Evangelio según
san Juan 3, 14-21
En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo:
“Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser
levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida
eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo, que le
entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que
tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino
para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero
el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios.
La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios’’.
#MicrohomiliaLas sagradas escrituras dan cuenta que solemos tener mala memoria y olvidamos la Gracia con que hemos sido amados y liberados. La mala memoria nos hace actuar injusta y desagradecidamente, infieles y mentirosos, preferimos las tinieblas que la luz, aunque vivos, estamos "muertos".
Es tiempo de recordar en esta Cuaresma, que nuestro Dios es Misericordia y nos llama a encontrar en su Hijo la salvación, la posibilidad de volver a vivir, de comenzar de nuevo, tiempo de volver a la Verdad y la Luz.
¿En qué tieneblas te sientes inmersa, inmerso? ¿A qué te llama el Señor? ¿Aceptas su llamada a volver a vivir con Él de nuevo?
¡Que se me pegue la lengua al paladar, Señor, si te olvido de nuevo!
#FelizDomingo
Circulan por la Internet miles de mensajes de todo tipo. He recibido algunos sobre la frase que el Señor dice a Nicodemo, fariseo y hombre importante, que “fue de noche a visitar a Jesús” (Jn. 3,2): “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna”. Uno de estos mensajes se llama: Mi hijo murió por ustedes y cuenta la historia de una misteriosa enfermedad, que se va propagando por todo el mundo de una manera veloz, y muy pronto se hace incontrolable. Los países cierran sus fronteras tratando de evitar el contagio, pero en pocos días el mundo entiende que no hay forma de atajar su fuerza destructora. Un día informan que ha sido descifrada la composición del virus y se anuncia que pronto se encontrará una vacuna. Los científicos necesitan sangre que no haya sido infectada. Piden voluntarios para realizar estas pruebas. El protagonista de la historia va a un hospital cercano con su familia. Después de los exámenes correspondientes, aparece un médico saltando de alegría y anuncia que una persona allí presente está completamente exenta del virus y su sangre servirá para hacer el antídoto contra la mortal enfermedad. El nombre que grita el médico es el del hijo menor del protagonista, que queda atónito. Pero más desconcertado queda cuando le piden que firme un permiso para utilizar la sangre del niño en el procedimiento, y descubre que necesitarán toda la sangre...
El doctor le ruega al hombre que firme y le explica que está en juego la salud de toda la humanidad... El hombre, presionado por la urgencia de los médicos y las catastróficas consecuencias de la terrible enfermedad, termina firmando el documento. Después va a visitar a su hijo. El niño le pregunta a sus papás ¿qué está pasando? El papá lo toman de la mano y le dice: “Hijo, tu mami y yo te amamos y nunca dejaríamos que te pasara algo que no fuera necesario, ¿comprendes eso?” El médico regresa y pide permiso para comenzar el procedimiento lo más pronto posible, pues mucha gente está muriendo”. El niño comienza a llorar y le grita a sus papás por qué lo están abandonando...
La historia termina contando cómo a la semana siguiente, cuando hacen una ceremonia para honrar la vida de este niño, algunas personas se quedan dormidas en casa, otras prefieren irse de paseo o ver un partido de fútbol y otras vienen a la ceremonia con una sonrisa falsa fingiendo que les importa... La conclusión a la que llega el papá del niño es esta: “Quisieras pararte y gritar: “¡Mi hijo murió por ustedes! ¿No les importa?”
Me gusta la trama, me gusta la tensión que mantiene la historia hasta el final; pero, sinceramente, no me gusta el final. No me imagino a Dios echándonos en cara el sacrifico de su Hijo... En el versículo siguiente, Jesús dice: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”. ¡Qué maravilla! Dios nos invita con cariño a no despreciar el sacrificio de Jesús y a celebrarlo a la luz del día, viviendo según la verdad, porque “los que viven de acuerdo con la verdad, se acercan a la luz para que se vea que todo lo hacen de acuerdo con la voluntad de Dios” y no como Nicodemo, que se escondía en las sombras de la noche para visitar a su maestro”.
No es una frase más. Palabras que se podrían eliminar del
evangelio sin que nada importante cambiara. Es la afirmación que recoge el
núcleo esencial de la fe cristiana. «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su
Hijo único». Este amor de Dios es el origen y el fundamento de nuestra
esperanza.
