sábado, 25 de mayo de 2024

La Santísima Trinidad – Ciclo B (Reflexión)

 La Santísima Trinidad – Ciclo B (Mateo 28,16-20) – mayo 26, 2024 
Deuteronomio 4,32-34.39-40; Salmo 32; Romanos 8, 14-17



Hoy, en la solemnidad de La Santísima Trinidad, estamos invitados a profundizar en el misterio de amor…

Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:

—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo:

—Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Reflexión:

¿Dónde encuentro a la Santísima Trinidad?

Para contemplar el misterio de la Santísima Trinidad, hay que centrarse en la experiencia personal y directa con Dios, que nos invita a entrar en una relación íntima y dinámica con cada una de las Personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Contemplar la Trinidad, comienza con la consideración de Dios Padre, el creador amoroso que nos llama a la existencia. San Ignacio de Loyol nos enseña a reconocer la grandeza y la bondad de Dios Padre en la creación, invitándonos a una respuesta de alabanza y gratitud. En esta contemplación, nos damos cuenta de que todo lo que somos y tenemos es un don del Padre, quien nos sostiene continuamente con su amor providente.

El Hijo, Jesucristo, es el rostro visible del amor de Dios. En la espiritualidad ignaciana, se nos anima a meditar profundamente sobre la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús, identificándonos con Él y siguiendo sus pasos. La Encarnación es un acto supremo de amor y cercanía de Dios con la humanidad. Al contemplar a Jesús, comprendemos el llamado a vivir con humildad, servicio y entrega, transformando nuestro corazón y acciones según su ejemplo.

El Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, es quien nos guía y santifica. En los Ejercicios Espirituales, Ignacio nos invita a discernir la acción del Espíritu en nuestras vidas, buscando su consuelo, iluminación y dirección. El Espíritu Santo nos capacita para vivir como auténticos hijos de Dios, fortaleciendo nuestra fe y ayudándonos a realizar la voluntad del Padre en nuestra vida cotidiana.

La Trinidad, desde la perspectiva ignaciana, no es solo un misterio teológico abstracto, sino una realidad vivida y experimentada. Es una invitación a entrar en la danza divina de amor y comunión. A través de la oración, la contemplación y la acción, nos abrimos a una relación personal y transformadora con cada una de las Personas divinas, permitiendo que su amor nos impulse a amar y servir en nuestro mundo.

En resumen, para tener una profunda vivencia del misterio trinitario, reconocemos al Padre como creador y proveedor, al Hijo como redentor y modelo de vida, y al Espíritu Santo como guía y santificador. Esta relación íntima con la Trinidad nos transforma, llamándonos a ser reflejos vivos de su amor en el mundo, viviendo con gratitud, compromiso y alegría. Que nuestra vida sea una respuesta a este amor trinitario, encontrando a Dios en todas las cosas y sirviendo con un corazón generoso y dispuesto.

PD. Enciende una luz por la Paz. Iluminemos México este 31 de mayo a las 7 p.m., para pedir por unas elecciones libres y pacíficas. #UnaLuzXLaPaz #DiálogoNacionalPorLapaz  (https://bit.ly/UnaLuzporlaPazMX)

 

¿Cómo experimentar a Dios Padre en mi vida?... ¿Cómo conocer internamente al Hijo, a Jesús?... ¿Cómo dejarme guiar e impulsar el Espíritu Santo?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

La Santísima Trinidad – Ciclo B (Profundizar)

 La Santísima Trinidad – Ciclo B (Mateo 28,16-20) – mayo 26, 2024 
Deuteronomio 4,32-34.39-40; Salmo 32; Romanos 8, 14-17


Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:

—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo:

—Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

En esta solemnidad de la Santísima Trinidad, viene a mi mente la ilustración de ésta, que me transmitió la teóloga Barbara Andrade: De un lado el Padre, del otro el Hijo y el amor que hay entre ellos el Espíritu Santo, constituyendo el techo de la "casita trinitaria" que habitamos nosotros. Así no somos huérfanos que vivimos a la intemperie, sino hijos que vivimos acogidos, protegidos, amados, con casa en la comunidad de amor que es Dios. Esta certeza nos la recuerda San Pablo hoy: "No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que les haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos..." somos hombres y mujeres libres que moramos en el amor de Dios.

