jueves, 28 de agosto de 2025

Domingo XXII de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

 Domingo XXII de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 14, 1. 7-14) – agosto 31, 2025 
Eclesiástico 3, 19-21. 30-31 / Salmo 67 / Hebreos 12, 18-19. 22-24



Este domingo, la liturgia da continuidad a lo que durante esta semana que termina, hemos estado aprendiendo: como ser digno de ser parte del Reino de Dios

Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-14

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.

Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.

Reflexión:

¿Cómo ser persona humilde y sencilla?

Jesús, el Maestro, nos enseña las actitudes indispensables para ser personas que son parte del Reino de Dios: humildad y sencillez.

Sabiendo que es lo que necesitamos, ahora dependerá de nosotros, primero, reconocer que nos falta para tenerlas y/o segundo, buscar como obtenerlas… ¡para vivirlas!

Para alcanzar la humildad, a la que estamos llamados, nos ayuda san Ignacio de Loyola con la meditación de las Dos Banderas en los Ejercicios Espirituales [136-146], en donde explica las implicaciones al seguir y permanecer con Jesús, bajo su bandera, como si fuera una escalera, con los siguientes peldaños:

                 i.     pobreza espiritual / material,

                ii.     oprobios y menos precios y

              iii.     humildad … (de donde siguen todas las virtudes)

 

Es Cristo, quien nos convoca a sus amigos, a seguirlo y vivir con humildad y sencillez, lo cual es camino contrario al del mundo, que busca poder, prestigio y éxito, que, provoca injusticias, abuso y dolor a la gente.

La Palabra de hoy, está claramente relacionada y nos ayuda a darnos cuenta de los rasgos de Dios (para aprenderlos) y que, como creaturas (seres humanos), podemos desarrollar para ser parte del reinado de su amor en nosotros y en la sociedad. Humildad y sencillez, no son adorno moral, sino estrategia espiritual para ser seguidores de Jesús y la cual nos protege de caer en el juego del mal, en vez de:

§  buscar el “primer lugar” (Lucas 14), reconocemos que el verdadero honor es servir

§  presumir (Eclesiástico 3), reconocemos que todo es don

§  de fiarnos en apariencias (Salmo 67), confiamos en un Dios cercano a los pobres

§  un Dios del miedo (Heb 12), seguimos al Cristo que llama con amor.

La humildad, antesala de todas las virtudes: es resistencia al mundo que nos dice “tienes valor si te ven, si ganas, si brillas”; es libertad, no depender de likes u opiniones de los demás, para “saber quien soy”; es elección, cada día, en lo pequeño, es escoger el camino de Cristo … el que me lleva a estar viviendo el Reino y hacerlo presente a los predilectos de Dios: pobres, lisiados, cojos y ciegos.

¿Qué cosas de mi vida me atraen hacia el orgullo, aparentar y egoísmo? … ¿Qué actitudes me invitan a caminar bajo la bandera de Cristo (humildad, sencillez, servicio)? … ¿Qué paso pequeño y concreto puedo dar esta semana para vivir bajo la bandera de Cristo?

Próximo martes 2 de septiembre, comenzamos los Ejercicios Espirituales Ignacianos en la Vida Ordinaria, tanto presenciales, en la Parroquia de María Madre de la Divina Gracias (SLP, SLP), como a distancia vía zoom… ¡anímate a participar! Informes y Registro en: https://tinyurl.com/EEvidaOrdinaria


Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

Domingo XXII de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Profundizar)

 Domingo XXII de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 14, 1. 7-14) – agosto 31, 2025 
Eclesiástico 3, 19-21. 30-31 / Salmo 67 / Hebreos 12, 18-19. 22-24



Evangelio según san Lucas 14, 1. 7-14

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Mirando cómo los convidados escogían los primeros lugares, les dijo esta parábola: “Cuando te inviten a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, no sea que haya algún otro invitado más importante que tú, y el que los invitó a los dos venga a decirte: ‘Déjale el lugar a éste’, y tengas que ir a ocupar, lleno de vergüenza, el último asiento. Por el contrario, cuando te inviten, ocupa el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate a la cabecera’. Entonces te verás honrado en presencia de todos los convidados. Porque el que se engrandece a sí mismo, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.

Luego dijo al que lo había invitado: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a los ciegos; y así serás dichoso, porque ellos no tienen con qué pagarte; pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”.

