miércoles, 26 de febrero de 2025

VIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Reflexión)

 
VIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Lucas 6, 38-45) – marzo 2, 2025 
Eclesiástico 27, 4-7; Salmo 91; Corintios 15, 54-58


En este VIII domingo de tiempo ordinario (último de la primera etapa de este tiempo), el evangelio nos enseña tres actitudes que, nos llevan por el camino de seguir a Jesús, de mejor manera:

Evangelio según san Lucas 6, 39-45

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la paja que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la paja del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

 

Reflexión:

¿A quién escuchar y seguir?

En el evangelio se nos presentan tres “mini parábolas”, las cuales nos ayudan a darnos cuenta de como son nuestras relaciones interpersonales, y que es lo que me impide que estás sean siempre para bien. En ellas, también podemos darnos cuenta en que podemos mejorar, para ser mejores personas y más fraternas.

·      Ceguera. Aquí, la parábola habla, no de ceguera biológica, sino de la falta de visión de lo que nos conduce a ser y hacer el bien. Cuando ignoro (no se) cual es el camino que me ha enseñado Jesús, para poder tener “una vida que valga la pena”, y “solo se” lo que he aprendido del mundo, cuando guíe a otros (familiares, amigos conocidos, … votantes), los llevaré por el camino equivocado, hacia un hoyo, en el cual no verán, ni disfrutarán el bien que Dios desea para todos. Podría también, estar ciego, y no darme cuenta que estoy siendo engañado y arrastrado a donde no me conviene.

·      Paja. Acá, se refiere que antes de juzgar a los demás, cuando se equivocan (porque no ven o no saben), seamos autocríticos y tomemos conciencia de cómo somos y estamos, antes de exigir o juzgar a los demás, por tal o cual modo de ser o proceder. Se trata de ”ayudar”  y ser “congruentes” con quien lo necesite, no de sentir y creer que somos superiores a los demás.

·      Frutos. Los resultados de mis “intensiones, pensamientos y acciones”, son el fruto que da mi corazón. Es un llamado a discernir que es lo que me mueve internamente, hacia donde me llevan mis deseos y como lo hago realidad.

De lo anterior se desprende que necesito seguir conociendo y aprendiendo de Jesús, los criterios para poder vivir conmigo mismo y con los demás, sin engaños, ni prepotencia, con relaciones sanas y de bien común.

En la vida, vamos aprendiendo y creciendo en sabiduría (Eclo 27, 4-7), aún en dificultades y adversidades; hay que buscar la sabiduría de Dios, lleva tiempo y esfuerzo, hay que aprenderla y ponerla en práctica, y así, como dice el mismo Jesús: cuando termines su aprendizaje, serás como su maestro” (cfr Lc 6,40)., por que de eso se trata la vida, ser imagen y semejanza del Señor.

Te recuerdo que, el próximo día 5 de marzo es Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma, tiempo litúrgico para recordar que somos creaturas “eres polvo y en polvo te convertirás” (Gen 3, 19), y que es tiempo de conversión, para volver a y vivir la Buena Noticia de Jesús.

¿Cómo puedo aprender a ser humilde?... ¿Cómo discernir el espíritu que me mueve?... ¿Qué hacer para ser constructor de fraternidad?

PD. Sigamos en oración por la salud el Papa Francisco, que el Señor lo fortalezca, consuele y sostenga, en este momento de dificultad. amdg.

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

VIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Profundizar)

 VIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Lucas 6, 38-45) – marzo 2, 2025  
Eclesiástico 27, 4-7; Salmo 91; Corintios 15, 54-58


Evangelio según san Lucas 6, 39-45

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la paja que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la paja del ojo”, ¿sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca». 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

"No elogies a nadie antes de oírlo hablar" nos dice la Palabra hoy. Nos salta el corazón de "disposición" para pasar a examen y juicio a muchas personas. Pero ya en un tono cuaresmal, escuchamos a Jesús decirnos: "¿Por qué te fijas en la paja que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo?". La Cuaresma que comienza en dos días, es un tiempo en que somos llamados a mirarnos a nosotros mismos. Este domingo inspirados por la Palabra podríamos preguntarnos: ¿De qué hablo últimamente? ¿De mi boca brota bondad o maldad? ¿Construyo o destruyo? La mirada sobre nosotros mismos y el reconocimiento de nuestra fragilidad, no es para dejarnos con una conciencia de pecadores irredentos, sino de hombres y mujeres que al darse cuenta de su miseria, piden perdón, y por gracia de Dios son perdonados. Somos llamados a la conversión; a ser buenos y justos, agradecidos y misericordiosos, firmes como cedros en bondad. #FelizDomingo #Cuaresma

“¿Por qué te pones a mirar la astilla que tiene tu hermano en el ojo (…)” 

