La Santísima Trinidad – Ciclo A (Juan 3, 16-18) 4 de junio de 2023
Evangelio según san Juan 3,16-18
"Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios".
Reflexiones Buena Nueva
#Microhomilia
Este domingo, día de la Santísima Trinidad, no puedo dejar de pensar en la ilustración que hacía la teóloga Bárbara Andrade, de "La Casita Trinitaria". Esta "casita" tiene de pilares de un lado al Padre y del otro al Hijo, y el Espíritu, forma el "techo" que une ambos. Esta "casita" es puro amor, y en ella habitamos y encontramos protección.
Hoy la Palabra nos resalta sin titubeos, sin medias tintas, que Dios es compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel. Es el Dios del amor y la paz; es el Dios que busca que vivamos, que no vino para condenarnos, sino para salvarnos.
Sacudamos de nuestra mente las falsas imágenes de Dios, reconozcamos que somos llamados a habitar en esta "casita" de su amor y digamos desde el fondo del corazón: ¡tómame como cosa tuya Señor!
#FelizDomingo
“Acertijo o Misterio”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Hace ya muchos años, viajé con algunos compañeros jesuitas a una zona rural del municipio de Marulanda, Caldas, para tener una misión entre los campesinos de la zona. Para los que no conocen, Caldas está en la región central del país, pero con una orografía muy cerrada. Hay muchos pueblos, pero la comunicación entre ellos no es fácil, porque las montañas son monumentales... Pasar de una cima a la otra, atravesando las hondas quebradas, es una proeza digna de titanes.
Llegamos a la escuelita de la vereda y nos encontramos con un grupo de niños que no tenían ninguna instrucción religiosa y que no conocían nada, más allá de lo que dejan ver estas colosales montañas que los rodean por todas partes. Nos tocaba prepararlos para la primera comunión, que tendríamos el último día de la misión. Cuando me senté con uno de mis compañeros a pensar sobre la mejor forma de llegar a los niños, nos pareció que debíamos comenzar por lo más sencillo: enseñarles a darse la bendición, pues ni siquiera esto sabían. Ustedes no alcanzan a imaginarse el enredo que se nos formó cuando tratamos de explicarles que Dios era Padre, Hijo y Espíritu Santo... Los niños nos miraban con una cara de admiración, como quien se asoma a un abismo insondable, como los que teníamos a nuestro alrededor.
Es un lugar común decir que es muy difícil predicar sobre la Santísima Trinidad; pero yo creo que la dificultad no está sólo en el que predica, sino también en el feligrés que se sienta en la banca a escuchar un acertijo que no acaba de entender nunca... “Tres personas divinas y un solo Dios verdadero”, decían nuestros abuelos... La mejor explicación de este misterio de la Santísima Trinidad la leí en san Agustín, que solía decir: "Aquí tenemos tres cosas: el Amante, el Amado y el Amor"; un Padre Amante, un Hijo Amado y el vínculo que mantiene unidos a los dos, el Espíritu del Amor.
En último término, de lo que se trata es del misterio del amor en el cual estamos insertos: “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna”. El amor de Dios, como el nuestro, no puede entenderse sino como entrega generosa y despojo de sí mismo. El amor supone un éxodo del amante hacia el amado, y de éste hacia aquél. San Ignacio de Loyola lo expresa muy bien en su famosa Contemplación para alcanzar amor: “El amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro” (EE 231).
Tal vez a los niños de aquella lejana vereda de Marulanda lo único que les quedó claro fue que Dios nos había enviado hasta allí para acompañarlos en su crecimiento en la fe y para expresarles su amor hacia ellos. Y esto mismo los pudo impulsar a amar un poco más a este Dios misterioso y a sus hermanos y hermanas, en quienes se quedó viviendo para siempre.
