Domingo VII del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 5, 38-48) 19 de febrero de 2023
Reflexiones
Buena Nueva
#Microhomilia
El cristianismo es un modo de vida; es una llamada a vivir cotidianamente de un modo radicalmente distinto. La Palabra deja claro hoy, que ser cristiano no es asunto de afiliación, es decir, de seguidores o "tendientes a", sino de filiación, de vínculo, de pertenencia: "ustedes son de Cristo..."
Propongo que no preguntemos sobre nuestra pertenencia a Cristo. ¿Afiliado o de Él? ¿Tendiente o parte de Él? En el Evangelio Cristo nos llama a la gran radicalidad de quien pertenece: Vivir en el amor, vivir amando. Esto se traduce en actitudes concretas y cotidianas que nos llevan a buscar en cada acto, ante cada encuentro, ser expresión del amor de Dios al que pertenecemos, en eso y nada más, encontramos la perfección.
Comencemos a expresar nuestro cristianismo por todos lados, con todas y todos, porque reconocemos que nosotros mismos hemos sido beneficiados de la compasión y la misericordia de nuestro Dios que ante todo nos amó.
#FelizDomingo
“Sean ustedes perfectos, como
su Padre que está en el cielo es perfecto”
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.
La ley del talión, ‘ojo por ojo y diente por
diente’, era, y desgraciadamente sigue siendo, una norma aplicada en las
relaciones interpersonales y también entre grupos humanos enfrentados por
diferencias de todo tipo. Esta ley termina por destruir a las dos partes y no
abre caminos de solución para ninguno de los conflictos que pretende resolver.
La propuesta de Jesús de responder al mal con bien, ha tenido muchos seguidores
a lo largo de la historia. Uno de los más destacados ha sido el pastor
bautista, Martin Luther King, premio Nobel de la paz en 1964, asesinado en
abril de 1968. En uno de sus libros, encontramos un programa para vivir lo que
podríamos llamar, una espiritualidad de la no violencia, que va en la misma
línea del texto evangélico que hoy nos propone la Iglesia. Veamos algunos de los
puntos que sugiere este profeta de nuestros tiempos:
“La resistencia no violenta no es un método
para cobardes. La no violencia implica resistencia. Si uno recurre a este
método por miedo o simplemente porque carece de instrumentos para ejercer
violencia, no es verdaderamente no violento. (…)”.
“Un segundo punto fundamental que caracteriza
a la no violencia es que no busca derrotar o humillar al oponente, sino
granjearse su amistad y comprensión. El resistente no violento debe expresar
con frecuencia su protesta mediante la no cooperación o el boicot, pero no los
entiende como fines en sí mismo; son simplemente medios para generar un
sentimiento de vergüenza moral en el oponente. El objetivo es la redención y la
reconciliación. (…)”.
“Una tercera característica de este método es
que está dirigido contra las fuerzas del mal en vez de contra personas que
hacen el mal. El resistente no violento pretende derrotar el mal, no las
personas victimizadas por él”.
“Un cuarto punto que caracteriza la
resistencia no violenta es la disposición a aceptar el sufrimiento sin
retaliar, aceptar los golpes del oponente sin responder. El sufrimiento
inmerecido es redentor”.
“Un quinto punto es que el resistente no
violento no sólo rehúsa dispararle a su oponente, sino también a odiarlo. La
base de la no violencia es el principio del amor”.
Un buen ejemplo de esta espiritualidad no
violenta que nos propone Jesús es una historia que trae Anthony de Mello en su
libro “Un minuto para el absurdo”:
“Dijo un día el maestro: «No estaréis preparados para ‘combatir’ el mal
mientras no seáis capaces de ver el bien que produce». Aquello supuso para los
discípulos una enorme confusión que el Maestro no intentó siquiera disipar. Al
día siguiente les enseñó una oración que había aparecido garabateada en un
trozo de papel de estraza hallado en el campo de concentración de Ravensburg:
«Acuérdate, Señor, no sólo de los hombres y mujeres de buena voluntad, sino
también de los de mala voluntad. No recuerdes tan sólo todo el sufrimiento que
nos han causado; recuerda también los frutos que hemos dado gracias a ese
sufrimiento; la camaradería, la lealtad, la humildad, el valor, la generosidad,
la grandeza de ánimo que todo ello ha conseguido inspirar. Y cuando los llames
a ellos a juicio, haz que todos esos frutos que hemos dado sirvan para su
recompensa y su perdón»” (De Mello,
Un minuto para el absurdo).