¿Qué mueve en nuestros corazones lo que la Palabra nos recuerda hoy? Si te descubres en situación de "indigencia" y andas buscándote rincones, cuevas o cualquier techo para guarecerte, no olvides que tienes Casa, que perteneces y habitas en la Casita Trinitaria del amor de Dios.

 #FelizDomingo

(...) bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” 

Andrés Sopeña: “Le temíamos a la clase de catecismo más que a una vara verde. Menos Fernandito y Tordecillas, raro era el que no salía con la cara caliente. Es que no podía ser de otra manera, porque, a ver: Dios es nuestro Padre, que está en el Cielo, ¿no? Y estaba bien; lo decías, y te librabas. Pero después don Simón te preguntaba: «¿Dónde está Dios nuestro Padre?» y tú: «Pues, en el Cielo». Y ¡plas! Tortazo. Que ya no estaba allí, hombre; que ahora era «En todo lugar, por esencia, presencia y potencia», fíjate. Y, de nuevo: «¿Por qué decís que está en los cielos?» y tú: «No, si ya no lo digo; es que me he equivocado» y ¡plas!, otra vez, que había vuelto: «Porque en ellos se manifiesta más particularmente su gloria», aclaraba Fernandito. Como en los dioses, que no me lo había estudiado, pero que lo saqué por matemáticas:

– P.: ¿El Padre es Dios? –le preguntaron a Fernandito, que seguro sabía del padre de quién hablaban...

– R.: Sí, padre; el Padres es Dios –para mí, primera noticia.

– P.: ¿El Hijo es Dios? –ésta era para Tordecillas.

– R.: Sí, padre; el Hijo es Dios.

– P.: ¿El Espíritu Santo es Dios?

– R.: Sí, padre; el Espíritu Santo es Dios –respondió el Ruiz, que ya le había cogido el truco a aquello.

– P.: ¿Son, por ventura, tres dioses?

– Tres, exactamente –respondí yo, que había llevado la cuenta. ¡Y me dio una torta!

Luego resultó que no eran dioses, que eran personas. Y a mí aquello me pareció un misterio. Que había que verlo, que una era un triángulo con un ojo y otra una paloma, no recuerdo si con olivillo o sin olivillo. De la otra, ni te cuento; que en mi enciclopedia unas veces tenía forma de corazón y otras de corderillo; según le pillara el cuerpo, seguramente. Pero, yo, callado. (...)”.

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:

—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo:

—Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán si perdonar.

Las preguntas y respuestas del Catecismo del padre Astete facilitaban el aprendizaje memorístico de los conceptos clave, aunque no siempre propiciaban una experiencia que permitiera entrar en contacto con lo que confesamos en nuestra fe. Hoy seguimos sin entender este misterio de la Santísima Trinidad, “tres personas distintas y un solo Dios verdadero”; pero nos preocupamos menos por la repetición de fórmulas y comunicamos la experiencia con la que sinterizó san Agustín ese misterio trinitario: “Aquí tenemos tres cosas: el Amante, el Amado y el Amor"; un Padre Amante, un Hijo Amado y el vínculo que mantiene unidos a los dos, el Espíritu de Amor. En nombre de esta comunidad de amor, que se necesitan en su diferencia y que no se anulan en una uniformidad ni en una individualidad estéril, quiere Jesús que seamos bautizados todos sus discípulos.

LO ESENCIAL DEL CREDO 

A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, muchos cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.

Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro Credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.

«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No hemos olvidado. Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos solo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.

Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Las nuevas generaciones se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en este Dios, Creador y Padre, pues habríamos perdido nuestra última esperanza.

«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.

Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?

«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.
Es una gracia grande caminar por la vida bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No lo hemos olvidado.

DIOS ESTÁ MÁS ALLÁ DE SER 1 Y DE SER 3. NO ES NADA DE LO QUE ES. ES FUENTE DE TODO LO QUE ES

Es verdad que la Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero, en realidad, es el hombre el que está fabricando a cada instante un Dios a su medida. Es verdad que nunca podremos llegar a un concepto adecuado de lo que es Dios, pero no es menos cierto que muchas ideas de Dios pueden y deben ser superadas. Si ha cambiado nuestro conocimiento del mundo y del hombre, será lógico que cambie nuestra idea de Dios, dejando paso a un Dios-Espíritu, cada vez menos cosificado.

