viernes, 27 de septiembre de 2024

XXVI Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Profundizar)

 XXVI Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 9, 38-43.45.47-48) – sept. 29, 2024
Números 11, 25-29; Salmo 18; Santiago 5, 1-6


Evangelio según san Marcos 9, 38-43 45. 47-48

En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos”. Pero Jesús le respondió: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.

Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.

Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.

Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia
Hernán Quezada, SJ
La Palabra tiene tono fuerte: “Si tu mano te hace caer, córtatela…” No podemos hacer una lectura literal del texto y creer que es mi ojo o mi mano lo que me hace "caer"; no, nosotros caemos, completitos caemos y nos alejamos del Reino, hacemos de nuestra vida un infierno, sufrimos y nos consumimos alejados de Dios. ¿Qué es caer? El apóstol Santiago nos da unas pistas: Amontonar riquezas, eso que somos y tenemos no lo compartimos; cometer injusticias, descuidar y abusar de los demás; condenar y herir con nuestras palabras y acciones, es ir quitándole la vida a quienes se van encontrando con nosotros, incluso a los que decimos amar. Cada una y cada uno, tenemos nuestro modo de “caer”, de dejar de vivir, de lastimar y lastimarnos. Y ¿por qué caemos? Por arrogantes, por no escuchar, por creer que solos podemos, por romper con todos y con Dios. Arrogantes dejamos de vivir los mandatos de Dios, esos que nos alegran el corazón, que descansan nuestra alma porque nos hacen ser justos y amorosos. 
Pidamos a Dios que nos libre de la arrogancia y repasemos los mandamientos de Dios. #FelizDomingo

“El que no está contra nosotros, está a nuestro favor”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Alguna vez le oí a Monseñor Oscar Urbina, Arzobispo emérito de Villavicencio y ex presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, hablando de los grupos evangélicos que van invadiendo nuestros barrios, la siguiente afirmación tomada de la Escritura: “(...) si este asunto es cosa de los hombres, pasará; pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes vencerlos. Tengan cuidado, no se vayan a encontrar luchando contra Dios” (Hechos de los Apóstoles 5, 38-39).

Los discípulos eran perseguidos por anunciar la resurrección del Señor y las autoridades judías les habían prohibido terminantemente que enseñaran cualquier cosa sobre Jesús. Cuando les reclaman no haber hecho caso a las órdenes emanadas de la Sinagoga, “Pedro y los demás apóstoles contestaron: –Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, el mismo a quien ustedes mataron colgándolo de la cruz. Dios lo ha levantado y lo ha puesto a su derecha y lo ha hecho Guía y Salvador, para que la nación de Israel vuelva a Dios y reciba el perdón de sus pecados. De esto somos testigos nosotros y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen” (Hechos 5, 29-32).

La respuesta de los discípulos hizo que las autoridades judías reaccionaran con fuerza: “Cuando oyeron esto, se enfurecieron y quisieron matarlos. Pero entre aquellas autoridades había un fariseo llamado Gamaliel, que era un maestro de la ley muy respetado por el pueblo. Este se puso de pie y mandó que por un momento sacaran de allí a los apóstoles. Luego dijo a las demás autoridades: –Israelitas, tengan cuidado con lo que va a ha hacer con estos hombres. Recuerden que hace algún tiempo se levantó Teudas, alegando ser un hombre importante, y unos cuatrocientos hombres lo siguieron. Pero a este lo mataron, y sus seguidores se dispersaron, y allí se acabó todo. Más tarde, en los días del censo, se levantó Judas, el de Galilea, y logró que algunos lo siguieran; pero también lo mataron, y todos sus seguidores se dispersaron. En este caso, yo les aconsejo que dejen a estos hombres y que no se metan con ellos. Porque si este asunto es cosa de los hombres, pasará; pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes vencerlos. Tengan cuidado, no se vayan a encontrar luchando contra Dios” (Hechos 5, 33-39).

Cuando Juan le dice a Jesús que han visto a uno que expulsaba demonios en su nombre y se lo habían tratado de impedir “porque no es de los nuestros”, Jesús le contestó: “–No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a nuestro favor. Cualquiera que les dé a ustedes un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que tendrá su premio”. Esta afirmación de Jesús, recogida en el evangelio según san Marcos, el más antiguo y el más breve, que hemos venido leyendo este año, parece ir en contravía con aquella otra, citada por Mateo y Lucas en sus evangelios, que dice: “El que no está a mi favor, está en contra mía; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12, 30 y Lucas 11, 23). Esta frase aparece en el contexto de las acusaciones que le hacen los fariseos a Jesús de hacer milagros con el poder de Belcebú, el jefe de los demonios.

