miércoles, 23 de octubre de 2024

XXX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

 XXX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 46-52) – octubre 27, 2024 
Jeremías 31, 7-9, Salmo 125, Hebreos 5, 1-6



La Palabra de hoy nos muestra cómo Jesús cumple su misión: sana y salva, a quién lo busca y tiene fe en él…

Evangelio según san Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.

Jesús se detuvo entonces y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Animo! Levántate, porque él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino. 

Reflexión:

¿Qué quiero para mi vida?

En la liturgia de hoy, podemos encontrar un mensaje de esperanza, liberación y llamado personal, el cuál es vigente en este tiempo. Basta con mirar nuestra “realidad”, y ver en ella, como todavía hay mucha, mucha, gente que sufre, llora y está en espera ser sanada, escuchada, consolada, re-dignificada, liberada (de opresiones).

Bartimeo es como los exiliados de Jeremías o como el pueblo que llora en el Salmo 125: una persona que sufre, que parece olvidada por los demás, pero que no pierde la esperanza. Bartimeo sigue gritando, incluso cuando otros lo mandan callar. Aquí hay un mensaje clave para cada uno de nosotros: Nunca tengas miedo de buscar a Dios con insistencia, incluso si sientes que otros no te entienden o te intentan detener. Jesús siempre escucha, siempre responde. Como él anhelaba recuperar la vista, todos tenemos deseos profundos en el corazón; se nos invita a contemplar nuestras propias cegueras interiores, miedos, inseguridades o preocupaciones de la vida diaria, para volver nuestra mirada a Jesús, y pedirle que nos sane.

Al igual que Bartimeo, que pasó de ser ciego a seguidor de Jesús, nosotros también podemos experimentar una transformación interior cuando nos acercamos a Dios con fe. Jesús entiende nuestros sufrimientos, no es un Dios distante, sino una persona cercana, siempre dispuesto a acompañarnos y guiarnos hacia una mayor plenitud.

En la vida diaria, el desafío es aprender a ver con claridad qué es lo que realmente necesitamos para ser felices, libres y tener una vida que valga la pena vivir. Conociendo y siguiendo a Jesús, aprenderemos criterios para discernir, distinguir y elegir, entre lo que realmente nos da vida y lo que nos impide avanzar.

Hoy, como Bartimeo que, tras recuperar la vista, sigue a Jesús en su camino, nosotros habremos de hacerlo también, con perseverancia y confianza en Él, podremos superar los obstáculos y encontrar una vida más plena, llena de significado y propósito.

¿Qué nos impiden ver la realidad con claridad?... ¿Qué necesitamos pedirle a Jesús para vivir con mayor libertad y alegría?... ¿Qué puedo hacer para no ser obstáculo, sino facilitador del encuentro con Jesús?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí. 
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

XXX Domingo de Tiempo Ordinario – (Profundizar)

 XXX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 46-52) – octubre 27, 2024 
Jeremías 31, 7-9, Salmo 125, Hebreos 5, 1-6


Evangelio según san Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó en compañía de sus discípulos y de mucha gente, un ciego, llamado Bartimeo, se hallaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que el que pasaba era Jesús Nazareno, comenzó a gritar: “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” Muchos lo reprendían para que se callara, pero él seguía gritando todavía más fuerte: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.

Jesús se detuvo entonces y dijo: “Llámenlo”. Y llamaron al ciego, diciéndole: “¡Animo! Levántate, porque él te llama”. El ciego tiró su manto; de un salto se puso en pie y se acercó a Jesús. Entonces le dijo Jesús: “¿Qué quieres que haga por ti?” El ciego le contestó: “Maestro, que pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete; tu fe te ha salvado”. Al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino. 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Necesidad de misericordia. Misericordia viene del latín misere (necesidad) y cordis (corazón), es decir, que el corazón sienta la necesidad de quién sufre. Eso es por lo que clama Bartimeo cuando sabe que Jesús está cerca, quiere sentir que Jesús sintoniza desde el corazón con su dolor. Luego pedirá lo otro, lo secundario: ver.

Qué importante es reconocer que necesitamos compasión y misericordia, sentir que el corazón de los otros siente mi necesidad y se moviliza para ayudarme. Pero tenemos miedo a sentir esa necesidad, pues nos han enseñado la mentira que el valor consiste en ser fuertes y autosuficientes, nunca necesitados. Cuando creemos esa mentira, sufrimos más y no sanamos.

Cerremos los ojos, ¿Qué dolor, sufrimiento, necesidad hay en tu corazón? ¿en qué necesitas sentirte comprendida, respaldada, cuidado, apoyado? ¿En qué te sientes solo, sola? Con Bartimeo pide a Jesús: ¡Ten compasión de mí! Cuando Jesús se detiene, se acerca, siente contigo y te pregunta -¿Qué quieres que haga por ti? ¿Qué le respondes?