Decir que la Trinidad es un dogma o un misterio, no hace más comprensible la formulación trinitaria. La verdad es que hoy no nos dice casi nada, y menos aún las explicaciones que se han dado a través de los siglos. Todas las teologías surgieron de una elaboración racional que siempre se hace desde una filosofía, determinada por un tiempo y una cultura. También la primitiva teología cristiana se desarrolló en el marco de una cultura y una filosofía, la griega, que ninguno de nosotros entiende hoy.

Cada día se nos hace más difícil la comprensión del misterio, entre otras cosas porque no sabemos qué querían decir los que elaboraron el dogma. Aplicar hoy a las tres personas de la Trinidad la clásica definición de Boecio “individua sustantia, racionalis naturae”, es ridículo. No podemos aplicar a Dios la individualidad y la racionalidad propia del hombre. Dios no es un individuo, ni una sustancia, ni naturaleza racional.

La dificultad para hablar de Dios como tres personas, la encontramos en el mismo concepto de persona, que ha experimentado sucesivos cambios de sentido a través de la historia. Desde el "prosopon" griego, que era la máscara que se ponían en el teatro para que “resonara” la voz; pasando a significar el personaje que se representaba; al final terminó significando el individuo físico. El moderno sentido de persona, es el de yo individual, la conciencia subjetiva, el núcleo íntimo del ser humano.

En la raíz del significado está la limitación. Existe la persona porque existe la diferencia y la separación. Esto es imposible aplicárselo a Dios. En los últimos años se está hablando del ámbito transpersonal. Creo que va a ser uno de los temas más apasionantes de los próximos decenios. Si el hombre está anhelando lo transpersonal, es ridículo seguir encasillando a Dios en un concepto personal, que supone límites.

Siempre que nos atrevemos a decir “Dios es…”, estamos expresando una idea, es decir, un ídolo. Ídolo no es solamente una escultura de dios. También es un ídolo de cualquier concepto que le apliquemos. El ateo sincero está más cerca del verdadero Dios que los teólogos que creen haberlo atrapado en conceptos. Dios no es nada que podamos nombrar. El “soy el que soy” del AT, tiene más miga de lo que parece. Dios es solo verbo, pero un verbo que no se conjuga, porque no tiene tiempos ni modos.

Dios no se identifica con la creación, pero tampoco es nada separado de ella. De la misma manera que no podemos imaginar la Vida como algo separado del ser que está vivo, no podemos imaginar lo divino separado de todo ser creado que, por el mero hecho de existir, está traspasado de Dios. Tampoco podemos decir que está donde actúa, porque no puede actuar de manera causal a semejanza de las criaturas. La acción de Dios no podemos percibirla por los sentidos ni ser objeto de ciencia.

El Dios de Jesús no es el Dios de los buenos, de los piadosos, de los religiosos ni de los sabios, es también el Dios de los excluidos y marginados, de los enfermos y tarados; incluso de los irreligiosos inmorales y ateos. El evangelio no puede ser más claro: “las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El Dios de Jesús no nos interesa porque no aporta nada a los “buenos” que ya lo tienen todo. En cambio, llena de esperanza a los “malos” que se sienten perdidos. "No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos".

Para nosotros, es sobre todo la experiencia que Jesús tuvo de su Abba, lo que nos debe orientar en nuestra búsqueda. Jesús no se propuso inventar una nueva religión ni un nuevo Dios. Lo que intentó fue purificar la idea de Dios que tenía el pueblo judío en su época. Ese esfuerzo le costó la vida. Jesús en todo momento quiere dejar claro que su Dios es el mismo del AT. Eso sí, tan purificado y limpio de adherencias idolátricas, que da la impresión de ser una realidad completamente distinta.

La forma en que Jesús habla de Dios como amor, se inspira directamente en su experiencia personal. Naturalmente esa vivencia no hubiera sido posible sin hacer suyo el bagaje religioso heredado de la tradición bíblica. En ella se encuentran ya claros chispazos de lo que iba ser la revelación de Jesús. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Descubrió que Dios lo era todo para él y decidió corresponder siendo él mismo todo para los demás. Al llamar a Dios "Abba" abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto.

La base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se descubre sustentado por la acción permanente creadora de Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que no se da a sí mismo la existencia, por lo tanto, es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible la existencia. El reconocimiento de nuestra limitación es el camino para llegar a la experiencia de Dios. Él es el único y sólido fundamento sin el cual, nada existe. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar. Descubrir a Dios como fundamento es fuente de una humanidad insospecchada.