Para profundizar:

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

La Palabra nos describe rasgos de Dios: es padre de los huérfanos, protector de viudas, liberador de cautivos y preparador de casas para los desvalidos. Dios, padre protector y liberador, siempre se involucra en nuestra vida para darnos acogida y alivio. ¡Dios es bueno!

Pero nuestro Dios, que es bueno, quiere que seamos también buenos, y nos invita a actos concretos: actúa con humildad, sé manso y evita ser orgulloso, porque quien es orgulloso padece la desgracia de casi no tener remedio.

La Palabra propone para crecer en humildad: escucha, pues solo es sabio quien tiene un oído atento. Vive alegre, canta y goza, porque Dios es contigo. Colócate siempre en el último puesto para que seas el primero. Y, finalmente, comparte con generosidad, sin esperar reciprocidad o pago.

La contracultural propuesta de Dios nos lleva a ese banquete eterno, donde Él es el anfitrión que ha preparado todo. Ahí todas las personas tenemos sitio, pero hay sitios especiales para quienes eran señalados como los últimos. Aquí, en el banquete, ellos serán justamente los primeros. #FelizDomingo

“Cuando alguien te invite a un banquete de bodas (...”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

Le oí a alguien esta historia, que nos puede servir hoy de contexto: “Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva; después de un pequeño silencio me preguntó: Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más? Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí: Escucho el ruido de una carreta. Eso es –dijo mi padre–. Es una carreta vacía. Pregunté a mi padre: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos? Entonces mi padre respondió: Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace. Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace". La humildad consiste en callar nuestras propias virtudes para permitir que los demás las descubran por sí mismos.

Jesús fue a comer muchas veces con gente importante; Él no era un mojigato que se pasaba la vida metido entre cuatro paredes por miedo a contaminarse con el mundo que lo rodeaba. Vino a anunciarle a ese mundo una Buena Noticia y no podía hacerlo encerrado en cuatro paredes. Estando en casa de un jefe fariseo, otros fariseos lo estaban espiando para tener de qué acusarlo. Jesús, al ver “cómo los invitados escogían los asientos de honor en la mesa, les dio este consejo: ‘–Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, pues puede llegar otro invitado más importante que tú; y el que los invitó a los dos puede venir a decirte: ‘Dale tu lugar a este otro’. Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. Al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó te diga: ‘Amigo, pásate a un lugar de más honor’. Así recibirás honores delante de los que están sentados contigo a la mesa. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido”.

Además de esta enseñanza tan útil y concreta para nuestra vida, el Señor añadió otra para el que lo había invitado ese día: “–Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque ellos, a su vez, te invitarán, y así quedarás ya recompensado. Al contrario, cuando tú des un banquete, invita a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos; y serás feliz. Pues ellos no te pueden pagar, pero tú tendrás tu recompensa el día en que los justos resuciten”.

En un retiro al que asistí con Jean Vanier, en Oporto, al norte de Portugal, le escuché decir que alguna vez había leído este texto con un grupo de empresarios del Primer mundo. La reacción que produjo fue de protesta y descontento. Pero también contó que había leído este texto con un grupo de menesterosos de un país pobre. La reacción fue de alegría y júbilo. Los pordioseros saltaban y gritaban de alegría por lo que estaban escuchando. Para ellos esta era una Buena Noticia, mientras que para los primeros era mala. ¿Qué tal nos caen a nosotros estas palabras de Jesús? ¿Alegran nuestro corazón, o lo llenan de incertidumbre y molestia? Cada uno puede evaluar la sintonía que siente con las palabras del Señor, para reconocer la llamada del día de hoy. Recuerden que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero. Nadie está más vacío que aquel que está lleno de sí mismo. Preguntémonos si nuestra carreta hace mucho ruido, o si va cargada de valores y buenas obras para enriquecernos con una riqueza que sólo se podrá apreciar el día en que los justos resuciten..

GRATIS

José Antonio Pagola

Hay una «bienaventuranza» de Jesús que los cristianos hemos ignorado. «Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso tú si no pueden pagarte». En realidad se nos hace difícil entender estas palabras, pues el lenguaje de la gratuidad nos resulta extraño e incomprensible.

En nuestra «civilización del poseer», casi nada hay gratuito. Todo se intercambia, se presta, se debe o se exige. Nadie cree que «es mejor dar que recibir». Solo sabemos prestar servicios remunerados y «cobrar intereses» por todo lo que hacemos a lo largo de los días.

