Del temor de Abrahán, a la revelación del amor en el Hijo; este es el itinerario de revelación que hoy nos presenta la Palabra y pasa por la afirmación de San Pablo: "Si Dios está con nosotros, ¿quién está contra nosotros?" Somos llamados a fortalecer la fe que nos hace seguir caminando, aún cuando pasamos por fuertes turbulencias en nuestra vida o cuando los buenos momentos nos llevan a la tentación de la confortable parálisis "¡Qué bien se está aquí!
Dios es de caminos, nos saca y nos lleva.
En este camino cuaresmal, coloquémonos al lado de Pedro, Santiago y Juan, ignorantes y asustados, recibamos el anuncio y llamada: "Este es mi Hijo amado; escúchenlo." ¿Qué te dice ti hoy el Señor? ¿A qué te invita? Caminemos nuestros días en su presencia.
#FelizDomingo
Tengo ante mi en estos días la imagen de dos
parejas enamoradas: una de ellas se casa en junio próximo y la otra cumple sus
bodas de oro matrimoniales en enero del próximo año. Los primeros están
experimentando el goce mágico de una pasión enamorada que los llena de
entusiasmo para comenzar a caminar juntos; los segundos disfrutan del amor fiel
y de la mutua compañía en la cima del camino, contemplando, sin acabar de
creérselo, la distancia que han recorrido. Para ambas parejas el paisaje es muy
distinto. Contemplan el mismo camino desde extremos, aparentemente, opuestos.
Sin embargo, el amor que los sostiene tiene la misma raíz. Las dos parejas
escuchan la misma palabra que les dice: “Levántense; no tengan miedo”. Esta
raíz es la promesa que han recibido y que se va haciendo historia en el diario
caminar del amor de Dios en ellos.
¿Quién sería capaz de embarcarse en un
proyecto tan complejo como el matrimonio si antes no experimentara, de alguna
forma, las mieles luminosas del paraíso que van a construir paso a paso? ¿Quién
sería capaz de entrar en un seminario o en una casa de formación religiosa para
consagrarse plena y definitivamente al seguimiento y al anuncio del Señor, sin
estar, en cierto modo, borrachos de amor hacia Aquél que nos invita y por la
misión a la que nos envía? No podríamos comenzar una tarea que abarque la totalidad
de nuestra existencia, si nos quedáramos mirando solamente los inconvenientes y
las contingencias del proceso, olvidando levantar la vista, por lo menos de vez
en cuando, hacia el destino final que nos espera.
Pedro, Santiago y Juan, subieron con el Señor
a un cerro muy alto y allí, como un relámpago en medio de una noche cerrada, se
reveló para ellos el misterio último de la vida de Jesús. Pudieron contemplar
al Señor transfigurado, recordando el brazo fuerte y extendido del Dios de
Moisés, que era incapaz de soportar la esclavitud de su pueblo en Egipto y, al
mismo tiempo, sintieron la brisa suave que refrescó el rostro del profeta Elías
en el monte Horeb. “Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su
cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. En esto
vieron a Moisés y Elías conversando con Jesús”. Ellos pensaron que habían
llegado al final del camino y le propusieron al Señor que harían tres tiendas
para quedarse allí para siempre. Sin embargo, el camino hacia el calvario
apenas comenzaba y todavía tenían que acabar de subir a Jerusalén para asumir
las dificultades y sufrimientos que les esperaban en la Ciudad Santa.
El sentido que tiene este evangelio, cuando
comenzamos el tiempo de Cuaresma, es mostrarnos, precisamente, el final del
camino, la promesa hacia la cual dirigimos nuestros pasos. El Señor nos concede
muchas veces probar un poco las delicias del paraíso, en medio de las
vicisitudes de nuestra existencia, para fortalecernos y animarnos a construir
el amor fiel de la entrega total. El peligro que tiene la pareja que comienza
su camino de amor es pensar que todo él será un jardín de rosas y no se decidan
a construir día a día y paso a paso, una relación fiel que los lleve a vivir en
plenitud. Y el riesgo que corren los que están a punto de llegar a sus bodas de
oro es que olviden que algún día su corazón vibró apasionadamente y que lo que
han ido edificando a lo largo de tantos años es exactamente lo que el Señor
llama un amor que llega hasta el extremo.
