sábado, 27 de julio de 2024

XVII Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

 XVII Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Juan 6, 1-15) – julio 28, 2024 
2 Reyes 4, 42-44; Salmo 144; Efesios 4,1-6



El texto de la liturgia de hoy, nos recuerda actitudes para que estando atentos a la necesidad de los demás y compartiendo de lo que tenemos y podemos, colaboramos a que el Reino de Dios se haga presente donde vivimos…

Evangelio según san Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: "¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?". Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues Él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan". Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?" Jesús le respondió: "Díganle a la gente que se siente". En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.

Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien". Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos. Entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: "Éste es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo". Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.

Reflexión:

¿Qué tengo para compartir?

El próximo 31 de julio, celebramos la fiesta de San Ignacio de Loyola, quien al final de los Ejercicios Espirituales, en la contemplación para alcanzar amor, nos dice que “el amor, se más en obras que en palabras … compartiendo de lo que tengo y puedo” (cfr.EE 230), de esto se trata la liturgia de hoy.

Nosotros los seres humanos, somos creaturas y tenemos necesidades básicas que permiten que podamos crecer, desarrollamos y dar frutos para contribuir a que los demás también tengan vida. Papá Dios, el Señor, el Creador, ha dispuesto todo, para que la creación entera sea para la vida.

En el Principio y Fundamento de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, nos ayuda a descubrir que tenemos un ‘para’, un sentido de vida, que hay que desarrollar, para ser persona: “constituye la mínima materia prima (principio) con la que alguien inexperto podría empezar a considerar su vida, y así empezar a fundar (fundamento) un edificio de decisiones vitales sobre cimientos realmente sólido… es nuestro ‘para’, nos descentra de nuestro ego y nos apunte hacia los demás.” (cfr. Joan Morera SJ.)

Lo anterior está relacionado con lo que hoy se narra en las lecturas y el evangelio; las enseñanzas de Jesús, son una manera en que él cumple su misión, la de salvarnos, de todo aquello que evita que pudiéramos tener una vida abundante y plena (cfr. Jn 10,10).

En el Padrenuestro, Jesús nos enseña a pedir “el pan nuestro de cada día”, que nos alimenta íntegralmente: cuerpo, mente y espíritu; hoy nos enseña como conseguirlo: compartiendo, colaborando, haciendo caso a sus indicaciones (que siempre serán para el bien común), comportándonos “humildes y amables”, “siendo comprensivos y soportándonos con amor”… lo que resulta en que viviendo así, reflejamos el amor de Dios, “que actúa a través de todos y vive en todos”…  

El milagro de la multiplicación de los panes, es el milagro que nos transforma en personas que contemplan el mundo (donde vivimos) y colaboran, al estilo de Jesús, para los demás también tengan lo necesario, para vivir una vida diga y no pasen necesidades tanto materiales, intelectuales y espirituales.

Los invitamos el próximo mes de agosto, a nueva tanda de Ejercicios Espirituales Ignacianos en la Vida Ordinaria, que son una manera de orar, para aprender a discernir y encontrar a Dios en todo y en todos:  http://bit.ly/ejerciciosOL


¿Qué dones (panes y peces) tengo para compartir?... ¿Cómo agradecer a Dios, por tanto bien recibido?... ¿Cómo dejarme guiar por el Espíritu de Dios, para hacer el bien?...

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí.
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP




XVII Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Profundizar)

 XVII Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Juan 6, 1-15) – julio 28, 2024 
2 Reyes 4, 42-44; Salmo 144; Efesios 4,1-6




Evangelio según Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.

Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: "¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?". Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues Él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: "Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan". Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: "Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?" Jesús le respondió: "Díganle a la gente que se siente". En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.

Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: "Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien". Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos. Entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: "Éste es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo". Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.

 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Quienes seguimos a Jesús, lo tenemos a Él como referencia para actuar. Hoy la Palabra nos muestra un aspecto fundamental de Jesús que estamos llamados reflejar: Darse cuenta, darse cuenta de lo que necesitan lo demás y buscar que la necesidad sea satisfecha.

"Sean humildes y amables, sean comprensivos, sopórtense (dense soporte) mutuamente por amor" es la llamada de San Pablo a los primeros cristiano, llamada muy actual para nosotros hoy, quien recibe esta llamada no puede quedar indiferente ante la necesidad de los otros, un otro que puede estar en tu propia casa, en tu comunidad, en tu entorno.

¿Qué están necesitando nuestros próximos? No siempre se trata de algo material. ¿Cómo puedes ayudarle?. Tenemos la tentación de Felipe, sólo afirmar que con lo que tenemos no alcanza, mi panes, mis denarios, mi paciencia, mi inteligencia, no alcanzan para ayudar; y puede ser verdad, no nos alcanza, pero si lo damos en Cristo, no sólo alcanzará, sobrará; porque en Cristo lo poco que tenemos se multiplicará cuando lo compartimos con los demás. Pidamos la gracia de darnos cuenta, la gracia de compartir lo que tenemos y vivamos en Cristo la alegría de poder ayudar a quien está cerca o lejos con necesidad. #FelizDomingo


“(...) mucha gente lo seguía porque habían visto las señales milagrosas” 

“Si apuestas al amor, // ¡cuántas traiciones! // ¡cuántas tristezas! // ¡cuántos desengaños! // te quedan cuando el amor se aleja, // como en las noches negras // sin luna y sin estrellas. // Amigo, cuánto tienes, cuánto vales, // principio de la actual filosofía. // Amigo, no arriesgues la partida, // tomemos este trago, // brindemos por la vida. // Brindemos por la vida // pues todo es oropel”.

 Esta es la estrofa final de una canción muy conocida en Colombia, compuesta por el maestro Jorge Villamil. Seguramente, inspirada en experiencias de decepción y desengaño muy profundas que todos hemos tenido en la vida: Amistades que parecían sólidas y sinceras, desaparecen con el asomo de un fracaso en el camino. Amores que se juraban fidelidad hasta el final, se esfuman con el viento y las tempestades. Alianzas y pactos, aparentemente sagrados, que se quiebran ante los problemas de una de las dos partes. Relaciones que nunca resultan, por mucho que inviertes en ellas...

 Estas experiencias de desengaños y desilusiones, que se repiten en nuestras relaciones cotidianas, aparecen muchas veces también en nuestras relaciones con Dios. Parecería que buscamos al Señor porque tenemos un interés particular que nos mueve, y cuando no nos responde como esperábamos, nos decepcionamos de sus promesas y de sus palabras. “Interés, cuánto valés”, dice el refrán popular. En este sentido, podemos caer muy fácilmente en una espiritualidad narcisista, a través de la cual nos buscamos a nosotros mismos, persiguiendo sólo el propio beneficio y la satisfacción de sentirnos bien. En lugar de ser una espiritualidad que nos exija salir de nuestro propio amor, querer e interés, buscamos relaciones cómodas con Dios, relaciones de conveniencia.

