sábado, 18 de mayo de 2024

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Reflexión)

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 20, 19-23) – mayo 19, 2024 
Hechos 2, 1-11; Salmo 103; Corintios 12, 3-7.12-13 


Hoy, con el Domingo de Pentecostés, que es la venida del Espíritu Santo, termina el Tiempo Pascual y la vida sigue con su guía…

Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:

—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo:

—Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Reflexión:

¿Cómo recibo el Espíritu Santo?

Pentecostés (del griego πεντηκοστή, pentēkostḗ, que significa ‘quincuagésimo’) es el término con el que celebramos cincuenta días del tiempo pascual, es decir que Jesús sigue vivo, venció la muerte y al mal.

Jesús Resucitado, les anunció a los apóstoles que vendría el Espíritu Santo, para hacerles comprender muchas cosas (lo que él les había enseñado), y hoy nos dice a nosotros de igual manera: “Reciban el Espíritu Santo”.

El Espíritu Santo, (ruah, viento, soplo), que procede del Padre y del Hijo, nos impulsa y mueve a tomar conciencia de Dios en nuestra vida y a dejarnos guiar por Él y hacia Él… abre nuestra mente, suaviza nuestro corazón, para poder cumplir con la misión que nos ha encomendado: “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio” … ”vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” “como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”… ”ámense los unos a los otros”… “serán mis testigos”…

Para ello, necesitamos recibir y desarrollar los siete dones Espíritu Santo: sabiduría (comprender lo que favorece o perjudica al proyecto de Dios), entendimiento (para aceptar las verdades reveladas por Dios), consejo (para discernir los caminos y opciones en nuestra vida), ciencia (para penetre en la raíz de cada acontecimiento, hecho, sentimiento o situación de la vida), piedad (para actuar como Jesús), fortaleza (ser valientes para enfrentar las dificultades) y temor de Dios (nuestro bien está en abandonarnos con humildad, con respeto y confianza en sus manos).

El Espíritu Santo, se manifiesta en cada uno, y nos anima e invita para trabajar por el bien común, para la unidad y la fraternidad, en nuestra familia, con amistades, en nuestro trabajo y en la comunidad, para que “la paz este con nosotros”…

¿Cómo tomar conciencia de la presencia de Dios en mi vida?... ¿Cómo ser testigos de perdón, reconciliación y paz?... ¿Qué don del Espíritu necesito pedir y desarrollar?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

 

Para profundizar, leer aquí
Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Profundizar)

 Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 20, 19-23) – mayo 19, 2024 
Hechos 2, 1-11; Salmo 103; Corintios 12, 3-7.12-13



Evangelio según san Juan 20, 19-23

Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:

—¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez:

—¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo:

—Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

Hoy

Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad” 
Hace muchos años leí un texto que me impresionó mucho; se trata de un testimonio de una joven no creyente que relata una experiencia que me parece que puede iluminar la fiesta que celebra hoy la Iglesia; el texto se llama: “Diatriba contra los cristianos”.
“Me llamo Noemí Herrera o de cualquier otra forma. ¿Qué importa eso? Acabo de llegar de una noche extraña para mí a la cual asistí movida por la curiosidad: la llamada Vigilia de Pentecostés. Soy atea, pero he leído mucho y sigo leyendo; en realidad soy una buscadora afanosa del sentido de la vida. Experimenté en dicha ceremonia una mezcla de asombro, emoción y rabia. Y me dije: “Voy a escribir una página contra los cristianos tan pronto llegue a casa. No hay derecho...”. Sí, no hay derecho a que ustedes, cristianos, despilfarren el tesoro que se halla oculto en sus libros guías, en el Evangelio de Cristo, especialmente. 
Ustedes son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos. Viendo su vida, Carlos Marx no tenía más remedio que afirmar que la religión es el opio del pueblo y que, si lo que ustedes viven es la religión, no se puede vacilar en desterrarla del corazón de los hombres. ¿Conque creen en Jesucristo? Pero, ¿saben quién es Él? ¿Qué hizo? ¿Cómo vivió? ¿Contra quienes y a favor de quiénes se pronunció? ¿Quiénes lo mataron y por qué? ¿Lo saben? No. Definitivamente, no los reconozco como discípulos de Cristo. ¿Cómo se pueden comparar con aquellos primeros cristianos, que compartían sus bienes, se ayudaban mutuamente y llevaban una vida de austeridad y servicio? He dicho que son cobardes, hipócritas, presuntuosos y mezquinos. Tal vez he sido benévola. Merecerían adjetivos mucho más severos. 
¿No son cristianos esos jefes de empresas que explotan inmisericordemente a sus obreros? ¿Y esos políticos de ‘comunión con fotógrafo’, que decía Fernando González, y que se sienten capaces de todo dizque porque tienen la verdad? ¿Acaso no fueron los ‘cristianos’ los que bañaron en sangre a Colombia en nombre de los partidos tradicionales? Hipócritas... ¿De dónde han sacado en el Evangelio la acérrima defensa de su propiedad privada? De la suya, porque parece que la propiedad privada del pobre no les merece tanto respeto. (...) Cristianos, los condeno y los desprecio. Deben ser testimonio de algo muy grande y muy importante que revolucionó el mundo y trazó pautas del más noble contenido humano. ¿Cómo lo traicionan así? (...). 
Sin embargo, los envidio. Anoche tuve la sensación de que, en medio de todo, cuentan con algo inexpresable, misterioso y sutil que llena de alegría los corazones de los jóvenes y crea una nueva atmósfera de igualdad y de paz. “Jesucristo vive”, gritaban a una y yo experimenté, sin saber por qué, un nudo en la garganta. Ciertamente, no puedo gritar lo mismo respecto de Carlos Marx; y de Lenin apenas si tenemos un cadáver embalsamado y yerto allá en Moscú. Pero ¿de qué me sirve todo esto si son incapaces de vivirlo con la intensidad de la mística que exige un verdadero testimonio? Da rabia contemplar su mediocridad como creyentes. Si aplicaran a su fe una centésima parte del interés que ponen en sus negocios, su empuje sería arrollador; nada ni nadie los detendría. Transformarían el mundo. Cristianos, ¡cómo los envidio y cómo los desprecio!” 
Siempre que leo este documento, me cuestiona y me golpea. Tenemos un tesoro que no sabemos aprovechar suficientemente y que no alcanza a ser transparente para los que nos ven actuar y vivir. El Espíritu de Jesús sigue presente entre nosotros, según su promesa: “Pero cuando venga el Defensor, el Espíritu de la verdad, que yo voy a enviar de parte del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos, porque han estado conmigo desde el principio”. ¿Seguimos siendo testigos creíbles de la Buena Nueva del Reino que anunció Jesús? 
ALIENTO DE VIDA 