#FelizDomingo

“Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más (...)” 

Un buen amigo me envío hace unos días esta historia: Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo. De repente, un derrumbe los dejó aislados, sellando la salida. En silencio, cada uno miró a los demás en medio de la penumbra pobremente iluminada por sus lámparas de gas. De un vistazo calcularon su situación. Con su experiencia, se dieron cuenta de que el gran problema sería el oxígeno. Si hacían todo bien, les quedaban unas tres horas de aire. ¿Podrían encontrarlos antes de que fuera tarde? Decidieron ahorrar todo el oxígeno posible. Apagaron las lámparas y se tendieron en silencio en el suelo. Enmudecidos por la situación e inmóviles en la oscuridad, era difícil calcular el paso del tiempo. Sólo uno de ellos llevaba un reloj que podía iluminarse para ver la hora. Hacia él iban todas las preguntas. ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Cuánto falta? La desesperación ante cada respuesta agravaba la tensión. El capataz se dio cuenta de que la ansiedad, los haría respirar más rápidamente y esto los podría matar. Entonces ordenó al que tenía el reloj, que solamente él controlara el paso del tiempo. Él avisaría a todos cada media hora.

Ante el aviso: “Ha pasado media hora", hubo un murmullo y una angustia que se palpaba en el aire. El hombre del reloj se dio cuenta de que cada vez iba a ser más terrible comunicarles que el minuto final se acercaba. Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morirse sufriendo. Así que la próxima vez que les informó la media hora, en realidad habían pasado 45 minutos... Nadie desconfió. Apoyado en el éxito del engaño, la tercera información, la dio una hora después... Todos pensaron en lo largo que se hacía el tiempo en esa situación. La cuadrilla apuraba la tarea de rescate. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a los seis mineros muertos. Encontraron vivos a cinco de ellos. Solamente uno había muerto de asfixia... El que tenía el reloj.

Cuando creemos y confiamos en que se puede seguir adelante, nuestras posibilidades de avanzar se multiplican. No es que la actitud positiva por sí misma sea capaz de conjurar la fatalidad o de evitar las tragedias, pero, ciertamente, las posibilidades de encontrar una salida dentro de lo humanamente posible crecen considerablemente. El deseo de vivir de este grupo de mineros, acompañado por la confianza en el oxígeno que les daba el tiempo dilatado por el ingenio de un compañero, hizo posible lo que parecía improbable.

Cuando Jesús salía de Jericó, “seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oír que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar: –¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más todavía: – ¡Hijo de David, ten compasión de mí!” Jesús se detuvo y lo mandó llamar. “El ciego arrojó su capa y de un salto se acercó a Jesús, que le preguntó: – ¿Qué quieres que haga por ti?” Bartimeo, efectivamente, estaba lleno de deseos de ser curado por el profeta de Galilea; y estos deseos lo llevaron a perseverar en sus gritos y a responder con prontitud a la invitación de Jesús. Por eso, mereció escuchar esas bellas palabras que Jesús solía decir a la gente herida que encontraba a su paso: “Puedes irte; por tu fe has sido sanado”. De estar ciego y sentado “junto al camino”, pasó a recobrar la vista y a seguir “a Jesús por el camino”. Que nuestra fe sea como la de Bartimeo, o como el minero ingenioso del reloj.

SENTADOS JUNTO AL CAMINO 

En sus comienzos, al cristianismo se le conocía como «el Camino» (Hechos de los Apóstoles 18,25-26). Más que entrar en una nueva religión, «hacerse cristiano» era encontrar el camino acertado de la vida, caminando tras las huellas de Jesús. Ser cristiano significa para ellos «seguir» a Cristo. Esto es lo fundamental, lo decisivo.

Hoy las cosas han cambiado. El cristianismo ha conocido durante estos veinte siglos un desarrollo doctrinal muy importante y ha generado una liturgia y un culto muy elaborados. Hace ya mucho tiempo que el cristianismo es considerado como una religión.

Por eso no es extraño encontrarse con personas que se sienten cristianas sencillamente porque están bautizadas y cumplen sus deberes religiosos, aunque nunca se hayan planteado la vida como un seguimiento de Jesucristo. Este hecho, hoy bastante generalizado, hubiera sido inimaginable en los primeros tiempos del cristianismo.

Hemos olvidado que ser cristianos es «seguir» a Jesucristo: movernos, dar pasos, caminar, construir nuestra vida siguiendo sus huellas. Nuestro cristianismo se queda a veces en una fe teórica e inoperante o en una práctica religiosa rutinaria. No transforma nuestra vida en seguimiento a Jesús.

Después de veinte siglos, la mayor contradicción de los cristianos es pretender serlo sin seguir a Jesús. Se acepta la religión cristiana (como se podría aceptar otra), pues da seguridad y tranquilidad ante «lo desconocido», pero no se entra en la dinámica del seguimiento fiel a Cristo.

