En este domingo, seguimos contemplando
como Jesús, sigue sanando a enfermos y excluidos; termina la primera etapa del tiempo
ordinario, al que volveremos después de la Pascua.
Evangelio según san Marcos 1, 29-39
En aquel
tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas:
“Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la
mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la
lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo
cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece
por tu purificación lo prescrito por Moisés”.
Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que
Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera,
en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.
Reflexión:
¿Qué necesito me sea curado?
En este pasaje del evangelio (continuación del domingo
anterior), vemos como Jesús presta atención a quién lo busca. Cada uno de
nosotros tiene “algo” que necesita ser curado o sanado; son esas “manchas
escamosas o una mancha blanca y brillante, síntomas de lepra…” (Lev 13,
1-2) las cuales podrían representar hoy, nuestros desaciertos (fallas
o pecados), vicios descontrolados, heridas que tenemos en el corazón o
incluso las etiquetas que nos ponen por pensar y actuar diferente, que de una u
otra manera nos separan y excluyen de la comunidad e impiden que
tengamos una vida digna.
Miremos las actitudes de Jesús: escucha la súplica… tiene
compasión por el que sufre… se acerca y lo toca… y ocurre el milagro
(del latín mirus (maravilloso) y oculus (ojo),
este término significa, literalmente, "lo que es maravilloso a los ojos”)
… lo sana, le da nueva vida, lo reincorpora a la comunidad.
Jesús puede hacer milagros en cada uno de nosotros, pero, primero
hay que reconocer lo que tiene que ser sanado en mí; luego, con fe, acercarme
a Jesús, y como el leproso, decirle “Si tú quieres, puedes curarme”.
Lo que hace Jesús, no es para lucirse o ser popular, es para
regresarnos la dignidad, reintegrarnos a la sociedad y que podamos vivir fraternamente
en ella; esa es su buena noticia, el milagro, de Jesús.
Al experimentar la cercanía de Jesús, en nuestra vida, como el
leproso, no podremos quedárnoslo solo para nosotros, lo “compartiremos”, “divulgaremos”
y como Pablo diremos, “sin buscar mi propio interés, sino el de los demás,
para que se salven. Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo” (1 Cor 10,31-11,1).
PD. El próximo miércoles comienza la Cuaresma, tiempo de
preparación espiritual para contemplar al Resucitado y restaurar nuestras
vidas. Abrirnos a la alegría y esperanza que remueve las piedras del sepulcro.
¡Contemplar a Jesús vivo en los demás! Compartimos un itinerario de oración diaria
para vivirla, aquí: https://bit.ly/LecturaOranteDiaria
¿Qué
milagros he experimentado en mi vida?... ¿Quiénes son los excluidos (leprosos)
en mi comunidad?... ¿Cómo hacer “milagros” como Jesús?
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