 Es muy bien sabido que somos muy buenos jueces de las causas ajenas y muy malos jueces de las propias. Estrictamente hablando, no se trata sólo de una tendencia pecaminosa del ser humano. Sí es una tendencia negativa, pero no sólo se trata de la maldad humana, sino de una característica de nuestro modo de conocer. Vemos mejor la fachada del vecino que la nuestra. Estamos tan acostumbrados a mirarnos a nosotros mismos, que no notamos los cambios que vamos sufriendo. No vemos nuestros defectos, con la misma claridad con la que vemos los defectos de los demás. Como decía Jesús, vemos con mucha claridad la pelusa que tiene nuestro prójimo en su ojo, pero no vemos la viga que tenemos en el nuestro.

De esta condición de nuestra forma de conocer la realidad, se vale el pecado para engañarnos y hacernos jueces de la vida de los demás. Cuando San Ignacio de Loyola pensó en los Ejercicios Espirituales, como instrumento para quitar de las personas todos los impedimentos que ponemos a la voluntad de Dios, tuvo en cuenta esta condición de nuestro acceso a la realidad. Por esto, le dio mucha importancia al acompañamiento que el ejercitante necesita en su proceso. No podemos adentrarnos en una experiencia espiritual, sin tener alguien con quien confrontar lo que vamos viviendo. Si caminamos solos, es muy posible que nos engañemos a nosotros mismos y terminemos en un lugar al que no queríamos ir.

Juan de Polanco (1517-1576), uno de los jesuitas de la segunda generación, escribió una serie de instrucciones para el que acompaña y el que hace los Ejercicios Espirituales, conocido como “Directorio”. En este documento, Polanco recomienda que no se comience la experiencia de los Ejercicios Espirituales, sin el acompañamiento de un experto que nos guíe y aconseje: “(...) es prudencia espiritual en cada uno, el buscar como juez en el propio negocio a otro distinto de sí mismo, como se dice en el primer capítulo; pero la ayuda de otro es principalmente necesaria a aquellos que, no estando versados en las cosas espirituales, empiezan a entrar en la vía espiritual; por esto aconsejan los doctores, antes no entrar en este camino, que hacerlo sin maestro. Manifieste, pues, el que se ejercita a su instructor cómo se haya comportado en los Ejercicios, y dele cuenta de los mismos; ya, si algo no acabó de entender, para aprenderlo; ya las ideas e ilustraciones del ánimo, para examinarlas; ya las consolaciones y desolaciones, para discernirlas; ya las penitencias que hace y las tentaciones que experimenta, para que le ayude con su consejo” (Directorio de Polanco, 34).

Aconsejan los doctores, que es mejor no hacer este tipo de experiencias, que hacerlas sin un maestro que nos acompañe. Esta es la mejor manera de sacar la viga que tenemos en nuestro ojo, de manera que podamos ayudar a los demás a quitar la pelusa que ellos tienen en el suyo. Por eso, antes de juzgar a los demás, miremos hacia nuestro propio interior y reconozcamos lo que necesitamos cambiar nosotros mismos, antes de decirle a los demás lo que deben corregir.

Pienso que un pequeño texto que se ofrece como introducción a un libro de psicología que se llama , “Por favor, entiéndeme”, puede ayudarnos en esta tarea:

  • Si no me gusta lo que a ti te gusta, por favor, trata de no decirme que estoy equivocado en mis gustos.
  • Si creo otra cosa distinta a la que tú crees, por lo menos detente un momento antes de corregir mi punto de vista.
  • Si mi emoción es menor que la tuya, o mayor, dadas las mismas circunstancias, trata de no pedirme que sienta más fuerte o más débilmente.
  • O, incluso, si actúo o dejo de actuar de la manera que tú consideras mejor, déjame ser.
  •  No te estoy pidiendo, por lo menos hasta el momento, que me entiendas. Esto vendrá solamente cuando dejes de pretender hacer de mi una copia tuya.
  • Yo puedo ser tu esposa o esposo, tu amigo, tu pariente, o tu colega; puedo ser tu compañero o compañera de comunidad. Si estás dispuesto a permitir mis propios gustos, o emociones, o creencias, o acciones, entonces te abrirás de tal manera ante mi que tal vez un día mi forma de ser no te parecerá tan equivocada ni mala; incluso puede llegar a parecerte correcta, por lo menos para mi.

Ponerte en mi situación es el primer paso para llegar entenderme algún día. No quiero que asumas mi forma de ser como la correcta para ti, pero sí quiero que no te de rabia ni te pongas bravo conmigo por ser como soy. Al llegar a entenderme, tal vez termines apreciando mis diferencias con respecto a ti y, lejos de querer cambiarme, me ayudarás a preservar y aún nutrir estas diferencias que nos enriquecen a los dos.


