jueves, 26 de junio de 2025

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles – Ciclo C (Profundizar)

 Ss. Pedro y Pablo, apóstoles Ciclo C (Mateo 16, 13-19) – junio 29, 2025 
Hechos 12, 1-11. 13,1; Salmo 33; 2 Timoteo 4, 6-8.17-18

 


Evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Hoy es la fiesta de Pedro y Pablo, dos pilares de nuestra Iglesia. Sus vidas son un horizonte y una llamada a la perseverancia en Dios.

"He peleado hasta el final el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe". Estas palabras de Pablo nos revelan que ser cristiano no es algo que se recibe y ya, sino que se ha de procurar, cuidar y mantener. Es decir, implica desafío y conquista. Pablo enuncia en el mismo texto: "El Señor estuvo a mi lado, dándome fuerza". Seguir a Jesús implica nuestra voluntad, pero también la gracia de ser siempre acompañados.

Hoy que el cristianismo y la fe parecen accesorios, que se anuncian con caducidad y se presentan como irrelevantes por el mundo, es bueno ser conscientes de cómo vamos viviendo nuestra vida y cómo nos sentimos sostenidos por el Señor, que nos responde y nos libra de todo temor. En este punto de nuestro propio recorrido, respondamos hoy a Jesús la pregunta que hace a los suyos: "Y tú, ¿quién dices que soy yo?". ¿Qué respondes?

#FelizDomingo

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy” 

Cada persona es única e irrepetible. Somos inclonables. León Felipe, en una de sus más famosas poesías, decía:

“Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy… Para cada hombre, guarda un rayo nuevo de luz el sol y un camino virgen Dios”.

La fuerza de una comunidad consiste en la diversidad de sus miembros. Cuando compartimos en comunidad nuestra misión, nos hacemos conscientes de nuestras semejanzas y diferencias, de nuestras expectativas y temores. Un ejemplo de esta diversidad que enriquece a las comunidades la encontramos en los orígenes del cristianismo, en la relación que se establece entre Pedro y Pablo, las dos columnas inseparables de la Iglesia. En las letanías y en la fiesta de hoy, la Iglesia, no quiere separar a estos dos hombres, a pesar de sus diferencias.

Conocemos bien la historia de Pedro, su procedencia sencilla, su carácter impulsivo, su generosidad para seguir al Señor y para liderar al grupo de los apóstoles en la fe… Cuando Jesús pregunta: “¿Quién dicen que soy?”, Pedro tomó la Palabra por el grupo y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”. La respuesta de Jesús fue declararlo fundamento de la Iglesia: “Y te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi Iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que tú ates aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que tú desates aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo”. Pero también conocemos su fragilidad y el miedo que tuvo para reconocer al Señor cuando llegó el momento de la pasión… Dice el evangelio de Mateo que cuando Jesús fue arrestado, Pedro “lo siguió de lejos” (Mateo 26, 28) y luego lo negó tres veces. Después de la resurrección, Pedro fue confirmado en el amor con un interrogatorio a orillas del Lago de Galilea: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero” (Juan 21,17).

Por otra parte, conocemos la historia de Pablo y su conversión, camino de Damasco. Iba con intención de llevar presos a los seguidores del nuevo camino, cuando el Señor mismo se le cruzó en su senda y lo llamó a colaborar en la evangelización del mundo pagano. Pablo, perseguidor y judío radical, cambia el rumbo y se pone a disposición de su Señor. Sus cartas, los primeros escritos del Nuevo Testamento, con una lucidez admirable, animan y construyen las primeras comunidades cristianas.

