Domingo XXVI del tiempo ordinario – Ciclo B (Mc. 9, 38-43.45.47-48) – 26 de septiembre de 2021
Marcos 9,38-43, 45, 47-48
En aquel tiempo, Juan le
dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y
como no es de los nuestros, se lo prohibimos”. Pero Jesús le respondió: “No se
lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego
sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a
nuestro favor.
Todo aquel que les dé a
beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se
quedará sin recompensa.
Al que sea ocasión de
pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran
al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.
Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga’’.
Palabra del Señor.
#microhomilía
¿Para qué vivimos? ¿para quién vivimos? ¿Cómo vivimos?
Son tres preguntas que parecen oportunas a partir de la llamada radical a la
acción que nos hace la Palabra hoy. La vida adorando a lo que no es Dios y
provocando la injusticia no la quiere Dios. Estamos en un punto donde somos
llamado no solo a darnos cuenta, sino a tomar acciones, a deshacernos de aquello
que nos quita la vida y quita la vida a los demás. No se trata de la mano, el
pie o el ojo, sino de eso que nos aleja de la vida buena y justa, de lo que nos
hace vivir mal.
¿Cómo estás viviendo? ¿Qué te sientes llamada, llamado, a dejar, arrancar de tu vida para vivir y hacer La Paz? La tarea no es en solitario, Dios nos da su Espíritu y no acompaña en este re-comenzar, siempre en comunidad.
“El que no está contra nosotros, está a nuestro favor”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Alguna vez le oí a Monseñor Oscar Urbina, actual
Arzobispo de Villavicencio y ex presidente de la Conferencia Episcopal de
Colombia, hablando de los grupos evangélicos que van invadiendo nuestros
barrios, la siguiente afirmación tomada de la Escritura: “(...) si este asunto
es cosa de los hombres, pasará; pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes
vencerlos. Tengan cuidado, no se vayan a encontrar luchando contra Dios” (Hechos
de los Apóstoles 5, 38-39).
Los discípulos eran perseguidos por anunciar la
resurrección del Señor y las autoridades judías les habían prohibido
terminantemente que enseñaran nada sobre Jesús. Cuando les reclaman no haber
hecho caso a las órdenes emanadas de la Sinagoga, “Pedro y los demás apóstoles
contestaron: –Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios
de nuestros antepasados resucitó a Jesús, el mismo a quien ustedes mataron
colgándolo de la cruz. Dios lo ha levantado y lo ha puesto a su derecha y lo ha
hecho Guía y Salvador, para que la nación de Israel vuelva a Dios y reciba el
perdón de sus pecados. De esto somos testigos nosotros y también lo es el
Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que le obedecen” (Hechos 5, 29-32).
La respuesta de los discípulos hizo que las
autoridades judías reaccionaran con fuerza: “Cuando oyeron esto, se
enfurecieron y quisieron matarlos. Pero entre aquellas autoridades había un
fariseo llamado Gamalilel, que era un maestro de la ley muy respetado por el
pueblo. Este se puso de pie y mandó que por un momento sacaran de allí a los
apóstoles. Luego dijo a las demás autoridades: –Israelitas, tengan cuidado con
lo que va a ha hacer con estos hombres. Recuerden que hace algún tiempo se
levantó Teudas, alegando ser un hombre importante, y unos cuatrocientos hombres
lo siguieron. Pero a este lo mataron, y sus seguidores se dispersaron, y allí
se acabó todo. Más tarde, en los días del censo, se levantó Judas, el de
Galilea, y logró que algunos lo siguieran; pero también lo mataron, y todos sus
seguidores se dispersaron. En este caso, yo les aconsejo que dejen a estos
hombres y que no se metan con ellos. Porque si este asunto es cosa de los
hombres, pasará; pero si es cosa de Dios, no podrán ustedes vencerlos. Tengan
cuidado, no se vayan a encontrar luchando contra Dios” (Hechos 5, 33-39).
