V Domingo de Pascua – Ciclo B (Juan 15, 1-8) – 2 de mayo de 2021
#microhomilía
HernanQuezadaSJ
La hoja arrancada
de la planta muere, se seca. Cada hoja, cada rama, se mantiene viva mientras se
mantenga unida, vinculada a la planta. El vínculo, la pertenencia mantiene la
vida. Así somos nosotros, sin vínculos, sin pertenencia, nos secamos. Estamos vinculados
a Cristo y a los demás, (incluso los que ya no están) que nos alimentan con su
savia.
Hoy la Palabra
nos invita a permanecer, acción tan dejada de lado en estos tiempos; nos
anuncia que estamos vinculados a Cristo y este vínculo se traduce en amar de
verdad y con obras, siendo de la verdad y amando siempre, permanecemos en Dios
y Dios permanece en nosotros.
Hoy propongo para
orar personalmente:
¿Cuáles son mis
vínculos? ¿A quiénes estoy vinculado, vinculada? ¿Qué frutos estoy dando? Si no
estoy dando frutos, o mis frutos son amargos, probablemente necesito fortalecer
mi vínculo, o volver a la Vid verdadera.
Pidamos a Dios la
gracia de permanecer y de dar frutos abundantes en un mundo con tanta hambre de
amor y de verdad.
#FelizDomingo
Fuente:https://www.facebook.com/hernan.quezada.sj
“Yo soy la vid y ustedes son las ramas”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
Desde el origen de los tiempos, los seres humanos hemos aprendido que unidos podemos sobrevivir más tiempo y tener una mejor calidad de vida. Estar separados y enfrentados, es el primer síntoma de la desaparición de una organización humana. Por eso los pueblos se han ido organizado de distintas formas y han creado estructuras, cada vez más amplias, de convivencia humana: tribus, pueblos, naciones, países, Estados...
Incluso, recientemente, los pueblos y las naciones, que lucharon en otras épocas con tanta convicción por su independencia, han ido caminando hacia estructuras de unión supranacional, dejando atrás diferencias que antiguamente parecían insalvables. Estas formas nuevas de organización social han tratado de respetar las identidades particulares de cada pueblo, es verdad, pero buscan la supervivencia particular en la posibilidad de la supervivencia común. “O vivimos todos, o aquí no vivirá nadie”, parecen decirse entre ellos. Claro que todavía hay demasiados pueblos y naciones, es decir, seres humanos de carne y hueso, pero sobretodo de hueso, que quedan por fuera de estos planes de unión de los poderosos de este mundo, y se ven, cada vez más, condenados a la desaparición.
En las Reducciones jesuíticas que se crearon en el siglo XVII al sur del continente americano, entre los indígenas que habitaban esas tierras, el mayor castigo que recibía una persona, era ser apartado de la comunidad, es decir, eclesialmente hablando, ser excomulgado. Ellos sabían, perfectamente, que, en esas selvas inhóspitas, era imposible vivir estando separados de la comunidad. El que recibía este castigo, prácticamente, estaba condenado a morir. Lo mismo sucedía en comunidades de la cuenca amazónica.
Este mismo principio de la supervivencia social, funciona en el ámbito de la vida en todas sus expresiones: los microorganismos, las plantas, los animales, la vida misma, se sostiene y crece, gracias a una dinámica de sinergias y alianzas. Sin el apoyo de unos a otros, ningún organismo vivo, puede seguir siendo tal. Esto es lo que quiere señalar la comparación que nos presenta Jesús en el Evangelio de hoy. No hay que ser un agricultor muy experto para saber que una rama, desprendida del tronco, no puede dar frutos. Todos sabemos, incluso, que si la rama se separa del tronco, se muere... Jesús señala así la cualidad que debe caracterizar a sus seguidores, si quieren participar de su vida, como Él participa de la vida de Dios: O nos mantenemos unidos a Jesús, o no podremos dar fruto, porque la vida de Dios se muere en nosotros.
