Domingo XXIX del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 35-45) – 17 de octubre de 2021
Marcos 10, 42-45
En aquel tiempo, Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: “Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”.
Palabra del Señor.
#microhomilía
Parece ser que del deseo de
protagonismo, con sabor a influencia y poder, no escapan los mismísimos
apóstoles, así lo presenta hoy el Evangelio. Nosotros tampoco escapamos de
tentaciones de ese tipo, de creer que merecemos ocupar lugares privilegiados o
atenciones especiales en nuestros trabajos y familias. Entre nosotros, los
seguidores de Jesús, no debe ser así. La grandeza del cristiano se expresa en
servicio y humildad. Así de simple y así de desafiante. ¿Cómo respondes a este
llamado? ¿Qué invitación concreta experimentas? #FelizDomingo
“¿Qué quieren que haga por ustedes?”
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.
Quién no ha recomendado
alguna vez a alguien para obtener un trabajo, para conseguir un cupo en un
colegio o para ganarse una beca en una universidad. Quién no ha buscado algún
apoyo en personas que tienen cierto influjo social o económico, para alcanzar
una determinada meta en su camino. Quién no ha aceptado una sugerencia de
alguien que intercede por un ser querido o una persona conocida en un
determinado proceso de selección. En el lenguaje cotidiano llamamos palanca
a las ayudas que, más o menos legítimamente, se pueden buscar en determinadas
situaciones humanas. Normalmente son aceptadas estas prácticas, con la
condición de que no busquen, directa o indirectamente, el beneficio de los
patrocinadores. Creo que es condenable, incluso penalmente, cuando se exigen
contraprestaciones para los padrinos de una determinada persona, sean ellos
políticos o personas que ejercen algún tipo de poder.
Es menos común la práctica
de autorecomendarse para determinados cargos políticos, militares o
eclesiásticos. Tal vez en los casos de elección popular, cuando los candidatos
a un determinado cargo no escatiman esfuerzos por convencer a los electores de
su idoneidad para desempeñar ciertas responsabilidades, esta proclamación de
las propias virtudes es legítima y permitida. Pero en otros ámbitos sociales
esta forma de proceder no sólo sería criticable, sino que generaría una
reacción contraria. Pensemos en un empleado medio de una gran empresa que se
acerca al presidente de la Compañía para ofrecerse como Gerente General de una
sucursal en una ciudad importante... Lo más seguro es que, en lugar de
conseguir el ascenso, termine liquidado antes de lo previsto.
En general, no son bien
vistas las prácticas de autopromoción para alcanzar cargos de poder o de
influjo. No se imagina uno a un párroco haciendo lobby para conseguir
una mitra, o a un obispo buscando, a través de palancas y recomendaciones, un
capelo cardenalicio. No parece común que un coronel esté intrigando para
conseguir un ascenso a General, o que un Comandante de Brigada esté maquinando
para que lo trasladen a una ciudad más importante. Claro que, como solemos
decir a propósito de las brujas, estas formas de proceder no deberían darse,
pero que las hay, las hay...
“Santiago y Juan,
hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: (...) –Concédenos que en
tu reino glorioso nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Desde
luego, esta petición produjo malestar entre los demás discípulos; por eso,
Jesús les recordó: “–Como ustedes saben, entre los paganos hay jefes que se
creen con derecho a gobernar con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir
su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así”. Alguien, con
mucha ironía, afirmaba que este texto explicaba la razón por la que Santiago es
el patrono de España... Entre las muchas cosas que heredamos de la Madre
Patria, también está esta forma de proceder tan característica, aunque no
exclusiva, de nuestra sangre hispana. Dios, con nuestra ayuda, no permita que
nuestra Iglesia, nuestras comunidades, nuestras empresas y nuestras sociedades
se dejen invadir por esta plaga que busca el poder para oprimir y no para
servir, como lo pretendía el Señor entre sus discípulos más cercanos.
SON
GRANDES, AUNQUE NO LO SEPAN
Nunca
viene su nombre en los periódicos. Nadie les cede el paso en lugar alguno. No
tienen títulos ni cuentas corrientes envidiables, pero son grandes. No poseen
muchas riquezas, pero tienen algo que no se puede comprar con dinero: bondad,
capacidad de acogida, ternura y compasión hacia el necesitado.
Hombres
y mujeres del montón, gentes de a pie a los que apenas valora nadie, pero que
van pasando por la vida poniendo amor y cariño a su alrededor. Personas
sencillas y buenas que solo saben vivir echando una mano y haciendo el bien.