Cuando Juan le dice a Jesús que han visto a uno que
expulsaba demonios en su nombre y se lo habían tratado de impedir “porque no es
de los nuestros”, Jesús le contestó: “–No se lo prohíban, porque nadie que haga
un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. El que no está contra
nosotros, está a nuestro favor. Cualquiera que les dé a ustedes un vaso de agua
por ser ustedes de Cristo, les aseguro que tendrá su premio”. Esta afirmación
de Jesús, recogida en el evangelio según san Marcos, el más antiguo y el más
breve, que hemos venido leyendo este año, parece ir en contravía con aquella
otra, citada por Mateo y Lucas en sus evangelios, que dice: “El que no está a
mi favor, está en contra mía; y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo
12, 30 y Lucas 11, 23). Esta frase aparece en el contexto de las acusaciones
que le hacen los fariseos a Jesús de hacer milagros con el poder de Belcebú, el
jefe de los demonios.
La frase de Marcos que nos presenta el
evangelio de hoy pone el énfasis en los que no están contra nosotros, que están
a nuestro favor... Mateo y Lucas insisten más en los que no están a nuestro
favor, que están en contra nuestra... Parece un trabalenguas, pero no lo es.
Todo el que hace el bien, aunque no lo haga en nombre nuestro, no está contra
nosotros, está a nuestro favor. Y los que están en contra nuestra, son los que
no obran el bien y, por tanto, no están a nuestro favor. Monseñor Urbina,
siguiendo a Gamaliel y, sobre todo, al buen Jesús, nos da una auténtica lección
de tolerancia, tan necesaria en estos días, cuando disentir y opinar distinto
se pueden convertir en algo peligroso.
LUCHAMOS
POR LA MISMA CAUSA
Con
frecuencia, los cristianos no terminamos de superar una mentalidad de religión
privilegiada que nos impide apreciar todo el bien que se promueve en ámbitos
alejados de la fe. Casi inconscientemente tendemos a pensar que somos nosotros
los únicos portadores de la verdad, y que el Espíritu de Dios solo actúa a
través de nosotros.
Una
falsa interpretación del mensaje de Jesús nos ha conducido a veces a
identificar el reino de Dios con la Iglesia. Según esta concepción, el reino de
Dios solo se realizaría dentro de la Iglesia, y crecería y se extendería en la
medida en que crece y se extiende la Iglesia.
Y
sin embargo no es así. El reino de Dios se extiende más allá de la institución
eclesial. No crece solo entre los cristianos, sino entre todos aquellos hombres
y mujeres de buena voluntad que hacen crecer en el mundo la fraternidad. Según
Jesús, todo aquel que «echa demonios en su nombre» está evangelizando. Todo
hombre, grupo o partido capaz de «echar demonios» de nuestra sociedad y de
colaborar en la construcción de un mundo mejor está, de alguna manera, abriendo
camino al reino de Dios.
Es
fácil que también a nosotros, como a los discípulos, nos parezca que no son de
los nuestros, porque no entran en nuestras iglesias ni asisten a nuestros
cultos. Sin embargo, según Jesús, «el que no está contra nosotros está a favor
nuestro».
Todos
los que, de alguna manera, luchan por la causa del hombre están con nosotros.
«Secretamente, quizá, pero realmente, no hay un solo combate por la justicia
–por equívoco que sea su trasfondo político– que no esté silenciosamente en
relación con el reino de Dios, aunque los cristianos no lo quieran saber. Donde
se lucha por los humillados, los aplastados, los débiles, los abandonados, allí
se combate en realidad con Dios por su reino, se sepa o no, él lo sabe»
(Georges Crespy).