 Dada la brevedad del Evangelio según san Marcos, cuya lectura continua veníamos haciendo, la liturgia de la Palabra de este domingo, y de los cuatro siguientes, girará en torno a la multiplicación de los panes y al discurso eucarístico que sigue en el Evangelio de san Juan, o Cuarto Evangelio, como se le suele conocer.

 Aunque la fuerza del texto está en la generosidad de Jesús al multiplicar el pan y los peces para una muchedumbre hambrienta, me ha llamado la atención lo que dice el evangelista a propósito de la razón por la que seguían al Señor: “Mucha gente lo seguía, porque habían visto las señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos”. Esto ayuda a entender la actitud de Jesús al final de este pasaje, cuando dice: “Pero como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerlo rey, se retiró otra vez a lo alto del cerro, para estar solo”. Más vale estar solo que mal acompañado, diríamos hoy. Jesús debió sentir que su apuesta por el amor y la generosidad no había sido bien recibida. ¿Qué buscaban los que querían llevárselo a la fuerza para hacerlo rey? A lo mejor pensó para sí mismo: “¡cuántas traiciones! ¡cuántas tristezas! ¡cuántos desengaños!” Jesús debió sentir que la gente le decía: “Amigo, cuánto tienes, cuánto vales”, con una filosofía que no parece que fuera sólo de hoy, sino de todos los tiempos... y me pregunto si no es así mi propio seguimiento.

EL GESTO DE UN JOVEN 

De todos los hechos realizados por Jesús durante su actividad profética, el más recordado por las primeras comunidades cristianas fue seguramente una comida multitudinaria organizada por él en medio del campo, en las cercanías del lago de Galilea. Es el único episodio recogido en todos los evangelios.
El contenido del relato es de una gran riqueza. Siguiendo su costumbre, el evangelio de Juan no lo llama «milagro», sino «signo». Con ello nos invita a no quedarnos en los hechos que se narran, sino a descubrir desde la fe un sentido más profundo.

Jesús ocupa el lugar central. Nadie le pide que intervenga. Es él mismo quien intuye el hambre de aquella gente y plantea la necesidad de alimentarla. Es conmovedor saber que Jesús no sólo alimentaba a la gente con la Buena Noticia de Dios, sino que le preocupaba también el hambre de sus hijos.

¿Cómo alimentar en medio del campo a una muchedumbre? Los discípulos no encuentran ninguna solución. Felipe dice que no se puede pensar en comprar pan, pues no tienen dinero. Andrés piensa que se podría compartir lo que hay, pero solo un muchacho tiene cinco panes y un par de peces. ¿Qué es eso para tantos?

Para Jesús es suficiente. Ese joven sin nombre ni rostro va a hacer posible lo que parece imposible. Su disponibilidad para compartir todo lo que tiene es el camino para alimentar a aquellas gentes. Jesús lo hará demás. Toma en sus manos los panes del joven, da gracias a Dios y comienza a «distribuirlos» entre todos.

La escena es fascinante. Una muchedumbre, sentada sobre la hierba verde del campo, compartiendo una comida gratuita un día de primavera. No es un banquete de ricos. No hay vino ni carne. Es la comida sencilla de la gente que vive junto al lago: pan de cebada y pescado en salazón. Una comida fraterna servida por Jesús a todos gracias al gesto generoso de un joven.

Esta comida compartida era para los primeros cristianos un símbolo atractivo de la comunidad nacida de Jesús para construir una humanidad nueva y fraterna. Les evocaba al mismo tiempo la eucaristía que celebraban el día del Señor para alimentarse del espíritu y la fuerza de Jesús: el Pan vivo venido de Dios.

Pero nunca olvidaron el gesto del joven. Si hay hambre en el mundo, no es por escasez de alimentos, sino por falta de solidaridad. Hay pan para todos, falta generosidad para compartirlo. Hemos dejado la marcha del mundo en manos de un poder económico inhumano, nos da miedo compartir lo que tenemos, y la gente se muere de hambre por nuestro egoísmo irracional.

LA GENTE SOLO BUSCA LA SALVACIÓN MATERIAL 

El domingo pasado nos dejaba el relato evangélico de Mc ante la multiplicación de los panes. En su lugar, la liturgia inserta, a partir de este domingo, todo el c. 6 de Jn. Es el más largo y denso de todos los evangelios, y que nos va a ocupar cinco domingos. En sus 71 versículos, partiendo de la multiplicación de los panes, elabora toda una teología del seguimiento. En el fondo, se trata de un proceso de iniciación catequética, que en la comunidad duraba varios años y que, al final, obligaba a tomar una decisión definitiva: el bautismo.

El evangelio de Jn fue escrito en una comunidad de iniciados para su uso personal. Todos comprenden los signos que en él se emplean. Este evangelio es esotérico. La numerología, la cábala, el tarot, lo impregnan todo. Los 21 capítulos del evangelio se corresponden con cada una de las cartas del tarot. La 6ª (el enamorado) representa a un joven en un cruce de caminos, ante dos doncellas. Una, de amarillo y verde, representa la vida sensible. Otra, de azul, representa la vida espiritual. El joven tiene que elegir uno de los dos caminos.

Como siempre en Jn, todo son símbolos. El pan es el signo del alimento espiritual. El monte es el lugar donde habita la divinidad. Jesús subió al lugar que le era propio. Sentirse es el símbolo de enseñanza rabínica. “Estaba cerca de la Pascua” no es un dato cronológico, sino teológico. La gente no sube a Jerusalén, como era su obligación, sino que busca en Jesús la liberación, que el templo no puede darles. Proclamarle Rey es buscar seguridades.

El dinero es lo que había desplazado a Dios del templo. Utilizado por el sistema opresor, es el causante de la injusticia. Comprar pan es obtener un bien necesario para la vida a cambio de dinero, inventado para dominar. El vendedor dispone del alimento; lo cede solo bajo ciertas condiciones dictadas por él. La vida no está al alcance de todos, sino mediatizada por el poder. Jesús no acepta tal estructura, pero quiere saber si sus discípulos la aceptan. Felipe no tiene solución. Doscientos denarios era el salario de medio año.