Estamos ciegos y no vemos dónde está lo esencial de la fe cristiana. El episodio de la curación del ciego de Jericó es una invitación a salir de nuestra ceguera. Al comienzo del relato, Bartimeo «está sentado al borde del camino». Es un hombre ciego y desorientado, fuera del camino, sin capacidad de seguir a Jesús. Curado de su ceguera por Jesús, el ciego no solo recobra la luz, sino que se convierte en un verdadero «seguidor» de su Maestro, pues, desde aquel día, «le seguía por el camino». Es la curación que necesitamos. 

 

MIENTRAS NO VEAMOS CLARO, SERÁN INEVITABLES LOS TROPIEZOS 

CONTEXTO

Seguimos en la misma dinámica. Sale Jesús de Jericó, camino de Jerusalén. Hoy no hay enseñanza añadida, el mismo relato entraña la lección. Es la última jornada hacia Jerusalén (Jericó está a unos 30 kms. y era la última parada y fonda). Estamos en la última escena, antes de entrar en Jerusalén. Después, el evangelio de Marcos da un profundo quiebro. Lo que acontece en Jerusalén está más cerca de la pasión que de lo narrado hasta ahora de su vida pública.

Los detalles del relato de hoy tienen poco que ver con los que Marcos ha utilizado hasta ahora. Jesús le llama. Le pregunta qué es lo que quiere. Admite el título de Hijo de David. No lo aparta de la gente. La curación no va acompañada de ningún gesto. No le manda guardar silencio sobre lo sucedido...

Una vez que Marcos ha dejado claro que el camino hacia el Reino es la renuncia y la entrega hasta la muerte, ya no hay lugar para los malentendidos. No tiene sentido mandar callar ni rechazar el título de Mesías. Como vamos a ver, todo son símbolos.

EXPLICACIÓN

Al borde del camino. Bartimeo es el símbolo de la marginación, está fuera del camino, tirado en la cuneta, sin poder moverse, viendo cómo los demás pasan, dependiendo de ellos. El ciego tenía ya asignado su papel, (la exclusión), pero no se resigna. Sigue intentando superar su situación a pesar de la oposición de la gente.

"Hijo de David" era un título mesiánico equivocado; suponía un Mesías rey poderoso, que se impondría con la fuerza. A Marcos ya no le importa, no le manda callar. En el relato siguiente (la entrada de Jesús en Jerusalén) vuelve a poner "Hijo de David" en boca de la multitud.

Le regañaban para que se callara. Los que acompañan a Jesús no quieren saber nada de los problemas del ciego. En la situación en que te encuentras no tienes derecho a protestar ni a gritar. Aguanta y cállate. Era el sentir del pueblo judío, tan religioso él.

"La gente" significa, para nosotros hoy, la inmensa mayoría de los cristianos que siguen a Jesús, pero no descubren la necesidad de ver más allá de sus narices y emprender un nuevo camino. Una vez más aparece la sutil ironía de Marcos: los que seguían a Jesús eran un obstáculo para que el ciego se acercara a él.

Llamadlo. Se advierte claramente la carga simbólica del relato. En menos de una línea se repite por tres veces el verbo llamar. La llamada antecede siempre al seguimiento.

Soltó el manto, dio un salto y se acerco a Jesús. Jesús valora la situación de muy distinta manera que sus acompañantes. Al menor síntoma de acogida, el ciego tira el manto y da un salto. Un ciego debía andar a tientas y con cuidado. Ahora confía, aunque no ve. El manto representa lo que había sido hasta el momento. Lo que era su refugio, se convierte en un estorbo. Todas sus esperanzas están ahora en Jesús. Este es el verdadero milagro, que el mismo ciego realiza.

¿Qué quieres que haga por ti? Desde el punto de vista narrativo, la pregunta no tiene ningún sentido. ¡Qué va a querer un ciego! La pregunta que le hace Jesús, es la misma que, el domingo pasado, hacía a Santiago y Juan. La pregunta es idéntica, pero la respuesta es completamente distinta. Los dos hermanos quieren "sentarse" en la gloria con Jesús. El ciego quiere ver para "caminar" con él. La diferencia no puede ser más abismal.

¡Que pueda ver! Jesús provoca, con su pregunta un poco absurda, este grito. En toda la Biblia, el "ver" tiene casi siempre connotaciones cognitivas. Ver significa la plena comprensión de aquello que es importante para la vida espiritual. Este grito es el centro del relato, siempre que descubramos que no se trata de una visión física. Se trata de ver el camino que conduce a Jerusalén para poder seguirlo. El camino de la renuncia que conduce hacia el Reino. De ahí la respuesta de Jesús: ¡Anda! El objetivo final no es la visión, sino la adhesión a Jesús y el seguimiento. Una lección para los discípulos que no terminan de ver. Siguen a Jesús por el camino material, pero no por el de la renuncia hacia la cruz.