Gentes
que no conocen el orgullo ni tienen grandes pretensiones. Hombres y mujeres a
los que se les encuentra en el momento oportuno, cuando se necesita la palabra
de ánimo, la mirada cordial, la mano cercana.
Padres
sencillos y buenos que se toman tiempo para escuchar a sus hijos pequeños,
responder a sus infinitas preguntas, disfrutar con sus juegos y descubrir de
nuevo junto a ellos lo mejor de la vida.
Madres
incansables que llenan el hogar de calor y alegría. Mujeres que no tienen
precio, pues saben dar a sus hijos lo que más necesitan para enfrentarse
confiadamente a su futuro.
Esposos
que van madurando su amor día a día, aprendiendo a ceder, cuidando
generosamente la felicidad del otro, perdonándose mutuamente en los mil
pequeños roces de la vida.
Estas
gentes desconocidas son los que hacen el mundo más habitable y la vida más
humana. Ellos ponen un aire limpio y respirable en nuestra sociedad. De ellos
ha dicho Jesús que son grandes porque viven al servicio de los demás.
Ellos
mismos no lo saben, pero gracias a sus vidas se abre paso en nuestras calles y
hogares la energía más antigua y genuina: la energía del amor. En el desierto
de este mundo, a veces tan inhóspito, donde solo parece crecer la rivalidad y
el enfrentamiento, ellos son pequeños oasis en los que brota la amistad, la
confianza y la mutua ayuda. No se pierden en discursos y teorías. Lo suyo es
amar calladamente y prestar ayuda a quien lo necesite.
Es
posible que nadie les agradezca nunca nada. Probablemente no se les harán
grandes homenajes. Pero estos hombres y mujeres son grandes porque son humanos.
Ahí está su grandeza. Ellos son los mejores seguidores de Jesús, pues viven
haciendo un mundo más digno, como él. Sin saberlo, están abriendo caminos al
reino de Dios.
CONSUMIRSE
SIRVIENDO ES LA MÁXIMA GLORIA
Sigue
el camino hacia Jerusalén. Al anunciar Marcos tres veces la pasión, está
mostrando la rotundidad del mensaje. Al proponer, después de cada anuncio, la
radical oposición de los discípulos resalta la dificultad para entenderle. A
continuación del primer anuncio, Pedro dice a Jesús que, de pasión y muerte, ni
hablar. Después del segundo, los discípulos siguen discutiendo quién era el más
importante. Hoy al tercer anuncio de la pasión los dos hermanos pretenden
sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda ‘en su gloria’.
Uno
a tu derecha y otro a tu izquierda. Le llaman maestro, pero le dicen lo que
tiene que hacer. Los dos hermanos están pidiendo los primeros puestos en el
reino terreno que Jesús va a instaurar. Pero aunque estuvieran pensando en el
reino escatológico, estarían manifestando el mismo afán de superioridad. Ya
decíamos el domingo pasado que la actitud egoísta es la misma, se pretendan
seguridades para el más acá o para el más allá.
No
sabéis lo que pedís. Se refleja una diferencia abismal de criterios. Jesús y
los discípulos están en distinta longitud de onda. Con esta frase, Marcos está
proponiendo una sutil proyección sobre el momento mismo de la muerte de Jesús.
Si tenemos en cuenta que, para Jesús, el lugar de la gloria es la cruz, le estarían
pidiendo que vayan con él a la muerte. Curiosamente, todos los evangelios nos
dicen que, efectivamente, había en aquel momento uno a su derecha y otra a su
izquierda, pero eran malhechores comunes.
Los
otros diez se indignaron. Señal inequívoca de que todos estaban deseando los
mismos puestos. El resto de los discípulos tenían las mismas ambiciones que los
dos hermanos, pero eran cobardes y no tenían la valentía de manifestarlo.
Normalmente en la protesta por lo que hace otro podemos manifestar el deseo de
hacer lo mismo. La inmensa mayoría de los cristianos seguimos intentando
utilizar a Dios en nuestro provecho.
Los
jefes de los pueblos los tiranizan... Es impresionante el resumen de la manera
de utilizar el poder en el mundo. Jesús no crítica ni la democracia ni la
monarquía; critica a las personas que ejercen el poder oprimiendo. Jesús da por
supuesto que en el ámbito civil, lo normal, es ejercer el poder tiranizando a
los demás. ¡Qué distinto lo que propone Jesús! "Nada de eso" sino lo
contrario: Servir. Una lección difícil de aprender.