LA FALTA DE VERDAD 

La veracidad ha sido siempre una preocupación importante en la educación. Lo hemos conocido desde niños. Nuestros padres y educadores podían «entender» todas nuestras travesuras, pero nos pedían ser sinceros. Nos querían hacer ver que «decir la verdad» es muy importante.

Tenían razón. La verdad es uno de los pilares sobre los que se asienta la conciencia moral y la convivencia. Sin verdad no es posible vivir con dignidad. Sin verdad no es posible una convivencia justa. El ser humano se siente traicionado en una de sus exigencias más hondas.

Hoy se condena con fuerza toda clase de atropellos y abusos, pero no siempre se denuncia con la misma energía la mentira con que se intenta enmascararlos. Y, sin embargo, las injusticias se alimentan siempre a sí mismas con la mentira. Solo falseando la realidad fue posible hace unos años llevar a cabo una guerra tan injusta como fue la agresión a Iraq.

Sucede muchas veces. Los grupos de poder ponen en marcha múltiples mecanismos para dirigir la opinión pública y llevar a la sociedad hacia una determinada posición. Pero con frecuencia lo hacen ocultando la verdad y desfigurando los datos, de manera que las gentes llegan a vivir con una visión falseada de la realidad.

Las consecuencias son graves. Cuando se oculta la verdad existe el riesgo de que vayan desapareciendo los contornos del «bien» y del «mal». Ya no se puede distinguir con claridad lo «justo» de lo «injusto». La mentira no deja ver los abusos. Somos como «ciegos» que tratan de guiar a otros «ciegos».

Frente a tantos falseamientos interesados siempre hay personas que tienen la mirada limpia y ven la realidad tal como es. Son los que están atentos al sufrimiento de los inocentes. Ellos ponen verdad en medio de tanta mentira. Ponen luz en medio de tanta oscuridad.

 

ANTES DE CORREGIR A LOS DEMÁS, DEBEMOS PALPARNOS BIEN LA ROPA 

El sermón del llano en Lucas termina con una retahíla de proverbios ancestrales, que tratan de explicar el contenido del mensaje. Recordemos que Mateo lo coloca en lo alto del monte mientras que Lucas nos dice que lo pronunció en un rellano (Jesús bajó del monte y se paró en un rellano). En la mitología de la época el monte era el lugar de la divinidad (de ahí que todas las teofanías se dieran en los montes. El valle era el lugar del hombre. Para Mateo Jesús habla desde el ámbito de lo divino, para Lucas habla desde una situación intermedia. Quiere hacer ver que Jesús hace de puente entre lo divino y lo humano.

Las frases que acabamos de leer y las que leíamos el domingo pasado son refranes que eran patrimonio de todas las culturas del entorno, no son inventadas por Jesús sino un destilado de la sabiduría popular que durante miles de años se había ido condensando en frases rotundas fáciles de recordar. Tengamos en cuenta que durante la mayor parte de la prehistoria humana no hubo escritura y durante la mayor parte del tiempo en que ya se había inventado, la inmensa mayoría de la gente no sabía ni leer ni escribir. Era muy importante facilitar la retención de ideas centrales, que eran claves en la vida de cada día.

Aun en nuestros días estamos acostumbrados a aplicar frases famosas a personajes concretos sabiendo que no las pronunciaron ellos, pero son muy útiles para hacer ver la sabiduría de aquellos a los que se les atribuye o resaltar la importancia de la frase, atribuyéndola a una persona de gran prestigio. En el AT hay un libro que se llama “Proverbios” y que el mismo texto atribuye a Salomón, cuando hoy sabemos que está escrito cuatro siglos después. En el caso de Jesús, está claro que esos proverbios pueden servir para destacar la sabiduría que estaba manifestando en todo momento. Se utilizan como resúmenes de su mensaje. “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”.

Como el evangelio aborda temas tan diversos, hoy nos vamos a fijar en la mota y la viga en el ojo. Lo primero que tenemos que advertir es la importancia que en la vida espiritual ha tenido la luz y la visión como metáfora de las posibilidades de acceder a un ámbito especial de existencia que me abre a otro mundo. En ningún caso se trata del ojo físico. Es un símbolo de las posibilidades que todo ser humano tiene de ver otra realidad que le coloca en situación privilegiada para afrontar la vida entera desde otra perspectiva.

Con esta metáfora nos está advirtiendo de lo complicado de la psicología humana. Los dichos, que se atribuyen a Jesús, muestran un conocimiento de las profundidades del ser humano. En los evangelios nos muestran un Jesús con un increíble conocimiento de la psicología humana. Más que con valores espirituales, la imagen de la mota en el ojo nos habla de la necesidad de conocer nuestro inconsciente y saber orientarnos en esa relación con los demás que nos puede hacer más humanos. Dar importancia en los demás a los fallos que nosotros mismos tenemos es la mejor manera de hacer patente nuestra falsedad. Nos desahogamos criticando en los demás lo que no aguantamos en nosotros mismos.