Andrés muestra una solución distinta. Habla de los paneles y los peces que descubre como algo de lo que se puede disponer. El muchacho (muchachito, doble diminutivo) representa al insignificante grupo de los discípulos. Los números simbólicos 5+2=7 indican totalidad. Todo se pone a disposición de los demás. Al ser de cebada, pone en relación este episodio con el de Eliseo. Eliseo dio de comer a cien, con veinte paneles. Jesús da de comer a cinco mil con cinco. La propuesta de Andrés es la adecuada pero no hay medios suficientes.

Comer recostado era signo de hombres libres. Jesús quiere que todos se sientan personas con su propia responsabilidad. No quiere servidumbres ni dependencias de ninguna clase. Aquí está ya apuntando a la falsa interpretación que van a hacer del signo. El lugar (con artículo determinado) era el modo de diseñar el templo. Dios no está ya en el templo sino donde está Jesús. La mucha hierba, signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos. Pronuncia la acción de gracias (eucaristíaV=eucaristizó). Este dato tiene mucha miga. Se trata de conectar la comida con el ámbito de lo divino (los sinópticos hablan de elevar la mirada al cielo). Se reconoce que el alimento es don de Dios para todos; nadie puede apropiárselo para después sacar provecho de su venta. Una vez liberado del acaparamiento egoísta, todos tendrán acceso a ese bien necesario. Su propósito primero, alimentar, se eleva para convertirlo en signo de Vida. Solo en este nuevo espacio es posible el compartir.


Reconoció los pedazos que han sobrado. Lo sobrado, no tiene sentido de resto, desperdicio sino de sobrante, sobreabundante. En la Didaché se llama al pan eucarístico “los trozos” (klasma). Deben recogerlos porque la comunidad tiene que continuar la obra de la entrega. Otra gran diferencia con la experiencia del Éxodo. El hombre no duraba de un día para otro; Lo que Jesús ofrece tiene valor permanente y hay que cuidarlo. Recordemos que en los Hch se llama a la eucaristía “la fracción del pan”. No es pan, sino pan partido.

Llenaron doce canastas. "doce" no hace referencia a los apóstoles sino a las doce tribus de Israel, como símbolo de todo el pueblo que había acompañado a Moisés por el desierto. El profeta que tenía que venir al mundo estaba anunciado en (Dt 18,15). Se trata de un profeta como Moisés que haría los mismos prodigios que él. No reconocen la novedad de Jesús. Siguen creyendo en una salvación venida de fuera, al estilo del A T. Más tarde se establece una clara distinción entre el alimento que les da Jesús y el maná.

El intentar hacerle rey demuestra que no han entendido nada. La multitud queda satisfecha con haber comido. La identificación con Jesús y su mensaje no les interesa. Jesús quiere liberarles; ellos prefieren seguir dependiendo del otro. Jesús les pide generosidad; ellos prefieren recibir gratis. Jesús quiere asociarlos a su obra; ellos quieren descargar en un jefe su responsabilidad. La solución no es un milagro externo, sino el saber compartir todo con todos. La salvación no está en que alguien solucione mi problema sino en superar el egoísmo y estar dispuesto a dar a los demás lo que uno tiene y lo que uno es.

Se retiró a la montaña él solo. Jesús subió al alto, mientras los discípulos bajaban. Ante la total incomprensión de la gente, Jesús no tiene alternativa, se vuelve al monte (lugar de la divinidad). Completamente solo, como Moisés después que el pueblo traicionó a su Dios, haciéndose un ídolo. Este paralelo con Moisés, muestra la gravedad de lo sucedido. Haciendo de Jesús un Mesías poderoso, repiten la idolatría de los israelitas en el desierto. En ambos casos quieren adorar a Dios, pero bajo la falsa imagen que ellos habían hecho de Él.

El dinero sigue siendo la causa de toda desigualdad. Todo tiene un precio. La gratuidad y el compartir han desaparecido de nuestra sociedad. Seguimos ante la encrucijada pero aún no hemos tomado una decisión. No somos conscientes de que no tomar el camino espiritual, es ya dejarnos llevar por el hedonismo. La búsqueda de placer a cualquier precio es la tónica de nuestra sociedad. En el mejor de los casos, nos empeñamos en ir por dos caminos opuestos al mismo tiempo. La religión como la mayoría la entiende, nos lleva a la esquizofrenia.

Jesús pudo escapar de la pretensión de aquella gente, pero de nosotros no puede escapar y lo hemos proclamado rey del universo. Cada uno de nosotros debemos examinar los motivos que nos mantienen unidos a Jesús. ¿Por qué somos cristianos? ¿Por qué venimos a misa? Yo os lo voy a decir: Para asegurarnos sus favores aquí abajo y además, garantizar una eternidad dichosa en el cielo. ¡Poco han cambiado las cosas! También nosotros seguimos sin querer saber nada del servicio y la entrega a los demás. El evangelio sigue sin estrenarse.

Seguimos poniendo lo espiritual al servicio de lo material. No nos interesa lo que Dios quiere sino nuestro placer. Solo nos interesa que Dios se ponga a nuestro servicio. Si todos los que nos llamamos cristianos empezáramos a compartir, como Jesús nos pide, se produciría la mayor revolución de la historia humana. Si esperamos a compartir cuando hayamos cubierto todas nuestras necesidades, nunca compartiremos nada, porque la técnica del capitalismo hedonista es precisamente aumentar las necesidades a medida que se van satisfactoriamente.

Meditación 
Jesús no quiere estar encima de los demás. 
Tampoco quiere que la gente se esclavice. 
La auténtica salvación no puede venir de fuera. 
El horizonte de tu plenitud está dentro de ti. 
Lo externo: ni te tiene que atar, ni te puede liberar.





sábado, 20 de julio de 2024

XV Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Profundización)

 XVI Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 6, 30-34) – julio 21, 2024 
Jeremías 23, 1-6; Salmo 22; Efesios 2,1 3-18

Evangelio según Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces Él les dijo: "Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco". Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer. Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

El Evangelio nos presenta una imagen que puede ilustrar cómo nos sentimos en algún momento de la vida: "Como ovejas sin pastor", es decir, perdidas, expuestas, hambrientas, vulnerables, asustadas y otros adjetivos que se nos pueden ocurrir. Y para esos momentos ayuda recordar, que podemos sentirnos así, pero nunca seremos solitarios. Jeremías nos recuerda que Dios tiene la iniciativa para buscarnos, para llevarnos de nuevo con él. Eso sí, en tanto libres o demasiado asustadas, podemos actuar de manera "encabritada" (otra imagen a la que podríamos poner adjetivos); pero Él, el Buen Pastor no claudicará para recuperarnos y ofrecernos todo lo que nos falta y que nosotros, desesperada y erráticamente, buscamos en "pastores" y "campos" equivocados.

