Continuamos en
este domingo, escuchando al Maestro Jesús, que nos da lecciones para esta
vida terrena, con las que, poniéndolas en práctica, alcanzamos la vida eterna, la del
cielo…
Evangelio según
san Lucas 12, 13-21
En
aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo:
“Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le
contestó: “Amigo, ¿quién me
ha puesto como juez en la distribución de herencias?”
Y
dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de
avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes
que posea”.
Después
les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a
pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo
que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para
guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes
bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena
vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para
quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para
sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.
Reflexión:
¿Cómo me relaciono
con las cosas?
Hemos estado leyendo en la liturgia durante la semana pasada, acerca
del Reino de Dios, y como Jesús, con parábolas nos pone a reflexionar
sobre lo que es y cómo está presente entre nosotros. Hoy domingo, podemos
relacionar las lecturas y el evangelio, con el reinado de Dios en nuestro
corazón.
Comencemos esta reflexión, con el inicio de la primera lectura: “Todas
las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión” (Eclo 1,2) ... pero ¿por
qué todas las cosas son vana ilusión? … Pensando y meditando las lecturas,
el salmo y el evangelio, podemos encontrar la respuesta.
La expresión “vana ilusión”, se refiere generalmente a esperanzas
o seguridades falsas, cosas que parecen tener valor o prometer
felicidad, pero que al final son vacías, pasajeras o engañosas… ya que lo material-terrenal
es intrascendente, mientras que nuestro espíritu / alma, esencia de
nuestro ser, es trascendente, divino, del cielo, de Dios. Por eso, san Pablo en
la segunda lectura nos invita hoy a “buscar los bienes de arriba”, a “todo
el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra” (Col 3,
1-5).
Con la “ayuda” del Principio y Fundamento (PyF) de los Ejercicios Espirituales
de San Ignacio de Loyola, podemos comprender lo que implica “todas las cosas” y
“bienes del cielo”: “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y
servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas
son creadas para el hombre, y para que le ayuden a alcanzar el fin para el que
fue creado. De donde sigue, que el
hombre ha de usarlas tanto le ayuden para su fin, y tanto debe quitarse
de ellas, cuanto para ello le impidan.” (PyF 23).
Salvar el alma, es tener vida plena, una que valga la pena
vivir, desde ahora en la terrena, para tener una vida eterna, cuando
dejemos este mundo. Cuando nos enfocamos solo en lo terreno de manera egoísta, esto
es: “pasiones desordenadas, los malos deseos, avaricia, idolatría, mentira,
engaño” (cfr, Col 3, 9-11), nos alejamos de tener una vida
terrena plena, y poder aspirar a la vida eterna,
Las cosas, son medios, no fines; cuando invertimos el orden y “las
cosas” son el fin …nos desordenamos y desviamos de lo que más nos conviene,
como nos advierte Jesús, “eviten toda clase de avaricia, porque la vida del
hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea” … ya que, al
morir no nos llevaremos nada material, solo partiremos con lo espiritual, con lo
“vale la pena ante Dios”, ´por lo que el reto es, aprender a elegir lo
que más conviene para tener vida plena.
¿Qué
tengo que ordenar en mi vida?... ¿Cómo hacerme rico, ante Dios?... ¿Cómo hacer
uso de las cosas y ser feliz, “como Dios quiere”?
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