XIV Domingo de Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 11, 25-30) – 9 de julio de 2023
Evangelio según san Mateo 11, 25-30
En
aquel tiempo, Jesús exclamó: "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de
la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las
has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido
bien.
El
Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el
Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar.
Vengan
a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré
alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde
de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga,
ligera''.
Reflexiones Buena Nueva
#Microhomilia
"Vengan a mí, todos los que están
fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio."
¿Cansancio? ¿qué cargas? ¿qué te provoca esa
sensación de ansiedad o inquietud intensa llamada agobio? San Pablo da nombre a
nuestro mal: "El desorden egoísta", se trata de colocarnos al centro,
creer que puedo todo, que merezco todo, que debo saberlo todo, que controlo
todo; he desplazado a Dios y me he puesto al centro con arcos y carros de
guerra; emprendo batallas demenciales que me hacen vivir agotado y agobiado.
Si vamos con Él, también habrá cargas, pero no
las cargaremos nunca más solos; Él será el centro e iremos aprendiendo de Él a
ser pacíficos, humildes y libres. ¿Qué respondes a tal invitación? ¿te dispones
a escuchar esta llamada? ¿quieres ordenar con Él tu
vida? #FelizDomingo
“Te alabo Padre,
Señor del cielo y de la tierra”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Conocí a Carlos Riesgo en Madrid, en una
comunidad de Fe y Luz que lleva por nombre Ephetá, que significa: ¡Ábrete! Una
comunidad que reúne, alrededor de la Palabra de Dios y de la construcción de la
fraternidad, a niños y niñas con alguna deficiencia mental o psíquica, a sus
familiares y a sus amigos. Jean Vanier y Marie Hélène Mathieu, fundaron estas
comunidades hace ya más de cincuenta años y se han ido extendiendo a lo largo y
ancho del mundo. En Colombia existe ya una comunidad de Fe y Luz que se llama
‘Camino de Betania’ y en muchos países estas comunidades han ido creciendo de
modo lento y pausado, como debe ser el proceso de cualquier obra que de verdad
quiera llegar a ser grande, como las ceibas de nuestros campos o el grano de
mostaza del Evangelio.
Carlos sufre de una parálisis cerebral y tiene
muchos problemas para moverse y para hablar; pero sus ojos, vivos como centellas,
dicen más de lo que sus difíciles palabras alcanzan a expresar. Un buen día, a
propósito de un encuentro al que fuimos un fin de semana junto con otras
comunidades llegadas de otras ciudades, me pidieron que estuviera especialmente
pendiente de Carlos los tres días que estaríamos reunidos. Él se defiende muy
bien y hace prácticamente todo por sí mismo; lo único que necesitaba era apoyo
y respaldo por cualquier eventualidad. Yo acepté el reto con mucho gusto.
Ese bendito fin de semana recibí una de las
lecciones más importantes de mi vida; en esos tiempos estaba yo haciendo unos
estudios de especialización en teología y contaba con un grupo de distinguidos
profesores, todos ellos doctores. Sin embargo, el mejor profesor que tuve
durante esos años fue Carlos Riesgo, no lo puedo dudar. El necesitaba apoyo y
yo necesité paciencia... mucha paciencia, porque Carlos lo hace todo
lentamente, a su ritmo: comer, moverse de un lugar a otro, acomodarse en su
silla, arreglarse por las mañanas... Y, dentro de lo que hace lentamente, lo
que más me costó trabajo fue su forma de hablar... Desacelerarse un fin de
semana completo, para los que vamos por la vida como una moto, no resulta un
trabajo fácil.
Cada vez que Carlos quería decirme algo,
comenzaba a articular difícilmente las palabras, tratando de hacer una frase
comprensible. Y yo, con el acelere de siempre, trataba de adivinar lo que
quería decir, sin dejar que él terminara. Tan pronto yo lo interrumpía con una
frase que no era la que él estaba tratando de armar, hacía un gesto con la mano
y comenzaba de nuevo su tortuoso esfuerzo por expresarse. De nuevo, el hábil
sabelotodo, que quiere apurar el paso y ganar tiempo, se me salía con otra
frase que tampoco lograba adivinar el trabalenguas. Y vuelva a empezar... Hasta
que, poco a poco, fui aprendiendo que cuando yo me quedaba callado y esperaba a
que Carlos terminara de decir lo que quería decir, a la velocidad que él iba,
entonces, ¡oh milagro!, entendía que lo que quería era un vaso con agua o que
le alcanzara fruta...
