácil encontrarlo. Alguna pista: Un niño en un pesebre (comedero) semidesnudo y entre pajas, él mismo es alimento (apuntando a la eucaristía), acompañado por sus padres que no dicen nada. ¿Qué podrían decir?

Además, cuando Dios decide enviar su Palabra a los hombres, resulta que nos envía a un niño que no sabe hablar.

La salvación es para todo el pueblo, no para los privilegiados del momento. No en Jerusalén, sino en la ciudad de David. Él viene a destronar a los poderosos, pero se presenta como uno de los pobres y oprimidos. Esto es la causa de la alegría en el cielo y de la alabanza a Dios en la tierra. Los pastores proclaman la buena noticia. Entre los que escuchan, sorpresa. Dios se encuentra lejos de las instituciones, lejos del templo.

El evangelista no está dando los primeros datos de una biografía sino poniendo los fundamentos de una teología. Desde la perspectiva de una biografía, tendríamos que decir: No sabemos nada; ni dónde nació, ni cuando, ni cómo.

Por el contrario, tenemos suficientes elementos de juicio para saber que no pasó nada extraordi­nario desde el punto de vista externo. Ni María ni José ni nadie se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo allí. Nació como todos los niños. Fue un niño normal.

Cuando Jesús empezó su vida pública, decían sus vecinos: ¿No es este el hijo de José, su madre no se llama María? ¿De donde saca todo eso? En otra ocasión su madre y sus hermanos vinieron a llevárselo porque decían que estaba loco. ¿Se habían olvidado de los prodigios de su nacimiento?

Y sin embargo, aquello era el comienzo de todo. Allí empezaba Jesús su andadura humana, que iba a ser capaz de hacer presente a Dios entre los hombres. Era Emmanuel (Dios-con-nosotros) y era Jesús (salvador).

Nacimiento, vida y muerte de Jesús, forman una unidad inseparable. Es importante su nacimiento por lo que fue su vida y su muerte. Hizo presente a Dios, amando, dándose, entregándose a los demás. Eso es lo que es Dios. Salió a su Padre. Es Hijo de Dios.

Como pasó con todos los grandes personajes anteriores a él, se hace la biografía de la infancia desde la perspectiva de su vida y milagros.

No nos quedemos en las pajas y vayamos al grano. La importancia del acontecimiento se la tengo que dar yo, aquí y ahora. Dios no tiene que venir de ninguna parte, ni puede estar en ninguna parte más que en otra. Dios está donde nosotros le descubramos y le hagamos presente.

Dios está donde hay amor. Allí donde un ser humano es capaz de superar su egoísmo y darse al otro. Allí donde hay comprensión, perdón, tolerancia, allí está Dios. Dios no será nada si yo no lo hago presente con mi postura ante los demás.

El único objetivo de esta fiesta es que aprendamos a amar. Que aprendamos a salir de nosotros mismos y seamos capaces de ir al otro. El verdadero amor es el resultado del nacimiento de Dios en mí, en todo ser humano, en todo niño recién nacido; también en aquellos que en este momento están muriendo de hambre o de cualquier enfermedad perfectamente curable. Mueren porque nosotros preferimos adorar un muñeco de cartón, antes que aceptar que cualquier recién nacido es divino porque en él reside Dios.

 

sábado, 17 de diciembre de 2022

Domingo IV de Adviento – Ciclo A

 Domingo IV de Adviento – Ciclo A (Mateo 1, 18-22) – 18 de diciembre de 2022

 


Evangelio según Mateo 1, 18-24

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: "José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados".

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros. 

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

La palabra hoy nos muestra que nuestra historia de salvación, es una salvación en la historia, es decir, acontece en la realidad de nuestras vidas y no escapa de pasar por el conflicto, la duda y la crisis, como la tuvo el mismísimo San José.

La actuación de Dios se entreteje en el cotidiano de nuestras vidas, la historia de cada una y cada uno, van siendo parte de esta gran historia de salvación, vamos acogiendo como lo hizo María y José la invitación a recibir el Milagro, la Novedad, la Misión; recibimos la llamada a comprometernos con Dios en su proyecto de salvación.