Tu fe te ha curado. Una vez más, la fe-confianza es la que libera. Solo él ve a Jesús. Solo él le sigue por el camino... el camino que lleva a la entrega total en la cruz. Marcos deja bien claro que una respuesta auténtica a la llamada de Jesús, será siempre cosa de minorías. La multitud que seguía a Jesús sigue ciega. Todos estos domingos venimos viendo la falta total de comprensión de los discípulos. No habían ni siquiera atisbado la propuesta de Jesús. Solo después de la experiencia pascual ven a Jesús y le siguen.

Y lo seguía por el camino. El ciego, una vez que descubrió a Jesús le sigue en el camino. Antes estaba al borde, es decir fuera del camino. El relato de una ceguera material es el soporte de un mensaje teológico: Jesús es capaz de iluminar el corazón de los hombres que están ciegos y a oscuras. Los discípulos demuestran una y otra vez, su ceguera. Un hombre tirado en el camino, ve. Antes de ver, espera el falso "Mesías davídico". Después sigue al auténtico Jesús, que va hacia la entrega total en la cruz, y le sigue.

Ya en la primera lectura de Jeremías encontramos un anuncio de este mensaje: Dios salva un resto de su pueblo. No salva a los poderosos, ni a los sabios, ni a los perfectos, (no sienten ninguna necesidad de ser salvados) sino a los ciegos y cojos, preñadas y paridas. Es decir a los pobres.

No es el ciego el que está hundido en la miseria. La verdadera miseria humana está en los que, aun siguiendo a Jesús, mandan al ciego que se calle. Lo estamos repitiendo todos los días. ¡Que se callen todos los miserables que molestan! ¡Que eliminen los mendigos de las calles! No nos dejan vivir en paz. No oír, no ver la miseria que hay a nuestro alrededor, mirar hacia otro lado, es la única manera de vivir tranquilos...

APLICACIÓN

La evolución ha sido posible gracias a que la vida ha sido despiadada con el débil. El evangelio establece un cambio sustancial en la marcha de la evolución. Jesús trastoca esa escala de valores, que aún prevalecía entre los hombres de su tiempo. Se daba por supuesto que Dios estaba en esa dinámica, y que todo lo defectuoso era rechazado por Él.

Esto es lo que no podía soportar Nietzsche, porque creía que el evangelio exaltaba la mezquindad. Nunca fue capaz de descubrir el valor de un ser humano a pesar de sus radicales limitaciones. La esencia de lo humano no está en la perfección ni física ni síquica ni mental ni moral sino en la misma persona, independientemente de sus circunstancias.

La actitud de Jesús fue un escándalo para los judíos de su tiempo y sigue siendo escandalosa para nosotros hoy. Creemos ingenuamente que hemos superado esa dinámica. Tal vez hemos avanzado con relación a las limitaciones físicas, pero ¿qué pasa con los fallos morales?

Jesús no solo se acercó a los ciegos, cojos y tullidos; también se acercó a los pecadores públicos, a las prostitutas, a las adúlteras. Lucas, inmediatamente después de este relato, inserta el de Zaqueo (publicano-pecador) que expresa lo mismo que este del ciego, pero con relación a los excluidos por impuros.

Nosotros aún seguimos hoy creyendo que los pecadores que nosotros rechazamos, son también rechazados por Dios. Ellos nos preceden en el Reino de los Cielos, porque seguimos estando ciegos a la manifestación de Dios en Jesús.

La escala de valores que nos propone el evangelio, no solo es distinta, sino radicalmente opuesta a la que los humanos manejamos todavía hoy. Entendemos al revés el evangelio cuando pensamos: 'Qué grande es Jesús, que de una persona despreciable, ha hecho una persona respetable'.

Desde nuestra perspectiva, primero hay que cambiarla, después hablaremos. El evangelio dice lo contrario, esa persona ciega, coja, manca, sorda, pobre, andrajosa, marginada, pecadora; esa que consideramos un desecho humano, es preciosa para Dios. ¡Nos queda aún mucho por andar!

Meditación-contemplación

¿Qué quieres que haga por ti? –Maestro, que pueda ver. 
Grita desde lo hondo de tu ser una y otra vez: 
¡Que pueda ver! ¡Que pueda ver!... 
Y pronto te responderán: 
¡Pero si puedes ver! Solo tienes que abrir los ojos.

 


jueves, 17 de octubre de 2024

XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

 XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 35-45) – octubre 20, 2024 
Isaías 53, 10-11, Salmo 32, Hebreos 4, 14-16




La Palabra de hoy nos muestra como Jesús nos enseña la manera en que podemos enfrentar la debilidad humana del deseo de honor y poder

Evangelio según san Marcos 10, 35-45

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte". Él les dijo: "¿Qué es lo que desean?". Le respondieron: "Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les replico: "No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?". Le respondieron: "Si podemos". Y Jesús les dijo: "Ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado".

Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: "Ya ven que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino servir y a dar su vida por la redención de todos".

Reflexión:

¿Qué busco: servir o ser servido?

En el evangelio se muestran a dos hermanos, discípulos de Jesús, que buscan y piden estar en posición de privilegio; así todos y cada uno de nosotros podemos ser seducidos y caer en la tentación de la búsqueda de ser y estar por encima de los demás.

Como Santiago y Juan, con mucha frecuencia, podríamos estar pidiendo a Dios, algo que va en contra de las mismas enseñanzas de Jesús. Pedimos equivocadamente, porque no hemos entendido el sentido de lo que Jesús nos propone para ser felices y colaborar para que los demás, también lo sean.

Sus mismos compañeros, discípulos de Jesús, se sorprenden y molestan ante tal petición… como hoy podrían inquietarse muchas personas con lo que andamos buscando, en mayor o menor grado: honor y poder. Hay que recordar que lo “malo” de ostentar honor y poder, es que nos encerramos en nosotros mismos, en nuestro egoísmo y terminamos, normalmente, pasando sobre las demás personas, “usándolas, oprimiéndolas, como si fuéramos dueños de ellas, …como su fueran cosas”

Recordemos que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gen 1, 26-27), pongamos más atención a lo que nos dice Jesús en el evangelio: “no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos” … o sea, ser primero en el Reino de Dios, es ser, el que sirve / ayuda / echa una mano, a quien lo necesita, con respeto a la persona y de manera fraterna; esta es la manera de ser discípulo de Jesús, de ser reflejo de su imagen, de su entrega y amor por los demás.

La invitación hoy es, a escuchar y confiar en Jesús, él nos muestra el camino que nos lleva a la salvación, a la plenitud humana, a la felicidad en este mundo.

PD. Recordemos para este tercer domingo de mes, la intención por la Paz en nuestro país es: Oremos por nuestra Patria, acogiendo el nuevo liderazgo presidencial.

¿Busco y deseo honor y poder?... ¿Qué se esconde detrás de esa búsqueda?... ¿Cómo poner mis dones y talentos, al servicio de los demás?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí. 
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Profundizar)

 XXIX Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 35-45) – octubre 20, 2024 
Isaías 53, 10-11, Salmo 32, Hebreos 4, 14-16


Evangelio según san Marcos 10, 35-45

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dijeron: "Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte". Él les dijo: "¿Qué es lo que desean?". Le respondieron: "Concede que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria". Jesús les replico: "No saben lo que piden. ¿Podrán pasar la prueba que yo voy a pasar y recibir el bautismo con que seré bautizado?". Le respondieron: "Si podemos". Y Jesús les dijo: "Ciertamente pasarán la prueba que yo voy a pasar y recibirán el bautismo con que yo seré bautizado; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; eso es para quienes está reservado".

Cuando los otros diez apóstoles oyeron esto, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús reunió entonces a los Doce y les dijo: "Ya ven que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre ustedes. Al contrario: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos, así como el Hijo del hombre, que no ha venido a que lo sirvan, sino servir y a dar su vida por la redención de todos".

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

"Los ojos del Señor están puestos en sus fieles" afirma hoy el salmista; y están puestos no para juzgarnos, perseguirnos o castigarnos, sino para liberarnos y reanimarnos. Dios sincero y leal, ama la justicia y el derecho, "su misericordia llena la tierra", vivimos en la misericordia de Dios. Pero, el Evangelio nos retrata una dinámica a la que somos propensos: buscar ser especiales; tendemos a la desconfianza y la inseguridad que nos lleva a la ambición del reconocimiento, de buscar estar por encima de los demás. Con contundencia nos recuerda hoy Jesús, que quienes le seguimos no estamos llamados a ser "grandes" (por encima), sino servidores, esclavos de todos; no como quien depende y se humilla, sino como quien quiere en todo y a todos servir. Quien vive así, es LIBRE, y por ello vive feliz. Recordemos hoy esos momentos en que hemos servido a alguien con gratuidad, ¿Cómo se sentía tu corazón? esa es la felicidad que perdura y llena, porque reflejamos y vivimos en el amor de Dios. #FelizDomingo

“¿Qué quieren que haga por ustedes?” 

Quién no ha recomendado alguna vez a alguien para obtener un trabajo, para conseguir un cupo en un colegio o para ganarse una beca en una universidad. Quién no ha buscado algún apoyo en personas que tienen cierto influjo social o económico, para alcanzar una determinada meta en su camino. Quién no ha aceptado una sugerencia de alguien que intercede por un ser querido o una persona conocida en un determinado proceso de selección. En el lenguaje cotidiano llamamos palanca a las ayudas que, más o menos legítimamente, se pueden buscar en determinadas situaciones humanas. Normalmente son aceptadas estas prácticas, con la condición de que no busquen, directa o indirectamente, el beneficio de los patrocinadores. Creo que es condenable, incluso penalmente, cuando se exigen contraprestaciones para los padrinos de una determinada persona, sean ellos políticos o personas que ejercen algún tipo de poder.