Esta idea de Dios supone un salto sobre la idea del AT. Allí Dios era el Todopoderoso que hace un pacto al modo humano, y observa desde su atalaya a los hombres para ver si cumplen o no su “Alianza”, y reacciona en consecuencia. Si la cumplen, los ama y los premios, si no la cumplen, los reprueba y castiga. En Jesús Dios actúa de modo muy diferente. Él es don absoluto e incondicional. Él es ágape y se da totalmente. Es el hombre el que tiene que reaccionar al descubrir lo que Dios es para él. La fidelidad de Dios es lo primero y el verdadero fundamento de una actitud humana.

Dios no puede ser un "tú" en el mismo sentido que lo es otro ser humano. Dios sería más bien la realidad que posibilita el encuentro con un tú; es decir, sería como ese tú ilimitado que se experimenta en todo encuentro humano con el otro. Pero a Dios nunca se le puede experimentar directamente como tal tú, sin el rodeo del encuentro con un tú humano. No se trata pues, de evitar a toda costa el vocabulario teísta sino exponer con suficiente claridad el carácter analógico de todo lenguaje sobre Dios.

 

 

sábado, 18 de mayo de 2024

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Reflexión)

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 20, 19-23) – mayo 19, 2024 
Hechos 2, 1-11; Salmo 103; Corintios 12, 3-7.12-13 


Hoy, con el Domingo de Pentecostés, que es la venida del Espíritu Santo, termina el Tiempo Pascual y la vida sigue con su guía…

Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:

—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo:

—Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Reflexión:

¿Cómo recibo el Espíritu Santo?

Pentecostés (del griego πεντηκοστή, pentēkostḗ, que significa ‘quincuagésimo’) es el término con el que celebramos cincuenta días del tiempo pascual, es decir que Jesús sigue vivo, venció la muerte y al mal.

Jesús Resucitado, les anunció a los apóstoles que vendría el Espíritu Santo, para hacerles comprender muchas cosas (lo que él les había enseñado), y hoy nos dice a nosotros de igual manera: “Reciban el Espíritu Santo”.

El Espíritu Santo, (ruah, viento, soplo), que procede del Padre y del Hijo, nos impulsa y mueve a tomar conciencia de Dios en nuestra vida y a dejarnos guiar por Él y hacia Él… abre nuestra mente, suaviza nuestro corazón, para poder cumplir con la misión que nos ha encomendado: “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio” … ”vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” “como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”… ”ámense los unos a los otros”… “serán mis testigos”…

Para ello, necesitamos recibir y desarrollar los siete dones Espíritu Santo: sabiduría (comprender lo que favorece o perjudica al proyecto de Dios), entendimiento (para aceptar las verdades reveladas por Dios), consejo (para discernir los caminos y opciones en nuestra vida), ciencia (para penetre en la raíz de cada acontecimiento, hecho, sentimiento o situación de la vida), piedad (para actuar como Jesús), fortaleza (ser valientes para enfrentar las dificultades) y temor de Dios (nuestro bien está en abandonarnos con humildad, con respeto y confianza en sus manos).

El Espíritu Santo, se manifiesta en cada uno, y nos anima e invita para trabajar por el bien común, para la unidad y la fraternidad, en nuestra familia, con amistades, en nuestro trabajo y en la comunidad, para que “la paz este con nosotros”…

¿Cómo tomar conciencia de la presencia de Dios en mi vida?... ¿Cómo ser testigos de perdón, reconciliación y paz?... ¿Qué don del Espíritu necesito pedir y desarrollar?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Profundizar)

 Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 20, 19-23) – mayo 19, 2024 
Hechos 2, 1-11; Salmo 103; Corintios 12, 3-7.12-13



Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:

—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo:

—Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Hoy

Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad” 
Hace muchos años leí un texto que me impresionó mucho; se trata de un testimonio de una joven no creyente que relata una experiencia que me parece que puede iluminar la fiesta que celebra hoy la Iglesia; el texto se llama: “Diatriba contra los cristianos”.
“Me llamo Noemí Herrera o de cualquier otra forma. ¿Qué importa eso? Acabo de llegar de una noche extraña para mí a la cual asistí movida por la curiosidad: la llamada Vigilia de Pentecostés. Soy atea, pero he leído mucho y sigo leyendo; en realidad soy una buscadora afanosa del sentido de la vida. Experimenté en dicha ceremonia una mezcla de asombro, emoción y rabia. Y me dije: “Voy a escribir una página contra los cristianos tan pronto llegue a casa. No hay derecho...”. Sí, no hay derecho a que ustedes, cristianos, despilfarren el tesoro que se halla oculto en sus libros guías, en el Evangelio de Cristo, especialmente. 
Ustedes son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos. Viendo su vida, Carlos Marx no tenía más remedio que afirmar que la religión es el opio del pueblo y que, si lo que ustedes viven es la religión, no se puede vacilar en desterrarla del corazón de los hombres. ¿Conque creen en Jesucristo? Pero, ¿saben quién es Él? ¿Qué hizo? ¿Cómo vivió? ¿Contra quienes y a favor de quiénes se pronunció? ¿Quiénes lo mataron y por qué? ¿Lo saben? No. Definitivamente, no los reconozco como discípulos de Cristo. ¿Cómo se pueden comparar con aquellos primeros cristianos, que compartían sus bienes, se ayudaban mutuamente y llevaban una vida de austeridad y servicio? He dicho que son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos. Tal vez he sido benévola. Merecerían adjetivos mucho más severos. 
¿No son cristianos esos jefes de empresas que explotan inmisericordemente a sus obreros? ¿Y esos políticos de ‘comunión con fotógrafo’, que decía Fernando González, y que se sienten capaces de todo dizque porque tienen la verdad? ¿Acaso no fueron los ‘cristianos’ los que bañaron en sangre a Colombia en nombre de los partidos tradicionales? Hipócritas... ¿De dónde han sacado en el Evangelio la acérrima defensa de su propiedad privada? De la suya, porque parece que la propiedad privada del pobre no les merece tanto respeto. (...) Cristianos, los condeno y los desprecio. Deben ser testimonio de algo muy grande y muy importante que revolucionó el mundo y trazó pautas del más noble contenido humano. ¿Cómo lo traicionan así? (...). 
Sin embargo, los envidio. Anoche tuve la sensación de que, en medio de todo, cuentan con algo inexpresable, misterioso y sutil que llena de alegría los corazones de los jóvenes y crea una nueva atmósfera de igualdad y de paz. “Jesucristo vive”, gritaban a una y yo experimenté, sin saber por qué, un nudo en la garganta. Ciertamente, no puedo gritar lo mismo respecto de Carlos Marx; y de Lenin apenas si tenemos un cadáver embalsamado y yerto allá en Moscú. Pero ¿de qué me sirve todo esto si son incapaces de vivirlo con la intensidad de la mística que exige un verdadero testimonio? Da rabia contemplar su mediocridad como creyentes. Si aplicaran a su fe una centésima parte del interés que ponen en sus negocios, su empuje sería arrollador; nada ni nadie los detendría. Transformarían el mundo. Cristianos, ¡cómo los envidio y cómo los desprecio!” 
Siempre que leo este documento, me cuestiona y me golpea. Tenemos un tesoro que no sabemos aprovechar suficientemente y que no alcanza a ser transparente para los que nos ven actuar y vivir. El Espíritu de Jesús sigue presente entre nosotros, según su promesa: “Pero cuando venga el Defensor, el Espíritu de la verdad, que yo voy a enviar de parte del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos, porque han estado conmigo desde el principio”. ¿Seguimos siendo testigos creíbles de la Buena Nueva del Reino que anunció Jesús? 
ALIENTO DE VIDA 

Los hebreos se hacían una idea muy bella y real del misterio de la vida. Así describe la creación del hombre un viejo relato, muchos siglos anterior a Cristo: «El Señor Dios modeló al hombre del barro de la tierra.

Luego sopló en su nariz aliento de vida. Y así el hombre se convirtió en un [ser] viviente».
Es lo que dice la experiencia. El ser humano es barro. En cualquier momento se puede desmoronar. ¿Cómo caminar con pies de barro? ¿Cómo mirar la vida con ojos de barro? ¿Cómo amar con corazón de barro? Sin embargo, este barro ¡vive! En su interior hay un aliento que le hace vivir. Es el Aliento de Dios. Su Espíritu vivificador.