Cada vez tenemos menos tiempo para escuchar. No sabemos acercarnos con calma y sin prejuicios al corazón del otro. No acertamos a acoger el mensaje que todo ser humano nos puede comunicar. Encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a las personas, sin apenas detenernos a escuchar realmente a nadie. Se nos está olvidando el arte de escuchar.
Por eso tampoco resulta tan extraño que a los cristianos
se nos haya olvidado, en buena parte, que ser creyente es vivir escuchando a
Jesús. Sin embargo, solo desde esta escucha nace la verdadera fe cristiana.
Según el evangelista Marcos, cuando en la «montaña de la
transfiguración» los discípulos se asustan al sentirse envueltos por las
sombras de una nube, solo escuchan estas palabras: «¡Este es mi Hijo amado:
escuchadle a él!».
La experiencia de escuchar a Jesús hasta el fondo puede
ser dolorosa, pero es apasionante. No es el que nosotros habíamos imaginado
desde nuestros esquemas y tópicos. Su misterio se nos escapa. Casi sin darnos
cuenta nos va arrancando de seguridades que nos son muy queridas, para
atraernos hacia una vida más auténtica.
Nos encontramos, por fin, con alguien que dice la verdad
última. Alguien que sabe para qué vivir y por qué morir. Algo nos dice desde
dentro que tiene razón. En su vida y en su mensaje hay verdad.
Si perseveramos en una escucha paciente y sincera, nuestra
vida empieza a iluminarse con luz nueva. Comenzamos a verlo todo con más
claridad. Vamos descubriendo cuál es la manera más humana de enfrentarnos a los
problemas de la vida y al misterio de la muerte. Nos damos cuenta de los
grandes errores que podemos cometer los humanos y de las grandes infidelidades
de los cristianos.
Hemos de cuidar más en nuestras comunidades cristianas la escucha fiel a Jesús. Escucharle a él nos puede curar de cegueras seculares, nos puede liberar de desalientos y cobardías casi inevitables, puede infundir nuevo vigor a nuestra fe.
En los tres ciclos litúrgicos leemos, el segundo domingo de cuaresma, el relato de la transfiguración. Hoy leemos el de Marcos que es el más breve, aunque hay muy pocas diferencias con los demás sinópticos. Lo difícil para nosotros es dar sentido a este relato. Marcos coloca este episodio entre el primer anuncio de la pasión y el segundo. Hay una intención clara de contrarrestar ese lenguaje duro de la cruz.
Es descabellado que Jesús se dedicara a hacer una puesta
en escena. Mucho menos que tratara de dar un caramelo a los más íntimos para
ayudarles a soportar el trago de la cruz (cosa que no consiguió). Con ello
estaría fomentando lo que tanto critica Marcos en todo su evangelio: El poner
como objetivo último la gloria; aceptar que lo verdaderamente importante es el
triunfo personal, aunque sea a través de la cruz.
La estructura del relato a base de datos del AT, nos
advierte de que no se trata de un hecho histórico, sino de teología. No quiere
decir que Dios realice un espectáculo de luz y sonido. Son solo experiencias
subjetivas que, en un momento determinado, atestiguan la presencia de lo divino
en un ser humano. La presencia de lo divino es constante en toda la realidad
creada, pero el hombre puede descubrir esa realidad y vivirla de una manera
experimental en un momento determinado de su vida.
A Dios nunca podemos acceder por los sentidos. Si en esa
experiencia se dan percepciones sensoriales, se trata de fenómenos
paranormales. Dios está en cada ser acomodándose a lo que es como criatura, no
violentando nada de ese ser. La llegada a la existencia de todo ser es la
consecuencia de la presencia divina en él. Esto no quiere decir que la
experiencia de Dios no sea real. Quiere decir que Dios no está nunca en el
fenómeno, sino en la esencia. “Si te encuentras al Buda, mátalo”.
Jesús, como ser humano, tuvo que luchar en la vida por
descubrir su ser. El relato de hoy quiere decir que habitaba en él lo divino.
Seguramente se trate de un relato pascual que se consideró oportuno retrotraer
a la vida de Jesús. En los relatos pascuales se insiste en que ese Jesús Vivo
es el mismo que anduvo con ellos por las tierras de Galilea. En la
trasfiguración, se dice lo mismo, pero desde el punto de vista contrario. El
Jesús que vive con ellos es ya el Cristo glorificado.