Es menos común la práctica de autorecomendarse para determinados cargos políticos, militares o eclesiásticos. Tal vez en los casos de elección popular, cuando los candidatos a un determinado cargo no escatiman esfuerzos por convencer a los electores de su idoneidad para desempeñar ciertas responsabilidades, esta proclamación de las propias virtudes es legítima y permitida. Pero en otros ámbitos sociales esta forma de proceder no sólo sería criticable, sino que generaría una reacción contraria. Pensemos en un empleado medio de una gran empresa que se acerca al presidente de la Compañía para ofrecerse como Gerente General de una sucursal en una ciudad importante... Lo más seguro es que, en lugar de conseguir el ascenso, termine liquidado antes de lo previsto.

En general, no son bien vistas las prácticas de autopromoción para alcanzar cargos de poder o de influjo. No se imagina uno a un párroco haciendo lobby para conseguir una mitra, o a un obispo buscando, a través de palancas y recomendaciones, un capelo cardenalicio. No parece común que un coronel esté intrigando para conseguir un ascenso a General, o que un Comandante de Brigada esté maquinando para que lo trasladen a una ciudad más importante. Claro que, como solemos decir a propósito de las brujas, estas formas de proceder no deberían darse, pero que las hay, las hay...

“Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: (...) –Concédenos que en tu reino glorioso nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Desde luego, esta petición produjo malestar entre los demás discípulos; por eso, Jesús les recordó: “–Como ustedes saben, entre los paganos hay jefes que se creen con derecho a gobernar con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así”. Alguien, con mucha ironía, afirmaba que este texto explicaba la razón por la que Santiago es el patrono de España... Entre las muchas cosas que heredamos de la Madre Patria, también está esta forma de proceder tan característica, aunque no exclusiva, de nuestra sangre hispana. Dios, con nuestra ayuda, no permita que nuestra Iglesia, nuestras comunidades, nuestras empresas y nuestras sociedades se dejen invadir por esta plaga que busca el poder para oprimir y no para servir, como lo pretendía el Señor entre sus discípulos más cercanos.

CONTRA LA JERARQUÍA DE PODER 

Santiago y Juan se acercan a Jesús con una petición extraña: ocupar los puestos de honor junto a él. «No saben lo que piden». Así les dice Jesús. No han entendido nada de su proyecto al servicio del reino de Dios y su justicia. No piensan en «seguirle», sino en «sentarse» en los primeros puestos.

Al ver su postura, los otros diez «se indignan». También ellos alimentan sueños ambiciosos. Todos buscan obtener algún poder, honor o prestigio. La escena es escandalosa. ¿Cómo se puede acoger a un Dios Padre y trabajar por un mundo más fraterno con un grupo de discípulos animados por este espíritu?
El pensamiento de Jesús es claro. «No ha de ser así». Hay que ir exactamente en dirección opuesta. Hay que arrancar de su movimiento de seguidores esa «enfermedad» del poder que todos conocen en el imperio de Tiberio y el gobierno de Antipas. Un poder que no hace sino «tiranizar» y «oprimir».

Entre los suyos no ha de existir esa jerarquía de poder. Nadie está por encima de los demás. No hay amos ni dueños. La parroquia no es del párroco. La Iglesia no es de los obispos y cardenales. El pueblo no es de los teólogos. El que quiera ser grande que se ponga a servir a todos.

El verdadero modelo es Jesús. No gobierna, no impone, no domina ni controla. No ambiciona ningún poder. No se arroga títulos honoríficos. No busca su propio interés. Lo suyo es «servir» y «dar la vida». Por eso es el primero y más grande.

Necesitamos en la Iglesia cristianos dispuestos a gastar su vida por el proyecto de Jesús, no por otros intereses. Creyentes sin ambiciones personales, que trabajen de manera callada por un mundo más humano y una Iglesia más evangélica. Seguidores de Jesús que «se impongan» por la calidad de su vida de servicio.

Padres que se desviven por sus hijos, educadores entregados día a día a su difícil tarea, hombres y mujeres que han hecho de su vida un servicio a los necesitados. Son lo mejor que tenemos en la Iglesia. Los más «grandes» a los ojos de Jesús.