Los hebreos se hacían una idea muy bella y real del misterio de la vida. Así describe la creación del hombre un viejo relato, muchos siglos anterior a Cristo: «El Señor Dios modeló al hombre del barro de la tierra.

Luego sopló en su nariz aliento de vida. Y así el hombre se convirtió en un [ser] viviente».
Es lo que dice la experiencia. El ser humano es barro. En cualquier momento se puede desmoronar. ¿Cómo caminar con pies de barro? ¿Cómo mirar la vida con ojos de barro? ¿Cómo amar con corazón de barro? Sin embargo, este barro ¡vive! En su interior hay un aliento que le hace vivir. Es el Aliento de Dios. Su Espíritu vivificador.

Al final de su evangelio, Juan ha descrito una escena grandiosa. Es el momento culminante de Jesús resucitado. Según su relato, el nacimiento de la Iglesia es una «nueva creación». Al enviar a sus discípulos, Jesús «sopla su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu Santo».

Sin el Espíritu de Jesús, la Iglesia es barro sin vida: una comunidad incapaz de introducir esperanza, consuelo y vida en el mundo. Puede pronunciar palabras sublimes sin comunicar el aliento de Dios a los corazones. Puede hablar con seguridad y firmeza sin afianzar la fe de las personas. ¿De dónde va a sacar esperanza si no es del aliento de Jesús? ¿Cómo va a defenderse de la muerte sin el Espíritu del Resucitado?

Sin el Espíritu creador de Jesús podemos terminar viviendo en una Iglesia que se cierra a toda renovación: no está permitido soñar en grandes novedades; lo más seguro es una religión estática y controlada, que cambie lo menos posible; lo que hemos recibido de otros tiempos es también lo mejor para los nuestros; nuestras generaciones han de celebrar su fe vacilante con el lenguaje y los ritos de hace muchos siglos. Los caminos están marcados. No hay que preguntarse por qué.

¿Cómo no gritar con fuerza: «¡Ven, Espíritu Santo! Ven a tu Iglesia. Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad y la falta de fe en tu fuerza creadora»? No hemos de mirar a otros. Hemos de abrir cada uno nuestro propio corazón.

DIOS-ESPÍRITU ES ‘RUAH’, FUERZA, ENERGÍA QUE EMPUJA A LA META 

Para entender hoy lo que celebramos, debemos mirar a la Trinidad. Lo que digamos lo tenemos adelantado para el próximo domingo. Que yo sepa, la teología oficial nunca ha dicho que el Padre, el Hijo o el Espíritu actuaran por separado. La distinción de las personas en la Trinidad, solo se manifiesta en sus relaciones “ad intra”, es decir, cuando se relacionan una con otra. En sus relaciones “ad extra”, es decir, en sus relaciones con las criaturas, se comportan siempre como uno.

La fiesta de Pentecostés es la culminación de todo el tiempo pascual. Las primeras comunidades tenían claro que todo lo que estaba pasando en ellas era obra del Espíritu. Todo lo que había realizado el Espíritu en Jesús, lo estaba realizando ahora en cada uno de ellos y queda reflejado en la idea de Pentecostés. Es el símbolo de la acción del Espíritu a través de Jesús. También para cada uno de nosotros, celebrar la Pascua significa descubrir la presencia en nosotros de Dios-Espíritu.

Según lo que acabamos de decir, siempre que hablamos del Espíritu, hablamos de Dios. Y siempre que hablamos de Dios, hablamos del Espíritu, porque Dios es Espíritu. Pentecostés era una fiesta judía que conmemoraba la alianza del Sinaí a los cincuenta días de Pascua. Nosotros celebramos hoy la venida del Espíritu, también a los cincuenta días de la Pascua, pero sabiendo que no tiene que venir de ninguna parte. Para nosotros el fundamento de la nueva comunidad no es la Ley sino el Espíritu.

