jueves, 26 de junio de 2025

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles – Ciclo C (Reflexión)

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles Ciclo C (Mateo 16, 13-19) – junio 29, 2025 
Hechos 12, 1-11. 13,1; Salmo 33; 2 Timoteo 4, 6-8.17-18



Hoy recordamos a dos de los apóstoles de Jesús, Pedro y Pablo… ambos, pilares de la iglesia, nos dan pauta de lo que nosotros podemos hacer si colaboramos también, para que el Reino de Dios se haga presente…

Evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Reflexión:

¿Cómo colaboro en la misión de Jesús?

El evangelio de hoy es la versión de Mateo que leímos la semana pasada en Lucas 9, 18-24 … con la diferencia de que Jesús le dice a Pedro, tanto que lo que dice Pedro sobre él, se lo ha revelado su Padre, y que es él será la piedra sobre quien se edificará su iglesia.

Pedro y Pablo, son ejemplos de fidelidad y perseverancia en la fe en Jesucristo. Son caminos distintos los que siguieron ambos apóstoles para dar a conocer quién es Jesús:

·      Pedro: sencillo pescador, convertido en pescador de hombres al seguir a Jesús; con todo y su carácter fuerte y arrojado, estuvo con él durante su vida pública; y aunque lo negó (antes de la Pasión), fue el primero en reconocerlo como el Mesías y principal promotor entre los judíos, de la fe en Jesucristo Resucitado.

·      Pablo: antes de ser seguidor del resucitado, fue perseguidor de los cristianos, seguidores de Jesús; una vez llamado por el Resucitado, se volvió apóstol de Jesús y se dedicó a extender la fe entre los gentiles (gente no judía).

Los dos, siguen siendo hoy día, ejemplo para nosotros, de cómo podríamos ser promotores de Jesús Resucitado y del su mensaje (Buena Nueva) que nos trajo para salvarnos y podamos tener, ya desde ahora, una vida “que valga la pena vivir” y la “vida eterna” (plena).

El reto para nosotros en conocer a Jesús, comprender y vivir su mensaje y compartirlo, desde la experiencia, con quienes no lo conocen o tienen dudas. Así de simple, pero, requiere que dediquemos tiempo, esfuerzo y tengamos disponibilidad para ello, con la ventaja de que el Espíritu de Dios nos guía, acompaña y clarifica el camino.

Los invito a seguir durante cada día del mes de julio, a seguir en el sitio web (https://tinyurl.com/31diasEI)  y/o las redes sociales del Centro Cultural Ricardo Robles SJ (@ccrrsj: FB, Ig, X, Th) los reels que nos llevan por un recorrido, de la mano de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola, para conocer más internamente a Jesús y así, trasformando nuestro corazón, podamos ser apóstoles de Jesús y colaboremos en Él, en que el reinado del amor del Padre, se haga presente dónde estemos y a dónde vayamos.

¿Cómo puedo ser apóstol de Jesús?... ¿Cómo conocer internamente a Jesús?...  ¿Qué puedo ofrecer a los demás, para que conozcan a Jesús?...

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles – Ciclo C (Profundizar)

 Ss. Pedro y Pablo, apóstoles Ciclo C (Mateo 16, 13-19) – junio 29, 2025 
Hechos 12, 1-11. 13,1; Salmo 33; 2 Timoteo 4, 6-8.17-18

 


Evangelio según san Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Hoy es la fiesta de Pedro y Pablo, dos pilares de nuestra Iglesia. Sus vidas son un horizonte y una llamada a la perseverancia en Dios.

"He peleado hasta el final el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe". Estas palabras de Pablo nos revelan que ser cristiano no es algo que se recibe y ya, sino que se ha de procurar, cuidar y mantener. Es decir, implica desafío y conquista. Pablo enuncia en el mismo texto: "El Señor estuvo a mi lado, dándome fuerza". Seguir a Jesús implica nuestra voluntad, pero también la gracia de ser siempre acompañados.

Hoy que el cristianismo y la fe parecen accesorios, que se anuncian con caducidad y se presentan como irrelevantes por el mundo, es bueno ser conscientes de cómo vamos viviendo nuestra vida y cómo nos sentimos sostenidos por el Señor, que nos responde y nos libra de todo temor. En este punto de nuestro propio recorrido, respondamos hoy a Jesús la pregunta que hace a los suyos: "Y tú, ¿quién dices que soy yo?". ¿Qué respondes?

#FelizDomingo

“Y ustedes, ¿quién dicen que soy” 

Cada persona es única e irrepetible. Somos inclonables. León Felipe, en una de sus más famosas poesías, decía:

“Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy… Para cada hombre, guarda un rayo nuevo de luz el sol y un camino virgen Dios”.

La fuerza de una comunidad consiste en la diversidad de sus miembros. Cuando compartimos en comunidad nuestra misión, nos hacemos conscientes de nuestras semejanzas y diferencias, de nuestras expectativas y temores. Un ejemplo de esta diversidad que enriquece a las comunidades la encontramos en los orígenes del cristianismo, en la relación que se establece entre Pedro y Pablo, las dos columnas inseparables de la Iglesia. En las letanías y en la fiesta de hoy, la Iglesia, no quiere separar a estos dos hombres, a pesar de sus diferencias.