SEGUIMOS EMPEÑADOS EN BUSCAR LA PLENITUD DONDE NO ESTÁ

Sigue el camino hacia Jerusalén. Al anunciar Marcos tres veces la pasión, está mostrando la rotundidad del mensaje. Al proponer después de cada anuncio la radical oposición de los discípulos, resalta la dificultad de entenderle. A continuación del primer anuncio Pedro dice a Jesús que, de pasión y muerte, ni hablar. Después del segundo, lo discípulos siguen discutiendo quién era el más importante. Hoy al tercer anuncio de la pasión los dos hermanos pretenden sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda ‘en su gloria’.
Uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Le llaman maestro, pero le dicen lo que tiene que hacer. Los dos hermanos están pidiendo los primeros puestos en el reino terreno que Jesús va a instaurar. Pero, aunque estuvieran pensando en el reino escatológico, estarían manifestando el mismo afán de superioridad. Ya decíamos el domingo pasado que la actitud egoísta es la misma, se pretendan seguridades para el más acá o para el más allá.

No sabéis lo que pedís. Se refleja una diferencia abismal de criterios. Jesús y los discípulos están en distinta longitud de onda. Con esta frase, Marcos está proponiendo una sutil proyección sobre el momento mismo de la muerte de Jesús. Si tenemos en cuenta que, para Jesús, el lugar de la gloria es la cruz, le estarían pidiendo que vayan con él a la muerte. Curiosamente, todos los evangelios nos dicen que, efectivamente, había en aquel momento uno a su derecha y otra a su izquierda, pero eran malhechores comunes.
Los otros diez se indignaron. Señal inequívoca de que todos estaban deseando los mismos puestos. El resto de los discípulos tenían las mismas ambiciones que los dos hermanos, pero eran cobardes y no tenían la valentía de manifestarlo. Normalmente en la protesta por lo que hace otro podemos manifestar el deseo de hacer lo mismo. La inmensa mayoría de los cristianos seguimos intentando utilizar a Dios en nuestro provecho.

Los jefes de los pueblos los tiranizan... Es impresionante el resumen que hace de la manera de utilizar el poder en el mundo. Jesús no critica ni la democracia ni la monarquía; critica a las personas que ejercen el poder oprimiendo. Da por supuesto que, en el ámbito civil, lo normal, es ejercer el poder tiranizando. ¡Qué distinto lo que propone Jesús! "Nada de eso" sino lo contrario: Servir. Una lección difícil de aprender.
El Hijo de hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir. Ahora no son los jefes de los sacerdotes los que le quitan la vida, sino que es él el que la entrega libremente. Este cambio de perspectiva en muy importante para el sentido general. Al decir que da su vida, el texto griego no dice “zoe” ni “bios” sino “psyche”, que no significa exactamente vida, sino lo humano, lo psicológico, la persona. Dar su vida no significaría morir, sino poner su humanidad al servicio de los demás mientras vive.

Hoy muy probablemente en la homilía se criticará a la Iglesia porque no sigue el evangelio huyendo de todo poder y sirviendo a todos. Los entes de razón no son sujetos de reacciones humanas. Somos las personas con nombre y apellidos las que seguimos actuando sin tener en cuenta el evangelio. En muy pocos siglos los cristianos volvieron a considerar correcto y deseable lo que Jesús había criticado tan duramente.
El evangelio nos dice, por activa y por pasiva, que el cristiano es un ser para los demás. Si no entendemos esto, no hemos comprendido el a b c del mensaje de Jesús. Este mensaje es también la x, porque es la incógnita más difícil de despejar, la realidad más camuflada bajo la ideología justificadora que siempre segrega toda religión institucionalizada. Somos cristianos en la medida que nos damos a los demás. Dejamos de serlo en la medida que nos aprovechamos de ellos, de cualquier forma, para estar por encima de ellos.

Este principio básico del cristianismo no ha venido de ningún mundo galáctico. Ha llegado hasta nosotros gracias a un ser humano en todo semejante a nosotros. Lo descubrió en lo más hondo de su ser. Al comprender lo que Dios era en él, al percibirlo como don total, Jesús hizo el más profundo descubrimiento de su vida. Entendió que la grandeza del ser humano consiste en esa posibilidad que tiene de darse como Dios se da.

En ese don total, encuentra el hombre su plena realización. Cuando descubre que la base de su ser es el mismo Dios, descubre la necesidad de superar el apego al falso yo. El ego es siempre falso porque es una creación mental, por eso necesita estar siempre afianzándose. Liberado del “ego”, se encuentra con la verdadera realidad que es. En ese momento, su ser se expande y se identifica con el Ser Absoluto. El ser humano se hace uno con Él. No va más. Ni Dios puede añadir nada a ese ser. Es ya una misma cosa en él.
Mientras no haga este descubrimiento, estaré en la dinámica del joven rico, de los dos hermanos y de los demás apóstoles: buscaré más riquezas, el puesto mejor y el dominio de los demás. Si acepto darme a todos por programa­ción (será a regañadientes y esperando una recompensa, aunque sea espiritual) estoy buscando potenciar mi “ego”. Tampoco se trata de sufrir, de humillarse ante Dios o ante los demás, esperando que me lo paguen con creces. La máxima gloria será vivir y desvivirse en beneficio de los demás.
Los evangelios están escritos desde una visión mítica. En el relato no se cuestiona que Jesús se sentará en su trono ni que habrá alguien a su derecha y a su izquierda. La expresión tan repetida en los evangelios: “reino de Dios” o “reino de los cielos, no debemos entenderla como una realidad que existe en alguna parte sino como una metáfora de lo que Dios es en todos. La mejor prueba es que, a renglón seguido, nos dice que la gloria consiste en el servicio, en el amor manifestado no en ningún gobierno.

