Hechos 12, 1-11.
13,1; Salmo 33; 2 Timoteo 4, 6-8.17-18
Evangelio según
san
Mateo 16, 13-19
En
aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta
pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”
Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías;
otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.
Luego
les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra
y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Jesús
le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha
revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti
que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del
infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los
cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que
desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Reflexiones Buena Nueva
#Microhomilia
Hoy es la fiesta de Pedro y Pablo, dos pilares de nuestra Iglesia. Sus vidas son un horizonte y una llamada a la perseverancia en Dios.
"He peleado hasta el final el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe". Estas palabras de Pablo nos revelan que ser cristiano no es algo que se recibe y ya, sino que se ha de procurar, cuidar y mantener. Es decir, implica desafío y conquista. Pablo enuncia en el mismo texto: "El Señor estuvo a mi lado, dándome fuerza". Seguir a Jesús implica nuestra voluntad, pero también la gracia de ser siempre acompañados.
Hoy que el cristianismo y la fe parecen accesorios, que se anuncian con caducidad y se presentan como irrelevantes por el mundo, es bueno ser conscientes de cómo vamos viviendo nuestra vida y cómo nos sentimos sostenidos por el Señor, que nos responde y nos libra de todo temor. En este punto de nuestro propio recorrido, respondamos hoy a Jesús la pregunta que hace a los suyos: "Y tú, ¿quién dices que soy yo?". ¿Qué respondes?
#FelizDomingo
“Y ustedes, ¿quién dicen que soy”
Cada persona es única e irrepetible. Somos inclonables. León Felipe, en una de sus más famosas poesías, decía:
“Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy… Para cada hombre, guarda un rayo nuevo de luz el sol y un camino virgen Dios”.
La fuerza de una comunidad consiste en la diversidad de sus miembros. Cuando compartimos en comunidad nuestra misión, nos hacemos conscientes de nuestras semejanzas y diferencias, de nuestras expectativas y temores. Un ejemplo de esta diversidad que enriquece a las comunidades la encontramos en los orígenes del cristianismo, en la relación que se establece entre Pedro y Pablo, las dos columnas inseparables de la Iglesia. En las letanías y en la fiesta de hoy, la Iglesia, no quiere separar a estos dos hombres, a pesar de sus diferencias.
Conocemos bien la historia de Pedro, su procedencia sencilla, su carácter impulsivo, su generosidad para seguir al Señor y para liderar al grupo de los apóstoles en la fe… Cuando Jesús pregunta: “¿Quién dicen que soy?”, Pedro tomó la Palabra por el grupo y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”. La respuesta de Jesús fue declararlo fundamento de la Iglesia: “Y te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi Iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que tú ates aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que tú desates aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo”. Pero también conocemos su fragilidad y el miedo que tuvo para reconocer al Señor cuando llegó el momento de la pasión… Dice el evangelio de Mateo que cuando Jesús fue arrestado, Pedro “lo siguió de lejos” (Mateo 26, 28) y luego lo negó tres veces. Después de la resurrección, Pedro fue confirmado en el amor con un interrogatorio a orillas del Lago de Galilea: “Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero” (Juan 21,17).
Por otra parte, conocemos la historia de Pablo y su conversión, camino de Damasco. Iba con intención de llevar presos a los seguidores del nuevo camino, cuando el Señor mismo se le cruzó en su senda y lo llamó a colaborar en la evangelización del mundo pagano. Pablo, perseguidor y judío radical, cambia el rumbo y se pone a disposición de su Señor. Sus cartas, los primeros escritos del Nuevo Testamento, con una lucidez admirable, animan y construyen las primeras comunidades cristianas.
Sin embargo, entre estos dos grandes hombres, santos y pecadores, no hubo un acuerdo total respecto de muchas cosas. Un sencillo ejemplo de esto es lo que dice la Carta a los Gálatas, donde Pablo cuenta su enfrentamiento con Pedro en Antioquía, por su comportamiento frente a los gentiles: "Mas cuando Cefas fue a la ciudad de Antioquía, lo reprendí en su propia cara, porque lo que estaba haciendo era condenable. Pues primero comía con los no judíos, hasta que llegaron algunas personas de parte de Santiago; entonces comenzó a separarse y dejó de comer con ellos, porque tenía miedo de los fanáticos de la circuncisión. Y los otros creyentes judíos consintieron con su hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó llevar por ellos. Por eso, cuando vi que no se portaban conforme a la verdad del evangelio, le dije a Cefas delante de toda la comunidad: ‘Tú, que eres judío, has estado viviendo como si no lo fueras; ¿por qué, pues, quieres obligar a los no judíos a vivir como si lo fueran?" (Gálatas 2, 11-14).
