domingo, 21 de marzo de 2021

Domingo V de Cuaresma – Ciclo B

 

Domingo V de Cuaresma – Ciclo B (Juan 12, 20-33) – 21 de marzo de 2021



 #microhomilía

Hernán Quesada SJ

"Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones", así se concreta la alianza de Dios con cada una y cada uno de nosotros. La ley del Señor es su llamada, es su deseo, su ruta para que vivamos inmensamente plenos. Así pues, la "receta" del sentido, de la llamada para cada quien está dentro de nosotros, pero no somos nosotros. Es decir la llamada no es un camino de autorreferencialidad y centramiento, de narcisismo estéril sin otros. No encontraremos plenitud amándonos y procurándonos sólo a nosotros mismos. La semilla que no se rompe no se transforma y no da fruto.

En estos tiempos complicados somos llamados a ir con Jesús y a no tener miedo de ofertarnos, de ser semilla que siembra "El Sembrador", no tememos "morir" a lo viejo para dar lugar a transformarnos en lo nuevo. ¿Estás dispuesta, dispuesto?

Oremos con el salmista: "Crea en mí un corazón puro, un espíritu nuevo". Hermanos, hermanas, siempre somos capaces, en Cristo, de ser algo nuevo. Comenzamos por reconocer, disponer y esperar, como semilla ya sembrada en la tierra, en silencio, que Dios nos sorprenda y haga que germine lo nuevo.

#FelizDomingo  Fuente: FB @hernan.quezada.sj

“Si alguien quiere servirme, que me siga”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Una de las meditaciones más típicas de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola lleva por nombre: “El llamamiento del rey temporal ayuda a contemplar la vida del rey eternal”. Esta meditación comienza proponiéndole al ejercitante que imagine “las sinagogas villas y castillos por donde Cristo nuestro Señor predicaba”. Enseguida, san Ignacio le sugiere a la persona que hace los Ejercicios que pida “gracia a nuestro Señor para que no sea sordo a su llamamiento, sino presto y diligente para cumplir su santísima voluntad”.

Una vez se han establecido el escenario y la petición, san Ignacio propone dos partes en esta meditación; la primera es poner delante a un “rey humano, elegido de mano de Dios nuestro Señor, a quien hacen reverencia y obedecen todos los príncipes y todos los hombres cristianos”. El ejercitante debe imaginar cómo este rey habla a los suyos y los invita a conquistar toda la tierra de infieles, diciéndoles: “quien quisiere venir conmigo ha de ser contento de comer como yo, y así de beber y vestir, etc.; asimismo, ha de trabajar conmigo en el día y vigilar en la noche, etc.; porque así después tenga parte conmigo en la victoria, como la ha tenido en los trabajos”. Termina esta parte haciendo que el ejercitante se pregunte qué cree él que deben responder “los buenos súbditos a rey tan liberal y tan humano” (desde luego, liberal aquí significa generoso). La respuesta parece obvia; por tanto, añade san Ignacio, “si alguno no aceptase la petición de tal rey, cuánto sería digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero”. La segunda parte del ejercicio consiste en aplicar el ejemplo del rey temporal a Cristo nuestro Señor, conforme a los tres puntos anteriores: un rey que invita, un proyecto y la respuesta que debería suscitar.

El mundo está luchando contra una pandemia que nos ha golpeado de una manera terrible, tanto en lo que se refiere directamente a la salud, como a otros aspectos económicos, sociales, familiares… La situación que vivimos nos ha cambiado completamente la vida. Tenemos delante imágenes del dolor del mundo. Dolor que se ha agravado por todos los efectos de la pandemia. La guerra, la desigualdad, la injusticia, los sufrimientos de todos los que ser ven obligados a migrar, la desolación que sufre la creación entera en un mundo que perdió su rumbo, nos invita a todos a unirnos en una causa común en favor de una vida más digna para todos. La situación actual nos recuerda que nos salvamos todos o perecemos todos. Somos navegantes en una misma barca. Muchas personas han respondido con gran generosidad en la emergencia que vivimos. Hay mucho dedicados al cuidado de la salud de otros, voluntarios que trabajan por aminorar el dolor de quienes huyen de la muerte y la desolación que trae la guerra, tantos seres humanos que consagran su vida a servir con sus propias vidas a los más pobres en las naciones más maltratadas por la historia.

La invitación de Jesús es a entregar la propia vida antes de levantar un dedo contra otro ser humano, aún en defensa propia. Y es una invitación que lo implicó a él desde lo más radical de su propia existencia. No es un proyecto para los otros, sino que él mismo lo asumió primero y supo hacer realidad lo que dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da abundante cosecha. El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna. Si alguno quiere servirme, que me siga; y donde yo esté, allí estará también el que me sirva”. El rey eternal nos sigue llamando a seguirlo en la pena, para participar en su gloria.

