Este
domingo, con el Bautismo del Señor, termina el tiempo litúrgico de
Navidad y comenzamos un nuevo tiempo para conocer a Jesús, con la confirmación
de que Él es el Mesías, enviado por el Padre, para salvarnos.
Evangelio según
san Mateo 3,13-17
En aquel tiempo, como
el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era
el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con
agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las
correas de sus sandalias. El los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.
Sucedió que entre la
gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se
abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una
paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto;
en ti me complazco”.
Reflexión:
“Se abrió el cielo y el Espíritu bajó sobre Él”
El bautismo, es uno de siete sacramentos de la
iniciación cristiana, fundamento y puerta de entrada a la vida en el espíritu ("vitae
spiritualis ianua"), nos libera del pecado, nos hace miembros de
Cristo e incorpora a la Iglesia y nos hace partícipes de su misión. (cfr. 1213
Catecismo de la Iglesia Católica)
Hoy, la liturgia de El Bautismo del Señor, nos recuerda una
nueva epifanía de Jesús, donde se confirma quién es Él y para qué se
hizo hombre.
En la primera lectura, Isaías profetiza una voz que dice “Preparen
el camino del Señor…” (Isaías 40, 1-5. 91), que no es otro que Juan el
Bautista, preparando la venida de quién nos bautizará con el Espíritu Santo;
también profetiza que hoy, cada uno de nosotros estamos llamados a preparar el camino
para que “descubramos” en Jesús, al Mesías (nota. todo el Adviento
fue tiempo de preparación para ello, y sigue cada día).
El Bautismo de Jesús, es el inicio de su vida pública, para
predicar la Buena Noticia del Reino de Dios y con ella salvarnos… “Dios se ha
manifestado para salvar a todos los hombres… para que vivamos en una manera
sobria, justa y fiel a Dios…practicando el bien; mediante el bautismo, que nos
regenera y renueva” (cfr. Tito 2, 11-14-, 3, 4-7).
Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros, se unió a la fila entre los
pecadores, para recibir el bautismo de Juan, no porque tuviera pecado, sino
como signo de solidaridad con ellos (con nosotros, pecadores); y allí, se
abre el cielo y se escucha la voz del Padre, con la presencia del
Espíritu Santo, que manifiestan claramente, que Jesús es el Hijo
de Dios, el Mesías (en griego significa “el ungido”).
Con el recuerdo del Bautismo de Jesús, hoy también habremos de
recordar y celebrar el nuestro, que nos capacita para que, a ejemplo de Jesús, demos
sentido a nuestra existencia, conviviendo fraternalmente con los demás, ya que todos
somos Hijos del Padre; nuestro bautizo nos ha hecho miembros de la Iglesia
y partícipes de la misión profética, que hunde sus raíces en el ejemplo
de Jesucristo, que vino a proclamar la Buena Nueva de la salvación y a
liberar a los hombres del pecado y de la muerte.
¿De
qué manera vivo mi bautismo?... ¿Qué puedo hacer para vivirlo de mejor manera?...
¿Escucho la Voz, que se complace en mí, por ser hijo de Dios?
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