Sin embargo, los momentos más intensos y culminantes de la vida son los que sabemos vivir la gratuidad. Solo en la entrega desinteresada se puede saborear el verdadero amor, el gozo, la solidaridad, la confianza mutua. Dice Gregorio Nacianzeno que «Dios ha hecho al hombre cantor de su irradiación», y, ciertamente, nunca el hombre es tan grande como cuando sabe irradiar amor gratuito y desinteresado.

¿No podríamos ser más generosos con quienes nunca nos podrán devolver lo que hagamos por ellos? ¿No podríamos acercarnos a quienes viven solos y desvalidos, pensando solo en su bien? ¿Viviremos siempre buscando nuestro interés?

Acostumbrados a correr detrás de toda clase de goces y satisfacciones, ¿nos atreveremos a saborear la dicha oculta, pero auténtica, que se encierra en la entrega gratuita al que nos necesita? Ese seguidor fiel de Jesús que fue Charles Péguy vivía convencido de que, en la vida, «el que pierde, gana»..

 

HACER ALGO PARA QUE TE LO PAGUEN ES UNA TRAMPA

Fray Marcos

Hoy tiene importancia el contexto. Un fariseo invita a Jesús. Los judíos hacían los sábados una comida especial. Aprovechaban para invitar a personas importantes y así presumir ante los demás invitados. Jesús era una persona muy conocida y discutida.

Jesús aconseja no buscar los honores y el prestigio ante los demás como medio de hacerse valer. Condena toda vanagloria como contraria a su mensaje. El texto conecta con el domingo: Hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.

La segunda encierra un matiz diferente. No quiere decir Jesús que hagamos mal cuando invitamos a familiares o amigos. Quiere decir que esas invitaciones no van más allá del egoísmo amplificado. Esa actitud no es signo del amor evangélico. El amor que nos pide Jesús tiene que ir más allá del puro instinto, del interés personal del ego.

La demostración de que se ha entrado en la dinámica del Reino está en que se busca el bien de los demás sin esperar nada a cambio. La frase “dichoso tú porque no pueden pagarte”, puede entenderse como una estrategia para que te lo paguen más allá.

Jesús trastoca comportamientos que tenemos por normales, para entrar en una dinámica nueva, que nos debe llevar a cambiar la escala de valores del mundo. Ser cristiano es ser diferente. No se trata de renunciar a ser el primero. Se trata de desplegar al máximo lo que realmente eres y no quedarte en el falso yo. 

La falsa humildad es demoledora en el orden espiritual. Existen dos clases de falsa humildad. Una es estratégica y se da cuando nos humillamos ante los demás con el fin de arrancar de ellos una alabanza. Otra es sincera, pero también nefasta. Se da en la persona que se desprecia a sí misma porque no encuentra nada positivo en ella.

Ser humilde es reconocer que eres lo que eres, sin más. Ni siquiera tendríamos que hablar de ello, bastaría con rechazar todo orgullo, vanidad, jactancia, vanagloria, soberbia, altivez, arrogancia, etc. "Humildad es andar en verdad" (Sta. Teresa). Se trata de conocer la verdad de lo que uno es, y además vivir (andar en) esa realidad.

Siempre que se violenta la verdad, sea por defecto sea por exceso, se aleja uno de la humildad. No se trata de que nos convenzan de que somos una mierda. Se trata de descubrir nuestro auténtico ser. Humildad es aceptar que somos criaturas limitadas.

Si sientes la necesidad de parecer humilde es que no lo eres. Constantemente estamos engañándonos a nosotros mismos al creernos más que los demás, incluido más humildes. La mentira más común es la que nos decimos a nosotros mismos.

En los evangelios encontramos rabotazos que nos despistan. Parece que se vieron obligados a responder a los intereses egoístas para ratificar el mensaje. Jesús nunca pudo decir que te pongas el último para que te hagan subir y así ‘quedar muy bien’.

Lo mismo en la segunda propuesta; ‘te lo pagarán cuando resuciten los justos’. El ser humano es capaz de remover cielo y tierra para salirse con la suya, para potenciar su falso yo. Nuestro ego es tan sutil que se mete hasta en la vida más espiritual.


miércoles, 20 de agosto de 2025

Domingo XXI de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

Domingo XXI de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas Lucas 13, 22-30) – agosto 24, 2025 
Isaías 66, 18-21 / Salmo 116 / Hebreos 12, 5-7.11-13


Todos somos peregrinos, vamos hacia algún lugar, ya sea seamos conscientes o no; hoy la liturgia nos da pistas para ajustar nuestra brújula e ir por el camino correcto…

Evangelio según san Lucas 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?".

