Primer Domingo de Cuaresma – Ciclo C (Lucas 4, 1-13) 6 de marzo de 2022
Lucas 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo,
regresó del Jordán y conducido por el mismo Espíritu, se internó en el
desierto, donde permaneció durante cuarenta días y fue tentado por el demonio.
No comió nada en aquellos días, y cuando se completaron, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: “Si eres el Hijo de Dios, dile a esta piedra que se
convierta en pan”. Jesús le contestó: “Está escrito: No sólo de pan
vive el hombre”.
Después lo llevó el diablo a un monte elevado y en un instante le hizo ver
todos los reinos de la tierra y le dijo: “A mí me ha sido entregado todo el
poder y la gloria de estos reinos, y yo los doy a quien quiero. Todo esto será
tuyo, si te arrodillas y me adoras”. Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás
al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.
Entonces lo llevó a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del templo y le
dijo: “Si eres el Hijo de Dios, arrójate desde aquí, porque está escrito: Los
ángeles del Señor tienen órdenes de cuidarte y de sostenerte en sus manos, para
que tus pies no tropiecen con las piedras”. Pero Jesús le respondió:
“También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta que llegara la
hora.
Palabra del Señor.
PALABRAS
DEL SANTO PADRE
Durante los cuarenta días de
la Cuaresma, como cristianos estamos invitados a seguir las huellas de Jesús y
afrontar el combate espiritual contra el maligno con la fuerza de la Palabra de
Dios. No con nuestra palabra, no sirve. La Palabra de Dios: esa tiene la fuerza
para derrotar a satanás. Por esto es necesario familiarizarse con la Biblia:
leerla a menudo, meditarla, asimilarla. La Biblia contiene la Palabra de Dios,
que es siempre actual y eficaz. Alguno ha dicho: ¿qué sucedería si usáramos la
Biblia como tratamos nuestro móvil? si leyéramos los mensajes de Dios
contenidos en la Biblia como leemos los mensajes del teléfono, ¿qué sucedería?
De hecho, si tuviéramos la Palabra de Dios siempre en el corazón, ninguna
tentación podría alejarnos de Dios y ningún obstáculo podría hacer que nos
desviáramos del camino del bien (Ángelus del 5 de marzo de 2017)
Primer domingo de Cuaresma.
Detenernos y reconocer para poder cambiar, podríamos
tomarlo como consigna para este itinerario cuaresmal.
Hoy el Evangelio nos presenta el modo de actuar del
experto en el engaño. El gran tentador gusta de enredarnos desde el ego: “Si
eres… entonces puedes…”, ”Si eres… no te pasará nada”; busca atraparnos con la
tentación de poder: “todo esto será tuyo…” Sus dardos van directo a la
miserable necesidad de ser admirados y reconocidos, a el hambre de controlarlo
todo.
La clave para resistir la da Jesus: con el tentador,
ni siquiera se dialoga, sólo se responde con la Palabra y con contundencia:
“Está escrito: No sólo de pan vive el hombre”.
“Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo
servirás”.
“También está escrito: “No tentarás al Señor, tu
Dios”.
Cuáles son tus “tentaciones”, qué andas limosneando
como si de tener o no tener eso dependiera tu vida: ¿Poder? ¿aceptación?
¿seguridad? ¿reconocimiento? ¿comodidad? ¿en quién tienes puesta tu confianza,
en Dios, en ti, o en alguien más?
Hoy somos llamados a escapar de esas tentaciones
comenzando por dejar de dialogar con el “tentador”, vamos a decir junto con el
salmista: “Tú eres mi Dios y en ti confío”. Sólo desde la absoluta y completa
confianza en Dios podremos ser libres, podemos reconocer que ya tenemos
“primicias”, es decir, frutos que Dios gratis nos da y hoy ante su altar
ofrecemos. ¿cuáles son los dones que Dios te ha dado? Hay que reconocer no
sólo lo que está mal, sino también todo lo que es bien.
“(...) El Espíritu Santo lo llevó al desierto”
Hermann
Rodríguez Osorio, S.J.
A nadie se le ocurre que una foto de una persona pueda
equipararse a esa misma persona de carne y hueso. La foto nos muestra un
momento fijo, quieto, inmóvil de esa persona. Incluso, si la foto queda movida
nos parece que quedó mala. Sabemos que la foto no es la persona, porque no
está, como la vida misma, en movimiento. Sin embargo, a través de ella podemos
conocer algunos rasgos de esa persona. Evidentemente, estos rasgos no son toda
la persona, pero sí nos dan algunas pistas para saber cómo es. Incluso,
sirviéndonos de la foto, podríamos llegar a reconocerla.