Sin embargo, entre estos dos grandes hombres, santos y pecadores, no hubo un acuerdo total respecto de muchas cosas. Un sencillo ejemplo de esto es lo que dice la Carta a los Gálatas, donde Pablo cuenta su enfrentamiento con Pedro en Antioquía, por su comportamiento frente a los gentiles: "Mas cuando Cefas fue a la ciudad de Antioquía, lo reprendí en su propia cara, porque lo que estaba haciendo era condenable. Pues primero comía con los no judíos, hasta que llegaron algunas personas de parte de Santiago; entonces comenzó a separarse y dejó de comer con ellos, porque tenía miedo de los fanáticos de la circuncisión. Y los otros creyentes judíos consintieron con su hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó llevar por ellos. Por eso, cuando vi que no se portaban conforme a la verdad del evangelio, le dije a Cefas delante de toda la comunidad: ‘Tú, que eres judío, has estado viviendo como si no lo fueras; ¿por qué, pues, quieres obligar a los no judíos a vivir como si lo fueran?" (Gálatas 2, 11-14).

Es fundamental que la construcción de la comunidad misionera parta de una aceptación radical de esta realidad. Sin un respeto y una valoración de esta condición de las diferencias entre los miembros del grupo, es imposible comenzar a construir una vida en común y mucho menos, llevar adelante una obra evangelizadora. La comunidad cristiana no puede esconderse sus diferencias; antes bien, cada uno de los miembros, debe tener la capacidad y la posibilidad de manifestarlas abiertamente. Una comunidad inmadura tratará de ocultarse sus diferencias o de disimularlas para no asustarse; se comportará como el avestruz que esconde la cabeza cuando ve peligro, pensando que por no verlo, éste desaparece. Una comunidad madura es capaz de hacer frente a la realidad, que de por sí es diversa.

Estas diferencias entre los miembros de una comunidad pueden ser fuentes de conflictos. El conflicto comienza cuando nuestras necesidades, deseos, valores e ideas chocan con las necesidades, deseos, valores e ideas de los otros. Generalmente, no hay conflictos por los ideales fundamentales de la comunidad o por cuestiones de fondo; los conflictos que más nos duelen y hieren, tienen que ver con cuestiones muy ordinarias y sencillas de nuestras vidas. Cada persona siente la necesidad de ser amada y afirmada, de sentirse comprendida y de pertenecer. Cuando intentamos satisfacer estas necesidades en comunidad, experimentamos tensión y conflicto. El conflicto no es anticristiano. Lo que puede ser anticristiano es negarlo o rehusar enfrentarlo. El conflicto puede convertirse en fuente de crecimiento cuando una comunidad no se deja llevar a negarlo o evitarlo a toda costa (La paz a cualquier precio), sino cuando aprende a manejarlo con actitudes de respeto, compasión y comprensión: Caridad y Claridad deben ir de la mano.

Terminemos con una exhortación que traen David Kerisey y Marilyn Bates en su libro, Please understand me, que me parece muy apropiada para reflexionar sobre las enseñanzas que nos deja la celebración de hoy:

“Si no me gusta lo que a ti te gusta, por favor, trata de no decirme que estoy equivocado en mis gustos. Si creo otra cosa distinta a la que tú crees, por lo menos detente un momento antes de corregir mi punto de vista. Si mi emoción es menor que la tuya, o mayor, dadas las mismas circunstancias, trata de no pedirme que sienta más fuerte o más débilmente. O, incluso, si actúo o dejo de actuar de la manera que tu consideras mejor, déjame ser”.

“No te estoy pidiendo, por lo menos hasta el momento, que me entiendas. Esto vendrá solamente cuando dejes de pretender hacer de mí una copia tuya. Yo puedo ser tu esposa o esposo, tu amigo, tu pariente, o tu colega; puedo ser tu compañero o compañera de comunidad. Si estás dispuesto a permitir mis propios gustos, o emociones, o creencias, o acciones, entonces te abrirás de tal manera ante mi que tal vez un día mi forma de ser no te parecerá tan equivocada ni mala; incluso puede llegar a parecerte correcta, por lo menos para mi. Ponerte en mi situación es el primer paso para llegar entenderme algún día”.

“No quiero que asumas mi forma de ser como la correcta para ti, pero sí quiero que no te de rabia ni te pongas bravo conmigo por ser como soy. Al llegar a entenderme, tal vez termines apreciando mis diferencias con respecto a ti y, lejos de querer cambiarme, me ayudarás a preservar y aún nutrir estas diferencias que nos enriquecen a los dos”.