Tanto la “ruah” hebrea como el “pneuma” griego, significan viento. La raíz de esta palabra en las lenguas semíticas es rwh, que significa el espacio entre cielo tierra, que puede estar en calma o en movimiento. Sería el ámbito del que los seres vivos beben la vida. En estas culturas el signo de vida era la respiración. Ruah vino a significar soplo vital. Cuando Dios modela al hombre de barro, le sopla en la nariz el hálito de vida. En el evangelio que hemos leído hoy, Jesús exhala su aliento para comunicar el Espíritu. La misma tierra era concebida como un ser vivo, el viento era su respiración. No es tan corriente como suele creerse el uso específicamente teológico del término "ruah" (espíritu).

Solamente en 20 pasajes del las 389 veces que aparece en el AT, podemos encontrar este sentido. En los textos más antiguos se habla del espíritu de Dios que capacita a alguien para llevar a cabo una misión que salva al pueblo. Con la monarquía el Espíritu se convierte en un don permanente para el monarca (ungido). De aquí se pasa a hablar del Mesías como portador del Espíritu. Solo después del exilio, se habla también del don del espíritu al pueblo en su conjunto.

En el NT, "espíritu" tiene un significado fluctuante, hasta cierto punto todavía judío. El mismo término "ruah" se presta a un significado simbólico. Solamente en algunos textos de Juan parece tener el significado de una persona. El NT no determina con precisión la relación de la obra salvífica de Jesús con la del E. S. No está claro si el Pneuma es una entidad personal o si por el contrario significa un aspecto de Dios.

Es una pena que incluso hayamos materializado al Espíritu. Pensamos en él como un ser individual que anda por ahí haciendo de la suyas separado del Padre y del Hijo. La devoción al Espíritu Santo o las innumerables oraciones que le dirigimos dan cuenta de ello. Como nos pasa con el Padre y el Hijo estamos incapacitados para no hacernos ninguna imagen individual de ellos. Querer comprenderlos racionalmente se convierte en un nudo gordiano que nos tiene atados y no sabemos ni deshacer ni cortar.

Jesús es concebido por el Espíritu, baja sobre él en el bautismo, es conducido por él al desierto, etc. No podemos pensar en un Jesús teledirigido por otra entidad desde fuera de él. Según el NT, Cristo y el Espíritu desempeñan la misma función. Dios es llamado Pneuma; y el mismo Cristo en algunas ocasiones. En unos relatos lo promete, en otros lo comunica. Unas veces les dice que la fuerza del E. S. está con ellos, en otros dice que no les dejará desamparados, que él mismo estará siempre con ellos.

Hoy sabemos que el Espíritu Santo es un aspecto del mismo Dios. Por lo tanto, forma parte de nosotros mismos y no tiene que venir de ninguna parte. Está en mí, antes de que yo mismo empezara a existir. Es el fundamento de mi ser y la causa de todas mis posibilidades de ser en el orden espiritual. Nada puedo ser ni hacer sin él, pero tampoco estaré nunca privado de su presencia. Todas las oraciones que piden la venida del E. S. nacen de la ignorancia de lo que queremos significar con ese nombre.

Está siempre en cada uno de nosotros, pero no siempre somos conscientes de ello y como Dios no puede violentar ninguna naturaleza, porque actúa siempre conforme a ella, podemos pasar toda la vida sin descubrir su presencia. Dios-Espíritu es el mismo en todos y nos empuja hacia la misma meta. Pero como cada uno estamos en un “lugar” diferente, el camino que nos obliga a recorrer, será siempre distinto.
No es la meta la que distinguen a los que se dejan mover por el Espíritu, sino los caminos que llevan a ella. El labrador, el médico, el sacerdote tienen que tener el mismo objetivo vital si están movidos por el mismo Espíritu, pero su tarea es distinta. Una mayor humanidad será la manifestación de su presencia. La mayor preocupación por los demás, es la mejor muestra de que uno se está dejando llevar por él.

Si Dios está en cada uno de nosotros como Absoluto, no hay manera de imaginar que pueda darse más a uno que a otro. En toda criatura se ha derramado todo el Espíritu. Esgrimir el Espíritu como garantía de autoridad es la mejor prueba de que uno no se ha enterado de lo que tiene dentro. Porque tiene la fuerza del Espíritu, el campesino será responsable y solícito en su trabajo y con su familia. En nombre del mismo Espíritu, el obispo desempeñará las tareas propias de su cargo. Siempre que queremos imponernos a los demás con cualquier clase de autoridad, estamos dejándonos llevar de nuestro espíritu raquítico, no del Espíritu.

La presencia de Dios en nosotros nos mueve a parecernos a Él. Pero, si tenemos una idea masculina de Dios como poder, señorío y mando, que premia y castiga, repetiremos esas cualidades en nosotros. El intento de ser como Dios, en el relato de la torre de Babel, queda contrarrestado en este relato que nos habla de reunir y unificar lo que era diverso. El único lenguaje que todo el mundo entiende es el amor. Si descubrimos el Dios de Jesús que es amor total, intentaremos repetir en nosotros ese Dios, amando, reconciliando y sirviendo a los demás. Esta es la diferencia abismal entre seguir al Dios-Espíritu o a nuestro espíritu.

 

 

 

sábado, 11 de mayo de 2024

Séptimo Domingo de Pascua – La Ascensión del Señor – Ciclo B (Reflexión)

 Séptimo Domingo de Pascua La Ascensión del Señor –  Ciclo B (Marcos 15, 15-20) 
Mayo 12, 2024 
Hechos 1, 1-11; Salmo 46; Efesios 4, 1-13



Seguimos en tiempo de Pascua y hoy celebramos La Ascensión del Señor: eterna compañía del Resucitado.

Evangelio según san Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.

El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían.