Jesús le respondió: "Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: '¡Señor, ábrenos!' Pero él les responderá: 'No sé quiénes son ustedes'.

Entonces le dirán con insistencia: 'Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas'. Pero él replicará: 'Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí todos ustedes los que hacen el mal'. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera.

Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos''.

Reflexión:

¿Dónde está la puerta del Reino?

Al igual que Jesús, que andaba de pueblo en pueblo e iba predicando, nosotros tenemos que estar en continuo movimiento para no dormirnos en nuestros laureles y poder llegar a donde es el mejor lugar que podemos pensar: el Reino.

Alcanzar la meta, que para los seguidores de Jesús es el Reino de su Padre, hoy nos dice Jesús mismo, como primer tip para lograrlo: ¡esfuércense!

No hay nada gratis para llegar a la cima espiritual, que también es terrenal, y como hemos estado diciendo en esta columna, es “tener una vida que valga la pena vivir” (cfr. Carlos Morfín SJ); afortunadamente, nuestro maestro Jesús, nos describe el camino que, si lo seguimos, podemos llegar a ella.

La invitación a ser parte del Reino es para todos (todos, todos, todos… cfr. Papa Francisco) sin diferencia de cultura, raza… preferencias, nos dice la primera lectura (cfr. Is 66, 18-21), pero, tenemos que ser hacer lo que nos indica el mismo Jesús, o como nos dice San Pablo (cfr. Heb 12, 5-7.11-13), aceptar las correcciones que nos hacen (padres, maestros, amigos, gente de bien…) para que cuando nos vayamos desviando del camino hacia el Reino, cambiemos de dirección y volvamos hacia la senda del esa “vida que vale la pena”.

No es fácil aceptar que estamos mal, no es fácil cambiar esos hábitos adquiridos que nos son para nuestro bien… ¡es en eso que tenemos que poner nuestro esfuerzo!

Jesús nos conoce, sabe de nuestras debilidades humanas, pero también sabe que podemos lograrlo, si nos esforzamos, si hacemos cado de las llamadas de atención, si nos apoyamos unos a otros fraternalmente. La puerta, aunque estrecha, está abierta, y mientras tenemos vida; continuará esperando a que lleguemos y entremos por ella.

Jesús, es claro, en cuanto como acceder al Reino:

§  mientras haga el mal, me alejo de él, si no “le hecho ganas”, si no “aprendo las lecciones del maestro”,

si no “busco, ni me esfuerzo” por permanecer en el camino del bien

Así, que vamos a prepararnos, para cuando nos toque pasar por la aduana del cielo, nos digan “pásale a seguir disfrutando, en plenitud, la vida…”

Nuevamente, los invito a vivir la experiencia de los Ejercicios Espirituales Ignacianos en la Vida Ordinaria, que es un camino de conocer y seguir al Dios de Jesús. Informes y Registro en: https://tinyurl.com/EEvidaOrdinaria

¿Cómo hacer obras para el bien comín?... ¿Qué que tengo que cambiar en mí, para ser de bien a los demás?... ¿Cómo asegurarme que la puerta (meta) de mi vida, en la del Reino?

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP  

Domingo XXI de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Profundizar)

 Domingo XXI de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas Lucas 13, 22-30) – agosto 24, 2025 
Isaías 66, 18-21 / Salmo 116 / Hebreos 12, 5-7.11-13


Evangelio según san Lucas 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: "Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?".

Jesús le respondió: "Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: '¡Señor, ábrenos!' Pero él les responderá: 'No sé quiénes son ustedes'.

Entonces le dirán con insistencia: 'Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas'. Pero él replicará: 'Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí todos ustedes los que hacen el mal'. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera.

Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos''.

Para profundizar:

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

Las guerras, el hambre, la destrucción de nuestra casa común, la violencia y tantos otros males surgen de la iniquidad, la cualidad de los injustos; de esos atrapados en una espiral de maldad que, sin piedad ni culpa, separan, acaparan, abusan, explotan y arrebatan.

Las grandes iniquidades nos parecen detestables y lejanas, pero estas están construidas también de nuestras pequeñas iniquidades cotidianas, que con más discreción y casi sin notarse, también matan.