EL CRISTIANO ANTE DIOS
No siempre se nos hace fácil a los cristianos
relacionarnos de manera concreta y viva con el misterio de Dios confesado como
Trinidad. Sin embargo, la crisis religiosa nos está invitando a cuidar más que
nunca una relación personal, sana y gratificante con él. Jesús, el Misterio de
Dios hecho carne en el Profeta de Galilea, es el mejor punto de partida para
revivir una fe sencilla.
¿Cómo vivir ante el Padre? Jesús nos enseña
dos actitudes básicas. En primer lugar, una confianza total. El padre es bueno.
Nos quiere sin fin. Nada le importa más que nuestro bien. Podemos confiar en él
sin miedos, recelos, cálculos o estrategias. Vivir es confiar en el Amor como
misterio último de todo.
En segundo lugar, una docilidad incondicional.
Es bueno vivir atentos a la voluntad de ese Padre, pues solo quiere una vida
más digna para todos. No hay una manera de vivir más sana y acertada. Esta es
la motivación secreta de quien vive ante el de la realidad desde la fe en un
Dios Padre.
¿Qué es vivir con el Hijo de Dios encarnado?
En primer lugar, seguir a Jesús: conocerlo, creerle, sintonizar con él,
aprender a vivir siguiendo sus pasos. Mirar la vida como la miraba él; tratar a
las personas como él las trataron; sembrar signos de bondad y de libertad
creadora como hacia él. Vivir haciendo la vida más humana. Así vive Dios cuando
se encarna. Para un cristiano no hay otro modo de vivir más apasionante.
En segundo lugar, colabora en el proyecto de
Dios que Jesús pone en marcha siguiendo la voluntad del Padre. No podemos
permanecer pasivos. A los que lloran, Dios los quiere ver riendo, a los que
tienen hambre los quieren ver comiendo. Hemos de cambiar las cosas para que la
vida sea vida para todos. Este proyecto que Jesús llama «reino de Dios» es el
marco, la orientación y el horizonte que se nos propone desde el misterio
último de Dios para hacer la vida más humana.
¿Qué es vivir animado por el Espíritu Santo? En
primer lugar vivir animado por el amor. Así se desprende de toda la trayectoria
de Jesús. Lo esencial es vivirlo todo con amor y desde el amor. Nada hay mas
importante. El amor es la fuerza que pone sentido, verdad y esperanza en
nuestra existencia. Es el amor el que nos salva de tantas torpezas, errores y
miserias.
Por último, quien vive «ungido por el Espíritu
de Dios» se siente enviado de manera especial a anunciar a los pobres la Buena
Noticia. Su vida tiene fuerza liberadora para los cautivos; pone luz en quienes
viven ciegos; es un regalo para quienes se sienten desgraciados.
LO ÚNICO CIERTO SOBRE DIOS ES LO QUE NO SE DICE
Tampoco hoy celebramos una fiesta dedicada a Dios, celebramos que Dios es una fiesta todos los días, que es algo muy distinto. La fiesta es siempre alegría, relación, vida, amor. El creyente es aquel que se ha sentido invitado a esa fiesta y está dispuesto a participar en ella. La Trinidad tiene que liberarnos del Dios Poder y empaparnos del Dios Amor. El Dios todopoderoso es lo contrario del Dios trino. Dios es amor y solo amor. Solamente en la medida que amemos, conoceremos a Dios.
Se nos dice que es el dogma más importante de nuestra fe
católica, y sin embargo, la inmensa mayoría de los cristianos no pueden
comprender lo que quiere decir. La Trinidad nos enseña que sólo vivimos, si
convivimos. Nuestra vida debería ser un espejo que en todo momento reflejase el
misterio de la Trinidad. Pero para llegar al Dios de Jesús, tenemos que superar
el falso dios. Sí, el falso dios en quien todos hemos creído y en gran medida,
seguimos creyendo los cristianos:
• El dios interesado por su
gloria, incluso cuando hace algo para sacarnos de la miseria.