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los
sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido”. Este grito de
júbilo de Jesús debió nacer después de haberse encontrado con alguna de estas
personas que la sociedad desprecia o considera inútiles. Son ellos los
depositarios de los secretos del Reino de Dios. Por eso, gracias a Carlos, el
Señor me gritó: ¡Ephetá! para enseñarme a escuchar a los demás sin
interrumpirlos; para aprender a callar y a respetar el ritmo de los
sencillos... No se si he logrado vivir todo esto, pero siento la
responsabilidad de alabar con Jesús la ocurrencia de Dios de revelarle los
misterios del Reino a los más pequeños, ocultándolos de los sabios y
entendidos. Por eso, tenemos que pedir todos los días que el Señor quiera abrir
nuestros oídos para saber escuchar sus mensajes y dejarnos evangelizar por los
más pobres de nuestra sociedad. “Sí, Padre, porque así lo has querido”.
DIOS SE REVELA A LOS SENCILLOS
Un día, Jesús sorprendió a todos dando gracias
a Dios por su éxito con la gente sencilla de Galilea y por su fracaso entre los
maestros de la ley, escribas y sacerdotes. «Te doy gracias, Padre… porque ha
escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las ha revelado a la gente
sencilla». A Jesús se le ve contento. «Sí, Padre, así te ha parecido mejor».
Esa es la manera que tiene Dios de revelar sus «cosas».
La gente sencilla e ignorante, los que no
tienen acceso a grandes conocimientos, los que no cuentan en la religión del
templo, se están abriendo a Dios con corazón limpio. Están dispuestos a dejarse
enseñar por Jesús. El Padre les está revelando su amor a través de él.
Entienden a Jesús como nadie.
Sin embargo, los «sabios y entendidos» no
entienden nada. Tienen su propia visión docta de Dios y de la religión. Creen
saberlo todo. No aprenden nada nuevo de Jesús. Su visión cerrada y su corazón
endurecido les impiden abrirse a la revelación del Padre a través de su Hijo.
Jesús termina su oración, pero sigue pensando
en la «gente sencilla». Viven oprimidos por los poderosos y no encuentran alivio
en la religión del templo. Su vida es dura, y la doctrina que les ofrecen los
«entendidos» la hacen todavía más dura y difícil. Jesús les hace tres llamadas.
«Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados». Es la primera llamada. Está dirigido a todos los que sienten la
religión como un peso ya los que viven agobiados por normas y doctrinas que les
impiden captar la alegría de la salvación. Si se encuentran vitalmente con
Jesús, experimentarán un alivio inmediato: «Yo os aliviaré».
«Cargad con mi yugo… porque es llevadero y mi
carga, ligera». Es la segunda llamada. Hay que cambiar de yugo. Abandonar el de
los «sabios y entendidos», pues no es ligero, y cargar con el de Jesús, que
hace la vida más llevadera. No porque Jesús exija menos. Exige más, pero de
otra manera. Exige lo esencial: el amor que libera y hace vivir.
«Aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón». Es la tercera llamada. Hay que aprender a cumplir la ley y vivir la
religión con su espíritu. Jesús no «complica» la vida, la hace más simple y
humilde. No oprime, ayuda a vivir de manera más digna y humana. Es un
«descanso» con él encontrado.
DIOS NI ESCONDE NI REVELA NADA A NADIE
En el evangelio de hoy hay tres párrafos bien definidos. El primero se refiere a Dios. El segundo, a la interdependencia total entre Jesús y Dios. El tercero, hace referencia a la relación entre nosotros y Jesús. Los dos primeros se encuentran también en Lucas, pero en el contexto del éxito de los 72 y la intervención del Espíritu. En la primera comunidad cristiana todos eran personas sencillas, que no podían gloriarse de nada. ¿Qué hubiera dicho Jesús después de Constantino?
Te doy gracias, Padre, porque…” Lo importante no es la
acción de gracias en sí sino el motivo. Jesús no puede afirmar que Dios da a
algunos lo que niega a otros. Lo que quiere decir es que, el Dios de Jesús no
puede ser aceptado más que por la gente sencilla y sin prejuicios. Los engreídos,
los sabios, tienen capacidad para crearse su propio Dios. Los “sabios y
entendidos” eran los especialistas de la Ley. Su conocimiento de Dios les daba
derecho a sentirse seguros, poseedores de la verdad. No tienen nada que
aprender, pero eran los únicos que podrían enseñar.
¿Quiénes eran los sencillos? “El “nepios” griego tiene
muchos significados, pero todos van en la misma dirección: infantil, niño,
menor de edad, incapaz de hablar; y también: tonto, infeliz, ingenioso, débil.
No tenía capacidad de razonamiento y les faltaba la mínima preparación para
desplegarla. Para la élite religiosa, los sencillos eran unos malditos, porque
no conocían la Ley, y por lo tanto no pudieron cumplirla. Los sencillos eran
los “sin voz”, “la gente de la tierra”, los descartados.