QUÉ DECIMOS NOSOTROS

También hoy nos dirige Jesús a los cristianos la misma pregunta que hizo un día a sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No nos pregunta solo para que nos pronunciemos sobre su identidad misteriosa, sino también para que revisemos nuestra relación con él. ¿Qué le podemos responder desde nuestras comunidades?

¿Nos esforzamos por conocer cada vez mejor a Jesús o lo tenemos «encerrado en nuestros viejos esquemas aburridos» de siempre? ¿Somos comunidades vivas, interesadas en poner a Jesús en el centro de nuestra vida y de nuestras actividades o vivimos estancados en la rutina y la mediocridad?

¿Amamos a Jesús con pasión o se ha convertido para nosotros en un personaje gastado al que seguimos invocando mientras en nuestro corazón va creciendo la indiferencia y el olvido? Quienes se acercan a nuestras comunidades, ¿pueden sentir la fuerza y el atractivo que tiene para nosotros?

¿Nos sentimos discípulos de Jesús? ¿Estamos aprendiendo a vivir con su estilo de vida en medio de la sociedad actual o nos dejamos arrastrar por cualquier reclamo más apetecible para nuestros intereses? ¿Nos da igual vivir de cualquier manera o hemos hecho de nuestra comunidad una escuela para aprender a vivir como Jesús?

¿Estamos aprendiendo a mirar la vida como la miraba él? ¿Miramos desde nuestras comunidades a los necesitados y excluidos con compasión y responsabilidad o nos encerramos en nuestras celebraciones, indiferentes al sufrimiento de los más desvalidos y olvidados: los que fueron siempre los predilectos de Jesús?

¿Seguimos a Jesús colaborando con él en el proyecto humanizador del Padre o seguimos pensando que lo más importante del cristianismo es preocuparnos de nuestra salvación? ¿Estamos convencidos de que el modo mejor de seguir a Jesús es vivir cada día haciendo la vida más humana y más dichosa para todos?

¿Vivimos el domingo cristiano celebrando la resurrección de Cristo? ¿Creemos en Jesús resucitado, que camina con nosotros lleno de vida? ¿Vivimos acogiendo en nuestras comunidades la paz que nos dejó en herencia a sus seguidores? ¿Creemos que Jesús nos ama con un amor que nunca acabará? ¿Creemos en su fuerza resucitadora? ¿Sabemos ser testigos del misterio de esperanza que llevamos dentro de nosotros?

 

Hazte tú mismo la pregunta.
No valen las respuestas de otros.

Como el domingo pasado, se sitúa la escena fuera del territorio palestino. Otra vez Jesús se retira con sus discípulos; ahora a la región de Cesarea de Filipo. La razón para Mateo es que se van a tratar temas que desbordan la problemática judía, y por eso coloca la escena en territorio gentil, fuera de una concepción del Mesías demasiado nacionalista, para dar a entender que estamos en una apertura a los gentiles. Ni lo que dice sobre Jesús, ni lo que dice sobre la Iglesia podía ser aceptado por los judíos.

Dos temas nos proponen hoy las lecturas: Quién es Jesús y el poder de las llaves.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y por lo tanto reflejan, no lo que Jesús pensó, dijo e hizo, sino lo que las primeras comunidades pensaban de él. ¿Acaso podían hacer otra cosa las primeras comunidades cristianas que preguntarse quién era ese hombre?

También es lógico que se preocuparan por la estructura de la nueva comunidad: Quién iba a ser su representante, con qué asistencia contaba, etc.

Nos encontramos ante un texto claramente pascual, sin ningún contenido histórico. Esto no le resta importancia sino que se la da, porque se trata de la experiencia de la primera comunidad que quiere expresar así su fe en Jesús.

EXPLICACIÓN

 La gente entiende a Jesús desde la perspectiva del Antiguo Testamento: un gran profeta. Es verdad que demuestran una gran estima por la figura de Jesús, pero no se han dado cuenta de la novedad que la figura de Jesús aporta.

A los discípulos les costó Dios y ayuda dar el paso de una interpretación nacionalista del Mesías, a la del verdadero mesianismo que encarnaba la figura de Jesús. Sólo después de Pascua dieron el paso.

