sábado, 29 de enero de 2022

Cuarto Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C

 Cuarto Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas 4, 21-30) 30 de enero de 2022

 

Lucas 4, 21-30

En aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?”
Jesús les dijo: “Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’ y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”. Y añadió: “Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, que era de Siria”.
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta una saliente del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

Palabra de Dios.

 

 # microhomilía

Hernan Quezada SJ

El mensaje de Jesús, como nos lo presenta el Evangelio hoy, incomoda y desata la ira de aquellos que se sienten poseedores de la verdad y capaces de administrar incluso a Dios. La invitación hoy, no es volvernos también violentos y ahora sentirnos nosotros los poseedores de la “otra verdad”, así engancharnos en una espiral violenta que se aleja de lo que es el seguimiento de Jesús.

La invitación de hoy es a centrarnos en seguir a Jesús, que nos ha elegido y nos llama a ir por el camino mejor de todos: el del amor. Camino que nos lleva a vivir amando. Es decir que nos hace hombres y mujeres de servicio, que viven en la verdad, perdonan, confían, esperan y soportan, son valientes. Quien es capaz de vivir amando y no se engancha en la envidia, el egoísmo, la vanidad, la violencia y el rencor es quien será capaz de vivir plenamente.

¿Hagamos nuestro examen de la semana? ¿En dónde, con quién me faltó el amor? ¿Cuándo no viví en la verdad? ¿En qué dinámica lejana al amor estoy enganchado, enganchada?

Pidamos a Dios que nos regale las virtudes de la fe, la esperanza, y la que ilumina y expresa las anteriores: la del amor.

#FelizDomingo

“Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús (...)”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Dicen que una vez llegó un profeta a un pueblo y comenzó a predicar en medio de la plaza central. Al comienzo, mucha gente escuchaba con atención sus llamados a la conversión y se sentían impulsados a volverse a Dios por la voz de este profeta. Pero pasaron los días y el profeta seguía anunciando su mensaje con la misma fuerza, aunque el público había ido disminuyendo poco a poco. Cuando había pasado algo más de un mes, el profeta seguía saliendo todos los días a la plaza del pueblo a predicar su mensaje, aunque todos los habitantes del pueblo estaban ocupados en otras cosas y nadie se detenía a escuchar su palabra. Por fin alguien se acercó al profeta y le preguntó por qué seguía predicando si nadie le hacía caso. Entonces el hombre respondió: “Al principio, predicaba porque tenía la esperanza de que algunos de los habitantes de este pueblo llegaran a cambiar; esa esperanza ya la he perdido. Pero ahora sigo predicando para que ellos no me cambien a mi”.

En abierto contraste con lo que el texto de san Lucas dice al comienzo de este pasaje: “Todos hablaban bien de Jesús y estaban admirados de las cosas tan bellas que decía”, la narración da un vuelco repentino y comienza a mostrar la agresividad de la gente hacia la predicación de Jesús: “Se preguntaban: –¿No es este el hijo de José?”. Tanto que Jesús mismo toma la iniciativa y expresa las reservas que el pueblo tiene frente a su palabra: “Seguramente ustedes me dirán este refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Y además me dirán: ‘lo que oímos que hiciste en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu propia tierra’. Y siguió diciendo: –Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra”. Después, hizo referencia a dos casos muy conocidos en el Antiguo Testamento en los que aparece una preferencia de parte de Dios por manifestarse a los hijos de pueblos distintos a Israel: El primer caso es el de Elías, que fue enviado a una viuda de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón, es decir, territorio extranjero (1 Reyes 17, 1-24); y el segundo caso es del profeta Eliseo, que no curó a ningún leproso israelita, habiendo tantos en su tiempo, sino a Naamán, el sirio, también un extranjero (2 Reyes 5, 1-19).

Esto provocó una reacción violenta de la población que estaba reunida en la sinagoga para el culto de los sábados. “Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enojaron mucho. Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús, llevándolo a lo alto del monte sobre el cual el pueblo estaba construido, para arrojarlo abajo desde allí. Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue”. Desde luego, eso de que ‘pasó por en medio de ellos’ no debió ser como cuando le hacen una calle de honor al obispo que llega a un pueblo perdido de nuestra geografía. Sencillamente, no dejó que lo arrojaran por el barranco abajo y, seguramente, sacudiéndose el polvo de sus pies, se fue del pueblo, como más tarde enseñó a sus discípulos: “Y si en algún pueblo no los quieren recibir, salgan de él y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia” (Lucas 9, 5).

Como Jesús, nosotros también tenemos el peligro de ser rechazados por predicar lo que nos propone el evangelio. Pero no podemos claudicar frente al rechazo. Como el profeta con el que comenzábamos, habrá que seguir anunciando el perdón, el amor y la paz, aunque todos nos vuelvan la espalda. Si no es para que los demás cambien, por lo menos para que ellos y sus costumbres, no terminen por cambiarnos a nosotros.

 

EL MIEDO A SER DIFERENTES

José Antonio Pagola

Pronto pudo ver Jesús lo que podía esperar de su propio pueblo. Los evangelistas no nos han ocultado la resistencia, el escándalo y la contradicción que encontraron, incluso en los ambientes más cercanos. Su actuación libre y liberadora resultaba demasiado molesta. Su comportamiento ponía en peligro demasiados intereses.

Jesús lo sabe desde el inicio de su actividad profética. Es difícil que alguien que se decida a actuar escuchando fielmente a Dios sea bien aceptado en un pueblo que vive de espaldas a él. «Ningún profeta es bien mirado en su tierra».

Los creyentes no lo debemos olvidar. No se puede pretender seguir fielmente a Jesús y no provocar, de alguna manera, la reacción, la crítica y hasta el rechazo de quienes, por diversos motivos, no pueden estar de acuerdo con un planteamiento evangélico de la vida.

Nos resulta dificil vivir a contracorriente. Nos da miedo ser diferentes. Hace mucho tiempo que está de moda «estar a la moda». Y no solo cuando se trata de adquirir el traje de invierno o elegir los colores de verano. El «dictado de la moda» nos impone los gestos, las maneras, el lenguaje, las ideas, las actitudes y las posiciones que hemos de defender.

Se necesita una gran dosis de coraje para ser fieles a las propias convicciones, cuando todo el mundo se acomoda y adapta a «lo que se lleva». Es más fácil vivir sin un proyecto personal de vida, dejándonos llevar por el convencionalismo. Es más fácil instalarnos cómodamente en la vida y vivir según lo que nos dictan desde fuera.

Al comienzo, quizás uno escucha todavía esa voz interior que le dice que no es ese el camino acertado para crecer como persona ni como creyente. Pero pronto nos tranquilizamos. No queremos pasar por un «anormal» o un «extraño». Se está más seguro sin salirse del rebaño.

Y así seguimos caminando. En rebaño. Mientras que desde el Evangelio se nos sigue invitando a ser fieles al proyecto de Jesús, incluso cuando pueda acarrearnos la crítica y el rechazo por parte de la sociedad, e incluso dentro de la Iglesia.

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El profeta en su tierra

Nadie es profeta en su patria,

y, sin embargo,

hay que serlo.

Hay que levantar la voz

para gritar que es posible

desmantelar los rencores,

desconectarse del odio,

y acostumbrarse al silencio,

antesala de palabras

que han de romper los candados

que separan y dividen.

Hay que volver a casa

y removedor de certificaciones,

desenmascarar las inercias,

mostrar que hay otros caminos

para celebrar la vida.

Basta ya de laberintos

en que se gastan los dias

inventando recorridos

que a ningún lugar conducen.

Basta de duelos esteriles

entre esgrimistas de versos

que conoce los discursos

pero ignoran el amor.