• El dios todopoderoso que si
no elimina el mal es porque no le da la gana.
• El dios que salva a uno de
una enfermedad o peligro si alguien reza por él, pero que deja hundido en la
miseria al que no tiene valedor alguno.
• El dios ofendido que exige
la muerte de su hijo para poder perdonar al ser humano.
• El dios que premia a los
que hacen lo que él quiere, pero condena a los que no.
• El dios celoso de la moral
sexual, pero que no le preocupa mucho la injusticia.
• El dios que nos exige amar al enemigo pero que a los
suyos los manda al infierno.
Debemos estar muy alerta, porque tanto en el AT como en el
nuevo podemos encontrar trazos de este falso dios. Jesús experimentó al
verdadero Dios, pero fracasó a la hora de hacer ver a sus discípulos su
vivencia. En los evangelios encontramos chispazos de esa luz, pero los
seguidores de Jesús no pueden aguantar el profundo cambio que suponía sobre el
Dios del AT. Muy pronto se olvidaron esos chispazos y el cristianismo se
encontró más a gusto con el Dios del AT que le daba las seguridades que
anhelaba.
La Trinidad no es una verdad para creer sino la base de
nuestra experiencia cristiana. Una profunda vivencia del mensaje cristiano será
siempre una aproximación del misterio trinitario. Solo después de haber
abandonado siglos de vivencia, se hizo necesaria la reflexión teológica sobre
el misterio. Los dogmas llegaron como medio de evitar errores en las
formulaciones formales, pero lo verdaderamente importante fue siempre vivir esa
presencia de Dios en el interior de cada cristiano.
Lo más urgente en este momento para el cristianismo, no es
explicar mejor el dogma de la Trinidad, y menos aún, una nueva doctrina sobre
Dios Trino. Tal vez nunca ha estado el mundo cristiano mejor preparado para
intentar una nueva manera de entender el Dios de Jesús o mejor, una nueva
espiritualidad que ponga en el centro al Espíritu-Dios, que impregne el cosmos,
irrumpe como Vida, aflora decididamente en la conciencia de cada persona y se
vive en comunidad. Sería, en definitiva, la búsqueda de un encuentro vivo con
Dios. No se trata de demostrar la existencia de la luz, sino de abrir los ojos
para ver.
No debemos pensar en tres entidades haciendo y
deshaciendo, separadas cada una de las otras dos. Nadie se podrá encontrar con
el Hijo o con el Padre o con el Espíritu Santo. Nuestra relación será siempre
con el Dios UNO. Es urgente tomar conciencia de que cuando hablamos de
cualquiera de las tres personas relacionándose con nosotros, estamos hablando
de Dios. En teología, se llama "apropiación", (¿indebida?) esta
manera impropia de asignar acciones distintas a las tres personas. Ni el Padre
solo crea ni el Hijo solo salva ni el Espíritu Santo santifica por su cuenta;
Todo es "obra" de Dios.
Nada de lo que podemos pensar o decir sobre Dios es
adecuado a su ser. Cualquier definición o cualquier calificación que
atribuyamos a Dios son incorrectos. Todo lo que sabemos racionalmente de Dios
es un estorbo para vivir su presencia vivificadora en nosotros. Con frecuencia,
los ateos están más cerca del verdadero Dios que los creyentes. Ellos por lo
menos rechazan la creencia en todos los ídolos.
Los creyentes no solemos ir más allá de unas ideas
(ídolos) que hemos fabricado a nuestra medida. Callar sobre Dios, es siempre
más exacto que hablar. Dicen los orientales: "Si tu palabra no es mejor
que el silencio, cállate". Las primeras líneas del "Tao" rezan:
El Tao que puede ser impulsado no es el verdadero Tao; el nombre que se le
puede dar, no es su verdadero nombre.