Al final de su evangelio, Juan ha descrito una escena grandiosa. Es el momento culminante de Jesús resucitado. Según su relato, el nacimiento de la Iglesia es una «nueva creación». Al enviar a sus discípulos, Jesús «sopla su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

Sin el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo. Puede pronunciar palabras sublimes sin comunicar el aliento de Dios a los corazones. Puede hablar con seguridad y firmeza sin afianzar la fe de las personas. ¿De dónde va a sacar esperanza si no es del aliento de Jesús? ¿Cómo va a defenderse de la muerte sin el Espíritu del Resucitado?

Sin el Espíritu creador de Jesús podemos terminar viviendo en una Iglesia que se cierra a toda renovación: no está permitido soñar en grandes novedades; lo más seguro es una religión estática y controlada, que cambie lo menos posible; lo que hemos recibido de otros tiempos es también lo mejor para los nuestros; nuestras generaciones han de celebrar su fe vacilante con el lenguaje y los ritos de hace muchos siglos. Los caminos están marcados. No hay que preguntarse por qué.

¿Cómo no gritar con fuerza: «¡Ven, Espíritu Santo! Ven a tu Iglesia. Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad y la falta de fe en tu fuerza creadora»? No hemos de mirar a otros. Hemos de abrir cada uno nuestro propio corazón.

DIOS-ESPÍRITU ES ‘RUAH’, FUERZA, ENERGÍA QUE EMPUJA A LA META 

Para entender hoy lo que celebramos, debemos mirar a la Trinidad. Lo que digamos lo tenemos adelantado para el próximo domingo. Que yo sepa, la teología oficial nunca ha dicho que el Padre, el Hijo o el Espíritu actuaran por separado. La distinción de las personas en la Trinidad, solo se manifiesta en sus relaciones “ad intra”, es decir, cuando se relacionan una con otra. En sus relaciones “ad extra”, es decir, en sus relaciones con las criaturas, se comportan siempre como uno.

La fiesta de Pentecostés es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que había realizado el Espíritu en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos y queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción del Espíritu a través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros de Dios-Espíritu.

Según lo que acabamos de decir, siempre que hablamos del Espíritu, hablamos de Dios. Y siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu. Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí a los cincuenta días de Pascua. Nosotros celebramos hoy la venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua, pero sabiendo que no tiene que venir de ninguna parte. Para nosotros el fundamento de la nueva comunidad no es la Ley sino el Espíritu.

Tanto la “ruah” hebrea como el “pneuma” griego, significan viento. La raíz de esta palabra en las lenguas semíticas es rwh, que significa el espacio entre cielo tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Sería el ámbito del que los seres vivos beben la vida. En estas culturas el signo de vida era la respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu. La misma tierra era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración. No es tan corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término "ruah" (espíritu).

Solamente en 20 pasajes del las 389 veces que aparece en el AT, podemos encontrar este sentido. En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios que capacita a alguien para llevar a cabo una misión que salva al pueblo. Con la monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca (ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo después del exilio, se habla también del don del espíritu al pueblo en su conjunto.

En el NT, "espíritu" tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto todavía judío. El mismo término "ruah" se presta a un significado simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el significado de una persona. El NT no determina con precisión la relación de la obra salvífica de Jesús con la del E. S. No está claro si el Pneuma es una entidad personal o si por el contrario significa un aspecto de Dios.

Es una pena que incluso hayamos materializado al Espíritu. Pensamos en él como un ser individual que anda por ahí haciendo de la suyas separado del Padre y del Hijo. La devoción al Espíritu Santo o las innumerables oraciones que le dirigimos dan cuenta de ello. Como nos pasa con el Padre y el Hijo estamos incapacitados para no hacernos ninguna imagen individual de ellos. Querer comprenderlos racionalmente se convierte en un nudo gordiano que nos tiene atados y no sabemos ni deshacer ni cortar.

Jesús es concebido por el Espíritu, baja sobre él en el bautismo, es conducido por él al desierto, etc. No podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él. Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan la misma función. Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del E. S. está con ellos, en otros dice que no les dejará desamparados, que él mismo estará siempre con ellos.

Hoy sabemos que el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de ser en el orden espiritual. Nada puedo ser ni hacer sin él, pero tampoco estaré nunca privado de su presencia. Todas las oraciones que piden la venida del E. S. nacen de la ignorancia de lo que queremos significar con ese nombre.