Fuente: “Encuentros con la Palabra

 

UNA LEY PARADÓJICA

José Antonio Pagola

Pocas frases encontramos en el evangelio tan desafiantes como estas palabras que recogen una convicción muy de Jesús: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto».

La idea de Jesús es clara. Con la vida sucede lo mismo que con el grano de trigo, que tiene que morir para liberar toda su energía y producir un día fruto. Si «no muere» se queda encima del terreno. Por el contrario, si «muere» vuelve a levantarse trayendo consigo nuevos granos y nueva vida.

Con este lenguaje tan gráfico y lleno de fuerza, Jesús deja entrever que su muerte, lejos de ser un fracaso, será precisamente lo que dará fecundidad a su vida. Pero, al mismo tiempo, invita a sus seguidores a vivir según esta misma ley paradójica: para dar vida es necesario «morir».

No se puede engendrar vida sin dar la propia. No es posible ayudar a vivir si uno no está dispuesto a «desvivirse» por los demás. Nadie contribuye a un mundo más justo y humano viviendo apegado a su propio bienestar. Nadie trabaja seriamente por el reino de Dios y su justicia si no está dispuesto a asumir los riesgos y rechazos, la conflictividad y persecución que sufrió Jesús.

Nos pasamos la vida tratando de evitar sufrimientos y problemas. La cultura del bienestar nos empuja a organizarnos de la manera más cómoda y placentera posible. Es el ideal supremo. Sin embargo, hay sufrimientos y renuncias que es necesario asumir si queremos que nuestra vida sea fecunda y creativa. El hedonismo no es una fuerza movilizadora; la obsesión por el propio bienestar empequeñece a las personas.

Nos estamos acostumbrando a vivir cerrando los ojos al sufrimiento de los demás. Parece lo más inteligente y sensato para ser felices. Es un error. Seguramente lograremos evitarnos algunos problemas y sinsabores, pero nuestro bienestar será cada vez más vacío y estéril, nuestra religión cada vez más triste y egoísta. Mientras tanto, los oprimidos y afligidos quieren saber si le importa a alguien su dolor.

Fuente: http://www.gruposdejesus.com

 

APROVECHA TU VIDA BIOLÓGICA PARA DESPLEGAR LA VERDADERA VIDA

Fray Marcos

Estamos en el c. 12. Después de la unción en Betania y de la entrada triunfal en Jerusalén, y como respuesta a los griegos que querían verle, Juan pone en boca de Jesús un pequeño discurso que no responde ni a los griegos ni a Felipe y Andrés. Versa, como el domingo pasado, sobre la Vida pero desde otro punto de vista. Aquí la Vida solo puede ser alcanzada aceptando la muerte del falso yo. También hoy Jesús es levantado en alto, pero para atraer a todos hacia él. Los “griegos” que quieren ver a Jesús podían ser simplemente extranjeros simpatizantes del judaísmo. El mensaje de Jn es claro: Los judíos rechazan a Jesús y los paganos le buscan.

Ha llegado la hora de que se manifieste la gloria de este Hombre. Todo el evangelio de Jn está concentrado en la “hora”. Por tres veces se ha repetido la palabra “hora” y otras tres, aparece el adverbio “ahora”. Es el momento decisivo de la cruz, en el que se manifiesta la gloria-amor de Dios y de “este Hombre”. En su entrega total refleja lo que es Dios. Todos estamos llamados a esa plenitud humana que se manifiesta en el amor-entrega. Ahora es posible la apertura a todos. El valor fundamental del hombre no depende ni de religión ni de raza ni de cultura. Los que buscaban su salvación en el templo tienen que descubrirla ahora en “el Hombre”.

Si el grano de trigo no muere, permanece él solo. Declaración rotunda y central para Jn. Dar Vida es la misión de Jesús. La Vida se comunica aceptando la muerte. La Vida es fruto del amor. El egoísmo es la cáscara que impide germinar esa vida. Amar es romper la cáscara y darse. La muerte del falso yo es la condición para que la Vida se libere. La incorporación de todos a la Vida es la tarea de Jesús y será posible gracias a su entrega hasta la muerte. El fruto no dependerá de la comunicación de un mensaje sino de la manifestación del amor total. El amor es el verdadero mensaje. El fruto-amor solo puede darse en comunidad.