Permanecer unido es estar con otro allí donde él está; participar con él de lo bueno y de lo malo; acompañarlo en todo momento y disfrutar de su cercanía. Jesús nos invita no sólo a estar unidos a él en los ratos de oración, más o menos generosos, o en las celebraciones en las que participamos con alguna regularidad. Nos invita a estar unidos a él en todo lo que hacemos; a buscar y hallar su presencia a cada instante, en cada paso que damos, en cada acción que emprendemos, en cada decisión que tomamos. Permanecer unidos a Él en la vida toda, en los momentos de pasión y en los tiempos de resurrección. Sólo así, como los pueblos, podremos seguir viviendo y no desaparecer...
Fuente: “Encuentros con
la Palabra”
NO SEPARARNOS DE JESÚS
José Antonio Pagola
La imagen es sencilla y de gran fuerza
expresiva. Jesús es la «vid verdadera», llena de vida; los discípulos son
«sarmientos» que viven de la savia que les llega de Jesús; el Padre es el
«viñador» que cuida personalmente la viña para que dé fruto abundante. Lo único
importante es que se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo más humano
y feliz para todos.
La imagen pone de relieve dónde está el
problema. Hay sarmientos secos por los que no circula la savia de Jesús.
Discípulos que no dan fruto porque no corre por sus venas el Espíritu del
Resucitado. Comunidades cristianas que languidecen desconectadas de su persona.
Por eso se hace una afirmación cargada de
intensidad: «El sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid»: la
vida de los discípulos es estéril «si no permanecen» en Jesús. Sus palabras son
categóricas: «Sin mí no podéis hacer nada». ¿No se nos está desvelando aquí la
verdadera raíz de la crisis de nuestro cristianismo, el factor interno que
resquebraja sus cimientos como ningún otro?
La forma en que viven su religión muchos
cristianos, sin una unión vital con Jesucristo, no subsistirá por mucho tiempo:
quedará reducida a folklore anacrónico que no aportará a nadie la Buena Noticia
del evangelio. La Iglesia no podrá llevar a cabo su misión en el mundo
contemporáneo si los que nos decimos «cristianos» no nos convertimos en
discípulos de Jesús, animados por su espíritu y su pasión por un mundo más
humano.
Ser cristiano exige hoy una experiencia
vital de Jesucristo, un conocimiento interior de su persona y una pasión por su
proyecto que no se requerían para ser practicante dentro de una sociedad de
cristiandad. Si no aprendemos a vivir de un contacto más inmediato y apasionado
con Jesús, la decadencia de nuestro cristianismo se puede convertir en una
enfermedad mortal.
Los cristianos vivimos hoy preocupados y
distraídos por muchas cuestiones. No puede ser de otra manera. Pero no hemos de
olvidar lo esencial. Todos somos «sarmientos». Solo Jesús es «la verdadera
vid». Lo decisivo en estos momentos es «permanecer en él»: aplicar toda nuestra
atención al evangelio; alimentar en nuestros grupos, redes, comunidades y
parroquias el contacto vivo con él; no apartarnos de su proyecto.
Fuente:
http://www.gruposdejesus.com
LO ESENCIAL
ES LA VIDA QUE ATRAVIESA Y UNIFICA LA RAÍZ, LA CEPA Y EL SARMIENTO
Fray Marcos
Estamos en el comienzo del capítulo 15 del
evangelio de Jn, incluido en el larguísimo discurso de despedida que Jn pone en
boca de Jesús después de la cena. En esta parte del discurso se habla de la
comunidad y su misión en el mundo. Se insiste en que la Vida de Dios debe
atravesar a cada miembro para que sea posible el amor que se debe manifestar en
obras. La división en partes de los organismos vivos siempre es inadecuada.
Toda la vid es un único ser vivo. Para producir frutos necesita de los tres
elementos: raíz, cepa y sarmientos.
El simbolismo de la viña es muy frecuente
en el AT. Pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Además, el sentido que
le da Juan es completamente original. El doble aspecto, una misma vivencia
individual y una proyección a los demás, es la clave de la experiencia pascual.
La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se
nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro del discurso.