Reflexión:

¿Cuál es mi meta final?

Hoy recordamos que Jesús Resucitado, después de haber vivido su vida terrenal (como cualquiera de nosotros, menos el pecado), en la que comprendió cuál era su misión y la llevó la cabo, predicando sobre el Reino de su Padre (estado de amor, que se manifiesta en la fraternidad y bien común); el Hijo, vuelve al lugar que le corresponde, de donde procede, al Padre. a la fuente de la vida,

La celebración de la Ascensión, no es una la de una partida, sino la unidad y presencia permanente del amor. Para nosotros, es una nuevo llamado a lo que aspiramos: reconocer al Padre y vivir para permanecer con Él, es memoria el circulo virtuoso de la vida: nacer, crecer y dar fruto, para tener al final, una vida eterna y plena con el Padre; en palabras de San Ignacio de Loyola, en el Principio y Fundamento (EE 23), escribe que “el hombre (y mujer) es criado para alabar, reverenciar y servir a Dios nuestro Señor, y mediante eso salvar su alma…”. Salvar el alma, es alcanzar la meta de la vida, es volver al Padre.

Lo anterior, es el deseo de Dios para cada un de nosotros; para lograrlo, cada uno de tenemos que laborar / trabajar, colaborar para que se haga realidad …de ahí la pregunta que nos interpela y pone en acción: ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? (cfr. Hch 1, 1-11)

Solos no podemos, necesitamos del Espíritu Santo para que nos “conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo (Efesios 4, 1-13) y así sepamos elegir, con nuestra libertad, aquello que podamos vivir una vida plena (feliz), en esta vida terrena y en la eterna.

Con la ayuda del Espíritu tendremos el valor de “ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda persona” (cfr, Mc 16, 15-20) … nuestras palabras y acciones, sean testimonio creíble y reflejo de la presencia del Señor del Amor, en nosotros y conviden a las personas a despertar el deseo de conocer el modo de vivir que Jesús nos ha mostrado, con la buena noticia que nos ha dado.

¿Cómo ser colaborador de Buena Nueva de Jesús?... ¿Mis palabras y acciones, dan testimonio de la presencia Jesús, en mi vida?... ¿Cómo lograr llegar al Padre?

 

Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

Para profundizar, leer aquí.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Séptimo Domingo de Pascua – La Ascensión del Señor – Ciclo B (Profundizar)

 Séptimo Domingo de Pascua La Ascensión del Señor –  Ciclo B (Marcos 15, 15-20) – Mayo 12, 2024
Hechos 1, 1-11; Salmo 46; Efesios 4, 1-13


Evangelio según san Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”.

El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 
Hernán Quezada, SJ 

Las lecturas de hoy tienen un anuncio en común: Jesús regresa al sitio de donde vino, pero ya es para siempre Dios en nosotros y nosotros en Él. Quienes van reconociendo esta verdad: que Él es en nosotros y nosotros en Él, se vuelven enviados y valientes, porque tienen la certeza de pertenecer, de ser parte de un cuerpo del que Cristo es cabeza, un cuerpo vivo y diverso, de hombres y mujeres que han recibido distintos ministerios (tareas) y dones para compartir. Quien es de Cristo y vive en Él, está en salida, vive atento a liberar, sanar, cuidar y compartir. 

¿Cuáles son tus dones? ¿En dónde andas y haciendo lo que haces, cuál es tu llamada? No te quedes "mirando al cielo" y ponte en acción. 

#FelizDomingo

Vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación” 

El testamento es un documento en el que una persona determina la forma como quiere que se repartan sus pertenencias entre sus herederos. Generalmente, se trata de bienes muebles e inmuebles. Pero no siempre es así. A veces los testamentos incluyen otra clase de herencias que la persona quiere legar a sus sucesores.

Hace algún tiempo hubo una propaganda de televisión de alguna compañía de seguros que presentaba a un anciano juez que leía el testamento de un hombre muy rico que había fallecido. En medio de la formalidad del acto, estaban presentes los hijos e hijas del difunto; y junto a ellos, los nietos, nietas, sobrinos, sobrinas y otros familiares cercanos. Todos expectantes y esperanzados en que pudieran tener algún grado de participación en la inmensa torta que estaba a punto de ser distribuida.

El juez, mirando a los herederos por encima las gafas, comenzó la lectura del testamento: “En uso de mis facultades mentales y cumpliendo con los requisitos que pide la ley, procedo a determinar mi voluntad sobre el destino de mis posesiones. En primer lugar, quiero que las tierras de la Hacienda La Ponderosa, incluyendo la casa, el ganado y todos los bienes que hay en ella, se destinen a la comunidad de hermanas del ancianato de Las Misericordias, de mi pueblo natal”. Inmediatamente, hubo un cuchicheo nervioso entre los presentes... Pero todavía había más, de modo que el juez continuó su lectura: “En segundo lugar, quiero que las casas que poseo y los apartamentos que tengo, sean destinados al Hogar para niños huérfanos que funciona bajo la dirección de la parroquia de mi pueblo”. El alboroto esta vez fue más sonoro y la cara de sorpresa de los asistentes fue mayor... Y continuó la lectura del testamento: “En tercer lugar, quiero que todo el dinero que tengo en mis cuentas corrientes y de ahorros, junto con las acciones y certificados de depósito a término que están a mi nombre en distintos bancos y corporaciones, sea entregado a la Clínica del niño quemado, que dirigen las Hermanitas de los desamparados”. Esta vez la reacción de los familiares del difunto fue impresionante... Sin embargo, el silencio se apoderó de todos cuando el juez continuó su lectura pausada y firme: “Por último, a mis hijos e hijas, a mis nietos y nietas, a mis sobrinos y sobrinas, y a todos mis herederos directos o indirectos, les dejo una recomendación que estoy seguro, los ayudará a salir de su precaria situación económica. Sólo les recomiendo una cosa: ¡Que trabajen!” Y así terminó el solemne acto.

