A
tres semanas del término de este año litúrgico (Ciclo B), continuamos con las
lecturas en las que la Palabra nos enseña las actitudes necesarias para saber
vivir la vida...
Evangelio según san Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo,
enseñaba Jesús a la multitud y le decía: "¡Cuidado con los escribas! Les
encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles;
buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los
banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de
largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso".
En una ocasión Jesús
estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba
allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una
viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos,
Jesús les dijo: "Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la
alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero
ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir".
Reflexión:
¿Qué tan generoso puedo ser?
A lo largo del año litúrgico,
hemos ido conociendo más la manera de como Dios nos salva, es decir,
como nos libra de aquello que impide tengamos una vida terrena plena
(dichosa, feliz); la Palabra, continúa capacitándonos y puliendo nuestros dones
(capacidad e inteligencia), para saber vivir, siempre en relación con los demás
y por ende con Dios.
La enseñanza de hoy,
podríamos decir, que nos muestra cómo podemos relacionarnos con los demás:
·
el profeta Elías, sabe
pedir lo que necesita y es agradecido…
· la viuda de Serepta (1 Reyes 17, 10-16), nos muestra tres actitudes que hacen vivir al
estilo del Reino: honestidad (habla con la verdad), confianza (cree
en la palabra) y generosidad (comparte lo que tiene)…
· la viuda del evangelio,
da todo… como Jesús, que entrega su vida, como sacrificio para salvarnos
de nuestros pecados (Hebreos 9,24-28)…
·
Jesús nos advierte,
para tener cuidado de no buscar honores y evitar
aprovecharnos de los débiles e indefensos…
Es nuestra fe (confianza)
en Dios, que solo quiere nuestro bien, lo que nos hace reflejo de su imagen, en
nuestras relaciones interpersonales; cuando damos lo mejor de nosotros, aunque
parezca poco, Él lo multiplica y cuida de nosotros. El amor y la
generosidad auténticos son más importantes que la cantidad o las
apariencias; es el cómo lo damos y con qué corazón.
Dios siempre ve y
aprecia la entrega sincera y humilde. Cuando confiamos en Él, incluso en los
momentos más difíciles, Él cuida de nosotros y recompensa nuestra fe y
generosidad. Al poner en práctica las enseñanzas de la Palabra, estaremos siendo
testigos de nuestra fe y promotores del Reinado de Dios, en la vida ordinaria. Ánimo.
¿Qué situaciones en mi vida me desafían a confiar más en Dios?... ¿En
qué forma comparto
mis recursos, tiempo y talentos?... ¿Cómo vivir con un espíritu de entrega y
servicio hacia los demás?
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