La frase de Marcos que nos presenta el evangelio de hoy pone el énfasis en los que no están contra nosotros, que están a nuestro favor... Mateo y Lucas insisten más en los que no están a nuestro favor, que están en contra nuestra... Parece un trabalenguas, pero no lo es. Todo el que hace el bien, aunque no lo haga en nombre nuestro, no está contra nosotros, está a nuestro favor. Y los que están en contra nuestra, son los que no obran el bien y, por tanto, no están a nuestro favor. Monseñor Urbina, siguiendo a Gamaliel y, sobre todo, al buen Jesús, nos da una auténtica lección de tolerancia, tan necesaria en estos días, cuando disentir y opinar distinto se pueden convertir en algo peligroso.

SON DE LOS NUESTROS
José Antonio Pagola

El evangelista Marcos describe un episodio en el que Jesús corrige de manera contundente una actitud equivocada de los Doce. ¿No habremos de escuchar también hoy su advertencia?

Los Doce tratan de impedir la actividad de un hombre que «expulsa demonios», es decir, alguien dedicado a liberar a las personas del mal que las esclaviza, devolviéndoles su libertad y dignidad. Es un hombre preocupado por hacer el bien a la gente. Incluso actúa «en nombre de Jesús». Pero los Doce observan algo que, a su juicio, es muy grave: «No es de los nuestros».

Los Doce no toleran la actividad liberadora de alguien que no está con ellos. Les parece inadmisible. Solo a través de la adhesión a su grupo ha de llevarse a cabo la salvación que ofrece Jesús. No se fijan en el bien que hace aquel hombre. Les preocupa que no esté con ellos.

Jesús, por el contrario, reprueba de manera rotunda la actitud de sus discípulos. Quien desarrolla una actividad humanizadora está ya, de alguna manera, vinculado a Jesús y a su proyecto de salvación. Sus seguidores no tienen que monopolizar la salvación de Dios.

Los Doce quieren ejercer un control sobre la actividad de quien no pertenece a su grupo, pues ven en él un rival. Jesús, que solo busca el bien del ser humano, ve en él un aliado y un amigo: «El que no está contra nosotros está a favor nuestro».

La crisis que sufre hoy la Iglesia es una oportunidad para que los seguidores de Jesús recordemos que nuestra primera tarea no es organizar y desarrollar con éxito nuestra propia religión, sino ser fermento de una humanidad nueva.

Por eso no hemos de vivir recelosos, condenando posiciones o iniciativas que no se ajustan a nuestros deseos o esquemas religiosos. No es muy propio de la Iglesia de Jesús estar siempre viendo enemigos por todas partes. Él nos invita más bien a alegrarnos de lo que gentes e instituciones ajenas a la Iglesia pueden estar haciendo por un desarrollo más humano de la vida. Son de los nuestros porque luchan por la misma causa: un ser humano más digno de su condición de hijo de Dios.

HA CAUSADO MUCHO SUFRIMIENTO LA IDEA DE QUE ‘NO ES DE LOS NUESTROS’
Fray Marcos

Es Juan el que, sin hacer caso a lo que acaba de decir Jesús, salta con una cuestión al margen de lo que se viene tratando en el evangelio. Este texto tiene un significado aún más profundo si recordamos que, es este mismo capítulo (Mc 9,14-29), justo antes del episodio que hemos leído el domingo pasado, se cuenta que los discípulos no pudieron expulsar un demonio.

Una vez más, Jesús tiene que corregir su egoísmo. Quieren ser ellos los que controlen el naciente movimiento. Solo buscan afianzar privilegios. Seguramente se trata de un problema, planteado ya en la primitiva comunidad donde se escribe el evangelio. El resto de lo que hemos leído no es un discurso, sino una colección de dichos que pueden remontarse a Jesús.

No es de los nuestros. El texto griego dice: “porque no nos sigue a nosotros”. Este pequeño matiz podría abrirnos una perspectiva nueva en la interpretación. Solo pronunciar esta frase supone alguna clase de exclusión y una falta de compresión del evangelio. Todo lo que nos hace diferentes como individuos es accidental y anecdótico. Unirnos a un grupo con la intención de ser superiores y más fuertes es un egoísmo amplificado.

Muchas veces me habéis oído hablar de las contradicciones del evangelio; pues hoy lo vemos con toda claridad. (Mt 12,30) dice exactamente lo contrario de lo que acabamos de oír a Mc: “El que no está con nosotros está en contra nuestra, y el que con nosotros no recoge, desparrama.” En Lucas encontramos las dos fórmulas, (10,50) y (11,23); así que no hay manera de desempatar. La vedad es que no hay contradicción, solo contextos distintos.

La contradicción es aparente. El mensaje del Jesús no se puede meter en conceptos. La razón necesita crear opuestos para poder explicar la realidad. Solo puede entender lo que es el frío en contraposición con lo que es el calor. Entenderá lo que es el color blanco, solo cuando tenga la idea de negro. La luz solo se puede comprender si tenemos en cuenta la oscuridad. Para poder afirmar algo como verdadero, tenemos que considerar lo opuesto como falso. En el orden espiritual las contradicciones quedan superadas en la unidad.

