sábado, 3 de febrero de 2024

V Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

 V Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 1, 29-39) 
Job 7, 1-4. 6-7; Salmo 146; Corintios 9, 16-19. 22-23



Durante el tiempo ordinario, en el evangelio, se muestra la manera de ser de Jesús, para realizar su misión: sanar, salvar ...

Evangelio según san Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles.

Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era él.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al encontrarlo, le dijeron: "Todos te andan buscando". Él les dijo: "Vamos a los pueblos cercanos para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido". Y recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

Reflexión:

¿Para qué hago oración?

La vida, para la gran mayoría no es tan fácil, como le pasaba a Job, que se mediante comparaciones, se lamenta de lo difícil que es vivir: “Como el esclavo suspira en vano por la sombra y el jornalero se queda aguardando su salario” … “se consume sin esperanza” … “mis ojos no volverán a ver la dicha” (Jb 7, 1-4. 6-7).

Ante tanta gente que ha vivido y vive así, toma sentido la espera de un salvador: que nos ayude, nos fortaleza y nos de ánimo para atravesar los momentos de dificultad. Nuestro salvador es Jesús.

En este pasaje del evangelio, podemos ver actitudes, tanto de Jesús, de sus apóstoles y de quien recibe la sanación: por una parte, los apóstoles están atentos al malestar de la suegra de Pedro, y le avisan a Jesús; más gente le lleva enfermos y poseídos, para que los cure; conocen a Jesús, saben que lo puede hacer, por eso acuden a él, son oportunos en la ayuda a los demás; mientras que, Jesús, atiende la necesidad, se acerca y los sana. Quien conoce y experimenta la fuerza sanadora de Jesús, responde, como la suegra de Pedro, que agradece que ha sido curada, y “se puso a servirles” … o Pablo, que se entrega a la misión apostólica de dar a conocer la buena nueva de Jesús, “me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos” (Corintios 9, 16-19. 22-23).

La fuerza y el poder de sanación de Jesús no son mágicas, viene de su relación con el Padre, a través de la oración: “fue a un lugar solitario, donde se puso a orar”. Cada uno de nosotros, cuando oramos, vamos conociendo cada vez más y mejor (internamente, directamente) a Jesús: aprendemos sus actitudes y valores, nos sensibilizamos como él y recibimos su fuerza (centrífuga) que nos impulsa a salir de nosotros mismos, para colaborar en su misión salvadora / sanadora…

¿Cómo puedo, oportunamente, ayudar a quien lo necesita?... ¿Qué necesito que sea sanado en mi?... ¿Cómo conocer más y mejor a Jesús?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

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