Recibamos estas buenas noticias en el corazón: "los que estuvieron lejos, ahora están cerca", "ninguno se perderá ni tendrá miedo", "sintió compasión de ellos". Y exclamemos con el salmista, con fe fortalecida: "EL Señor es mi pastor, nada me falta", me conduce, me repara; me vuelve valiente, me dignifica y siempre me acompaña.

#FelizDomingo

(...) iba y venía tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer” 

Hace un tiempo, Miguel Silva escribió en El Espectador un artículo que me gustó mucho: “El ajetreo y el trabajo”. Decía el autor que los colombianos tenemos una forma muy extraña de trabajar; y contaba que una italiana que trabaja en el Banco Mundial le decía alguna vez: “Yo siempre veo a los colombianos trabajar hasta que cae la noche. Son los últimos que salen de aquí. Pero lo más divertido es que, en verano, también salen únicamente cuando cae la noche, y como en verano eso sucede a las nueve, salen tardísimo. Como si fueran unos animales extraños que por razones de supervivencia no fueran capaces de encontrarse en casa con luz diurna”.

Más adelante, dice Miguel Silva: “Alguna vez a un colombiano –creo que fue a Juan Luis Londoño– lo obligaron a salir temprano de la oficina en el mismo Banco Mundial. Lo llamó un vicepresidente y le expresó preocupación por sus larguísimas jornadas. –Eso sólo puede ser consecuencia de una de dos cosas­, dijo el funcionario: –o le ponemos una carga laboral excesiva o usted es muy ineficiente. Y lo mandaron para su casa temprano”. La conclusión a la que llega el artículo es que “Si el tiempo en la oficina fuera medida del éxito, Colombia sería una superpotencia, porque aquí nadie sale temprano y todo el mundo suda y se demora y se queja. Todos tomamos vacaciones con un gran sentido de culpa. El lío no es que no tengamos tiempo para la familia. Eso sin duda es muy grave. Pero tanto o más dramático es que del ajetreo apenas queda el ruido que genera. Es el trabajo el que produce resultados. Y los resultados son los que cuentan”.

Toda esta historia me ha hecho pensar muy en serio en nuestros ritmos de trabajo o de ajetreo y en lo poco que dedicamos a la ‘recreación’... que literalmente significa tiempo para compartir fraternalmente, para dialogar amigablemente, para reconstruirnos como personas. El P. Augusto Hortal, que fue mi superior en España durante varios años, solía decir: “El que no descansa, cansa”. Y no permitía que los jóvenes jesuitas con los que vivíamos se dedicaran los domingos a estudiar o a adelantar trabajos para la Universidad.

Jesús y sus discípulos tenían un ritmo de trabajo impresionante. El texto evangélico que nos propone hoy la liturgia dice que “iba y venía tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer”. De modo que Jesús les dice: “Vengan, vamos nosotros solos a un lugar tranquilo. (...) Así que Jesús y sus apóstoles se fueron en una barca a un lugar apartado”. Claro que la dicha no les duró mucho, pues “muchos los vieron ir, y los reconocieron; entonces de todos los pueblos corrieron allá, y llegaron antes que ellos. Al bajar Jesús de la barca, vio la multitud, y sintió compasión de ellos, porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas”.

Aunque estas vacaciones apostólicas no fueron un éxito, que digamos, me parece que este texto nos invita a reflexionar sobre nuestros ritmos laborales y el tiempo que, efectivamente, dedicamos a descansar en compañía de nuestros seres queridos; un ritmo de trabajo exagerado, un trajín o un ajetreo desaforados, lo único que dejan es cansancio y no eficiencia en nuestra misión. Tenemos que tratar de buscar un ritmo de trabajo que nos permita encontrarnos, por lo menos de vez en cuando, en casa con luz diurna.

REZAR JUNTOS Y REÍR EN COMÚN 

La escena está cargada de ternura. Llegan los discípulos cansados ​​del trabajo realizado. La actividad es tan intensa que ya «no encontraban tiempo para comer». Y entonces Jesús les hace esta invitación: «Venid a un sitio tranquilo a descansar».

Los cristianos olvidamos hoy con demasiada frecuencia que un grupo de seguidores de Jesús no es solo una comunidad de oración, reflexión y trabajo, sino también una comunidad de descanso y disfrute.

No siempre ha sido así. El texto que sigue no es de ningún teólogo progresista. Está redactado allá por el siglo IV por aquel gran obispo poco sospechoso de frivolidades que fue Agustín de Hipona.

«Un grupo de cristianos es un grupo de personas que rezan juntas, pero también conversan juntas. Ríen en común y se intercambian favores. Están bromeando juntas, y juntas están en serio. A veces están en desacuerdo, pero sin animosidad, como se está a veces con uno mismo, utilizando ese desacuerdo para reforzar siempre el acuerdo habitual.

Aprenden algo unos de otros o lo enseñan unos a otros. Echan de menos, con pena, a los ausentes. Acogen con alegría a los que llegan. Hacen manifestaciones de este u otro tipo: chispas del corazón de los que se aman, expresadas en el rostro, en la lengua, en los ojos, en mil gestos de ternura».

Tal vez lo que más nos sorprende hoy en este texto es esa faceta de unos cristianos que saben rezar, pero también saben reír. Saben estar serios y saben bromear. La Iglesia actual aparece casi siempre grave y solemne. Parece como si los cristianos le tuviéramos miedo a la risa, como si la risa fuera signo de frivolidad o de irresponsabilidad.

Hay, sin embargo, un humor y un saber reír que es signo más bien de madurez y sabiduría. Es la risa del creyente que sabe relativizar lo que es relativo, sin dramatizar sin necesidad los problemas.

Es una risa que nace de la confianza última en ese Dios que nos mira a todos con piedad y ternura. Una risa que distiende, libera y da fuerzas para seguir caminando. Esta risa es una. Los que ríen juntos no se atacan ni se hacen daño, porque la risa verdaderamente humana nace de un corazón que sabe comprender y amar.

BUSCAN UN MERECIDO DESCANSO 

Tenemos que tener presente el contexto. Los apóstoles acaban de volver de la misión a la que Jesús les ha enviado. Entre el envío y el regreso, nos ha contado la muerte de Juan Bautista. Terminada la misión de los doce, se vuelven a reunir y se cuentan las peripecias de la tarea que acaban de concluir. Parece ser que les ha ido bien y vienen encantados (Lc lo dice expresamente). La euforia de la gente que les busca ratifica esa visión. El éxito se les está subiendo a la cabeza y no les deja tomar la postura adecuada.