«Dios ama el mundo». Lo ama tal como es. Inacabado e
incierto. Lleno de conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo
peor. Este mundo no recorre su camino solo, perdido y desamparado. Dios lo
envuelve con su amor por los cuatro costados. Esto tiene consecuencias de la
máxima importancia.
Primero. Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha
hecho al mundo, no solo a los cristianos. Los investigadores pueden discutir
sin fin sobre muchos aspectos de su figura histórica. Los teólogos pueden
seguir desarrollando sus teorías más ingeniosas. Solo quien se acerca a Jesús
como el gran regalo de Dios puede ir descubriendo en él, con emoción y gozo, la
cercanía de Dios a todo ser humano.
Segundo. La razón de ser de la Iglesia, lo único que
justifica su presencia en el mundo, es recordar el amor de Dios. Lo ha
subrayado muchas veces el Vaticano II: la Iglesia «es enviada por Cristo a
manifestar y comunicar el amor de Dios a todos los hombres». Nada hay más
importante. Lo primero es comunicar ese amor de Dios a todo ser humano.
Tercero. Según el evangelista, Dios hace al mundo ese gran
regalo que es Jesús, «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve
por él». Es peligroso hacer de la denuncia y la condena del mundo moderno todo
un programa pastoral. Solo con el corazón lleno de amor a todos podemos
llamarnos unos a otros a la conversión. Si las personas se sienten condenadas
por Dios, no les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús, sino otra cosa: tal
vez nuestro resentimiento y enojo.
Cuarto. En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y mujeres buenos que introducen en el mundo amor, amistad, compasión, justicia, sensibilidad y ayuda a los que sufren...? Estos construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor.
Estamos en el c. III. Este evangelio es un esquema
teológico. Cada capítulo tiene identidad por sí mismo, aunque éste es el que
menos unidad interna muestra. El punto de partida es el diálogo con Nicodemo:
“Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”.
Nicodemo le responde: “Eso es imposible”. Jesús insiste: “El que no nazca del
agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios; lo que nace de la
carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. ¿Cómo puede ser eso? Comienza
el discurso que hemos leído.
El domingo pasado, Jesús arremetió contra el culto que se desarrollaba en el templo. Hoy arremete contra la manera de interpretar la Ley que tienen los fariseos. En ambos casos se trata de instituciones antiguas vacías de contenido que hay que sustituir. No se trata de una nueva interpretación, (que es lo que busca Nicodemo), sino de algo completamente distinto: hay que nacer de nuevo. No debemos pensar en discursos pronunciados por Jesús. Juan pone en boca de Jesús una cristología propia de finales del s. I.
Lo mismo que Moisés levantó la serpiente. Lo que hizo Moisés es recordar al dios egipcio Ranenutet (representado por una serpiente). Su Dios le manda construir la imagen de otro dios. Es imprescindible saber que el dios egipcio era a la vez veneno y antídoto; muerte y vida; opresión y salvación. Al ser crucificado, Jesús representa a la vez muerte y vida, humillación y exaltación. Al decir “levantado”, va más allá de una alusión a la serpiente. La cruz es manifestación de la lealtad de Dios. Es la exaltación de Jesús.
Para que todo el que lo haga objeto de su adhesión, (crea) tenga Vida definitiva. "Vida definitiva" denota la calidad de vida propia del estadio definitivo. Traducir por "eterna" empobrece el significado, por insistir solo en la duración y no en la calidad. La consecuencia de “ser levantado en alto”, es alcanzar plenitud de Vida. El Espíritu que nos comunicará, será la fuente de verdadera Vida para todos los que le acepten.
Demostró Dios su amor al mundo. El amor se hizo visible en un acto. No se dirige solo a los cristianos, sino al mundo. Jesús es el don de Dios a la humanidad. "Dar a su Hijo" no se refiere aquí sólo a la encarnación, sino a la crucifixión. Para Juan, Jesús es enviado al mundo. Para los sinópticos, a Israel. La salvación está destinada a todos. No solo al pueblo elegido, sino a todas las naciones. Se acabaron los privilegios. La Vida del Espíritu se ofrece a todos. A finales del s. I. el cristianismo era ya una religión universal.
El que le presta adhesión no tendrá sentencia. El que se la niega, ya tiene la sentencia. No hay lugar para la indiferencia. La sentencia negativa o positiva, no es consecuencia de un acto de Dios. Es el resultado de una actitud por parte del hombre. Si comprendiéramos bien este versículo, cambiaría todo el modo de entender la moral. Desde la visión farisaica (y la nuestra), Dios juzgaba a los hombres después de ver sus acciones. Si eran conforme a la Ley, los salvaba, si eran contrarias a la Ley, los condenaba. Dios es justicia. Todo está siempre en equilibrio. Cada acto del hombre le coloca en su sitio.