Y aunque ataquen al profeta,

por mostrar, en su retorno,

que otra mirada es posible,

seguire plantando cara,

porque lleva dentro el fuego

que en su entraña puso Dios.

(José María Rodríguez Olaizola, sj)


 

LA VERDADERA SALVACIÓN NO VENDRÁ DE FUERA, YA LA TENEMOS DENTRO

Fray Marcos

Seguimos con el tema del domingo pasado. “Hoy se cumple esta escritura”, pero no va a ser como esperan los de su pueblo. En todos los evangelios se habla de los milagros de Jesús como manifestación de su divinidad pero, a la vez, se critica que pretenden poner en las curaciones la salvación que ofrecen por Jesús. Una salvación por el poder de Dios, directa oa través de un intermediario, no tiene sentido. Seguimos arrastrando la idea de un dios todopoderoso que pondrá su poder a mi servicio si cumple unos requisitos.

Hoy se cumple esa Escritura en cada uno de nosotros. Dios la cumple siempre sin tener que hacer nada. Que se cumpla hoy depende exclusivamente de mi. Por no tener en cuenta estos dos planos, la religión nos ha metido por un callejón sin salida y nos ha hundido en la miseria. Seguimos esperando que Dios haga que me toque hacer a mí. Soy yo el que tengo que preguntarme: ¿cumplo yo hoy esa escritura que acabáis de oír?

La Iglesia, ya desde muy pronto, prefirió potenciar en Jesús la idea de Hijo de Dios y se olvidó de la de Mesías; aunque está claro que en los orígenes querrían decir lo mismo. Así, la salvación que se esperaba como acontecimiento que debió darse cuenta en la historia, se convirtió en la salvación trascendente y ahistórica para el más allá. El mordiente que encerraba la imagen del Mesías se disolvió como un azucarillo. Jesús ya no necesita hacer presente la liberación desde la historia sino desde la estratosfera de su divinidad.

Hemos leído: “todos le daban su aprobación y se admiraban”. Pero hay una alternativa: El verbo (martyreo) = dar testimonio, que se traduce por “dar su aprobación”, cuando está construido con dativo, significa “testimoniar en contra”. Por otra parte, (thaumazo) = Admirarse, significa también extrañarse. La traducción sería: “todos se declaraban en contra, extrañados del discurso sobre la gracia (para todos) que salía de sus labios”. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, que de otro modo, parece que inicia él la gresca.

La importancia de suprimir la última frase del texto de Isaías queda más clara con la explicación que da hoy Jesús. Tiene que rectificar el texto de Isaías, pero menciona a otros dos profetas que avalan esa aparente mutilación. Elías y Eliseo son ejemplos de cómo actúa Dios con relación a los no judíos. Para entenderlo hoy, podríamos decir que Elías atendió a una viuda libanesa y Eliseo a un general sirio. ¡Qué poco han cambiado las cosas! La atención a la viuda de Sarepta y Naamán el sirio deja en evidencia la pretensión de salvación exclusiva que los judíos, como pueblo elegido, pretendían.

El evangelista quiere subrayar que este argumento contundente, no solo no les convence, sino que provoca la ira de sus vecinos que se sienten agredidos porque les echa en cara su ceguera. La tradición de Mc, que copia Mt, no hace alusión ni al texto de Isaías ni a Elías y Eliseo. Esto indica la intención de recalcar la oposición de sus paisanos. Los primeros cristianos se esforzaron por proponer a Jesús como a continuación del AT aprovechando cualquier resquicio para demostrar que en él “se cumplen las Escrituras”. Jesús sobrepasó, con mucho, todo lo que pueden insinuar las Escrituras.

¿No es este el hijo de José? La razón para rechazar las pretensiones de Jesús es que es uno del pueblo, conocido de todos. La grandeza de Jesús está en que, siendo uno de tantos, fue capaz de descubrir lo que Dios esperaba de él. Jesús no es un extraterrestre que trae de otro mundo poderes especiales, sino un ser humano que saca de lo hondo de su ser lo que Dios ha puesto en todos. Habla de lo que encontró dentro de sí mismo y nos invita a descubrir y vivir en nosotros lo mismo que él descubrió y resultó.

El primer rechazo que sufre Jesús en Mateo no viene de los sumos sacerdotes ni de los escribas o fariseos, sino del pueblo sencillo. Sus paisanos ven que no va a responder a las expectativas del judaísmo oficial, y se enfadan. Cualquier visión que vaya más allá de los intereses del gueto (familia, pueblo, nación) será interpretada como traición a la institución. Las instituciones tienen como primer objetivo la defensa de unos intereses frente a los intereses de los demás. Incluso nuestra manera de entender el ecumenismo responde, la mayoría de las veces, a esta dinámica contraria al evangelio.

No se puede aceptar un mesianismo para todos. Ellos esperaban un Mesías poderoso que les iba a librar de la opresión de los romanos ya solucionar todos los problemas materiales. Si Jesús se presenta como tal liberador, ellos tienen que ser los primeros beneficiarios de ese poder. Al darse cuenta de que no va a ser así, arremeten contra él. El odio es siempre consecuencia de un amor imposible. El evangelista echa mano del AT para demostrar que los profetas ya habían manifestado esa actitud de Dios a favor de los extranjeros. Quiere decir que su mensaje no es contrario ni ajeno a la Escritura.

El Dios de Jesús no puede tener privilegios, ama a todos infinitamente. Dios no nos ama por lo que somos o por lo que hacemos. Dios nos ama por lo que Él es. Ama igual al pobre y al rico, al blanco y al negro, al cristiano y al musulmán, a la prostituta ya la monja de clausura, a Teresa de Calcuta ya Bin Laden. En algún momento de esta escalada progresiva nos patinarán las neuronas. Es más de lo que podemos aguantar. Nos pasa lo que a los paisanos de Jesús. Mientras sigamos pensando que Dios me ama porque soy bueno, nadie nos convencerá de que debemos amar al que no lo es.

Jesús viene a anunciar una salvación de todas las opresiones. Pero esa salvación no depende de Dios ni de un intermediario sino de cada uno de nosotros. Su salvación no va contra nadie, sino a favor de todos. Ahora bien, no debemos ser ingeniosos, lo que es una buena noticia para los oprimidos, es una mala noticia para los opresores. De ahí que, en tiempo de Jesús, y en todos los tiempos, los que gozan de privilegios se opongan a esa práctica liberadora. Si no estamos dispuestos a liberar al oprimido, somos opresores.

Tenemos que comprender que el opresor no hace mal porque daña al oprimido, sino que hace mal porque se hace daño a sí mismo. El que explota a otro le priva de unos bienes que pueden ser vitales, pero lo grave es que él mismo se está deteriorando como ser humano. El daño que hace le afecta al otro en lo accidental. El daño que se hace a sí mismo le afecta en lo esencial. El que muere por mi culpa puede morir repleto de humanidad; pero yo, al causar su muerte, me hundo en la más absoluta miseria.