Para entender este pasaje, debemos recordar que después de los primeros éxitos en Cafarnaún, Jesús se retira al desierto para poner en orden sus ideas. En este pasaje, los enviados son los que tienen éxito y deben ser también ellos los que se retiran a examinar su actitud vital. Marcos nos está diciendo que los discípulos necesitan una seria reflexión sobre el éxito de su misión, como Jesús necesitó meditar sobre su mesianismo.

Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco. El mismo Jesús que les empujó a una actividad febril entre la gente, les lleva ahora a un alejamiento de esa misma gente para dedicarse a ellos mismos. No se trata solamente de la preocupación por su cansancio. Se trata, sobre todo, de que entiendan bien el sentido de lo que está sucediendo y no se dejen llevar por falsos espejismos. Por dos veces se dice que van al desierto, para dejar claro que necesitan una reconversión.

El texto griego no dice 'lugar tranquilo' o 'despoblado' sino 'lugar desértico'. La diferencia es importante si tenemos en cuenta el significado de Marcos da al desierto, como lugar de lucha contra el mal. Inmediatamente después de ser bautizado coloca a Jesús en el desierto, para que allí aclare cuál va a ser su verdadera misión, superando la tentación de un mesianismo triunfalista. Después del éxito en la sinagoga de Cafarnaún y la curación de la suegra de Pedro, cuando todo el mundo le buscaba, se marchaba él solo al desierto.

Se les adelantaron. Los planes van a ser frustrados por una urgencia mayor, la de la gente. En la profunda humanidad manifestada hoy, tenemos que descubrir su verdadera divinidad. El relato habla del grupo. “Los reconocieron”, “se les adelantaron”. Al incorporar a los doce a su propia misión, queda establecido el grupo como comunidad. La búsqueda de la gente refleja una carencia de apoyo y estímulo que posibilita la tarea de Jesús.

Como ovejas sin pastor. Es una imagen clásica en el AT. En una cultura en que la ganadería era el principal medio de sustento, todos sabían perfectamente lo que se estaba insinuando con la imagen del pastor. Tras la primera lectura, Jesús hace una crítica a los dirigentes que, en vez de cuidar de las ovejas, las utilizan en beneficio propio. Siempre ha pasado lo mismo. Nunca han faltado pastores, pero han sido tantas las falsas ofertas, hechas con tanta persuasión, que el pueblo se ha sentido indefenso ante tales ofertas.

El dios lástima. Hoy no le conmueve un ciego o leproso, sino la gente descarriada. La 'compasión' sería una manera más adecuada de expresar el amor, superando los malentendidos que la palabra 'lástima' comporta. Podemos sentirnos lástima de una persona, pero no mover un dedo para sacarla de su situación. En todos los tiempos podemos constatar políticos y eclesiásticos que no tienen en cuenta al pueblo a la hora de tomar sus decisiones. La actitud de Jesús es el mejor antídoto contra la búsqueda del aplauso.

Y se puso a enseñarles con calma. Por encima de los planos de Jesús está la necesidad de la gente. El texto griego no dice “con calma” sino “muchas cosas”. Del contexto se deduce que dedicó todo el día a esa tarea, pues a continuación Marcos narra la primera multiplicación de los panes, que empieza advirtiendo de que 'se hizo tarde'. El tiempo es lo más preciado que tenemos; Dedicarlo a los demás es la mejor manera de responder a las exigencias del evangelio. La vocación del cristiano es ser para los demás.

Se cumple la promesa de Jeremías. Jesús es el único pastor. Como dice Juan, él es el modelo de pastor, el único que no nos va a engañar ni se va a aprovechar de nosotros. Con todos los demás hay que tener cuidado, porque nos pueden desviar poniendo sus intereses por delante de los nuestros. Es una tentación en la que los seres humanos caemos casi siempre; incluso cuando hablamos de Dios es para ponerlo a nuestro servicio.

Hoy, más que nunca, las ovejas andan desorientadas. Si hay una característica de nuestro tiempo, es precisamente la desorientación. Es urgente distinguir el verdadero mensaje del evangelio de tanta ideología y partidismo en que hoy está envuelto. Cuando Pablo dice que derribó el muro que los separaba, no se refiere a una situación externa, sino a una actitud de fidelidad a sí mismo, que permite superar la barrera del odio. Lo que nos separa es siempre nuestro falso yo. Nuestro verdadero ser es idéntico en todos.

Cuando en el evangelio Jesús invita a los apóstoles a retirarse al “desierto”, está tratando de decirnos que solo en el silencio y en el reconocimiento interior, podemos encontrar el verdadero ser y solo después de encontrarlo, podemos indicar a los demás el camino. Sin vida interior, sin meditación profunda, no puede haber espiritualidad. Sin esa vivencia no podemos ayudar a los demás a descubrir la viva imagen que llevan dentro. Si encontramos a Dios en nosotros, llevarlo a los demás será la tarea más urgente y más fácil de nuestra vida.

El evangelio de hoy es un reconocimiento de la necesidad del silencio para recuperar la armonía interna, amenazada por el exceso de actividad en cualquier orden. El estrés que hoy padecemos se debe a que no tenemos tiempo para nosotros mismos. Esta falta de tiempos tranquilos nos impide asimilar y ordenar los acontecimientos que, de esa manera, nos pueden destrozar, como la comida no digerida y por lo tanto indigesta.

Busca en tu interior y descubre allí la verdadera guía. No mendigues más agua que te da cuentagotas. Busca la fuente que está siempre manando ya tu entera disposición. El dedicarse a los demás y la dedicación a uno mismo no son dos aspectos que se puedan separar. La contemplación y la acción no pueden disociarse. Todo acercamiento a Dios lleva directamente a los demás. Si en nuestra vida somos capaces de olvidar uno de los dos aspectos, será la señal de que nos estamos alejando del evangelio.

Meditación

La acción sin contemplación sería una programación estéril. 
La contemplación sin acción sería una falacia. 
La vida espiritual te llevará a la preocupación del otro. 
Un verdadero contacto con Dios en la oración 
es, ya en sí, una acción en beneficio de todos.