Jesús, al despedirse de sus discípulos antes de ser levantado al cielo para sentarse a la derecha de Dios, nos dejó su testamento, que no estaba constituido por bienes muebles e inmuebles, sino por una misión: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación”. La respuesta de sus seguidores fue inmediata: “Ellos salieron a anunciar el mensaje por todas partes; y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas”. Hoy, el mismo Señor nos sigue enviando cada día a cumplir esta misión, y nos sigue acompañando en ella. Esa es su herencia más querida y ese es todavía hoy su testamento. Sólo así cumpliremos su última voluntad y nos podremos considerar, efectivamente, herederos de su reino.

PREGUSTAR EL CIELO 

No El cielo no se puede describir, pero lo podemos pregustar. No lo podemos alcanzar con nuestra mente, pero es difícil no desearlo. Si hablamos del cielo no es para satisfacer nuestra curiosidad, sino para revivir nuestro deseo y nuestra atracción por Dios. Si lo recordamos es para no olvidar el último anhelo que llevamos en el corazón.

Ir al cielo no es llegar a un lugar, sino entrar para siempre en el Misterio del amor de Dios. Por fin, Dios ya no será alguien oculto e inaccesible. Aunque nos parezca increíble, podremos conocer, tocar, gustar y disfrutar de su ser más íntimo, de su verdad más honda, de su bondad y belleza infinitas. Dios nos enamorará para siempre.

Esta comunión con Dios no será una experiencia individual. Jesús resucitado nos acompañará. Nadie va al Padre si no es por medio de Cristo. «En él habita toda la plenitud de la divinidad corporalmente» (Colosenses 2,9). Solo conociendo y disfrutando del misterio encerrado en Cristo penetraremos en el misterio insondable de Dios. Cristo será nuestro «cielo». Viéndole a él «veremos» a Dios.

No será Cristo el único mediador de nuestra felicidad eterna. Encendidos por el amor de Dios, cada uno de nosotros nos convertiremos a nuestra manera en «cielo» para los demás. Desde nuestra limitación y finitud tocaremos el Misterio infinito de Dios saboreándolo en sus criaturas. Gozaremos de su amor insondable gustándolo en el amor humano. El gozo de Dios se nos regalará encarnado en el placer humano.

El teólogo húngaro Ladislaus Boros trata de sugerir esta experiencia indescriptible: «Sentiremos el calor, experimentaremos el esplendor, la vitalidad, la riqueza desbordante de la persona que hoy amamos, con la que disfrutamos y por la que agradecemos a Dios. Todo su ser, la hondura de su alma, la grandeza de su corazón, la creatividad, la amplitud, la excitación de su reacción amorosa nos serán regalados».

Qué plenitud alcanzará en Dios la ternura, la comunión y el gozo del amor y la amistad que hemos conocido aquí. Con qué intensidad nos amaremos entonces quienes nos amamos ya tanto en la tierra. Pocas experiencias nos permiten pregustar mejor el destino último al que somos atraídos por Dios.

LO QUE NOS QUIEREN DECIR DE JESÚS NO CABE EN PALABRAS 

¿Qué estamos celebrando? Nos va a costar Dios y ayuda a superar la visión física, corpórea y chata de la Ascensión, que venimos aceptando durante demasiados siglos. Nos encontramos con el problema de siempre: confundir la realidad con el relato mítico. La Ascensión no es más que un aspecto de la cristología pascual. Resurrección, Ascensión, glorificación, Pentecostés, constituyen una sola realidad, que está fuera del alcance de los sentidos. Esa realidad no temporal, no localizable, es la más importante para la primera comunidad y es la que hay que tratar de descubrir.

Los primeros intérpretes, todos judíos, echaron mano del AT para tratar de explicar la figura de Jesús. Los padres griegos utilizaron todos los mitos de su tradición. Desde la anunciación hasta el sentarse a la derecha del Padre, todo lo que se ha dicho de Jesús es mitología. Los mitos no son mentira, sino un intento de sustraernos al misterio para hacerlo soportable. Por eso siempre termina satisfaciendo las necesidades de nuestro falso yo.

Hoy tenemos conocimientos suficientes para intentar una interpretación más acorde con lo que los textos que queremos trasmitir. No podemos seguir pensando en un Jesús subiendo básicamente más allá de las nubes. Para poder entender la fiesta de la Ascensión, debemos volver al tema central de Pascua. Estamos celebrando la Vida, pero no la biológica sino la divina. Esa Vida no está sujeta al tiempo, no hay en ella acontecimientos, es eterna e inmutable. Solo teniendo en cuenta esta verdad, podremos comprender adecuadamente lo que estamos celebrando este domingo.

Mateo no sabe nada de una ascensión. Juan no habla de ascensión, pero en la última aparición, Jesús dice a Pedro: “si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?” Está claro que, para volver, primero tiene que irse. El final canónico de Marcos, que leemos hoy y fue añadido a mediados del s. II, nos dice que Jesús se sentó a la derecha de Dios. Solo Lucas nos habla de ascensión: “se separó de ellos y fue elevado al cielo”. En Hechos cuenta la su vida con todo lujo de detalles.