¿Hemos caído en la cuenta de que lo único que puede garantizar mi religiosidad es el servicio a los demás? ¿Nos hemos parado a pensar que sin amor no soy nada? Ahora bien, el único amor del que podemos hablar es el amor a los demás. Sin éste, el amor que cree tener a Dios, es una falacia. La única pregunta a la que debo contestar es esta. ¿Amo sin exclusión? Sin amor, nuestra vida cristiana se destruyó en un absurdo.

sábado, 22 de enero de 2022

Tercer Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C

 Tercer Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C (Lucas 1, 1-4; 4,14-21) 23 de enero de 2022

 

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros, tal y como nos las trasmitieron los que las vieron desde el principio y que ayudaron en la predicación. Yo también, ilustre Teófilo, después de haberme informado minuciosamente de todo, desde sus principios, pensé escribírtelo por orden, para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado.
(Después de que Jesús fue tentado por el demonio en el desierto), impulsado por el Espíritu, volvió a Galilea. Iba enseñando en las sinagogas; todos lo alababan y su fama se extendió por toda la región. Fue también a Nazaret, donde se había criado. Entró en la sinagoga, como era su costumbre hacerlo los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Se le dio el volumen del profeta Isaías, lo desenrolló y encontró el pasaje en que estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

Palabra del Señor

#microhomilía

HernanQuezadaSJ

Después de saberse el Hijo amado de Dios en el Jordán y experimentar las tentaciones del desierto, Jesús proclama en la sinagoga lo que será el sentido de su vida, su "para qué": "porque me ha ungido PARA llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar en año de gracia del Señor", es decir, el año en que se establece la justicia. Jesús hará eso hasta su último suspiro: Anunciar y denunciar, liberar, sanar, ajustar lo desajustado. Por hacer esto es que los injustos lo mataron.

La Palabra hoy nos invita, desde donde estamos y siendo las y los que somos, a anunciar con contundencia y claridad cuál es la particularidad de mi llamada personal, cuál es el sentido de mi vida, ¿para qué vivo?. ¿Qué respondes?

Vivir la vida sin saber para qué vivimos, o viviendo para algo para lo que no nacimos, puede hacernos experimentar el vacío del sin sentido y vivir arrodillados ante dioses como el miedo y el narcisismo. Saber el sentido de nuestra vida y tratar de vivirlo con plenitud y libertad, es el camino al que Jesus nos llama.

#FelizDomingo

“(...) me ha parecido conveniente escribirte estas cosas ordenadamente”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Después de una pequeña escala por el evangelio de san Juan, que hicimos el domingo pasado, el Ciclo C de la liturgia dominical nos invita a recorrer el tercer evangelio, escrito muy probablemente por un médico, compañero de Pablo de Tarso (Cfr. Colosenses 4, 14; 2 Timoteo 4, 11; y Filemón 24), que se dio a la tarea de investigar sobre la vida de Jesús, para ofrecer a la comunidad cristiana de origen no judío, “la historia de los hechos que Dios ha llevado a cabo entre nosotros, según nos los transmitieron quienes desde el comienzo fueron testigos presenciales y después recibieron el encargo de anunciar el mensaje”. Para ello, dice el autor de este evangelio, dirigiéndose a un tal Teófilo, “lo he investigado todo con cuidado desde el principio, y me ha parecido conveniente escribirte estas cosas ordenadamente, para que conozcas bien la verdad de lo que te han enseñado”.

Junto con esta sencilla introducción al texto que vamos a leer en los próximos domingos, el evangelio nos presenta la primera actuación pública de Jesús en Nazaret. Volver a la tierra natal y hacer la lectura del profeta Isaías delante de toda la comunidad que lo conocía desde pequeño, no debió ser fácil para Jesús. Sobre todo, porque el texto que tuvo que leer anuncia una acción muy particular del Espíritu en medio de su pueblo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor”.

Esa acción del Espíritu no fue sólo la que vivió y sintió el profeta Isaías al escribir estas palabras, sino también la acción que Jesús sentía que estaba aconteciendo en su propia vida en ese mismo momento. Por eso, al terminar la lectura y percatado de la mirada inquisidora de sus coetáneos, se atrevió a decir: “Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oír”, aunque sabía que esta afirmación podría causarle los primeros problemas y rechazos entre sus mismos amigos y conocidos.

Pero no podemos detener ahí la obra creadora y salvadora de Dios en medio de su pueblo. Tenemos que reconocer que esa misma acción creadora y salvadora de Dios sigue aconteciendo hoy en medio de nosotros, en cada uno de los seres humanos, llamados, como Jesús, a llevar una buena noticia a este mundo, tan lleno de las mismas esclavitudes y miserias que Isaías experimentó y que Jesús descubría entre sus contemporáneos. Hoy también se está cumpliendo esta Escritura que acabamos de escuchar. Nuestra responsabilidad está en preguntarnos constantemente por las llamadas del Espíritu en nuestra propia realidad.

Vine a mi memoria en este momento, la historia del niño que iba a rezar todos los días a la misma hora a una Iglesia. El sacerdote, viendo que el niño venía todos los días y pasaba algunos minutos arrodillado delante del Santísimo Sacramento, le preguntó un día: “¿Qué le pides a Dios todos los días? ¿Cuál es tu problema? A lo que el niño respondió: “No le pido nada. No tengo grandes problemas. Lo único que le pregunto a Dios es en qué le puedo ayudar”.

 

BUENA NOTICIA PARA LOS POBRES

José Antonio Pagola

Uno de los rasgos más escandalosos e insoportables de la conducta de Jesús es su defensa decidida de los pobres. Una y otra vez, los cristianos tratamos de escamotear algo que es esencial en su actuación.

No nos engañemos. Su mensaje no es una buena noticia para todos, de manera indiscriminada. Él ha sido enviado para dar una buena noticia a los pobres: el futuro proyectado y querido por Dios les pertenece a ellos.

Tienen suerte los pobres, los marginados por la sociedad, los privados de toda defensa, los que no encuentran sitio en la convivencia de los fuertes, los despojados por los poderosos, los humillados por la vida. Ellos son los destinatarios del reino de Dios, los que se alegrarán cuando Dios «reine» entre sus hijos e hijas.

Pero ¿por qué son ellos los privilegiados? ¿Es que los pobres son mejores que los demás para merecer de Dios un trato especial? La posición de Jesús es sencilla y clara. No afirma nunca que los pobres, por el hecho de serlo, sean mejores que los ricos. No defiende un «clasismo moral». La única razón de su privilegio consiste en que son pobres y oprimidos. Y Dios no puede «reinar» en el mundo sino haciéndoles justicia.

Dios no puede ser neutral ante un mundo desgarrado por las injusticias de los hombres. El pobre es un ser necesitado de justicia. Por eso la llegada de Dios es una buena noticia para él. Dios no puede reinar sino defendiendo la suerte de los injustamente maltratados.

Si el reinado de Dios se impone, los pobres serán felices. Porque donde Dios «reina» no podrán ya reinar los poderosos sobre los débiles ni los fuertes sobre los indefensos.

Pero no lo olvidemos. Lo que es buena noticia para los pobres resuena como amenaza y mala noticia para los intereses de los ricos. Tienen mala suerte los ricos. El futuro no les pertenece. Sus riquezas les impiden abrirse a un Dios Padre.

 

EL ESPÍRITU LIBERA Y CAPACITA PARA LIBERAR

Fray Marcos

Este ciclo (C) toca leer el evangelio de Lucas, que empieza con un paralelismo de la infancia entre el Bautista y Jesús en los dos primeros capítulo. A partir de aquí, se olvida de todo lo dicho y comienza solemnemente su evangelio: “En el año quince del gobierno de Tiberio Cesar… vino la palabra de Dios sobre Juan… Después del bautismo y las tentaciones, propone un nuevo comienzo con un resumen: Regresó a Galilea con la fuerza del Espíritu, enseñaba en las sinagogas y su fama se extendió.

No es la primera vez que entra en una sinagoga pues dice: “como era su costumbre”. Y “haz aquí lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm. El texto de Isaías es el punto de partida. Pero más importante aún que la cita, es la omisión voluntaria de la última parte que decía: “... y un día de venganza para nuestro Dios” (estaba expresamente prohibido añadir o quitar un ápice del texto). Los que escuchaban se dieron cuenta de la omisión. Atreverse a rectificar la Escritura era inaceptable.