En este último domingo de adviento es bueno reconocer y recordar la historia de este año, ¿Cuáles han sido los momentos más importantes, las crisis, las dudas, las novedades, las sorpresas y los deseos? ¿Cómo se ha hecho presente Dios en tu vida? ¿Estás dispuesto a recibir y acoger a Cristo de nuevo? ¿Tienes corazón de adviento? Removamos las piedras y los cardos del corazón, despejémonos de dudas, miedos y lamentos para que seamos buen pesebre que recibe a Cristo y vive nuevo. 

#FelizDomingo #Adviento 

 “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo”

Hermann Rodríguez Osorio, SJ

Hace un tiempo fui a visitar un sector de la ciudad de Medellín que no visitaba hacía unos años. Colaboré allí cuando era novicio. Fui al barrio Popular No. 1 con una religiosa que trabaja allí, en una escuela de Fe y Alegría en la que se educan dos mil doscientos (2200) niños y niñas, desde preescolar hasta undécimo grado. Lo primero que me impactó fue llegar allí en Metro Cable, un sistema novedoso que bien podrían envidiar cualquier ciudad del mundo. Unas góndolas que surcan los aires por encima de las viviendas sencillas de la gente que habita el nororiente de Medellín. Un espectáculo maravilloso, construido por el ingenio humano. Toda una alabanza al Dios bueno que nos sigue salvando en medio de nuestras miserias.

Pero lo que realmente me impactó fue la visita que pude hacer a cuatro hogares que tienen toda una historia, de la cual pude ser testigo en algún momento de mi vida y que hoy han vuelto a hacerse Palabra de Dios para mí... La primera visita fue a la casa de las Amayas, que siguen gozando de buena salud a pesar de su avanzada edad. Nunca he sabido cómo subsisten en medio de tanta pobreza. Me recibieron con la misma alegría de siempre. Ya María, la mayor, está gozando de Dios, con el abuelo José, un verdadero santo. Ángela, arrugada como una uva pasa, sigue irradiando optimismo. Lola, más sorda que una tapia, recuerda las fechas con una exactitud prodigiosa. Carmen sigue con su buen humor. Por último, la Nena, con una trombosis que la tiene medio paralizada. Todo un himno de confianza en Dios, propio de este tiempo de Adviento.

Estuve luego en la casa de Francisco y Oralia. Mientras Francisco seguía arreglando un nicho para colocar una imagen de María Auxiliadora en la puerta de su casa, Oralia me contó una historia muy triste: cuatro de sus seis hijos varones han sido asesinados. Siempre que recibió en sus brazos el cadáver de alguno de sus hijos, repitió una oración para pedir a Dios que perdonara a los asesinos. “Perdonar de corazón, me ha liberado de la amargura y del odio. Nunca he querido guardar ningún resentimiento contra los que nos han hecho tanto daño...”, me dijo, mientras las lágrimas se asomaban a sus ojos. Dios le ha permitido perdonar de corazón, otra gracia típica de este tiempo.

La tercera familia que visité fue el hogar de Quique y Orfa. Cuando los conocí en 1979, tenían cuatro hijos; al irme para Bogotá, dos años después, tenían seis; y al volver a los dos años, tenían ocho... En total, tuvieron diez hijos que han sacado adelante con el trabajo honrado y sencillo de los pobres de este mundo. Juan, el segundo de los hijos, está desempleado. Siguen caminando a pesar de las dificultades. No han dejado de luchar. Me invitaron a esperar contra toda esperanza.

Por último, visité a doña Angélica, una señora muy pobre que me daba el almuerzo los domingos, durante el tiempo de mi noviciado. La encontré muy decaída y enferma; tiene un cáncer que se la está comiendo poco a poco. Su hijo menor también murió asesinado y Juan, el penúltimo, sigue con ella, trabajando para sostenerla. “Pídale al Señor, que, si es su voluntad, me devuelva la salud. Si no, que se haga su voluntad”, me dijo cuando me despedí. Ya quisiera yo tener la misma tranquilidad para repetir con ella y con la virgen María: “Hágase en mí, según tu palabra”.