El texto evangélico de las tentaciones que nos
presenta hoy san Lucas es como una foto; inmóvil, quieta, fija, pero reveladora
de un aspecto muy importante de la vida de Jesús. Nos muestra algunos rasgos de
su rostro humano y divino, aunque no logra comunicarnos el movimiento de la
vida real de Jesús de Nazaret, con respecto a las tentaciones. En general hay
acuerdo entre los estudiosos de la Biblia que los pasajes evangélicos que
hablan de las tentaciones, no se refieren a un momento aislado y separado de la
existencia de Jesús. Se trata más bien de mostrar que Jesús sintió la
experiencia de la tentación, compartiendo con esto nuestra condición humana,
desde que tuvo conciencia, hasta el momento definitivo de su muerte en la cruz.
Niko Kazantzakis, novelista griego, escribió hace
algunos años un libro que tituló La última tentación, novela que fue
llevada a la pantalla en 1988 por el famoso director cinematográfico, Martín
Scorsese, con el título de La última tentación de Cristo. Tanto la
novela, como la película, muy polémica, por cierto, presentan a Jesús siendo
tentado a lo largo de toda su vida, haciendo énfasis en la última tentación,
que propiamente no fue casarse con María Magdalena, como casi todo el mundo
interpreta de una manera superficial, sino negarse a morir en la cruz. En este
sentido, podemos decir que la oración en el huerto de Getsemaní, tal como nos
la presentan los evangelistas, fue un momento crucial de tentación, casi a las
puertas de su pasión: “Padre mío, para ti todo es posible: líbrame de este
trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tu”
(Marcos 14, 36). Por otra parte, no podemos negar que algunas de las Siete
Palabras que Jesús pronunció desde la cruz y que recordamos de manera
particular en la Semana Santa, son reflejo de esta realidad que atravesó toda
su vida. Es lo que el mismo Lucas expresa al final de este pasaje con esta
afirmación: “Cuando ya el diablo no encontró otra forma de poner a prueba a
Jesús, se alejó de él por algún tiempo”.
Todo esto significa que Jesús fue tentado muchas veces
y de muy diversas formas; san Lucas nos presenta aquí los deseos de aprovechar
sus capacidades para su propio beneficio: “Si de veras eres Hijo de Dios,
ordena a esta piedra que se convierta en pan”; deseos de tener poder: “Yo te
daré todo este poder y la grandeza de estos países. Porque yo lo he recibido, y
se lo daré al que quiera dárselo. Si te arrodillas y me adoras, todo será
tuyo”; y, por último, deseos de tener fama, haciendo cosas espectaculares para
llamar la atención: “Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí;
porque la Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden y te
protejan. Te levantarán con sus manos, para que no tropiece con piedra alguna”.
Llama la atención el uso
que hace Jesús de la Escritura para defenderse de la tentación; tanto es así,
que el tentador recurre a la autoridad del Salmo 91 (versículo 12) para
presentar la última tentación de esta serie. Pero Jesús vuelve a defenderse
citando otro texto de la misma Escritura: “No pongas a prueba al Señor tu Dios”
(Deuteronomio 6, 16). Nuestra vida, como la de Jesús, no es una fotografía. Las
tentaciones del egoísmo, del poder y de la fama, están siempre presentes, para
no señalar sino las que aparecen aquí mencionadas. El Señor nos invita a
recurrir a su Palabra para contrarrestar la fuerza del mal en nuestro interior.
Sabiendo, por lo demás, que se trata de una realidad que no ocupa solo un
momento de nuestra vida, sino que la atraviesa de principio a fin.
CONVERTIR
TODO EN PAN
Es nuestra gran tentación.
Reducir todo el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros
deseos: empeñarnos en convertirlo todo en pan con que alimentar nuestras
apetencias.
Nuestra mayor satisfacción,
ya veces casi la única, es digerir y consumir productos, artículos, objetos,
espectáculos, libros, televisión. Hasta el amor ha quedado convertido con
frecuencia en mera satisfacción sexual.
Corremos la tentación de
buscar el placer más allá de los límites de la necesidad, incluso en detrimento
de la vida y la convivencia. Terminamos luchando por satisfacer nuestros
deseos, aun a costa de los demás, provocando la competitividad y la guerra
entre nosotros.