La naturaleza del ojo es ver. Sin no hay impedimento alguno y el ojo está sano, la visión es la cosa más natural del mundo. Por eso el ejemplo no habla del ojo en sí sino de lo que puede impedir desarrollar la función que le es propia. En los evangelios se utiliza con profusión la imagen de la luz y la visión. El mismo Jesús dijo: yo soy la luz del mundo, el que viene a mí no camina en tinieblas. Y a sus discípulos les dijo: vosotros sois la luz del mundo. Está claro que el que llega a “ver” con claridad, se convierte en luz para los demás.

Esta metáfora del ojo y de la luz es universal y la podemos encontrar en cualquier religión a lo largo del tiempo y el espacio. En las religiones orientales ha tenido incluso mucho más impacto que en occidente. La imagen del tercer ojo es un claro ejemplo de ello. Se habla con toda naturalidad de un ojo especial que permite a la persona descubrir lo que para la inmensa mayoría está oculto. No se trata de una realidad física, aunque a veces se han empeñado en identificarla con un órgano específico del cuerpo. El tercer ojo hace referencia a una sensibilidad especial para descubrir la realidad trascendente y dejarse guiar por ella.

En la religión egipcia el ojo de Horus es una de las claves de interpretación de la espiritualidad. Fue durante milenios el amuleto más potente de los usados. Se encuentra por todas partes en las inscripciones de templos y tumbas. Se creía en su poder de protección tanto para los vivos como para los muertos. Tal es la fuerza de atracción que posee que aun hoy es utilizado como amuleto o tatuaje por personas de todo el mundo.

El afán de corregir a los demás es una constante, sobre todo entre los que nos creemos religiosos. A pesar de que el evangelio nos aconseja la corrección fraterna, no hay nada más peligroso en la vida espiritual. No solo porque nunca podemos estar seguros de lo que es mejor para el otro, incluso cuando hayamos constatado que es bueno para nosotros mismos; sino porque tendemos a corregir al otro desde la superioridad moral que creemos tener. Si te sientas superior, sea moral o intelectualmente, estás incapacitado para ayudar.

La actitud de superioridad nace siempre de la superficialidad, está en estrecha relación con nuestro falso ser. El caparazón que nos envuelve es lo único que nos interesa. En materia del espíritu, creemos que es suficiente con lo aprendido de otros, creyendo que el simple conocimiento nos hace sabios. Jesús nos invita a la autenticidad, es decir, a bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que está de acuerdo con lo que somos. Por eso está siempre criticando una acomodación externa a las normas. La única Ley definitiva es la que está escrita en nuestro propio ser y es ahí donde hay que descubrirla para que sea eficaz.

El creernos en posesión de la verdad y por tanto con el derecho de imponerla a otros, es la actitud más contraria al mensaje evangélico. Según el evangelio, debíamos estar siempre con los oídos muy abiertos para escuchar lo que nos pueden decir los demás y con la boca cerrada para no engañar a los demás con nuestros discursos interesados y simplistas. No hay nada más desagradable que un sabelotodo que está siempre queriendo decir la última palabra sobre lo que hay que hacer o evitar. El mundo no está necesitado de maestros sino de discípulos. Dice un proverbio: cuando el discípulo está preparado, el maestro surge.

La imagen del ciego guiando a otro ciego es muy esclarecedora. Parece absurda, pero es la postura que con más frecuencia adoptamos los humanos. Siempre nos creemos con derecho a enseñar porque confundimos nuestra verdad con la verdad. Decía Machado: “tu verdad no, la verdad y ven conmigo a buscarla, la tuya quédatela”. Esto es verdad en todos los aspectos del conocimiento, pero en el aspecto religioso, se ha llevado al paroxismo. Cuando esta postura se institucionaliza se convierte en un verdadero sarcasmo. Solo nos queda un paso para afirmar con toda rotundidad: fuera de la Iglesia no hay salvación.

 

 


jueves, 20 de febrero de 2025

VII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Reflexión)

 VII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Lucas 6, 27-38) – febrero 23, 2025  
Samuel 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23; Salmo 102; Corintios 15, 45-49



Seguimos conociendo y aprendiendo de Jesús, quien nos enseña cómo ser y las actitudes con las que deberíamos relacionarnos con la gente, y sobre todo con quienes “son nuestros enemigos”…

Evangelio según san Lucas 6, 27-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario?

También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.

Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos”. 

Reflexión:

¿Porqué amar a los enemigos?