Isaías habló en metáforas, no habla de curación física. Jesús se niega a entrar en la dinámica que ellos esperan. Ni la misión de Elías ni la de Eliseo fue remediar necesidades materiales. Continúa Lucas con un texto en que Jesús realiza toda clase de curaciones, ahora en Cafarnaúm. Pero termina orando en descampado y diciendo a los que le buscan: Vámonos a otros pueblos a predicar, que para eso he venido.

No comenta un texto de la Torá, que era lo más sagrado para el judaísmo sino un texto profético. El fundamento de la predicación de Jesús se encuentra más en los profetas que en el Pentateuco. Para los primeros cristianos estaba claro que el mismo Espíritu, que ha inspirado la Escritura, unge a Jesús a ir mucho más allá de ella, superando el carácter absoluto que le habían dado los rabinos. Ninguna teología,  ninguna norma tiene valor absoluto. El ser humano debe estar siempre abierto al futuro.

Al aplicarse a sí mismo el texto, está declarando su condición de “Ungido”. Seguramente es esta pretensión la que provoca la reacción de sus vecinos, que le conocían de toda la vida y sabían quién era su padre y su madre. En otras muchas partes de los evangelios se apunta a la misma idea: La mayor cercanía a la persona se convierte en el mayor obstáculo para poder aceptar lo que es. Para un judío era impensable que alguien se atreviera a cambiar la idea de Dios de la Escritura.

Partiendo de Isaías, Jesús anuncia su novedoso mensaje. A las promesas de unos tiempos mesiánicos por parte de Isaías, contrapone Jesús los hechos: “hoy se cumple esta Escritura”. Toda la Biblia está basada en una promesa de liberación. No debemos entender literalmente el mensaje y seguir esperando lo que ya nos han dado. Dios no nos libera, Dios es la liberación. Soy yo el que debo tomar conciencia de ello.

La libertad es el estado natural del ser humano. La “buena noticia” de Jesús va dirigida a todos los que padecen cualquier clase de sometimiento, por eso tiene que consistir en una liberación. No debemos caer en una demagogia barata. La enumeración que hace Isaías no deja lugar a dudas. En nombre del evangelio no se puede predicar la simple liberación material, pero tampoco podemos conformarnos con una salvación espiritual, desentendiéndonos de las esclavitudes materiales.

Oprimir a alguien, o desentenderse del oprimido, es negar el Dios de Jesús. El Dios de Jesús no es el aliado de unos pocos. No es el Dios de los buenos, de los piadosos ni de los sabios; es, sobre todo, el Dios de los marginados, de los excluidos, de los enfermos y tarados, de los pecadores. Solo estaremos de parte Dios si estamos con ellos. Una religión, compatible con cualquier clase de exclusión, es idolátrica.  “Id y contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan...”

Hoy el ser humano busca con ahínco la liberación de las opresiones externas, pero descuida la liberación interior que es la verdadera. Jesús habla de liberarse antes de liberar. En el evangelio de Juan, está muy claro que tan grave es oprimir como dejarse oprimir. El ser humano puede permanecer libre a pesar de los sometimientos externos; hay una parte de su ser que nadie puede doblegar. La primera obligación del hombre es no dejarse esclavizar y el primer derecho, verse libre de toda opresión.

¿Cómo conseguirlo? El evangelio nos lo acaba de decir: Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu. Ahí está la clave. Solo el Espíritu nos puede capacitar para cumplir la misión que tenemos como seres humanos. Tanto en el AT como en el NT, ungir era capacitar a uno para una misión. Pablo nos lo dice con claridad meridiana: Si todos hemos bebido de un mismo Espíritu, seremos capaces de superar el individualismo, y entraremos en la dinámica de pertenencia a un mismo cuerpo.

La idea de que todos formamos un solo cuerpo es genial. Ninguna explicación teológica puede decirnos más que esta imagen. La idea de que somos individuos con intereses contrapuestos es tan demencial como pensar que una parte de nuestro cuerpo pueda ir en contra de otra parte del mismo cuerpo. Cuando esto sucede le llamamos cáncer. El individualismo solo puede ser superado por la unidad del Espíritu.

Pablo nos invita a aceptarnos los unos a los otros como diferen­tes. Esa diversidad es precisamente la base de cualquier organismo. Sin ella el ser vivo sería inviable. Tal vez sea una de las exigencias más difíciles de nuestra condición de criaturas, aceptar la diversidad, aceptar al otro como diferente, encontrando en esa diferencia, no una amenaza sino una riqueza. Es fácil descubrir que estamos en la dinámica opuesta. Seguimos empeñados en rechazar y aniquilar al que no es como nosotros.

Lo único que predicó Jesús fue el amor, es decir, la unidad. Eso supone la superación de todo egoísmo y toda conciencia de individuali­dad. Los conocimientos científicos adquiridos en estos dos últimos siglos vienen en nuestra ayuda. Somos parte del universo, somos parte de la vida. Si seguimos buscando el sentido de mi existencia en la individualidad terminaremos todos locos. El sentido está en la totalidad, que no es algo separado de mi individualidad, sino que es su propio constitutivo esencial.

El Espíritu no es más que Dios presente en lo más hondo de nuestro ser. Eso que hay de divino en nosotros es nuestro verdadero ser. Todo lo demás, no solo es accidental, transitorio y caduco, sino que terminará por desaparecer. No tiene sentido que sigamos potenciando aquello de lo que tenemos que despegarnos. Querer poner en lo caduco el sentido a mi existencia es ir en contra de nuestra naturaleza más íntima.

 

sábado, 15 de enero de 2022

Segundo Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C

 Segundo Domingo del tiempo ordinario – Ciclo C (Juan 2, 1-11) 16 de enero de 2022

 

Juan 2, 1-11

En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo”.
Así lo hicieron, y en cuanto el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.
Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

Palabra del Señor.

 

 #microhomilía

HernanQuezadaSJ

imaginemos las seis vasijas de piedra, de gran capacidad pero vacías, puestas en un rincón. Por otro lado la angustia de los novios que se han quedado sin vino. (El vino tiene un simbolismo de alegria, de abundancia que se comparte en la fiesta con la gente que se ama, dista de la idea que podríamos tener hoy de la relación fiesta y alcohol).

María, como suele pasar con muchas mujeres, se da cuenta antes de la crisis que acontece, y en una de las imágenes más bellas que encontramos de la relación entre ella y Jesús, de complicidad y confianza, lo empuja actuar. Jesús trae al centro lo vacío y arrinconado, lo que antes estaba vacío ahora está lleno del mejor y más exquisito vino.

Nosotros podríamos estar como las vasijas, de piedra, vacíos y arrinconados.

Pidamos este domingo que Jesús nos traiga al centro de la crisis, que nos mueva del rincón, que no llene; que seamos vasijas llenas del “mejor vino”, en el que las y los demás encuentren regocijo, saciedad y felicidad.  #vasijasllenas #felizdomingo

“Hagan todo lo que él les diga”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

La vida de Jesús está llena de momentos como el que nos relata san Juan en su Evangelio de hoy y que podríamos caracterizar con dos palabras: Generosidad desproporcionada. Jesús no podía ver a una persona humana necesitada sin volcar toda su vida hacia esa creatura sacudida por el dolor o el sufrimiento. Se le removían las entrañas en presencia de la pasión de su pueblo con rostros e historias muy concretas. Ya fuera un niño enfermo, una viuda que había perdido a su hijo, una multitud hambrienta o un hombre enfermo de lepra, siempre su reacción fue devolver la salud, la vida, el entusiasmo.

Sin embargo, el milagro que nos presenta hoy san Juan no responde a una necesidad o a un sufrimiento que uno pudiera decir que era irresistible. Con toda seguridad los invitados a la boda de Caná de Galilea ya habían bebido lo suficiente como para no quejarse mucho. No obstante, la Virgen María nota que se ha acabado el vino y toma la iniciativa de informar a su hijo del problema que tienen los anfitriones de la fiesta. La reacción de Jesús es sorprendente: “Mujer, ¿por qué me dices esto? Mi hora no ha llegado todavía”. Jesús, que gozaba también de la fiesta con sus discípulos, que también habían sido invitados, siente que no es hora de hacer señales milagrosas y menos en esas circunstancias.

