Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 15, 26-27; 16, 12-15) – 23 de mayo de 2021
#microhomilía
#HernanQuezadaSJ
Un mismo
Espíritu expresado en una gran diversidad de dones. Hoy domingo de pentecostés
la Palabra nos recuerda que hemos recibido el Espíritu Santo, no como
"palomita" que revolotea sobre nuestras cabezas, sino como soplo que
nos habita. Nuestras heridas, como las del Resucitado permanecen, pero Él nos
da su paz y nos llena del Espíritu Santo. Así, el Espíritu Santo no es algo que
invocar de fuera, sino algo que hay que dejar que brote desde dentro. El
Espíritu Santo que nos habita se manifiesta como luz, consuelo, reposo
profundo; como inspiración, salud, humildad, fuego y confianza. Pidamos al
Señor junto al salmista: ¡Envía Señor, tu Espíritu a renovar la tierra! y
dispongámonos a que se manifieste desde nuestras entrañas, desde nuestro
corazón, lo que hemos recibido para compartir. Que Dios encienda el fuego de su
amor en cada una y en cada uno de nosotros y participemos de la renovación de
la tierra, comenzando por la de nosotros mismos.
#FelizDomingo
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“Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará
a toda la verdad”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Hace muchos
años leí un texto que me impresionó mucho; se trata de un testimonio de una
joven no creyente que relata una experiencia que me parece que puede iluminar
la fiesta que celebra hoy la Iglesia; el texto se
llama: “Diatriba contra los cristianos”.
“Me llamo Noemí Herrera o de cualquier
otra forma. ¿Qué importa eso? Acabo de llegar de una noche extraña para mí a la
cual asistí movida por la curiosidad: la llamada Vigilia de Pentecostés. Soy
atea, pero he leído mucho y sigo leyendo; en realidad soy una buscadora afanosa
del sentido de la vida. Experimenté en dicha ceremonia una mezcla de asombro,
emoción y rabia. Y me dije: “Voy a escribir una página contra los cristianos
tan pronto llegue a casa. No hay derecho...”. Sí, no hay derecho a que ustedes,
cristianos, despilfarren el tesoro que se halla oculto en sus libros guías, en
el Evangelio de Cristo, especialmente.
Ustedes son cobardes, hipócritas,
presuntuosos y mezquinos. Viendo su vida, Carlos Marx no tenía más remedio que
afirmar que la religión es el opio del pueblo y que, si lo que ustedes viven es
la religión, no se puede vacilar en desterrarla del corazón de los hombres.
¿Conque creen en Jesucristo? Pero, ¿saben quién es Él? ¿Qué hizo? ¿Cómo vivió?
¿Contra quienes y a favor de quiénes se pronunció? ¿Quiénes lo mataron y por
qué? ¿Lo saben? No. Definitivamente, no los reconozco como discípulos de
Cristo. ¿Cómo se pueden comparar con aquellos primeros cristianos, que
compartían sus bienes, se ayudaban mutuamente y llevaban una vida de austeridad
y servicio? He dicho que son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos.
Tal vez he sido benévola. Merecerían adjetivos mucho más severos.
¿No son cristianos esos jefes de
empresas que explotan inmisericordemente a sus obreros? ¿Y esos políticos de
‘comunión con fotógrafo’, que decía Fernando González, y que se sienten capaces
de todo dizque porque tienen la verdad? ¿Acaso no fueron los ‘cristianos’ los
que bañaron en sangre a Colombia en nombre de los partidos tradicionales?
Hipócritas... ¿De dónde han sacado en el Evangelio la acérrima defensa de su
propiedad privada? De la suya, porque parece que la propiedad privada del pobre
no les merece tanto respeto. (...) Cristianos, los condeno y los desprecio.
Deben ser testimonio de algo muy grande y muy importante que revolucionó el
mundo y trazó pautas del más noble contenido humano. ¿Cómo lo traicionan así?
(...).
Sin embargo, los envidio. Anoche tuve
la sensación de que en medio de todo, cuentan con algo inexpresable, misterioso
y sutil que llena de alegría los corazones de los jóvenes y crea una nueva
atmósfera de igualdad y de paz. “Jesucristo vive”, gritaban a una y yo
experimenté, sin saber por qué, un nudo en la garganta. Ciertamente, no puedo
gritar lo mismo respecto de Carlos Marx; y de Lenin apenas si tenemos un
cadáver embalsamado y yerto allá en Moscú. Pero, ¿de qué me sirve todo esto si
son incapaces de vivirlo con la intensidad de la mística que exige un verdadero
testimonio? Da rabia contemplar su mediocridad como creyentes. Si aplicaran a
su fe una centésima parte del interés que ponen en sus negocios, su empuje
sería arrollador; nada ni nadie los detendría. Transformarían el mundo.
Cristianos, ¡cómo los envidio y cómo los desprecio!”
Siempre que leo este documento, me cuestiona y me golpea. Tenemos un tesoro que no sabemos aprovechar suficientemente y que no alcanza a ser transparente para los que nos ven actuar y vivir. El Espíritu de Jesús sigue presente entre nosotros, según su promesa: “Pero cuando venga el Defensor, el Espíritu de la verdad, que yo voy a enviar de parte del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos, porque han estado conmigo desde el principio”. ¿Seguimos siendo testigos creíbles de la Buena Nueva del Reino que anunció Jesús?
Fuente: “Encuentros con
la Palabra”
ABIERTOS AL ESPÍRITU
José Antonio Pagola
No hablan mucho.
No se hacen notar. Su presencia es modesta y callada, pero son «sal de la
tierra». Mientras haya en el mundo mujeres y hombres atentos al Espíritu de
Dios será posible seguir esperando. Ellos son el mejor regalo para una Iglesia
amenazada por la mediocridad espiritual.
Su influencia no
proviene de lo que hacen ni de lo que hablan o escriben, sino de una realidad
más honda. Se encuentran retirados en los monasterios o escondidos en medio de
la gente. No destacan por su actividad y, sin embargo, irradian energía
interior allí donde están.
No viven de
apariencias. Su vida nace de lo más hondo de su ser. Viven en armonía consigo
mismos, atentos a hacer coincidir su existencia con la llamada del Espíritu que
los habita. Sin que ellos mismos se den cuenta son sobre la tierra reflejo del
Misterio de Dios.
Tienen defectos y
limitaciones. No están inmunizados contra el pecado. Pero no se dejan absorber
por los problemas y conflictos de la vida. Vuelven una y otra vez al fondo de
su ser. Se esfuerzan por vivir en presencia de Dios. Él es el centro y la
fuente que unifica sus deseos, palabras y decisiones.
Basta ponerse en
contacto con ellos para tomar conciencia de la dispersión y agitación que hay
dentro de nosotros. Junto a ellos es fácil percibir la falta de unidad
interior, el vacío y la superficialidad de nuestras vidas. Ellos nos hacen
intuir dimensiones que desconocemos.
Estos hombres y
mujeres abiertos al Espíritu son fuente de luz y de vida. Su influencia es
oculta y misteriosa. Establecen con los demás una relación que nace de Dios.
Viven en comunión con personas a las que jamás han visto. Aman con ternura y
compasión a gentes que no conocen. Dios les hace vivir en unión profunda con la
creación entera.
En medio de una sociedad materialista y superficial, que tanto descalifica y maltrata los valores del espíritu, quiero hacer memoria de estos hombres y mujeres «espirituales». Ellos nos recuerdan el anhelo más grande del corazón humano y la Fuente última donde se apaga toda sed.
Fuente:
http://www.gruposdejesus.com
EL ESPÍRITU ESTÁ EN TODO Y NO TIENE QUE VENIR DE
NINGUNA PARTE
Fray Marcos
Para entender hoy
lo que celebramos, debemos mirar a la Trinidad. Lo que digamos lo tenemos
adelantado para el próximo domingo. Que yo sepa, la teología oficial nunca ha
dicho que el Padre, el Hijo o el Espíritu actuaran por separado. La distinción
de las personas en la Trinidad solo se manifiesta en sus relaciones “ad intra”,
es decir, cuando se relacionan una con otra. En sus relaciones “ad extra”, es
decir, en sus relaciones con las criaturas, se comportan siempre como uno. El
pueblo y algunos manuales piadosos han atribuido a cada persona tareas
diferentes, pero esto no es más que una manera inadecuada de hablar.
La fiesta de Pentecostés
está encuadrada en la Pascua, más aún, es la culminación de todo el tiempo
pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando
en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que había realizado el Espíritu en
Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos y queda reflejado en la
idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción espectacular del Espíritu a
través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua
significa descubrir la presencia en nosotros de Dios-Espíritu.
Según lo que
acabamos de decir, siempre que hablamos del Espíritu, hablamos de Dios. Y
siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu.
Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí (Ley), y
que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. Nosotros celebramos hoy la
venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua, pero sabiendo
que no tiene que venir de ninguna parte. Queremos significar que el fundamento
de la nueva comunidad no es la Ley sino el Espíritu.
Tanto la “ruah”
hebrea como el “pneuma” griego, significan viento. La raíz de esta palabra en
las lenguas semíticas es rwh que significa el espacio existente entre el cielo
y la tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Sería el ámbito del que
los seres vivos beben la vida. En estas culturas el signo de vida era la
respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre
de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos
leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu. La misma tierra
era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración.
No es tan
corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término
"ruah" (espíritu). Solamente en 20 pasajes del las 389 veces que
aparece en el AT, podemos encontrar este sentido. En los textos más antiguos se
habla del espíritu de Dios (su energía) que capacita a alguna persona, para
llevar a cabo una misión concreta que salva al pueblo de algún peligro. Con la
monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca
(ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo
después del exilio, se habla también del don del espíritu al pueblo en su
conjunto.
En el NT,
"espíritu" tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto
todavía judío. El mismo término "ruah" se presta a un significado
figurado o simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el
significado de una persona distinta de Dios o de Jesús. "Os mandaré otro
consolador." El NT no determina con precisión la relación de la obra
salvífica de Jesús con la obra del Espíritu Santo, pero no está claro si el
Pneuma es una entidad personal o no.
Jesús nace del E.
S., baja sobre él en el bautismo, es conducido por él al desierto, etc. No
podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él.
Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan evidentemente la misma función.
Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos
lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del
Espíritu Santo está siempre con ellos, en otros dice que no les dejará
desamparados, que él mismo estará siempre con ellos.
Hoy sabemos que
el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de
nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que
yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis
posibilidades de ser en el orden espiritual. Nada puedo ser ni hacer sin él
pero tampoco puedo estar privado de su presencia en ningún momento. Todas las
oraciones encaminadas a pedir la venida del Espíritu nacen de una ignorancia de
lo que queremos significar con ese término.
Está siempre en
nosotros, pero no siempre somos conscientes de ello y como Dios no puede
violentar ninguna naturaleza, porque actúa siempre conforme a ella, su acción
no la notaremos. Un ejemplo puede ilustrar esta idea. En una semilla hay vida,
pero en estado latente. Si no coloco la bellota en unas condiciones adecuadas,
nunca se convertirá en un roble. Para que la vida que hay en ella se
desarrolle, necesita una tierra, una humedad y una temperatura adecuada. Pero
una vez que se encuentra en las condiciones adecuadas, es ella la que germina;
es ella la que, desde dentro, desarrolla el árbol que llevaba en potencia.
Dios (Espíritu)
es el mismo en todos y nos empuja hacia la misma meta. Pero como cada uno
estamos en un “lugar” diferente, el camino que nos obliga a recorrer, será
siempre distinto. No es pues, la meta la que distingue a los que se dejan mover
por el Espíritu, sino los caminos que llevan a ella. El labrador, el médico, el
sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el
mismo Espíritu, pero su tarea es completamente diferente. Una mayor humanidad
será la manifestación de su presencia. La mayor preocupación por los demás es
la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él.
Si Dios está en
cada uno de nosotros como Absoluto, no hay manera de imaginar que pueda darse
más a uno que a otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu.
Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad es la mejor prueba de que uno
no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu,
el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En
nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su
cargo. Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de
autoridad, estamos dejándonos llevar de nuestro espíritu raquítico, no del
Espíritu.
La presencia de
Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero, si tenemos una idea
masculina de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga,
repetiremos esas cualidades en nosotros. El intento de ser como Dios en el
relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla
de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo
entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús, que es amor total,
intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a
los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Espíritu o a nuestro
espíritu.
Dios llega a
nosotros acomodándose al ser de cada uno. El Espíritu nunca supone violencia
alguna. No lleva a la uniformidad, sino que potencia la pluralidad. Pablo lo
vio claro: Formamos un solo cuerpo, pero cada uno es un miembro con una función
diferente pero útil para el todo. Esa uniformidad, pretendida por los
superiores en nombre del Espíritu, no tiene nada de evangélica, porque, lo que
se intenta es que todos piensen y actúen como el superior. Si todos tocaran el
mismo instrumento y la misma nota, no habría nunca música.
Meditación
Como el aire que respiramos mantiene la actividad
vital,
el Espíritu absorbido nos mantiene en la Vida.
No podemos separar la vida biológica del ser vivo.
Tampoco podemos separar la Vida espiritual del
Espíritu.
Siempre que exista Vida se manifestará en obras.
Fray Marcos
Fuente:
http://feadulta.com/
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