Domingo IV de Cuaresma – Ciclo B (Juan 3, 14-21) – 14 de marzo de 2021
#microhomilía
Hernán Quesada SJ
La misericordia y
el amor de Dios son grandes, él nunca nos condena ni nos aparta de su amor;
aunque algunas veces nosotros interpretamos que los males que sufrimos son
"castigo de Dios" por nuestras acciones.
Hoy la Palabra
nos deja claro que Dios siempre quiere salvarnos, sanarnos, nunca condenarnos.
Pero entonces por qué vivimos sin sentido, desesperanzados, enredados,
distraídos, tristes; es decir ¿por qué nos condenamos? Dios no nos destruye,
nos destruyen nuestras elecciones. Nos destruimos cuando preferimos la
oscuridad a la luz, cuando elegimos obrar el mal.
La buena noticia
es que aún hundidos en las oscuridades más profundas y habiendo obrado el mal,
Dios, está listo para rescatarnos y hacernos vivir en la luz y obrar el bien al
que somos llamados.
Es Cuaresma,
tiempo de reconocer nuestras malas elecciones, pedir perdón y dejarnos rescatar
por Cristo y en Cristo comenzar una vida eligiendo vivir en la verdad, en la
luz y obrando el bien.
“Dios
amó tanto al mundo, que le dio a su Hijo único (...)”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Circulan por la
Internet miles de mensajes de todo tipo. He recibido algunos sobre la frase que
el Señor dice a Nicodemo, fariseo y hombre importante, que “fue de noche a
visitar a Jesús” (Jn. 3,2): “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo
único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna”.
Uno de estos mensajes se llama: Mi hijo
murió por ustedes y cuenta la historia de una misteriosa enfermedad, que se
va propagando por todo el mundo de una manera veloz, y muy pronto se hace
incontrolable. Los países cierran sus fronteras tratando de evitar el contagio,
pero en pocos días el mundo entiende que no hay forma de atajar su fuerza
destructora. Un día informan que ha sido descifrada la composición del virus y
se anuncia que pronto se encontrará una vacuna. Los científicos necesitan sangre
que no haya sido infectada. Piden voluntarios para realizar estas pruebas. El
protagonista de la historia va a un hospital cercano con su familia. Después de
los exámenes correspondientes, aparece un médico saltando de alegría y anuncia
que una persona allí presente está completamente exenta del virus y su sangre
servirá para hacer el antídoto contra la mortal enfermedad. El nombre que grita
el médico es el del hijo menor del protagonista, que queda atónito. Pero más
desconcertado queda cuando le piden que firme un permiso para utilizar la
sangre del niño en el procedimiento, y descubre que necesitarán toda la
sangre...
El
doctor le ruega al hombre que firme y le explica que está en juego la salud de
toda la humanidad... El hombre, presionado por la urgencia de los médicos y las
catastróficas consecuencias de la terrible enfermedad, termina firmando el
documento. Después va a visitar a su hijo. El niño le pregunta a sus papás ¿qué
está pasando? El papá lo toman de la mano y le dice: “Hijo, tu mami y yo te amamos
y nunca dejaríamos que te pasara algo que no fuera necesario, ¿comprendes eso?”
El médico regresa y pide permiso para comenzar el procedimiento lo más pronto
posible, pues mucha gente está muriendo”. El niño comienza a llorar y le grita
a sus papás por qué lo están abandonando...
La
historia termina contando cómo a la semana siguiente, cuando hacen una
ceremonia para honrar la vida de este niño, algunas personas se quedan dormidas
en casa, otras prefieren irse de paseo o ver un partido de fútbol y otras
vienen a la ceremonia con una sonrisa falsa fingiendo que les importa... La
conclusión a la que llega el papá del niño es esta: “Quisieras pararte y
gritar: “¡Mi hijo murió por ustedes! ¿No les importa?”
Me gusta la trama, me gusta la tensión que mantiene la historia hasta el final; pero, sinceramente, no me gusta el final. No me imagino a Dios echándonos en cara el sacrifico de su Hijo... En el versículo siguiente, Jesús dice: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”. ¡Qué maravilla! Dios nos invita con cariño a no despreciar el sacrificio de Jesús y a celebrarlo a la luz del día, viviendo según la verdad, porque “los que viven de acuerdo con la verdad, se acercan a la luz para que se vea que todo lo hacen de acuerdo con la voluntad de Dios” y no como Nicodemo, que se escondía en las sombras de la noche para visitar a su maestro”.
Fuente: “Encuentros
con la Palabra”
DIOS AMA EL MUNDO
José
Antonio Pagola
No es una frase
más. Palabras que se podrían eliminar del evangelio sin que nada importante
cambiara. Es la afirmación que recoge el núcleo esencial de la fe cristiana.
«Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único». Este amor de Dios es el
origen y el fundamento de nuestra esperanza.