Conocemos bien la historia de Pedro, su procedencia sencilla, su carácter impulsivo, su generosidad para seguir al Señor y para liderar al grupo de los apóstoles en la fe… Cuando Jesús pregunta: “¿Quién dicen que soy?”, Pedro tomó la Palabra por el grupo y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”. La respuesta de Jesús fue declararlo fundamento de la Iglesia: “Y te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi Iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que tú ates aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que tú desates aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo”. Pero también conocemos su fragilidad y el miedo que tuvo para reconocer al Señor cuando llegó el momento de la pasión… Dice el evangelio de Mateo que cuando Jesús fue arrestado, Pedro “lo siguió de lejos” (Mateo 26, 28) y luego lo negó tres veces. Después de la resurrección, Pedro fue confirmado en el amor con un interrogatorio a orillas del Lago de Galilea: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero” (Juan 21,17).

Por otra parte, conocemos la historia de Pablo y su conversión, camino de Damasco. Iba con intención de llevar presos a los seguidores del nuevo camino, cuando el Señor mismo se le cruzó en su senda y lo llamó a colaborar en la evangelización del mundo pagano. Pablo, perseguidor y judío radical, cambia el rumbo y se pone a disposición de su Señor. Sus cartas, los primeros escritos del Nuevo Testamento, con una lucidez admirable, animan y construyen las primeras comunidades cristianas.

Sin embargo, entre estos dos grandes hombres, santos y pecadores, no hubo un acuerdo total respecto de muchas cosas. Un sencillo ejemplo de esto es lo que dice la Carta a los Gálatas, donde Pablo cuenta su enfrentamiento con Pedro en Antioquía, por su comportamiento frente a los gentiles: "Mas cuando Cefas fue a la ciudad de Antioquía, lo reprendí en su propia cara, porque lo que estaba haciendo era condenable. Pues primero comía con los no judíos, hasta que llegaron algunas personas de parte de Santiago; entonces comenzó a separarse y dejó de comer con ellos, porque tenía miedo de los fanáticos de la circuncisión. Y los otros creyentes judíos consintieron con su hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó llevar por ellos. Por eso, cuando vi que no se portaban conforme a la verdad del evangelio, le dije a Cefas delante de toda la comunidad: ‘Tú, que eres judío, has estado viviendo como si no lo fueras; ¿por qué, pues, quieres obligar a los no judíos a vivir como si lo fueran?" (Gálatas 2, 11-14).

Es fundamental que la construcción de la comunidad misionera parta de una aceptación radical de esta realidad. Sin un respeto y una valoración de esta condición de las diferencias entre los miembros del grupo, es imposible comenzar a construir una vida en común y mucho menos, llevar adelante una obra evangelizadora. La comunidad cristiana no puede esconderse sus diferencias; antes bien, cada uno de los miembros, debe tener la capacidad y la posibilidad de manifestarlas abiertamente. Una comunidad inmadura tratará de ocultarse sus diferencias o de disimularlas para no asustarse; se comportará como el avestruz que esconde la cabeza cuando ve peligro, pensando que por no verlo, éste desaparece. Una comunidad madura es capaz de hacer frente a la realidad, que de por sí es diversa.

Estas diferencias entre los miembros de una comunidad pueden ser fuentes de conflictos. El conflicto comienza cuando nuestras necesidades, deseos, valores e ideas chocan con las necesidades, deseos, valores e ideas de los otros. Generalmente, no hay conflictos por los ideales fundamentales de la comunidad o por cuestiones de fondo; los conflictos que más nos duelen y hieren, tienen que ver con cuestiones muy ordinarias y sencillas de nuestras vidas. Cada persona siente la necesidad de ser amada y afirmada, de sentirse comprendida y de pertenecer. Cuando intentamos satisfacer estas necesidades en comunidad, experimentamos tensión y conflicto. El conflicto no es anticristiano. Lo que puede ser anticristiano es negarlo o rehusar enfrentarlo. El conflicto puede convertirse en fuente de crecimiento cuando una comunidad no se deja llevar a negarlo o evitarlo a toda costa (La paz a cualquier precio), sino cuando aprende a manejarlo con actitudes de respeto, compasión y comprensión: Caridad y Claridad deben ir de la mano.

Terminemos con una exhortación que traen David Kerisey y Marilyn Bates en su libro, Please understand me, que me parece muy apropiada para reflexionar sobre las enseñanzas que nos deja la celebración de hoy:

“Si no me gusta lo que a ti te gusta, por favor, trata de no decirme que estoy equivocado en mis gustos. Si creo otra cosa distinta a la que tú crees, por lo menos detente un momento antes de corregir mi punto de vista. Si mi emoción es menor que la tuya, o mayor, dadas las mismas circunstancias, trata de no pedirme que sienta más fuerte o más débilmente. O, incluso, si actúo o dejo de actuar de la manera que tu consideras mejor, déjame ser”.

“No te estoy pidiendo, por lo menos hasta el momento, que me entiendas. Esto vendrá solamente cuando dejes de pretender hacer de mí una copia tuya. Yo puedo ser tu esposa o esposo, tu amigo, tu pariente, o tu colega; puedo ser tu compañero o compañera de comunidad. Si estás dispuesto a permitir mis propios gustos, o emociones, o creencias, o acciones, entonces te abrirás de tal manera ante mi que tal vez un día mi forma de ser no te parecerá tan equivocada ni mala; incluso puede llegar a parecerte correcta, por lo menos para mi. Ponerte en mi situación es el primer paso para llegar entenderme algún día”.

“No quiero que asumas mi forma de ser como la correcta para ti, pero sí quiero que no te de rabia ni te pongas bravo conmigo por ser como soy. Al llegar a entenderme, tal vez termines apreciando mis diferencias con respecto a ti y, lejos de querer cambiarme, me ayudarás a preservar y aún nutrir estas diferencias que nos enriquecen a los dos”.


