Quinto
Domingo de Pascua: solo unidos a la vid verdadera, tendremos una vida auténtica
y plena…
Evangelio
según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Al
sarmiento que no da fruto en mí, él lo arranca, y al que da fruto lo poda para
que dé más fruto.
Ustedes ya están purificados por las
palabras que les he dicho. Permanezcan en mí y yo en ustedes. Como el sarmiento
no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco
ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que
permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden
hacer. Al que no permanece en mí se le echa fuera, como al sarmiento, y se
seca; luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde.
Si permanecen en mí y mis palabras
permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá. La gloria de mi
Padre consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos
míos''.
Reflexión:
¿Cómo tener paz en mi comunidad?
Las lecturas de hoy nos dan la pauta de como tener una vida
plena y en paz, que es el deseo de Dios para nosotros (humanidad),
transmitido a través de Jesús, con la buena noticia que nos ha dado.
La realidad que vivimos, clama por ese anhelo de paz en “el
mundo”, y en especial en nuestro país, que vive tanta violencia, inseguridad
y miedo. Para alcanzar la plenitud y paz, al igual que Saulo (Pablo),
tenemos que transformarnos personal y socialmente, de corazón y mente (metanoia);
actitud que preparamos en tiempo de Cuaresma, y que ahora, en el tiempo
de Pascua (vida nueva) habríamos de concretar.
La Palabra nos dice hoy:
·
La conversión al Señor, nos alcanza su paz …
·
Podemos vivir sin miedo al cambio, que es para bien …
·
necesitamos ser valientes, para ser mejores personas …
·
nuestra conversión, se concreta en la verdad …
·
nuestra conversión, se refleja en buenas obras …
·
amando al prójimo, como a uno mismo …
·
hay que permanecer unidos al Padre...
Al permanecer unidos a Jesús, a sus enseñanzas, dejándonos
guiar por su Espíritu y poniendo a trabajar los dones recibidos, para hacer
el bien, el bien común, daremos frutos del amor, que se reflejan una
sana y fraterna convivencia entre las personas, lo que nos alcanzan la plenitud
y paz que desea Dios para nosotros.
Transformarnos, para ser y hacer el bien, en obras concretas, nos
da una paz interior, que podemos compartir; no podemos “solos”, tenemos que
permanecer unidos a Jesús, camino, verdad y vida.
Resumiendo, como escribió San Ignacio de Loyola en a la Contemplación
para alcanzar Amor: “el amor se debe poner más en obras que en palabras. El
amor es comunicación, donde el amado le da al amante de lo que tiene y puede, y
viceversa” (cfr. EE 231).
¿Cómo puedo transformar, para bien, mi persona?... ¿Cómo crear
relaciones interpersonales fraternas?... ¿Cómo ser constructor de paz?
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