Es fundamental que la construcción de la comunidad misionera parta de una aceptación radical de esta realidad. Sin un respeto y una valoración de esta condición de las diferencias entre los miembros del grupo, es imposible comenzar a construir una vida en común y mucho menos, llevar adelante una obra evangelizadora. La comunidad cristiana no puede esconderse sus diferencias; antes bien, cada uno de los miembros, debe tener la capacidad y la posibilidad de manifestarlas abiertamente. Una comunidad inmadura tratará de ocultarse sus diferencias o de disimularlas para no asustarse; se comportará como el avestruz que esconde la cabeza cuando ve peligro, pensando que por no verlo, éste desaparece. Una comunidad madura es capaz de hacer frente a la realidad, que de por sí es diversa.
Estas diferencias entre los miembros de una comunidad pueden ser fuentes de conflictos. El conflicto comienza cuando nuestras necesidades, deseos, valores e ideas chocan con las necesidades, deseos, valores e ideas de los otros. Generalmente, no hay conflictos por los ideales fundamentales de la comunidad o por cuestiones de fondo; los conflictos que más nos duelen y hieren, tienen que ver con cuestiones muy ordinarias y sencillas de nuestras vidas. Cada persona siente la necesidad de ser amada y afirmada, de sentirse comprendida y de pertenecer. Cuando intentamos satisfacer estas necesidades en comunidad, experimentamos tensión y conflicto. El conflicto no es anticristiano. Lo que puede ser anticristiano es negarlo o rehusar enfrentarlo. El conflicto puede convertirse en fuente de crecimiento cuando una comunidad no se deja llevar a negarlo o evitarlo a toda costa (La paz a cualquier precio), sino cuando aprende a manejarlo con actitudes de respeto, compasión y comprensión: Caridad y Claridad deben ir de la mano.
Terminemos con una exhortación que traen David Kerisey y Marilyn Bates en su libro, Please understand me, que me parece muy apropiada para reflexionar sobre las enseñanzas que nos deja la celebración de hoy:
“Si no me gusta lo que a ti te gusta, por favor, trata de no decirme que estoy equivocado en mis gustos. Si creo otra cosa distinta a la que tú crees, por lo menos detente un momento antes de corregir mi punto de vista. Si mi emoción es menor que la tuya, o mayor, dadas las mismas circunstancias, trata de no pedirme que sienta más fuerte o más débilmente. O, incluso, si actúo o dejo de actuar de la manera que tu consideras mejor, déjame ser”.
“No te estoy pidiendo, por lo menos hasta el momento, que me entiendas. Esto vendrá solamente cuando dejes de pretender hacer de mí una copia tuya. Yo puedo ser tu esposa o esposo, tu amigo, tu pariente, o tu colega; puedo ser tu compañero o compañera de comunidad. Si estás dispuesto a permitir mis propios gustos, o emociones, o creencias, o acciones, entonces te abrirás de tal manera ante mi que tal vez un día mi forma de ser no te parecerá tan equivocada ni mala; incluso puede llegar a parecerte correcta, por lo menos para mi. Ponerte en mi situación es el primer paso para llegar entenderme algún día”.
“No quiero que asumas mi forma de ser como la correcta para ti, pero sí quiero que no te de rabia ni te pongas bravo conmigo por ser como soy. Al llegar a entenderme, tal vez termines apreciando mis diferencias con respecto a ti y, lejos de querer cambiarme, me ayudarás a preservar y aún nutrir estas diferencias que nos enriquecen a los dos”.
QUÉ DECIMOS NOSOTROS
También
hoy nos dirige Jesús a los cristianos la misma pregunta que hizo un día a sus
discípulos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». No nos pregunta
solo para que nos pronunciemos sobre su identidad misteriosa, sino también para
que revisemos nuestra relación con él. ¿Qué le podemos responder desde nuestras
comunidades?