Antes de esa experiencia, Pedro nunca pudo decir a Jesús que era el Hijo de Dios. (Marcos dice escuetamente: tú eres el Mesías y Lucas: el Mesías de Dios).

Los judíos ni siquiera tenían un concepto de Hijo de Dios. Para un judío lo más que se podía decir de un ser humano es que era el Ungido, es decir Mesías. Los griegos (y también otras culturas) sí tenían un concepto de Hijo de Dios. Ellos sí podían decir de una persona que era hijo de Dios.

Cuando el cristianismo se instaló en la cultura griega, ellos quisieron decir de Jesús lo máximo: Hijo de Dios. Si los judíos emplearon alguna vez la palabra hijo, tendría que ser con el significado de imitador, réplica, copia exacta de lo que era el Padre.

También se conocía en el Antiguo Testamento la idea de hijo de Dios, pero era para expresar una especial cercanía. Se llamaba hijo de Dios al rey, a los ángeles e incluso al pueblo judío tomado en su conjunto

Jesús no pudo decir a Pedro, “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”; porque a Jesús nunca le pasó por la cabeza el fundar una Iglesia. Él era judío por los cuatro costados y no podía pensar en una religión distinta.

Lo que quiso hacer con su predicación, fue purificar la religión judía de todas las adheren­cias que la hacían incompatible con el verdadero Dios.

Tampoco los primeros seguidores de Jesús pensaron en apartarse del judaísmo. Fue el rechazo frontal de las autoridades judías, sobre todo de los fariseos después de la destrucción del templo, lo que les obligó a emprender su propio camino.

La respuesta a la pregunta ¿quién es Jesús? no fue fácil; prueba de ello es la diversidad de respuestas que dieron las primeras comunidades. Cada una fue descubriendo lo que Jesús era según sus características y peculiaridades.

§  Unas resaltaron el aspecto de salvador futuro y definitivo; la parusía sería la plenitud de su obra.

§  Otras se fijaron más en su aspecto de taumaturgo: la fuerza de Dios se manifestaba en las obras maravillosas que realizó.

§  Otras comunidades se fijaron más en él como Maestro, mensajero de la Sabiduría, comunicador de la ciencia que puede llevar al hombre a la verdadera salvación.

§  Otras cristologías se fijaron más en él como el crucificado resucitado, estas se llaman cristologías pascuales. Poco a poco, se fueron integrando todas en la pascual, y terminó por elaborarse la única cristología que ha llegado a nosotros a través del Nuevo Testamento. 

Pedro respondió a primera vista, de una manera certera, aunque no supone ninguna novedad, porque los de la barca dijeron exactamente lo mismo al verle andar sobre el agua. (Mt 14,33) Este dato nos advierte que se trata de un montaje literario y no de un progreso en la comprensión de Jesús. ¿Quién se lo había revelado a los de la barca? ¿A qué se debe una respuesta tan distinta ante la misma confesión de fe? Está claro que el objetivo del relato, es resaltar la figura de Pedro en medio de la comunidad.

Respecto a la segunda cuestión, tenemos que aclarar algunos puntos para poder entenderla en sus justos términos.

En primer lugar, los textos paralelos de Marcos y de Lucas ponen sólo la confesión de Pedro como Mesías, y no dicen nada de la promesa de Jesús a Pedro. Es este un dato muy interesante, que tiene que hacernos pensar. Marcos es anterior a Mateo. Lucas es posterior. Tanto la confesión de “Hijo de Dios vivo” como la promesa de Jesús a Pedro, es un texto exclusivo de Mateo.

Si tenemos en cuenta que Mateo y Lucas copian de Marcos, descubriremos el verdadero alcance del relato de Mateo. Lo añadido está colocado ahí con una intención determinada: revestir a Pedro de una autoridad especial frente a los demás apóstoles. Seguramente pensando en la situación peculiar de su comunidad judeocristiana.

Es la primera vez que encontramos el término “Iglesia” para determinar la nueva comunidad cristiana. Utiliza la palabra que en la traducción de los setenta se emplea para designar la asamblea (ekklesian).