Jesús
fue el primero que tuvo el sentido común suficiente, para romper la cadena del
odio que significa la ley del talión. Su palabra, que nos invita a orar por
nuestros enemigos, se hizo vida cuando, desde la cruz, pidió perdón al Padre
por los que lo estaban matando. Eso es llegar a la perfección a la que nos
invita el evangelio. También a nosotros se nos invita hoy a vivir inspirados en
una ética del amor, para hacernos perfectos, como el Padre celestial es
perfecto.
LA CORDIALIDAD
No es la manifestación sensible de los
sentimientos el mejor criterio para verificar el amor cristiano, sino el
comportamiento solícito por el bien del otro. Por lo general, un servicio
humilde al necesitado encierra, casi siempre, más amor que muchas palabras
conmovedoras.
Pero se ha insistido a veces tanto en el
esfuerzo de la voluntad que hemos llegado a privar a la caridad de su contenido
afectivo. Y, sin embargo, el amor cristiano que nace de lo profundo de la
persona inspira también los sentimientos, y se traduce en afecto cordial.
Amar al prójimo exige hacerle bien, pero
significa también aceptarlo, respetarlo, valorar lo que hay en él de amable,
hacerle sentir nuestra acogida y nuestro amor. La caridad cristiana induce a la
persona a adoptar una actitud cordial de simpatía, solicitud y afecto,
superando posturas de antipatía, indiferencia o rechazo.
Naturalmente, nuestro modo personal de amar
viene condicionado por la sensibilidad, la riqueza afectiva o la capacidad de
comunicación de cada uno. Pero el amor cristiano promueve la cordialidad, el
afecto sincero y la amistad entre las personas.
Esta cordialidad no es mera cortesía exterior
exigida por la buena educación, ni simpatía espontánea que nace al contacto con
las personas agradables, sino la actitud sincera y purificada de quien se deja
vivificar por el amor cristiano.
Tal vez no subrayamos hoy suficientemente la
importancia que tiene el cultivo de esta cordialidad en el seno de la familia,
en el ámbito del trabajo y en todas nuestras relaciones. Sin embargo, la
cordialidad ayuda a las personas a sentirse mejor, suaviza las tensiones y
conflictos, acerca de las posturas, fortalece la amistad, hace crecer la
fraternidad.
La cordialidad ayuda a liberarnos de
sentimientos de indiferencia y rechazo, pues se opone directamente a nuestra
tendencia a dominar, manipular o hacer sufrir al prójimo. Quienes saben
comunicar afecto de manera sana y generosa crean en su entorno un mundo más
humano y habitable.
Jesús insiste en desplegar esta cordialidad no
solo ante el amigo o la persona agradable, sino incluso ante quien nos rechaza.
Recordemos unas palabras suyas que revelan su estilo de ser: «Si saludáis solo
a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?».
SE HA DICHO A LOS ANTIGUOS…
También decíamos que todo cristiano debía estar haciendo
siempre un análisis serio de la segunda parte y estar dispuesto a ir más allá.
De ahí el «pero “yo” os digo…». Al decir “yo” no me estoy arrogando ninguna
superioridad; tú puedes decir lo mismo.
Habéis oído que se dijo: no matarás. Jesús dice: todo el
que esté peleado contra su hermano será procesado. No cabe duda de que es una
visión mucho más profunda que la anterior, pero debemos ir mucho más allá de
esa propuesta.
Pero “yo” os digo: no se trata solamente de no hacer
ningún daño al otro, ni siquiera ignorarle y no dañar el caso. Debo estar
dispuesto a hacerle todo el bien que pueda. Quedarme sólo en lo negativo no
expresa bien la intención y el deseo de Jesús.
Se dijo: no cometerás adulterio. Jesús dijo: el que mira a
una Mujer deseándola en su corazón, ya ha cometido adulterio. No olvidemos que
el precepto de no cometerás adulterio del AT, no tiene nada que ver con la
sexualidad o con el amor, sino con la propiedad privada. El texto dice: no
deseas la mujer de tu prójimo ni su buey ni su casa ni nada que sea de él. La
propuesta de Jesús está hecha desde esa perspectiva.
Pero “yo” os digo: la relación de pareja debe estar
fundada en un amor recíproco. Debemos superar la idea de que el marido es
propietario de la mujer y que debemos respetar esa propiedad. En este tema nos
queda mucho por andar. No podemos esperar que Jesús haya dicho la última palaba
porque estaban en otra perspectiva.
Habéis oído que se dijo: no juréis en falso. Jesús dijo:
no juréis en absoluto; a vosotros os basta decir sí o no, lo que pasa de ahí
viene del maligno. Poner a Dios como testigo, o cualquier otra cosa sagrada
para no pronunciar el nombre de Dios es un abuso de todo lo sagrado. Por eso
“yo” os digo: Conformaos con la verdad. La confianza mutua se debe apoyar en la
autenticidad. Si necesita apoyo externo, demuestra su debilidad.
