La
liturgia continúa recordándonos sobre el “pan de vida” que nos ofrece Jesús y cómo
éste nos fortalece en nuestra vida terrenal…
Evangelio
según san Juan 6, 41-51
En aquel tiempo, los
judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: "Yo soy el pan vivo
que ha bajado del cielo", y decían: "¿No es éste, Jesús, el hijo de
José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha
bajado del cielo?"
Jesús les respondió:
"No murmuren. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha
enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas:
Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de
Él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que
procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.
Yo les aseguro: el que
cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Sus padres comieron el
maná en el desierto y sin embargo, murieron. Éste es el pan que ha bajado del
cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del
cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a
dar es mi carne para que el mundo tenga vida".
Reflexión:
¿Qué me alimenta y da sentido a mi vida?
Al igual que Elías, cada uno de nosotros habrá experimentado
momentos de desierto, donde parece que ya no hay vida, que no vemos la luz al
final del túnel o que ya no tiene sentido la vida… pero el mensaje de hoy, sigue
siendo: "Levántate y come, porque aún te queda un largo camino" (1 Reyes 19, 4-8).
Se nos anima a tomar fuerza para continuar continuar la vida, alimentándonos
no solo el cuerpo, sino también la mente y sobre todo el espíritu;
es Jesús mismo quien se nos ofrece como el “pan de vida”. Son sus enseñanzas,
su Palabra, lo que nos alimenta y le da sentido a la vida, para continuar, y
que valga la pena vivir.
Para encontrar sentido a la vida, al estilo de Jesús, hay
que buscarlo, acercarnos, conocerlo más y mejor, estar atentos a su presencia,
que nos habla y nos revela a su Padre, mediante:
·
la eucaristía, que alimenta nuestra fe, pan y vino, signo
de su entrega por nosotros;
·
orando, para “conocerlo, amarlo y seguirlo” … siendo sus discípulos,
·
el examen diario ignaciano, para reconocer que Dios está
siempre presente, guiándonos y protegiéndonos, con lo que necesitamos para
continuar, incluso cuando no lo vemos o sentimos…
Con fe en Jesús, podemos vivir con sentido y horizonte de
vida… “el que cree en mí,
tiene vida eterna”, que comienza en esta vida terrena, para que cada uno vivir mejor
y pueda irradiar ese ánimo y esperanza, a los demás, a la gente del entorno
familiar, social y laboral; así podemos ser “sus discípulos, sus testigos”, al “desterrar
asperezas, ira, indignación, insultos y toda clase de maldad” (cfr.
Efesios 4, 30 - 5,2), cuyo
fruto es que seamos más fraternos entre nosotros, y comenzaremos a vivir más plenos
y felices…
Es la invitación que nos hace Jesús, a un banquete, una fiesta,
donde todos podamos ser felices.
¿Por qué es importante vivir con sentido de vida?... ¿Qué pudo
hacer para aumentar mi fe (confianza) en Jesús?... ¿Con qué frecuencia
participo de la eucaristía?...
PD. Sigo invitando a vivir la experiencia de Ejercicios
Espirituales en la Vida Ordinaria, que iniciamos en dos semanas más (informes
y registro: http://bit.ly/ejerciciosOL).
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