Los relatos de raptos eran frecuentes en la literatura clásica. Tito Livio, en su obra histórica sobre Rómulo dice: “Cierto día Rómulo organizó una asamblea popular junto a los muros de la ciudad para arengar al ejército. De repente irrumpe una fuerte tempestad. El rey se ve envuelto en una densa nube. Cuando la nube se disipa, Rómulo ya no se encontraba sobre la tierra; había sido arrebatado al cielo”. Heracles, Empédocles, Alejandro Magno o Apolonio de Tiana siguen el mismo camino.

El AT cuenta el rapto de Elías. También se habla de la asunción de Henoc en (Gen 5, 24). El libro esclavo de Henoc, escrito judío del siglo primero después de Cristo, describe el rapto de Henoc: “Después de haber hablado Henoc al pueblo, envió Dios una fuerte oscuridad sobre la tierra que envolvió a todos los que estaban con Henoc. Y vinieron los ángeles y cogieron a Henoc y lo llevaron hasta lo más alto de los cielos. Dios lo recibió y lo colocó ante su rostro para siempre”. Nada nuevo.

La palabra “cielo” es muy utilizada en religión. La repetimos dos veces en el Padrenuestro, dos en el Gloria y tres en el credo. Arrastra una amplia gama de significados desde la cultura griega y en todo el Oriente Medio. No es fácil dilucidar qué sentido se quiere dar a la palabra en cada caso. En el bautismo de Jesús, el cielo se rasgó y el Espíritu bajó hasta él. Cuando termina su ciclo vital, el cielo se rompe otra vez, para que Jesús vuelva a traspasar el límite del terreno, para entrar en él.

Un dato muy interesante, que nos proporciona la exégesis, es que las más antiguas expresiones de la experiencia pascual que han llegado hasta nosotros, sobre todo en escritos de Pablo, están formuladas en términos de exaltación y glorificación, no con la idea de resurrección y menos aún de ascensión. En el AT encontramos muchos textos que hablan del siervo doliente, maltratado por los hombres, pero reivindicado por Dios. Esta es la base de la glorificación con la que se expresó la experiencia pascual. Lo que celebramos no está en el tiempo; Pertenecen al hoy como al ayer, no hacen referencia a un pasado.

Se pueden vivir hoy como las vivieron los discípulos. El hombre Jesús se transforma definitivamente, alcanzando la meta suprema. Se hace una sola realidad con Dios. Nosotros necesitamos desglosar esa realidad para intentar penetrar en su misterio, analizando los distintos aspectos que la integran. La Ascensión quiere manifestar que llegó a lo más alto, pero no en sentido físico ni temporal.

La verdadera ascensión de Jesús comenzó en el pesebre y terminó en la cruz cuando exclamó: "consumatum est". Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer. Después de ese paso, todo es como un chispazo que dura toda la eternidad. Había llegado a la plenitud total en Dios, precisamente por haber despegado (muerto) de todo lo que en él era caduco, transitorio, terreno. Solo permaneció de él lo que había de Dios y por tanto se identificó con Dios totalmente. Esa es también nuestra meta. El camino también es el mismo que recorrió Jesús.

La experiencia pascual consistió en ver a Jesús de una manera nueva. El haber vivido con él no los llevó a la comprensión de su verdadero ser. Estaban demasiado pegados a lo externo, y lo que hay de divino en Jesús no puede entrar por los sentidos. Su desaparición les obligó a mirar dentro de sí, y descubrir allí lo que había vivido Jesús. Solo entonces descubren al verdadero Jesús. Si seguimos apegados a una imagen terrena de Jesús tampoco nosotros descubriremos su verdadero ser.

Para comprender la ascensión debemos tener en cuenta el descenso. Jesús bajo a los infiernos, “descendit ad ínferos” es decir a lo más bajo. Solo desde ahí su puede hacer el ascenso total. Desde lo más bajo a lo más alto. No aceptamos ese descenso definitivo porque no está de acuerdo con las pretensiones de nuestro ego. Es la experiencia de todos los místicos. Para llegar a serlo todo debes convertirte en Nada.

Jesús no bajó a los infiernos como triunfador. Esa es la imagen mítica que se tenía de muchos personajes antiguos. Jesús bajó realmente a lo más bajo con su muerte. La muerte en la cruz no era una forma más de deshacerse de una persona que molestaba. Era un intento en toda regla no solo de matar a la persona sino de hacerla desaparecer. Se trataba de aniquilarlo en el sentido etimológico de la palabra. Convertirle en nada. Era un castigo tan rotundo que eliminaba todo recuerdo.

sábado, 4 de mayo de 2024

Sexto Domingo de Pascua – Ciclo B (Reflexión)

Sexto Domingo de Pascua – Ciclo B (Juan 15, 9-17) – Mayo 5, 2024 
Hechos 10, 25-26.34-35.44-48; Salmo 97; 1 Juan 4, 7-10


Sexto Domingo de Pascua: todo se resume en saber amar y permanecer en el amor

Evangelio según san Juan 15, 9-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros''.

Reflexión:

¿Cómo permanecer en el amor?

Si tuviéramos la disponibilidad de los paganos que escuchaban a Pedro (Hechos 10, 25-26.34-35.44-48), recibiríamos luz y entendimiento de parte del Espíritu Santo, para comprender el mensaje que nos trae la palabra de Dios, a todos sin excepción. La buena noticia del amor, es para todos, creyentes y no; no hay distinción de personas, el mensaje es incluyente.