¿Nos
esforzamos por conocer cada vez mejor a Jesús o lo tenemos «encerrado en
nuestros viejos esquemas aburridos» de siempre? ¿Somos comunidades vivas,
interesadas en poner a Jesús en el centro de nuestra vida y de nuestras
actividades o vivimos estancados en la rutina y la mediocridad?
¿Amamos
a Jesús con pasión o se ha convertido para nosotros en un personaje gastado al
que seguimos invocando mientras en nuestro corazón va creciendo la indiferencia
y el olvido? Quienes se acercan a nuestras comunidades, ¿pueden sentir la
fuerza y el atractivo que tiene para nosotros?
¿Nos
sentimos discípulos de Jesús? ¿Estamos aprendiendo a vivir con su estilo de
vida en medio de la sociedad actual o nos dejamos arrastrar por cualquier
reclamo más apetecible para nuestros intereses? ¿Nos da igual vivir de
cualquier manera o hemos hecho de nuestra comunidad una escuela para aprender a
vivir como Jesús?
¿Estamos
aprendiendo a mirar la vida como la miraba él? ¿Miramos desde nuestras
comunidades a los necesitados y excluidos con compasión y responsabilidad o nos
encerramos en nuestras celebraciones, indiferentes al sufrimiento de los más
desvalidos y olvidados: los que fueron siempre los predilectos de Jesús?
¿Seguimos
a Jesús colaborando con él en el proyecto humanizador del Padre o seguimos
pensando que lo más importante del cristianismo es preocuparnos de nuestra
salvación? ¿Estamos convencidos de que el modo mejor de seguir a Jesús es vivir
cada día haciendo la vida más humana y más dichosa para todos?
¿Vivimos
el domingo cristiano celebrando la resurrección de Cristo? ¿Creemos en Jesús
resucitado, que camina con nosotros lleno de vida? ¿Vivimos acogiendo en
nuestras comunidades la paz que nos dejó en herencia a sus seguidores? ¿Creemos
que Jesús nos ama con un amor que nunca acabará? ¿Creemos en su fuerza
resucitadora? ¿Sabemos ser testigos del misterio de esperanza que llevamos
dentro de nosotros?
Hazte tú mismo la pregunta.
No valen las respuestas de otros.
Como el
domingo pasado, se sitúa la escena fuera del territorio palestino. Otra vez
Jesús se retira con sus discípulos; ahora a la región de Cesarea de Filipo. La
razón para Mateo es que se van a tratar temas que desbordan la problemática
judía, y por eso coloca la escena en territorio gentil, fuera de una concepción
del Mesías demasiado nacionalista, para dar a entender que estamos en una
apertura a los gentiles. Ni lo que dice sobre Jesús, ni lo que dice sobre la
Iglesia podía ser aceptado por los judíos.
Dos temas nos proponen hoy las lecturas: Quién es
Jesús y el poder de las llaves.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que los
evangelios están escritos mucho después de la muerte de Jesús, y por lo tanto
reflejan, no lo que Jesús pensó, dijo e hizo, sino lo que las primeras
comunidades pensaban de él. ¿Acaso podían hacer otra cosa las primeras
comunidades cristianas que preguntarse quién era ese hombre?
También es lógico que se preocuparan por la estructura de
la nueva comunidad: Quién iba a ser su representante, con qué asistencia
contaba, etc.
Nos encontramos ante un texto claramente pascual, sin
ningún contenido histórico. Esto no le resta importancia sino que se la da,
porque se trata de la experiencia de la primera comunidad que quiere expresar
así su fe en Jesús.
EXPLICACIÓN
La gente entiende a Jesús desde la perspectiva del
Antiguo Testamento: un gran profeta. Es verdad que demuestran una
gran estima por la figura de Jesús, pero no se han dado cuenta de la novedad
que la figura de Jesús aporta.
A los discípulos les costó Dios y ayuda dar el paso de una
interpretación nacionalista del Mesías, a la del verdadero mesianismo que
encarnaba la figura de Jesús. Sólo después de Pascua dieron el paso.