«Dios ama el
mundo». Lo ama tal como es. Inacabado e incierto. Lleno de conflictos y
contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor. Este mundo no recorre su
camino solo, perdido y desamparado. Dios lo envuelve con su amor por los cuatro
costados. Esto tiene consecuencias de la máxima importancia.
Primero. Jesús
es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha hecho al mundo, no solo a los
cristianos. Los investigadores pueden discutir sin fin sobre muchos aspectos de
su figura histórica. Los teólogos pueden seguir desarrollando sus teorías más
ingeniosas. Solo quien se acerca a Jesús como el gran regalo de Dios puede ir
descubriendo en él, con emoción y gozo, la cercanía de Dios a todo ser humano.
Segundo. La razón
de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo, es
recordar el amor de Dios. Lo ha subrayado muchas veces el Vaticano II: la
Iglesia «es enviada por Cristo a manifestar y comunicar el amor de Dios a todos
los hombres». Nada hay más importante. Lo primero es comunicar ese amor de Dios
a todo ser humano.
Tercero. Según el
evangelista, Dios hace al mundo ese gran regalo que es Jesús, «no para juzgar
al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Es peligroso hacer de la
denuncia y la condena del mundo moderno todo un programa pastoral. Solo con el
corazón lleno de amor a todos podemos llamarnos unos a otros a la conversión.
Si las personas se sienten condenadas por Dios, no les estamos transmitiendo el
mensaje de Jesús, sino otra cosa: tal vez nuestro resentimiento y enojo.
Cuarto. En estos
momentos en que todo parece confuso, incierto y desalentador, nada nos impide a
cada uno introducir un poco de amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay
que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y mujeres
buenos que introducen en el mundo amor, amistad, compasión, justicia,
sensibilidad y ayuda a los que sufren...? Estos construyen la Iglesia de Jesús,
la Iglesia del amor.
Fuente: http://www.gruposdejesus.com
NADIE TIENE QUE
VENIR A SALVARME DESDE FUERA
Fray Marcos
Estamos
en el c. III. Este evangelio es un esquema teológico. Cada capítulo tiene
identidad por sí mismo, aunque éste es el que menos unidad interna muestra. El
punto de partida es el diálogo con Nicodemo: “Te lo aseguro, el que no nazca de
nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo le responde: “Eso es imposible”.
Jesús insiste: “El que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el
Reino de Dios; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es
espíritu”. ¿Cómo puede ser eso? Comienza el discurso que hemos leído.
El
domingo pasado, Jesús arremetió contra el culto que se desarrollaba en el
templo. Hoy arremete contra la manera de interpretar la Ley que tienen los
fariseos. En ambos casos se trata de instituciones antiguas vacías de contenido
que hay que sustituir. No se trata de una nueva interpretación, (que es lo que
busca Nicodemo), sino de algo completamente distinto: hay que nacer de nuevo.
No debemos pensar en discursos pronunciados por Jesús. Juan pone en boca de
Jesús una cristología propia de finales del s. I.
Lo
mismo que Moisés levantó la serpiente. Lo que hizo Moisés es recordar al dios
egipcio Ranenutet (representado por una serpiente). Su Dios le manda construir
la imagen de otro dios. Es imprescindible saber que el dios egipcio era a la
vez veneno y antídoto; muerte y vida; opresión y salvación. Al ser crucificado,
Jesús representa a la vez muerte y vida, humillación y exaltación. Al decir
“levantado”, va más allá de una alusión a la serpiente. La cruz es
manifestación de la lealtad de Dios. Es la exaltación de Jesús.
Para
que todo el que lo haga objeto de su adhesión, (crea) tenga Vida definitiva.
"Vida definitiva" denota la calidad de vida propia del estadio
definitivo. Traducir por "eterna" empobrece el significado, por
insistir solo en la duración y no en la calidad. La consecuencia de “ser
levantado en alto”, es alcanzar plenitud de Vida. El Espíritu que nos
comunicará, será la fuente de verdadera Vida para todos los que le acepten.
Demostró
Dios su amor al mundo. El amor se hizo visible en un acto. No se dirige solo a
los cristianos, sino al mundo. Jesús es el don de Dios a la humanidad.
"Dar a su Hijo" no se refiere aquí sólo a la encarnación, sino a la
crucifixión. Para Juan, Jesús es enviado al mundo. Para los sinópticos, a
Israel. La salvación está destinada a todos. No solo al pueblo elegido, sino a
todas las naciones. Se acabaron los privilegios. La Vida del Espíritu se ofrece
a todos. A finales del s. I. el cristianismo era ya una religión universal.