Necesitamos estar atentos y receptivos a esta gran noticia: Dios nos ama a todos, Dios me ama particularmente a mí (pon tu nombre aquí) y a cada uno, si excepción.

Dios es amor:

·        Nos ha creado, a su imagen y semejanza…

·        Lo podemos experimentar en todo lo creado, en cada ser humano…

·        Actúa siempre y nos transforma para nuestro bien…

·        Nos guía hacia Él…

Al escucharlo, lo conocemos (sabemos quién es, que le agrada), al poner en práctica sus enseñanzas y cumplir sus mandamientos (“instrucciones” para ser semejantes a Él), vamos experimentado su amor y lo reflejamos hacia los demás… si, en la medida que me siento “amado”, y amo, como él… ¡Reflejo su amor!

La clave para alcanzar el amor, es permanecer unidos a Él, nutriendo nuestro espíritu (como los sarmientos a la vid, de la semana pasada)… permanecer es orar, es pedirle sabiduría y fortaleza, para no apartarme de Él… permanecer es, que mis decisiones las tome con su criterio de amar, para la búsqueda del bien común, de la justicia… permanecer es desarrollar y mantener relaciones interpersonales fraternas.

Permanecer es “que nos amemos los unos a los otros'', como él nos ama.

¿Cómo me sentirme amado?... ¿Qué puedo hacer para amar como Jesús?... ¿Cómo mi forma de ser, demuestra mi amor por los demás?


Alfredo Aguilar Pelayo 
#RecursosParaVivirMejor 

Para profundizar, leer aquí.

Columna publicada en: https://bit.ly/RBNenElHeraldoSLP

Sexto Domingo de Pascua – Ciclo B (Profundizar)

 Sexto Domingo de Pascua – Ciclo B (Juan 15, 9-17) – Mayo 5, 2024
Hechos 10, 25-26.34-35.44-48; Salmo 97; 1 Juan 4, 7-10



Evangelio según san Juan 15, 9-17  

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor; lo mismo que yo cumplo los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena.

Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros''.

Reflexiones Buena Nueva

#Microhomilia 

No vayas, no digas, no veas, no, no, no, no. Algunos creen que en vivir atentos a muchas cosas que no debemos hacer, hemos de manifestar nuestro amor a Dios. No falta incluso aquella persona que en torno al sacramento de la reconciliación, ofrece una lista de cosas prohibidas, como propuesta de revisión. Vivir desde en esa moral del NO, nos hace vivir asustados, doblados con las cargas de tanto NO; nos hace vivir reclamando, señalando y persiguiendo el cumplimiento de la prohibición. Hoy la Palabra nos coloca con claridad la llamada que tenemos, el fundamento moral de nuestra religión: Vivir en el amor. ¡Ámense! "Porque quien no ama, no ha conocido a Dios". Porque amamos no dañamos, ni destruimos, construimos y cuidamos reflejando el amor de Dios.

Al caer la noche, hay que preguntarnos cómo y cuánto es que amamos hoy, ¿en dónde nos faltó el amor? Porque en eso seremos examinados cuando estemos frente a nuestro Dios, que es amor. ¿Cómo estás amando?¿Dónde con quién se te está dificultando vivir en el amor? Pidamos a Dios que no envíe su Espíritu, que nos libera y no fortalece para vivir en el amor. #FelizDomingo

“El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos” 

El 10 de octubre de 1982, en la gran plaza de san Pedro de Roma, el papa Juan Pablo II canonizó a un paisano suyo: Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano, nacido el 8 de enero de 1894 en la ciudad de Zdunska Wola. Estuvo presente en este acto un testigo excepcional: Franciszek Gajowniczek, un polaco ya anciano que, cuarenta y un años antes, había salvado su vida en el campo de concentración de Auschwitz, gracias al heroico gesto del nuevo santo.

Este hombre cuenta así su experiencia de aquel verano de 1941: “Yo era un veterano en el campo de Auschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Fritsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados”.

A la mañana siguiente, Franciszek Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de la SS para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el coronel, musitó estas palabras: “Pobre esposa mía; pobres hijos míos”. El P. Maximiliano estaba cerca y oyó estas palabras. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al coronel: “Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos”. Su ofrecimiento fue aceptado por el oficial nazi y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue condenado, junto con otros nueve prisioneros, a morir de hambre. Tres semanas después, el único prisionero que seguía vivo era el P. Kolbe, de modo que le fue aplicada una inyección letal que terminó definitivamente con su vida. Maximiliano Kolbe había vivido su ministerio pastoral en Polonia y Japón, donde había pasado cinco años como misionero. Con este gesto sellaba una vida de entrega permanente.

Jesús nos invita a amarnos como Él nos ama: “Mi mandamiento es este: Que se amen unos a otros como yo los he amado a ustedes”. Y en seguida explica lo que esto significa: “El amor más grande que uno puede tener es dar su vida por sus amigos”. Es decir, que el amor que Jesús nos tiene es un amor capaz de entregar la propia vida para que los demás vivan. Esa es la tarea de todos los que queremos seguir a Jesús. Esta es la fuente de nuestra alegría: “Les hablo así para que se alegren conmigo y su alegría sea completa”. No siempre se tratará de situaciones tan extremas como las que vivió san Maximiliano Kolbe, pero siempre el amor pasa por la entrega de la propia vida.