Hoy sabemos que el grano de trigo muere solo en apariencia. Desaparece lo accidental (la pulpa) para ser alimento de lo esencial (el embrión). En la semilla hay vida, pero está latente, esperando la oportunidad de desplegarse. Esto es muy importante a la hora de interpretar el evangelio de hoy. La vida no se pierde cuando se convierte en alimento de la verdadera Vida. La vida biológica cobra pleno sentido cuando se pone al servicio de la Vida. La vida humana llega a su plenitud cuando trasciende lo puramente natural. Lo biológico no queda anulado por lo espiritual.

Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden es conservarse para una Vida definitiva. La traducción del griego es muy difícil. Primero habla de “psyche” (vida psicológica) y al final de “zoen” vida, pero al añadir “aionion”, perdurable, eterna, (vitam aeternam), está hablando de una vida trascendente. No es un trabalenguas, está hablando de dos realidades distintas. Hoy podemos entenderlo mejor. Se trata de ganar o perder tu “ego”, falso yo, lo que crees ser o de ganar o perder tu verdadero ser, lo que hay en ti de trascendente.

El amor consiste en superar el apego a la vida biológica y psicológica. En contra de lo que parece, entregar la vida no es desperdiciarla, sino llevarla a plenitud. No se trata de entregarla de una vez muriendo, sino de entregarla poco a poco en cada instante, sin miedo a que se termine. El mensaje de Jesús no conlleva un desprecio a la vida, sino todo lo contrario, solo cuando nos atrevemos a vivir a tope, dando pleno sentido a la vida, alcanzaremos la plenitud a la que estamos llamados. La muerte al falso yo, no es el final de la vida biológica, sino su plenitud. Si tomo consciencia de esto y he perdido el temor a la muerte, nadie ni nada te podrá esclavizar.

El que quiera colaborar conmigo que me siga. “Diakonos” significa servir, pero por amor, no servir como esclavo. Traducir por servidor, no deja claro el sentido del texto. Seguir a Jesús es compartir la misma suerte, es entrar en la esfera de lo divino, es dejarse llevar por el Espíritu. El lugar donde habita Jesús es el de la plenitud del amor. Lo manifestará cuando llegue su “hora”. Allí, entregando su vida, hará presente el Amor total, Dios. No se trata de la muerte física que él sufrió. Se trata de dar la vida, día a día, en la entrega confiada a los demás.

Ahora me siento fuertemente agitado. ¿Qué voy a decir? “Padre líbrame de esta hora”. ¡Pero si para esto he venido, para esta hora! En esta escena, que los sinópticos colocan en Getsemaní, se manifiesta la auténtica humanidad de Jesús. Está diciendo que ni siquiera para Jesús fue fácil lo que está proponiendo. Se trata del signo supremo de la muerte al “ego”. Se deja llevar por el Espíritu, pero eso no suprime su condición de “hombre”. Su parte sensitiva protesta vivamente. Pero está en el ámbito de la Vid, y eso le permite descubrir que se trata del paso definitivo.

Ahora el jefe del orden este, va a ser echado fuera. Cuando sea levantado de la tierra, tiraré de todos hacia mí. Como el domingo pasado, identifica la cruz y la glorificación, idea clave para entender el evangelio de Juan. Muerte y vida se mezclan y se confunden en este evangelio. Habla de dos clases de muerte y dos clases de vida. Una es la muerte espiritual y otra la muerte física, que ni añade ni quita nada al verdadero ser del hombre. La muerte física no es imprescindible para llegar a la Vida. La muerte al falso “yo”, sí. La Vida de Dios en nosotros es una realidad muy difícil de aprender, pero a la que hay que llegar para alcanzar la plenitud humana. Toda vida espiritual es un proceso, un paso de la muerte a la vida, de la materia al espíritu.

Mi plenitud humana no puede estar en la satisfacción de los sentidos, de las pasiones, de los apetitos, sino que tiene que estar en lo que tengo de específicamente humano; es decir, en el desarrollo de mi capacidad de conocer y de amar. Debo descubrir que mi verdadero ser consiste en darme a los demás. El dolor que causa el renunciar a la satisfacción del ego, lo interpreta el evangelio como muerte y solo a través de esa muerte se puede acceder a la verdadera Vida. Si ponemos todo nuestro ser al servicio de la vida biológica y psicológica, nunca alcanzaremos la espiritual.

Meditación

No muere la semilla al caer en tierra.

La quietud, oscuridad, humedad y calor,

despliegan el germen de vida que allí late,

integrando lo que era accidental en cada grano.

Así tienes que transformar tus apariencias

en la Vida definitiva y plena que es tu esencia.

Fray Marcos

 

Fuente: http://feadulta.com/

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