Con todo, María, como buena madre, le dejó la inquietud a su hijo y, haciendo caso omiso del reclamo de Jesús, le dijo a los que estaban sirviendo: “Hagan todo lo que él les diga”. El Señor no tuvo otra cosa que hacer sino mandar a los sirvientes: “–Llenen de agua estas tinajas. Las llenaron hasta arriba, y Jesús les dijo: –Ahora saquen un poco y llévenselo al encargado de la fiesta. Así lo hicieron. El encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde había salido; solo los sirvientes lo sabían, pues ellos habían sacado el agua. Así que el encargado llamó al novio y le dijo: –Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los invitados ya han bebido bastante, entonces se sirve el vino corriente. Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora”. Cuando se da lo necesario es caridad, pero cuando se da lo que estrictamente no se necesita, se llama generosidad; esta es la primera característica del milagro de Jesús que nos cuenta hoy san Juan.

Pero eso no es todo. La cantidad de vino que el Señor aporta a esta celebración de las bodas de Caná de Galilea es francamente admirable: “Había allí seis tinajas de piedra, para el agua que usan los judíos en sus ceremonias de purificación. En cada tinaja cabían de cincuenta a setenta litros de agua”. Es decir, que fueron entre trescientos y cuatrocientos veinte litros del mejor vino, lo suficiente como para emborrachar a toda la población de Caná y sus alrededores. Cuando la ayuda desborda y supera con creces la necesidad, se habla de desproporción, la segunda característica de esta señal milagrosa de Jesús.

¿Hace cuánto tiempo no hacemos nosotros una acción generosa? Y podríamos preguntar más: ¿Hace cuánto tiempo no hacemos una acción generosamente desproporcionada? Ojalá que nuestra generosidad no se quede sólo para atender los dolores y sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas. Pidamos para que también nosotros sepamos llevar nuestra generosidad a los momentos de alegría de nuestra gente y que sea una generosidad desproporcionada, como la del Señor.

 

VINO BUENO

José Antonio Pagola

Jesús ha sido conocido siempre como el fundador del cristianismo. Hoy, sin embargo, comienza a abrirse paso otra actitud: Jesús es de todos, no solo de los cristianos. Su vida y su mensaje son patrimonio de la humanidad.

Nadie en Occidente ha tenido un poder tan grande sobre los corazones. Nadie ha expresado mejor que él las inquietudes e interrogantes del ser humano. Nadie ha despertado tanta esperanza. Nadie ha comunicado una experiencia tan sana de Dios sin proyectar sobre él ambiciones, miedos y fantasmas. Nadie se ha acercado al dolor humano de manera tan honda y entrañable. Nadie ha abierto una esperanza tan firme ante el misterio de la muerte y la finitud humana.

Dos mil años nos separan de Jesús, pero su persona y su mensaje siguen atrayendo a muchos. Es verdad que interesa poco en algunos ambientes, pero también es cierto que el paso del tiempo no ha borrado su fuerza seductora ni amortiguado el eco de su palabra.

Hoy, cuando las ideologías y religiones experimentan una crisis profunda, la figura de Jesús escapa de toda doctrina y trasciende toda religión, para invitar directamente a los hombres y mujeres de hoy a una vida más digna, dichosa y esperanzada.

Los primeros cristianos experimentaron a Jesús como fuente de vida nueva. De él recibían un aliento diferente para vivir. Sin él, todo se les volvía de nuevo seco, estéril, apagado. El evangelista Juan redacta el episodio de la boda de Caná para presentar simbólicamente a Jesús como portador de un «vino bueno», capaz de reavivar el espíritu.

Jesús puede ser hoy fermento de nueva humanidad. Su vida, su mensaje y su persona invitan a inventar formas nuevas de vida sana. Él puede inspirar caminos más humanos en una sociedad que busca el bienestar ahogando el espíritu y matando la compasión. Él puede despertar el gusto por una vida más humana en personas vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de esperanza.

 

EL AGUA-LEY LIMPIA POR FUERA. EL VINO-AMOR VIVIFICA DESDE DENTRO

Fray Marcos

Celebramos hoy la tercera manifestación de Jesús que, junto a las otras dos durante siglos, se celebraban el día de Epifanía. El evangelio que hemos leído, entendido literalmente, no tiene ni pies ni cabeza. Es absurdo que Jesús saque de la chistera un regalo para los novios. No, como todos los “milagros” narrados por este evangelista se trata de un signo que nos lleva a realidades profundas y decisivas para nuestra verdadera trasformación interior.

Es impensable que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de cien litros, dedicadas a las purificaciones. No tiene sentido que el maestresalas increpe al novio por haber dado el vino malo al principio. Era él quien ordenaba qué vino se servía.

El relato no es una crónica de lo sucedido. Es fruto de una minuciosa y larga elaboración. No nos dice ni quiénes eran los novios ni qué relación tienen con Jesús. Lo que normalmente llamamos “el milagro” pasa casi desapercibido. Ni siquiera nos dice cuándo se convierte el agua en vino. Sería imposible separar lo que pudo suceder realmente de los símbolos que envuelven el relato. Pero lo que hoy nos cuenta Juan es teología. La clave para entenderlo es el trasfondo, la “hora” de la glorificación de Jesús en la cruz.

La boda era, desde Oseas, el signo más empleado por los profetas para designar la alianza de Dios con su pueblo. La idea de Dios novio y el pueblo novia se repite una y otra vez en el AT. La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios.

La Mujer es un misterio en este relato. Nos aporta un poco de luz la segunda carta del Tarot: la Sacerdotisa. Un mujer madura, pero en plenas facultades, que simboliza lo nuevo, la sabiduría. María no le llama hijo, ni Jesús le llama Madre. María, símbolo de la Alianza que está ya caducada. Jesús y los discípulos son el nuevo pueblo, que están allí de paso. Es completamente inverosímil que María pidiera a Jesús un milagro y menos aún que adelantara la hora de hacerlo. La hora para Juan es siempre la hora de la muerte de Jesús.

El vino es símbolo del amor entre el esposo y la esposa. En la boda, (Antigua Alianza) no existe relación de amor entre Dios y el pueblo. La Madre, por pertenecer a la boda se da cuenta de la falta. María representa al Israel fiel que espera en el Mesías. Jesús nace del verdadero Israel y va a dar cumplimiento a las promesas. El primer paso es mostrarle la carencia: "No tienen vino". No se dirige al presidente, ni al novio. Se dirige a Jesús, que para Juan es el único que puede aportar la salvación que Israel necesita y espera.

Jesús invita a su madre a desenten­derse del problema. No les toca a ellos intervenir en la alianza caducada. Está indicando la necesidad de romper con el pasado. Ella espera que el Mesías arregle lo ya existente, pero Jesús le hacer ver que aquella realidad no se puede rehabilitar. Jesús aporta una novedad radical. Juan está haciendo referencia a la "hora" (la cruz). Jesús invita a la esperanza, pero la realización no va a ser inmediata. El vino nuevo depende de aquella hora. Anunciar la hora significa que la salvación está cerca.

“Haced lo que él os diga”. Solo en el contexto de la Alianza, la frase puede cargarse de sentido. El pueblo en el Sinaí había pronunciado la misma frase: "Haremos todo lo que dice el Señor". También el Faraón dice a los servidores: haced lo que él (José) os diga. Se ve con claridad el trasfondo del relato y lo que quiere significar. Como en el AT, el secreto de las relaciones con Dios está en descubrir su voluntad y cumplirla.