De la misma manera, siempre que aplicamos a Dios
contenidos verbales, aunque sean los de "ama", "perdonó",
"salvará", nos equivocamos, porque en Dios los verbos no se conjugan;
no tiene tiempos ni modos. Dios no tiene "acciones". Dios todo lo que
hace los es. Si ama, es amor. Pero al decir que es amor, nos equivocamos
también, porque le aplicamos el concepto de amor humano y en Dios el AMOR, es
algo muy distinto.
Es un amor que no podemos comprender, aunque sí
experimentar. Este experimento que Dios es amor, sería lo esencial de nuestro
acercamiento a Él. Los primeros cristianos emplearon siete palabras diferentes
para hablar del amor. Al amor que es Dios lo llamaron ágape. Nuestro amor es
una cualidad, que podemos tener o no tener. En Dios es su esencia, es decir, no
puede no tenerlo, porque dejaría de ser.
Vivir la experiencia de Dios Trino, sería convivir.
Estamos hechos para el encuentro y la comunicación. Sería experimentarlo:
1) Como Dios, ser absoluto.
2) Como Dios a nuestro lado
presente en el otro.
3) Como Dios en el interior de nosotros mismos, fundamento
de mi ser.
Acercarse a Dios es descubrir la Trinidad. La experiencia
del Dios cristiano nos empujaría a ser como Él, Padre, Hijo y Espíritu a la
vez. En cada uno de nosotros se tiene que estar reflejando siempre la Trinidad.
Debemos empezar por descubrir a Dios en nosotros, como parte de nuestro ser.
Pero no se agota ahí. Descubrimos a Dios con nosotros en los demás. Pero no se
agota ahí. Descubrimos también a Dios que nos trasciende y en esa trascendencia
completamos la imagen de Dios.
Hoy no tiene ningún sentido la disyuntiva entre creer en
Dios o no creer. Todos tenemos nuestro Dios o dioses. Hoy la disyuntiva para
los que se dicen creyentes y los que se proclaman ateos es creer en el Dios de
Jesús o creer en un ídolo. La mayoría de los cristianos no vamos más allá del
ídolo que nos hemos fabricado a través de los siglos. Lo que rechazan los
ateos, es nuestra idea de Dios que no supera nuestro teísmo interesado.
Después de darle muchas vueltas a un tema, llegó a la
conclusión de que es más perjudicial para el ser humano el teísmo que el
ateísmo.
El Dios revelado por Jesús, es amor. Pero ¡ojo! No es un
ser que ama sino el amor mismo. En Dios el amor no es una cualidad como en
nosotros, sino su esencia. Si dejara de amar un solo instante a un solo ser,
dejaría de existir. Esto es la esencia del evangelio. La mejor noticia que
podría recibir un ser humano es que Dios no puede apartarle de su amor. Esta es
la verdadera salvación que tenemos que apropiarnos. Es también el fundamento de
nuestra confianza en Dios. Confianza absoluta y total porque, aunque quisiera,
no puede fallarnos. En esa confianza consiste la fe. Porque Dios ES amor, está
incapacitado para condenar. Sólo puede salvar. No confíes en esa salvación de
Dios, es estar ya condenado.
Meditación-contemplación
Dios es
amor, pero ese amor no responde a nuestra idea del amor.
Dios es: El
que ama, el amado y el amor. Los tres a la vez.
Este modo
de hablar es incomprensible para nosotros.
La mente
solo entiende un sujeto que ama, un objeto amado y el amor mismo.
..........................
La creación
no es más que la manifestación de ese Dios.
En toda
criatura queda reflejada su manera de ser.
En todo ser
creado está el amante, el amado y el amor.
El hombre
tiene la capacidad de entrar intuitivamente en esa dinámica.
..................
No puede
haber meta más alta, que dejarse arrastrar por ese torbellino.
Es Vida en
el sentido más profundo de lo que podemos entender.
Vida que me
lleva más allá de mí mismo y colmaría mi ser.
Vida que colmaría
mi ansia de felicidad.
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