Cuando llegué a la casa de las religiosas donde estaba acompañando una experiencia de Ejercicios Espirituales, me “encontré” con esta Palabra que me recuerda lo que Dios le dijo en sueños a San José: “María, tendrá un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Se llamará así porque salvará a su pueblo de sus pecados”. Dios nos sigue salvando de nuestros pecados haciéndose alabanza, confianza, perdón, esperanza y apertura a su voluntad en la vida de los pobres y sencillos de este mundo. El Emanuel, el “Dios con nosotros” se sigue revelando de una manera privilegiada en la vida de los pobres y solamente desde allí nos vendrá la salvación que tanto esperamos.

 

DIOS ESTÁ CON NOSOTROS

José Antonio Pagola

La Navidad está tan desfigurada que parece casi imposible hoy ayudar a alguien a comprender el misterio que encierra. Tal vez hay un camino, pero lo ha de recorrer cada uno. No consiste en entender grandes explicaciones teológicas, sino en vivir una experiencia interior humilde ante Dios.

Las grandes experiencias de la vida son un regalo, pero, de ordinario, solo las viven quienes están dispuestas a recibirlas. Para vivir la experiencia del Hijo de Dios hecho hombre hay que preparar por dentro. El evangelista Mateo nos viene a decir que Jesús, el niño que nace en Belén, es el único al que podemos llamar con toda verdad «Emmanuel», que significa «Dios con nosotros». Pero ¿qué quiere decir esto? ¿Cómo puedes tú «saber» que Dios está contigo?

Ten valor para quedarte a solas. Busca un lugar tranquilo y sosegado. Escúchate a ti mismo. Acércate silenciosamente a lo más íntimo de tu ser. Es fácil que experimentes una sensación tremenda: qué solo estás en la vida; qué lejos están todas esas personas que te rodean ya las que te sientes unidas por el amor. Te quieren mucho, pero están fuera de ti.

Sigue en silencio. Tal vez sientas una impresión extraña: tú vives porque estás arraigado en una realidad inmensa y desconocida. ¿De dónde te llega la vida? ¿Qué hay en el fondo de tu ser? Si eres capaz de «aguantar» un poco más el silencio, probablemente empieces a sentir temor y, al mismo tiempo, paz. Estás ante el misterio último de tu ser. Los creyentes lo llaman Dios.

Abandónate a ese misterio con confianza. Dios te parece inmenso y lejano. Pero, si te abres a él, lo aparecerás cerca. Dios está en ti sosteniendo tu fragilidad y haciéndote vivir. No es como las personas que te quieren desde fuera. Dios está en tu mismo ser.

Según Karl Rahner, «esta experiencia del corazón es la única con la que se puede comprender el mensaje de fe de la Navidad: Dios se ha hecho hombre». Ya nunca estarás solo. Nadie está solo. Dios está con nosotros. Ahora sabes «algo» de la Navidad. Puedes celebrarla, disfrutar y felicitar. Puedes gozar con los tuyos y ser más generoso con los que sufren y viven tristes. Dios está contigo.

EN JESÚS LO DIVINO NO SE PERCIBE POR LOS SENTIDOS

Fray Marcos

Hoy, la clave nos la da Pablo: “Nacido, según la carne, de la estirpe de David; Amueblado, según el Espíritu, Hijo de Dios.” Juan lo dice más esclarecedora, cuando Jesús propone a Nicodemo nacer de nuevo: “lo que nace de la carne es carne; lo que nace del espíritu es espíritu”. De la carne no puede nacer el espíritu ni del espiritu puede nacer la carne. Pablo considera normal la procedencia de la humanidad de Jesús. “nacido de una mujer”, pero lo importante es lo que hay en él de divino; y eso ha nacido del Espíritu.
Los relatos “de la infancia” de Mateo y Lucas no son crónicas de sucesos, no son “historia”, son teología narrativa. Marcos no sabe nada de la infancia. Juan tampoco sabe nada de esas historias. La fuente Q tampoco hace alusión alguna a ellas. Por otra parte, los relatos de Mateo y Lucas solo coinciden en lo esencial. En los detalles, no se parecen casi en nada. Su intención no fue darnos información periodística. El interés por Jesús empezó con su vida pública, y sobre todo, con la muerte-resurrección. Antes de eso, nada extraordinario sucedió en él que se pudiera descubrir desde el exterior.