Las tinajas estaban allí colocadas, inmóviles. Se ve el carácter simbólico que van a tener en el relato. El número 6 es signo de lo incompleto. El número de la perfección era el 7. Es el número de las fiestas que relata este evangelio. La séptima será la Pascua. Eran de piedra, como las tablas de la ley. La ley es inmisericorde, sin amor. La ley (imposible de cumplir) es la causa del pecado (falta de amor-vino). Jesús les hace tomar conciencia de que están vacías; es decir, que el sistema de purificación era ineficaz.

Jesús ofrece la verdadera salvación, pero ésta no va a depender de ninguna ley (tinajas). El agua se convertirá en vino fuera de ellas. "Habían sacado el agua". La nueva purificación no se hará con agua que limpia el exterior, sino con vino que penetra dentro y transforma el interior del hombre. Solo después de beberlo se da cuenta el mayordomo de lo bueno que es. Esta presencia de Dios dentro de uno es la oferta original de Jesús.

Lo que sacan los criados de las tinajas es agua. El mayordomo (clase dirigente) no se enteró de la falta de vino. Significa que los jefes se despreocupan de la situación del pueblo. Les parece normal que no se experimente el amor de Dios, porque esa es la base de su poder. No conoce el don mesiánico, los sirvientes sí. El vino-amor, como don del Espíritu, es el que de verdad purifica, lo único que puede salvar definitivamente.

El vino es de calidad. “Kalos” indica siempre excelencia. El maestresala reconoce que el vino nuevo es superior al que tenían antes. Pero le parece irracional que lo nuevo sea mejor que lo antiguo. Por ello protesta. Lo antiguo debe ser siempre lo mejor. Esta actitud es la que impidió a los jefes religiosos aceptar el mensaje de Jesús. Para ellos la situación pasada era ya definitiva. Toda novedad debe ser integrada en el pasado o aniquilada.

El último versículo es la clave para la interpretación de todo el relato. Nos habla del “primer signo” de una serie que se va a desarrollar durante todo el evangelio. Además, como signo, va a servir de prototi­po y pauta de interpretación para los que seguirán. El objetivo de todos los signos es siempre el mismo: manifestar “su gloria”. Ya sabemos que la única gloria que Jesús admite es el amor de Dios manifestado en él. La gloria de Dios consiste en la nueva relación con el hombre, haciéndole hijo, capaz de amar como Él ama.

Dios se manifiesta en todos los acontecimientos que nos invitan a vivir. Dios no quiere que renunciemos a nada de lo que es verdaderamente humano. Dios quiere que vivamos lo divino en lo que es cotidiano y normal. La idea del sufrimiento y la renuncia como exigencia divina es antievangélica. El mensaje para nosotros hoy es muy simple, pero demoledor. Ni ritos ni abluciones pueden purificar al ser humano. Solo cuando saboree el vino-amor, quedará todo él limpio y purificado. Cuando descubramos a Dios dentro de nosotros seremos capaces de vivir la inmensa alegría que nace de la unidad-amor. Que nadie te engañe. El mejor vino está sin escanciar, está escondido en el centro de ti.

 

sábado, 8 de enero de 2022

Bautismo del Señor – Ciclo C

 Bautismo del Señor – Ciclo C (Lucas 3, 15-16.21-22) 9 de enero de 2022

 

#microhomilía

Hernan Quezada SJ

No pocas veces me dan ganas de arrancar lo que parece ya roto, de apagar lo que parece ya extinto, de dejar, abandonar lo que parece perdido. Pero cuando amamos eso que parece ya perdido, extinto, roto; no lo abandonamos, nos quedamos y nos comprometemos, pues uno es así con lo que ama.

Así mismo sucede con Dios y con cada una y cada uno de nosotros, aún pareciendo ya perdidos, apagados, rotos; Dios que nos ama, no nos abandona; cuida, apuesta, restaura y busca devolvernos la vida y la paz. Dios nos susurra al oído:

«Yo, el Señor, / te he llamado en mi justicia, / te cogí de la mano, te formé / e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, / para que abras los ojos de los ciegos, / saques a los cautivos de la cárcel, / de la prisión a los que habitan en tinieblas».

Demos gracias a Dios por su amor y su apuesta por nosotros, dispongámonos a descubrir su llamada, su envío. #FelizDomingo

“(...) también Jesús fue bautizado”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Cuentan la historia de un hombre que reflejaba la derrota en su forma de vestir. Ocurrió en París, en una calle céntrica aunque secundaria. Este hombre, sucio, maloliente, tocaba un viejo violín. Frente a él y sobre el suelo estaba su boina, con la esperanza de que los transeúntes se apiadaran de su condición y le arrojaran algunas monedas para llevar a casa. El pobre hombre trataba de sacar una melodía, pero era imposible identificarla por lo desafinado del instrumento, y por la forma displicente y aburrida con que lo tocaba. Un famoso concertista, que junto con su esposa y unos amigos salía de un teatro cercano, pasó frente al mendigo. Todos arrugaron la cara al oír aquellos sonidos tan discordantes, y no pudieron menos que reír de buena gana. La esposa le pidió al concertista que tocara algo. El hombre echó una mirada a las pocas monedas en el interior de la boina del mendigo, y decidió hacer algo. Le solicitó el violín y el mendigo musical se lo prestó con cierto resquemor.

Lo primero que hizo el concertista fue afinar las cuerdas del instrumento que tenía en sus manos. Luego, vigorosamente y con gran maestría arrancó una melodía fascinante del viejo violín. Los amigos comenzaron a aplaudir y los transeúntes comenzaron a arremolinarse para ver el improvisado espectáculo. Al escuchar la música, la gente de la cercana calle principal acudió también y pronto había una pequeña multitud escuchando arrobada el extraño concierto. La boina se llenó no solamente de monedas, sino de muchos billetes. Mientras el maestro sacaba una melodía tras otra, con tanta alegría. El mendigo musical estaba aún más feliz de ver lo que ocurría y no cesaba de dar saltos de contento y repetir orgulloso a todos: "¡Ese es mi violín! ¡Ese es mi violín!". Lo cual, por supuesto, era rigurosamente cierto.

Cuando Jesús fue al Jordán para recibir el bautismo de Juan, nos estaba diciendo que él también participaba de nuestra condición humana y que sentía en su interior el llamado a vivir cumpliendo plenamente la voluntad de su Padre, por la acción del Espíritu Santo: “mientras oraba, el cielo se abrió y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma visible, como una paloma, y se oyó una voz del cielo, que decía: –Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido”. Dios eligió a Jesús para hacer en él su voluntad con toda perfección, para la salvación del género humano. Y Jesús tomó la decisión de colaborarle con toda generosidad, sabiendo que esta disposición le podría traer situaciones difíciles y problemas, como de hecho le trajo. Jesús siempre fue dócil a la voluntad de su Padre, pero su bautismo es como la expresión consciente y plena de esta opción de vida que se vio respaldada por sus palabras y acciones a partir de este momento.

Tenemos que reconocer que también nosotros hemos sido elegidos por Dios en el bautismo. Hemos sido ungidos por la acción del Espíritu Santo, para que nos dejemos conducir con docilidad por la acción salvífica de Dios Padre, cumpliendo su voluntad de manera consciente, sabiendo, como Jesús, que esta opción implicará sacrificios y ofrendas muchas veces dolorosas. Dios Padre nos ha regalado a cada uno de nosotros un violín que tal vez no está muy bien afinado y sobre todo, que no sabemos interpretar con suficiente maestría. Por tanto, si no hemos alcanzado la plenitud de Dios con nuestra propia vida, no es por falta de medios. Todos tenemos un violín muy parecido al que tuvo Jesús entre sus manos y con el cual nos dio el mejor concierto de toda la historia. Como el mendigo de la calle parisina, podríamos decir también: ¡Ese es mi violín! ¡Ese es mi violín! Porque estamos llamados a alcanzar la plenitud que Dios nos ha mostrado en Jesús de Nazaret y a vivir el bautismo con la misma radicalidad con la que él lo vivió.