El que no está conmigo está contra mí, se refiere a que la pertenencia al Reino es una opción personal, no es lo natural, no viene dada por el ADN. Hay que hacer un verdadero esfuerzo por descubrirlo y entrar en él. Recordad las frases del evangelio: “El reino de los cielos padece violencia y solo los esforzados lo arrebatan”; y “estrecha y angosta es la senda que lleva a la vida y pocos dan con ella”. Para entrar en el reino hay que nacer de nuevo.

No dejaremos de excluir mientras no tomemos conciencia de lo que somos. No somos mónadas aisladas sino todos uno en el UNO. No hay bueno ni malo, solo personas que saben lo que son y personas que lo ignoran. No hay un dios que premia a los buenos y castiga a los malos. En la medida que pensamos en un dios que discrimina, ¿qué podemos hacer nosotros?

El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Quiere decir que del Reino no se excluye a nadie. Todo el que busca el bien del hombre, está a favor del Reino, que predica Jesús. Solo queda fuera el egoísta que rechaza al otro. La posesión diabólica era el paradigma de toda opresión. Expulsar demonios era el paradigma de toda liberación. Jesús anuncia un Dios que es amor y que no excluye a nadie, ni siquiera a los pecadores.

La individualidad es una trampa de nuestro ego. Nada está separado de nada. No hay “yo” ni hay tú. Todos somos uno. Cuando me empeño en excluir me estoy deshaciendo a mí mismo. El otro es una parte de mí que se expande. Dios nos ve a todos en Él y no distingue unos de otros porque para Él todos somos exactamente iguales. Es ridículo pensar que yo estoy más cerca de Dios que el otro. O peor todavía, que Dios está más cerca de mí que del otro.

Considerar absoluta nuestra idea de Dios como si fuera verdad definiti­va, es la mejor manera de entrar en el integrismo, fanatismo e intransigen­cia. Monopolizar a Dios es negarlo. Poner límites a su amor es ridiculizarlo. Nuestra religión ha ido más lejos que ninguna otra en esa pretensión de verdades absolutas y excluyentes. Recordad: fuera de la Iglesia no hay salvación. Fuera de la Iglesia hay salvación. A veces, más que dentro de ella.

En una ocasión en que no los recibieron en Samaría, Santiago y Juan dicen a Jesús: ¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que les destruya? Jesús les dice: no sabéis de qué espíritu sois. Seguimos sin enterarnos del espíritu de Jesús. Seguimos pretendiendo defender a Dios, sin darnos cuenta de que estamos defendiendo nuestros intereses. No se trata de tolerar lo malo que hay en los otros. Se trata de apreciar en ellos lo que hay de bueno.

Entre el episodio de la primera lectura y el que nos narra el evangelio hay doce siglos de distancia, pero la actitud es idéntica. Desde que se escribió el evangelio hasta hoy, han pasado veinte siglos, y aún no nos hemos movido ni un milímetro. Seguimos esgrimiendo el “no es de los nuestros”. Todo aquel que se atreve a disentir, todo el que piense o actúe de modo diferente sigue excluido. Incluso arremetemos contra todo el que se atreve a pensar.

El espíritu de Jesús va mucho más allá de lo que abarca el cristianismo oficial. Se ha acuñado una frase: “patrimonio de la humanidad”, que se podía aplicar a Jesús. Jesús no es propiedad de la Iglesia. El mensaje de Jesús no se puede encerrar en ninguna iglesia. Jesús intentó que todas las religiones descubriesen que el único objetivo de todas ellas es hacer seres cada vez más humanos. Cualquier religión que no tenga esa meta, es simplemente falsa.

De la misma manera que la mente racional potenció el yo para garantizar la subsistencia biológica, el ser humano ha ido creando guetos que potencian ese objetivo de seguridad. Desde la familia a la nación, todas las instituciones tienen como objetivo que nos sintamos más seguros. La socialización ha sido un medio para el progreso humano y debe seguir siéndolo, pero se convierte en el mayor enemigo del hombre si se utiliza para ir contra los demás.

Para los seres humanos ha sido mucho más nefasta la idolatría teísta que el ateísmo. Las mayores barbaridades de la historia se han cometido en nombre de dios. Es un ídolo el dios que hace diferencia entre buenos y malos; el dios que depende de lo que nosotros hagamos para estar de nuestra parte o en contra nuestra. Ese dios nos tranquiliza, porque si él hace eso, está justificado que nosotros estemos a favor de los nuestros y en contra de los que no lo son.

Que en el evangelio de Marcos, la causa de Jesús no coincida con la causa del grupo, es un toque de atención para nosotros. Jesús no es monopolio de nadie. Todo el que está a favor del hombre está con Jesús. Todo el que trabaja por la justicia, por la paz, por la libertad, es cristiano. Nada de lo que hace a los hombres más humanos es ajeno a Jesús. Es inquietante que todas las religiones hayan sido causa de las mayores divisiones y guerras.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

  XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B ( Marcos 10, 35-45 ) – octubre 20, 2024  Isaías 53, 10-11 , Salmo 32, Hebreos 4, 14-16 La Pal...