Los
cristianos hemos de valorar con gozo todos los logros humanos, grandes o
pequeños, y todos los triunfos de la justicia que se alcanzan en el campo
político, económico o social, por modestos que nos puedan parecer. Los
políticos que luchan por una sociedad más justa, los periodistas que se
arriesgan por defender la verdad y la libertad, los obreros que logran una
mayor solidaridad, los educadores que se desviven por educar para la
responsabilidad, aunque no parezcan siempre ser de los nuestros, «están a favor
nuestro», pues están trabajando por un mundo más humano.
Lejos
de creernos portadores únicos de salvación, los cristianos hemos de acoger con
gozo esa corriente de salvación que se abre camino en la historia de los
hombres, no solo en la Iglesia, sino también junto a ella y más allá de sus
instituciones. Dios está actuando en el mundo.
TODO GUETO ES
UN EGOÍSMO AMPLIFICADO
El
texto de hoy es continuación inmediata del que leímos el domingo pasado. Es
Juan el que, sin hacer mucho caso a lo que acaba de decir Jesús, salta con una
cuestión al margen de lo que se viene tratando en el evangelio. Este texto tiene
un significado aún más profundo si recordamos que, en este mismo capítulo (Mc
9,14-29), justo antes del episodio que hemos leído el domingo pasado, se cuenta
que los discípulos no pudieron expulsar un demonio.
Una
vez más, Jesús tiene que corregir su afán de superioridad. Siguen empeñados en
ser ellos los que controlen el naciente movimiento en torno a Jesús. Con el
pretexto de celo, buscan afianzar privilegios. Seguramente se trata de un
problema, planteado ya en la primitiva comunidad donde se escribe el evangelio.
El resto de lo que hemos leído no es un discurso, sino una colección de dichos
que pueden remontarse a Jesús.
No
es de los nuestros. El texto griego dice: “porque no nos sigue a nosotros”.
Este pequeño matiz podría abrirnos una perspectiva nueva en la interpretación.
Solo pronunciar esta frase, supone alguna clase de exclusión y una falta de
compresión del evangelio. Todo lo que nos hace diferentes como individuos es
accidental y anecdótico. Unirnos a un grupo con la intención de ser superiores
y más fuertes es un egoísmo amplificado.
Muchas
veces me habéis oído hablar de las contradicciones del evangelio; pues hoy lo
vemos con toda claridad. (Mt 12,30) dice exactamente lo contrario de lo que
acabamos de oír a Mc: “El que no está con nosotros está en contra nuestra, y el
que con nosotros no recoge, desparrama.” En Lucas encontramos las dos fórmulas,
(10,50) y (11,23); así que no hay manera de desempatar. No hay contradicción,
solo son contextos distintos.
La
contradicción es aparente. El mensaje del Jesús no se puede meter en conceptos.
La razón necesita crear opuestos para poder explicar la realidad. Solo se puede
entender lo que es el frío en contraposición con lo que es el calor. Se
entenderá lo que es el color blanco, solo cuando se tenga la idea de negro. La
luz solo se puede comprender si tenemos en cuenta la oscuridad. Para poder
afirmar algo como verdadero, tenemos que considerar lo opuesto como falso. En
el orden espiritual las contradicciones quedan superadas en la unidad.
El
que no está conmigo está contra mí, se refiere a que la pertenencia al Reino.
Es una opción personal, no es lo natural, no viene dada por el ADN. Hay que
hacer un verdadero esfuerzo por descubrirlo y entrar en él. Recordad las frases
del evangelio: “El reino de los cielos padece violencia y solo los esforzados
lo arrebatan”; y “estrecha y angosta es la senda que lleva a la vida y pocos
dan con ella”. Para entrar en el reino hay que nacer de nuevo.
El
que no está contra nosotros está a favor nuestro. Quiere decir que del Reino no
se excluye a nadie. Todo el que busca el bien del hombre, está a favor del
Reino, que predica Jesús. Solo queda fuera el egoísta que rechaza al otro. La
posesión diabólica era el paradigma de toda opresión. Expulsar demonios era el
paradigma de toda liberación. Jesús anuncia un Dios que es amor y que no
excluye a nadie, ni siquiera a los pecadores.