DEL MIEDO AL AMOR 

No se trata de una frase más. Este mandato, cargado de misterio y de promesa, es la clave del cristianismo: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor». Estamos tocando aquí el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su verdad. Únicamente «permaneciendo en el amor» podemos caminar en la verdadera dirección. Olvidar este amor es perdernos, entrar por caminos no cristianos, deformarlo todo, desvirtuar el cristianismo desde su raíz.

Y, sin embargo, no siempre hemos permanecido en este amor. En la vida de bastantes cristianos ha habido y hay todavía demasiado temor, demasiada falta de confianza filial en Dios. La predicación que ha alimentado a esos cristianos ha olvidado demasiado el amor de Dios, ahogando así aquella alegría inicial, viva y contagiosa que tuvo el cristianismo.

Aquello que un día fue «Buena Noticia», porque anunciaba a las gentes «el amor insondable» de Dios, se ha convertido para bastantes en la mala noticia de un Dios amenazador, que es rechazado casi instintivamente porque no deja ser ni vivir.

Sin embargo, la fe cristiana solo puede ser vivida, sin traicionar su esencia, como experiencia positiva, confiada y gozosa. Por eso, en este momento en que muchos abandonan un determinado «cristianismo» –el único que conocen–, hemos de preguntarnos si, en la gestación de este abandono, y junto a otros factores, no se esconde una reacción colectiva contra un anuncio de Dios poco fiel al evangelio.

La aceptación de Dios o su rechazo se juega, en gran parte, en el modo en que lo sentimos de cara a nosotros. Si lo percibimos solo como vigilante implacable de nuestra conducta haremos cualquier cosa para rehuirlo. Si lo experimentamos como amigo que impulsa nuestra vida, lo buscaremos con gozo. Por eso, uno de los servicios más grandes que la Iglesia puede hacer al ser humano es ayudarle a pasar del miedo al amor de Dios.

Sin duda hay un temor a Dios que es sano y fecundo. La Escritura lo considera «el comienzo de la sabiduría». Es el temor a malograr nuestra vida cerrándonos a él. Un temor que despierta a la persona de la superficialidad y le hace volver hacia Dios. Pero hay un miedo a Dios que es malo. No acerca a Dios. Al contrario, aleja cada vez más de él. Es un miedo que deforma el verdadero ser de Dios, haciéndolo inhumano. Un miedo dañoso, sin fundamento real, que ahoga la vida y el crecimiento sano de la persona.

Para muchos, este puede ser el cambio decisivo. Pasar del miedo a Dios, que no engendra sino rechazo más o menos disimulado, a una confianza en él que hace brotar en nosotros esa alegría prometida por Jesús: «Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud».


JESÚS SE IDENTIFICÓ CON EL AMOR-DIOS Y CON ESE AMOR PUDO AMAR COMO SOLO DIOS AMA
El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, muestra a Jesús la esencia de su mensaje. Sin metáforas nos coloca ante el centro del mensaje: El AMOR. En el c. 13 ya nos había dado la consigna: un mandamiento nuevo os doy. Solo el amor nos hace humanos.
Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda estableció la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. No se trata de una ley sino de una consecuencia de la Vida de Dios y que se ha manifestado en Jesús. “Un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). El amor que pide Jesús tiene que surgir de dentro, no imponerse desde fuera.
Juan emplea la palabra “ágape”. Los primeros cristianos emplearon ocho palabras para designar el amor: agape, caritas, philia, dilectio, eros, libido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el “ágape” expresa el amor sin mezcla alguna de egoísmo. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Está haciendo referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de amistad o de una “caridad”. Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios.
Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante. Juan lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Descubrir esa realidad y vivirla es la tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos.
Hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama. Dios es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar y seguiré siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir. Dios manifiesta su amor a Jesús ya mí, pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios “muestras puntuales de amor”, porque no podemos dejar de amar un instante. Jesús sí puede manifestar el amor de Dios amando como humano.
Juan intenta trasmitirnos que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas”. Juan comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor, que es Dios, en nuestras relaciones con los demás.
No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un "mandamiento" de amor están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios que es amor dentro de nosotros. Todas las energías, que empleamos en ajustarnos a una programación, tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podrás descubrir los motivos del verdadero amor.
El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir más allá del instinto. Esto nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo y anterior a la intervención de nuestra voluntad. El amor es más que sentimiento. La prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todo lo demás es engaño.
El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado tu verdadero ser que es inmutable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso e indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo no hay sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría.
Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay límite en mi entrega, no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás.
Ya no os llamo siervos. No tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el “yo” ni para lo “mío”. Comunicación total en el orden de ser. Jesús se lo acaba de demostrar lavándoles los pies. La eucaristía dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. Jesús lo compartió todo.
Os he hablado de esto para que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que no siempre hemos tenido clara en el cristianismo. Dios quiere que seamos felices con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios comparte su mismo ser con nosotros. Nos decía un maestro de novicios: “Un santo triste es un triste santo”.
No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros. Debemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama como respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al sacramento del amor. “Eucaristía” significa exactamente acción de gracias.
Cualquier relación con Dios, sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos sino una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él. Esta oferta no la puede hacer la institución, por eso se muestra a Jesús tan distante e independiente de todas ellas.

 

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Reflexión)

Domingo de Pentecostés – Ciclo B (Juan 20, 19-23) – mayo 19, 2024  Hechos 2, 1-11; Salmo 103; Corintios 12, 3- 7.12-13   Hoy, con el Domingo...