 

 

XV Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

 XVI Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 6, 30-34) – julio 21, 2024 
Jeremías 23, 1-6; Salmo 22; Efesios 2,1 3-18


Hoy las lecturas de hoy nos recuerdan que necesitamos estar atentos a la guía del buen pastor, que es Jesús …

Evangelio según san Marcos 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces Él les dijo: "Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco". Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer. Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

Reflexión:

¿Quién guía mi vida?

Hoy, en este tiempo actual de andar a las carreras, llenos de proyectos y con problemas siempre que resolver, cuando todo es para ayer y no hay tiempo que nos alcance para hacer tantas cosas “que tenemos que hacer”, las lecturas de hoy, son una invitación a detenernos, a hacer un alto y recuperar fuerza y ánimo, para poder discernir quién / qué me mueve y hacia dónde me lleva esta manera de vivir…

Por una parte, tal vez, ni cuenta nos damos, que estamos siendo engañados en ese estilo de vida, por “ideas”, “intereses” o “personas”, que nos “dispersan, dividen, distraen y polarizan, con maldad”, como lo describe el profeta Jeremías; y por el otra parte también nos recuerda el profeta, que el Señor enviará quien nos “apaciente, instruya y guíe”, para nuestro bien, con justicia y amor… para tener una buena vida, que valga la pena vivir.

El buen pastor, que nos cuida y desea lo mejor para mí y los demás, es Jesús, quien, al contrario de los líderes mundanos y malvados, nos quiere, en paz, reconciliados, unidos y fraternos (cfr. Efesios 2,1 3-18).

Para escuchar “al buen pastor”, necesitamos orar; es el camino que nos conduce a reconocer su presencia en la vida, a aprender y entender cuál es su deseo: nuestro bien. La oración es un tiempo de encuentro, conmigo mismo y con Él, que me ayuda a discernir en la vida, a reconocer los verdaderos líderes y a ser líderes auténticos nosotros mismos, cuidando con amor y justicia a quienes nos rodean, al estilo de Jesús, nuestro maestro y pastor.

Estamos llamados a procurar el bien de los demás, y el propio, a trabajar por la reconciliación y la justicia, promoviendo la unidad en nuestras comunidades y siendo instrumentos de paz en el mundo (en el que vivimos).

Hoy, se nos desafía a ser de esos líderes auténticos, guiados por el Espíritu de Dios, en todas las circunstancias de nuestra vida, buscando siempre su mayor gloria y el bien de los demás.

¿Cómo discernir qué espíritu me mueve y a dónde?... ¿Qué hacer para que Jesús sea mi guía en lo que decido y hago?... ¿Cómo podemos servir mejor a los demás, especialmente a los más necesitados?...

 

PD. Los invitamos el próximo mes de agosto, a nueva tanda de Ejercicios Espirituales Ignacianos en la Vida Ordinaria, que son una manera de orar, para aprender a discernir y encontrar a Dios en todo y entodos. Informes en: http://bit.ly/ejerciciosOL

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

sábado, 13 de julio de 2024

XV Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

XV Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 6, 7-13) – julio 14, 2024 
Amós 7,12-15; Salmo 84; Efesios 1, 3-14



En las lecturas y el evangelio de hoy, nos recuerda como hemos sido enviados a colaborar en la misión de Jesucristo, y en ello, alcanzar nuestra felicidad…

Evangelio según san Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.

Y les dijo: “Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos”.

Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.

Reflexión:

¿Cómo colaborar en la misión de Jesucristo?

San Ignacio de Loyola, desde su experiencia espiritual, nos enseña como reflexionar la Palabra, para “sacar provecho” para nuestra vida, desde una lectura contemplativa y activa; hoy podríamos decir que el mensaje es: nos llama a la misión, la confianza en Dios y el reconocimiento de nuestra identidad en Cristo,

·      para ello, al igual que Amós, tenemos que escuchar a Jesús, que nos dice a cada uno: ‘Ve y profetiza a mi pueblo, Israel‘, (y hoy Israel, es donde vivo); reconociendo y discerniendo que las verdaderas llamadas y misiones provienen de Dios y no de nuestros propios deseos o ambiciones…

·      nuestra identidad en Cristo nos impulsa a una vida de servicio y amor, sabiendo que somos amados y llamados por Dios, y así es dónde y cómo lo encontramos y hacemos presente en nuestra vida… (cfr. Sal 84)

·      como hijos de Dios que somos, hoy también  nos dice San Pablo, como a los efesios, que habremos de ‘alabar y glorificar’ a nuestro Padre. En términos del Principio y Fundamente de Sn. Ignacio: “somos creados para alabar (reconocer), reverenciar (respetar) y servir (colaborar) a Dios Padre, en lo que hacemos, y así salvar nuestra alma” (cfr. EE 25) …

·      Jesús nos envía, como a los apóstoles, a la misión: predicar y hacer presente el Reino del Padre: justicia, paz, fraternidad, misericordia…

En resumen, estas lecturas, nos llaman a una vida de discernimiento, misión y confianza en Dios. Nos invitan a reconocer las llamadas divinas y anhelar la presencia de Dios en todo y confiando en la providencia divina, para nuestro camino de servicio y amor: promoviendo la conversión a quienes hacen mal (intencionalmente o por ignorancia), y al mismo tiempo, sanado, aliviando y curando, a quienes sufren los efectos del mal; la misión es trabajar y hacer el bien, al estilo de Jesús, el maestro.

Necesitamos, seguir conociendo a Jesús, que nos revela la voluntad del Padre y confiar en Él, que lo único que desea es nuestro bien personal y comunitario. Jesús confía en nosotros, para que colaboremos en que su deseo se haga realidad.

 ¿Cómo discernir mi llamado a colaborar en la misión?... ¿Cómo involúcrame en la promoción del bien?... ¿Cómo contrarrestar la presencia del mal, en la sociedad?

 

PD. Los invitamos el próximo mes de agosto, a nueva tanda de Ejercicios Espirituales Ignacianos en la Vida Ordinaria, informes en: http://bit.ly/ejerciciosOL

 

#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

XV Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Profundizar)

 XV Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 6, 7-13) – julio 14, 2024 
Amós 7,12-15; Salmo 84; Efesios 1, 3-14



Evangelio según san Marcos 6, 7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.

Y les dijo: “Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos”.

Los discípulos se fueron a predicar el arrepentimiento. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

Parecen tan lejanas la paz y la justicia en estos tiempos, tan raras la misericordia y la fidelidad. ¿Y Dios? Dios está llamándonos, enviándonos a ser respuesta con Él. ¿Yo?, ¡No soy profeta ni hijo de profeta, sino un pastor y cultivador!

