Cuarto Domingo de Pascua – Ciclo B (Juan 10, 11-18) – Abril 21, 2024
Hechos 4, 8-12; Salmo 117; 1 Juan 3, 1-2
Evangelio según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa, porque a un asalariado no le importan las ovejas.Yo soy el buen pastor, porque conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor.El Padre me ama porque doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita; yo la doy porque quiero. Tengo poder para darla y lo tengo también para volverla a tomar. Éste es el mandato que he recibido de mi Padre’’.
#Microhomilia
Hernán Quezada, SJ
Las lecturas nos muestran a los seguidores de Jesús, como un grupo activo y valiente. ¿En qué se funda su valentía?La Palabra hoy nos lo responde: Están convencido que Jesús está vivo, no están solos, y están convencidos que son hijos amados de Dios. Así, la certeza de ser acompañados y de ser amados, funda la firmeza de la fe, que da origen a un valiente. Por el contrario, quien padece inseguridad, quizás es porque se siente solo y no amado. Si descubrimos que nuestro corazón está un poco o mucho asustado, será bueno escuchar en el Evangelio a Jesús recordarnos que nunca abandona ("Yo doy la vida...") y nunca olvida ("conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mi").La Palabra hoy nos hace una llamada a la reafirmar nuestra fe fundamental: Jesús es el buen pastor, no estamos solos y somos amados. Luego, desde esta certeza, habrá que reconocer otras compañías y otros amores que nos reflejan ese amor fundamental de Dios ¿quiénes? ¿dónde?Vivamos el cotidiano de nuestras vidas con la certeza del cuidado y del amor de Dios, así seremos menos inseguros y más valientes. #FelizDomingo
“Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
“Noche de luna llena en el desierto Samburu. Las Ilakir de Enkai (en lengua samburu, las estrellas que son los ojos de Dios) se han escondido. ¡Bienvenida la Hermana muerte! La fiebre me sube intensamente. No hay posibilidad de ir hasta el hospital de Wamba... Como de costumbre nuestro Toyota está dañado. Siento una intensidad grande, alegre ante la muerte. He vivido apasionada-mente el amor por la humanidad y por el proyecto de Jesús... Muero plenamente feliz... Cometí errores, hice sufrir personas... ¡Espero su perdón! Qué bueno morir como los más pobres y marginados... sin posibilidad de llegar al hospital... Qué bueno que nadie siga muriendo así. ¡Ojalá ustedes se comprometan a esto! ¡Un abrazo intenso de amor para todos y para todas!”Estas fueron las últimas palabras que escribió, de su puño y letra, el P. Carlos Alberto Calderón, sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín, que se fue de misionero a Kenya a fines de 1994. Alcanzó a estar entre los Samburus, cerca de Barsaloi, algo más de un año. Después de unos meses de aprendizaje de la lengua, el kisamburu, y de acercamiento a esta nueva cultura que lo esperaba a sus 46 años de edad, cayó enfermo el 28 de febrero de 1996; esa noche escribió la carta de despedida que está más arriba. La fiebre le llegó a 39 grados. Dos días después fue trasladado a Wamba para ser atendido de una malaria cerebral. Ese mismo día la fiebre le subió a 42.2 grados y entró en coma. Al día siguiente, lo llevaron en una avioneta hasta Nairobi para tratarlo en una unidad de cuidados intensivos, pero el daño ya estaba hecho... Le detectaron una lesión cerebral muy severa. El lunes 25 de marzo, después de un común acuerdo para respetar el derecho a morir dignamente que Carlos Alberto había firmado y siempre había defendido, la familia le exige al médico que le desconecte todos los aparatos y no le prolongue artificialmente la vida. Así duró varios días más, debatiéndose entre la vida y la muerte. Por fin, el 5 de abril, Viernes Santo aquel año, nació definitivamente para la vida eterna, dejando entre sus familiares, amigos y conocidos, un testimonio transparente de entrega a Dios y a su pueblo.Es curioso que en su última carta común, enviada a sus familiares y amigos en diciembre de 1995, decía: “De Nairobi, la capital de Kenya, estamos a 550 kms. (...) por carretera destapada en pésimo estado (...). A 85 kms. está Wamba, un pequeño caserío Samburu en donde un grupo italiano de solidaridad, en unión con la diócesis de Marsabit, construyó hace más de 20 años un gran hospital (...). Este hospital es un verdadero milagro de la solidaridad, aquella a la que algún escritor latinoamericano llamara ‘La ternura de los pueblos’. Si no fuera por este hospital, muchísima gente habría muerto y la población Samburu estaría diezmada, pues esta es una zona con alto riesgo de enfermedades como la Malaria, el polio, la tuberculosis, el paludismo cerebral, etc., y la asistencia en salud por parte del gobierno es pésima (...). Es precisamente en este hospital de Wamba a donde nosotros trasladamos los enfermos graves en el carro de la misión, casi el único vehículo que circula por estos lados. Allí también tenemos asistencia gratuita todos los sacerdotes, religiosas y laicos que trabajamos en la diócesis de Marsabit; les contamos esto para que se tranquilicen, pues ante algún eventual problema de salud podemos acudir a este hospital”.Pienso en Carlos Alberto cuando leo este texto evangélico sobre el Buen Pastor: “El buen pastor da su vida por sus ovejas (...). Así como mi Padre me conoce a mí y yo conozco a mi Padre, así también yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí. (...). El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad”. Carlos Alberto Calderón entregó su vida generosa y totalmente en la misión entre los Samburu en Kenya. Seguir al Buen Pastor es entregar la vida allí donde nos ha tocado vivir o donde Él nos envíe en misión... Porque, en último término, como dice un cantautor latinoamericano: “La vida no vale nada, si no es para perecer, porque otros puedan tener, lo que uno disfruta y ama...”.