La
pretensión de exclusividad ha hecho polvo las mejores iniciativas religiosas de
todos los tiempos. Considerar absoluta cualquier idea de Dios como si fuera
verdad definitiva es la mejor manera de entrar en el integrismo, fanatismo e
intransigencia. Monopolizar a Dios es negarlo. Poner límites a su amor es
ridiculizarlo. Nuestra religión ha ido más lejos que ninguna otra en esa
pretensión de verdades absolutas y excluyentes. Recordad: fuera de la Iglesia
no hay salvación. Fuera de la Iglesia hay salvación. A veces, más que dentro de
ella.
En
una ocasión en que no los recibieron en Samaría, Santiago y Juan dicen a Jesús:
¿Quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que les destruya? Jesús les
dice: no sabéis de qué espíritu sois. Seguimos sin enterarnos del espíritu de
Jesús. Seguimos pretendiendo defender a Dios, sin darnos cuenta de que estamos
defendiendo nuestros intereses. No se trata de tolerar lo malo que hay en los
otros. Se trata de apreciar en ellos lo que hay de bueno.
Entre
el episodio de la primera lectura y el que nos narra el evangelio hay doce
siglos de distancia, pero la actitud es idéntica. Desde que se escribió el
evangelio hasta hoy han pasado veinte siglos, y aún no nos hemos movido ni un
milímetro. Seguimos esgrimiendo el “no es de los nuestros”. Todo aquel que se
atreve a disentir, todo el que piense o actúe de modo diferente sigue excluido.
Incluso arremetemos contra todo el que se atreve a pensar.
El
espíritu de Jesús va mucho más allá de lo que abarca el cristianismo oficial.
Se ha acuñado una frase, “patrimonio de la humanidad”, que se podía aplicar a
Jesús. Jesús no es propiedad de la Iglesia. El mensaje de Jesús no se puede
encerrar en ninguna iglesia. Jesús intentó que todas las religiones
descubriesen que el único objetivo de todas ellas es hacer seres cada vez más
humanos. Cualquier religión que no tenga esa meta es simplemente falsa.
De
la misma manera que la mente racional potenció el yo para garantizar la
subsistencia biológica, el ser humano ha ido creando guetos que potencian ese
objetivo de seguridad. Desde la familia a la nación, todas las instituciones
tienen como objetivo que nos sintamos más seguros. La socialización ha sido un
medio para el progreso humano y debe seguir siéndolo, pero se convierte en el
mayor enemigo del hombre si se utiliza para ir contra los demás.
Para
los seres humanos ha sido mucho más nefasta la idolatría teísta que el ateísmo.
Las mayores barbaridades de la historia se han cometido en nombre de dios. Es
un ídolo el dios que hace diferencia entre buenos y malos; el dios que depende
de lo nosotros hagamos para estar de nuestra parte o en contra nuestra. Ese
dios nos tranquiliza, porque si él hace eso, está justificado que nosotros
estemos a favor de los nuestros y en contra de los que no lo son.
Que
en el evangelio de Marcos, la causa de Jesús no coincida con la causa del
grupo, es un toque de atención para nosotros. Jesús no es monopolio de nadie.
Todo el que está a favor del hombre está con Jesús. Todo el que trabaja por la
justicia, por la paz, por la libertad, es cristiano. Nada de lo que hace a los
hombres más humanos es ajeno a Jesús. Es inquietante que todas las religiones
hayan sido causa de las mayores divisiones y guerras.
Meditación
Aunque alguien se empeñe en estar en contra nuestra,
nosotros nunca debemos estar contra nadie.
Mi actitud no debe depender de la actitud el otro.
Si aún me cuesta aceptar al otro tal cual es,
es señal de que aún no he comprendido el evangelio.
Estoy esperando que cambie él para sentirme yo bien.
Fray Marcos
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