¿PARA QUÉ CREER?

José Antonio Pagola

Son bastantes los hombres y mujeres que un día fueron bautizados por sus padres y hoy no sabrían definir exactamente cuál es su postura ante la fe. Quizá la primera pregunta que surge en su interior es muy sencilla: ¿para qué creer? ¿Cambia algo la vida por creer o no creer? ¿Sirve la fe realmente para algo?

Estas preguntas nacen de su propia experiencia. Son personas que poco a poco han arrinconado a Dios de su vida. Hoy Dios no cuenta en absoluto para ellas a la hora de orientar y dar sentido a su existencia.

Casi sin darse cuenta, un ateísmo práctico se ha ido instalando en el fondo de su ser. No les preocupa que Dios exista o deje de existir. Todo eso les parece un problema extraño que es mejor dejar de lado para asentar la vida sobre bases más realistas.

Dios no les dice nada. Se han acostumbrado a vivir sin él. No experimentan nostalgia o vacío alguno por su ausencia. Han abandonado la fe y todo marcha en su vida tan bien o mejor que antes. ¿Para qué creer?

Esta pregunta solo es posible cuando uno «ha sido bautizado con agua», pero no ha descubierto qué significa «ser bautizado con el Espíritu de Jesucristo». Cuando uno sigue pensando erróneamente que tener fe es creer una serie de cosas enormemente extrañas que nada tienen que ver con la vida, y no conoce todavía la experiencia viva de Dios.

Encontrarse con Dios significa sabernos acogidos por él en medio de la soledad; sentirnos consolados en el dolor y la depresión; reconocernos perdonados del pecado y la mediocridad; sentirnos fortalecidos en la impotencia y caducidad; vernos impulsados ​​a amar y crear vida en medio de la fragilidad.

¿Para qué creer? Para vivir la vida con más plenitud; para situarlo todo en su verdadera perspectiva y dimensión; para vivir incluso los acontecimientos más triviales e insignificantes con más profundidad.

¿Para qué creer? Para atrevernos a ser humanos hasta el final; para no ahogar nuestro deseo de vida hasta el infinito; para defender nuestra libertad sin rendir nuestro ser a cualquier ídolo; para permanecer abiertos a todo el amor, la verdad, la ternura que hay en nosotros. Para no perder nunca la esperanza en el ser humano ni en la vida.

 

CELEBRAMOS HOY EL VERDADERO NACIMIENTO DE JESÚS, DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU

Fray Marcos

Comenzamos el “tiempo ordinario”. El bautismo es el primer acontecimiento que los evangelios nos narran de la vida de Jesús. Además, el más significativo desde su nacimiento hasta su muerte. Lo importante no es el hecho en sí, sino la carga simbólica que el relato encierra. El bautismo y las tentaciones hablan de la profunda transformación que produjo en él una experiencia que se pudo prolongar durante años. Jesús descubrió el sentido de su vida, lo que Dios era para él y lo que tenía que ser él para los demás.

Los cuatro evangelistas resaltan la importancia que tuvo para Jesús el encuentro con Juan el Bautista y el descubrimiento de su misión. A pesar de que es un reconocimiento de cierta dependencia de Jesús con relación a Juan. Ningún relato nos ha llegado de los discípulos de Juan. Todo lo que sabemos de él lo conocemos a través de los escritos cristianos. Si a pesar de que se podía interpretar como una subordinación, lo han narrado todos los evangelistas, quiere decir que grandes posibilidades muy de ser histórico tiene.

Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús. Él mismo nos dijo que el nacimiento del agua y del Espíritu era lo importante. Si seguimos celebrando con mayor énfasis en el nacimiento carnal, es que no hemos entendido el mensaje evangélico. Nuestra religión sigue empeñada en que busquemos a Dios donde no está. Dios no está en lo que podemos percibir por los sentidos. Dios está en lo hondo del ser y allí tenemos que descubrirlo. El bautismo de Jesús tiene un hondo calado porque nos lanza más allá de lo sensible.

Lucas no da ninguna importancia al hecho físico. Destaca los símbolos: Cielo abierto, bajada del Espíritu y voz del Padre. Imágenes que en el AT están relacionadas con el Mesías. Se trata de una teofanía. Según aquella mentalidad, Dios está en los cielos y tiene que venir de allí. Abrirse los cielos es señal de que Dios se acerca a los hombres. Esa venida tiene que ser descrita de una manera sensible para poder ser percibida. Lo importante no es lo que sucedió fuera, sino lo que vivió Jesús dentro de sí mismo.

El gran protagonista de la liturgia de hoy es el Espíritu. En las tres lecturas se hace referencia directa a él. En el NT el Espíritu es entendido a través de Jesús; ya la vez, Jesús es entendido a través del Espíritu. Esto indica hasta qué punto se considera mutuamente implicados. Comprenderemos esto mejor si damos un repaso a la relación de Jesús con el Espíritu en los evangelios, aunque no en todos los casos “espíritu” significa lo mismo.

Marcos: 1,10 Vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él.

              1,12 El Espíritu lo impulsó hacia el desierto.

Mateo: 3,16 Se abrieron los cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como paloma.

Lucas: 3,22 El Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma.

            4,1 Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo.

            4,14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a galilea.

            4,18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Juan: 1,32 Yo he visto que el Espíritu que bajaba del cielo y permanecía sobre él.

          1,33 Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu, es quien bautiza con ES y fuego.

         3,5 Nadie puede entrar en el Reino, si no nace del agua y del Espíritu.

         6,63 El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada.

Hay que recordar que estamos hablando de la experiencia de Jesús como ser humano, no de la segunda o de la tercera persona de la Trinidad. Lo que de verdad nos debe importar a nosotros es el descubrimiento de la relación de Dios para con él, como ser humano, y la respuesta que el hombre Jesús dio a esa toma de conciencia. Lo singular de esa relación es la respuesta de Jesús a esa presencia de Dios-Espíritu en él. El bautismo no es la prueba de la divinidad de Jesús, sino la prueba de una verdadera humanidad.

En el discurso de Juan en la última cena, Jesús hace referencia al Espíritu que les enviará, pero también les dice que no les dejará huérfanos. Esas dos expresiones hacen referencia a la misma realidad. También dice que el Padre y él vendrán harán y morada en aquel que le ama. Jesús se siente identificado con Dios, que es Espíritu. No tenemos datos para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, pero los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación mucho más que personal. Se atreve a llamarle Abba, (papá) cosa inusitada en aquella época y aún en la nuestra.

Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios. El único objetivo de su predicación fue que también nosotros lleguemos a esa misma experiencia. La comunicación de Jesús con su "Abba", no fue a través de los sentidos ni a través de un órgano portentoso. Se comunicaba con Dios como nos podemos comunicar cualquiera de nosotros. Tenemos que descartar cualquier privilegio en este sentido. A través de la oración, de la contemplación, el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. En este caso, Lucas dice que esa manifestación de Dios en Jesús se produjo “mientras oraba”.

El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su conciencia de criatura. Dios como creador está en la base de todo ser creado, constituyéndolo en ser. Yo soy yo porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está comunicando Dios; es el mismo ser de Dios en mí. Solo una cosa me diferencia de Dios: mis limitaciones. Esas sí son mías y hacen que yo no sea Dios, ni criatura alguna pueda identificarse absolutamente con Dios. Lo importante para nosotros es intentar descubrir lo que pasó en el interior de Jesús y ver hasta qué punto podemos aproximarnos a esa misma experiencia.