Nos engañamos si pensamos
que es ese el camino de la liberación y de la vida. Al contrario, ¿no hemos
experimentado nunca que la búsqueda exacerbada de placer lleva al aburrimiento,
el hastío y el vaciamiento de la vida? ¿No estamos viendo que una sociedad que
cultiva el consumo y la satisfacción no hace sino generar insolidaridad,
irresponsabilidad y violencia?
Esta civilización, que nos
ha «educado» para la búsqueda del placer fuera de toda razón y medida, está
necesitando un cambio de dirección que nos pueda infundir nuevo aliento de
vida.
Hemos de volver al
desierto. Aprender de Jesús, que se negó a hacer prodigios por pura utilidad,
capricho o placer. Escuchar la verdad que se encierra en sus inolvidables
palabras: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la
boca de Dios».
¿No necesitamos liberarnos
de nuestra avidez, egoísmo y superficialidad, para despertarnos en nosotros el
amor y la generosidad? ¿No necesitamos escuchar a Dios, que nos invita a gozar
creando solidaridad, amistad y fraternidad?
RETÍRATE AL
DESIERTO
Debemos superar el enfoque
maniqueo de la cuaresma que hemos arrastrado durante demasiado tiempo. Sin
embargo, el sentido profundo de la cuaresma debemos mantenerlo e incluso
potenciarlo. En efecto, en ninguna época de la historia el ser humano se había
dejado llevar tan masivamente por el hedonismo. A escala mundial el hombre se
ha convertido en productor-consumidor. El grito de guerra de las revueltas
estudiantiles del 68 en Francia, era: “No queremos vivir peor que nuestros
padres”. No querrían ganar menos y consumir menos; para nada hacían alusión a
la posibilidad de ser más humanos.
La crisis económica del
coronavirus nos puede ayudar a superar la trampa. ¿Queremos consumir más o nos
interesa ser cada día más humanos? En teoría no hay problema para responder,
pero en la práctica, nos dejamos llevar por el hedonismo, aún a costa de menor
humanidad. Aquí está la razón de la cuaresma. Todos tenemos la obligación de
pararnos a pensar hacia dónde nos dirigimos. Alcanzar plenitud de humanidad
exige el esfuerzo de no instalarnos en la comodidad. Para crecer en la
humanidad debemos ir más allá de la satisfacción de los instintos. Este es el
planteamiento de una cuaresma para la reflexión.
No debemos escandalizarnos
cuando los exégetas nos dicen que los relatos de las tentaciones no son
historia sino teología. Marcos, que fue el primero que escribió, reduce el
relato a menos de tres líneas. No son crónicas de sucesos, pero son
descarnadamente reales. Empleando símbolos conocidos por todos, nos quieren
hacer ver una verdad teológica fundamental: La vida humana se presenta siempre
como una lucha a muerte entre los dos aspectos de nuestro ser; por una parte lo
instintivo o biológico y por otra lo espiritual o trascendente. Esa lucha no
hay que plantearla en el orden del obrar sino en el del conocer.
El mito del mal
personificado (diablo) ha atravesado todas las culturas y religiones hasta
nuestros días. No necesitamos ningún enemigo que nos tiente desde fuera. El
diablo nace como necesidad de explicar el mal, que no puede venir de Dios. Lo
que llamamos mal no tiene ningún misterio; es inherente a nuestra condición de
criaturas. La voluntad solo es atraída por el bien, pero como nuestro
conocimiento es limitado, la razón puede presentar a la voluntad un objeto como
bueno, siendo en realidad malo. Todos buscamos el bien, pero nos encontramos
con lo malo entre las manos, no porque lo busquemos sino por ignorancia.
El mal es consecuencia de
una inteligencia limitada. Sin conocimiento, la capacidad de elección sería
imposible y no podría haber mal moral. Si el conocimiento fuera perfecto,
también sería imposible el mal, porque sabríamos lo que es malo, y no nos
atraería. Si la voluntad va tras el mal, es siempre consecuencia de una
ignorancia. Es decir, creemos que es bueno para nosotros lo que en realidad es
malo. La libertad de elección solo se puede dar entre dos bienes. Plantear una
lucha entre el bien y el mal es puro maniqueísmo. La lucha se da entre el bien
aparente (mal) y el bien real para mí. Esto es muy importante.