En la actualidad, vivimos en tiempos de polarización, división, encono y violencia … y esto podríamos decir, que es causa de que no sabemos convivir entre nosotros. En nuestra cultura actual de competencia, y en aras de alcanzar la cima, ser los mejores, los que tienen la razón, mandan y ordenan: nos dejamos llevar por el egoísmo, y con soberbia, hacemos todo para ganar, estar al frente y salir triunfadores.

Por este camino, pisamos a muchos y otros nos pisan a nosotros; es como la ley de la selva, la del más fuerte y poderoso … mucho roce, mucha violencia, … mucho dolor.

Ante esta realidad, hoy Jesús nos da esperanza y nos muestra una manera diferente de andar por la vida, que nos lleva por un camino distinto, el cual es un antídoto contra mal del mundo.  Con mucha frecuencia, las propuestas de Jesús, “parecen” ser contrarias a lo que vivimos, pero “parecen” porque sin escucharlas, las rechazamos; como que quisiéramos seguir por el camino difícil.

Nos propone tres actitudes:

·        Responder siempre con bien... ante quien nos haga el mal; nos insulte y difame; nos agreda.

·        Hacer lo extraordinario, ir más allá de lo que se espera de mi capacidad humana.

·        Amar a los enemigos… porque el amor es fraternidad y servicio, aunque no quieran recibirlo.

Estas actitudes rompen la espiral de violencia, y abren sendas de reconciliación; son gracia (don gratuito) que nos hace ser como nuestro Padre, misericordiosos.

Sin justificarlos, quienes hacen (hacemos) el mal, es porque no han experimentado el amor. Hoy, Jesús nos está invitando a la reconstrucción de las relaciones interpersonales, a través de reconocer y sanar las diferencias, que nos lleven al bien común.

Vayamos, paso a paso, tratando bien a quienes nos rodean, a las personas que nos cruzamos, a nosotros mismos, de tal manera que no hagamos injusticias, ni abusemos de nadie, que seamos testigos del amor que hemos recibido de Dios, así, en palabras de san Pablo: “seremos semejantes al hombre celestial” (Cor 15, 45-49).

¿Cómo puedo aprender a amar a mis enemigos?... ¿Cómo abrirme al amor de quien me considera su enemigo?... ¿Cómo ser compasivo?

PD. Oremos por la salud el Papa Francisco, que el Señor lo fortalezca, consuele y sostenga, en este momento de dificultad. amdg.

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

VII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Profundizar)

 VII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Lucas 6, 27-38) – febrero 23, 2025 
Samuel 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23; Salmo 102; Corintios 15, 45-49


Evangelio según san Lucas 6, 27-38

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Traten a los demás como quieran que los traten a ustedes; porque si aman sólo a los que los aman, ¿qué hacen de extraordinario?

También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué tiene de extraordinario? Lo mismo hacen los pecadores. Si prestan solamente cuando esperan cobrar, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores prestan a otros pecadores, con la intención de cobrárselo después.

Ustedes, en cambio, amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar recompensa. Así tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos”. 

 

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

La vocación de todo cristiano es al amor, a vivir amando. El Evangelio nos convoca a la radicalidad de amar incluso a quienes nos han lastimado.

Hoy es una oportunidad para examinarnos. ¿Quiénes están en mi lista de "imperdonables"? ¿Quiénes "se han pasado de la raya" y me han lastimado?¿quiénes en torno mío necesitan ayuda, escucha, cuidado? ¿A quiénes ya he ajusticiado? 

Este "amor al enemigo" no nos pide amnesia, no perdonamos porque hemos olvidado; ni renuncia a la justicia, pero sí a vivir "ajusticiando"; no se trata de exponernos al violento, pero sí renunciar a la violencia que me hace ser como quien me ha lastimado. Y ¿Qué tenemos cuando perdonamos? Paz, Dios nos dará "una medida generosa, colmada, remecida, rebosante", de aquello que hemos dado. #FelizDomingo

Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes” 

 El Dr. Arun Gandhi, nieto de Mahatma Gandhi, contó en la Universidad de Puerto Rico la siguiente historia como un ejemplo de la vida sin violencia: “Tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el Instituto que mi abuelo había fundado a 18 millas de la ciudad de Durban, en Sur África, en medio de plantaciones de azúcar. No teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mi nos entusiasmaba poder ir a la ciudad a visitar amigos o para ir al cine. Un día mi padre me pidió que lo acompañara a la ciudad pues tenía que dar una conferencia que duraba todo el día. Mi madre me dio una lista de cosas que necesitaba y mi padre me pidió que llevara el carro al taller.