Dios te ha bendecido con toda clase de bienes espirituales (que están en tu corazón) y celestiales (que vienen de arriba), te ha elegido para ser su testigo, es decir signo para el mundo de su amor. Hemos sido redimidos, perdonados y se nos ha concedido gracia, sabiduría y prudencia (que no es lo mismo que precaución). Estamos armados para la misión, una misión que siempre ha de ser con otros, en comunidad. Tenemos autoridad sobre los "espíritus inmundos" (que tienen nombres como corrupción, violencia, mentira, miedo, soberbia, etc.), hay que salir y predicar, ungir y sanar este mundo que requiere y ha requerido de la respuesta de Dios.

¿Crees que Dios te ha dado todo lo que dice San Pablo? ¿Crees? ¿Te sientes enviada, enviado? ¿A qué? Hay que comenzar, en el día a día a anunciar con nuestras propias vidas que Dios está, que los demás encuentren en nosotros signos y respuestas a su necesidad. 

#FelizDomingo

Les ordenó que no llevaran nada para el camino” 

Cuentan que una vez, un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que éste viera cuán pobres eran las gentes del lugar. Estuvieron por espacio de un día y una noche en la casa de una familia campesina muy humilde. Compartieron con ellos las comidas y el descanso. Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo: "¿Qué te pareció el viaje?". "¡Muy bonito papá!". "¿Viste qué tan pobre puede ser la gente?". "¡Si!". "¿Y qué aprendiste?"

"Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina que llega de una pared a la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en la sala, ellos tienen millones de estrellas que titilan toda la noche. Nuestro patio llega hasta la pared de la casa del vecino, ellos tienen todo un horizonte de patio. Ellos tienen tiempo para conversar y estar en familia; tú y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo". Al terminar el relato, el padre se quedó mudo... Y su hijo agregó: "¡Gracias Papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!".

Hace algunos años, en las calles de Bogotá se vendió a montones un libro titulado: "Padre rico, padre pobre", que ha dado mucho qué pensar a los que viven para trabajar y no trabajan para vivir... Numerosas personas en nuestra sociedad no paran de buscarse los medios para disfrutar de una vida cada vez más cómoda, pero nunca llega el momento de detenerse a descansar y a disfrutar de lo que se tiene... Este libro presenta la idea de hacer del dinero sólo un medio para vivir mejor, y no un fin que se convierte en ídolo y nos esclaviza. A este propósito, don Alfredo, un habitante del barrio El Dorado, donde viví durante algún tiempo, en el sur oriente de Bogotá, me decía un día: "Padre, yo me doy el lujo de ser pobre..." Y no le falta razón, pues vive pobremente su ancianidad, pero dedicado a leer libros que siempre había querido leer, y gozando de la vida familiar, como nunca antes lo había hecho…

Jesús envía a sus discípulos de dos en dos y les da unas instrucciones muy precisas: "Les ordenó que no llevaran nada para el camino, sino solamente un bastón. No debían llevar bolsa ni pan ni dinero. Podían ponerse sandalias, pero no llevar ropa de repuesto". En estas condiciones de pobreza radical, el ser humano se abre a lo que le llega de una manera inesperada. Cuando nos apoyamos sólo en los medios para realizar nuestra misión, no somos capaces de descubrir una infinidad de riquezas que nos han sido regaladas por Dios con una generosidad infinita.

Predicar en pobreza es predicar la misma pobreza evangélica y la vida sencilla. La vida misma del apóstol se hace predicación. En un contexto como el nuestro, en el que los medios son cada vez más abundantes, no deja de incomodar y de resultar casi escandalosa esta invitación. Pero Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte en cruz, nos propuso un estilo de vida austero que nos enriquece con su pobreza y nos abre una infinidad de posibilidades que no alcanzamos a imaginar. Como el niño rico que fue de paseo al campo, podremos apreciar la riqueza de una amistad, un paisaje, un beso, una sonrisa… Algún día sabremos lo ricos que podemos llegar a ser.

¿SIN APOYO SOCIAL? 

¿Como podría la Iglesia recuperar su prestigio social y ejercer de nuevo aquella influencia que tuvo en nuestra sociedad hace solamente algunos años? Sin confesarlo quizá en voz alta, son bastantes los que añoran aquellos tiempos en que la Iglesia podía anunciar su mensaje desde plataformas privilegiadas que contaban con el apoyo del poder político.

¿No hemos de luchar por recuperar otra vez ese poder perdido que nos permita hacer una «propaganda» religiosa y moral eficaz, capaz de superar otras ideologías y corrientes de opinión que se van imponiendo entre nosotros?

¿No hemos de desarrollar unas estructuras religiosas más poderosas, fortalecer nuestros organismos y hacer de la Iglesia una «empresa más competitiva y rentable»?

Sin duda, en el fondo de esta inquietud hay una voluntad sincera de llevar el evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pero ¿es ese el camino a seguir? Las palabras de Jesús, al enviar a sus discípulos sin pan ni alforja, sin dinero ni túnica de repuesto, insisten más bien en «caminar» pobremente, con libertad, ligereza y disponibilidad total.

Lo importante no es un equipamiento que nos dé seguridad, sino la fuerza misma del evangelio vivido con sinceridad, pues el evangelio penetra en la sociedad no tanto a través de medios eficaces de propaganda, sino por medio de testigos que viven fielmente el seguimiento a Jesucristo.

Son necesarias en la Iglesia la organización y las estructuras, pero solo para sostener la vida evangélica de los creyentes. Una Iglesia cargada de excesivo equipaje corre el riesgo de hacerse sedentaria y conservadora. A la larga se preocupará más de abastecerse a sí misma que de caminar libremente al servicio del reino de Dios.

Una Iglesia más desguarnecida, más desprovista de privilegios y más empobrecida de poder sociopolítico será una Iglesia más libre y capaz de ofrecer el evangelio en su verdad más auténtica.

LA MISIÓN NO ES UNA OBLIGACIÓN AÑADIDA A LA LLAMADA 

El párrafo que acabamos de leer es continuación del que leíamos el domingo pasado, pero con él comienza una nueva etapa en el evangelio de Marcos. Los discípulos van a tomar parte en la tarea que desarrolla el Maestro. Después de la experiencia de fracaso en su pueblo, Jesús no solo no deja de anunciar la “buena noticia” del Reino, sino que compromete a sus discípulos en esa tarea. El rechazo de los dirigentes y familiares le obliga a buscar otros interlocutores que no estén maleados por la enseñanza oficial. Las tres lecturas no hablan de la elección, pero la elección lleva implícita siempre la misión.