VA CON NOSOTROS
José Antonio Pagola
El símbolo de Jesús como pastor bueno produce hoy en algunos cristianos cierto fastidio. No queremos ser tratados como ovejas de un rebaño. No necesitamos a nadie que gobierne y controle nuestra vida. Queremos ser respetados. No necesitamos de ningún pastor.No sintieron así los primeros cristianos. La figura de Jesús, buen pastor, se convirtió muy pronto en la imagen más querida de Jesús. Ya en las catacumbas de Roma se le representa cargando sobre sus hombros a la oveja perdida. Nadie está pensando en Jesús como un pastor autoritario, dedicado a vigilar y controlar a sus seguidores, sino como un pastor bueno que cuida de sus ovejas.El «pastor bueno» se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandones nunca. No las olvides. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor mercenario, que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida, abandonando al rebaño: no le importan las ovejas.Jesús había dejado un recuerdo imborrable. Los relatos evangélicos lo describen preocupados por los enfermos, los marginados, los pequeños, los más indefensos y olvidados, los más perdidos. No parece preocuparse de sí mismo. Siempre se le ve pensando en los demás. Le importa sobre todo los más desvalidos.Pero hay algo más. «El pastor bueno da la vida por sus ovejas». Es el segundo rasgo. Hasta cinco veces repite el evangelio de Juan este lenguaje. El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor, que no huye ante el peligro, sino que da su vida por salvar al rebaño.Por eso, la imagen de Jesús, «pastor bueno», se convirtió muy pronto en un mensaje de consuelo y confianza para sus seguidores. Los cristianos aprendieron a dirigirse a Jesús con palabras tomadas del Salmo 22: «El Señor es mi pastor, nada me falta... aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo... Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida».Los cristianos vivimos con frecuencia una relación bastante pobre con Jesús. Necesitamos conocer una experiencia más viva y entrañable. No creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas, o perdidos y desorientados.Una Iglesia formada por cristianos que se relacionan con un Jesús mal conocido, confesado solo de manera doctrinal, un Jesús lejano cuya voz no se escucha bien en las comunidades... corre el riesgo de olvidar a su Pastor. Pero ¿quién cuidará a la Iglesia si no es su Pastor?
JESÚS ES MODELO DE OVEJA QUE VA DELANTE GUIÁNDONOS
Fray Marcos
Se acabaron los relatos de apariciones, pero sigue el lenguaje simbólico. Los textos simbólicos son los más propicios para hablar de la trascendencia, pero también son los más propensos a la manipulación. Basta con que no hagamos el esfuerzo de comprensión que requieren y nos quedamos en la literalidad. Mientras más profunda es la enseñanza que pretenden transmitir, más difícil es ponerse en la piel del que escribe. Todo lenguaje sobre las realidades trascendentes tiene que ser simbólico si no quiere ser idolátrico.Este texto está enmarcado en un contexto más amplio de polémica entre Jesús y los fariseos, después de la curación del ciego de nacimiento. Quien no entra por la puerta es ladrón y bandido. Quien no es dueño de las ovejas, sino asalariado, no está dispuesto a dar la vida por ellas. No se trata de una propuesta anodina sino de una denuncia en toda regla. Todo poder que no se pone al servicio de los demás es contrario a Dios. Hemos abandonado los relatos pascuales, pero no nos salimos del tema pascual, la Vida.No es verosímil que Jesús se declarara pastor de nadie. Este evangelio se escribió setenta años después de morir Jesús y nos cuenta, no lo que dijo, sino lo que aquellos cristianos pensaban de Jesús. Ellos sí se sentían dirigidos por Jesús e intentaban seguir sus directrices. En el AT el título se aplicaba a Dios oa los dirigentes. En tiempo de Jesús, el pastor era, casi siempre, el dueño de un pequeño número de ovejas, a las que cuidaba como si fueran miembros de la familia, incluso, cobijándolas bajo el mismo techo, llamándolas por su nombre propio. De ellas dependía el sustento de la familia.El pastor modelo está en contraposición con el mercenario. El pastor, que es dueño de las ovejas, actúa por amor y no le importa arriesgar su propia persona para defenderlas de cualquier peligro. El mercenario actúa por dinero, las ovejas le traen sin cuidado. En (4 Esd 5,18) dice: “No nos abandones como pastor a su rebaño en poder de lobos dañinos”. La figura del lobo está en paralelo con la del ladrón y bandido, que arrebata y dispersa. Precisamente lo contrario de lo que hace Jesús, reúne las ovejas dispersas (Jn 11,52).La imagen del pastor fue muy utilizada en el