Seguimos
en tiempo de Pascua y hoy celebramos La Ascensión del Señor: eterna compañía
del Resucitado.
Evangelio
según san Marcos 16, 15-20
En
aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo
y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará;
el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que
acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán
lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal,
no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.
El
Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha
de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor
actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían.
Reflexión:
¿Cuál es mi meta final?
Hoy recordamos que Jesús Resucitado, después de haber
vivido su vida terrenal (como cualquiera de nosotros, menos el pecado), en
la que comprendió cuál era su misión y la llevó la cabo, predicando sobre el Reino
de su Padre (estado de amor, que se manifiesta en la fraternidad y bien
común); el Hijo, vuelve al lugar que le corresponde, de donde procede, al
Padre. a la fuente de la vida,
La celebración de la Ascensión, no es una la de una partida, sino
la unidad y presencia permanente del amor. Para nosotros, es una nuevo llamado
a lo que aspiramos: reconocer al Padre y vivir para permanecer con Él, es
memoria el circulo virtuoso de la vida: nacer, crecer y dar fruto, para tener
al final, una vida eterna y plena con el Padre; en palabras de San Ignacio de
Loyola, en el Principio y Fundamento (EE 23), escribe que “el hombre (y mujer)
es criado para alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor, y mediante eso
salvar su alma…”. Salvar el alma, es alcanzar la meta de la vida, es volver
al Padre.
Lo anterior, es el deseo de Dios para cada un de nosotros; para lograrlo,
cada uno de tenemos que laborar / trabajar, colaborar para que se haga realidad
…de ahí la pregunta que nos interpela y pone en acción: ¿qué hacen allí
parados, mirando al cielo? (cfr. Hch 1, 1-11)
Solos no podemos, necesitamos del Espíritu Santo para que nos
“conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo” (Efesios 4, 1-13) y así sepamos elegir, con nuestra libertad, aquello que podamos
vivir una vida plena (feliz), en esta vida terrena y en la eterna.
Con la ayuda del Espíritu tendremos
el valor de “ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda persona”
(cfr, Mc 16, 15-20) … nuestras palabras
y acciones, sean testimonio creíble y reflejo de la presencia del Señor del
Amor, en nosotros y conviden a las personas a despertar el deseo de conocer el
modo de vivir que Jesús nos ha mostrado, con la buena noticia que nos ha
dado.
¿Cómo ser colaborador de Buena Nueva de Jesús?... ¿Mis palabras y
acciones, dan testimonio de la presencia Jesús, en mi vida?... ¿Cómo lograr
llegar al Padre?
Para profundizar, leer
aquí.
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