Es poco probable que Jesús enviara a los apóstoles a predicar. En primer lugar, mientras se sintieron judíos no fue necesaria la institución de los doce apóstoles. Solo cuando fueron rechazados por los dirigentes judíos sintieron la necesidad de otro fundamento paralelo a las doce tribus de Israel. En segundo lugar, los evangelios dejan claro que mientras vivieron con Jesús no entendieron nada de su mensaje; no podían comunicarlo a los demás. Solo cuando se adentraron en la experiencia pascual pudo empezar la misión. En tercer lugar, en los evangelios no se percibe una organización suficiente para esa misión.

Es Jesús quien toma la iniciativa. “Les llamó y les envió”. Si hacía ya mucho tiempo que estaban con él, no necesitaba llamarlos, pero el poner los dos verbos juntos tiene una intención especial. La llamada y la misión están siempre unidas. No se precisa ni a dónde van ni cuánto va a durar la misión. Con ello está precisando las características de todas las llamadas y de todos los envíos. Todo los que vayan en nombre de Jesús deben ir en las mismas condiciones, en todos los tiempos. El evangelista está retrotrayendo al tiempo de Jesús una práctica que comenzó muy pronto en las primeras comunidades.

“De dos en dos”, apunta al sentido comunitario de toda misión. No se trata de actuar como francotiradores, sino de ir en nombre de la comunidad. Así se evita, cualquier clase de superioridad de uno sobre otro. Con demasiada frecuencia olvidamos que todos somos enviados por y desde una comunidad. Tenemos que superar la tendencia a actuar por nuestra propia cuenta. Tiene también un aspecto legal. En un juicio solo se admitía el testimonio que fuera atestiguado por dos. No se espera que sean maestros, sino testigos.

Les da autoridad sobre los espíritus inmundos. Hay que tener mucho cuidado. El texto griego no dice “dynamis” sino “exousia”. No es fácil apreciar la diferencia entre ‘poder’ y ‘autoridad’. Está claro que no se trata de un poder mágico, sino de una superioridad sobre el mal. Se trata de una fuerza para superar, no solo los demonios de los demás, sino también sus propios demonios; es decir La superación personal de toda ideología que les impediría comunicar el verdadero mensaje. Esta lucha de los apóstoles contra sus propios prejuicios nacionalistas está presente en todo el evangelio de Marcos.

“Les encargó...” El verbo griego significa ordenó. Es curioso que el texto hace más hincapié en lo que no deben llevar. Lo importante es el espíritu de los enviados. El bastón y las sandalias eran imprescindibles; el primero ayuda a caminar y puede ser muy útil contra las alimañas. Las sandalias eran el calzado de los pobres. El pan era signo de todo alimento. No van como mendigos, solo deben aceptar lo que necesitan en cada momento. La alforja era propia de los mendigos, que aseguraban así las próximas comidas. El dinero es símbolo de las seguridades. En griego no dice “túnica de repuesto”, sino “no llevéis puestas dos túnicas”, que era característica de la gente rica.

Los judíos nunca se hospedaban en casa de paganos. Para Jesús cualquier casa es buena para hospedarse, y cualquier alimento digno de comerse. Para quedarse basta que les acoja una “casa”, para marcharse tiene que existir rechazo de un “lugar”. Lo importante es que les acepten y ellos acepten. En todo caso, deja clara la posibilidad de rechazo que acaba de sufrir el mismo Jesús en su tierra. El sacudir el polvo de los pies, era una costumbre de los judíos cuando salían de un lugar de paganos. No se trata de maldición alguna, sino de dar testimonio del hecho de que no querían llevarse nada de allí.

“Predicaban la conversión, echaban demonios y curaban”. Es curioso que ninguna de esas acciones fue descrita en el envío. La conversión de la que nos habla el evangelio, no debe entenderse desde el punto de vista moral. Se trata de “metanoia”. Un cambio de mentalidad que llevaría consigo un cambio en la manera de vivir. Sin emprender ese nuevo camino, de nada servirán los arrepentimientos y los propósitos. Seguimos sin entenderlo hoy. El echar demonios y curar son signos de la preocupación por los demás. El signo de que ha llegado el Reino es la ayuda incondicional a los demás.

La primera lectura nos pone ya en guardia. Los profetas de Betel quieren convertir a Amós en un profeta “al uso”: alguien que vive de un oficio siguiendo las directrices oficiales. Muy poco han cambiado las cosas. La Iglesia sigue siendo un santuario de Betel. Estar de parte de los poderosos, y no denunciar la injusticia ha sido una apostasía del cristianismo desde Constantino. A nadie entusiasma hoy nuestra predicación, mucho menos nuestra trayectoria vital. La misión no puede ser una programación venida de fuera, sino una exigencia vital, consecuencia de la llamada interna de Dios.

La clave está en que, al depender de los demás, se elimina toda tentación de superioridad. No son normas de ascetismo sino de confianza. Se trata de aprender a confiar en los demás, esperándolo todo de ellos. Saber dar eficazmente, supone haber aprendido antes a recibir con humildad. No hay nada más humillante para un ser humano que el tener que recibir de otro algo sin reciprocidad. La realidad que más une a los hombres es el saber que tienen algo que dar y algo que recibir. En la gratuidad se alcanza el máximo de humanidad, tanto por parte del que da, como del que recibe.

La confianza de la misión debe apoyarse en el mensaje, no en los medios desplegados. Supone prescindir de lo superfluo y ni siquiera querer asegurar lo necesario. Jesús quiere que lleven el Reino de Dios a todos los hombres. No son dueños ni propietarios. Ese Reino es la “buena noticia” que todos deben descubrir. Jesús quería purificar toda religión. Jesús, ni dejó de pertenecer a la religión judía, ni fundó una nueva. Él reducir la predicación de Jesús a una religión más ha impedido que sea fermento para todas.

La misión no es tarea de unos pocos, sino la consecuencia inevitable de la adhesión a Jesús. La misión no consiste en predicar sino en hacer un mundo cada vez más humano. No se trata de salvaguardar, a toda costa, doctrinas trasnochadas o normas morales que no humanizan. Menos aún en conservar unos ritos fosilizados que ya no dicen nada a nadie. El mensaje de Jesús no se puede meter en fórmulas. Todo el que atiende a la llamada, y vive lo que vivió Jesús, está cumpliendo la misión de hacer presente el Reino.

 

 

XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

  XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B ( Marcos 10, 35-45 ) – octubre 20, 2024  Isaías 53, 10-11 , Salmo 32, Hebreos 4, 14-16 La Pal...