AT. Se aplicó a los dirigentes, muchas veces para llamar la atención de que no cumplían con su deber. Se aplicó al mismo Dios que, cansado de los malos pastores, terminaría por apacentar Él mismo a su rebaño. La única idea original de Jn es la de dar la vida por las ovejas. Seguramente es una interpretación de la vida y muerte de Jesús como servicio a los hombres. No se trata de un discurso de Jesús, sino de una manera de transmitir lo que aquellos cristianos pensaban sobre él.Yo soy el 'buen' pastor. No se trata de resaltar el carácter de bondad o dulzura. La traducción oficial devalúa la expresión. “Bueno” en griego, sería (agathos). (Kalos) significa bello, ideal, excelente, único en su género. Denota perfección suma. No se dice solo de las personas (el vino en la boda de Caná (2,10). Pastores “buenos”, puede haber muchos. Pastor ideal solo puede haber uno. El tomar el evangelio que acabamos de oír como excusa para hablar de los obispos y de los sacerdotes no tiene ni pies ni cabeza. La tarea de los dirigentes no tiene nada que ver con lo que nos quiere decir el evangelio.El buen pastor se entrega él mismo por las ovejas. La vida (psukhên) se identifica con la persona. En griego existen tres palabras para designar vida: “bios”, “zoê”) y “psukhê”. No significa lo mismo, y por eso pueden causar confusión. Psukhên significa persona, es decir, capacidad de sentimientos y afectos. “Tithesin” no significa dar, sino poner, o mejor, exponer, arriesgar. Como pastor excelente, Jesús pone su persona al servicio de los demás durante toda la vida. Jesús vive y se desvive por los demás.Desvivirse: Mostrar incesante y vivo interés, solicitud o amor por una persona (DRAE). Es exactamente lo que quiere decir aquí Juan de Jesús. La entrega de la vida física es la manifestación extrema de su continua entrega durante toda su vida. Quien no ama hasta dar la vida no es auténtico pastor. El máximo don de sí es la comunicación plena de lo que él es. No se trata de que, por su muerte, se nos conceda algo venido de fuera. Se trata de que su vida, puesta al servicio de todos, prende y se desarrolla en nosotros.Conozco a las mías y las mías me conocen. No se trata de un conocimiento a través de los sentidos o de la razón. En el AT el conocimiento y el amor van siempre juntos. Ese conocimiento mutuo es una relación íntima, por la participación del Espíritu. Esta reciprocidad nos lanza a años luz de la simple imagen de oveja y pastor. Este mutuo conocimiento-amor, lo compara con el que existe entre Jesús y el Padre. La comunidad de Jesús no es una filiación externa, sino una experiencia-vivencia de amor.Tengo otras ovejas que no son de este atrio. Situa Juan su evangelio en el amplio contexto de la creación. De ahí se deduce la visión universalista de la misión de Jesús. Los supuestos privilegios del pueblo de Israel, desaparecerán. Ya en el prólogo habla de la “luz que ilumina a todo hombre”. Nada que ver con creernos elegidos o pensar en un Dios propiedad exclusiva nuestra. Todas las religiones han caído en esa trampa; la nuestra ha sido la más exagerada en esa reivindicación de una exclusividad de Dios.Un solo rebaño, un solo pastor. La ausencia de conjunción "y" o preposición "con", entre los dos términos, indica que la relación entre Jesús y el rebaño no es de yuxtaposición ni de compañía. Jesús, como fuente de Vida, es el aglutinante que constituye la comunidad como tal. No puede ser encerrada en institución alguna. Su base es la naturaleza del hombre acabado por el Espíritu que da cohesión interior. Jesús no ha creado un corral donde meter sus ovejas; todos los hombres forman parte de su rebaño.El dar Vida empalma con el tiempo de Pascua, porque la experiencia pascual es que Jesús les comunica Vida. Nosotros tenemos la posibilidad de hacer nuestra esa Vida. Se trata de la misma Vida de Dios. "El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me come vivirá por mí". El que me viene, quiere decir el que me hace suyo, el que se identifica con mi manera de ser, de pensar, de actuar, de vivir. Si Jesús es pan de Vida, no es porque lo comemos sino porque nos dejamos comer.En la medida que cada uno de nosotros hayamos hecho nuestra esa Vida, estaremos dispuestos a desvivirnos por los demás. El salir de sí mismo e ir a los demás, para potenciar sus Vidas, no depende de las circunstancias; es un movimiento que tiene su origen es esa misma Vida. El amor que nos pidió Jesús está reñido con cualquier clase de acepción de personas. No estamos acostumbrados a tener este detalle en cuenta, y así creemos que es amor lo que no es más que recíproco interés o simpatía visceral.
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