Antes de esa experiencia, Pedro nunca pudo decir a Jesús
que era el Hijo de Dios. (Marcos dice escuetamente: tú eres el
Mesías y Lucas: el Mesías de Dios).
Los judíos ni siquiera tenían un concepto de Hijo de Dios.
Para un judío lo más que se podía decir de un ser humano es que era el Ungido,
es decir Mesías. Los griegos (y también otras culturas) sí tenían un concepto
de Hijo de Dios. Ellos sí podían decir de una persona que era hijo de Dios.
Cuando el cristianismo se instaló en la cultura griega,
ellos quisieron decir de Jesús lo máximo: Hijo de Dios. Si los judíos emplearon
alguna vez la palabra hijo, tendría que ser con el significado de imitador,
réplica, copia exacta de lo que era el Padre.
También se conocía en el Antiguo Testamento la idea de
hijo de Dios, pero era para expresar una especial cercanía. Se llamaba hijo de
Dios al rey, a los ángeles e incluso al pueblo judío tomado en su conjunto
Jesús no pudo decir a Pedro, “sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia”; porque a Jesús nunca le pasó por la cabeza el fundar una Iglesia.
Él era judío por los cuatro costados y no podía pensar en una religión
distinta.
Lo que quiso hacer con su predicación, fue purificar
la religión judía de todas las adherencias que la hacían incompatible con
el verdadero Dios.
Tampoco los primeros seguidores de Jesús pensaron en
apartarse del judaísmo. Fue el rechazo frontal de las autoridades judías, sobre
todo de los fariseos después de la destrucción del templo, lo que les obligó a
emprender su propio camino.
La respuesta a la pregunta ¿quién es Jesús? no fue fácil;
prueba de ello es la diversidad de respuestas que dieron las primeras
comunidades. Cada una fue descubriendo lo que Jesús era según sus
características y peculiaridades.
§ Unas
resaltaron el aspecto de salvador futuro y definitivo; la parusía
sería la plenitud de su obra.
§ Otras se
fijaron más en su aspecto de taumaturgo: la fuerza de Dios se
manifestaba en las obras maravillosas que realizó.
§ Otras
comunidades se fijaron más en él como Maestro, mensajero de la
Sabiduría, comunicador de la ciencia que puede llevar al hombre a la verdadera
salvación.
§ Otras
cristologías se fijaron más en él como el crucificado resucitado,
estas se llaman cristologías pascuales. Poco a poco, se fueron integrando todas
en la pascual, y terminó por elaborarse la única cristología que ha llegado a
nosotros a través del Nuevo Testamento.
Pedro respondió a primera vista, de una manera certera,
aunque no supone ninguna novedad, porque los de la barca dijeron exactamente lo
mismo al verle andar sobre el agua. (Mt 14,33) Este dato nos advierte que se
trata de un montaje literario y no de un progreso en la comprensión de Jesús.
¿Quién se lo había revelado a los de la barca? ¿A qué se debe una respuesta tan
distinta ante la misma confesión de fe? Está claro que el objetivo del relato,
es resaltar la figura de Pedro en medio de la comunidad.
Respecto a la segunda cuestión, tenemos que aclarar
algunos puntos para poder entenderla en sus justos términos.
En primer lugar, los textos paralelos de Marcos y de Lucas
ponen sólo la confesión de Pedro como Mesías, y no dicen nada de la promesa de
Jesús a Pedro. Es este un dato muy interesante, que tiene que hacernos pensar.
Marcos es anterior a Mateo. Lucas es posterior. Tanto la confesión de “Hijo de
Dios vivo” como la promesa de Jesús a Pedro, es un texto exclusivo de Mateo.
Si tenemos en cuenta que Mateo y Lucas copian de Marcos,
descubriremos el verdadero alcance del relato de Mateo. Lo añadido está
colocado ahí con una intención determinada: revestir a Pedro de una autoridad
especial frente a los demás apóstoles. Seguramente pensando en la situación
peculiar de su comunidad judeocristiana.
Es la primera vez que encontramos el término “Iglesia”
para determinar la nueva comunidad cristiana. Utiliza la palabra que en la
traducción de los setenta se emplea para designar la asamblea (ekklesian).