Para resaltar lo que Jesús fue para los cristianos, vieron la necesidad de hablar de las maravillas de su infancia. Fue una necesidad de comunicación, para hacer creíble lo que ellos habían descubierto en Jesús. Lo hicieron tomando ejemplo de otros personajes famosos. Los conocimientos que hoy tenemos nos hacen pensar que la infancia de Jesús fue de lo más normal. Nadie pudo adivinar lo que después iba a manifestar con su vida. Sus padres lo trataron siempre como un niño normal. La mejor prueba de ello es que, cuando empezó a salirse de la norma, creyeron que estaba loco y quisieron impedírselo.

Solo después de la experiencia pascual, se intentó explicar quién era Jesús, más allá de lo que se podía percibir. El modo en que lo hicieron era lo lógico para ellos. Ni se engañaban ni quisieron engañar. Nos engañamos al entender literalmente el texto, dando al relato un sentido distinto al que ellos le dieron. En todas las culturas se ha intentado explicar la grandeza de unos personajes, contando historias sobre su nacimiento. De más de cuarenta personajes anteriores a Cristo, se dice, que han nacido de madre virgen. No pretenden afirmar nada sobre sus madres sino sobre los personajes.

Es ridículo tratar de determinar, desde nuestra manera de entender el mundo, si es verdadero o es falso lo que dicen. Todas esas afirmaciones tienen su verdad. En todos los casos se habla de la infancia de esos personajes después de haber constatado que su vida sobrepasó lo que se puede esperar de un ser humano. Si lo que hacen es más que humano, tiene que ser divino. Es una manera de hablar que todos entendían y que no causaba conflicto alguno. Los cristianos, después de descubrir lo que Jesús significaba, razonaron: Si de tantas se pudo decir que son hijos de dios, de Jesús con más razón.

“María estaba desposada con José”. El matrimonio constaba de dos partes: el contrato y la boda. Lo importante era el contrato (desposorio). En la boda se celebraba la acogida de la esposa en la casa familiar del novio. Según el relato, María y José estaban casados ​​a todos los efectos jurídicos. ¿Por qué ha tenido tan poca repercusión en nuestra religión este anuncio, comparado con el que ha tenido la Anunciación de María? El anuncio se hace a José. Vamos a dar un somero repaso al texto que acabamos de leer.

“Antes de vivir juntos”. Mateo quiere afirmar el origen divino de Jesús. Por dos veces lo dice sin rodeos. Todo lo que es y significa Jesús es obra del Espíritu. Pero, ¿creéis que eso queda explicado diciendo que Dios se hizo espermatozoide? El pensar que Dios garantiza su presencia en Jesús por vía biológica es una monstruosidad. Dios no puede manipular el material biológico. Dios no tiene actos puntuales. En Dios, ser y actuar son lo mismo. La presencia de Dios en Jesús se manifiesta en lo humano, no fuera de ello.
“Por obra del Espíritu Santo”. Dos veces hace Lucas referencia al Espíritu. En los dos casos está sin artículo. Al traducirlo con un artículo determinado, estamos empujando a entenderlo mal. “Pneumatos Agiou”, hace referencia a Dios Espíritu (viento, aliento vital, fuerza, energía). Sería: “por obra de la fuerza de Dios”. “Agiou” tampoco coincide con nuestro concepto de santo; significa, más bien, separado, incontaminado, distinto, y además separador y purificador. Apunta a una absoluta originalidad. Jesús no es obra de la casualidad, ni de una evolución, sino que responde a la presencia en él de Dios.

José, su esposo, que era bueno”. José es el centro del relato. Ni la palabra “bueno” ni la de “justo” traducen la riqueza del término griego. Significaría un israelita auténtico, temeroso de Dios y cumplidor de la Ley. Simboliza el “resto de Israel” fiel y María la nueva comunidad. En las dificultades que encuentran estos dos personajes, se está manifestando el conflicto que se vivía en la comunidad de Mateo, entre el judaísmo fiel al AT y la nueva comunidad. El origen divino simboliza la superioridad del NT. El encargo de recibir a María indica que todo israelita debe aceptar la novedad que Dios ha querido.