Dios, ante la iniquidad, no calla, no permanece ni pasivo ni espectador, nos reprende: “Aléjense de mí todos los que obran con iniquidad” y nos llama: “Esfuércense por entrar”. La Palabra, pues, nos transmite a un Dios que, siendo padre, reprende fuerte porque ama.

Detengámonos y pensemos en esas iniquidades cotidianas; decidamos escuchar y esforzarnos por entrar, aunque la puerta no sea ancha. Pidamos la gracia de ser fortalecidos, robustecidos y de transitar por la senda llana. Solo la ruta con Jesús es la que nos sana.

#FelizDomingo

“Procuren entrar por la puerta angosta”

Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

“Ancha es la puerta

- de los centros comerciales para adictos refinados;

- de los hoteles de lujo para le élite del negocio y del poder;

- de los que acuden a lavar los dólares del narcotráfico;

- de los sepulcros vacíos que cultivan fachadas y apariencias.

Estrecha es la puerta

- de los que sirven en las residencias millonarias;

- de los calabozos que reprimen a los justos;

- de los ranchos construidos con material de desperdicio;

- de las decisiones solidarias con los oprimidos.

Ancho es el camino

- de los latifundios que se pierden en el horizonte baldío;

- de las autopistas hacia las playas exclusivas;

- de la corrupción que se pasea en carros de lujo;

- de las multitudes domesticadas por la costumbre.

Estrecho es el camino

- de los que hunden la pala en los cimientos de los grandes edificios;

- de los callejones en los barrios marginados;

- de la nueva justicia abierta en medio de la selva legal;

- del futuro del Reino que no es noticia en ningún periódico.

Ancho es el camino

- que lleva a los sumos sacerdotes al templo de Jerusalén;

- de la casa de Herodes construida con impuestos populares;

- del palacio imperial de Pilato;

- de las aclamaciones de las multitudes ahítas de pan.

Estrecho es el camino

- que va de Belén a la cueva de los pastores;

- que sigue Jesús hacia los poblados perdidos de Galilea;

- que sube hasta el monte de la Transfiguración;

- de la callejuela que atraviesa Jerusalén y llega hasta el Calvario;

- de la decisión que conduce hasta Getsemaní en medio de la noche”.

Amplia es la calle que lleva a la perdición.

Qué estrecho es el callejón que lleva a la vida”

Nos viene muy bien recordar esta poesía de Benjamín González Buelta, SJ, cuando la liturgia nos propone el texto evangélico de Lucas en el que Jesús le recomienda a sus discípulos: “Procuren entrar por la puerta angosta; porque les digo que muchos querrán entrar y no podrán”. Es muy fácil que nos sintamos atraídos por las puertas y los caminos anchos que nos ofrece la sociedad de consumo. Es muy fácil que nos olvidemos que el callejón que lleva a la vida es estrecho y supone sacrificios. Cada quién tiene que revisar su vida y reconocer por dónde pasan estos caminos estrechos del seguimiento del Señor en nuestra propia historia.

¿QUÉ TOLERANCIA?

José Antonio Pagola

La tolerancia ocupa hoy un lugar eminente entre las virtudes más apreciadas en Occidente. Así lo confirman todas las encuestas. Ser tolerante es hoy un valor social cada vez más generalizado. Las jóvenes generaciones no soportan ya la intolerancia o la falta de respeto al otro.

Hemos de celebrar este nuevo clima social después de siglos de intolerancia y de violencia, perpetrada muchas veces en nombre de la religión o del dogma. Cómo se estremece hoy nuestra conciencia al leer obras como la excelente novela El hereje, de Miguel Delibes, y qué gozo experimenta nuestro corazón ante su canto apasionado a la tolerancia y a la libertad de pensamiento.

Todo ello no impide que seamos críticos con un tipo de «tolerancia» que más que virtud o ideal humano es desafección hacia los valores e indiferencia ante el sentido de cualquier proyecto humano: cada cual puede pensar lo que quiera y hacer lo que le dé la gana, pues poco importa lo que la persona haga con su vida. Esta «tolerancia» nace cuando faltan principios claros para distinguir el bien del mal o cuando las exigencias morales quedan diluidas o se mantienen bajo mínimos.

La verdadera tolerancia no es «nihilismo moral» ni cinismo o indiferencia ante la erosión actual de valores. Es respeto a la conciencia del otro, apertura a todo valor humano, interés por lo que hace al ser humano más digno de este nombre. La tolerancia es un gran valor no porque no haya verdad objetiva ni moral alguna, sino porque el mejor modo de acercarnos a ellas es el diálogo y la apertura mutua.