Estas cosas son las experiencias de Dios que Jesús utilizó
y que nos quiere transmitir. No se trata de conocimiento sino de experiencia
profunda. “Todo me lo ha entregado mi Padre…” Ese conocimiento de Dios no es
fruto del esfuerzo humano, sino puro don; aunque no se niegue a nadie. El error
de nuestra teología fue creer que conocíamos a Jesús porque conocíamos a Dios;
si Jesús era Dios, ya sabíamos lo que era Jesús. El texto dice que la única
manera de conocer a Dios es acercarnos a Jesús, haciendo nuestra la experiencia
de Dios que él tuvo.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que
yo os aliviaré. La imagen de yugo se aplicaba a la Ley, que, tal como la
imponían los fariseos, era ciertamente insoportable. El hombre desaparecía bajo
el peso de más de 600 preceptos y 5.000 prescripciones, además de las
tradiciones que eran innumerables y sumían a la gente en la imposibilidad de
cumplirlas. Para los fariseos, la Ley era lo único absoluto. Jesús dice lo
contrario: “El sábado está hecho para el hombre…”. La principal tarea de Jesús
es liberar al hombre de las ataduras religiosas.
Mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Jesús libera de
los yugos y las cargas que oprimen al hombre y le impiden ser él mismo. No
propone una vida sin esfuerzo; Sería engañar al ser humano que tiene
experiencia de las dificultades de la existencia. Sin esfuerzo no hay verdadera
vida humana. No es el trabajo exigente lo que malogra una vida, sino los
esfuerzos que no llevan a ninguna plenitud. Lo que hagamos a favor del hombre
traerá plenitud y felicidad.
Jesús propone un “yugo” pero no de opresión que vaya
contra el hombre, sino para desplegar todas sus posibilidades de ser más
humano. Jesús quiere ayudar al ser humano a desplegar su ser sin opresiones. El
yugo y la carga serían, como el peso de las alas para el ave. Claro que las
alas tienen su peso, pero si se las quitas, ¿con qué volará? El motor de un
avión es una tremenda carga, pero gracias a ese peso el avión vuela. Nuestras
limitaciones nos permiten avanzar.
Lo que acabamos de leer es evangelio (buena noticia). No
hemos hecho caso a este mensaje. En cuanto pasaron los primeros siglos del
cristianismo, se olvidó totalmente este evangelio, y se recuperó “el sentido
común”. Nunca más se ha reconocido que Dios se puede revelar a la gente
sencilla. Es tan sorprendente lo que nos dice Jesús, que nunca nos lo hemos
creído. Dios no comparte con el hombre el conocimiento, sino su Vida. Sin
conocer la evolución pueden disfrutar de buena salud.
Si Dios se revela a la gente sencilla, ¿Qué cauces
encontramos en nuestra institución para que sean escuchados? ¿No estamos
haciendo el ridículo cuando seguimos siendo guiados por los “sabios y
entendidos” que se escuchan más a sí mismos que a Dios? A todos los niveles
estamos en manos de expertos. En religión la dependencia es absoluta, hasta el
punto de prohibirnos pensar por nuestra cuenta. Recordad la frase del
catecismo: “doctores tiene la Iglesia…”.
Jesús no propone una religión menos exigente. Esto seria
tergiversar el mensaje. Jesús no quiere saber nada de religiones. Propone una
manera de vivir la cercanía de Dios, tal como él la alcanzaron. Esa Vida
profunda es la que puede dar sentido a la existencia, tanto del sabio como del
ignorante, tanto del rico como del pobre. Todo lo que nos lleve a plenitud,
será ligero. Este camino de sencillez no es fácil.
Cansados y agobiados eran los que intentaban
cumplir la Ley, pero fracasaban en el intento. De esa frustración abusaban los
eruditos para oprimirlos. Nada ha cambiado desde entonces. Los entendidos de
todos los tiempos siguen abusando de los que no lo son y tratando de
convencerles de que tienen que hacerles caso en nombre de Dios. Pío IX dijo:
“solo hay dos clases de cristianos, los que tienen el derecho de mandar y los
que tienen la obligación de obedecer”. Ningún jerarca repetiría esas palabras,
pero en la práctica, todos actuarían desde esa manera.
Descubramos en qué medida separamos la fe de la vida, la
experiencia del conocimiento, el amor del culto, la conciencia de la moralidad.
Los predicadores siguen imponiendo pesados fardos sobre las espaldas de los
fieles. Nuestro anuncio no es liberador. Seguimos confiando más en los
conocimientos teológicos, en el cumplimiento de las normas morales y en la
práctica de ritos, que en la sencillez de sabernos en Dios. Seguimos
proponiendo como meta la “Ley”, no la Vida.
La gran carencia de nuestra comunidad hoy es la falta de
experiencia interior. Por esa situación nunca se podrá superar condenando a los
que se atreven a discrepar de la doctrina oficial oponiendo normas que traten
de zanjar cuestiones discutibles. Lo que hay que enseñar a los cristianos es a
vivir la experiencia de Jesús. Solo ahí encontraremos la liberación de toda
opresión. Solo teniendo la misma vivencia de Jesús, conseguiremos la libertad
para ser nosotros mismos.
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