Al despedirnos, mi padre dijo: ‘Nos vemos aquí a las 5 p.m. y volvemos a la casa juntos’. Después de completar rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me entretuve tanto con la película que olvidé la cita. Cuando me acordé, eran las 5:30 p.m. Corrí al taller, recogí el carro y fui hasta donde mi padre me esperaba. Eran casi las 6 p.m. Me preguntó con ansiedad: ‘¿Por que llegas tarde?’ Me sentí mal, pero no podía decirle que estaba viendo una película de John Wayne, de modo que dije que el carro no estaba listo y había tenido que esperar, sin saber que él ya había llamado al taller.

Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: “Algo no anda bien en la manera como te he criado, que no te ha dado la confianza de decirme la verdad. Voy a reflexionar qué es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas hasta la casa para pensar sobre esto. Así que, vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por caminos sin asfaltar y en medio de la oscuridad de la noche. No lo podía dejar solo, así que manejé 5 horas y media detrás de él, viéndolo sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho. Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir. Recuerdo muchas veces esto y pienso que si me hubieran castigado como nosotros castigamos a nuestros hijos, seguramente no habría aprendido la lección. Habría sufrido el castigo para seguir haciendo lo mismo. Esta acción no violenta de mi padre fue tan fuerte, que la recuerdo como si fuera hoy. Este es el poder de la vida sin violencia”.

Jesús vivió y nos enseñó un estilo de vida no violento. Expresiones como las que nos presenta hoy san Lucas, hablan de esta actitud fundamental de Jesús: “Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra; y si alguien te quita la capa, déjale que se lleva también tu camisa. A cualquiera que te pida algo dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes”.

Estoy convencido de que, si aplicáramos estas enseñanzas de Jesús en nuestra vida diaria, nuestros conflictos se transformarían radicalmente. Lo que pasa normalmente es que cuando leemos estos textos, no encontramos la forma de emplearlas en lo cotidiano de nuestras vidas. No podemos olvidar que no se trata de fórmulas para seguir al pie de la letra, sino de principios para aplicar a nuestras circunstancias particulares. Tenemos que ser creativos, como lo fue el papá del Dr. Arun Gandhi. Seguro que seremos más eficaces.


AMOR AL ENEMIGO

«A los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian». ¿Qué podemos hacer los creyentes ante estas palabras de Jesús? ¿Suprimirlas del Evangelio? ¿Borrarlas del fondo de nuestra conciencia? ¿Dejarlas para tiempos mejores?

No cambia mucho en las diferentes culturas la postura básica de los hombres ante el «enemigo», es decir, ante alguien de quien solo podemos esperar algún daño. El ateniense Lisias (siglo V a. C.) expresa la concepción vigente en la antigua Grecia con una fórmula que sería bien acogida también hoy por bastantes: «Considero como norma establecida que uno tiene que procurar hacer daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos».

Por eso hemos de destacar todavía más la importancia revolucionaria que se encierra en el mandato evangélico del amor al enemigo, considerado por los exegetas como el exponente más diáfano del mensaje cristiano.

Cuando Jesús habla del amor al enemigo, no está pensando en un sentimiento de afecto y cariño hacia él, pero sí en una actitud humana de interés positivo por su bien.

Jesús piensa que la persona es humana cuando el amor está en la base de toda su actuación. Y ni siquiera la relación con los enemigos ha de ser una excepción. Quien es humano hasta el final respeta la dignidad del enemigo, por muy desfigurada que se nos pueda presentar. No adopta ante él una postura excluyente de maldición, sino una actitud de bendición.

Y es precisamente este amor, que alcanza a todos y busca realmente el bien de todos sin excepción, la aportación más humana que puede introducir en la sociedad el que se inspira en el Evangelio de Jesús.

Hay situaciones en las que este amor al enemigo parece imposible. Estamos demasiado heridos para poder perdonar. Necesitamos tiempo para recuperar la paz. Es el momento de recordar que también nosotros vivimos de la paciencia y el perdón de Dios.

TODOS SOMOS UNO, NO HAY OTRO A QUIEN AMAR U ODIAR 

Seguimos con el sermón del llano de Lucas. Después de las bienaventuranzas, nos propone otro de los hitos del mensaje evangélico: “Amad a vuestros enemigos”. Es el único dato que puede asegurarnos que cumplimos sus propuestas. Tampoco es fácil entenderlo, mejor dicho, es imposible entenderlo, si no se tiene la vivencia de unidad con Dios. Como programación o como obligación venida de fuera, nunca tendrá éxito, aunque el que lo proponga sea el mismo Dios. Para entrar en la dinámica que los evangelios nos proponen es indispensable comprender que no hay ningún enemigo.

Si sigo pensando que estas exigencias son demasiado radicales, es que no he entendido nada del mensaje evangélico; aún estás pensándote como individualidad separada y egótica, no te has enterado de lo que realmente eres. Jesús propone un planteamiento existencial, que va más allá de toda comprensión racional. Compromete el ser entero, porque se trata de dar sentido a toda mi existencia. Es verdad que desbarata el concepto de justicia de todo el AT y también el del Derecho Romano, que nosotros manejamos. Pagar a cada uno según sus obras o la ley del talión, ojo por ojo… quedan superadas.