El
que le presta adhesión no tendrá sentencia. El que se la niega, ya tiene la
sentencia. No hay lugar para la indiferencia. La sentencia negativa o
positiva, no es consecuencia de un acto de Dios. Es el resultado de una actitud
por parte del hombre. Si comprendiéramos bien este versículo, cambiaría todo el
modo de entender la moral. Desde la visión farisaica (y la nuestra), Dios
juzgaba a los hombres después de ver sus acciones. Si eran conforme a la Ley,
los salvaba, si eran contrarias a la Ley, los condenaba. Dios es justicia. Todo
está siempre en equilibrio. Cada acto del hombre le coloca en su sitio.
Los
hombres han preferido las tinieblas a la luz. "Su modo de obrar"
denota el proceder habitual, no un acto puntual. En el prólogo se nos había dicho:
"Y la Vida era la luz de los hombres". No es la luz la que da Vida
(como maestro), sino al revés, es la Vida la que te iluminará. Sin Vida no se
puede aceptar la luz. La falta de Vida lleva consigo el rechazo de la luz.
Mantener una relación con Dios desde la Ley, desde lo externo, sin Vida, es
mantener la relación de injusticia en que están los dirigentes religiosos. El
que oprime al hombre no puede aceptar la luz. La adhesión a Jesús exige salir
de la situación de opresión.
El
que obra con bajeza... El que practica la lealtad. "Obrar con bajeza”
(practicar lo malo), se opone a “practicar la lealtad”. "Hacer la
verdad" es un semitismo que utiliza Juan, y lo opuesto es "hacer la
falsedad". El que es cómplice de la muerte no puede aguantar la Vida. La
considera como una agresión. No se eligen las tinieblas por el valor que puedan
tener en sí, sino por odio a la luz. No son las doctrinas (Luz), las que
separan de Dios, sino la conducta (Vida). Quien daña al hombre con su modo de
obrar, se opone al amor-vida. Rechazando la luz, cree poder continuar haciendo
el mal sin ser descubierto.
Practicar
la lealtad es lo contrario de obrar con bajeza. Equivale a hacer lo que es
bueno para el hombre. Al emplear "lealtad" nos está diciendo que el
amor no es algo teórico, sino práctico. La Vida es anterior a la luz. El
acercamiento a la luz se hace por amor a la luz, no para que se vean las obras
"realizadas en unión con Dios". No obras hechas según Dios, sino algo
más. Obras en las que, con la actividad del hombre, se ve la de Dios revelando
su gloria-amor. Creer va unido a las obras buenas. La incredulidad acompaña a
las malas.
En
el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos
más originales de la salvación ofrecida por Jesús según este evangelio: 1) La
salvación es Vida. 2) Viene de Dios, que es VIDA. 3) Es don gratuito e
incondicional. 4) Es absoluto, no una alternativa a la condenación. 5) Exige la
adhesión a Jesús. 6) Se manifiesta en las obras. Cada uno de estos puntos nos
tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa
salvación. Tendemos a esperar de Dios una salvación raquítica.
Hablar
de salvación, es plantearse el sentido último de la vida. Sería desplegar las
más elevadas posibilidades humanas. El término “salvación” tiene connotación
negativa y eso es muy peligroso a la hora de entender el evangelio. El pensar
en la salvación en términos negativos ha paralizado nuestro desarrollo. Hemos
creído que, si elimino el pecado, estoy salvado. Salvarse no es evitar la
condenación. La salvación es siempre positiva. Sería llevarnos a una plenitud
de ser, llevando al límite las posibilidades de nuestro verdadero ser.
La
salvación no me viene de fuera. La salvación surge de lo hondo de mí ser. Desde
ahí, Dios-presencia posibilita mi plenitud. Hay que tener muy claro que me
salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la del
hombre, ni se suman ni se restan ni se interfieren, porque son de naturaleza
distinta. "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti" (Agustín).
Todo lo que depende de Dios ya está hecho. Mi salvación depende solo de mí.
La
conciencia que tenemos de que Dios puede no salvarme, es prueba de que
esperamos una salvación equivocada. Queremos que Dios nos libere del
sufrimiento, la enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de nuestra
condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede hacer que
sigamos siendo criaturas sin limitaciones. Buscar la salvación por ahí es un
error garrafal. La salvación tiene que realizarse a pesar de mis limitaciones.
La
salvación no es cambiar lo que soy ni añadir nada a lo que ya soy. Es una toma
de conciencia de lo que en realidad soy y vivir en esa conciencia. Es descubrir
el tesoro que está escondido dentro de mí y disfrutar de él. “La vida eterna
consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado
Jesucristo”. Se trata de “conocer”.
Meditación
Hay que nacer de nuevo.
Somos fruto de la evolución de la carne.
No he nacido como ser espiritual ya realizado.
Tengo la capacidad de llegar a serlo,
pero debo desplegar esa capacidad que se me ha dado.
Si no la despliego, me quedaré en la carne.
Fray Marcos
Fuente: http://feadulta.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario