
En
este domingo, la Palabra, nos recuerda que en nuestra vida estamos ante
dos opciones: dejarnos seducir por el poder del mundo o seguir el camino de Dios,
y tenemos que elegir uno.
Evangelio según
san Lucas 6, 17.20-26
En aquel tiempo, Jesús
descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano.
Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén,
como de la costa de Tiro y de Sidón.
Mirando entonces a sus
discípulos, Jesús les dijo:
“Dichosos ustedes los
pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora
tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora,
porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan
y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del
Hijo del hombre.
Alégrense ese día y
salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron
sus padres a los profetas.
Pero, ¡ay de ustedes,
los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se
hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen
ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe,
porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”
Reflexión:
¿Qué camino me conviene seguir?
Todos, hemos tenido que aprender a vivir. En cada etapa de
nuestra existencia hemos ido adquiriendo los conocimientos y habilidades que
nos han permitido enfrentar los desafíos que nos presenta la realidad en su
momento, y así seguir adelante; pero, también hemos aprendido actitudes (y
malos hábitos) que nos desvían de aquello que es mejor para nosotros. Así
es la vida con, subidas y bajadas, tropiezos y logros; para bien o mal, hemos
avanzado y hasta aquí hemos llegado. Afortunadamente, siempre podemos seguir aprendiendo
nuevas y mejores formas de vivir, sin importar la edad.
La liturgia de hoy nos enseña a elegir mejor como andar por
la vida y así, vivir mejor. “Vivir mejor”, significa, desde la espiritualidad: que toda persona tenga un sentido
de vida, un para, un horizonte, una aspiración o
meta: ¡tener una vida que valga la pena vivir!… (cfr. Principio
y Fundamento, EE 23).
Si tenemos que elegir mejor, es porque se nos presentan
alternativas; hoy el profeta Jeremías, en la primera lectura (Jer 17, 5-8), nos plantea dos caminos:
§ El del mundo,
el de los “hombres y grupos”, que solo buscan el satisfacer el ego y la
soberbia, con cosas, bienes, honor y poder, para dominar y/o usar a los demás
…
§ El de confiar
y poner la esperanza en el Señor, que solo desea que todos tengamos
una buena vida (en este mundo y después eternamente) …
Elegir el camino que nos enseña Jesús (y que él mismo recorrió),
nos adentra en la dinámica de vivir los valores del reinado del amor (Reino
de Dios), a ponerlos en práctica, de tal manera que seamos testigos de su
amor, con quienes nos relacionemos o quien lo necesita, siempre de manera fraterna,
echando una mano (ayuda), aliviando las cargas de la vida, abrazando,
acompañando …
Seguir el camino de amor y servicio, que Jesús nos
muestra, no será fácil, pero poniendo nuestra confianza en que su Espíritu
nos guía, impulsa y fortalece, podremos ser y hacer el bien… así, por seguir su camino, Él mismo nos dirá: dichosos,
bienaventurados, felices … en esta vida y en la eterna.
¿Cuál
es la meta de vida?... ¿Cómo puedo discernir mejor para mi vida?... ¿Qué actitudes
egoístas me podría reclamar Jesús?...
PD. En este tercer domingo de mes, sigamos unidos, orando por la paz, la justicia,
la unidad y la equidad, para todos los mexicanos: “¡Concédenos tu paz,
Señor!”
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