Cuando no es así, pronto queda desenmascarada. Se presume de tolerancia, pero se reproducen nuevas exclusiones y discriminaciones, se afirma el respeto a todos, pero se descalifica y ridiculiza a quien molesta. ¿Cómo explicar que, en una sociedad que se proclama tolerante, brote de nuevo la xenofobia o se alimente la burla de lo religioso?

En la dinámica de la verdadera tolerancia hay un deseo de buscar siempre lo mejor para el ser humano. Ser tolerante es dialogar, buscar juntos, construir un futuro mejor sin despreciar ni excluir a nadie, pero no es irresponsabilidad, abandono de valores, olvido de las exigencias morales. La llamada de Jesús a entrar por la «puerta estrecha» no tiene nada que ver con un rigorismo crispado y estéril. Es una llamada a vivir sin olvidar las exigencias, a veces apremiantes, de toda vida digna del ser humano.

 

MI EGO INFLADO SE ATASCARÁ EN LA PUERTA  

Fray Marcos

La salvación es el tema central de todas las religiones y no me duelen prendas al decir que todas lo han planteado mal. La salvación que nos ofrecen está orientada al falso yo. Los únicos salvados fueron los místicos y todos lo hicieron a pesar de sus propias religiones.

Jesús no responde a la pregunta, porque está mal planteada. La salvación no es una línea que hay que cruzar, sino un proceso de descentración del yo. Nos han convencido de que tenemos que ser salvados. ¿De qué? ¿Del dolor, de la enfermedad, del pecado, de la muerte? Esas limitaciones son esenciales al hombre. Sin ellas dejaríamos de ser humanos.

Infinidad de preguntas sobre la salvación: ¿Para cuándo? ¿Aquí o más allá? ¿Material o espiritual? ¿Nos salva Dios, Jesús o nosotros? ¿Salvan las obras o la fe? ¿Salva la religión, los sacramentos, la oración, la limosna, el ayuno? ¿Nos salva la Escritura? ¿Individual o comunitaria? ¿Es la misma para todos? ¿Podemos saber si estamos salvados?

Las preguntas están mal planteadas. Todas dan por supuesto que hay un yo que está perdido y debe ser salvado. La salvación no consiste en alcanzar la seguridad para mi yo individual, sino en superar toda idea de individualidad. La religión ha fallado al proponer la salvación de nuestro falso yo, que es el anhelo más hondo de todo ser humano.

Todos se salvan de alguna manera, porque todo ser humano despliega algo de esa humanidad por muy mínimo que sea. Y nadie alcanza la plenitud de salvación porque las posibilidades de ser más humano no tienen límite. Todos estamos salvados y necesitados de salvación. Esta idea nos desconcierta, porque no satisface los deseos del yo.

Lo de la puerta estrecha lo hemos entendido mal y nos ha metido por un callejón sin salida. El esfuerzo no debe ir encaminado a potenciar un yo para asegurar su permanencia incluso en el más allá. No tiene mucho sentido que esperemos una salvación para cuando dejemos de ser auténticos seres humanos, es decir para después de morir.

La salvación no consiste en la liberación de las limitaciones. La salvación consiste en alcanzar una plenitud sin pretender dejar de ser criatura y limitada. La verdadera salvación es posible a pesar de mis carencias porque se tiene que dar en otro plano. Ni la enfermedad ni la muerte ni el pecado restan un ápice a mi condición de ser humano.

Debemos desechar la idea de un umbral que debemos superar. No debemos hacer hincapié en la puerta sino en el que debe atravesarla. No es que la puerta sea estrecha, es que se cierra automáticamente en cuanto ‘alguien’ (un yo) pretende atravesarla. Solo cuando tomemos conciencia de que somos ‘nadie’, se abrirá de par en par.

No sé quiénes sois. Esta advertencia es más seria de lo que parece. Pero no tenemos que esperar a un más allá para descubrir si hemos acertado o hemos fallado. Nuestro grado de salvación se manifestará en la calidad humana de nuestras relaciones con los demás.