El objetivo último de Jesús fue entregarse, deshacerse en beneficio de los demás. Su consumación en la identificación con Dios, fue idéntica realidad a su consumición en favor de los demás. No tiene sentido que lo hiciera esperando una recompensa de gloria. La superación del yo y la identificación con Dios es su máxima gloria. No puede haber más. No hay un Dios que glorifique ni un Jesús glorificado. Cuando Jesús dice. “Yo y el Padre somos uno”, está manifestando que ha llegado a la plenitud de ser.

Hoy descubrimos una contradicción más del evangelio, pero no literal (como la paz os dejo y no he venido a traer paz sino espada) sino formal. Jesús da por supuesto que se sentará en su gloria, pero a continuación nos dice que no ha venido a ser servido sino a servir. Indica con claridad que los primeros cristianos no asimilaron fácilmente el mensaje de Jesús. Incluso llegaron a entender su muerte como requisito para su total glorificación. No nos debe extrañar que, después de dos mil años, seguimos sin aceptar el mensaje y solo aspiramos a que nos paguen con creces los sacrificios que hemos hecho por los demás.

jueves, 10 de octubre de 2024

XXVIII Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Reflexión)

 XXVIII Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 17-30) – octubre 13, 2024 
Sabiduría 7, 7-11, Salmo 189, Hebreos 4, 12-13


La liturgia de hoy, aparentemente, muy breve, nos ofrece una gran riqueza, cuyo valor es inigualable para tener una vida que valga la pena vivir …

Evangelio según san Marcos 10, 17-30

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?" Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre".

Entonces él le contestó: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme". Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!" Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras; pero Jesús insistió: "Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios".

Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: "Es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para Dios todo es posible".

Entonces Pedro le dijo a Jesús: "Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte". Jesús le respondió: "Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna".

Reflexión:

¿Cómo vivir en libertad?

El joven del evangelio, podemos ser cada uno de nosotros, quienes, en la búsqueda del bien, podemos elegir equivocadamente. Me explico, a partir de hacer una contemplación ignaciana del evangelio (Mateo 10, 17-30), esto es, sumergirnos imaginativamente en la escena, para no solo leer y entender lo que dice el texto, sino  que, al entrar en el relato, como si estuviéramos presentes en ese momento, con Jesús y el joven rico, de tal manera que, a través de la experiencia sensible y personal, nos demos cuenta como Dios nos habla, de manera íntima y concreta.

Imaginemos entonces que, estamos junto a Jesús cuando el joven rico se le acerca: lo vemos con toda su energía y sinceridad, preguntándole genuinamente, sobre cómo alcanzar la vida eterna (la felicidad, la plenitud); mientras que Jesús lo mira con amor, con una mirada profunda que penetra el corazón, reconociendo su esfuerzo por vivir según los mandamientos, pero también notando algo que falta: un corazón completamente libre, para no poner su seguridad en lo que posee. Al escuchar a Jesús, decirle al joven lo que le falta, ¿cómo me siento?... frustrado, desanimado, triste, al tener que “dejar todo aquello” que me da seguridad, para poder alcanzar lo que busca.

De igual manera, puedo darme cuenta lo que me hace sentir el escuchar la propuesta de Jesús, de que, para ser feliz, hay que seguirlo, pero libremente, sin ataduras o condicionamientos. Jesús nos llama a ser libres, no para deshacernos de lo que tenemos, sino para vivir con el corazón desapegado, confiando en que Dios nos da lo que necesitamos, a través de su Palabra, que es la sabiduría que nos hace ser felices.

Como decimos, ahora la pelota está en nuestra cancha, cada uno tenemos que elegir para ser felices: sigo y confío en Jesús, con sus valores y sabiduría, o me instalo y confío “en lo que tengo”.

Hay que al aprender a discernir, a revisar nuestros hábitos, relaciones y decisiones cotidianas para ver si están alineados con lo que nos lleva a una mayor libertad, con un amor más generoso.

¿Qué cosas en mi vida me atan o me impiden vivir con mayor libertad espiritual?... ¿Qué es lo que tiene más valor para mi?... ¿Cómo tener sabiduría, para elegir la justicia y la verdad?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí. 
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C

  II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C ( Juan 2, 1-11 ) – enero 19, 2025  Isaías 62, 1-5; Salmo 95; 1 Corintios 2, 12, 4-11 En este s...