“El ángel del Señor”, no es una naturaleza angélica como lo concebimos nosotros, sino la presencia misteriosa del mismo Dios. Es Dios mismo el que hace la invitación a dar el salto. Los judíos pueden sentirse seguros al abandonar lo antiguo y hacerse cristianos. “En sueño” es la manera de acercarse a Dios a los hombres en todo el AT. “Hijo de David”. La referencia a David deja clara la pertenencia al pueblo judío. José es el encargado de legitimar la transición. Se trata de deshacer toda la prevención por parte de los judíos.

“Tú le pondrás por nombre Jesús”. Si conociéramos lo que significaba en todo el AT poner el nombre a una persona, descubriríamos la importancia de José en este relato. El nombre es resumen de lo que va a ser una persona. El innombrable va a tener nombre, y la imposición de ese nombre va a depender de otro hombre, José. Recordemos que en relato de Lucas el nombre se lo revela a María el ángel y ella será quien se lo imponga.

“Para que se cumpliera la Escritura”. Mateo hace hincapié en el cumplimiento de lo anunciado por el AT. En el párrafo de Isaías citado, la palabra hebrea `almâ', que significa joven, fue traducida de manera incorrecta por “párthenos” que significa (célibe, soltera, doncella, virgen). En hebreo hay una palabra (betûâ) que significa de manera precisa virgen, pero no fue la usada en el pasaje. El malentendido lo denunció ya Trifón (sII). El relato bíblico se refiere a la joven esposa del rey Acaz que va a tener su primer hijo, y que iba a suponer la salvación para el reino. Jesús será salvador, como aquel hijo.

“Enmanuel (Dios-con-nosotros)”. La ausencia de Dios era la causa de todos los males para Judá. Su presencia garantizaba que las cosas iban a ir bien. Jesús no será un más enviado de Dios. No podía tener padre humano, porque sería a quien tuviera que imitar en la tierra. Su modelo será exclusivamente Dios. Será Hijo porque en todo imitará al Padre. Para nosotros es un lenguaje extraño, pero en aquella época, era lo normal.

sábado, 10 de diciembre de 2022

Domingo III de Adviento – Ciclo A

Domingo III de Adviento – Ciclo A (Mateo 11, 2-11) – 11 de diciembre de 2022

 


Evangelio según san Mateo 11, 2-12

En aquel tiempo, Juan se encontraba en la cárcel, y habiendo oído hablar de las obras de Cristo, le mandó preguntar por medio de dos discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?"

Jesús les respondió: "Vayan a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso aquel que no se sienta defraudado por mí".

Cuando se fueron los discípulos, Jesús se puso a hablar a la gente acerca de Juan: "¿Qué fueron ustedes a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? No. Pues entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un hombre lujosamente vestido? No, ya que los que visten con lujo habitan en los palacios. ¿A qué fueron, pues? ¿A ver a un profeta? Sí, yo se lo aseguro; y a uno que es todavía más que profeta. Porque de él está escrito: He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti y te prepare el camino. Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él".

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

 Hoy la Palabra tiene dos llamadas, la primera es para cuando nos sentimos “Yermos sedientos”, “manos cansadas”, “rodillas vacilantes”, “corazones apocados”; somos llamados a la paciencia, no a la paciencia resignada, sino a la paciencia esperanzada, esa que mantiene firme el ánimo porque sabe que el Señor es fiel siempre a su palabra.

La segunda llamada nos convoca a ser profetas de la esperanza, clamar a los que tiene el “corazón apocado”: “¡Ánimo! No teman”, Dios llega, Dios viene a salvarnos. Pero nuestro anuncio ha de ser acompañado de acciones cristianas, que nos hagan signos de esperanza; es decir, hay que comprometernos con la justicia, proporcionar pan al hambriento, liberar, abrir, aliviar y no temer al conflicto que implica ser hombre y mujeres que construyen y preparan.