Los hombres han preferido las tinieblas a la luz. "Su
modo de obrar" denota el proceder habitual, no un acto puntual. En el
prólogo se nos había dicho: "Y la Vida era la luz de los hombres". No
es la luz la que da Vida (como maestro), sino al revés, es la Vida la que te
iluminará. Sin Vida no se puede aceptar la luz. La falta de Vida lleva consigo
el rechazo de la luz. Mantener una relación con Dios desde la Ley, desde lo
externo, sin Vida, es mantener la relación de injusticia en que están los
dirigentes religiosos. El que oprime al hombre no puede aceptar la luz. La
adhesión a Jesús exige salir de la situación de opresión.
El que obra con bajeza... El que practica la lealtad.
"Obrar con bajeza” (practicar lo malo), se opone a “practicar la lealtad”.
"Hacer la verdad" es un semitismo que utiliza Juan, y lo opuesto es
"hacer la falsedad". El que es cómplice de la muerte no puede
aguantar la Vida. La considera como una agresión. No se eligen las tinieblas
por el valor que puedan tener en sí, sino por odio a la luz. No son las
doctrinas (Luz), las que separan de Dios, sino la conducta (Vida). Quien daña
al hombre con su modo de obrar, se opone al amor-vida. Rechazando la luz, cree
poder continuar haciendo el mal sin ser descubierto.
Practicar la lealtad es lo contrario de obrar con bajeza. Equivale a hacer lo que es bueno para el hombre. Al emplear "lealtad" nos está diciendo que el amor no es algo teórico, sino práctico. La Vida es anterior a la luz. El acercamiento a la luz se hace por amor a la luz, no para que se vean las obras "realizadas en unión con Dios". No obras hechas según Dios, sino algo más. Obras en las que, con la actividad del hombre, se ve la de Dios revelando su gloria-amor. Creer va unido a las obras buenas. La incredulidad acompaña a las malas.
En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús según este evangelio: 1) La salvación es Vida. 2) Viene de Dios, que es VIDA. 3) Es don gratuito e incondicional. 4) Es absoluto, no una alternativa a la condenación. 5) Exige la adhesión a Jesús. 6) Se manifiesta en las obras. Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa salvación. Tendemos a esperar de Dios una salvación raquítica.
Hablar de salvación, es plantearse el sentido último de la vida. Sería desplegar las más elevadas posibilidades humanas. El término “salvación” tiene connotación negativa y eso es muy peligroso a la hora de entender el evangelio. El pensar en la salvación en términos negativos ha paralizado nuestro desarrollo. Hemos creído que, si elimino el pecado, estoy salvado. Salvarse no es evitar la condenación. La salvación es siempre positiva. Sería llevarnos a una plenitud de ser, llevando al límite las posibilidades de nuestro verdadero ser.
La salvación no me viene de fuera. La salvación surge de
lo hondo de mí ser. Desde ahí, Dios-presencia posibilita mi plenitud. Hay que
tener muy claro que me salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La
acción de Dios y la del hombre, ni se suman ni se restan ni se interfieren,
porque son de naturaleza distinta. "Dios que te creó sin ti, no te salvará
sin ti" (Agustín). Todo lo que depende de Dios ya está hecho. Mi salvación
depende solo de mí.
La conciencia que tenemos de que Dios puede no salvarme,
es prueba de que esperamos una salvación equivocada. Queremos que Dios nos
libere del sufrimiento, la enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de
nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede
hacer que sigamos siendo criaturas sin limitaciones. Buscar la salvación por
ahí es un error garrafal. La salvación tiene que realizarse a pesar de mis
limitaciones.
La salvación no es cambiar lo que soy ni añadir nada a lo
que ya soy. Es una toma de conciencia de lo que en realidad soy y vivir en esa
conciencia. Es descubrir el tesoro que está escondido dentro de mí y disfrutar
de él. “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y
a tu enviado Jesucristo”. Se trata de “conocer”.
Meditación
Hay que nacer de nuevo.
Somos fruto de la evolución de la carne.
No he nacido como ser espiritual ya realizado.
Tengo la capacidad de llegar a serlo,
pero debo desplegar esa capacidad que se me ha dado.
Si no la despliego, me quedaré en la carne.
Fray Marcos
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