El
Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir. Ahora no son
los jefes de los sacerdotes los que le quitan la vida, sino que es él el que la
entrega libremente. Este cambio de perspectiva en muy importante para el
sentido general. Al decir que da su vida, el texto griego no dice “zoe” ni
“bios” sino “psyche”, que no significa exactamente vida, sino lo humano, lo
psicológico, la persona. Dar su vida, no significaría morir, sino poner su
humanidad al servicio de los demás mientras vive.
Hoy
muy probablemente en la homilía se criticará a la Iglesia porque no sigue el
evangelio huyendo de todo poder y sirviendo a todos. Los entes de razón no son
sujetos de reacciones humanas. Somos las personas con nombre y apellidos las
que seguimos actuando sin tener en cuenta el evangelio. En muy pocos siglos los
cristianos volvieron a considerar correcto lo que Jesús había criticado tan
duramente en los evangelios.
El
evangelio nos dice, por activa y por pasiva, que el cristiano es un ser para
los demás. Si no entendemos esto, no hemos comprendido el “a b c” del
cristianismo. Pero este mensaje es también la “x”, porque es la incógnita más
difícil de despejar, la realidad más camuflada bajo la ideología justificadora
que siempre segrega toda religión institucionalizada. Somos cristianos en la
medida que nos damos a los demás. Dejamos de serlo en la medida que nos
aprovechamos de ellos, de cualquier forma, para estar por encima de ellos.
Este
principio básico del cristianismo no ha venido de ningún mundo galáctico. Ha
llegado hasta nosotros gracias a un ser humano en todo semejante a nosotros. Lo
descubrió en lo más hondo de su ser. Al comprender lo que Dios era en él, al
percibirlo como don total, Jesús hizo el más profundo descubrimiento de su
vida. Entendió que la grandeza del ser humano consiste en esa posibilidad que
tiene de darse como Dios se da.
En
ese don total encuentra el hombre su plena realización. Cuando descubre que la
base de su ser es el mismo Dios, descubre la necesidad de superar el apego al
falso yo. El ego es siempre falso porque es una creación mental, por eso
necesita estar siempre afianzándose. Liberado del “ego”, se encuentra con la
verdadera realidad que es. En ese momento, su ser se expande y se identifica
con el Ser Absoluto. El ser humano se hace uno con Él. No va más. Ni Dios puede
añadir nada a ese ser. Es ya una misma cosa en él.
Mientras
no haga este descubrimiento, estaré en la dinámica del joven rico, de los dos
hermanos y de los demás apóstoles: buscaré más riquezas, el puesto mejor y el
dominio de los demás. Si acepto darme a todos por programación, será a
regañadientes y esperando una recompensa, aunque sea espiritual. Estoy buscando
potenciar mi “ego”. Tampoco se trata de sufrir, de humillarse ante Dios o ante
los demás, esperando que me lo paguen con creces. La máxima gloria será vivir y
desvivirse en beneficio de los demás.
Los
evangelios están escritos desde una visión mítica. En el relato no se cuestiona
que Jesús se sentará en su trono ni que habrá alguien a su derecha y a su
izquierda. La expresión tan repetida en los evangelios: “reino de Dios” o
“reino de los cielos, no debemos entenderla como una realidad que existe en
alguna parte sino como una metáfora de lo que Dios es en todos. La mejor prueba
es que, a renglón seguido, nos dice que la gloria consiste en el servicio, en
el amor manifestado y no en ningún gobierno.
El
objetivo último de Jesús fue entregarse, deshacerse en beneficio de los demás.
Su consumación en la identificación con Dios fue idéntica realidad a su
consumición en favor de los demás. No tiene sentido que lo hiciera esperando
una recompensa de gloria. La superación del yo y la identificación con Dios es
su máxima gloria. No puede haber más. No hay un Dios que glorifique ni un Jesús
glorificado. Cuando Jesús dice. “Yo y el Padre somos uno”, está manifestando
que ha llegado a la plenitud de ser.
Meditación
Opresión, tiranía, sometimiento, esclavitud, servidumbre.
Entre vosotros nada de eso, dice Jesús.
Pero todo eso lo encontramos en cada uno de nosotros.
La larga lucha que tuvo Jesús con sus discípulos
es la misma que tenemos que llevar a cabo
cada uno de nosotros contra nuestro falso yo.
Fray Marcos
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