Evangelio según san Marcos 1, 20-28
En aquel tiempo, se hallaba Jesús a
Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los
oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene
autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por
un espíritu inmundo, que se puso a gritar: "¿Qué quieres tú con nosotros,
Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo
de Dios". Jesús le ordenó: "¡Cállate y sal de él!" El espíritu
inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él.
Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: "¿Qué es esto? ¿Qué nueva
doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus
inmundos y lo obedecen". Y muy pronto se extendió su fama por toda
Galilea.
Somos poseídos por "espíritus inmundos" que nos hacen pensar, hacer y decir cosas sin belleza. Estos espíritus pueden tener muchos nombres: inseguridad, soberbia, miedo, etc. Poseídos por ellos lastimamos y sufrimos. Uno de estos espíritus inmundos es el de la "preocupación", que expresa falta de fe y nos hace vivir con el corazón dividido, pre-ocupados por cosas que normalmente no suceden.
La llamada de este domingo es a liberarnos de estos "demonios", el antídoto es ESCUCHAR; escuchar a los que están cerca de nosotros, que nos anuncian esperanza y novedad, o que denuncian nuestros enredos. Pero sobre todo, escuchar a Jesús que ya habla en nuestros corazones y nos libera. ¿Cuál es el "espíritu" que te posee?, Pidamos a Dios que nos libere, que no seamos sordos, pidamos escuchar y escucharle; dispongámonos. ¡Señor, que no sea sordo a tu voz!
#FelizDomingo
El modo de enseñar de Jesús provocó en la gente la
impresión de que estaban ante algo desconocido y admirable. Lo señala el
evangelio más antiguo y los investigadores piensan que fue así realmente. Jesús
no enseña como los «letrados» de la Ley. Lo hace con «autoridad»: su palabra
libera a las personas de «espíritus malignos».
No hay que confundir «autoridad» con «poder». El
evangelista Marcos es preciso en su lenguaje. La palabra de Jesús no proviene
del poder. Jesús no trata de imponer su propia voluntad sobre los demás. No
enseña para controlar el comportamiento de la gente. No utilice la coacción.
Su palabra no es como la de los letrados de la religión
judía. No está revestida de poder institucional. Su «autoridad» nace de la
fuerza del Espíritu. Proviene del amor a la gente. Busca aliviar el
sufrimiento, curar heridas, promover una vida más sana. Jesús no genera
sumisión, infantilismo o pasividad. Libera de miedos, infunde confianza en
Dios, anima a las personas a buscar un mundo nuevo.
A nadie se le oculta que estamos viviendo una grave crisis
de autoridad. La confianza en la palabra institucional está bajo mínimos.
Dentro de la Iglesia se habla de una fuerte «devaluación del magisterio». Las
homilías aburren. Las palabras están desgastadas.
¿No es el momento de volver a Jesús y aprender a enseñar como lo hacía él? La palabra de la Iglesia ha de nacer del amor real a las personas. Ha de ser dicha después de una atenta escucha del sufrimiento que hay en el mundo, no antes. Ha de ser cercano, acogedor, capaz de acompañar la vida doliente del ser humano.
Necesitamos una palabra más liberada de la seducción del poder y más llena de la fuerza del Espíritu. Una enseñanza nacida del respeto y la estimación de las personas, que genera esperanza y cura heridas. Sería grave que, dentro de la Iglesia, se escuchara una «doctrina de letras» y no la palabra curadora de Jesús que tanto necesita hoy la gente para vivir con esperanza.
Estamos en el primer día de actividad de Jesús. Como veremos en estos dos domingos, fue un día de plena actividad. Naturalmente es un montaje perfecto para manifestar las intenciones de Jesús al comenzar su vida pública. Su primer contacto con la gente tiene lugar en la sinagoga, lugar donde se desenvolvían las relaciones humanas en aquella época. A la sinagoga se iba para comunicarse con Dios a través de la Ley y la oración. Es un signo de que la primera intención de Jesús fue enderezar la religiosidad del pueblo. La relación con Dios y la relación con las autoridades religiosas no liberaban, sino que esclavizaban.
Por dos veces se hace referencia a la enseñanza de Jesús,
pero no se dice nada de lo que enseña. El domingo pasado había dejado claro que
enseñaba la buena noticia de Dios. No va solo a enseñar, sino a liberar de toda
opresión. La institución no da la libertad, sino que somete a la gente por una
interpretación literal de la Ley. El texto nos habla de sus obras. Lo que Jesús
hace es liberar a un hombre de todo poder opresor. Jesús libera cuando actúa.
La buena noticia que anuncia Marcos es la liberación de la fuerza opresora de
la Ley. Su intención en este relato es que la gente se haga la pregunta clave:
¿Quién es este hombre? Todo lo que irá desarrollando a lo largo del evangelio
será la respuesta.
Enseñaba como quien tiene autoridad. La palabra clave es
“exousia”. No es nada fácil penetrar en el verdadero significado de este
término. Debemos distinguirlo de “dynamis”. Esta distinción es relativamente
fácil: “Dynamis” sería la fuerza bruta que se impone a otra fuerza física.