Hay que tener en cuenta que la vid es una
de las plantas que no produce fruto de provecho si no se poda severamente. Su
capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes
correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en
dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi
todos los sarmientos del año anterior, dejando solo los más vigorosos, y de
estos, una parte mínima (dos o tres nudos). La segunda se hace sobre los
pámpanos, eliminado todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando
los que lo llevan.
Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo
de la vid se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que
se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad
que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. Todo
el que se adhiere a Jesús forma parte de la misma vid; forma una comunidad viva
que fructifica. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva.
Mi Padre es el labrador. Como en el AT, es
el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora
de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje.
Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano.
Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los
hombres. No pensemos que Jesús es más que el Padre. La alusión al Padre
labrador expresa la preocupación y el interés porque que los sarmientos den
fruto.
Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo
elimina, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. ¡Ojo a
este párrafo! Tenemos un juego de palabras muy curioso: “airei” no significa
cortar ni arrancar sino abolir, quitar. “kathairei” no significa podar sino
limpiar, purificar. Ni uno ni otro verbo se suelen utilizar para designar
tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ir más allá del primer significado.
El versículo siguiente nos ayuda a salir del error de interpretación: Vosotros
estáis ya limpios por el mensaje que os he comunicado. “Limpios” tampoco tiene
nada que ver con la pureza legal que se consigue por rituales. Para Juan el
único pecado es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, se han
liberado del pecado.
No debemos entender estos versículos como
si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la
savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que
vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con
el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que, haciendo suya la misma
Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la verdadera plenitud
humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina.
Ni cada individuo ni la comunidad deben
considerarse entes estáticos, tienen que dar fruto. Sarmiento improductivo es
el que pertenece a la comunidad pero no responde al Espíritu. Incluso el que
produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total
de sí mismo permitiría alcanzar la meta. La posesión del Espíritu es un
dinamismo que no se detiene nunca. El producir fruto no hace referencia a una
moralidad.
El sarmiento no tiene vida propia, necesita
recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto delata la falta de unión con
Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-Vida está llegando al sarmiento.
Ni la Vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de
la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no
es algo automático, ni ritual, ni externo; exige la actualización constante por
parte del discípulo. Cada individuo y cada comunidad tienen que estar
constantemente eliminando todo aquello que le impida llegar a la identificación
con Jesús.
Existe una fuerte tendencia a equiparar el
“producir fruto” con las buenas obras. En Jn no se hace ninguna distinción
entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que
esa adhesión conlleva, pero el fruto no son directamente las obras, sino la
Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda
erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la
identificación con Jesús. Solo la Vida-Amor nos hace ser uno con Jesús y nos
capacita para obrar.
Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por
activa y por pasiva repite una y otra vez la misma idea. El sarmiento que es
una sola vida con la cepa produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar
fruto. El que está separado, no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata
de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: “El Padre
que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo el que me coma
vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús es comprometerse con él y participar
de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la
esterilidad y la muerte.
En esto se ha manifestado la gloria de mi
Padre, en que hayáis comenzado a producir mucho fruto por haberos hecho
discípulos míos. En este versículo queda claro que no pueden ser palabras
pronunciadas por Jesús en la última cena. Los discípulos no comenzaron a dar
frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al
verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino
palabras de la comunidad sobre Jesús. Si no hacemos esta composición de lugar,
no habrá manera de dar un auténtico sentido al evangelio de Juan.
El domingo pasado se hablaba de un solo
rebaño, hoy nos habla de una sola vid. Jesús y los discípulos constituyen una
sola realidad viva. Ser vid significa estar unido no solo a Jesús y a Dios,
sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento que está unido a la
vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que tiene
que continuar hoy en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios que
descubrimos gracias a Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella tomamos
conciencia de que formamos una unidad con todos los hombres, con todo el cosmos
y con Dios.
Meditación
En
el centro de mi ser esta la fuente de Vida.
En
el orden del Espíritu, todo es Uno.
La
aparente diversidad es una ficción de la mente.
Si
consigo trascender el mundo de las apariencias,
me
encontraré en la inmensidad del Ser.
En
mi verdadero ser, la armonía y la unidad son absolutas.
Fray
Marcos
Fuente:
http://feadulta.com/
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