QUÉ DECIMOS NOSOTROS

También hoy nos dirige Jesús a los cristianos la misma pregunta que hizo un día a sus discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No nos pregunta solo para que nos pronunciemos sobre su identidad misteriosa, sino también para que revisemos nuestra relación con él. ¿Qué le podemos responder desde nuestras comunidades?

¿Nos esforzamos por conocer cada vez mejor a Jesús o lo tenemos «encerrado en nuestros viejos esquemas aburridos» de siempre? ¿Somos comunidades vivas, interesadas en poner a Jesús en el centro de nuestra vida y de nuestras actividades o vivimos estancados en la rutina y la mediocridad?

¿Amamos a Jesús con pasión o se ha convertido para nosotros en un personaje gastado al que seguimos invocando mientras en nuestro corazón va creciendo la indiferencia y el olvido? Quienes se acercan a nuestras comunidades, ¿pueden sentir la fuerza y el atractivo que tiene para nosotros?

¿Nos sentimos discípulos de Jesús? ¿Estamos aprendiendo a vivir con su estilo de vida en medio de la sociedad actual o nos dejamos arrastrar por cualquier reclamo más apetecible para nuestros intereses? ¿Nos da igual vivir de cualquier manera o hemos hecho de nuestra comunidad una escuela para aprender a vivir como Jesús?

¿Estamos aprendiendo a mirar la vida como la miraba él? ¿Miramos desde nuestras comunidades a los necesitados y excluidos con compasión y responsabilidad o nos encerramos en nuestras celebraciones, indiferentes al sufrimiento de los más desvalidos y olvidados: los que fueron siempre los predilectos de Jesús?

¿Seguimos a Jesús colaborando con él en el proyecto humanizador del Padre o seguimos pensando que lo más importante del cristianismo es preocuparnos de nuestra salvación? ¿Estamos convencidos de que el modo mejor de seguir a Jesús es vivir cada día haciendo la vida más humana y más dichosa para todos?

¿Vivimos el domingo cristiano celebrando la resurrección de Cristo? ¿Creemos en Jesús resucitado, que camina con nosotros lleno de vida? ¿Vivimos acogiendo en nuestras comunidades la paz que nos dejó en herencia a sus seguidores? ¿Creemos que Jesús nos ama con un amor que nunca acabará? ¿Creemos en su fuerza resucitadora? ¿Sabemos ser testigos del misterio de esperanza que llevamos dentro de nosotros?

 

Hazte tú mismo la pregunta.
No valen las respuestas de otros.

Como el domingo pasado, se sitúa la escena fuera del territorio palestino. Otra vez Jesús se retira con sus discípulos; ahora a la región de Cesarea de Filipo. La razón para Mateo es que se van a tratar temas que desbordan la problemática judía, y por eso coloca la escena en territorio gentil, fuera de una concepción del Mesías demasiado nacionalista, para dar a entender que estamos en una apertura a los gentiles. Ni lo que dice sobre Jesús, ni lo que dice sobre la Iglesia podía ser aceptado por los judíos.

Dos temas nos proponen hoy las lecturas: Quién es Jesús y el poder de las llaves.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que los evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y por lo tanto reflejan, no lo que Jesús pensó, dijo e hizo, sino lo que las primeras comunidades pensaban de él. ¿Acaso podían hacer otra cosa las primeras comunidades cristianas que preguntarse quién era ese hombre?

También es lógico que se preocuparan por la estructura de la nueva comunidad: Quién iba a ser su representante, con qué asistencia contaba, etc.

Nos encontramos ante un texto claramente pascual, sin ningún contenido histórico. Esto no le resta importancia sino que se la da, porque se trata de la experiencia de la primera comunidad que quiere expresar así su fe en Jesús.

EXPLICACIÓN

 La gente entiende a Jesús desde la perspectiva del Antiguo Testamento: un gran profeta. Es verdad que demuestran una gran estima por la figura de Jesús, pero no se han dado cuenta de la novedad que la figura de Jesús aporta.

A los discípulos les costó Dios y ayuda dar el paso de una interpretación nacionalista del Mesías, a la del verdadero mesianismo que encarnaba la figura de Jesús. Sólo después de Pascua dieron el paso.

Antes de esa experiencia, Pedro nunca pudo decir a Jesús que era el Hijo de Dios. (Marcos dice escuetamente: tú eres el Mesías y Lucas: el Mesías de Dios).

Los judíos ni siquiera tenían un concepto de Hijo de Dios. Para un judío lo más que se podía decir de un ser humano es que era el Ungido, es decir Mesías. Los griegos (y también otras culturas) sí tenían un concepto de Hijo de Dios. Ellos sí podían decir de una persona que era hijo de Dios.

Cuando el cristianismo se instaló en la cultura griega, ellos quisieron decir de Jesús lo máximo: Hijo de Dios. Si los judíos emplearon alguna vez la palabra hijo, tendría que ser con el significado de imitador, réplica, copia exacta de lo que era el Padre.

También se conocía en el Antiguo Testamento la idea de hijo de Dios, pero era para expresar una especial cercanía. Se llamaba hijo de Dios al rey, a los ángeles e incluso al pueblo judío tomado en su conjunto

Jesús no pudo decir a Pedro, “sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”; porque a Jesús nunca le pasó por la cabeza el fundar una Iglesia. Él era judío por los cuatro costados y no podía pensar en una religión distinta.

Lo que quiso hacer con su predicación, fue purificar la religión judía de todas las adheren­cias que la hacían incompatible con el verdadero Dios.

Tampoco los primeros seguidores de Jesús pensaron en apartarse del judaísmo. Fue el rechazo frontal de las autoridades judías, sobre todo de los fariseos después de la destrucción del templo, lo que les obligó a emprender su propio camino.