Quiero sacaros de la sensación de angustia al descubrir que no somos capaces de amar al enemigo. Esa incapacidad es consecuencia inevitable de un mal planteamiento. Si creo que el evangelio me obliga a amar al enemigo con amor humano, que es un sentimiento, cerceno la posibilidad de cumplir el evangelio, porque los sentimientos son anteriores a nuestros deseos, no están sujetos a la voluntad. En griego hay dos verbos que nosotros traducimos por amar: “agapao” y “phileo”. Pero los primeros cristianos aplicaron al agapao un significado muy concreto que va más allá del que aplicamos al amor humano.

Agape significó para ellos el amor de Dios o el de un ser humano que imita el amor de Dios. Y ya sabemos que el amor en Dios no es una relación sino una total identificación con todo. Phileo siguió significando un amor de amistad, de cariño, de empatía con otra persona. En el texto que comentamos dice agapete, es decir, amaos como Dios ama o mejor, amaos con el mismo amor de Dios. Esta pequeña aclaración nos puede dar una pista de cómo debemos entender el amor a los enemigos. No se nos exige simpatía o amistad con el enemigo sino el amor de Dios al que tenemos que imitar.

Cuando interpreto la propuesta de amar al enemigo como una obligación de tener sentimientos positivos hacia él, entramos en una esquizofrenia porque no está a mi alcance. Lo que pide Jesús es otra cosa que sí está al alcance de nuestra voluntad. Se nos pide que amemos con el mismo amor con que Dios nos ama. Yo no puedo tener simpatía hacia el que me está haciendo daño, pero puedo considerar que hay algo en ese sujeto por lo que Dios le ama; y yo estoy obligado a tener en cuenta ese aspecto que me permita considerarlo parte de mi e identificarme con él a pesar de su actitud.

Esto quiere decir que el amor que nos pide Jesús no está provocado por las cualida­des del otro, sino que es consecuencia exclusiva de una maduración personal. En la vida normal damos por supuesto que tenemos que amar a la persona amable; que debemos acercar­nos a las personas que nos pueden aportar algo positivo. El evangelio nos pide algo muy distinto. Dios ama a todos los seres, no porque son buenos, sino porque Él es bueno. Pero en vez de entrar en la dinámica del amor de Dios, le hemos metido a Él en la dinámica de nuestro instinto. Hemos hecho un dios que premia a los buenos y castiga a los malos. Si pensamos que Dios ama solo a los buenos, ¿qué podemos hacer nosotros?

Ningún amor puede ser consecuencia de un mandamiento. Cualquier forma de programación es lo más contrario al amor. Ésta es la causa de tanto fracaso espiritual. El amor de que habla el evangelio, como todo amor, tiene que ser consecuencia de un conocimiento. La voluntad es una potencia ciega, no tiene capacidad ninguna de elección. Solo puede ser movida por un objeto que la inteligencia le presente como bueno. Lo que le es presentado como malo, lo rechaza sin paliativos, no puede hacer otra cosa. Cuando en la vida real, repetimos una y otra vez una acción que consideramos mala, es que, en el fondo, no hemos descubierto la razón de mal en esa acción, y solamente la hemos considerado mala como fruto de una programación externa o una obligación impuesta.

Pero ese conocimiento que nos lleve a descubrir como algo bueno el amor al enemigo, no puede ser el que nos dan los sentidos ni la razón, que ha surgido exclusivamente para apoyar a los sentidos y garantizar la vida individual y biológica. El conocimiento que me lleve a amar al enemigo tiene que ser una toma de conciencia de lo que realmente soy, y por ese camino, descubrir lo que son los demás. Este amor es lo contrario del egoísmo. Llamamos egoísmo a una búsqueda del interés individual del falso yo. Cuando descubro que mi verdadero ser y el ser del otro se identifican, no necesitaré más razones para amarle. De la misma manera que no tengo que hacer ningún esfuerzo para amar todos los miembros de mi cuerpo, aunque estén enfermos y me duelan.

No podemos esperar que este Amor que se nos pide en el evangelio, sea algo espontáneo. Todo lo contrario, va contra la esencia del ADN que nos empuja a hacer todo aquello que puede afianzar nuestro ser biológico y a evitar todo lo que pueda dañarlo. Para dar el paso de lo biológico a lo espiritual, tenemos que recorrer un proceso de aprendizaje inteligente, pero más allá de la razón. Solo la intuición puede llevarme al verdadero conocimiento, del que saldrá el verdadero Amor-agape.

