sábado, 18 de junio de 2022

Domingo XII de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 9, 18-24)

 Domingo XII de Tiempo Ordinario – Ciclo C (Lucas 9, 18-24) – 19 de junio de 2022

 


Lucas 9, 18-24

Un día en que Jesús estaba orando solo, y sus discípulos estaban con él, les preguntó:

—¿Quién dice la gente que soy yo?

Ellos contestaron:

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó.

Y Pedro le respondió:

—Eres el Mesías de Dios.

Pero Jesús les encargó mucho que no dijeran esto a nadie. Y les dijo:

—El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.

Después les dijo a todos:

—Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará.

 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia

Hernán Quezada, SJ 

 La “cruz” es una dimensión inevitable de nuestras vidas, es decir, experimentamos cansancio, frustración, crisis, enfermedad, sufrimiento y otras tantas situaciones que llegan y nos lastiman. El mundo nos quiere hacer creer que esta dimensión de dificultad de nuestra vida se puede evitar “narcotizándonos”, centrando toda nuestra atención en encontrarnos y cuidarnos a nosotros mismos, viviendo autorreferenciados, obsesionados con que nada nos moleste; ingenuamente creemos que basta con no reconocer la realidad para que desaparezca. Hoy Jesús nos expresa la única fórmula posible para seguir: toma tu cruz y sígueme. Esto no quiere decir que se regocija de nuestros dolores y menos que Él nos los ha enviado como prueba o castigo, se refiere a que esta cruz inevitable del día a día hay que reconocerla “tomarla” e ir con Él, para seguir haciendo lo que Él hacia: incluir, perdonar, sanar y compartir. Siguiendo a Jesús, la cruz no nos arrebatará la paz, el dolor no hará de nuestra vida una vida triste, porque de Dios recibiéremos fuerza y gracia.  ¿Cuál es tu cruz del día a día?

#felizdomingo

 

¿CREEMOS EN JESÚS?

José Antonio Pagola

Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera. Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesárea de Filipo: «Vosotros, quién decís que soy yo?».

Si en las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.

No son tiempos fáciles los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?

Nosotros confesamos, como Pedro, que Jesús es el «Mesías de Dios», el Enviado del Padre. Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?

Lo confesamos también «Hijo de Dios». Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos?

Llamamos a Jesús «Salvador» porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es esta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es esta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?

Confesamos a Jesús como nuestro único «Señor». No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos falsos. Pero ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿Le damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿Lo ponemos por encima de todo y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?

La gran tarea de los cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.

 

¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?

Fray Marcos

Los tres sinópticos relatan el mismo episodio, aunque con diferencias notables. Se plantea abiertamente el significado del mesianismo de Jesús. Tema que no quedó resuelto hasta después de la experiencia pascual. No se trata, pues de un relato estrictamente histórico, sino de un planteamiento teológico del tema más importante y complicado de todo el NT. Ni para ellos fue fácil aceptar el verdadero mesianismo, ni lo es para nosotros, pues seguimos sin aceptar que el ser cristiano lleva consigo renunciar al ego y darse a los demás.

Jesús estaba orando, como siempre que va a decir o hacer algo importante. El evangelio dice que el único que estaba orando era Jesús solo, aunque los discípulos estaban allí. Sin tener en cuenta esa oración de Jesús nada de lo que fue y predicó puede explicarse. La forma en que Jesús habla de Dios, se inspira en su experiencia personal. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Jesús experimentó que Dios lo era todo para él y él debía ser todo para los demás. Tomó conciencia de la fidelidad de Dios-amor y respondió vitalmente a esta toma de conciencia. Al atreverse a llamar a Dios "Abba" (Papá), Jesús abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el Absoluto.

Para Jesús, como para cualquier ser humano, la base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se descubre sustentado por la acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible nuestra existencia. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar su centro. "Intimior intimo meo". Descubrir su fundamento en Dios, es fuente de una inesperada plenitud. La experiencia de Dios será la revelación de la más alta humanidad.

Jesús de Nazaret nunca se presenta como absoluto. Para él lo único absoluto era Dios. Él se consideró siempre como un ser humano más. La opinión de la gente indica ya una alta consideración de la persona de Jesús, pero está lejos de acertar. La opinión de Pedro, parece acertada; pero "el Ungido", era la manera de designar al Mesías que el pueblo esperaba. Un Mesías nacionalista que traería la salvación política, económica y religiosa. Esa opinión no debe ser divulgada porque es también falsa. A continuación se nos propone la verdadera figura del Mesías que la primera comunidad pascual había descubierto con tanta dificultad.

El Mesías se convierte en "Hijo de hombre", el modelo de hombre, el ser humano que vive su plenitud. No es el triunfador, el poderoso, el que está por encima de los demás, sino el que aguanta, el que sufre, el que tiene que padecer las iras y rencores de los suyos, el humillado y despreciado, precisamente por no renunciar a ser "humano". Y todo esto hasta el extremo, hasta perder la vida por mantener esa actitud. El que quiera adherirse al Mesías, no tiene más remedio que emprender el mismo camino. Exige el negarse a sí mismo.

La frase de Jesús "el que quiera salvar su vida la perderá"; no es una exageración, sino una verdad básica. Hacer que todo gire en torno a nuestro falso "yo", es potenciar en nosotros aquello que tiene un valor relativo. No podemos dejar de ser egoístas si no superamos el apego a un "ego". En la medida en que ponga como objetivo último salvar mi vida, seré egoísta y por lo tanto me deshago como persona. En la medida en que sea capaz de desprenderme de todo apego, incluido el apego a la vida, a favor de los demás, estaré amando de verdad, y por lo tanto creciendo como ser humano. Mi Vida con mayúscula se potenciará, y la vida con minúscula, cobra entonces su auténtico sentido.

La pregunta que se hicieron aquellos primeros cristianos tenemos que hacérnosla nosotros hoy. ¿Quién es Jesús? La mejor prueba de que no es fácil responder, es la falsa alternativa, que se planteó en el siglo pasado, entre el Jesús histórico o el Cristo de la fe. Los discípulos compartieron su vida con el Jesús de Nazaret y aceptaron a aquel ser humano que les proporcionó una paz, una alegría y una seguridad increíbles; pero mientras vivieron con él, no fueron capaces de ir más allá de lo que veían. Solamente a través de la experiencia pascual se adentraron en el verdadero significado de aquella persona fuera de serie.

Al morir Jesús, se preguntaron si con la muerte de su líder se había acabado todo. Solo entonces empezaron a trascender la figura aparente de Jesús y descubrieron lo que se escondía detrás de aquella realidad visible. Fueron dándose cuenta de que allí había algo más que un simple ser humano. Entonces fueron conscientes de que el verdadero UNGIDO ya se encontraba en el Jesús de Nazaret. Este Mesías, descubierto en pascua, no coincide con el que esperaban los judíos y los propios discípulos, antes de esa experiencia. Ahora se trata de Jesús el Cristo, Jesucristo, genial integración del Jesús histórico y el Cristo de la fe.

Cristo no es una idea abstracta surgida en la primera comunidad de seguidores, sino la realidad de Jesús visto con los rayos X de la experiencia pascual. Cristo ni se puede identificar con Jesús ni se puede separar de él. Durante tres años, sus seguidores convivieron con él sin enterarse de quién era en realidad; pero una vez que desapareció su figura sensible, fueron capaces de descubrir lo que en aquella figura humana se escondía. No se puede separar el valor de una moneda, de la cantidad y la forma del metal que la constituye. La moneda tiene tal valor, precisamente porque tiene tal forma, tal tamaño y un determinado metal precioso. Todo lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad.

¿Quién es Jesús para nosotros hoy? No se trata de dar una respuesta teórica ni una cristología aquilatada que responda a todas las cuestiones formales relativas a la persona de Jesús. Mucho menos, dogmas que definan su naturaleza divina. Lo tenemos crudo, porque los evangelios nos hablan de Jesucristo desde la experiencia pascual, y es muy difícil descubrir al Jesús de Nazaret que ellos conocieron y del que partieron para llegar a Cristo. Los cristianos de hoy empezamos la casa por el tejado y cuando nos damos cuenta, resulta que carecemos de muros y sobre todo de cimientos. Sin experiencia pascual no hay cristiano.

Debemos darnos cuenta de lo lejos que estamos del encarnar en nuestra vida ese valor supremo, que Jesús encarnó. Somos cristianísimos para tener a Dios de nuestra parte y nos saque las castañas del fuego. Echemos una ojeada a nuestras oraciones y descubriremos la idea que tenemos del Mesías. La misma que Pedro propuso y rechazó Jesús. Lo hemos colocado a la derecha de Dios; le hemos dado plenitud de poder y gloria; le hemos hecho juez de vivos y muertos; para, a renglón seguido, decir que el que cumpla con lo que dijo se sentará con él a juzgar a los infieles. Estas cosas las dice el NT, en contra de la misma actitud de Jesús. Un ejemplo más de lo difícil que fue aceptar su mensaje.

Una cosa es llamarse cristiano y otra serlo. No es nada fácil darse cuenta de que la plenitud humana está en el desarrollo de una capacidad de salir de sí, de identificarse con los demás. No es nada fácil salir de la dinámica del hedonismo que nos empuja a dar satisfacción a los sentidos, a buscar lo más cómodo, lo que me agrada, lo que menos me cuesta. Mantener estas actitudes hedonistas y llamarse cristiano, es una contradicción. Pero tampoco debemos caer en la trampa del masoquismo. Dios quiere para cada uno de nosotros lo mejor. Quiere que disfrutemos de todo lo que nos rodea, de las personas y de las cosas. Todo es positivo, siempre que tengamos claro que lo primero es el bien integral del hombre.

No es fácil entender bien lo que hoy nos dice el evangelio. No se trata de machacar una parte de nuestro ser para salvar otra. Se trata de descubrir un fallo en nuestra percepción de nosotros mismos, es decir, que con frecuencia creemos ser los que no somos y vivimos engañados. Se trata de liberarnos de todo aquello que nos ata a lo caduco y nos impide elevarnos a la plenitud que nuestro verdadero ser exige. La liberación llega cuando hemos establecido una auténtica escala de valores y somos capaces de dar a cada faceta de nuestra compleja vida, la importancia que tiene, ni más ni menos.

 

Meditación-contemplación

Lo que Jesús es y significa, no se puede meter en conceptos,

porque está más allá de los sentidos y de la razón.

Si experimentas lo que hay de Dios en ti,

podrás vislumbrar lo que Jesús vivió y manifestó.

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Más allá de nuestro "yo" físico, psíquico y mental,

se encuentra nuestro auténtico ser,

que es lo divino que hay en cada uno de nosotros

y que está siempre ahí como la única realidad verdadera.

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Para alcanzar ese verdadero ser y verdadera Vida,

es necesario no quedar enganchado en lo terreno.

"Perder" lo caduco, lo contingente, lo limitado

es el único camino para alcanzar lo absoluto.

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