La respuesta a la pregunta ¿quién es Jesús? no fue fácil; prueba de ello es la diversidad de respuestas que dieron las primeras comunidades. Cada una fue descubriendo lo que Jesús era según sus características y peculiaridades.

§  Unas resaltaron el aspecto de salvador futuro y definitivo; la parusía sería la plenitud de su obra.

§  Otras se fijaron más en su aspecto de taumaturgo: la fuerza de Dios se manifestaba en las obras maravillosas que realizó.

§  Otras comunidades se fijaron más en él como Maestro, mensajero de la Sabiduría, comunicador de la ciencia que puede llevar al hombre a la verdadera salvación.

§  Otras cristologías se fijaron más en él como el crucificado resucitado, estas se llaman cristologías pascuales. Poco a poco, se fueron integrando todas en la pascual, y terminó por elaborarse la única cristología que ha llegado a nosotros a través del Nuevo Testamento. 

Pedro respondió a primera vista, de una manera certera, aunque no supone ninguna novedad, porque los de la barca dijeron exactamente lo mismo al verle andar sobre el agua. (Mt 14,33) Este dato nos advierte que se trata de un montaje literario y no de un progreso en la comprensión de Jesús. ¿Quién se lo había revelado a los de la barca? ¿A qué se debe una respuesta tan distinta ante la misma confesión de fe? Está claro que el objetivo del relato, es resaltar la figura de Pedro en medio de la comunidad.

Respecto a la segunda cuestión, tenemos que aclarar algunos puntos para poder entenderla en sus justos términos.

En primer lugar, los textos paralelos de Marcos y de Lucas ponen sólo la confesión de Pedro como Mesías, y no dicen nada de la promesa de Jesús a Pedro. Es este un dato muy interesante, que tiene que hacernos pensar. Marcos es anterior a Mateo. Lucas es posterior. Tanto la confesión de “Hijo de Dios vivo” como la promesa de Jesús a Pedro, es un texto exclusivo de Mateo.

Si tenemos en cuenta que Mateo y Lucas copian de Marcos, descubriremos el verdadero alcance del relato de Mateo. Lo añadido está colocado ahí con una intención determinada: revestir a Pedro de una autoridad especial frente a los demás apóstoles. Seguramente pensando en la situación peculiar de su comunidad judeocristiana.

Es la primera vez que encontramos el término “Iglesia” para determinar la nueva comunidad cristiana. Utiliza la palabra que en la traducción de los setenta se emplea para designar la asamblea (ekklesian).

El texto intenta afianzar a Pedro en la presidencia de esa organización, pero es exagerado deducir de él la absoluta infalibilidad de los sucesores de Pedro.

Hay que tener en cuenta que existe otro texto paralelo, también de Mateo, que leeremos dentro de dos domingos, que puede aclarar un poco el tema. En él se  dice: “Si tu hermano peca, repréndele a solas… si no te hace caso, llama o otro u otros dos... si los desoye, díselo a la comunidad; y si también desoye a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano. Porque lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”.

No se entiende muy bien, que en dos lugares tan próximos del mismo evangelio dé el poder de atar y desatar a Pedro y a la comunidad. Si ponemos atención al contexto, veremos que los dos textos no se contradicen, sino que se complementan. La última palabra la tiene siempre la comunidad, pero esta tiene que tener una persona que la represente.

Pedro o el sucesor de Pedro, cuando hablan en nombre de la comunidad y expresando el común sentir de la comunidad, tienen la garantía de acertar en los asuntos importantes para la misma comunidad.

Por tanto, no es la comunidad entera la que tiene que doblegarse ante lo que diga una persona, sino que es el representante de la comunidad el que tiene que saber expresar el común sentir de esta. Éste es el verdadero sentido del dogma de la infalibilidad.

APLICACIÓN

Mateo trata de poner las bases de la nueva comunidad. En esa confesión de fe, podemos descubrir un horizonte que enmarcará la andadura de la Iglesia.

Pero ha sido un verdadero error que la iglesia haya creído que se podía definir con dogmas quién es Jesús, y haya dejado de hacerse la pregunta. Lo que es y lo que significa Jesús para nosotros, nunca lo descubriremos suficientemen­te.

También hoy, la pregunta fundamental que debe hacer todo aquel que se acerca a Jesús, tiene que ser: ¿quién es este hombre? Lo malo es que todo intento de responder con fórmulas cerradas no solucionará el problema.

La respuesta tiene que ser práctica, no teórica. Mi vida es la que tiene que decir lo que Cristo es para mí. Del esfuerzo de los primeros siglos por comprender a Jesús, debe quedarnos, no las respuestas que dieron, (siempre limitadas) sino las preguntas que se hicieron.

No se trata de responder con formulaciones teológicas cada vez más precisas, se trata de responder con la propia vida a la pregunta de quién es Jesús. Y vosotros, y tú, ¿quién dices que soy yo? ¿Qué dice tu vida de mí?

Hubo un tiempo en que hemos creído que lo importante era la respuesta. Hoy sabemos que lo importante es que sigamos haciéndonos la pregunta. Como la respuesta ya estaba dada (ahí están todos los dogmas cristológicos para demostrarlo), hemos dejado de hacernos la pregunta, y eso es grave.

Desde el punto de vista doctrinal la historia se encarga de demostrarnos que nunca nos aclararemos del todo. O exageramos su divinidad y lo convertimos en un extraterrestre, o afianzamos su humanidad y entonces se nos hace muy difícil el compaginar que sea plenamente hombre y a la vez divino.