“Exousía” sería la capacidad de hacer algo en el orden jurídico, político,
social o moral, siempre en el ámbito interpersonal. La palabra griega
significa, además de autoridad, facultad para hacer algo, libertad para obrar
de una manera determinada. La “exousía” puede tenerla por sí misma la persona
la o recibirla de otro que se la otorga.
¿Qué quiere decir el evangelista cuando le aplica a Jesús
esa “autoridad”? Se trata de una autoridad que no se impone, de una potestad
que se manifiesta en la entrega, de una facultad de acción que se pone al
servicio de los demás. Sería la misma autoridad de Dios dándose a todas sus
criaturas sin necesitar nada de ninguna de ellas. El concepto de Dios
“Todopoderoso” que exige un sometimiento absoluto, nos impide entender la
exousía de Jesús. Solo desde la experiencia del Dios-Amor de Jesús podremos entenderla.
Solo cuando tomemos conciencia de lo que somos perderemos
el miedo a darnos totalmente. Jesús no potencia la autoridad de la Ley, sino que
manifiesta su propia autoridad. No se limita a repetir lo dicho por otros sino
a decir algo nuevo. Jesús enseñaba con autoridad, porque hablaba de su
experiencia. Trataba de comunicar a los demás sus descubrimientos sobre Dios y
sobre el hombre. Los letras del tiempo de Jesús enseñaron lo que habían
aprendido en la Torá. De ella tenían un conocimiento perfecto y explicaciones
para todo, pero el objetivo de la enseñanza era la misma Ley, no el bien del
hombre. Se quería hacer ver que el objetivo de Dios al exigir cumplirla, era
que le dieran gloria a Él.
Les llamaron la atención ver que Jesús hablaba con la
mayor sencillez de las cosas de Dios tal como él las vivía. Su experiencia le
decía que lo único que Dios quería, era el bien del hombre. Que Dios no
pretendía nada del ser humano, sino que se ponía al servicio del hombre sin
esperar nada a cambio. Esta manera de ver a Dios y la Ley no tenía nada que ver
con lo que los rabinos enseñaban. Todos los problemas que tuvo Jesús con las
autoridades religiosas se debieron a esto. Todos los problemas que tienen los
místicos y profetas de todos los tiempos con la autoridad jerárquica responden
a lo mismo.
Cállate y sal de él. Jesús despierta la voz de los
sometidos que antes estaban en silencio. La expulsión del “espíritu inmundo”
refleja el planteamiento del evangelio como una lucha entre el bien y el mal.
“Mal” es todo lo que impide al hombre ser él mismo. Nadie se asombra del
“exorcismo”, que era corriente en aquella época. Lo que les llama la atención
es la superioridad que manifiesta Jesús al hacerlo. Jesús no pronuncia fórmulas
mágicas ni tiene ningún signo de estrafalario. Simplemente con su palabra obra
la curación.
Hablar con autoridad hoy sería hablar desde la experiencia
personal y no de oídas. Lo que hacemos, también hoy, es aprender de memoria una
doctrina y unas normas morales, que después repetimos como papagayos. Eso no
puede funcionar. En religión, la única manera válida de enseñar es la vivencia
que se transmite por ósmosis, no por aprendizaje. Esta es la causa de que
nuestra religión sea hoy completamente artificial y vacía, que no nos
compromete a nada porque la hemos vaciado de todo contenido vivencial. Esta es
la razón también de que los jóvenes no nos hagan puñetero caso cuando les
hablamos de Dios.
Espíritu inmundo sería hoy todo lo que impide una
auténtica relación con Dios y con los demás. Para los rabinos, impuro es el que
no cumple la Ley, para Jesús impuro es el que está oprimido. Fijaos hasta qué
punto estamos todos poseídos por espíritu inhumano. Esas fuerzas las
encontramos tanto en nuestro interior como en el exterior. Nunca, a través de
la historia, ha habido tantas ofertas falsas de salvación. La tarea más
acuciante del ser humano, es descubrir sus propios demonios. Solo cuando se
desenmascara esa fuerza maléfica, se estará en condiciones de vencerla. Muchas
de las fuerzas que actúan hoy en nombre de Dios también oprimen, reprimen,
comprimen y deprimen al ser humano.
Una tarea importante sería descubrir nuestras ataduras y
tratar de desembarazarnos de ellas. Todos estamos poseídos por fuerzas que no
nos dejan ser lo que somos. Hoy sigue habiendo mucho diablo suelto que trata
por todos los medios de que el hombre no alcanza su plenitud. La manera de
conseguirlo es la manipulación para que no consiga alcanzar la libertad que le
permitiría alcanzar la plena humanidad. En el lugar más sagrado para los
judíos, Jesús descubre la impureza. No en el mercado, no en las plazas públicas.
Es muy clara la intención del evangelista al poner de manifiesto la realidad de
la religión.
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