El texto intenta afianzar a Pedro en la presidencia de esa organización, pero es exagerado deducir de él la absoluta infalibilidad de los sucesores de Pedro.

Hay que tener en cuenta que existe otro texto paralelo, también de Mateo, que leeremos dentro de dos domingos, que puede aclarar un poco el tema. En él se  dice: “Si tu hermano peca, repréndele a solas… si no te hace caso, llama o otro u otros dos... si los desoye, díselo a la comunidad; y si también desoye a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Porque lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”.

No se entiende muy bien, que en dos lugares tan próximos del mismo evangelio dé el poder de atar y desatar a Pedro y a la comunidad. Si ponemos atención al contexto, veremos que los dos textos no se contradicen, sino que se complementan. La última palabra la tiene siempre la comunidad, pero esta tiene que tener una persona que la represente.

Pedro o el sucesor de Pedro, cuando hablan en nombre de la comunidad y expresando el común sentir de la comunidad, tienen la garantía de acertar en los asuntos importantes para la misma comunidad.

Por tanto, no es la comunidad entera la que tiene que doblegarse ante lo que diga una persona, sino que es el representante de la comunidad el que tiene que saber expresar el común sentir de esta. Éste es el verdadero sentido del dogma de la infalibilidad.

APLICACIÓN

Mateo trata de poner las bases de la nueva comunidad. En esa confesión de fe, podemos descubrir un horizonte que enmarcará la andadura de la Iglesia.

Pero ha sido un verdadero error que la iglesia haya creído que se podía definir con dogmas quién es Jesús, y haya dejado de hacerse la pregunta. Lo que es y lo que significa Jesús para nosotros, nunca lo descubriremos suficientemen­te.

También hoy, la pregunta fundamental que debe hacer todo aquel que se acerca a Jesús, tiene que ser: ¿quién es este hombre? Lo malo es que todo intento de responder con fórmulas cerradas no solucionará el problema.

La respuesta tiene que ser práctica, no teórica. Mi vida es la que tiene que decir lo que Cristo es para mí. Del esfuerzo de los primeros siglos por comprender a Jesús, debe quedarnos, no las respuestas que dieron, (siempre limitadas) sino las preguntas que se hicieron.

No se trata de responder con formulaciones teológicas cada vez más precisas, se trata de responder con la propia vida a la pregunta de quién es Jesús. Y vosotros, y tú, ¿quién dices que soy yo? ¿Qué dice tu vida de mí?

Hubo un tiempo en que hemos creído que lo importante era la respuesta. Hoy sabemos que lo importante es que sigamos haciéndonos la pregunta. Como la respuesta ya estaba dada (ahí están todos los dogmas cristológicos para demostrarlo), hemos dejado de hacernos la pregunta, y eso es grave.

Desde el punto de vista doctrinal la historia se encarga de demostrarnos que nunca nos aclararemos del todo. O exageramos su divinidad y lo convertimos en un extraterrestre, o afianzamos su humanidad y entonces se nos hace muy difícil el compaginar que sea plenamente hombre y a la vez divino.

Una vez más tenemos que decir que la solución nunca la encontraremos a nivel teórico. Sólo desde la vivencia interior podremos descubrir lo que significa Jesús como manifestación (encarnación) de Dios. Sólo si nos identificamos con Jesús y hacemos nuestra su misma vivencia de Dios comprenderemos lo que fue Jesús.

Meditación-contemplación

Y tú, ¿quién dices que soy yo?
Ser cristiano significa responder a esta interpelación de Jesús.
No de manera teórica y aprendida,
sino con las actitudes vitales que él me exige hoy.

……………

En el momento que deje de hacerme la pregunta,
he dejado de ser cristiano.
Si tengo ya la respuesta definitiva,
me he colocado fuera del camino del seguimiento.

…………

“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios Vivo”,
es la profesión de fe de los primeros cristianos.
Es el fruto de toda la experiencia pascual.

……………….

Descubrir en Jesús la presencia de Dios
y hacer que los demás la descubran en mí;
esa es la única tarea que me convertirá en cristiano.

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