El ser humano es un
proyecto que está toda su vida desarrollándose. Para que el desarrollo humano
concluya con éxito, cada etapa tiene que integrar la anterior y unificarse en
una personalidad, solo que más cerca del objetivo final. Que las tentaciones
sean tres no es casual. Se trata de un resumen perfecto de las relaciones que
pueden desarrollar un ser humano. La tentación consiste en entrar en una
relación equivocada con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Una
auténtica relación humana con los demás depende, querámoslo o no, de una
adecuada relación con nosotros mismos y con Dios.
1ª tentación: poner la
parte superior de nuestro ser al servicio de la inferior. Si eres Hijo de
Dios... No se debe entender desde los conceptos dogmáticos acuñados en el s.
IV. No hace referencia a la segunda persona de la Trinidad. Significa hijo en
el sentido semita. Si tú has hecho en todo momento la voluntad de Dios, también
Él hará lo que tú quieras. Fíjate bien que la tentación de hacer la voluntad de
Dios para que después Él haga lo que yo quiero, no tiene que venir ningún
diablo a sugerírnosla; es lo que estamos haciendo todos, todos los días. Jesús
no es fiel a Dios porque es Hijo, sino que es Hijo porque es fiel.
Di que esta piedra se
convierte en pan. La tentación permanente es dejarse llevar por el placer que
dan los instintos, sentidos, apetitos. Es decir hacer en todo momento lo que te
pide el cuerpo. Es negarse a seguir evolucionando y superarse a sí mismo,
porque eso exige esfuerzo. Los instintos nos ayudan a garantizar nuestro ser
animal. Si ese fuera nuestro objetivo, no habría nada de malo en seguirlos,
como hacen los animales. En ellos los instintos nunca son malos. Pero si
nuestro objetivo es ser más humanos, solo a través del esfuerzo lo lograremos,
porque debemos ir más allá de lo puramente biológico. El fallo está en utilizar
la inteligencia para potenciar nuestro ser animal.
No solo de pan vive el
hombre. El pan es necesario, pero, ni es lo único necesario ni es lo más
importante. Para el animal sí es suficiente. Nuestro hedonismo cotidiano
demuestra que aún no hemos aceptado estas palabras de Jesús. El dar al cuerpo
lo que me pide es para muchos lo primero y esencial, descuidando la
preocupación por todo aquello que podría elevar nuestra humanidad. El antídoto
de esta tentación es el ayuno. Privarnos voluntariamente de aquello que es
bueno para el cuerpo es la mejor manera de entrenarnos para no ceder, en un
momento dado, a lo que es malo aunque sea apetitoso.
2ª tentación: Si me adoran,
todo será tuyo. El poder es la idolatría suprema. El poder lleva siempre
consigo la opresión, que es el único pecado. Adorar no es dar incienso a un
dios exterior. Se trata de descubrir que nuestro verdadero ser es Dios en
nosotros. Nuestro auténtico ser no está en el ego aparente sino más a lo hondo.
Si descubro mi ser profundo, no me importará desprenderme de mi falso yo y, en
vez de buscar el dominio, buscaré el servicio. El antídoto es la limosna. Para
superar la tentación de dominar a todos, debemos hacer ejercicios de donación
voluntaria de lo que tenemos y de lo que somos.
3ª tentación: Tírate de
aquí abajo. Realiza un acto verdaderamente espectacular, que todo el mundo vea
lo grande que eres. Todos te ensalzarán y tu vana-gloria llegará al límite. La
respuesta: deja a Dios ser Dios. Acepta tu condición de criatura y desde esa
condición alcanza la verdadera plenitud. Dios no tiene que darte nada. Ya se lo
ha dado todo a todos. Eres tú el que debes descubrir las posibilidades de ser
que tienes sin dejar de ser criatura. Ya es hora de que dejemos de acusar a
Dios de haber hecho mal su obra y exigirle que rectifique. El antídoto es la
oración. Al decir oración no queremos decir “rezos” sino meditación profunda.
Descubrir al verdadero Dios me librera de utilizar al dios ídolo.
Para llegar a tu verdadero ser,
hay que atravesar tu propio desierto. Libérate de todo lo que crees ser para
llegar a lo que eres de verdad. Mantente en el silencio, hasta que se derrumbe
el muro que te separe de ti mismo. No confies en milagros; nadie desde fuera de
ti podra llevarte hasta el fondo de tu ser y suplir el propio esfuerzo de
encontrarte.
fray marcos
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