Está mandado: “ojo por ojo y diente por diente".
Jesús dijo: no hagáis frente al que os agravia. El 'ojo por ojo' ya era una
norma de justicia muy avanzada, fue un intento de superar el instinto de
venganza que nos lleva a hacer el máximo daño posible al que me ha hecho algún
daño. Jesús dio un gran paso hacia la verdadera justicia que nace del amor.
Tenemos asumido que la meta es la justicia, "ojo por ojo". y la justicia
romana nos impiden comprender el mensaje cristiano.
Creemos estar muy identificados con la justicia, pero si
examinamos esa justicia que exigimos, descubriremos con horror que lo que
intentamos todos es hacer de la justicia un instrumento de venganza. Se
utilizan las leyes para hacer todo el daño que se pueda al enemigo; eso sí,
dentro de la legalidad y amparados por el beneficio de la sociedad. Incluso se
considera que los buenos abogados son aquellos que son capaces de ganar los
pleitos cuando la razón está de parte del contrario.
Las frases tan concisas y profundas pueden entenderse mal.
No nos dice Jesús que no debemos hacer frente a la injusticia. Contra la
injusticia hay que luchar con todas las fuerzas. Tenemos obligación de
defendernos cuando nos afecta personalmente, pero sobre todo, tenemos la
obligación de defender a los demás de toda clase de injusticia. Lo que nos pide
el evangelio es que nunca debemos eliminar la injusticia con violencia.
Si utilizamos la violencia para eliminar una injusticia,
estamos manifestando nuestra incapacidad de eliminarla humanamente. No
convenceré al injusto si me empeño en demostrarle que me hace daño a mí oa
otro. Pero si soy capaz de demostrarle que con su actitud se está haciendo un
daño a sí mismo, sin duda cambiaría de actitud.
Habéis oído que se dijo: “amarás a tu prójimo y
aborrecerás a tu enemigo". Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos. La
dificultad mayor, para comprender este amor, está en que confundimos amor con
sentimiento. El amor evangélico no es instinto ni sentimiento. Por lo tanto, no
podemos esperar que sea algo espontáneo. El verdadero amor, sea al enemigo oa
un hijo, no es el instinto que nace de mi ser biológico. El amor de que estamos
hablando es algo mucho más profundo y ser humano
Hay que aclarar que la frase “aborrecerás a tu enemigo” no
se encuentra en la Escritura. Pero si tenemos en cuenta que para ellos el
prójimo era el que pertenecía a su pueblo, a su raza, a su familia. El resto
era siempre el “enemigo” que atentaba real o posiblemente contra la seguridad
del pueblo. Para poder subsistir, no tienen más remedio que defenderse de las
agresiones. Jesús da un salto de gigante y podemos apreciar que la diferencia
entre ambas propuestas es abismal.
Pero “yo” os digo: En realidad, no hay enemigo. No debo
hacerlo por hacer al otro un favor sino por alcanzar yo mi plenitud. El amor al
enemigo no es más que una manifestación del verdadero Ser, que, por ir en
contra del instinto de conservación, se ha convertido en la verdadera prueba de
fuego del AMOR.
Si somos incapaces de amar a otro porque le consideramos
enemigo, podemos tener la certeza de que, todo lo que hemos llamado amor no
tiene nada que ver con el evangelio, y por lo tanto con el amor que nos ha
exigido Jesús. El evangelio no es ciencia, ni filosofía ni moral, ni teología
ni religión. El evangelio es Vida. El evangelio no intenta enriquecer la
inteligencia sino a todo el ser. Tu felicidad, tu plenitud de humanidad radica
en ti y nadie te la puede arrebatar.
Enemigo es el que agrede, no el que sufre la agresión. El
enemigo no tiene por qué obtener una respuesta igual. Alguien puede anticipar
mi enemigo, pero yo puedo mantenerme sin ninguna agresividad hacia él. En ese
caso, yo no convierto en enemigo al que me ataca. Si le constituyo en enemigo,
he destrozado toda posibilidad de poder amarle. Esa armonía con todos es lo que
daba tanta paz y felicidad a los místicos.
Así seréis hijos de vuestro Padre… Aquí encontramos una de
las mejores muestras de lo que se entendía por hijo en tiempo de Jesús. Hijo
era el que salía al padre, el que era capaz de imitarle en todo. También
muestra la idea de Dios que tenía Jesús. Un Dios que ama a todos por igual sin
distinción alguna. El AMOR que nos pide Jesús es el mismo amor que es Dios y
está desplegándose en mí en todo instante.
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