Una vez más tenemos que decir que la solución nunca la encontraremos a nivel teórico. Sólo desde la vivencia interior podremos descubrir lo que significa Jesús como manifestación (encarnación) de Dios. Sólo si nos identificamos con Jesús y hacemos nuestra su misma vivencia de Dios comprenderemos lo que fue Jesús.

Meditación-contemplación

Y tú, ¿quién dices que soy yo?
Ser cristiano significa responder a esta interpelación de Jesús.
No de manera teórica y aprendida,
sino con las actitudes vitales que él me exige hoy.

……………

En el momento que deje de hacerme la pregunta,
he dejado de ser cristiano.
Si tengo ya la respuesta definitiva,
me he colocado fuera del camino del seguimiento.

…………

“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios Vivo”,
es la profesión de fe de los primeros cristianos.
Es el fruto de toda la experiencia pascual.

……………….

Descubrir en Jesús la presencia de Dios
y hacer que los demás la descubran en mí;
esa es la única tarea que me convertirá en cristiano.

jueves, 19 de junio de 2025

Domingo XII del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Reflexión)

 Domingo XII del Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 9, 18-24) – junio 22, 2025 
Zacarías 12, 10-11. 13,1; Salmo 62; Gálatas 3, 26-29



Continuamos este domingo, con el Tiempo Ordinario litúrgico, que como he dicho anteriormente, es cuando profundizamos en el conocimiento de quién es Jesús

Evangelio según san Lucas 9, 18-24

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".

Él les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Respondió Pedro: "El Mesías de Dios". Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día".

Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: "Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará".

Reflexión:

¿Quién es Jesús para mí?

Toda la Biblia es una narración de la historia de salvación de la humanidad, desde su creación, pasando por el camino recorrido por las personas (y pueblos), hasta llegar a encontrar el sentido de la vida y en ella la plenitud de la existencia humana, que es “tener una vida que valga la pena vivir” (cfr. EE8D, Carlos Morfín, SJ).

Al ser humano le ha llevado milenios darse cuenta de “esa presencia creadora y salvadora”; es a través de las experiencias personales que se han compartido y escrito en los libros que integran la Biblia, que nosotros hemos podido conocer a Jesús, el Hijo de Dios, quien es quién nos revela al Padre, con la luz del Espíritu Santo (ver columna pasada, del 15/06/25 sobre la Santísima Trinidad).

Entonces, en el Tiempo Ordinario litúrgico, habremos de conocer quién es Jesús y como su Buena Noticia (Evangelio) nos muestra precisamente, no solo quién es Él, sino como podemos caminar hacia ese horizonte al que Dios quiere para nosotros: vida terrena que valga la pena y vida eterna… la cual es: “que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús, el Cristo” (Jn 17,3).

Al igual que, para conocer a “cualquier persona”, es necesario pasar tiempo con él o ella, para escucharla y saber que piensa, como es que ve la vida, sus gustos y preferencias, tanto como lo que no le agrada … con Jesús es igual, hay que pasar tiempo con él, leyendo su vida narrada en el Evangelio, para como decía San Ignacio de Loyola: “tener un conocimiento interno del Señor … para más amarlo y seguirlo”.

Nos pueden decir y/o enseñar mucho sobre Él, como en el catecismo de niños, pero dejará de ser “un dogma”, hasta que tenga un encuentro personal con Jesús, sin importar la edad, que podré realmente conocerlo, saber cuál es su mensaje y propuesta, y así poder dar mi opinión sobre su persona y proyecto.

Hoy, pudiéramos pensar que “sería” fácil conocer a Jesús: tenemos la Biblia (46 libros del antiguo testamento, más 27 del nuevo testamento), que como decía al comienzo, nos narra “la historia de salvación” del género humano; los profetas de la antigüedad ya hablaban de la venida de “un salvador” (Zac 12, 10-11. 13,1), y hoy nos toca, si lo deseamos, reconocerlo, y profundizar la relación con Él, para entonces poder dar razón, de quien es Jesús para mí, porqué deseo su amistad, y como es que me sana y salva, para que pueda tener esa vida plena, que Dios desea para mí (y para cada uno).

En palabras de León Felipe, la relación personal con Jesús, es: “…nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios, por este mismo camino que yo voy; para cada hombre guarda un rayo nuevo, el sol, y un camino virgen, Dios.“

Conocerlo, amarlo y seguirlo, es personal; al hacerlo andaré, en el camino de colaboración en el proyecto del Reinado de Dios: fraternidad, justica, paz, esperanza

¿Cómo conocer mejor a Jesús?... ¿Cómo conocer cuál es su proyecto?...  ¿Qué pasaría si, me enamoro de su mensaje?...

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

Domingo XII del Tiempo Ordinario – Ciclo C (Profundizar)

 Domingo XII del Tiempo Ordinario Ciclo C (Lucas 9, 18-24) – junio 22, 2025

Zacarías 12, 10-11. 13,1; Salmo 62; Gálatas 3, 26-29 


Evangelio según san Lucas 9, 18-24

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos contestaron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".

Él les dijo: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Respondió Pedro: "El Mesías de Dios". Él les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Después les dijo: "Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día".

Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: "Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará". 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Hoy, el Evangelio nos muestra a Jesús alimentando. Contrario al impulso de desprenderse de la responsabilidad por la necesidad del otro, que expresan los Doce: "Despide a la gente; que se vayan (...) a buscar alojamiento y comida", Jesús convoca al compromiso y a la acción, aun cuando esto parezca imposible o desproporcionado: "Denles ustedes de comer". Jesús llama a alimentar, instruye y acompaña esta grande y profunda acción humana.

Pero nuestro Dios no solo alimenta y llama a alimentar, sino que Él ha querido ser nuestro alimento, y nos llama, en ello, a nosotros también a ser alimento: "Hagan esto en memoria mía", es decir, entregarnos y compartirnos, ser buen alimento para el mundo.