El texto intenta afianzar a Pedro en la presidencia de esa
organización, pero es exagerado deducir de él la absoluta infalibilidad de los
sucesores de Pedro.
Hay que tener en cuenta que existe otro texto paralelo,
también de Mateo, que leeremos dentro de dos domingos, que puede aclarar un
poco el tema. En él se dice: “Si tu hermano peca, repréndele a solas… si
no te hace caso, llama o otro u otros dos... si los desoye, díselo a la
comunidad; y si también desoye a la comunidad, considéralo como un pagano o un
publicano. Porque lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo;
y lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo”.
No se entiende muy bien, que en dos lugares tan próximos
del mismo evangelio dé el poder de atar y desatar a Pedro y a la comunidad. Si
ponemos atención al contexto, veremos que los dos textos no se contradicen,
sino que se complementan. La última palabra la tiene siempre la comunidad, pero
esta tiene que tener una persona que la represente.
Pedro o el sucesor de Pedro, cuando hablan en nombre de la
comunidad y expresando el común sentir de la comunidad, tienen la garantía de
acertar en los asuntos importantes para la misma comunidad.
Por tanto, no es la comunidad entera la que tiene que
doblegarse ante lo que diga una persona, sino que es el representante de la
comunidad el que tiene que saber expresar el común sentir de esta. Éste es el
verdadero sentido del dogma de la infalibilidad.
APLICACIÓN
Mateo trata de poner las bases de la nueva comunidad. En
esa confesión de fe, podemos descubrir un horizonte que enmarcará la andadura
de la Iglesia.
Pero ha sido un verdadero error que la iglesia haya creído
que se podía definir con dogmas quién es Jesús, y haya dejado de hacerse la
pregunta. Lo que es y lo que significa Jesús para nosotros, nunca lo
descubriremos suficientemente.
También hoy, la pregunta fundamental que debe hacer todo
aquel que se acerca a Jesús, tiene que ser: ¿quién es este hombre? Lo malo es
que todo intento de responder con fórmulas cerradas no solucionará el problema.
La respuesta tiene que ser práctica, no teórica. Mi vida
es la que tiene que decir lo que Cristo es para mí. Del esfuerzo de los
primeros siglos por comprender a Jesús, debe quedarnos, no las respuestas que
dieron, (siempre limitadas) sino las preguntas que se hicieron.
No se trata de responder con formulaciones teológicas cada
vez más precisas, se trata de responder con la propia vida a la pregunta de
quién es Jesús. Y vosotros, y tú, ¿quién dices que soy yo? ¿Qué dice tu vida de
mí?
Hubo un tiempo en que hemos creído que lo importante era
la respuesta. Hoy sabemos que lo importante es que sigamos haciéndonos la
pregunta. Como la respuesta ya estaba dada (ahí están todos los dogmas
cristológicos para demostrarlo), hemos dejado de hacernos la pregunta, y eso es
grave.
Desde el punto de vista doctrinal la historia se encarga
de demostrarnos que nunca nos aclararemos del todo. O exageramos su divinidad y
lo convertimos en un extraterrestre, o afianzamos su humanidad y entonces se
nos hace muy difícil el compaginar que sea plenamente hombre y a la vez divino.
Una vez más tenemos que decir que la solución nunca la
encontraremos a nivel teórico. Sólo desde la vivencia interior podremos
descubrir lo que significa Jesús como manifestación (encarnación) de Dios. Sólo
si nos identificamos con Jesús y hacemos nuestra su misma vivencia de Dios
comprenderemos lo que fue Jesús.
Meditación-contemplación
Y tú,
¿quién dices que soy yo?
Ser
cristiano significa responder a esta interpelación de Jesús.
No de
manera teórica y aprendida,
sino con
las actitudes vitales que él me exige hoy.
……………
En el
momento que deje de hacerme la pregunta,
he dejado
de ser cristiano.
Si tengo ya
la respuesta definitiva,
me he
colocado fuera del camino del seguimiento.
…………
“Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios Vivo”,
es la
profesión de fe de los primeros cristianos.
Es el fruto
de toda la experiencia pascual.
……………….
Descubrir
en Jesús la presencia de Dios
y hacer que
los demás la descubran en mí;
esa es la
única tarea que me convertirá en cristiano.