Los motivos que propone el evangelio para ese amor, también apuntan al “agape”. “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”. Mateo es más radical y habla de “sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto”. Se nos pide que nos comportemos como Dios. Se nos pide salir al padre, comportarse como el padre. Solo alcanzando una conciencia clara de ser hijos, podremos considerarnos hermanos. Para los judíos, el concepto de hijo estaba más ligado a la relación humana que a la biológica. Alcanzar la plenitud humana, es imitar a Dios como Padre. Por eso Jesús consideró a Dios su Padre.

Otro problema muy complicado es compaginar este amor con la lucha por la justicia, por los derechos humanos. Jesús habla de no oprimir, pero también, de no dejarse oprimir. Tenemos la obligación de enfrentarnos a todo el que oprime a otro o trata de oprimirme a mí. Tolerar la violencia es hacerse cómplice de esa violencia. Si no ayudamos a los demás a conseguir los derechos mínimos que no se le pueden negar a un ser humano, se nos calificará, con razón, de inhumanos. Pero la defensa de la justicia, nunca se debe hacer con odio, venganza y violencia. Sin la experiencia interior, será imposible armonizar la lucha por la justicia y el verdadero amor. Sin renunciar a la lucha por la justicia, debemos tener claro que esa lucha, tenemos que llevarla a cabo con amor.

 

 


jueves, 13 de febrero de 2025

VI DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Reflexión)

 VI DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO – Ciclo C (Lucas 6, 17.20-26) – febrero 16, 2025 
Jeremías 17, 5-8; Salmo 1; Corintios 15, 12.16-20

En este domingo, la Palabra, nos recuerda que en nuestra vida estamos ante dos opciones: dejarnos seducir por el poder del mundo o seguir el camino de Dios, y tenemos que elegir uno.

Evangelio según san Lucas 6, 17.20-26

En aquel tiempo, Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón.

Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo:

“Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. Dichosos ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Dichosos ustedes los que lloran ahora, porque al fin reirán. Dichosos serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del hombre.

Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas.

Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena! ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”

Reflexión:

¿Qué camino me conviene seguir?

Todos, hemos tenido que aprender a vivir. En cada etapa de nuestra existencia hemos ido adquiriendo los conocimientos y habilidades que nos han permitido enfrentar los desafíos que nos presenta la realidad en su momento, y así seguir adelante; pero, también hemos aprendido actitudes (y malos hábitos) que nos desvían de aquello que es mejor para nosotros. Así es la vida con, subidas y bajadas, tropiezos y logros; para bien o mal, hemos avanzado y hasta aquí hemos llegado. Afortunadamente, siempre podemos seguir aprendiendo nuevas y mejores formas de vivir, sin importar la edad.

La liturgia de hoy nos enseña a elegir mejor como andar por la vida y así, vivir mejor. “Vivir mejor”, significa, desde la espiritualidad:  que toda persona tenga un sentido de vida, un para, un horizonte, una aspiración o meta: ¡tener una vida que valga la pena vivir!… (cfr. Principio y Fundamento, EE 23).

Si tenemos que elegir mejor, es porque se nos presentan alternativas; hoy el profeta Jeremías, en la primera lectura (Jer 17, 5-8), nos plantea dos caminos:

§  El del mundo, el de los “hombres y grupos”, que solo buscan el satisfacer el ego y la soberbia, con cosas, bienes, honor y poder, para dominar y/o usar a los demás …

§  El de confiar y poner la esperanza en el Señor, que solo desea que todos tengamos una buena vida (en este mundo y después eternamente) …

Elegir el camino que nos enseña Jesús (y que él mismo recorrió), nos adentra en la dinámica de vivir los valores del reinado del amor (Reino de Dios), a ponerlos en práctica, de tal manera que seamos testigos de su amor, con quienes nos relacionemos o quien lo necesita, siempre de manera fraterna, echando una mano (ayuda), aliviando las cargas de la vida, abrazando, acompañando

Seguir el camino de amor y servicio, que Jesús nos muestra, no será fácil, pero poniendo nuestra confianza en que su Espíritu nos guía, impulsa y fortalece, podremos ser y hacer el bien…  así, por seguir su camino, Él mismo nos dirá: dichosos, bienaventurados, felices … en esta vida y en la eterna.

¿Cuál es la meta de vida?... ¿Cómo puedo discernir mejor para mi vida?... ¿Qué actitudes egoístas me podría reclamar Jesús?...

PD. En este tercer domingo de mes, sigamos unidos, orando por la paz, la justicia, la unidad y la equidad, para todos los mexicanos: “¡Concédenos tu paz, Señor!”

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP 

V DOMINGO DE CUARESMA – C (Reflexión)

  V DOMINGO DE CUARESMA – Ciclo C ( Juan 8, 1-11 ) – abril 6, 2025  Isaías 43, 16-21; Salmo 125; Filipenses 3, 7-14 En esta quinta semana...