No se trata de prácticas ni de creencias sino de humanidad manifestada en el servicio a todos los hombres. Lo que creas hacer directamente por Dios no tiene ninguna importancia. Lo que haces cada día por los demás es lo que determina tu grado de plenitud humana, que es la verdadera y efectiva salvación para el hombre. 

domingo, 17 de agosto de 2025

Domingo XX de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

 Domingo XX de Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas Lucas 12, 49-53) – agosto 17, 2025 Jeremías 38, 4-6.8-10 / Salmo 39 / Hebreos 12, 1-4




El evangelio nos habla del deseo de Jesús para que el Reino de su Padre, se haga presente en toda la tierra, mientras que las lecturas nos indican lo que puede implicarnos, cuando colaboramos con Jesús …

Evangelio según san Lucas 12, 49-53

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo ¡y cómo me angustio mientras llega!
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”.

Reflexión:

¿Cómo permanecer unido al amor de Dios?

Jesús tuvo como misión, el dar a conocer el reinado del amor, o sea, la fraternidad, la justicia y la paz, entre nosotros. Él mismo nos enseña en la oración del “Padrenuestro”, que pidamos que “venga su reino” y se “haga su voluntad, en la tierra, como en el cielo”. Pero, ¿cómo hacemos para que hoy, esto sea posible? … ¡conociendo su proyecto!

Para ello, tengo que conocer a Jesús, comprender sus enseñanzas y seguir su “mandatos”, que son el camino para que el amor de Dios reine en nuestro corazón y en las relaciones interpersonales familiares, comunitarias y sociales.

Jesús predica la Buena Nueva del Reino, nosotros, cada uno, conforme nos vamos dando cuenta que el “Reino de Dios” es para nuestro bien, tanto personal, como para el bien común; nos iremos uniendo a este proyecto, como lo experimentamos en la parábola del rey eternal, de la primera etapa de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, en la cual, nos hace una invitación a seguir al “rey eternal” (el Padre), sabiendo que solo desea nuestro bien.

Atender la invitación que nos hace el Padre Bueno, nos unimos a él, para seguirlo, muy probablemente nos  iremos “enamorando de su proyecto”, y a la vez conociendo en detalle el estilo de vida que Jesús, para luego vivirlo… y así colaborar en que haga presente el “reinado del amor”.

Seguir a Jesús no es fácil, habrá de recorrer y experimentar con él y como él, lo que implica el estilo de vida (manera y forma de vivir su principios y valores), otra vez, en palabras de San Ignacio de Loyola, el camino de Jesús es: pobreza, oprobios y humildad, dónde:

§  Pobreza: Implica reconocer la propia indigencia espiritual, la necesidad de Dios y la dependencia de su gracia. Es una pobreza que libera de la búsqueda de riquezas materiales y del egoísmo, permitiendo una mayor apertura a la acción de Dios en la vida. 

§  Oprobios: Se refiere a la aceptación de las dificultades, humillaciones y rechazos que puedan surgir en la vida, incluso aquellos que provienen de la práctica de la fe o de la fidelidad a los principios del Padre / Jesús. Es una invitación a no buscar la comodidad o la aprobación del mundo, sino a seguir a Cristo en su camino de cruz (ver Jeremías 38, 4-6.8-10).

§  Humildad: Es la virtud que permite reconocer la propia verdad, tanto las cualidades como las limitaciones, sin caer en la soberbia o la autocompasión. Implica la aceptación de la propia fragilidad y la disposición a aprender de los demás, especialmente de aquellos que sufren. 

En resumen, la pobreza, los oprobios y la humildad, en la espiritualidad ignaciana, son herramientas para el crecimiento espiritual, que permiten a la persona acercarse a Dios a través de la aceptación de su condición humana y de la entrega a su voluntad. Esta vivencia se traduce en una mayor libertad, paz interior y capacidad de amar al prójimo. 

El seguimiento a Jesús nos hace “imagen y semejanza” de él, como fuimos creados por el Padre (Gen 1, 26-27), y nos lanza a hacer presente el Reino de Amor del Padre, colaborando así en que lo que pedimos en el Padrenuestro, se haga realidad.

Aprovechando, los invito a los Ejercicios Espirituales Ignacianos en la Vida Ordinaria, que comenzamos el próximo martes 2 de septiembre, 2025 Informes y Registro: https://tinyurl.com/EEvidaOrdinaria

¿Cómo conocer mejor el proyecto del Reino?... ¿Qué me hace “arder” el corazón, sobre el Reino de Dios?... ¿Cuál es mi manera especial de hacer presente el Reino?

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

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