El relato, quiere demostrar que lo que descubrieron de
Jesús después de su muerte, ya estaba en él durante su vida, aunque no fueron
capaces de apreciarlo. Jesús fue siempre lo que nos hace ver el relato, antes
de la muerte y después de ella. Lo que hay de divino en Jesús está en su
humanidad, no está añadido a ella. Este mensaje es muy importante a la hora de
superar visiones demasiado maniqueas de Jesús.
Pedro, Santiago y Juan, los únicos a los que
Jesús cambió el nombre. Eran buena gente, pero un poco duros de mollera.
Necesitaron clases de apoyo para poder llegar al nivel de comprensión de los
demás. Los tres acompañan a Jesús en el huerto. Los tres son testigos de la
resurrección de la hija de Jairo. Pedro acaba de decir a Jesús, que de pasión y
muerte, ni hablar. Santiago y Juan van a pedir a Jesús que quieren ser los
primeros en su reino. Los tres demuestran que no entendieron el mensaje.
La montaña alta, la nube, la luz, la voz, el miedo, son
todos elementos que aparecen en las teofanías del AT. El monte es una clara
referencia al Sinaí. La nube fue signo de que Dios los acompañaba, sobre todo
en el desierto. La nube trae agua, sombra, vida. Los vestidos blancos son signo
de la divinidad. El hecho de que todos sean símbolos no disminuye en nada la
profundidad del mensaje, al contrario, el lenguaje bíblico asegura la
comprensión de los destinatarios, que eran todos judíos.
Moisés y Elías, además de ser los
testigos de grandes teofanías, representan todo el AT, la Ley y los profetas.
Significa que Jesús no se sacó su mensaje de la manga, sino que está en total
acuerdo con el AT. Lo que se intenta es manifestar el traspaso del testigo a
Jesús. Hasta ahora, La Ley y los profetas eran la clave para descubrir la
voluntad de Dios. Ahora, la clave de acceso a Dios será Jesús.
¡Qué bien se está aquí! Para Pedro era mucho
mejor lo que estaba viendo y disfrutando que la pasión y muerte que les había
anunciado. Cuando les anuncia por primera vez la pasión, Pedro había dicho a
Jesús: ¡Ni hablar! Ahora se encuentra a sus anchas. Manifiesta el mismo afán de
gloria que a todos nos invade.
Vamos a hacer tres chozas. Pedro está en la
“gloria”, y pretende retener el momento diciendo lo que piensa y manifestando
su falta total de comprensión del mensaje de Jesús. Le ha costado subir, pero
ahora no quieren bajar. Se habían acercado a Jesús con buena voluntad, pero sin
descartar la posibilidad de medrar. Al poner al mismo nivel a los tres
personajes, Pedro niega la originalidad de Jesús. No acepta que la Ley y los
profetas están superados. La voz corrige la visión de Pedro.
¡Escuchadlo! En griego, “akouete
autou” significa escuchadle a él solo. A Moisés y Elías los habéis escuchado
hasta ahora. Llega el momento de escucharle a él. El AT es el mayor obstáculo
para escuchar a Jesús. Hoy lo son los prejuicios que nos han inculcado sobre
Jesús. Escuchar es la actitud del discípulo. En el Éxodo, escuchar a Dios es
obedecerle. La Palabra que escuchamos nos arranca de nosotros mismos.
No contéis a nadie... Es la referencia más
clara a la experiencia pascual. No tiene sentido hablar de lo que ellos ni
estaban buscando ni habían descubierto. No sólo no contaron nada, sino que a
ellos mismos se les olvidó. En el capítulo siguiente nos narra la petición de
los primeros puestos por parte de Santiago y Juan. Pedro termina negándolo ante
una criada. Hechos impensables después de una tal visión.
Lo importante no es que Jesús sea el Hijo amado, sino que
cada uno de nosotros somos el hijo amado como si fuéramos únicos. Dios nos está
comunicando en cada instante su misma Vida y habla en lo hondo de nuestro ser
en todo momento. Esa voz es la que debemos escuchar. No tenemos que aceptar la
cruz para alcanzar gloria. No llegamos a la vida a través de la muerte. En la
muerte está ya la Vida.
Debemos escuchar a Jesús para poder comprender la Ley y
los Profetas, no al revés. Seguimos apegados al AT. El mensaje de Jesús nos
viene grande. Como Pedro, lo más que hemos hecho, es ponerlo al mismo nivel que
la Ley y los Profetas. El interpretar a Jesús desde el AT nos ha jugado una
mala pasada.
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