El Adviento es anuncio y es llamada. Vale la pena hoy no sólo pensar en mi esperanza, sino en cómo somos esperanza para aquellas y aquellos con quienes vamos caminando o a quienes encontramos puestos fuera, heridos al lado del camino; cómo nuestra vida es luz que enciende e ilumina con anuncio, con acciones, con esperanza. ¿Qué acciones concretas harás en este tiempo? ¿A quiénes irás para ser esperanza? Encendamos y encendámonos. 🕯🕯🕯

#FelizDomingo #Adviento 

 “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo”

Hermann Rodríguez Osorio, SJ

Un niño estaba dibujando un retrato, y su profesor se le acercó y le dijo: – Ese es un retrato interesante. Dime algo de él. El niño le respondió: – Es un retrato de Dios. Entonces, el profesor le dijo: – Pero nadie sabe cómo es Dios. – Lo sabrán cuando haya terminado, dijo el niño... Esta historia me trajo a la memoria una anécdota que escuché en estos días. Dicen que un hombre que escuchó una conferencia de la Madre Teresa de Calcuta en las Naciones Unidas se acercó a la anciana religiosa y le dijo: “Hermana, le cuento que yo no creo en Dios. Soy ateo. Pero le aseguro que, si Dios existe, debe ser muy parecido a usted”.

Estando Juan el Bautista en la cárcel, oyó hablar de Jesús y envió a algunos de sus seguidores para que le preguntaran si él era de veras el que había de venir, o si debían esperar a otro. La respuesta fue muy clara: “Vayan y díganle a Juan lo que están viendo y oyendo. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo!” Jesús no da explicaciones ni fundamenta su autoridad en teorías o doctrinas de ningún tipo. Lo único que pide es que se fijen en su comportamiento. Las señales son evidentes y cualquiera que tenga los ojos abiertos y los oídos atentos, podrá reconocer que él es el Mesías de Dios.

Cuando los discípulos de Juan volvieron a la cárcel a contar lo que habían visto y oído, Jesús comenzó a exaltar la misión del Bautista: “¿Qué salieron ustedes a ver al desierto? ¿Un hombre vestido lujosamente? Ustedes saben que los que se visten lujosamente están en las casas de los reyes. En fin, ¿a qué salieron? ¿A ver un profeta? Sí, de veras, y a uno que es mucho más que profeta. Juan es aquel de quien dice la Escritura: ‘Yo te envío mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino”. Esa fue la misión de Juan y es la misión de los profetas de hoy: Preparar los caminos de Jesús y señalar su presencia entre nosotros.

Jesús es el rostro de Dios para nosotros y los que nos decimos sus seguidores debemos ser el retrato de Dios para el mundo. Un niño es capaz de saber cómo es Dios y un ateo es capaz de reconocer sus rasgos en una persona como la Madre Teresa de Calcuta. La pregunta que nos puede asaltar hoy es si los que nos ven hacer lo que hacemos y nos oyen decir lo que decimos, son capaces de reconocer los rasgos de Dios en nosotros. Muchas personas no podrán leer otro evangelio distinto a nuestras vidas. Por eso, tenemos la responsabilidad de transparentar a Dios y abrirle un espacio para que vuelva a encarnarse entre nosotros y en nosotros en esta Navidad. Precisamente, prepararnos para que eso pueda suceder es lo que busca el tiempo de Adviento que estamos viviendo.

AMOR A LA VIDA

José Antonio Pagola

Frente a las diferentes tendencias destructivas que se pueden detectar en la sociedad contemporánea (necrofilia), Erich Fromm ha hecho una llamada vigorosa a desarrollar todo lo que sea amor a la vida (biofilia), si no queremos caer en lo que el célebre científico llama «síndrome de decadencia».
Sin duda, hemos de estar muy atentos a las diversas formas de agresividad, violencia y destrucción que se generan en la sociedad moderna. Más de un sociólogo habla de auténtica «cultura de la violencia». Pero hay otras formas más sutiles y, por ello mismo, más eficaces para destruir el crecimiento y la vida de las personas.
La mecanización del trabajo, la masificación del estilo de vida, la burocratización de la sociedad, la cosificación de las relaciones, son otros tantos factores que están llevando a muchas personas a sentirse no seres vivos, sino piezas de un engranaje social.