La experiencia de Dios que tuvo Jesús no fue un chispazo que sucedió en un instante. Más bien tenemos que pensar en una toma de conciencia progresiva que le fue acercando a lo que después intentó transmitir a los discípulos. Los evangelios no dejan lugar a duda sobre la dificultad que tuvieron los primeros seguidores de Jesús para entender esto. Eran todos judíos y la religiosidad judía estaba basada en la Ley y el templo, es decir, en una relación puramente externa con Dios. Para nosotros esto es muy importante. Una toma de conciencia de nuestro verdadero ser no puede producirse de la noche a la mañana.

¿Cómo interpretaron los primeros cristianos, todos judíos, este relato? Dios, desde el cielo, manda su Espíritu sobre Jesús. Para ellos Hijo de Dios y ungido era lo mismo. Hijo de Dios era el rey, una vez ungido; el sumo sacerdote, también ungido; el pueblo elegido por Dios. Lo más contrario a la religión judía era la idea de otro Dios o un Hijo de Dios. ¿Cómo debemos interpretar nosotros esa interpretación? Hoy tenemos conocimientos suficientes para recuperar el sentido de los textos y salir de una mitología que nos ha despistado durante siglos. Jesús es hijo de Dios porque salió al Padre, imitó en todo al Padre, le hizo presente en todo lo que hacía. Pero entonces también yo puedo ser hijo como lo fue Jesús.

 

 

domingo, 2 de enero de 2022

Solemnidad la Epifanía del Señor – Ciclo C

Solemnidad la Epifanía del Señor – Ciclo C (Mateo 2, 1-12) 2 de enero de 2022

 

Mateo 2, 1-12

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de oriente llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo”.
Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

Palabra del Señor.

 

#microhomilía

#HernanQuezadaSJ

Dios es con nosotros, nos ha elegido para permanecer ante él santos e intachables por el amor. Esa es la llamada que tenemos quienes queremos que brille en nuestra vida la luz verdadera: vivir amando. Este vivir amando sólo es posible para quien se dispone a vivir en la luz (sin escondrijos y tinieblas) y la Verdad en cada momento y circunstancia de su vida, con cada persona que se cruza en su camino y que amando busca permanecer en el amor que se le ha reglado, por pura Gracia.  Tomemos al iniciar el año la consigna de amar, es decir, la tarea de tratar de vivir en la Verdad y el amor.

#FelizDomingo

“(...) y arrodillándose le rindieron homenaje”

Hermann Rodríguez Osorio, SJ

El 6 de enero de 1995, el P. Peter-Hans Kolvenbach, SJ, en ese tiempo, Superior General de la Compañía de Jesús, tuvo una Alocución a la Congregación General 34ª, reunida en Roma, en la que afirmó lo siguiente:

"Nuestro hermano Pedro Teilhard de Chardin manifestó repetidas veces su deseo de que la solemnidad hoy celebrada cambiara de nombre, o al menos de prefijo. Para resaltar que festejamos el día en que Nuestro Señor deviene transparente desde el fondo de todos y de todo como fuente y como meta, como alfa y como omega, esta solemnidad debería denominarse 'dia-fanía' en lugar de 'epi-fanía'. Porque no se trata propiamente de una repentina irrupción en la historia de Quien es su Creador y Salvador, sino más bien de una misteriosa y silenciosa 'dia-fanía' mediante la que Cristo alumbra el verdadero fondo de todo ser, obrando en todo y por todo para conducir todo hacia la plenitud, hasta que Dios sea todo en todos, en la realidad total (1 Cor. 15,28). Teilhard declara que no lee la historia de los magos como una 'verdad fotográfica', sino como una verdad luminosamente indicativa de Quien llena el universo con su presencia dinámica, del Único que da sentido a nuestra historia, del Dios siempre mayor en todo y para todos".

La fiesta que celebramos hoy nos recuerda que la voluntad de Dios es manifestarse a todos los pueblos a través de su hijo hecho hombre. Reconocer al Hijo de Dios en este niño es un acto profundo de fe que nos compromete a reconocerlo en toda la humanidad y en toda la creación, presente y actuante: “Luego entraron en la casa, y vieron al niño con María, su madre; y arrodillándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Después, advertidos en sueños de que no debían volver a donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino”.

El encuentro con el Señor, nuevamente encarnado en medio de nuestra historia, nos invita a volver a nuestra tierra por otro camino. El año que comienza debe ser un momento para recomenzar nuestra caminada hacia la plenitud que Dios nos invita a vivir con él, cambiando aquello que nos impide reconocer la manifestación de Dios en medio de su pueblo. Volver por otro camino es descubrir aquellos aspectos de nuestra vida que deben cambiar, que deben dejarse transformar por el amor que Dios nos muestra, por la paz que nos trae su enviado, por la vida que nos regala a través del Niño Jesús, nacido en un pesebre para nuestra salvación.

Que nuestro Buen Dios, dueño y Señor de la historia, nos regale sus bendiciones en este año, para que podamos reconocer los brotes germinales de su presencia en toda nuestra historia, personal, familiar, comunitaria y social, de manera que podamos ser transparencia suya para todos los que nos rodean.

 

DIOS ENTRE NOSOTROS

José Antonio Pagola

El evangelista Juan, al hablarnos de la encarnación del Hijo de Dios, no nos dice nada de todo ese mundo tan familiar de los pastores, el pesebre, los ángeles y el Niño Dios con María y José. Juan nos invita a adentrarnos en ese misterio desde otra hondura.

En Dios estaba la Palabra, la Fuerza de comunicarse que tiene Dios. En esa Palabra había vida y había luz. Esa Palabra puso en marcha la creación entera. Nosotros mismos somos fruto de esa Palabra misteriosa. Esa Palabra ahora se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros.

A nosotros nos sigue pareciendo todo esto demasiado hermoso para ser cierto: un Dios hecho carne, identificado con nuestra debilidad, respirando nuestro aliento y sufriendo nuestros problemas. Por eso seguimos buscando a Dios arriba, en los cielos, cuando está abajo, en la tierra.

Una de las grandes contradicciones de los cristianos es confesar con entusiasmo la encarnación de Dios y olvidar luego que Cristo está en medio de nosotros. Dios ha bajado a lo profundo de nuestra existencia, y la vida nos sigue pareciendo vacía. Dios ha venido a habitar en el corazón humano, y sentimos un vacío interior insoportable. Dios ha venido a reinar entre nosotros, y parece estar totalmente ausente en nuestras relaciones. Dios ha asumido nuestra carne, y seguimos sin saber vivir dignamente lo carnal.

También entre nosotros se cumplen las palabras de Juan: «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron». Dios busca acogida en nosotros, y nuestra ceguera cierra las puertas a Dios. Y, sin embargo, es posible abrir los ojos y contemplar al Hijo de Dios «lleno de gracia y de verdad». El que cree siempre ve algo. Ve la vida envuelta en gracia y en verdad. Tiene en sus ojos una luz para descubrir, en el fondo de la existencia, la verdad y la gracia de ese Dios que lo llena todo.

¿Estamos todavía ciegos? ¿Nos vemos solamente a nosotros? ¿Nos refleja la vida solo las pequeñas preocupaciones que llevamos en nuestro corazón? Dejemos que nuestro corazón se sienta penetrado por esa vida de Dios que también hoy quiere habitar en nosotros.

 

 

Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B (Reflexión)

  Quinto Domingo de Pascua – Ciclo B (Juan 10, 11-18) – Abril 28, 2024 Hechos 9, 26-31; Salmo 21; 1 Juan 3, 18-24 Quinto Domingo de Pascua: ...