Así, la buena noticia de la Palabra hoy es que Dios buscará siempre alimentarnos; en Él encontraremos ese alimento para seguir. Y la llamada: hay que hacer lo mismo que Él en Él: ser alimento, que quienes nos encuentren, obtengan de nosotros buena nutrición.

#FelizDomingo #corpuschristi

“(...) el que quiera salvar su vida, la perderá” 

Muchos textos evangélicos hablan de la oración de Jesús. Otros nos presentan a Jesús orando o nos cuentan lo que decía sobre esta práctica. El Evangelio según san Lucas, que estamos siguiendo este año, insiste particularmente en esta dimensión orante de la vida de Jesús. Podríamos hacerle muchas preguntas a Jesús sobre su oración: ¿Cómo oraba? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con quiénes lo hacía, o si lo hacía solo? ¿Cuánto tiempo dedicaba a ello? ¿Qué relación existía entre su oración y su vida? No es difícil llegar a responder estas preguntas si estuviéramos dispuestos a repasar los cuatro evangelios buscando los pasajes que hablan de la oración de Jesús. Uno de ellos es el que nos presenta hoy la liturgia de la Palabra: “Un día en que Jesús estaba orando solo (...)”.

Jesús, el hijo de María, el carpintero de Nazaret, fue un hombre de su tiempo. Es verdad también que confesamos a este hombre como la transparencia plena de Dios, en quien Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. Pero, como muy bien lo afirma el Concilio Vaticano II, Jesús "trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre" (Gaudium et Spes 22). Por tanto, podemos también afirmar que su oración fue una oración de hombre. Su encuentro frecuente con Dios en la oración respondió a una necesidad vital de comunicación y de comunión con su Padre. No se trató simplemente de un ejemplo para estimular nuestra oración. No fue una enseñanza más o una recomendación hecha desde fuera. Digo esto, porque no es difícil encontrar estudios en los que la práctica de la oración de Jesús se presenta como algo añadido: "Jesús no tenía las mismas razones que nosotros para orar. El, en cierto sentido, no tenía necesidad de orar, pese a lo cual quiso que su oración nos sirviera de ejemplo" (Bro, Enséñanos a orar, 1969: 113).

De la oración de Jesús surgieron preguntas: “–¿Quién dice la gente que soy yo? (...) –Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” La respuesta de Pedro parece completa: “–Eres el Mesías de Dios”. Sin embargo, el mesianismo que soñaba Simón Pedro no contemplaba lo que Jesús les anuncia: “–El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará”. De esta misma experiencia de oración nace también la frase con la que termina el pasaje de hoy: “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero que pierda la vida por causa mía, la salvará”.

Los aprendizajes vitales que Jesús compartió con sus discípulos germinaron en horas de silencio y soledad. Momentos de apertura dócil a la acción de Dios. Jesús vivió largos momentos de contemplación para llegar a entender esta paradoja de un Mesías que muere en cruz. Dimensiones aparentemente contrapuestas de una misma manifestación histórica de la divinidad. Sólo desde la oración sencilla y cotidiana, es posible vivir el misterio de nuestro camino de fe. Cuán lejos estamos de alcanzar una vida de oración como la de Jesús. Tal vez convenga preguntarnos hoy lo que le preguntamos a Jesús: ¿Cómo oramos? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Con quiénes? ¿Cuánto tiempo dedicamos a ello? ¿Qué relación existe entre nuestra oración y nuestra vida?

 

¿CREEMOS EN JESÚS? 

Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera. Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesárea de Filipo: «Vosotros, quién decís que soy yo?».

Si en las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.

No son tiempos fáciles los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?

Nosotros confesamos, como Pedro, que Jesús es el «Mesías de Dios», el Enviado del Padre. Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?

Lo confesamos también «Hijo de Dios». Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos?

Llamamos a Jesús «Salvador» porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es esta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es esta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?

Confesamos a Jesús como nuestro único «Señor». No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos falsos. Pero ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿Le damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿Lo ponemos por encima de todo y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?

La gran tarea de los cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.

 

LOS SIGNOS NO SON LA REALIDAD SIGNIFICADA 

Es muy difícil hablar de este sacramento. Serían tantas las desviaciones que habría que corregir, que solo el tener que planteármelo, me asusta. Hemos tergiversado hasta tal punto este sacramento que lo hemos convertido en algo ineficaz.

Hemos convertido la eucaristía en un rito cultual que se desarrolla fuera de nosotros y al que asistimos pasivamente. Nuestra tarea debe ser volverlo a cargar de humanidad. Dios es la Realidad que está en nosotros siempre y no tiene que hacer nada. El sacramento lo necesitamos nosotros para descubrirlo.

El problema de este sacramento es que se ha desorbitado la importancia de aspectos secundarios (sacrificio, presencia, adoración) y se ha olvidado totalmente su esencia, que es su aspecto sacramental. La eucaristía es un sacramento. Los sacramentos son la unión de un signo con una realidad significada.

Lo que es un signo lo sabemos muy bien, porque toda comunicación entre seres humanos se realiza a través de signos. El signo no es el pan sino el pan partido, preparado para ser comido. La clave del signo no está en el pan como cosa, sino en el hecho de que está partido. El signo está en la disponibilidad para ser comido.

El segundo signo es el vino servido, preparado para ser bebido. Es muy importante tomar conciencia de que, para los judíos, la sangre era la vida. Si no tenemos esto en cuenta, se pierde el significado. El valor sacrificial que se le ha dado al sacramente no pertenece a lo esencial y nos despista de su verdadero valor.