Millones de individuos viven hoy en Occidente unas vidas cómodas, pero monótonas, donde la falta de sentido y de proyecto puede ahogar todo crecimiento verdaderamente humano.
Entonces, algunas personas terminan por perder el contacto con todo lo que es vivo. Su vida se llena de cosas. Solo parece vibrar adquiriendo nuevos artículos. Funcionan según el programa que les dicta la sociedad.
Otras buscan toda clase de estímulos. Necesitan trabajar, producir, agitarse o divertirse. Han de experimentar siempre nuevas emociones. Algo excitante que les permita sentirse todavía vivos.
Si algo caracteriza la personalidad de Jesús es su amor apasionado a la vida, su biofilia. Los relatos evangélicos lo presentan luchando contra todo lo que bloquea la vida, la mutila o empequeñece. Siempre atento a lo que puede hacer crecer a las personas. Siempre sembrando vida, salud, sentido.
Él mismo nos traza su tarea con expresiones tomadas de Isaías: «Los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan ya los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí».

Dichosos en verdad los que descubren que ser creyente no es odiar la vida, sino amarla, no es bloquear o mutilar nuestro ser, sino abrirlo a sus mejores posibilidades. Muchas personas abandonan hoy la fe en Jesucristo antes de haber experimentado la verdad de estas palabras suyas: «Yo he venido para que los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia» (Juan 10,10).

 

TE SENTIRÁS DEFRAUDADO SI CONFÍAS EN TU EGO

Fray Marcos

Después de haber hablado de la vida pública de Jesús durante ocho capítulos, el evangelio de Mateo vuelve a hablar de Juan de una manera sorprendente. Ya nos ha dicho quién es Jesús, pero Juan desde la cárcel no las tiene todas consigo. La pregunta es muy concreta, pero Jesús responde a dos cuestiones muy distintas. De sí mismo responde de manera indirecta con lo que dice Isaías del Mesías. De Juan responde por su cuenta y riesgo, de una manera sorprendente. El relato que nos propone hoy el evangelio es desconcertante. El Precursor dudando que el anunciado sea auténtico.

¿No sabía Juan quién era Jesús? ¿No había dicho que no era digno de llevarle las sandalias? ¿No había dicho que su bautismo era solo de agua, que él bautizaría con Espíritu Santo? ¿No había dicho que él era el que tenía que ser bautizado por Jesús? ¿No había visto al Espíritu bajar sobre él? ¿No había oído la voz del cielo: ¿Este es mi Hijo amado? ¿A qué viene ahora la pregunta de, si es o no es, el que ha de venir? Podría reflejar la duda por no responder a las expectativas que había sobre el mesías.

Una vez más recordamos que los evangelios no son crónicas de sucesos. Aunque algunas veces puedan hacer referencia a hechos reales, la intención al relatarlos es impartir teología. El tema que se propone hoy fue muy difícil de resolver para los primeros cristianos que eran judíos. El mensaje de Jesús, y su manera de comportarse, nada tenía que ver con lo que los judíos de su tiempo esperaban del Mesías. En la respuesta de Jesús, no se trata tanto de hablar de Juan cuanto de intentar que todos los que le están oyendo se den cuenta de lo que significa el mismo Jesús.

Los evangelios nacen en una cultura oriental, completamente distinta de la cultura grecorromana donde se desplegó más tarde el cristianismo. En aquella cultura, la manera de comunicar verdades era el relato. Contando una historia se le dice al interlocutor lo que se le quiere comunicar. Nada que ver con la cultura grecorromana, que había desarrollado un lenguaje lógico, discursivo, racional, que por medio de razonamientos accedía y comunicaba la verdad. Sigue siendo una catástrofe para la interpretación del evangelio que nos empeñemos en mirarlo como lenguaje lógico.

Da pena oír comentar los relatos de la infancia de Lucas y Mateo como si casual historia, cuyo objetivo es comunicarnos lo que pasó. Y todo, sin hacer puñetero caso a los exégetas que llevan más de dos siglos diciendo que esa no es la manera adecuada de entenderlos. No solo distorsionamos los textos, haciéndoles decir lo que no dicen, sino que nos quedamos sin el verdadero mensaje, y esto es mucho más grave. Podéis imaginar lo que yo siento cuando veo a una persona salirse de la iglesia por oírme decir que esos relatos no son historia. No hay manera de superar los prejuicios.