Está siempre en cada uno de nosotros, pero no siempre somos conscientes de ello y como Dios no puede violentar ninguna naturaleza, porque actúa siempre conforme a ella, podemos pasar toda la vida sin descubrir su presencia. Dios-Espíritu es el mismo en todos y nos empuja hacia la misma meta. Pero como cada uno estamos en un “lugar” diferente, el camino que nos obliga a recorrer, será siempre distinto.
No es la meta la que distinguen a los que se dejan mover por el Espíritu, sino los caminos que llevan a ella. El labrador, el médico, el sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el mismo Espíritu, pero su tarea es distinta. Una mayor humanidad será la manifestación de su presencia. La mayor preocupación por los demás, es la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él.

Si Dios está en cada uno de nosotros como Absoluto, no hay manera de imaginar que pueda darse más a uno que a otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu. Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad es la mejor prueba de que uno no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu, el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su cargo. Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de autoridad, estamos dejándonos llevar de nuestro espíritu raquítico, no del Espíritu.

La presencia de Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero, si tenemos una idea masculina de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, repetiremos esas cualidades en nosotros. El intento de ser como Dios, en el relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús que es amor total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Dios-Espíritu o a nuestro espíritu.

 

 

 

sábado, 11 de mayo de 2024

Séptimo Domingo de Pascua – La Ascensión del Señor – Ciclo B (Reflexión)

 Séptimo Domingo de Pascua La Ascensión del Señor –  Ciclo B (Marcos 15, 15-20) 
Mayo 12, 2024 
Hechos 1, 1-11; Salmo 46; Efesios 4, 1-13



Seguimos en tiempo de Pascua y hoy celebramos La Ascensión del Señor: eterna compañía del Resucitado.

Evangelio según san Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.

El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían.

Reflexión:

¿Cuál es mi meta final?

Hoy recordamos que Jesús Resucitado, después de haber vivido su vida terrenal (como cualquiera de nosotros, menos el pecado), en la que comprendió cuál era su misión y la llevó la cabo, predicando sobre el Reino de su Padre (estado de amor, que se manifiesta en la fraternidad y bien común); el Hijo, vuelve al lugar que le corresponde, de donde procede, al Padre. a la fuente de la vida,

La celebración de la Ascensión, no es una la de una partida, sino la unidad y presencia permanente del amor. Para nosotros, es una nuevo llamado a lo que aspiramos: reconocer al Padre y vivir para permanecer con Él, es memoria el circulo virtuoso de la vida: nacer, crecer y dar fruto, para tener al final, una vida eterna y plena con el Padre; en palabras de San Ignacio de Loyola, en el Principio y Fundamento (EE 23), escribe que “el hombre (y mujer) es criado para alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor, y mediante eso salvar su alma…”. Salvar el alma, es alcanzar la meta de la vida, es volver al Padre.

Lo anterior, es el deseo de Dios para cada un de nosotros; para lograrlo, cada uno de tenemos que laborar / trabajar, colaborar para que se haga realidad …de ahí la pregunta que nos interpela y pone en acción: ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? (cfr. Hch 1, 1-11)

Solos no podemos, necesitamos del Espíritu Santo para que nos “conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo (Efesios 4, 1-13) y así sepamos elegir, con nuestra libertad, aquello que podamos vivir una vida plena (feliz), en esta vida terrena y en la eterna.

Con la ayuda del Espíritu tendremos el valor de “ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda persona” (cfr, Mc 16, 15-20) … nuestras palabras y acciones, sean testimonio creíble y reflejo de la presencia del Señor del Amor, en nosotros y conviden a las personas a despertar el deseo de conocer el modo de vivir que Jesús nos ha mostrado, con la buena noticia que nos ha dado.

¿Cómo ser colaborador de Buena Nueva de Jesús?... ¿Mis palabras y acciones, dan testimonio de la presencia Jesús, en mi vida?... ¿Cómo lograr llegar al Padre?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

Para profundizar, leer aquí.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

V DOMINGO DE CUARESMA – C (Reflexión)

  V DOMINGO DE CUARESMA – Ciclo C ( Juan 8, 1-11 ) – abril 6, 2025  Isaías 43, 16-21; Salmo 125; Filipenses 3, 7-14 En esta quinta semana...