La realidad significada es trascendente, que está fuera del alcance de los sentidos. Si queremos hacerla presente, tenemos que utilizar los signos. Esa realidad es eterna y no se puede ni crear ni destruir; ni traer ni llevar; ni poner ni quitar. Si celebrar la eucaristía no me lleva a descubrirla, es que se ha convertido en garabato.

El principal objetivo de este sacramento es tomar conciencia de la presencia divina en nosotros. Pero esa toma de conciencia tiene que llevarnos a vivir esa misma realidad como la vivió Jesús. Si nos conformamos con realizar el signo sin alcanzar lo significado, solo será un garabato.

En la eucaristía re-significamos el amor que es Dios manifestado en el don de sí mismo que hizo Jesús durante su vida. Esto soy yo: Don total sin límites. El pan que me da la Vida no es el pan que como, sino el pan en que me convierto cuando me doy. Soy cristiano, no cuando como, sino cuando me dejo comer, como hizo él.

Todas las muestras de respeto hacia los signos están muy bien. Pero arrodillarse ante el Santísimo y seguir menospreciando o ignorando al prójimo, es un sarcasmo. Si en nuestra vida no reflejamos la actitud de Jesús, la celebración de la eucaristía seguirá siendo magia barata para tranquilizar nuestra conciencia.

JESUCRISTO, GENIAL INTEGRACIÓN 
DEL JESÚS HISTÓRICO Y EL CRISTO DE LA FE 

Es muy Los tres sinópticos relatan el mismo episodio, aunque con diferencias notables. Se plantea abiertamente el significado del mesianismo de Jesús. Tema que no quedó resuelto hasta después de la experiencia pascual. No se trata, pues de un relato estrictamente histórico, sino de un planteamiento teológico del tema más importante y complicado de todo el NT.

Ni para ellos fue fácil aceptar el verdadero mesianismo, ni lo es para nosotros, pues seguimos sin aceptar que el ser cristiano lleva consigo renunciar al ego y darse a los demás.

Empieza el relato advirtiendo que Jesús estaba orando, como siempre que va a decir o hacer algo verdaderamente importante. Es curioso que el evangelio dice que el único que estaba orando era Jesús y además solo, aunque los discípulos estaban allí.

Sin tener en cuenta esa oración de Jesús nada de lo que fue y predicó puede explicarse. La forma en que Jesús habla de Dios como salvación, se inspira directamente en su experiencia personal. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Jesús experimentó que Dios lo era todo para él y él era todo para Dios. Tomó conciencia de la fidelidad de Dios-amor y respondió vitalmente a esta toma de conciencia.

Al atreverse a llamar a Dios "Abba" (Papá), Jesús abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto. Esa experiencia le lleva a poder manifestar a los demás lo que Dios es para el ser humano. Esta convicción fundamenta toda su vida y su predicación.

Para Jesús, como para cualquier ser humano, la base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se descubre sustentado por la acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible nuestra existencia.

Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar su centro. "Intimior intimo meo". Descubrir su fundamento en Dios, es fuente de una inesperada plenitud. La experiencia de Dios será la revelación de la más alta humanidad.

Jesús de Nazaret nunca se presenta como lo absoluto. Para él lo absoluto fue siempre  Dios. De lo que dijo y lo que hizo, se puede deducir que se ha considerado siempre como un ser humano más (hijo de hombre); eso sí, un ser humano totalmente identificado con Dios.

La opinión de la gente indica ya una alta consideración de la persona de Jesús, pero está muy lejos de acertar en el pronóstico. La opinión de los doce, manifestada por Pedro, parece a primera vista acertada; pero “el Ungido de Dios”, era la manera de designar al Mesías que el pueblo de Israel esperaba. Es decir, un Mesías nacionalista que traería la salvación política, económica y religiosa para todo el pueblo.

Esa opinión no debe ser divulgada porque es también falsa. A continuación, se nos propone la verdadera figura del Mesías que la primera comunidad pascual había descubierto con tanta dificultad.

El Mesías se convierte en “Hijo de hombre”, el modelo de hombre, el ser humano que vive su plenitud. No es el triunfador, el poderoso, el que está por encima de los demás, sino el que aguanta, el que sufre, el que tiene que padecer las iras y rencores de los suyos, el humillado y despreciado, precisamente por no renunciar a ser “humano”. Y todo esto hasta el extremo, hasta perder la vida por mantener esa actitud.

El que quiera adherirse al Mesías, no tiene más remedio que emprender el mismo camino. No hay alternativa posible. “Dirigiéndose a todos”, también a nosotros, exige el negarse a sí mismo.

La frase de Jesús "el que quiera salvar su vida la perderá"; no es una exageración, sino una verdad básica. Hacer que todo gire en torno a nuestro falso “yo”, es potenciar en nosotros aquello que tiene un valor relativo. No podemos dejar de ser egoístas si no superamos el apego a un “ego”.

En la medida en que ponga como objetivo último salvar mi vida, seré egoísta y por lo tanto me deshago como persona. En la medida en que sea capaz de desprenderme de todo apego, incluido el apego a la vida, a favor de los demás, estaré amando de verdad, y por lo tanto creciendo como ser humano. Mi Vida con mayúscula se potenciará, y la vida con minúscula, cobra entonces todo su sentido.       

La pregunta que se hicieron aquellos primeros cristianos tenemos que hacérnosla nosotros hoy. ¿Quién es Jesús? La mejor prueba de que no es fácil responder, es la falsa alternativa, que se planteó en el siglo pasado, entre el Jesús histórico o el Cristo de la fe.