Contadle a Juan lo que estáis viendo. No les está diciendo que su misión es curar las limitaciones. Jesús recuerda la manera de hablar del profeta Isaías, para que Juan asociara lo visto con los tiempos mesiánicos anunciados. Ni todos los leprosos van a quedar limpios, ni todos los sordos van a oír. También nos dice Isaías que el lobo habitará con el cordero y la pantera se tumbará con el cabrito, que el desierto y el yermo se regocijarán, que se alegrarán el páramo y la estepa. Estas imágenes tenemos que entenderlas como símbolos. ¿Por qué vemos las otras como reales?

¿Por qué habla de ciegos, sordos, cojos, inválidos, leprosos, y muchos otros colectivos que siguen siendo objeto de marginación? El texto quiere decir que la llegada del Reino tendrá consecuencias para todos, pero sobre todo para los más desfavorecidos. Quiere decir que el que acoja el Reino, saldrá de la dinámica de la opresión y entrará en la del servicio. Por cierto, entre las imágenes de la presencia del Mesías no hay ni un solo signo religioso. Esto tenia que hacernos pensar. Los cristianos nos olvidamos con frecuencia que, para Jesús, lo primero es el hombre; Incluso antes que Dios.

La buena noticia que se anuncia a los pobres, es que Dios es Abba para todos y que la salvación ya se la ha concedido a todos. La noticia de que Dios no va a pedirnos cuenta de nuestros pecados, sino que nos ha liberado ya de todos ellos. La noticia de que no son los sabios y entendidos los que descubrirán ese Dios, sino los sencillos. La noticia de que no son los que detenten el poder, sea civil o religioso, los que están más cerca de Dios sino los que lo sufren y padecen. La noticia de que no son los “buenos” los que encuentran a Dios de cara, sino las prostitutas y los pecadores.

Ni Juan ni sus seguidores estaban capacitados para entender a Jesús. Su figura no se ajusta al Mesías que ellos esperaban. Jesús rompe todos los moldes, desbarata todas las expectativas. Lo que aporta va en la dirección contraria de lo que esperaban. No viene a imponer nada, sino a proponer una dinámica de servicio. Su actitud de no-violencia, de no defenderse de los enemigos, de no destruir al adversario, escandaliza a todos. No solo no vine a imponer “justicia” sino que acepta la injusticia en su propia carne. De ahí la frase final de Jesús: “…y dichoso el que no se escandalice de mí”.

El Reino no lo hacen presentes los ciegos, sordos o cojos curados, sino el que se preocupa de ellos. Por no tener esto en cuenta, creemos que lo importante es biblioteca al pobre de sus carencias. El objetivo primero debe ser libreme yo de mi inhumanidad. Incluso para un ciego, más importante que ver, es recuperar su humanidad machacada por el que le desprecia. Que esa disponibilidad sea para con un rico o para con un pobre, no tiene importancia; lo que importa es la actitud. Tampoco importa que al necesitado se le dé un millón o solo una sonrisa; en ambos casos allí está Dios.

Esa advertencia sirve también para nosotros. Seguimos escandalizándonos, porque la salvación que Jesús nos presentó no responde a la que esperamos. Seguimos sin enterarnos de que el amor que predica Jesús es absolutamente eficaz solo si se hace vida, pero es inútil si se queda en teoría. El amor nunca se pondrá al servicio de nuestro ego para alcanzar provecho personal. El amor va siempre en dirección a los demás y se olvida de sí. Nos empujará siempre a desprendernos de nuestro ego. El amor compasivo es nuestra verdadera naturaleza. El egoísmo es nuestra destrucción.

La mayoría de las miserias humanas no están a la vista. Todos estamos rodeados de carencias más importantes que las biológicas. La falta de alimento me puede matar, pero la falta de amor me destroza como ser humano. Todos necesitamos ayuda de los demás, aunque no queremos reconocerlo. Pero también yo puedo ayudar a todos los que encuentro en mi camino. Cada uno necesitará una ayuda distinta, pero puedo estar seguro de que todos esperan algo de mí. Entraré en la dinámica del Adviento cuando haga presente el Reino, no defraudando al que espera algo de mí.


Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B (Reflexión)

  Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B (Juan 10, 11-18) – Abril 28, 2024 Hechos 9, 26-31; Salmo 21; 1 Juan 3, 18-24 Quinto Domingo de Pascua: ...