Los discípulos compartieron su vida con el Jesús de Nazaret y aceptaron a aquel ser humano que les proporcionó una paz, una alegría y una seguridad increíbles; pero mientras vivieron con él, no fueron capaces de ir más allá de lo que veían. Solo a través de la experiencia pascual se adentraron en el verdadero significado de aquella persona fuera de serie.

Al morir Jesús, se preguntaron si con la muerte de su líder se había acabado todo. Sólo entonces empezaron a trascender la figura humana de Jesús y fueron descubriendo lo que se escondía detrás de aquella realidad visible. Fueron dándose cuenta de que allí había algo más que un simple ser humano. Entonces fueron conscientes de que el verdadero UNGIDO ya se encontraba en el Jesús de Nazaret.

Este Mesías, descubierto en pascua, no coincide con el que esperaban los judíos y los propios discípulos, antes de esa experiencia. Ahora se trata de Jesús el Cristo, Jesucristo, genial integración del Jesús histórico y el Cristo de la fe.

Cristo no es una idea abstracta surgida en la primera comunidad de seguidores, sino la realidad de Jesús visto con los rayos X de la experiencia pascual. Cristo ni se puede identificar con Jesús ni se puede separar de él.

Durante tres años, sus seguidores convivieron con él sin enterarse de quien era en realidad; pero una vez que desapareció su figura sensible, fueron capaces de descubrir lo que en aquella figura humana se escondía.

No se puede separar el valor de una moneda, de la cantidad y la forma del metal que la constituye. La moneda tiene tal valor, precisamente porque tiene tal forma, tal tamaño y un determinado metal precioso. Todo lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad.

Y para nosotros hoy ¿quién es Jesús? No se trata de dar una respuesta teórica ni una cristología aquilatada que responda a todas las cuestiones formales relativas a la persona de Jesús. Mucho menos, dogmas que definan su naturaleza divina. Lo que se espera de nosotros es una respuesta práctica. ¿Qué significa Jesús en mi vida?

Como cristiano, ¿me intereso de verdad por la figura histórica de Jesús para descubrir en él, como hicieron los discípulos, al Ungido de Dios? Es decir, ¿me esfuerzo por descubrir el valor trascendente que se esconde en su apariencia humana? ¿Es ese valor el que mueve mi existencia?

Con un mínimo de sinceridad nos daríamos cuenta de lo lejos que estamos de encarnar en nuestra vida ese valor supremo. Somos cristianos como un medio para encontrar seguridades, para tener a Dios de nuestra parte y que nos saque las castañas del fuego.

No hay más que echar una ojeada a nuestras oraciones y descubriremos la idea que tenemos del Mesías. Exactamente la misma que tenían los judíos. La misma que Pedro propuso y rechazó Jesús.

Lo hemos colocado en lo más alto del cielo a la derecha de Dios; le hemos dado plenitud de poder y gloria; le hemos hecho juez de vivos y muertos; para, a renglón seguido, decir que el que cumpla con lo que dijo se sentará con él a juzgar a los infieles. Estas cosas las dice el NT, en contra de la misma actitud de Jesús. Un ejemplo más de lo difícil que fue aceptar su persona y su mensaje tal cual.

No nos hagamos ilusiones. Una cosa es llamarse cristiano y otra serlo. No es nada fácil darse cuenta de que la plenitud humana está en el desarrollo de una capacidad de salir de sí, de identificarse con los demás. No es nada fácil salir de la dinámica del hedonismo que nos empuja a dar satisfacción a los sentidos, a buscar lo más cómodo, lo que me agrada, lo que menos me cuesta. Mantener estas actitudes hedonistas y llamarse cristiano, es una contradicción.

Pero tampoco debemos caer en la trampa del masoquismo. Dios quiere para cada uno de nosotros lo mejor. Quiere que disfrutemos de todo lo que nos rodea, de las personas y de las cosas. Todo es positivo, siempre que no pongamos el fin último en el placer sensible, siempre que tengamos claro que lo primero es el bien del hombre.

No es fácil entender bien lo que hoy nos dice el evangelio. No se trata de machacar una parte de nuestro ser para salvar otra. Se trata de descubrir un fallo en nuestra percepción de nosotros mismos, es decir, que con frecuencia creemos ser los que no somos y vivimos engañados.

Se trata de liberarnos de todo aquello que nos ata a lo caduco y nos impide elevarnos a la plenitud que nuestro verdadero ser exige. Se trata de alcanzar una libertad de nuestra animalidad suficiente para poder elegir lo mejor en absoluto. La liberación llega cuando hemos establecido una auténtica escala de valores y somos capaces de dar a cada faceta de nuestra compleja vida, la importancia que tiene, ni más ni menos.

 

Meditación-contemplación

Lo que Jesús es y significa, no se puede meter en conceptos, 
porque está más allá de los sentidos y de la razón. 
Si experimentas lo que hay de Dios en ti, 
podrás vislumbrar lo que Jesús vivió y manifestó. 
……………………
Más allá de nuestro “yo” físico, psíquico y mental, 
se encuentra nuestro auténtico ser, 
que es lo divino que hay en cada uno de nosotros 
y que está siempre ahí como la única realidad verdadera. 
……………………
Para alcanzar ese verdadero ser y verdadera Vida, 
es necesario no quedar enganchado en lo terreno.
“Perder” lo caduco, lo contingente, lo limitado
es el único camino para alcanzar lo absoluto.
………………..

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles – Ciclo C (Reflexión)

Ss. Pedro y Pablo, apóstoles – Ciclo C ( Mateo 16, 13-19 ) – junio 29, 2025  Hechos 12, 1-11. 13,1 ; Salmo 33; 2 Timoteo 4 , 6- 8.17-18 Ho...